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A partir de este momento, el siglo XVI, el ensayo empieza a ocupar un lugar privilegiado
en la historia del pensamiento occidental. El ser un género que ofrece grandes
libertades en la expresión y en la forma de escritura ha llevado a que un gran número de
personalidades de los últimos cuatro siglos expresasen sus ideas a través del mismo. La
mayoría de los filósofos, escritores de todos los rincones del mundo, periodistas y
políticos, han recurrido al ensayo para proponer ideas, discutir conceptos, divagar sobre
asuntos diversos. Son, no obstante, los siglos XIX y XX, los que marcan la consagración
del ensayo en los diferentes ámbitos del mundo occidental.
Durante el siglo XIX, las publicaciones periódicas como diarios y revistas alcanzaron su
madurez con tirajes de gran envergadura alrededor de todo el mundo. Por su extensión
y formato, el ensayo se presentaba como un texto ideal para presentar ideas y opiniones
en este tipo de publicaciones. Al ser un medio que cada vez alcanzaba a más personas,
desde políticos hasta científicos, encontraron en él una forma breve y sencilla de
alcanzar o ampliar un margen de influencia en la sociedad. Ya en la primera mitad del
siglo XX, antes de la aparición de los medios audiovisuales de comunicación, este
proceso se hizo mucho más evidente. A partir del inicio de La Primera Guerra Mundial
(1914-1918) los constantes y contundentes cambios en las sociedades y culturas de los
cinco continentes, generó a su vez una serie de revoluciones intelectuales y artísticas
que encontraron en el ensayo la voz para dar a conocer sus ideas y reflexiones. Diarios,
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revistas políticas, publicaciones literarias y artísticas, contaban entre sus páginas, día a
día, semana a semana, mes a mes, con ensayos escritos por todo tipo de personajes y
personalidades, desde reyes, hasta artesanos y personas del común.
Grandes ensayistas
Dentro de esta gran cantidad de personajes es posible encontrar algunos que se han
destacado, ya sea por la calidad de su escritura, la fuerza de sus reflexiones o el lugar
de sus ideas en un momento determinado de la historia. Montaigne, Bacon, Ortega y
Gasset, Baudelaire, Wilde, Poe, Dostoievski, Borges, Benjamin son solo algunos de los
nombres de una interminable lista. A continuación exploramos brevemente la vida y la
obra ensayística de algunos de estos autores.
“Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni
amor, aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su
favor especial; en el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia;
feo y estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad,
porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde y
baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.
Cuenta la historia que Psamenito, rey de Egipto habiendo sido derrotado y hecho
prisionero por Cambises, rey de Persia, y viendo junto a él a su hija, también prisionera
y convertida en sirviente a quien se enviaba a buscar agua, todos los amigos del rey
lloraban y se lamentaban en su derredor mientras él permanecía quedó sin decir
palabra, y con los ojos fijos en la tierra; viendo en aquel momento que conducían a su
hijo a la muerte, mantúvose en igual disposición, pero habiendo observado que uno de
sus amigos iba entre los cautivos, empezó a golpearse la cabeza a dejarse ganar por la
desolación.
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Tal suceso podría equipararse a lo acontecido no ha mucho a uno de nuestros príncipes
que, habiendo sabido en Trento, donde se encontraba, la nueva de la muerte de -5-
su hermano mayor, en quien se cifraba el apoyo y honor de la casa, y luego igual
desgracia de otro hermano menor, la segunda esperanza, y habiendo sufrido ambas
pérdidas con una resignación ejemplar, como algunos días después a uno de sus
servidores le acometiese la muerte, fue muy sensible a esta nueva, y perdiendo la calma
se llenó de ostensible pena de tal modo, que algunos tomaron de ello pie para suponer
que no le había llegado a lo vivo más que la última desgracia; pero la verdad del caso
fue, que estando lleno y saturado de tristeza, la más leve añadidura hizo que su
sentimiento se desbordase. Lo mismo podría decirse del hecho anteriormente citado, y
la historia lo comprueba: Cambises, informándose de por qué Psamenito no se había
conmovido ante la desgracia de su hijo ni la de su hija, sufrió dolor tal al ver la de uno
de sus amigos: «Es, respondió, que sólo el último dolor ha podido significarse en
lágrimas; los dos primeros sobrepasaron con mucho todo medio de expresión.»
Observa cómo Montaigne inicia su texto con un “Yo soy”, este recurso tan común para
nosotros, en aquella época era poco usado para proponer ideas, dado que la subjetividad
–involucrar emociones propias en un texto que no fuera literario- se tenía por poco seria.
Básicamente lo que hace el autor en este fragmento y el resto del ensayo, es
presentarnos lo que para él es la tristeza, y para hacer esa idea más válida utiliza una
serie de recursos retóricos (argumentativos) que con sutileza buscan convencernos de
que él tiene la razón.
Si lees con atención encontrarás que esta visión de la amistad no tiene nada de
científico, ni busca presentar una sólida argumentación; es casi un texto poético en el
que el autor nos comparte lo importante que es para él la amistad. Bacon no usa la
primera persona (el yo creo, yo pienso) como Montaigne, pero queda claro que lo que
presenta es una reflexión muy íntima y personal.
Fiódor Dostoievski (1821-1881): fue un escritor ruso, reconocido por ser uno de los
más importantes referentes del realismo literario. Su obra ensayística como gran parte
de sus novelas fueron publicadas en diarios y revistas. En sus artículos y ensayos
Dostoievski reflexionaba sobre asuntos cotidianos de la vida de Rusia y Europa, sobre
literatura y política. A continuación encontramos un fragmento de un ensayo sobre la
lengua:
“La lengua es, sin discusión, la forma, el cuerpo y el envoltorio del pensamiento [...], y,
por decirlo de algún modo, la palabra última y definitiva de la evolución orgánica. De
donde se deduce que, cuanto más ricos sean los materiales y las formas que adquiero
para expresar mi pensamiento, más feliz seré en la vida, más precisas y comprensibles
serán mis razones tanto para mí mismo como para los demás, más facilidades tendré
para dominar y vencer; podré decirme más rápidamente a mí mismo lo que quiero decir,
lo expresaré con mayor profundidad y con mayor profundidad también comprenderé lo
que quería decir; mi espíritu será más fuerte y más sereno y, por supuesto, seré más
inteligente. [...] Ni qué decir tiene que cuanto más rico, flexible y variado sea nuestro
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conocimiento de la lengua en que hemos decidido pensar, más facilidad, variedad y
riqueza habrá en la expresión de nuestro pensamiento.”
Tomado de: Obras Completas, tomo III. Madrid: Aguilar. 1961 Traducción directa del
ruso, introducción, prólogos y notas de Rafael Cansinos Asséns
Walter Benjamin (1892-1940): fue un gran pensador alemán, que halló en el ensayo
una de sus formas predilectas de escritura. Considerado por muchos uno de los filósofos
más influyentes de la segunda mitad del siglo pasado, dedicó gran parte de su obra a
realizar relaciones entre asuntos de la vida cotidiana, para muchos intrascendentes, y
los asuntos fundamentales de la vida de los hombres modernos. Veamos el primer
párrafo de su ensayo “Experiencia y pobreza” escrito en 1933
“En nuestros libros de cuentos está la fábula del anciano que en su lecho de muerte
hace saber a sus hijos que en su viña hay un tesoro escondido. Sólo tienen que cavar.
Cavaron, pero ni rastro del tesoro. Sin embargo cuando llega el otoño, la viña aporta
como ninguna otra en toda la región. Entonces se dan cuenta de que el padre les legó
una experiencia: la bendición no está en el oro, sino en la laboriosidad. Mientras
crecíamos nos predicaban experiencias parejas en son de amenaza o para sosegarnos:
«Este jovencito quiere intervenir. Ya irás aprendiendo». Sabíamos muy bien lo que era
experiencia: los mayores se la habían pasado siempre a los más jóvenes. En términos
breves, con la autoridad de la edad, en proverbios; prolijamente, con locuacidad, en
historias; a veces como una narración de países extraños, junto a la chimenea, ante
hijos y nietos. ¿Pero dónde ha quedado todo eso? ¿Quién encuentra hoy gentes capaces
de narrar como es debido? ¿Acaso dicen hoy los moribundos palabras perdurables que se
transmiten como un anillo de generación a generación? ¿A quién le sirve hoy de ayuda un
proverbio? ¿Quién intentará habérselas con la juventud apoyándose en la experiencia?”
Nos encontramos de nuevo con un texto que asume la primera persona, esta vez en
plural, “nuestros libros”, que inicia con una historia tradicional una reflexión que en los
párrafos subsecuentes explicará por qué, según el autor, nos encontramos en un mundo
en el que cada vez es más difícil narrar las experiencias. De nuevo la subjetividad es el
motor de las ideas expuestas en el texto.
No hay una única forma de escribir un ensayo, lo realmente importante es tener algo
para decir… y querer decirlo.
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