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(1IIRIS WICKHAM

UNA HISTORIA NUEVA


DELA
ALTA EDA D MEDIA
Europa y el mundo
mediterráneo, 400-800

Traducción castellana de
Tomás Femández Aúz y Beatriz Eguibar

CRÍTICA
BARCELONA
J 12 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA

luyar cuando se compara la literatura secundaria de una región con la


de otra. En los próximos nueve capítulos continuaremos ocupándo­
IIOS de problemas relacionados con la temática comparativa, y estas diez
regiones serán sus elementos fundamentales: el objetivo de esos capí­
tulos consiste en mostrar de qué modo puede establecerse entre dichas
regiones, en cada caso, bien un paralelismo, bien una diferencia. En el
t.•npftulo 1 1 se ofrecerá un resumen de cada una de las regiones, y en
los capítulos 1 1 y 12 se concretarán las conclusiones generales de nues­
t ru comparación.

Capítulo 3

LA FORMA DEL ESTADO

El estado ofrecía un marco para las actividades de los terratenientes


y los campesinos, asunto este en el que se centra el grueso de este libro.
Los recursos y la capacidad de asociación política de cada sistema gu­
bernativo, la esfera pública que ofreciera, determinaban en todas partes
las preferencias de los aristócratas, y de hecho su identidad misma. El
protagonismo local de cada organización política --esto es, el grado en
que los gobernantes y sus funcionarios fueran capaces de intervenir
en los asuntos locales, junto con su interés en hacerlo, ya fuera a través
de la detección y la eliminación de problemas o mediante una acción
legal formal- configuraba de igual manera, y también en todas partes, la
conflictiva relación entre señores y campesinos (y, de hecho, las recípro­
cas entre señores y señores por un lado, y entre campesinos y campesi­
nos por otro). Sin embargo, lo que debe señalarse desde el principio son
los modos en que los estados pueden diferir unos de otros. Son dema­
siados los textos dedicados al análisis político de la alta Edad Media
que hablan de unas estructuras políticas homogéneas y que presentan
a los reyes como si fuesen muy parecidos -ya gobernaran en un único
condado inglés o en toda Francia, o ya dominaran Francia en el siglo VI
o en el s iglo x-, o que ún icamente encuentran diferencias en los cam­
bios de actitud de los c lérigos en relación con la política laica. Una de
las a f i r mac iones fundamentales de este capítulo es que el elemento dia­
crftico determinante se encuentra en las fuentes.
En este capflulo distinguiremos tres tipos de organizaciones políti­
cas. En Jll lltll:r luga1, las dl' los l'stados fuertes, el imperio romano y sus
Sllt'l'SOH'S tulliW y IHt.lultlllo, qur Vtl'IOill'lld rvginlt'll fi sc u l v t•n l'l t· iér
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(111 1 IIH 1 1 11111111 1 1 Jl('f' I I ISII l l l l l l' l 'l' l llll\1111' 11 111 ti ' l llt �' llllllll l/111 1'1 p11d11 IIH'IIIIIII' t'l l l l 111 Sl'llll'JIIIIh', 1 �11 t'IIIINl'l'lll'llllll, pn'Nl'l l t l l llllil Sl'l l l' dl' p11
p1 1IIIH'Il 1�11 .'i1'g11 nd1 1 lugr1 1 , l11�; d1· 11 1 ... l"·lllldnH dl'hth-1-1, p11111'1plll l l l l' l l t l' l'(l l l l l'ti'IIN pum dl' l i' nil' 1111 tipo ideul d1• •<eHtndo)), insp1ntdo, 1'1111 nlgun11
lo ... ll:ÍIIIll'l 1'1 111111110 �l'l l l l t l l l ll'OS 11111._ l l l l¡llll tlllltl'" • l'l liiiO 111 ( J:d111 lnlllt ' l l, va1 iat'i()ll, t'l l los que Sl'llHitllt l lcnri Clacsscn y W. < i. R u 1H.:imun: lu l'l' l l
111 l t uliu lonthmdn y la Espnll:l visi�odu. pmv1s1os l odos e l los de un ejer· lr:dii'.aci<'m d e l a legflinw autoridad ejecutuhle (justicia y ejercito ) ; u1111
l i' lo llllt•prudo por terratenientes pero l a l n hit•n dt· unn s1 ílida noción del especi a l ización de los roles guhenwmentales unida a una jcmrqufu oli
l'll'l 'l' lt'io del poder publico como fuente de kgitimaci6n política, una cial que sobrevive a las personas que ocuparon algún cargo oficial en
IIIWiún heredada del mundo romano. En tercer lugar, las de los sistemas cualquier momento dado; la noción de un poder público, esto es, de u11
p1 1'l'stntales del ámbito norteño que en este libro son los reinos de In­ sistema de gobernación ideológicamente distinguible de la población go
p lnl l'll a, (la les, 1 rlanda y Dinamarca , en los que l a condición central bernada y de los propios individuos gobernantes; la existencia de recur­
dr l11 nmnarquía tuvo durante largo tiempo un carácter mucho más ad sos independientes y estables en manos de esos gobernantes; y un siste­
l11w y l l lllt :ho más personal, pese a que los reyes y los jurisconsultos de ma de extracción y estratificación de excedentes basado en las c lases
2
l nglntc1 rae Irlanda t u vieron al menos l a posibili dad de promulgar guías sociales. Estos elementos nucleares caracterizaron tanto a las formas
ll'gnles en las que se estipulaba el modo en que la sociedad debía regu­ de gobierno fuertes de la época romana y del Mediterráneo OJiental de
lmsc a sí misma. Para el año 800, en Inglaterra, y posiblemente también la alta Edad Media como a las organizaciones políticas débiles del Occi­
l'll Dinamarca, algunos reyes eran ya lo suficientemente ricos y pode­ dente romano-germánico. Así, por ejemplo, pese a que en e l Occidente
msos como para reclamar un espacio político más amplio que éste, pero altomedieval el poder local se encontrase en l a práctica en manos de las
111111 sigue siendo raro que podamos decir gran cosa sobre sus recursos, élites locales, que poseían una cierta autoridad legítima, todas estas éli­
o sobre cómo actuaban en l a práctica. Por esta razón, este capítulo no tes (o casi todas) se hallaban en esta época legitimadas por sus vínculos
someterá a debate la tercera categoría de los sistemas políticos: sus pro­ con la esfera pública del poder. Dado que los principales reinos roma­
hkmas se comprenden mejor en el contexto de las más amplias con­ no-germánicos pueden de hecho definirse de esta forma, los l lamaré
tmversias relacionadas con l a riqueza, el poder y la acción política de l a «estados» sin más. Éste es un ejemplo del tipo de debate que sustentan
nnstocracia, y se examinarán con más detalle en el capítul o 6. Aquí, nos los parámetros indicados. No obstante, el hecho de que dichos paráme­
l'OIIt'enlraremos en las diferencias existentes entre los estados fuertes y tros puedan aplicarse de modo general a los dos primeros conjuntos de
h1s d�hiles, cuya distinción fundamental reside en el papel desempeñado organizaciones políticas señaladas más arriba implica que no es necesa­
p1 11 el sistema tributario. rio someterlas aquí, una por una, a un examen detallado. En el capítulo 6
;,Qué es un estado? No es una cuestión que haya preocupado gran­ (páginas 435 y 436), cuando observemos los sistemas políticos de l a
lll' l llente a los historiadores romanos, ya que cualquier definición del Europa septentrional, que e n la época que nos ocupa n o tienen e n abso­
1111perio decretaba que éste era una unidad. Sin embargo, los estudiosos luto un fácil encaje en el modelo estatal, volveremos a ocuparnos del
de la alta Edad Media se inquietan por este asunto, puesto que son cons­ modo en que se interrelacionan dichas organizaciones. Con todo, cons­
cientes del carácter informal y personal de las relaciones que constitu­ tituyen la médula de los análisis que realizamos en este capítulo.
yen lo esencial del ejercicio de todo tipo de poder en l a época que les Ya he abordado la importancia del sistema tributario en artículos
ocupa -es decir, son conscientes de que el proceso político que condu­ anteriores de los años 1984 y 1 985 centrados en la caída del imperio ro­
t·e al estado se halla fundamentalmente falto de institucionalización, in­ mano de Occidente y en l a relativa estabilidad de los imperios de Asia. 3
l'l uso en tiempos de gobernantes tan poderosos como Carlomagno-. Sugerí entonces que el principal cambio concreto que se produjo cuan­
El mero hecho de que se utilice la palabra «estado» parece implicar, a do se desmembró el imperio de Occidente fue l a descomposición del
ojos de algunos eruditos, una teleología encaminada al establecimiento sistema tributario, ya que un sistema político basado en la exacción de
o restablecimiento de estructuras burocráticas de corte «moderno», o, impuestos posee una estructura básica fundamentalmente distinta a la
ul menos, de una escala de valores en l a que el estado moderno ocupa de un sistema político sustentado en otros cimientos. En un estado que
la cúspide y los simples sistemas políticos l a base. ' Lo que aquí me pro­ responda al tipo ideal de estado de base fiscal, en el que l a riqueza se
pongo es diferente: consiste en establecer criterios para comparar lo se- obtiene (prácticamente) de todo e l mundo, el sistema fiscal proporciona
l lrt IINI\ III'.IClltl¡\ Nlll VI\ 111 1 \ 1\111¡\ 1111,\1 1 Ml lll ..

dt•l (.'lliiJIIIItU dt• lllllllhlllliCIII, HIIIU IIIIIUIIlll'llll' dl• ft11> fluhitlllltl'l'l tJIIl' p11
p 1 1 1l�· 1 polltÍlll, 1111 llllldiiiiH'IItii/H'flll
1111 fllrHLIIII<' Iltll lll<kjll'lldll•llll' 111
g1111 llllllll'lltll por IIIIHH ll�'lrtiS qut•l'l (IIHIY llll'llllll'lltl' l'lfll) l'OII(IIllil dl'
1 ndo dt• lo hm'llll voluntml d<• 111 IIIINtoclllt'lll, y u qut• 111 pngu dt· l cjercit o
P' oct•<k dircct:Hm·utt• de las un.·11s pu hlic ns , y es 111111 co1 11pleja h u mera
l' o tma direelu, y esu riqueza es también el principal sostén de toda uso­
l'im:i(m polf t icu. Lu administración es más si m p le , pues no existe siste
< 1 1 1, hnhitunlmente asalariada 11 s u vez. la que m aneja el proceso de la
ll'<'llllduci6n de los impuestos {asf como otros a s pect os de la adminis­
IIHt tributario o éste es muy rudimentario. Los principal es funcionarios
tmnon y del derecho, que, en consecuencia, también p ueden operar en del gobernante son sus representantes locales y los ca pit an es de su
e:j é rc i t o, y también el los fundamentan su posici ón en la propiedad de
p rruc ipio al marge n de los intereses aristocráticos) . Esta separación enlre
l'l t·stndo y la aristoc racia es rara vez completa, ya que la aristocracia
t1erras, como de hecho sucede con la totalidad del ejército. Todas las
llunhlt'll tiende a dominar la administración fiscal y militar, aunque no
recompensas políticas están dominadas por una «política de tierras»
M'll IIIHS que por el hecho de que todo cuanto guarde relación con el sis­
-cesiones de tierras y de sus rentas a funcionarios o a otros aristócra­
t<'llla tributario es una fuente extremadamente fiable de enriquecimiento,
tas poderosos, en trueque de su lealtad . En este caso los gobernantes
lt•gnl o ilegal; además, el desempeño de un cargo público puede ser igual­
se �nfrenta� � dos problemas fundamentales. El primero estriba en que
IIH'Ille. y de hecho acostumbra a serlo, un importante elemento de la
la tierra es firnta, excepto en ]as épocas de expansión política: en esencia,
rondieión aristocrática misma. No obstante, la complejidad del estado
cuanto más posea yo, menos poseerás tú. Los gobernantes pueden con­
t•s tal que existen muchos niveles de mediación entre el interés del go­
seguir la lealtad de sus seguidores mediante la realización de una ronda
lwlnante y los intereses de los aristócratas; además, la riqueza del esta­
de concesiones de tierras, pero el resultado es que después es ya menos
do es tan grande que logra conservar durante largo tiempo la lealtad y la
lo que pueden dar, lo que quizá los vuelva menos atractivos con el paso
illlplicación de los aristócratas. Los gobernantes que recaudan impuestos
del tiempo. Además, la tierra, una vez dada, sean cuales sean los ténni­
también cuentan con una crucial ventaja respecto a aquellos que tie­
nos legales de la donación, es difícil de recuperar, excepto por la fuerza.
lll'll a su cargo: en caso de que falle su fiabilidad, ya sea como resultado
Los gobernantes han descollado, con mucha frecuencia, en el uso de la
dt· la deslealtad, la corrupción o la simple ineptitud, pueden sencilla­
fuerza -las sociedades de este tipo tienden a estar muy militarizadas
lltt•nte destituirlos y dejar de pagarles su salario. Este procedimiento
y a profesar un notable respeto a la crueldad. Con todo, a largo plazo,
.
l uul'iona, por mal que operen los demás mecanismos de control cruza­ en ausencia de guerras de conquista, o de ese tipo de guerra civil en el
do tll' los poderes, en todo sistema que se asiente en la fiscalidad. Los que uno de los bandos obtiene una victoria tan abrumadora que queda
., u hdi tos no cuentan, en cambio, más que con un único recurso práctico: el
en posición de confiscar tierras a gran escala y de volver a iniciar el ci­
dt• la su sti tución del gobernante, mediante rebelión o golpe de mano. Las
clo, estas organizaciones políticas corren el riesgo de debilitarse. El se­
1111t onomfas regionales, en particular, resultan difíciles de crear, a me­
gundo problema radica en la fragmentación regional: en ausencia de
u os que las propias estructuras del estado puedan regionalizarse, ya que
una red capilar de controles administrativos, y a menos que el centro
todo cabecilla regional ambicioso considerará que apartarse de los po­
sea particularmente poderoso y eficaz, es poco lo que puede impedir que
deres encargados de la recaudación de impuestos sería un empeño ca­
los funcionarios regionales incrementen su autonomía y declaren quizá,
rente de sentido. En la práctica, es un hecho que en la historia de todo
al final, completamente rotos sus lazos anteriores. De nuevo, esto puede
sistema de recaudación fiscal, desde el imperio romano al califato abasí contrarrestarse por medio de la fuerza, y así ha ocurrido con frecuencia
y a ulteriores gobiernos, se ha producido el derrocamiento de determi­ a lo largo de los siglos. Aún más frecuente ha sido neutralizarlo me­
nados gobernantes y se ha asistido a la fragmentación de algunas pro­
diante la generación de una cultura política, es decir, de un conjunto
vincias. Sin embargo, la maquinaria estatal siguió radicada en el centro,
de supuestos relacionado con la definición de la acción política legíti­
incluso en el caso de que sus gobernantes fueran reemplazados o hubie­
ma así como con el modo de caracterizarla y de simbolizarla, que favo­
ran de enfrentarse a actos de desobediencia.
rezca más al poder central que al regional -ya descansen dichos su­
Comparemos esta situación con la del tipo ideal de un estado basado
puestos en la posición social atribuida al hecho de ser agasajado por el
en la propiedad de tierras (o en la renta de los terratenientes): en este
rey en los banquetes que ofrece o en las celebraciones de Pascua que
cuso, el grueso de la riqueza de que dispone un gobernante no deriva
convoca, ya en la importancia ideológica asociada a la lealtad política
1 1H IINA I IIS'HIHIA NllltVA 1 11 ' I.A Al lA 111 1Ail MI'IIIA 1 r\ 11 11{�1 \ 111•1 I'S I'AIHI 1 1'1

incondidonal, o aún �n la eoncesión de u11 l 'lll lgo muyor ni hl·cho d� ser 111ko dl•l sisll:1 1 1a sociul. l'llll�-tldnudo l'll ten1 1 i nos l l litrxistas. que opo11111
uno de los aetores de l a polfliea del gobiern o central que a l d� ser uno los siste111as de base l rihul:u iu u lo s sistemas futH.lamentados en la pos¡·
de los dirigentes regionales ( los sistemas políticos han mostrado dife ston de tierras, sistemas que definí, respectivamente, como los ntodo:-.
rendas respecto a cuál de estos elementos, junto con ot ros, res u l t aba de producci<>n antiguo (o tributario) y feudal. lloy me relrael a ríu de l':-.:1
más importante, pero todas las formas de gobierno han tenido que ope­ posici6n, como consec uencia de las críticas de 1 Jalil Berktay y dt· .Jolln
rar con uno o más de ellos para tratar de evitar un tot al fracaso). Con l l aldon: mi parecer actual es que los dos son subtipos de un mismo 1 1 1odo
lodo, los riesgos corrientes de un sistema basado en la posesión de tie­ de producción, ya que ambos se basan en el excedente agrario ollll'
"''" son, caso de no intervenir otros factores, la debilidad estructural y nido, por la fuerza en caso nec e sario, de la mayoría campesina. En Sl'
lus tl·ndencias centrífugas.4 gundo lugar, postulé entonces que el mo m ent o de cambio en Oc<.:idl'llll'
A<.:ubo de presentar estos dos sistemas como tipos ideales: en la reali­ se produjo principalmente en el siglo v, cuando en la crisis de las invu
dud histórica, son muchas las formas de gobierno que han manifestado siones y divisiones del im perio occid ental, las aristocracias locales deja
p< lseer elementos de uno y otro. Incluso los emperadores romanos eran al ron de mostrar interés en recaudar -o en pagar- unos impuesto s ton
mismo tiempo grandes latifundistas, y las rentas que percibían eran sig­ los que ya no se financiaba una cumplida defensa militar, y en coiiSl'
nificativas, pese a que sus ingresos fiscales las hayan eclipsado siempre. cuen cia se adaptaron a las nuevas estructuras políticas germánicas. li
Y lo que es más importante, la mayoría de los sistemas basados en la bres ahora de toda dependencia tributmia: «la causa de que los ejércitos
posesión de tierras se las han ingeniado para recaudar cuando menos germánicos terminaran fundamentándose en la posesión de t ie rras Sl'
algunos impuestos, aunque no fuese más que a través de los aranceles debió a que los mecanismos imperiales de recaudación de impuestos w1
aduaneros y de las sanciones judiciales; han pagado al menos a algu­ estaban fallando».5 Hoy creo que este planteamiento es, en térmi11os
nos de los funcionarios a su cargo (a los mercenarios, por ejemplo); y empíricos y en el mejor de los casos, cierto sólo a medias: en su muyor
han sido asimismo capaces de negociar el intercambio de dádivas de jo­ parte, los ejércitos germánicos terminaron fundamentándose efectivo
yas, una práctica que constituía una parte relevante del ritual cortesano. mente en la posesión de tierras, pero la recaudación de impuestos w1111
(Este intercambio también revistió importancia en las organizaciones nuó también durante algún tiempo, como veremos; en su conj unto, l'l
políticas anteriores a la existencia de los estados.) No obstante, la distin­ proceso era muy similar, pero duró bastante más de lo que yo mis 1 1 1o
ción básica entre ambos sistemas, el de tributos y el de terratenientes, creía en el año 1 984. En tercer lugar, la oposición entre un régimen th:
me parece fundamental, y es en este marco en el que quisiera proceder sal arios o de posesión de tierras en el. ejército, oposición en la que se sus
a indagar el detalle de los diferentes protocolos y procedimientos adop­ tenta la intensidad de ese cambio, es demasi ado abrupta. Hay mucltus
tados por diversos estados en la época comprendida entre los años 400 formas de financiar un ejército, y son relativamente pocas las que dd1
y 800, a fin de poder compararlos. En particular, el poder adquisitivo, y nen un ejército basado únicamente en las tierras o únicamente en los s:1
la escala geográfica, de los estados de base fiscal era, en la mayoría de los !arios. Los ejércitos «feudales» de la Inglaterra del siglo XII estaban n:
casos, muy superior al de los estados fundamentados en la posesión de plctos de mercenarios; y a la inversa, el imperio romano daba tierras a
tierras, lo que, a su vez, tuvo un considerable impacto en los intercam­ los veteranos, y de hecho a varios tipos diferentes de tropas en activo.
bios, como veremos más adelante en este libro. De todas las organizaciones políticas que se examinan en este libro, tan
Este capítulo es más empírico que teórico. Respecto a las implicacio­ sólo los estados omeya y abasí confiaron en un ejército enteranwnll'
nes teoréticas de la distinción aquí indicada, el lector puede remitirse a asalariado.6 Lo que sucedió en Occidente en los siglos v (y V l ) fue qul: t•l
los a rtículos anteriormente citados. Sin embargo, es preciso añadir que � q u ilih rio entre el dinero y las t i erras experimentó un vuelco: d� 1 1 1 1

hoy, veinte años después, y a pesar de que seguiría manteniendo los plan­ l'j� rcito que se sostenía IHísimlllellt<' en la paga (aunque h u biese colll'l'
ll'Uillicntos básicos de mi argu men t ación, me gustaría matizar la forma siom·s d<.: t ie rra s en taso lll't.:es(lrio) se pasó a un ejére ito IHísic·onll'/1/t'
t'll que entonces desnrrol ll ' lu opo sieión entre los impuestos y las tie - SIISil'lllndo en la po scsio n de tit.'l l':ts (pese 1 1 t¡lll' Sl' le stl minisl rm:lll lún
1 rus en t r�s as¡w<.·tos pt inl' l pu lt· N Hn primer l u gar, soslu w l'lll<>n<.·es que
. do.s l'l l l l l ldO rl'S l l l t uhn pnTiso o u t i l : d u r1 1 1 1 lt' l l llll l'llll l ptllíll, l'll l:ts g l t:ll
l'XislfllliiHI distinrion qlH' ult•clnlmu In tol nlidnd <kllullcllllllt'lllo l'l'OIIú 11irio11l'S, o cwuo lilwndlllncl t'Xt'l'lll 'lllllol y tlllll'll dt· In l'tlltlllll) lo q 1 11.'
1 " tll�f' 1 1 1 l\fl,ln 1-,tii-,"Yn lfl-, 1 n f'Jtln t l'ntr IYII t•tn
1 A f'flllMA llJll llSTAilfl 1" 1

Kllplllll' 1111 l'lllllhio 1111H ho llll'IIWI lliiiHl'll, jll'Nl' 11 Hl'l.f.llll NII'IHio, 1111 ohH la totulidml dt.:l libro, y que, en pmti<.:tlfur, constituirá
l'ion qw: HostÍl'llt.:
llllllt•, 111111 ulhll'lll'iflll dl• siguilkudo L'l lll'iul. lu lliHtt.:I'Ía que uhor<.le el cupflulo 1 l. Con todo, el propósitodcJ presente
Bll l'l prti'I'UI'o 111\(l'lilll' lw ulilizudo In pnlnhm c<f'L'Ildlll>> de dos f'l>lllHIS cupftulo no consiste en describir la generalidad de la estructura pública
tli�o�tiutus: pura dcliuir un sistc1nu ccon6mko en su conjunto, en tanto que de cada una de las unidades políticas de los mundos romano y posro­
11todo dL· producción, y pura caracterizar los ején.:itos de la Inglaterra del mano. Hay ya muchas monografías y manuales que se proponen ofre­
Hlglo XII. En realidad, puede discernirse en la práctica histórica la atribu­ cer precisa mente ese tipo de visión general, y someter aquí a examen
l inn tiL' tres significados principales a este vocablo: el feudalismo en las cuestiones institucionales con algún detalle desequilibraría terri­
t1111to que modo de producc ió n; la sociedad feudal entendida como «po- blemente el libro. 8 Aún así, el mero repaso del modo en que operaba el
1ftll'll dl.! tierras»,un rasgo más característico de las organizacio nes polí- sistema fiscal (o de cuáles fueran las alternativas que pudieran oponér­
1 ll'IIH husadas en la posesión de tierras que de las sostenidas por un siste- sele) implica en ocasiones la necesidad de unas exposiciones dilatadas,
11111 11 ihutario, tal como acabamos de ver; y lo que a veces se denomina en particular en los casos en que contamos con una buena cantidad de
1111 •dcudalismo militar», o un tipo de relaciones de «feudo-vasallaje», material, como sucede, de manera muy especial, en la Galia y en Egip­
dl•li uidus por un sistema de recompensas basado en posesiones militares to. Más problemática resulta la cuestión de lo que antes se denomina­
l ondicionadas (feudos) y en unas complejas normas de lealtad.7 Cada ba cultura política, esto es, el conjunto de los supuestos relacionados
tttHI de estas tres acepciones ha sido sancionada por la tradición, y care­ con los parámetros de la acción legítima a que se atienen los actores po­
l'L' de sentido plantear argumentos respecto a cuál de ellas deba tenerse líticos, lo que no sólo incluye las ideologías rivales respecto a la legiti­
po1· el «auténtico» significado; de hecho, en distintos trabajos, he utili­ midad, sino también los discursos y las representaciones que encarnan
'l,mlo los tres. No obstante, en este libro, emplearé en lo sucesivo la pala­ dichas ideologías. Estas cuestiones resultan tan cruciales para cual­
hm en su primer sentido. No hay ciertamente lugar aquí para el tercer quier comprensión del modo en que los actores toman las decisiones
signilicado, ya que sus ejemplos concretos pertenecen todos, por su cro­ como puedan serlo los recursos de los estados; y a pesar de que quepa
nologfa, a tiempos posteriores a la época que aquí consideramos. Y en suponer que la enorme riqueza pública del imperio romano, por ejem­
Cllnnto al segundo significado, debo decir que el hecho de que yo mismo plo, haya logrado que la acción política resultase atractiva para las éli­
111c haya retractado respecto de la existencia de una distinción modal tes con independencia de los detalles que definiesen sus valores, no
t'llln· las organizaciones políticas de base fiscal y las sustentadas en la po­ puede decirse lo mismo de los estados más débiles del Occidente pos­
I'H'Hi6n de tierras no me ha llevado a concluir que las diferencias estruc­ romano, cuyo carácter central en la vida de las aristocracias locales ve­
tumlcs entre ellas sean menores, como se expone claramente en las pá­ nía determinado en grado sustancial por las ideas que estas últimas se
f'itltls precedentes, pero me atendré, como forma abreviada de referirme hiciesen respecto de la posición, la lealtad, el deber, la legítima con­
11 IIIIH y a otra, a los respectivos rótulos definidos por la palabra «Ímpues­ ducta regia, y otras cosas similares. No obstante, este capítulo se preo­
tmm y por la palabra «tierras», ya que esas voces bastan para establecer cupa más de investigar las infraestructuras del estado: los elementos
lu oposición con claridad. Sin embargo, en los capítulos 6 y 9 adquirirá transaccionales de la edificación del poder político se examinarán en
relevancia la distinción entre un sistema económico y político dominado otro lugar. Y debe recalcarse que el objetivo que aquí se persigue no
por los campesinos, en una sociedad jerarquizada, y el dominado por radica en ofrecer una crónica de los éxitos y los fracasos de cuales­
los aristócratas y por una posesión aristocrática de las tierras, en una so­ quiera actores o sistemas políticos. Lo que se busca es más bien el esta­
ciedad de clases, así que utilizaré aquí las expresiones de «feudalismo» blecimiento de un conjunto de parámetros que permita proceder a reali­
y de «modo feudal» para caracterizar a este último sistema. zar comparaciones entre las estructuras económicas de los sistemas
Como ya se ha dicho, este capítulo trata principalmente de los recur­ políticos, al menos en el marco de las amplias categorías integradas por
sos: de cómo se financiaban los estados, de cómo operaba el sistema los estados fuertes, por los basados en los impuestos, y por los débiles,
liscal (caso de que existiera) en el plano local, y de cómo se gastaban, y fundados en la posesión de tierras.
en qué, los recursos públicos. Estas cuestiones resultan cruciales si nos
interesa analizar el alcance geográfico de las economías, una preocupa-
122 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA LA FORMA DEL ESTADO 123

1, H1. IMPI!RIO ROMANO TARDÍO vas exacciones ilegales, forzaban a los terratenientes pobres a some­
terse a sus redes de protección, primero en calidad de clientes y des­
1 ksde luego, no surgen demasiadas polémicas respecto a si el impe­ pués como arrendatarios, y -lo que tal vez fuera lo peor de todo- re­
IIO m1nano era o no un estado fuerte. Es cierto que, en los últimos años, negaban incluso de las promesas por las que se habían comprometido a
ll1111 sido bastantes los autores que han restado importancia a los ele­ proporcionar a los pobres amparo respecto de sus obligaciones fisca­
IIH'Illos más totalizadores de la imagen tradicional del Zwangstaat, el les, provocando que estos últimos, despojados finalmente de sus tie­
"l'stmlo coercitivo» de la época posterior a Diocleciano: !a �o.cracia rras, llegasen a perder su libertad. 10 Añadamos a esto las severas y con
dt•l imperio tardío fue mucho más reducida de lo que a menudo se cree, frecuencia feroces leyes imperiales relativas a los propios curiales, a
In list.:ulidad estatal no tuvo un efecto gravemente negativo, lQ§ e � quienes ha de impedirse por todos los medios posibles que abandonen
ws del gobierno por restringir la movilidad social constituyeron un sus deberes, unos deberes que, según parece, trataban de eludir deses­
-
lr'IH.'nso, etcétera. Estos argumentos revisionistas tienen cierta consis- peradamente (pues los curiales no sólo organizaban la tributación, sino
lt•ncin: sin embargo, no alteran el hecho de que las dimensiones dclSlSte­ que también la respaldaban), y tendremos un escenario en el que prác­
IIIH polf ti co tardorromano eran mayores que las de cualquier otro esta­ ticamente todo el mundo, desde la cúspide al arroyo, se veía oprimido
do posterior de Europa y del Mediterráneo, y de que su unidad interna por el sistema fiscal. 11
110 volvió a igualarse en la Europa latina hasta la baja Edad Media. Como Como ya ha quedado implícito, Salviano está lejos de ser la única
punto de partida de todo cuanto sigue, es preciso ilustrar aquí breve­ fuente que señala el carácter opresivo del sistema impositivo tardorro­
llll'lttc el impacto ejercido por el estado romano, ya que el efecto de su mano. Un emperador en persona, Valentiniano III, promulgó una ley en
<ksintcgración constituye un punto de inflexión capital en todas las sec­ el año 450 en la que se castigaba el injusto y desenfrenado terrorismo
l'iones de este libro. Voy a considerar aquí que el imperio de la época desencadenado por sus propios discussores fiscales, por ejemplo, que
1
c..·omprendida entre, aproximadamente, el año 400 y el 600 constituye trabajaban para el gobierno central. 2 Sin embargo, la mayoría de las
11n todo. No obstante, en Occidente, el material con el que ilustro el tex­ fuentes se centran en el terror que se producía en el instante de la recau­
to rwrtenece en su mayoría al inicio de esta época, antes de que comen­ dación; lo que resulta poco habitual en Salviano es el cuidadoso segui­
I'.IIS<.' lu disgregación, mientras que en Oriente se da preferencia al si­ miento que hace de los efectos de la opresión fiscal, desde la cúpula del
Hio VI, ya que es el último período duradero de estabilidad antes de que sistema hasta sus peldaños inferiores. En consecuencia, la lectura lite­
1\t' produ zc.;Hn las conquistas persa y árabe. ral de los textos de Salviano avala un buen porcentaje de los más nega­
l.rt lll.'l'c.;epción de quienes los vivieron juzgaba gravosos los impues­ tivos análisis del estado tardorromano.1 3 Pero Salviano era sobre todo
to" m1nano s . Las quejas relacionadas con su pesada carga son intermi­ un sacerdote, del más encumbrado estilo: su ataque contra el sistema
u.thk•s:'1 se han creado sistemas retóricos enteros para calificar su opresi­ fiscal encuentra paralelismos en arremetidas punto por punto similares
VII nat urale za. El que más carga las tintas es el de Salviano, que escribe contra los espectáculos públicos y las desviaciones sexuales, asuntos
t'll lu < lnliu de la década de 440 y que consideraba que los «grilletes tri­ ambos a los que los historiadores prestan poca atención; con todo, no se
hut:ll ios» c.;onstituían las principales causas, junto con las invasiones ve con claridad por qué hemos de mostrarnos menos cautos con la con
lu11 ha ra s , de la «muerte» del estado romano. Salviano ofrece un retablo sideración que lleva a Salviano a opinar que los pobres quedaban des­
lllltahlcmcnte c.;olorista del modo en que operaba el sistema fiscal, que pojados de sus propiedades para enriquecer a los poderosos que con la
pan't:ln haber sido concebido para garantizar que todo el mundo opri­ creencia que le empuja a mantener que una parte importante de la po
lllll'l'll n to d o el mundo y crear una sit ua ció n en la que los curiales, los blación de Cartago estaba compuesta por homosexuales y travestidos.''
'
t'Oill't'.i:lles de las ciudades investidos ele las máximas responsahilida­ Casi con toda seguridad, Salviano está describiendo, en su rclaci6n dt•
dt·N l'll llllltl'l'in de rec.;audación de impuestos, hicieran mé ri tos rarn qu e las penalidades de los rob re s , un proceso real, del mismo modo en que
t'l1111tm los tocham dl' 1\'l'fllllli, ti m 11 os . y de latmllc's, o hund ido s . J ,o s tnmpoc.;o c.;ahe dudar de qul' hubiese efcctivalllCIItC travestidos Ctl ( 'urtu
!111/t'llft',\', ¡•sto l'S, los pott'lllndo� o p mndc..·s ll'r mtt·nit·ntt·s. cr :111 111ms dt• go; sin crnhu rgo . scr(a ingt'tllltl otorpur rn(is l'redito 11 su n.'lato, por in­
lo� g111Vl'� rulp11hlt· ... tdt·llllllltlllll" por Snlvinno. ya qut· IIIVt'llt.thlllltllll' ditHIIIHlS ll l'OllSitil'mrlo 111111 IH 11h11d11 Ohl'll IIc.' sol' i olo g fll ohjc..•tÍVII, t¡IH'
1 24 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA LA FORMA DEL ESTADO 1 25

el que concedemos a cualquier sermón o discurso político de hoy. Por butos y rentas que la Iglesia recibía de sus arrendatarios ..El primer tex­
consiguiente, en los últimos tiempos, los historiadores han reacciona­ to establece un vínculo entre un determinado conjunto de impuestos y
do frente a este tono sombrío y argumentado que el sistema tributario del las zonas con fincas, y permite argumentar a Jones, de acuerdo con un
s t g l o IV presentaba pocos cambios respecto del vigente durante el prin­ cálculo que no ha sido impugnado con éxito por otros eruditos, que en el
c i pado de Octavio, y que en el imperio de Oriente tampoco experimen- siglo VI los impuestos venían a representar unas 3,2 artabai de trigo por
16 éste variaciones mucho mayores en el transcurso de los dos siglos aroura de tierra. (En Egipto, el trigo era, de lejos, el producto agrícola
siguientes; también han sostenido que dicho sistema nunca se encon­ más importante.) Ambos términos corresponden a medidas egipcias y
t ró tan f�a de control como para plantear unaameííaza al conjuntOde su relación estriba en que basta aproximadamente con una artaba para
l a economía del im_perio, como ha llegado a pensar incluso un hom -=:­ sembrar una aroura. Las cifras de los arriendos del siglo VI tienden a su­
hrc t a n ponderado como A. H. M . Jones. 1 5 De hecho, podría decirse poner rentas comprendidas entre las cuatro y las seis artabai por aroura,
que era relativamente suave: «Pese a que la remota Antigüedad h a ad­ mientras que de acuerdo con los cálculos más optimistas, el rendimiento
t l u i rido fama (junto con la inmerecida reputación de hallarse sepulta­ dcl campo egipcio se situaba entre las diez y las doce artabcu por arou­
da por la burocracia) de tener unos elevados impuestos, la realidad es � ��!!re una cuarta y una tercera parte de dichos rendimientos, por
l l l l t y disti nta». 1 6 tª'nto, se .ib an en impuestos, quizá un cuarenta por ciento debía desti­
Esto, en mi opinión, es ir demasiado lejos en la dirección opuesta. nar.s�-al _pago de la renta, y una artaba se gastaba en la siembra, lo que
No es preciso creer que S alviano sea un cronista exacto para quedar im­ d�-ªºª._para la subsistencia de los campesinos de dos a cuatro artabai,
presionado por el hecho de que, para él, al igual que para otros autores, <;é\S..Q �e éstos fuesen arrendatarios, y de seis a ocho artabai si eran
�o• l si stema fiscal definiera y estructurara la opresión ruralY Comparé­ p_roeietarios, todo ello en torno al año 540 en Antaiópolis. Unos i mpues­
l lloslo con lo que ocurre en las sociedades medievales, en las que, hasta tos de este tipo, a diferencia de los de Ravena, no llegaban a equipararse
hien entrado el siglo XIV, una abrumadora mayoría consideraba que a la cuantía de las rentas, pero venían a representar, en esencia, una can­
l'SU opresión era obra de señores injustos, no de funcionarios estatales. tidad muy similar. 1 8
St los campesinos huían de las tierras, también esto se consideraba una Se ha argumentado que no estamos aquí más que ante una única c i fra,
c vnshí u de las obligaciones fiscales; situación que debe compararse con cosa que sin duda es cierta, aunque los datos de P. Cair. Masp. 67057,
In qm· e x i s t fa en la España visigoda de finales del siglo vn, en la que el papiro que contiene el registro de Antaiópolis, han sido confirmados
eh- lo que se huía era de la condición servil, no de los impuestos (véan­ últimamente en lo esencial por las cifras globales que aparecen en u n
M' t l lil" adelante las páginas 745 a 746). Por regla general, el sistema fis- texto ligeramente anterior perteneciente a la misma ciudad: P Freer
' n l 1•1 11 visto en tiemp�s del imperio, junto con el sistema legaf,Comoª­ 08.45 c-d, publicado por Gascou (y en el que se enumera parte del pre­
pt l ndpal punto de contacto entreeJ estado y el ciudadano,· y asimismo supuesto fiscal con el que contó Antaiópolis en dos períodos compren­
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didos entre las décadas de 520 y 530), y los órdenes de magnitud enea
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l OIIIU t'l más importante punto de fricción.


' l 'i l l l l hién hay que decir g_ue los impuestos eran verdaderamente ele­ jan aproximadamente con otras cifras tributarias egipcias de l a misma
vados. A q u f me concentraré en los tributos que gravaban la tierra, es época. Es probable que después del siglo rv se hubiera producido un i n
dt•cir, en el i m puesto que predomina de forma abrumadora en esta épo­ cremento de los impuestos en Egipto, ya que Roger Bagnall ha pro
rn . .Iones, en su determinante estudio sobre el s istema tributario, hace pue sto, para dicha época, unas cifras fiscales globales de 2, L artabai por
h i nrapié e n dos textos, ambos de mediados de l s i glo V I : el regi s t ro de aroura (pese a que, en la práctica, fuesen a menudo 2,6 artahai), es de
A t l l lltúpolis ( l rmaniya) relativo al Egipto Medio (actual mente fechado c i r, en torno a un quinto de la cosecha. No obstante, i nc l uso admitiendo
11111 .lcnn ( iuscou en torno al aílo 540) y un otorgamiento del estado a l a que los i mpuestos hubieran subido entre un vei n t i c i nco y un cincuenta
1gh•siu d e l{uwna e n I t a l ia, t'l'<.:ién n'<.'onquistadu por e l imperio romt�no por ciento, no puede deci rse en n i ngún caso que fuesen insign i ficau
dl· Otil'llle, datudo nprox i t l llldlltlll'lllc 1.'11 el llt)o ))). Esll' t ' tl t i mo docu tes . 1 9 La i m agen que pn:sentu Bagnu l l , respecto de l a levedad de los i m
l l ll' t t l o nos I H' t t t l l ll' u h t l lllll < J I Il' lo¡, i t t l plll'Sios upw I ndos al l'Siudo JHll p11estos �o·g i pcios, purl'<.:l' tkht•rst• 1 1 1(1s al hecho de que e n d sistl'llHI tri
111 I L dUdll l ' IIIIÍ'II l l l l ll l l l d L l l ll.lll' l l l l l V l.¡l('(l' 1101 l l l' l l l t l dt• l¡l � 1 1 1 1 111 dl· , , ¡ h l l l l l l io IOll\11110 l a Wl'lt'dlld 111 hllllll IIJWIIIIS SC V Í l'l"ll S l l jl' I H a l fl �.¡l'O ( d
1 '0 I INA l l llfl f li( IA NI WVA nn 1 1\ A l TA l l l l A i l l\l l l li A 1 (\ 1 1 11'1\1'\ 1 11 ' 1 1'"1 1 1\ 1 11 1 1 1

dt''llll t O I I o 1 1 1 hll l l l l PII'NI' I I I IIIlll 1 1 1 1 1 1 dt•tlhldlld dt•Nw lldll t'l l nHiptn, Vl,IIIIM' d 1 1s, y i'SI IIN S l l l l las I I H'Ji l l l'S l' i i i'IIS q m• li'lli'IIIOS. Y l.' ll l'l l'IISil dl• l l l t iiS
pttlV I I Il' IIIS, y ¡ 1 l' olt'ON s1glos, 1 1 \ ll'SI I':I l.'l.' lkZII L'S 1 1 1 1 1 1 l l lL'tlor. No ohN
1 1

J l lll'l lldi• l n l l tl' lns pH¡tlllllN H1l1l l l H·I H ) <Ji ll' u lus t: d t'IIN dl· t tthutul'ion r u rul
q 1 11.' ¡·l r n i s r no pt�SL' I I I I I. t l l l l t l' , f lildt f11 arp.U i l le l l l lliSe qm: l'l'll l t eCIIelllt; lJUC las L'X:li..' l' ÍOileS liSl'll li's
M u s proh k l n (lt il.'o t L·su l t u l:l hed10 de q l l l' �stus c.:i l'rns pcllcnl.'zcan tll•l si�lo VI su pL·mran el v c i n t i �.: i nco por c i e n t o de lu pro<.luL·t.:ion h l l l l l .
11 Eg r pto. No compallo lu seu e s t r ucturalmente
opinion de que Egipto y 1 1 I IL'Sar d� que estas ci f 'ras resu l t e n at ípicas, por l o menos n o parL'l'l' l l
dist i nto del resto del Mediterr�íneo, y en l!Ste libro nos hemos de rererir u k j u rse demasiado d e la horquilla que i m p l i can otras cant idades t k l':t
l' l l vmios puntos a l modelo egipcio. Sin embargo, si hay un aspecto en meter más general, como las de los excedentes imperiales. Si rucse val1
1'1 que Egipto sí que d i fiere, y radical mente, de la práctica totalidad del do upli�.:ar l a c i fra de Ravcna a una zona más amplia, cosa que 110 pucdl'
Í I I I JWt io es en el de sus rendim ientos agrícolas. Lllii t.i.crras de regadío lwcerse con propiedad, podría considerarse una indicación de que, L'l l
Stl' t ltpre producen mayores cosechas que las de secano, y ésta era la for­ todo e l imperio, las cargas fiscales podían presentar una estabilidad n w
l l lll ik cult ivo normal en el resto del imperio, dejando aquí a un lado las yor que las rentas, cuya variación dependía más de la fertilidad del t:a 1 1 1
l'S i t ihuciones desérticas de África y de Palestina, así como algunas zo­ po. Sin embargo, ninguna de estas cifras nos muestra signo a lg u n o dt·
t i i i S de España. En los cultivo� de �ecano era común obtener entre tres que J os impuestos fuesen otra cosa que un pesado lastre, lo que just i l i
y l.' UUlro cosechas de trigo hasta la revolución agrí�: en Egipto puede ca plenamente l a gran cantidad de legislación sobre el particular ( por
calcu larse una producción tres veces superior, y sin períodoete-b-ar­ ejemplo, la mayor parte de los libros XI y XII del Código Teodosiano )
h�cho, gracias al limo que se deposita con el desbordamiento --
anual del y la retórica política asociada a ella.
N i lo, siendo la única incertidumbre el volumen de la inundación misma No es fácil recaudar impuestos en una sociedad agraria. En rl!a l idad,
( q u e no era más incierta que la precipitación de lluvia en otros luga­ tampoco es demasiado fácil cobrar las rentas, debido a que, en t: 1 1 1 1 l
tl'S).l0 Para el imperio de Oriente, Egipto era la fuente de trigo por ex­ quier sociedad, los campesinos que viven en el nivel de subsistencia \.'N
cdencia, y los tributos que debieron imponérsele tuvieron que acercarse tán, comprensiblemente, poco dispuestos a detraer de sus propios t:XL'l'
al máximo practicable. Sin embargo, no podemos hacer extensivos los dentes cantidades con las que pagar a un poder exterior, o a que, si lo
dik u los basados en datos de Egipto a las regiones con cultivos de seca­ hacen, albergan siempre un notable resentimiento. No obstante, los tl!
r H 1, ni r nenos no sin tener que recurrir a manifiestas conjeturas. El propio rratenientes tienden por lo menos a saber quién tiene el usufructo de sus
.Iones argumenta que los impuestos egipcios en tiempos de Justinia­ tierras, y sus adversarios estructurales son los propios campesinos, que
tHI l't'an , según parece, seis o siete veces superiores por área de super­ rara vez disponen de una fuerza de choque suficiente o de determina·
l k ic.� u los que se estima debieron gravar la Numidia un siglo antes, en ción bastante para asumir los riesgos que se hacen necesarios si se pro
tomo a l año 450. Las cifras de Numidia no son correctas, y los niveles ponen desafiar a la aristocracia (véanse más adelante las páginas 820 a
in1posilivos fluctuaban considerablemente, pero esto no parece mostrar 836). Sin embargo, los recaudadores de impuestos cobran los ingresos
que Egi pto tuviese que soportar unas cargas fiscales superiores a las de a ricos y a pobres por igual, esto es, se ven obligados a exigírselos tan
otros 1ugares.21 Pese a que no podamos vincularla de manera directa to a los «poderosos como a los humildes», pues tal era la denominación
con la producción, la cifra de Ravena de, aproximadamente, el año 550, de las clases a lo largo de toda la época que aquí estudiamos.23 Sin em
según el otorgamiento ya citado, pertenece también a una región con bargo, los ricos y los poderosos son unos adversarios más peligrosos.
cu ltivos de secano, y tal vez constituya una mejor referencia. Podría in­ tanto si se supone que deben pagar los impuestos en persona (tras ha­
dicar, si se hubiera exigido la mitad del excedente de la producción, y si bérselos arrancado previamente a sus campesinos, cosa que no tenían
se hubiera destinado una cuarta parte a la subsistencia de los campesi­ problema en hacer), como si se limitan simplemente a dejar pasar a los
nos y otra cuarta parte a la siembra, una carga fiscal situada -como recaudadores para que éstos cobren los impuestos directamente a quie­
en Antaiópolis, de hecho- entre el veinticinco y el treinta y tres por nes dependían de ellos, con lo que veían disminuir el excedente que pu­
ciento, y todo ello en unas tierras que eran episcopales y que estaban dieran reclamar para sí mismos. Estas dos últimas pautas de recauda­
por tanto amparadas por privilegios, ya que no se hallaban sujetas a im­ ción eran ambas parte integrante de las prácticas fiscales tardorromanas
puestos extra. Aquí volvemos a enfrentarnos a estimaciones aproxima- -consistentes, grosso modo, en que los arrendatarios (coloni) que de-
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1 2H l l N i\ I J I .'l ll ll(li\ N l ll V l tlt 1 A Al�rA 1 ! 1 11\ 1 1 M l l l 111\

bfan todas sus lierras uun uuko lt' II Hit'l llL'llh' pngunut IoN i l l lpttl'liiW• po 1 lllH l't l l l l j l t llldllll'S dt•l tl'XIII, l1cll HIIJ!IIl'SICI, I H I \'1 11 ll'lllllll'lltl' j lWIIhlt• Cjl ll'
mediaciónsuy ª" mientras que los i n quilinos qul' pwwfun rd�tutas I H.' t l'lls l l t m Hllllll ll, ponll l l' dL'JIIItdo uqul :t l l l l lado las d t l t c: u l t utks ptnl't tl'll'l
propias los abonaran directament e.l'1 Eru relativallll'tltt' SL' n d l l o 11tt• tk n·� t l i zm pl!riód i c a n t e u t t• l!ste tipo de recorridos dcscunsahu pOI'
rronzar a los campesmos, cofuo�e"'e n los textos que hcntos citado t'lltl' I O en la rectitud de los propios gobemadores, cuando éstos, eot l l o
anteriormente, pero sus señores eran piezas más dil'f<.:iles de cobrar. Por t'S bien sabido, se contaban entre los funcionarios más corruptos dd
eso apenas puede extrañamos que los recaudadores de impuestos viaja­ pcdodo tardorromano. Sin embargo, la medida instituida por Valen
sen acompañados por una escolta armada, tanto en el imperio romano tiniano, que obligaba al gobernador a real izar toda una serie de pes
como en la mayoría de los demás estados fuertes. A menos que real­ quisus, no consti t uyó una práctica temporal, ya que aún se la invoca en
mente tuviera uno necesidad de recaudar impuestos, es difícil imaginar una ley del año 458?8
que sus rituales pudieran haber logrado prevalecer frente a tantos ene­ La t ab li lla de Trinitápoli muestra tanto la complejidad del p roce so
migos estructurales.25 de recaudación de impuestos como lo sencillo que resultaba subvcrt it
De todas formas, las pruebas que tenemos indican igualmente que lo. Echemos un vistazo a algunos de los elementos relativos a ambas
el proceso de la recaudación de impuestos se verificaba con periodici­ L'u estiones . Cada año, los preie.ctos del pretorio (cargo que sólo ocupa
dad notablemente regular y que estaba rodeado de rituales. La tablilla hllll cuatro altos funcionarios en todo el imperio) d�an J�ba 1
de Trinitápoli, recientemente descubierta en Apulia, al sur de Italia, y de impuestos que debía recaudarse ese año, teniendo para ello en cuen
fechada en torno al año 369, nos proporciona un punto de partida.26 ta, sebre"tmioJg� costes ae gilerra)apnnCipal partida de'tpreStrptlC'Sto.
Esta inscripción es un decreto de Valentiniano I que aparentemente res­ EstasSümas �uestranüna es1aDilidad fUfidamental (cóñffec ucncia,
ponde a los «fraudes» perpetrados por los funcionarios de provincias, los increment(;s' circunstancíáles recibían la Coñsideración de impucs
confabulados con las autoridades locales responsables de la recaudación tos extra, esto es, de superindictiones), pero hay una amplia variedad
de los impuestos, los prcepositi pagorum (los pagi eran las comarcas ru­ de fuentes que asumen que el nivel d� la_c,Egajmp,g.sitiva pod�tm
rales) y los tabularii de las ciudades (notarios que actuaban en nombre biar periódicamente, una caracterísit ca que COI!§tj.�un ras�o cons
del concejo municipal, el ordo o curia). Se indica que el proceso de re­ t�o romano, y, ae'Jleého,_ tapbi é"i1Cre los sí.o;tc
caudación de impuestos debe estar más controlado, y se hace recaer mas fiscales J2Q.Sr.QJllan.,Qs -efpnncipio de que los índices de presión
sobre los prcepositi la responsabilidad de elaborar cuentas mensuales, fiscal debían publicarse anualmente aún puede encontrarse en el Egipto
mientras que a los tabularii se les encomienda, en lo sucesivo, la tarea abasí.29 Los niveles de presión fiscal, estipulados con gran detalle,
de coordinar dichas cuentas con las del territorio urbano así como la de eran comunicados a los gobernadores provinciales, y después, mediante
remitirlas al gobierno provincial. A su vez, el gobernador ha de ocupar­ proclamación formal, a las ciudades, cuyos municipios tenían la tarea
se de hacer reconocimientos puntuales sobre el terreno, procediendo de garantizar la recaudación, supervisada por otros municipios o por
para ello a realizar un recorrido formal por la provincia (así como a funcionarios del gobierno central, mediante un conjunto de protocolos
efectuar un control que en este caso recibe el nombre de adventus, un institucionales en permanente cambio, ya que los curiales, o funciona
término utilizado habitualmente para aludir a la llegada de los empera­ rios, ideaban nuevas trampas o abusos, que debían ser corregidos por
dores),27 a hacer a los terratenientes (possessores) preguntas relacio­ la legislación posterior. A menudo, los curiales ejercían su competen
nadas con la marcha del proceso, y a cotejar después sus declaraciones cía en un ámbito geográfico específico, ámbito que consideraban una
con las cuentas. De haber funcionado realmente, este sistema habría responsabilidad personal, y en el que con frecuencia podían conduc ir
sido muy estricto: más incluso de lo que preveían otras leyes impe­ se prácticamente a su antojo.30 Sin embargo, tenían que justificar con
riales, ya que éstas tendían a hacer hincapié en la consignación por es­ documentos las exacciones que practicaban en la esfera local: de este
crito de unas cuentas cuatrimestrales, lo que refleja el hecho de que modo, por ejemplo, observamos que Símaco -un importante senador
después del año 364 los impuestos se pagaban tres veces al año, mien­ aristócrata y cultivador del género epistolar- interroga en torno al
tras que las cuentas mensuales de las que ahora hablamos habrían per­ año 400 a un funcionario debido a que, en su caso, los recaudadores
mitido seguir también la pista de los pagos atrasados, como observan de impuestos enviados por la ciudad se habían presentado en sus tierras
• •• e _ ._,. .. . .. . IYI'I' ' f l�f'9 , ,. ._ ,_,, , 1 ' 1

1' 1 1 1 r l ¡111/lltt ti' l'ttlttltfllfl\ 111111111/llt'llltt, 1''11 1 1 1'"1, 'l i l l ·• 1 1 1 1 1 p 1 1 1 1 dtH 1 1 1 1 11'1 1 1 1 1 III'H, l l l lll'IIIHII dt• hiH d t l t'li' t l l l'H t ' i l l dtlllt•H, dt• 111 ( Olll'l' l l l l lll'iOII d1· l l l lt'IIS
d1• v o l tdr/ u f H ' t t d ·•, lo q111' H t p, n i licllhll, t't i i W I I Iyt• Sftl ltH:u, qtH' cstnhun ll' lllltor i u k•s qm· huhtcs�· L' l l 1 1 1 1 dl'll'rr l l i l ludo lug11 1 , y, dl· lwrho, dl'l gm
1
p11 H l'll i l' l lllo 11 1 1 1 1 1 1 lt'llllldHL' I I l l l f 111 1 td u k 11 1 1 1 . 1 Pu�·dl' s t t pont:r'SL' que d11 tk uhm n.·l· i ru icnto que i 1 1 spi ru ran tus ll'ycs u cudu tcrrntcnicnlc l'll
o l ms l'l l l l l r ihuyl' l l l l'S < k pnsil'inn no tun l' l l l i llL' I l lc t u v ieran menos po p111 t i l' 1 1 lar. En cuulquicr caso. la capacidad de evasión de i mpucstos dc
.'l i h l l tdadt·s dl' cuestionar los pmccsos dt: recaudaci6n, pero no hay la los pul ricios y de los propietarios poderosos est:'í bien acreditada, ya lu
1 1 11'11111' d 1 1du I'L'spcc lo a l u c x i s l e 1 1 c i u del principio de prese n t ac ión de pr'HL' I icusen en sus propias t ierras o e n las de sus c l ientes, ya Jo hicic·
d111 l l l l ll'l l t lll.'iOII. Sl'll por medio del fraude, el desafío d i recto o una actitud de parsi mo­
1 )llflllltl' mucho tiempo, los curiales constituyeronel eje de este sis­ l l ill lo s u fic ientemente prolongada como para que sus impuestos termi­
h'll lll Estos se quejaban constantemente de que la carga que suponía te- ll!ISell siendo perdonados en una de las intermitentes amnistías que se
111'1 q i iL' nsegurar los i mpuestos les abocaba a la bancarrota, mientras upl icaban a los morosos f1scales.33 Volveré sobre esta cuestión en el capí­
q 1 1 1' lodos los demás contribuyentes se dol ían de su conducta tiránica. t u l o 9 ( pág i nas 745 a 750).
l .os histor iadores han subrayado uno u otro de Jos factores de esta ecua­ Debido a todos estos problemas, �� ina:on quedan­
l' IOII, o u mbos a la vez, en función de cuál fuera su punto de vista global do efectivamente libres de la responsabilidad de la recaudacTóilcíe1 rn­
sobre los equilibrios internos de las estructuras políticas tardorromanas. ptrcsfos. Abordaremos este extremo desde llrpersp�ecCivacie ras--est;uc-
1 ��� gcnerul, las dos cosas parecen ciertas: tanto que algunos municipios 1 'liñis de la sociedad y la política urbana en el capítulo 1 O (páginas 848
perscgufan ansiosamente la oportunidad de recaudar los impuestos corno u 856); aquí, podernos limitarnos a presentar una breve exposición. En
que otros la rehuían de modo sistemático. La principal división puede Oriente, Anastasio (49 1 -5 1 8) recortó parcialmente el papel de los cu­
11prcciarse, en palabras de Claude Lepelley, entre los curiales ricos y riales como recaudadores principales al crear unos funcionarios fisca­
los ('liria/es pobres. En Antioquía, a finales del siglo rv, Libanio, en les nuevos, dependientes del gobierno central y radicados en las ciu­
unos discursos bastante estándar sobre el declive de la posición y el nú­ dades, a los que se dio el nombre de vindices (en Egipto el cargo que
l l ll'ro de los curiales (en el caso de Antioquía sus efectivos habían des­ parece ser equivalente a éste era el de pagarca, un cargo que en las ciu­
l'l' t H i ido, supuestamente, de los mil doscientos miembros a doce, pero dades egipcias siguió en manos del gobernador hasta bien entrado el
l' l l o t ra oración lo que se afirma es que habían pasado de seiscientos a siglo vrn). Desde luego, en ocasiones, los curiales siguieron recaudan­
'W�'>L'IIt a ) , destaca que la principal causa de esta situación era que los do impuestos en época de Justiniano, ya que las Novelice de este último
1 1 111s ncuudulados de los bouletai (la palabra griega con la que se desig­ correspondientes al período comprendido entre las décadas de 530 y
llilha u los curiales) querían mantener bajas las cifras de estos funciona­ 560 los mencionan (además de legislar para salvaguardar su propiedad).
l lo:-: pura no tener que compartir los beneficios.32 El caso era gue la re­ En Palestina, un documento de Petra fechado en el año 538 habla de un
l'l l l ldm;ión de im _puest�co�tuía un�ct�a.Q_qu�rnpre �es�a politeuomenos (esto es, del concejal de una ciudad) sobre el que recae
11 u n t i e mpo rentable y arriesgada. Era rentable, por supuesto, debido a l a tradicional responsabilidad de la recaudación de los impuestos; por
los enormes inceñ iíVOsitegáies G con frecuencia incluso legales) que otra parte, un obispo de la región de Gaza que busca el consejo reli­
el sistema podía generar. Pero resultaba arriesgada porque cuanto más gioso del asceta Juan en la década de 530, y que hace nuevamente refe­
pesada fuese la carga fiscal, más difícil se hacía recaudarla; porque los rencia a los politeuomenoi, supone lo mismo. No obstante, en fechas
controles con los que el gobierno central, aunque sólo fuese de forma posteriores, la figura del recaudador se desvanece en nuestras prue­
i ntermitente, vigilaba la recaudación de los impuestos implicaban que bas fiscales, y lo que es más importante, no aparece en la amplia docu­
los funcionarios estatales podían corregir los abusos (y desviar los be­ mentación egipcia del siglo VI relativa a las prácticas tributarias, una
nclicios en su propio provecho); y porque resultaba considerablemen­ documentación de la que en breve nos ocuparemos con más detalle.34
te más difícil recaudar los impuestos de las tierras de los aristócratas En Occidente, las variaciones observadas son de carácter más regional:
más poderosos, como los senadores, que eran mucho más ricos y más in­ hasta donde nos es dado saber, a principios del siglo vr los curiales ya ha­
fl uyentes que la mayoría de los curiales. El último de estos riesgos bían
.____
dejado de recaudar impuestos -
en África oe Uafia, y en E�ña
-- -
rai
estaba sujeto a notables variaciones, en función de las distintas regio- la única prueba de que existían se encuentra en el breviario de Alarico,
1 '1 I I NA 1 1 1, l l liUA N 1 1 11VA l ll 1 A A l l A 1 ! 1 1/\ 1 1 MI ] I I I A 1 A l l lltM� 1 11'1 I]S'I /\ 1 1 1 1 l l l

d�· k l' l 1 1 1 u J go pONtl'I IOI u J 11110 Cj( )(l, I I I I I H J I I l' l'N pmllhll' < l l ll' l'Nil' ll'XIO Sl' dll•lltl', 1 '01 lo ' J IIl' Sllhl' I I IWI, lw. l'l' I I MON 110 Sl' l l'VÍNtlhlltl dl' I I IHSIII!IO 11 I I H'
li 1 11 i l e n rdtcnu unu lqd s i :H.: i<ln tlltl ll' l ltldu. S i l l l'l l lhotgo, Vlll' l VL'I I H mos 1 1 1 1do, llllllt J lll' lu tuhl i l la de ' l '1 i n i l (lpoli suponga ul nwnos que los golw1
trar act i vidad en la I t a l i a os l rogod u , y en lu ( \·nk1lu uh u n d on ud u por lt.ldOI"l'S podfan tener COIISIUIICia en lodo lllOilH.!IliO de qu ie ll l' I H 1 1 1 1 / 1(1,\'
los vándalos (que para esta época era ya nuevamente romana y se ha lla ,\'t'.\',\'or. A dem ás, no hay duda <.le que se produjeron revisiones en todo

ba sometida en teoría a las leyes de Justi niano) se los asoc ia con los im­ l'l i n 1 pc 1 io tardfo, y quizá con cierto detalle: un texto m i l itar d e l ( )l ll'llh'
11
puestos incluso en fecha tan tardía como la del año 594.15 No obstante, l l iS I Í I I ianeo supone que en el los se valora incluso la calidad de la l it'II H.
tanto el Oriente como el Occidente experimentaron un mi s mo proceso N o obstante, t enem os p rue bas c laras de que se efectuaba u n asil'nto l 1 11
de centralización que sustrajo las competencias fiscales a las élites loca­ 1 1 1 a l de las ventas de tierras en los gesta municipalia, o registros 1 \ l l l l l i
les. Los impuestos de finales del siglo VI y principios del vn que, según cipales. A el los s e refiere en algunas de sus cartas Gregorio Magno, a l 1 1
los testimonios que tenemos, se practicaban en la Galia y en España diendo a lo que ocurría en la Italia bizantina durante la década de 51)0, y
(véanse más adelante las páginas 1 66 a 1 90) parecen haber sido recau­ de hecho algunas de esas anotaciones han llegado hasta nosot ros gt 1 1
dados directamente por funcionarios del gobierno central, y lo mismo cías a los papiros italianos de Jos siglos v a vn (véanse tamhi�n I I HÍS
puede afirmarse con rotunda certeza en relación con el Mediterráneo u<.lelante las páginas 1 83 y 1 84); asimismo, en Egipto, pese a que no pu
oriental bizantino y árabe. rec en haber existido gesta municipalia, los documentos de venta o dt•
Todo sistema fiscal basado en la posesión de tierras y dotado de una donación iban acompañados de una notificación formal a las aut01 idndt'N
mínima precisión ha de confiar en gran medida en la documentación: la públicas mediante la cual se les comunicaba que las carg as lisca ll's h11
que indica las cantidades que han de exigirse, la que registra el montan­ bían sido satisfechas junto con la transacción -de hecho varias de l.' Sll'l
te efectivamente abonado, y -sobre todo- la que consigna y mantie­ notificaciones han llegado hasta nosotros. El caso es que este 1 ipo dt•
ne al día los legajos que señalan quién posee de hecho tierras. Sin estos procedimientos eran esenciales si se quería calcular con rigor la pn·s1o11
datos, el sistema se transformaría rápidamente en algo arbitrario, en un fiscal. (Y también lo era la organización de unos adecuados sistemas dt•
sistema de pillaje legalizado, o de tributación aleatoria en el mejor de referencia y consulta en los archivos en los que se conserv aban estm.
los casos. De hecho, en�conceP.tuales, el �<tributo» pue_Q.e_Qi_s­ asientos, aunque cueste aún más imaginar que dichos sistemas hay1111
t�rse del «impuesto_>>Ja q_� el_primero consiste en �a ca�d podido funcionar muy bien.)38 Las pruebas indican que eran más o
j global abonaQ.a pQ! una comunidad o por un individuo, viene determi­ menos operativos en todo el imperio romano. Y en realidad, también
nado eñesencia por la existe�cia de una relación defuerzas-�ntre.ilér­ se mantuvieron en vigor en el Egipto árabe. No obstante, lo caraclerfs
' ) citós, yes��ñCldeñcTa resulte arbitraria o irr�gylar.J,&.s tico del Occidente posromano es que su vigencia se vio sujeta a nuevos
impuestos, por el contrario, estaban basados �n. una estim:'!,ción.Jkla-. períodos de interrupción, corno veremos.
riqueza relativ!l � cont.!].buy�tes, ya fuese en tierras o en bienes Los papiros egipcios son los que más claramente indican el modo
muebles. Esta distinción, que he de conservar en lo sucesivo, es trrra exacto en que se recaudaban los impuestos. La recaudación de impucs
�n importante para los recursos estatales, ya que es poco proba­ tos en Egipto fue siempre violenta y coercitiva (es célebre la observa
ble que un sistema de_!b !i utación cual uiera resulte tan rentable como ción de Amiano en la que indica que los egipcios estaban org u l l os os < k
ui!:sistemaO:di:iíñpÜ�s tasados con exactitud, PQL3. s1�zó� de los cardenales que les habían producido las palizas recibidas a caus11
que sólo este último s�eíiala--eon precisión quién posee recursos para de la evasión de impuestos); sin embargo, fue al mismo tiempo notahk
pagar.36 Todo estadorecaudador de impuestos ha tenido que luchar con­ por su sistematización. Por lo que hace al siglo VI, tenemos l istas d l'
tra estas limitaciones, con mayor o menor éxito. En el período imperial impuestos relativas a las dos localidades mejor documentadas de l u
tardío, la idea consistía ciertamente en que era preciso revisar periódi­ región, la ciudad de Oxirrinco (El Bahnasa) y el pueblecito -autóno
camente los censos de población y los registros de propiedad, y a esto mo desde el punto de vista fiscal- de Afrodito (Kom Ishqaw). Se oh
se añadía, en cualquier caso a partir del año 444 (en Occidente, aunque serva también con claridad que en todas partes era normal elaborar estas
también existan analogías en Oriente), la noción de que las ventas de listas, y que se compilaban de manera regular -aunque no se pusieran
tierras debían quedar formalmente consignadas en la ciudad correspon- al día con la misma periodicidad.39 Basándose en esas listas, los runcio
1 1•1 1 /1. 1 1 111�1 4¡ 1 11 1 l i S I A i ll l 1 1�

11111 1os loc11lt•s ( M'� l l l l l u co•nph•111 I<'IIIH J I I f l l dt• H l l <'Nl' l l l ll l o n ) s11 1 111 1 1 11 n· l' l l l' I I I I S I I IIII.:III (k l f l ll' ll'M I I l l i i'H' I I IIIH l 11l'Í I t l l sptllll'l dl' JliiJ l Í IOS t-.Oi l l l' loto.
cuudu1 los I I I I J Hicstos de cudu u ldt·H, o hit•n ll'L' i h t l l l l IHN L'XIIL'<.:ionl!s qu1.' q 1 u : l'Sl.' l i h i J·).'11 Asf l!H ro•uu opt'I I\Uil t'l i • n 1w• io m l l l H I Io c11 todas pu•tt''l
los terratenientes hu h fan recaudado d i rl'ctanlctltC de I I H I I IOS de sus pro t'< l l l l O 1 1 1 1 sistema con upto y v i ole n t o , I K'I'O t a m h i t: n l.' Slabk, un sisltlllll
píos inquilinos. U n a de las caracter (sticas notables de las pruebas egip cuyas relaciones sociales q u ed aban en gran ml·didtLCSlrU<.:tmadas po1
cías estriba en el hecho de que en la mejor doc u m entada de todas las medio del proceso de recaudación de impuestos.
grandes fincas del siglo V I y principios del vu, la propiedad de Apión
en Oxirrinco (se trata de hecho, y con di ferencia, del latifundio mejor
documentado de toda la época que aquí nos ocupa, y se aludirá a me­ En términos territoriales, el imperio romano tardío o bte nía su u n i
nudo a él en los próximos capítulos), se considerara que la recaudación dad d e s u sistema fi scal, y ello si mplemente por l a gran c a n t idad l k
y el pago de los impuestos fueran una cuestión por entero rutinaria; pese mercancías que desplazaba el estado de u n lugar a otro a f'in d e atl'll
a que las leyes de finales del siglo IV y principios del siglo v relativas
al patrocinio rural, las patrocinium vicorum, subrayen que en Egipto el
resultado de las prácticas recaudatorias era la evasión de impuestos,
}
der a los tres gastos principales de la gobernación romana: el ején.:ito,
las capitales de Roma y de Constantinopla (cuyo abastecimiento t:OI dn
a cargo del estado por razones simbólicas), y la administración piÍhl i
esta fami lia de grandes terratenientes y patricios no veía necesidad de ca. Mucho han discutido los historiadores sobre el particular: 1 1 11011
eludirlos.40 En el momento de la entre a del impuesto lo e curría ha n subrayado el abrumador dominio de los mecanismos l'isc<t l l·s r n
tres veces al año, se proporcionaba �s co�uyentes un reci­ la circulación de todas las mercancías por el imperio, otros han ¡m·k
bo (entagion), frecuentemente distinto para cada tipo de impuesto, en rido conceder mayor importancia a la actividad comercial (particul111
el que se especificaba la cantidad de trigo, de dinero, o de cualquiera mente en relación con el aprovisionamiento de las ciudades), y cntt�•
otra de las especies menores que también debían de abonarse. Cien­ ambas posturas se abre todo un espectro de teorías intermedias.'1 1 El ('�
tos de esos recibos han llegado hasta nosotros. También tenemos los re­ pectac!:!.illrincremento del conocimiento arqueol9gico experimcntndo
cibos entregados por los dirigentes de las ciudades a contribuyentes en los últimos treinta años ha reactivado los pun.tos de vista qu e so�;
concretos o a funcionarios del gobiemo.41 Está claro que el pago de im­ tenían _gue existía una intensa actividad comercial en el imperio ta1
-
-- - -

puestos en Egipto se hallaba sujeto a reglamentos y a controles que se dío, aung_qe.,...por si_mi�mo, esro nüaebilita las tesis que ponen su én
--

ocupaban hasta del más mínimo detalle (una carta procedente del Afro­ fa� a circulación fiscal de mercancÚts, y así lo he_ argumentado
dita del siglo VI pide más dinero a los dirigentes de la aldea, porque los yo m1.smQ,.�ta cuesfión-se examinará con mayor detalle en el capf
pequeños funcionarios que debían transferir el dinero de los impues­ tulo 1 1 . Aquí, sin embargo, lo que es preciso exponer es una parte dt·
tos se habían negado a entregarlo debido a que pesaba siete quilates me­ las prolijas relaciones regionales que creaba el sistema fiscal, una cues
nos de lo debido). Desde luego, esto no impedía ni la corrupción ni la tión que no ha sido explorada en su totalidad, a pesar de la gran cant i
opresión ni la violencia: son ejemplos de ello el megaloprepestatos dad de trabajos que se han consagrado a ciertos aspectos del asunto,
Teodosio, que se quedaba con los impuestos de Afrodito y los empleaba entre los que destaca sobre todo el de los suministros de alimento (a11
en sus asuntos personales (el pueblecito apeló al emperador), los fun­ nona) a Roma y a Constantinopla.
cionarios de Antaiópolis que obligaron a un habitante de la aldea de En este libro quiero evitar basar en exceso los análisis en conjeturas
Poukhis a pagar los impuestos de otra persona (el afectado recurrió al numéricas, ya que todas las estadísticas de la época que consideramos
duque de la Tebaida), etcétera. Sin embargo, se trataba de una opresión -fuera de Egipto, en todo caso- son notablemente hipotéticas. lnclu
inserta en un marco institucional reconocido, y era, hasta donde nos so las que encuentran un cierto fundamento en cálculos de aquellos tiem
es dado saber, relativamente estable: ciertamente, el sistema sobrevivió pos, como los relacionados con algunos de los elementos de la annolltl
hasta mucho después de la conquista árabe, como veremos (páginas 2 1 O de Roma y de Constantinopla, admiten lecturas muy diferentes: tal como
a 227). Probablemente, la situación de Egipto no era anómala en ningu­ ha mostrado recientemente Andreas Müller, por ejemplo, los «ocho mi
no de estos aspectos, excepto por el hecho de que la documentación llones» -referidos al trigo destinado en su mayor parte a Constantino
correspondiente haya llegado hasta nosotros (y excepto también por la pla- que Justiniano esperaba obtener de Egipto en el año 538 podría n
LA FORMA DEL ESTADO 1 37
1 16 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA

por los gastos destinados a sustentar las ciudades y la administrac ión


representar unas cincuenta y cuatro mil quinientas toneladas, o ciento
pública. Michael Hendy indica unas proporciones aúññienores basándo­
sesenta y tres mil, o aún doscientas cuarenta y cinco mil, y constituyen
se eñpñrebas del siglo VI, lo que podría implicar el siguiente reparto: un
el pri ncipal fundamento de los cálculos que tratan de estimar la pobla­
tercio para el ejército, un tercio para Constantinopla, y otro tercio para
c..:i ón de Constantinopla en esa misma época, y que oscilan entre una ci­
la administración. Como de costumbre, las cifras son heterogéneas, pero
fra i n ferior a los doscientos mil habitantes y el millón de personas (pese
parece bastante razonable calcular que, alrededor del año 550, se desti
a que las cantidades comprendidas entre las cuatrocientas mil y las
nara a costear el ejército entre el treinta y tres y e l cincuenta por ciento
seiscientas mil almas conformen la horquilla que se cita con mayor fre­
de los recursos del imperio.48
cuencia). I,..apoblación de Roma susci_�� di�Qutas fi?.UY dispares, que va­
Los impuestos no sólo se cobraban e!l especies (en productos a l i ­
rfan entre Jos tr�scientos miJ y los setecientos mil habitantes y quese
nwnticiQS..J).... má� rarameñte, en_ artículos_ IDanufa.c"turados, como ropa
basan en ambos casos en la_§_cifras d�Ja. .annona áplicada a la carñede
para el ejgdto),.,s.ino. también en oro. A partir del siglo r\r, la porción re­
<.:erdo en el año 4 1 9.45 Lo mismo ocurre con el tamaño del ejércíl:ü;-si­
s:audada en efectivo se incrementó considerablemente, en gran medida
tuado a finales del siglo rv entre unos cuatrocientos mil y unos seiscíeñ:..
debido a que las inflaciones anteriores se habían estabilizado. De he
tos ci ncuenta mil hombres; y s i los historiadores tienden a coincidir
cho en los siglos v y VI, muchas provincias pagaban únicamente en oro,
en que la administración pública del imperio era bastante menos nume­ :
segun.nue.stras fuentes. En su mayor parte, estas fuentes son textos le­
msa, pues estaba compuesta por üñás treinta mil personas, según l a es­
gales: la documentación fiscal egipcia de la que disponemos muestra
t i m ación de Jones, lo hacen úniCamente porque no incluyen más que
q � e en reali�ad se requisaba directamente gran cantidad de trigo (y de
a los burócratas del gobierno que __pertenecían a la clase aristocrát!fª:6•
v m o ) en el s1glo VI. No obstante, los campesinos egjy�ios sí que solían
también debía pagarse, o atenderse a la manutención de los guardias,
pagar igualmente una cierta cantidad en efectivo: en tomo a un tercio
de l o s mensajeros, de los mozos de los bueyes que transportaban el co­
del totaL Jones, que es quien presenta las pruebas fúñdamentales sohrl'
l-reo público, de los criados de palacio, y de otros trabajadores similares
L'ste particular, señala sin gran énfasis que el «abono en oro simplili
( y lo mismo ocurría con sus equivalentes municipale s), pero no hay
l' U b �l enormemente 1� recaudación y la distribución de los ingresos, y
datos que nos pennitan. calcular s�u número. Lo que podemos concluir·
debtó de haber reductdo el desperdicio de artículos perecederos requ i­
h H l lllndo como base estas estimaciones moéiernas es, en parte, que no
sados en cantidad superior a la precisa, además de evitar el transporte
h u y forma de saber realmente cuáles eran las cifras (en especial si aña­
inne�es� rio de mercancías pesadas».49 De hecho, el cobro de i mpuestos
d i t l los la suposición de que muchas de las que han llegado hasta noso-
l'l l ef ecttvo aumenta la flexibilidad y contribuye a suprimir las dife re n
1 1 os hubfan sido exageradas -¿pero, en qué medida?- por motivos re­
l' i as regionales relacionadas con los productos que éstas pueden apor
lncionados con la corrupción ). Puede apreciarse, no obstante, que las
t n r. El pago de los gastos del ejército y la administración pública ha !le·
L' i 1 ms de los perceptores tienden a estabilizarse en torno a un mismo or­
vado aparejado un i mportante caudal de efectivo en todas las épocas
tkn de magnitud (podría decirse lo mismo de las de la administración
( 1 11l'luso en períodos de hundimiento, como el que la Vita Severini, una
publ ica si en dichas cifras hubieran quedado incluidos sus efectivos
t m•ntc que prácticamente pertenece a esos mismos años, señala que se
p k·heyos), aunque tengamos presente que las cifras urbanas se refie­
produjo en el Nórico y en el alto Danubio de la década de 470 -el ac
ll' l l n l a población total, mientras que las cantidades relativas al ejército
tttal nortc de Austria-, unas regiones a las que Italia aún seguía envian
y a la administración pública incluyen ú nicamente a los varones adul­
do t.' n ocasiones la paga del ejército en efectivo), pese a que no hay duda
tos.' Los historiadores, ya sean antiguos o modernos, coinciden de fo r­
"
dt• que l u mmona de las ci udades y los suministros de campaña se satis
IIHI casi un{lnime en que el �j érc ito era el principal gasto del imperio:
t .�r lttn en espe<.;ic. �o
as( lo alirma un estud ioso anónimo del ejército del reinado de J u s t i n ia-
1 k todas 1 1 1 n ncras, debe del'irsc q ue un modelo que su po n ga que l'l
110 a l sostener que «la nwyor pnrle de los ingresos ptíhlicos (t!emosion
1 11 1 1 na l'l uwdi o pJint'i¡wl y h a bi tual de la rccuudut'i6u tk i mp u�;st os í.'ll
t'i.wulmt) V I I I \ desti nados a l'I H , Sin embargo, yo su�eridn <.:omo L'Siima
,., tu t'pot'll l'll i'Cl'l' dl' Sl' l l t ido , l\l' l l h l l opk i us l'snihio 1 1 1 1 i ll l t uyt'llll' a1
l' l l l ll n pmx i l l u ld n qm•, l'l ll l H l l l l l tl'ho, l'l dl'Sl't l lholso dt•hln dt· n· pre sc l l l nr
l lt l ll l l hun· I I IIIS t k do¡.; dt'l' ll d llll t' l l t' l <¡l ll' nrg l l l l ll'lll llhll qul', l'll todos los
In 1 1 1 i t n d dt•l p t tiH11p1H''1tll, t l ltl'l l l llH'IlllN t gt ttdndll, l'tt l l t t t l l l lll uno · 1 00,
1 38 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA LA FORMA DEL ESTADO

territorios del imperio primitivo, el intercambio había recibido un poten­ un timo protagonizado por el ejército y en el que se vieron involucrados
te i m p ulso de los impuestos en efectivo, ya que únicamente una vasta unos soldados que, tras solicitar unos animales de labranza, de los qu<.:
red comercial capaz de cubrir largas distancias podía hacer que una mo­ los campesinos no podían prescindir, aceptaron sobornos para hacer !:1
neda que se había entregado como pago, por ejemplo, a las tropas del vista gorda, o como l a explicación que aparece en dos fuentes constan
R in, terminara regresando a una provincia relativamente desprovista de tinopolitanas de mediados del siglo vr en las que se habla de los cam
ujército como España, en l a que había sido recaudada y en la que vol­ pesinos de la remota meseta central de la Anatolia, cuyo único mercado
vería a serlo. Si su argumento ha sido blanco de las críticas se debe en era el de las postas públicas, es decir, el sistema de transporte estata l , y
gran medida a que no previó con exactitud la distribución de las acuña­ que supuestamente, al verse i ncapacitados para vender sus productos.
ciones realizadas in situ, pero es difícil hallar defectos en la lógica que se vieron en la imposibilidad de pagar sus impuestos cuando se abol i�.:
subyace a su razonamiento.51 En los siglos v y vr, la superior cantidad ron las postas en su zona en el año 541 .52 De hecho, podemos ir aún
de impuestos recaudados en metálico debió de requerir de hecho nive­ más lejos: al margen de las principales rutas comerciales, esto es, de las
les de actividad comercial aún mayores. De lo contrario, ¿cómo ha­ vías marítimas clave y de un pequeño grupo de grandes ríos, y a pesar
brían podido hacerse los campesinos de las zonas interiores de las pro­ de que es posible postular (como se argumentará en el capítulo 1 J ) una
vincias, de la Tebaida, de las mesetas de la Numidia central, o aún, una práctica comercial mucho más amplia si tomamos como base los datos
vez más, de España, con todo el efectivo con el que pagaban sus im­ arqueológicos que Jones nunca ha aceptado, las ventas de los productos
puestos año tras año? El problema que esto suscita es doble. En primer primarios -en cantidad necesaria para pagar los impuestos en metá l i
lugar, ni siquiera los más optimistas defensores del comercio tardorro­ co- debieron de haber ido casi siempre destinadas al estado. En con
mano (entre los que ciertamente no se cuenta Jones, a pesar de las ob­ secuencia, la adopción por parte del estado de un sistema de recauda
servaciones que acabamos de citar) presentan una imagen del imperio ción de impuestos en metálico debió de haber sido principal mcnll' 1 1 1 1
tan comercializada como para inducirnos a pensar que los mercaderes recurso contable pensado para garantizar que el estado lograse compnu
se agolparan en su afán de comprar productos primarios con dinero y sus suministros alimentarios a precios relativamente econó m ic os ( los
llevárselos fuera de la región. En realidad, la mayor parte del comercio precios que ofrecía el estado eran con frecuencia bajos), y para rcspal
debió de haber sido, como veremos, local, constituyendo u n nexo de dar al mismo tiempo, tanto una cierta flexibilidad en la determinación
unión entre el campo y la ciudad, y esto no habría favorecido la circula­ d e los productos que era preciso comprar, como la ac um u l ació n de re
ción de los impuestos, ya que las ciudades eran tan incapaces como el servas, que desde luego era imperativo hacer en metálico. Sólo era rae
campo de sacar el oro de la nada. En segundo lugar, el oro tampoco era t ible proceder a una recaudación de impuestos en efectivo si ésta st·
la primera necesidad del estado en la mayoría de los casos. La riqueza de ha ll a ba integrada en el sistema comercial autónomo de aquellas zonas
África y de Egipto residía en los cereales, no en el oro; para las ciuda­ en l a s que el personal estatal se encontraba lo suficientemente cerca dt·
des y para los soldados resultaba tan fundamental comer como tener di­ los productores a quienes compraba directamente la comida que consu
nero en el bolsillo. m fa: e n Renania, por ejemplo, dado que la región era un im po rt a nt l! 1.: 1 1
El único modo en que pueden explicarse estos procesos es mediante l'lnve m i l itar, en comarcas tan occidentales como l a de Tréveris, y q u i
la invocación de la coemptio (en griego, la synone), esto es, la compra t.n i n c l uso en Mctz. S i n embargo, es probable que no pu di era hac�o·rsl'
sistemática de mercancías por parte del estado, a precios estipulados l'll Reims ni en París, ya que el «mercado l ibre» no habría l l eg ado rac i l
por él, y para satisfacción de las n ecesi d ade s estatales . Desde l uego , hay l l ll'nle a zonas tan remotas como l a s ocupadas por estas dos ú l t i mas r i u·
abundantes pruebas de esto. Es cierto que se reconocía a menudo que dud�.:s, donde aún no había sido i ntroducido el si s te m a de ve n i a s o h l igu·
la coemptio era un procedi miento insatisfactorio, excepto en caso de l l u i ns al estado. Analizadas desde una cierta óptica, las ve n tas r orwsas
e me rgenc ia (así lo hace, por ejemplo, el emperador /\naslasio), pero e n 1 1 1 1 tkjnhnn de ser ventas; J a i rus B a naj i ha subrayado que los precios
e l s i g l o V I era i ndudabll'm<.:nle l l l l ! l p ráct ic a fn.Tttl'llll' , (.'Oi l lO illl'SI iguan t ll•l t.• studo gunrdnhan al menos relaci<�n con los pn;cios dt: mc..· rl'ildo, y
I l l l l l ll't'Osos relulos poi t' Íl' l l l plo. In 1.:mnirn ql ll' SI.' oi il·�·�.· �·n /\1�111 ias ' ll l l' t'OII ( I ihu(an 11 111 gt' l l l' l l l li ta da t'OII Il'l"L· i n l i t l ll' iOII dL' la l'l'OIIOilllll
" 11-;1
( q l ll' l'Sl' I IIH' l' l l < 'on:-. l l l l l l l l lopln rn los dl'l lldlls dl· C,(!() y e, /0) ll'S) ll'l'lo :1 l l l l l l l l 11 1 1 1 1 1 1 <il' l lsll pll'Sl' lll'IH y I I ( I I i t,lll' l l l l l dd S I S(l' I IIII t l ll llll'llllio l'l l Id
1 40 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA 1 /1. I I III M /1. l ll'l I'S' I /1. 1 >1 1

mayoría de las regiones, principal preocupación de este autor-. Sin ( 'nluhdn y l a zona del H�l'll proporcionuhan l a muyw pa1 l l' dl· l'HI{'
embargo, el argumento macroeconórnico que hemos planteado en el pá­ p t oducto: véase más adelante las páginas 1 O 1 0- 1 O 1 1 . ) El trigo de ( 'tu1s
rrafo anterior sigue siendo válido. En conjunto, fueran cuales fuesen los l t t l lt 1110pln pro ve n fa de Egipto, sin ni nguna duda; y, dadas las prm·hus
detalles del medio de pago utilizado en la práctica, los recaudadores es­ t ¡ l ll' lt'lll' l l iOS de la especialización vinícola del l i t oral palestino, as( COIIIO
tatales de impuestos debían de estar acostumbrados a partir con bastante dt• l n l·spcci al i zación ol ivarera de las costas de Siria y Cilicia, es pmhn
más frecuencia con comida que con oro de cualquier región dada. Esto hl1· t ¡ l ll' hayamos idenli licado algunas de las principales fuentes de los
se aprecia, por ejemplo, en la muy compleja c�mtabilidad fiscal del acei­ Hl l l l l l l l ls t ros a l i mentarios de esta capital, pese a que también la re�io11
te de oliva procedente de distintos lugares de Africa -y fechada (quizá) dl' l 1 il'l'O cnviara sustanciales abastos, y a que el aceite de oliva a frica
en el año 373- que se ha encontrado en algunos ostracones (conchas o 1111 lt'cnlase asimismo en Constantinopla, tanto antes del año 439, co1110
tejuelos de barro cocido con inscripciones) de las proximidades del n l l'l llilo 514, una vez terminado el siglo vándalo -de hecho, hacia l'l
puerto de Cartago.53 El estado tenía bocas que alimentar. 1111o (¡()(), i ncl uso l legaba a Constantinopla una cierta c a n t i dad de gra
No obstante, una cuestión más importante para nosotros es l a de 11o t d 1 icano. �4
averiguar dónde vivían de hecho esas bocas hambrientas y cuál era la l l ustn aquf no surge ninguna contrariedad; además, el segundo fue
procedencia de los alimentos que se les proporcionaban. No se trata 1 1 11 dl· los �astos estatales, la administración pública, no constituyl' 1111
en absoluto de una averiguación sencilla, e implica hipótesis que son ¡ u ohll'lllll logrstico, fueran cuales fuesen sus dimensiones, ya que sus
de orden diferente al de conocer, por ejemplo, si los curiales eran más ,.,. 1 v1cios se hallaban distribuidos de modo uniforme por todo el im¡w
opresores que oprimidos o viceversa. Resulta relativamente fácil pre­ 1 111, l l ll'luso en zonas alejadas de los medios de transporte marft i n 1o,
sentar una lista de los principales proveedores de excedentes agríco­ 1 t u no lu meseta española y la altiplanicie de la Anatolia. Por otm pu1 ll',
las: África y Sicilia en Occidente, junto con Egipto en Oriente, regio­ fi H . I I IJlll' era posible proporcionar el serv icio mediante personal lol'nl
,
nes todas ellas grandes productoras de trigo, y, en el caso de Africa, ¡·n l'Stc caso, de hecho, incluso retribuyéndolo en gran medida en nw
también de aceite de oliva. Entre las subregiones exportadoras de me­ 1 l l ico . La d i licultad surge con el ejército, pues sus fuentes de S l l l l l i
nor tamaño se encontraban Cerdeña, productora de cereales, la costa uiHti'O 11p111'ecen de forma mucho menos sistemática en nuestra d<K'II
pnlcs l i na y algunas partes del Egeo, suministradoras de vino, y la zona t l lt'llllll'túll. En esencia, nos vemos obl igados a conliar en la anécdotn, y
de Ant ioquía (el noroeste de Siria, Chipre y Cilicia), ricas en aceite de r l l loro; disei1os de la cerámica rural, que a menudo resultan menos clu
ol ivu. l lay numerosas pruebas de la importancia de estas zonas, tanto 1 1 1 I J I Il' los que se encuentran en la cerámica de las ciudades. En el i l l l·
l' ll la docu mentación escrita que ha llegado hasta nosotros como en los
l "'l ll l tunl!o, el grueso del ejército seguía acantonado en las fronterus o
<hilos arqueológicos. Aún son más abundantes las pruebas que indican 1·1 1 'IIIS n·•·canrus, principalmente en los límites imperiales del norte y dl'l
que las regiones productoras de grano exportaban gran parte de sus 1 Nll' 1 ��� cuulquier zona dada, el ejército habría constituido una musa de
I.' Xcedentes -y lo mismo ocurría con el aceite de oliva africano­ l l 1 1 1 1111lo duramente excesivo para que alcanzaran a su abasto los s u 1 1 1 1
como consecuencia de las exacciones fiscales: en la mayoría de los ca­ uhtl l o�o� locales, excepto en la frontera sur, donde los excedentes agrfl:o
sos porque disponemos de pruebas relacionadas con la annona estatal ltt• dt• Á l '1 i<:a y de Egipto podfan hacer frente al desal 'fo. ��
de Roma y de Constantinopla. Roma obtenía el cereal de África, y se­ l .o 111�s prohuhle es que el ejército del Rin haya recibido sus prov•
cu ndariamente de Sicilia. Es probable que el grano de Sicilia pasara a t h llll'N dt• lu ( ialiu, y quizá también de Gran Bretaña. l lay pruebas liiH'l'
ocupar el primer plano después de que los vándalos se apoderaran de d11lh'IIM dl• que Aries era un importante cen t ro de distribución p111 11 IItH
la principal provincia productora de áridos de Á frica, la Proconsular I I II'H IIItl'llls que remontahan el Ródano e iban de stinada s al Rin, lo tJIIl'
(ju n to con Bi:�.acena, que producfa más acei t u nas), en el ari o 439. Ade­ 1 1 1 .. 1 1 111111 rn qul: existió en dicha ciudad un cierto apoyo lo�fstico I I H'lh
más, Cerde11 a y t ambién Apulin, en el sur de l l al i n , erun otras fuentes ll'l l lllll'll pum el t:jército. De todas l'ormas, la muy sisiCIIHÍI icn puhlicn
de s u m i n i stro. ( La Cllllll' <k el'l dO <!l ll' Sl' conS l l l l l fU Cll ROI I HI ven(a tk 1 l1111 dt· los dutos rdutivos n 11110 de los fuertes del R i n . t• l dt· K n i sl'l
toda In 1\'¡'ion lm·ri d ionnl <k l t n l l n : 110 l'Stll t l l l l l'lllro dl· dondl' procectra " " • t t , l l' l l'll d1· B m u l l'n, 1 1 1 1 11'1'11 1 11 t¡l ll' la l l lllgnitud dl· lus i l lll)(ll t HCÍOIIl'N
l'l vi no, I I I I I H I IH' pmhnhh•tlll'llll' 1 1 1 1 l l l l l llliHl' p11 1 t 1• dt• 111 fll/1101/fl, IH'I II dt l)ll l t ll ll' I I H'< IItl'li (IIH'II'I 1 1 111' l lt'HIIIlllll hnsla l< l , I WHl' 11 Sl'l ll'II'VIIIIIl' 1'11
1 42 UNA HISTORIA NUEVA DE LA A LTA 1\DAD MEDIA L A r • n lt M A ' " , 1 1 t :-1' 1 " ' " ' 1 1 1

los pri meros tiempos del imperio, decayó grandemente en su período pl11 V, 1 1 1 1 lll' l i)-!.m IK'II I II I I Il'lltl'. N o ohstanll', I H IL'IIII p111 l l' de �:su tr·orltem
tmdío, y que después del año 300, aproximadamente, la cantidad de su­ t l tM'II I I fll l'lll ll' di.!Sil! J (OS y t:lt:VIldas I I H llltilllHS, y lÍIIÍl::tlllellte contaba COil
min istros de procedencia mediterránea que lo abastecían ha de consi­ 1 1 1 1 Nl't'tor <k verdadera t'ert i l idud: el del curso 1 1 tedio del l1ufrates -aun­
derarse relativamente marginal (se limitaban al aceite de oliva, ya que l j l ll' In :t.l liHI dt: alla montana s i t uada al norte contaba con un n ú mero de
no llegaba hasta allí vino mediterráneo: como es lógico, el aceite de oli­ t mpns l l l l ll'ho menor que las destinadas al valle del Éu l"rates-. Es pre-
va, a diferencia del vino, no puede producirse en el Rin). El aceite del 1 iso 11S1 1 1 1 1 i r cuando menos que debía de ser muy escasa la cantidad
fuerte provenía del sur de España y del norte de África, una práctica th• gmno derivada de las exacciones fiscales practicadas en Siria y en
qu� también se observa en Tréveris, con lo que puede sugerirse, con J ln ll'st ina que salía de la región. También es probable que Egipto abaste
l'lli'.onable cautela, que el aceite español seguía enviándose al ejército t:k:rn t•n parte a las zonas meridionales de la frontera orient a l . Esta ú l t i
dd R i n después de que el de África copara los sumini stros de Roma, 1 1 1 1 1 u t i n n ución e s notublemente d i fícil d e probar, y a que los testimonios
l'l l el siglo m; sin embargo, parece que por esta fecha las cantidades eran q .t q w i os sefialan principalmente que los sumini stros partían en dircc
pequeñas. Respecto al cereal, Amiano indica que, en el siglo l V , era l 1 1 1 1 1 1 1 Const ant i nopla. Sin embargo, al menos la t-xposithJ totius mun
rwrmal obtener el grano con el que atender las necesidades del ejérci­ ti/, 1 1 1 111 recopilación latina de mediados del siglo rv que recoge los este

\
to incluso de Aquitania -y en realidad también de Gran Bretaña-. II'Ot i pos entonces vigentes sobre las actividades econó m i cas de l:ts
1 )e todas maneras, la Galia del norte, así como la del centro y el este, t l t l l•n·ntes provincias, sostiene que Egipto proporcionaba alimentos
parecen haber sido las principales regiones abastecedoras del ejército, pnru sostener la «guerra con los persas» . Por desgracia, es d i fícil perci
y en época de guerra se unían a ellas el suroeste de la Galia y Gran h 1 1 dL· qué modo podrían ayudarnos los datos arqueológicos futuros a
Bretaña (aunque hay que admitir que la guerra era bastante común).56 1 1 11 1 1pll'tar esta imagen, pues las mejores pruebas de que disponemos 1..' 11
El d ispositivo fiscal de la Galia y de Gran Bretaña, pese a ser comple­ t l' l nl'i<'>n con la distribución de alimentos -las ánforas- no nos pe111 1 i
jo, era la única gran red romana esencialmente separada del mundo 11' 1 1 vulorar de forma d i recta la exportación d e grano, limitación qul' I L'
mediterráneo. M i l i t a pnrt ic u l armente signi ficativa en regiones productoras de vino y
El ejército del Danubio planteaba más problemas, ya que las tierras lwt• r t l' como Palestina y S i ria.59
quL' recorre el río, pese a ser bastante fértiles en los valles situados en Estas distinciones tienen un carácter bastante provisional, pues, sor
lu.; inmediaciones de su curso, se encuentran, en la mayor parte de los p r t·rHklltemente, no se ha trabajado demasiado en los aspectos de la
l':lsos, rodeadas de montañas y de bosques. El alto Danubio, hasta Pa­ lontst i<.:n m i l i tar tardorromana relacionados con el ap rovis iona mi ento.
llonill (f.(rosso modo la actual Hungría), recibía en gran parte sus sumi­ S 1 1 1 t' r l lhargo, sí que nos permiten completar l a imagen que nos hn<.:c
n i st ms de la llanura del Po, en el norte de ltalia.57 Es muy probable que 1 1 1 1 11'1 de lu geogral'ía de la annona urbana. En el mapa 2 puede h a l l u r
d hujo Danubio obtuviera buena parte de sus abastos del Egeo, corno g,, 1 1 1 111 represenlaci6n e x tremad ame nte tosca de los lugares a los qul',
l'slá comenzando a mostrar la distribución de las ánforas egeas (LRA 2 en et 1 1 1 1 o 1en<.lencia globa l , solían i r destinadas las provisiones obtenidas
purticular); ésta es también la mejor explicación para el hecho de que pn1 l l ll'dios liscales en, por �jemplo, el año 400. En general, las prinl'ipa
J u sti niano creara un vínculo institucional, la qucestura exercitus, en­ h·'l n·)J.iones y subregiones ex portadoras eran África y S i c i l i a ( q l iL' l'll
t re las provincias de la Moesia segunda y de Escitia (la región del Da­ U l l l l i nnhun sus productos, sobre todo, a Roma), j u n to con Egipto ( q t m
nubio búlgaro) y las islas del Egeo, Chipre y Caria (en el suroeste de lwl l' llv iuhu u Constantinopla, y en cierta medida a la frontera oril'ntul ),
Turquía), prescindiendo de las rutas de aprovisionamiento que se diri­ il•ndo ya menores las ex portaciones provenientes del norte de l t u l i u
gían a Constant inopla. Estas prácticas indican claramente que se pro­ ( y d i r i�idas al Danubio), del Egeo (transferidas a Constanti noplu y u l
curaba apoyo al ejérc i t o del Danubio desde otras regiones, sobre todo D11 1 1 1 1 h i o ) y quizá d e Gran B re t a ña (que ex porlaba al Rin pese a qtll'
desde lus prov incias dl.!l Mcdi tt·rT(\neo rwrorien t a i .'K l nH i iltl'l m poseyera también u n ejército f"ronteriw ). 1 ,as suhregio111.'S
La frontl·ra dei L·stl' l'lll In nllts duro de todas, ya qul' l'll l'llu l'l ejér­ i r npor t udorus l' l'illl el sur dt• Italia ( debido a Roma ), la suhregi<Írl <IL'I
cito !L' I l h l q l ll' l l : ICt' l' t n·ntl' lu I IIIH I I I i lllll i l l m i l i tar lll'I SII, que l'l' I H'l'Sl'n­
11 Mur d1· Mllll l iiii'H, y. por sllpl lt'sto, lus t'roniL'ras. l l uh(u tnr nhil-n varuts
tnhn, dt' l lllldo u l 1 1 11 1 1 p1'll t•l I . 1 1 Ro p11H'I Itt·sis produt ldo 11 lo lnrgo tkl s i ll !�qol ll'S r l· l n t i v u i i H'II tl' l l l l l t l'-.l l l ll'H'IItl·s: lu ( ia lia, Siriu y Po i L·s t i rw, qm�
t i NA 1 1 1 '-. ll llt i A N l l iiVA 1 11 1 1 A Al I'A I I IAII M I ! I IIA I ,A I I I II M A 1 11'1 , I!S'I/\1111

t'IH 'IIt llill lll'll(l' llhllt-.ll'l'fllll lllH I J OI I(�'I'IIS dt• SIIH ll'HPl'l' I I VIIS /,l lllliS. 1 k lo l'lltllo i n wgen de conj u nto, �stu parece ser en el momento presente lu
duH l t ll l l llls, yo poslulmlu uquf lu prfidku d�· 1 1 1 111 L'XtH:doll lisl'nl iniL'IIlll 1 1 1:ís vcmsfm i l de cuantas tenemos. Y su importancia, como tal imagLm,
l l lll' d 1 1 1p,i1 fa los pmductos a las propiaS l rontt•rn�. SlAUit;tH.lU LJllU tlil>ll Í olwch:ce a dos razones. En primer lugar, a que de hecho me propongo
l u tt lllll q111' 1 1 ia dd sunwstl' al I I Oil'Sil' L'll la ( ialia, y dl'l oeste a l este en :�t gumentar que e l proceso fiscal era uno de los principales motores del
Su 111 y t'll l 'niL·stina. todo e l lo a tmvcs dl' 1 1 1tas de v:11 im; (;CJlWnares tTl' tm l'ico comercial de iMrcancfas, y a que estas pautas de distribuci6n
k l lllllll'l t l ls l'll lllgu 11os casos, y scglÍn u n esquema en el que desde luego global .':i.t:nallin.s..la rutas en las que tuvo que desarrollru·se el comercio.
lt11y t p w considemr que Renania era 1 1 11a suhregi6n impurladura. Las 1 •:n !lC�undo lugar, a que, en el siglo v en OcCidente, y en el VIl en Orien-
dwt t l l l irns rq�iones que no poseen u n papel c l aro en esta red de rela­ 11.!, lodos los elementos interregionale s de este sistema fiscal se vieron
t lllllt'r-. Mlll l �spana y la Anatolia, ambas dominadas por tnesetas i n terio abocados a un brusco final, al quedar dividido et i mperio romano en sus
1 1''1 dt• d l l tc i l acceso. Ya en su época se reconocía que la economía de la t•stados sucesores. Ex hypothesi, esta división debió de haber tenido
Anutoliu t·esultahu problemática, puesto que la aquejaban a un tiempo lll'cesuriament e unos efectos muy graves en las regiones más vincula­
In poht �·zu y la escasez de sal idas para su mercado de ahí que se pu­ das a l sistema de intercambio fi scal, como África, y otros menores en
MH'I'H tanto énfasis en el sistema de postas público como fuente local de m¡ucl las. zonas que eran rffi.iS'autosuficientes, como l a Galia. Veremos
dinno en cl 'e ctivo, como ya se ha mencionado. España, a la que se ha­ que este planteamient o se verifica e n algunos casos, pero, curiosa­
t'l'll tL'Iutivamente pocas rel'crencias en el imperio tardío, es la región más mente� no en otros. Ambos extremos quedarán desarrollados en el ca­
t l l l stL't iosa. Los datos basados en la cerámica de la Meseta indican la p(t u lo 1 1 .
ljX tstcncia de un sistema de i ntercambio que, pese a ser activo, apenas
l l lllllt uvo vínculo alguno con el Mediterráneo a lo largo del siglo IV. An­
dah ll'lll, la suhregión más rica, ha sido por desgracia poco estudiada en 2. LOS REINOS ROMANO GERMÁNICOS
lo que hace a la época que aquí nos ocupa, y por ahora estamos lejos de
co1 1m·�·r con claridad adónde iban a parar su aceite y sus demás produc­ Debería de haber quedado claro por cuanto antecede que no me pro­
tos ( u l nlargen de algunas cantidades pequeñas que partían para el R i n ) . pongo argumentar que la explicación del desplome del estado romano en
l l l l ll'lllltCtllc la costa medi terránea, una delgada franja d e t ierras d e cul­ t•l Occidente del siglo v fuera consecuencia de ningún tipo de inestabi­
l tVII h111dcmla de montañas, se hallaba mani fiestamente unida a las redes l idad i n trínseca del mismo. Esta postura no resulta controvertida en la
1 1M alt·H y t:<Hllerciales estándar del imperio tardío (véanse más adelante m:tualidad: la mayoría de los estudiosos estarían dispuestos a explicar
lu'i pttp.IIHIS 1 063 a 1 064). No obstante, es posible que el interior de Es que la época situada en torno al año 400 fue una época de estabi lidad
pul\11 hnyu sido l a parle más aislada, y desl igada, de todo el sistema con tllstitucional, así como de prosperidad económica. Los años del impe­
1 1 1 1 1 1 111do por el mundo roma no hacia el año 400, época en la que se inicia ' io tardío constituyeron un período de violencia, de injusticia y de bru-

t•l pt•rfodo que exami namos.60 1 111 explotación, pero estas condiciones son una característica normal de
1 khc suhruyarse que estas prác t i c as se han ind icado aquf de modo lus sociedades antiguas (y, de hecho, de l a mayoría de las sociedades) y
""'Y esquemático. La circulación de mercancías ha sido siempre mu pueden coexistir fáci lmente, como ya se ha apuntado antes, con la esta­
l'11o 111ós compl icada de lo que hemos señal ado, y así lo atestigua la hil idad. Dicha postura haría por tanto notable hincapié en las invasiones
l lt111 111t iva comp lejidad que muestra tanto la distribución de á n foras ·<lllírharas», a las que consideraría el principal catalizador de un proce­
l'OJ I IO lu de artfculos de calidad en el Mediterráneo romano tardfo.111 Nil que c u l m i nó con la caída del imperio de Occidenle.62 Sin embargo,
Esto l'llJU:ililuyc en parle un signo de que c.x istfa, ju nto a la puesta en cir ulgunos t rabajos recientes sobre los pueblos germánicos han destacado
tultn:tún dl' 111 t 1culos por el listo, una actividad comercial; en parle Sl' igual mente hasta qué punto trataban éstos de seguir, lo máx i mo posible,
1\111 dt• que d propio estado l'IU L'IIPIII. de mostrar mayor suti leza y de pal1111 lt�s puutus que presidían las Hl' l uaciones sociales y políticas romanas,
lll t'Hl'IIHl'/', dl' 1 1 1 111 n•giú11 r t U I I I I I I I J lOI ll' ��xtl 'll dl' l'X\'�·tkllll�S pmvl'n Ít'll l�·s ron un deseo tan ardiente. dt• lwrho, L'OillO el de los propios arist6crn
t lt• otm; y l'll plltll' indicto dt' l (lll' t'l glllllll, l'l v i no y t·l m t·itl' ( pot 1 1 1 1 h11 1 . 1� l'lllllllllos puesto qm· t'.'l l l lt-. •ü' Yl'f1111 obl igados a v i v i r sometidos
hlut dt• ottllS ptoductos ) llll l l'l l ll l lllll l ll l l l l l iOS u ll'lllll l l� No ohsllllltt·, '' 1 1 1 1 golwt uantl' gcll l lflnirll, 1'111 IIH'IIIt I J I H' su t·st ilo fucSL' lo tilas J'OIIla
1 11 n I I N I\ I I I'ITOII I I\ N I WVI\ nr 1 1\ 1\ 1 1 1\ l ' l l /\ l l M 1' 1 1 1 1\ ' r"t t .. , ... .... ... . ......
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y 1 1 1 l i l l' l l l l l l l l l dt• l os N I ).!. I I IH V y VI l l l l ll'k l l ll lwc d l �o¡l l l l l l lN l'l; llll'Jillll n loH l'tiHH qm• 1 1 1 1 Hlt' I I IJ I I l' I I H ll'
'
1 1 1 1 pw. 1 hk, gt' I I I I . I I IW• t'll tnh-.� l t' I I I I I I IWI

llle i I.O N di.' los é t ll l O I'l.:S I'O i l H l l lO S pOI dtll 11 Hltl> ll'Yl'N gl' l l l l(llliCOS 1 1 1 1 I I Í I'l' 1 01 \ , 1 1 1 1 1 1< 1 1 11.' OCIII IÍl'rll C<lll 1 ll'I.'III.' I H : Í I I l'I'CC Íl' l l t l', N<lhn• todo 11 l l ll'd l l l l l
notablemente romano: asf lo hm:en Sidonio ul hnhlnr del rey vis igodo '
< J I Il' lns 111 Í StOC I'l iC Í U S I'O I I l ! l i \ I I S , l'Oil t.:l [ l'!liiSCl i i'SII t ii.' J siglo V , l l ll' lll l l tl'
Tcodorcdo l l , Enodio y Casiodoro ( y Procopio, de IH.:cho) a l describir tlil'IHio coda vez lllenos allernutivas para pmceder de otro modo, t'l l t l lo
al ostrogodo Teodorico el Grande, Florentino al escribir sobre el ván­ SI.' hu analizado eon algún detalle en la región mejor dm·umt:ntadn de
dalo Trasamundo, Venancio al tratar de J os francos Cariberto y Chilperi­ y de l su1·. llh En principio, no dt•
l.' lll lnlas nos ocupan: la Galia del centro
co, etcétera. El hecho de que otros autores (o, con frecuencia, como su­ bt!rfu haber constituido problema alguno lo gr ar que un gran tHIInno
cede con Sidonio en otros contextos, esos mismos cronistas) describan de estados de orden subimperial coexistieran en el interior de los lítllt
a esos invasores por quienes sienten hostilidad con toda la retórica ha­ tes del antiguo imperio de Occidente, cada uno de ellos dotado d t• la
bitual sobre el salvajismo y la barbarie que puede apreciarse en cuantos misma estructura interna que su predecesor y conservándose asf t•l
debates antiguos se han dedicado, en todos los siglos, al Otro incivili­ mundo romano a escala reducida. De este modo, estos estados hahrl l l l l
zado, no merma esta capacidad que tenían los romanos de asimilar a procedido de forma exactamente igual a la emprendida en el siglo x p t H
los dirigentes germánicos y de adaptarlos a su propio marco concep­ la decena, poco más o menos, de estados sucesores de la dinast ía ahusf
tual.63 En esencia, pese a que no siempre imitaran en todo a la aristo­ en los territorios previamente dominados por el califato. En el aíio 'lOO.
cracia senatorial, versada en Virgilio y amante del otium (un estrato esca­ dichos estados serían los de los francos, los burgundios, los ostrogodos.
samente representativo de la sociedad romana, pero fuente de la mayor los visigodos y los vándalos (aunque surgen bastantes más dudas rcspt:l'
parte de nuestra literatura), los reyes germánicos se parecían mucho a to a la situación existente en las zonas más marginales: el alto Danubio,
la mayoría de los emperadores, los cuales habían mostrado desde el si­ Gran Bretaña, Armórica, Galicia, el País Vasco y Mauri tani a Jll'Sl'
glo m una tendencia a seguir la carrera militar, a poseer un reducido a que también se haya intentado realizar una lectura romanista t•n 1•l
capital cultural (los senadores también les profesaban un cierto desdén caso de algunas de estas zonas-);67 en el año 600 fueron los de los 1 1'1111
intelectual), y a proceder de las mismas regiones fronterizas (en par­ cos, los lombardos y los visigodos, así como los de los territorios ronur
ticular de los Balcanes) de las que provenían muchos de los cabecillas nos reconquistados de Italia, África y la costa española. El problema sut
germánicos.64 ge al querer determinar de qué modo se produjo en realidad el cambio
Este punto de vista «romanista» sobre los nuevos dirigentes germá­ institucional, al margen del verificado durante los convulsos aconll..:c1
nicos que se repartieron el Occidente en el siglo v puede interpretarse mientas del siglo v, ya que, lo más probable es que, hacia el año HOO
de diversos modos. Ha permitido que aquellos historiadores cuyos in­ (pongamos por caso), ningu!!_a de las estru_Eturas políticas de Occidcntl'
tereses se inclinan principalmente por la cultura política e intelectual � uardara ya parecido alguno con las del mundo roman.Q¿_�x ce pc i 6n
desarrollen una serie de lecturas continuistas de las organizaciones po­ de las de Sicilia..gue seggía plenamentejnteg[_ada en_eliJnperio de Oril'n
líticas altomedievales que abarcan al menos hasta el período carolingio te. Sólo se. .ha.. reruizado un int�nto de argumentar que, para esa época,
-lecturas muy legítimas en cierto sentido, ya que son muchos los ele­ l� st.ru9tura,s políticas no habían experimentado cambiQ alguno: l'l
mentos de la genealogía cultural que se remontan sin interrupciones a emprendido en Francia por la escuela <<hiperromanista» (como la llu
la época romana en (por ejemplo) las cortes regias carolingias de la pri­ m"'allq uienes se oponena ella), capitaneada por Jean Durliat y Elisahl'lh
mera mitad del siglo IX, elementos entre los que no resulta de impor­ Magnou-Nortier. Comoya ne argumentado en otro lugar, sus pu ntos tk
tancia menor el concepto que dichas cortes poseían de la relevancia y vi-sta ádmiten contestación en todos sus detalles, y no ha l ogrado ucep
la responsabilidad del poder «público».65 Las continuidades de orden tación ninguno de sus planteamientos básicos, excepto por el hecho tk
institucional son más problemáticas. Resulta, desde luego, mucho más que unos cuantos historiadores de Alemania y Austria hayan utilizado
sencillo proponerlas una vez que se ha dado el primer paso, como he­ parcialmente algunos de ellos.68 No obstante, si excluimos esta post u
mos hecho en el párrafo precedente, y que se ha admitido la capacidad ra, quedará por explicar el problema del cambio institucional, aunqul.'
que mostraban los nuevos dirigentes germánicos para adaptarse a los ahora lo expongamos más en términos de «_transformación» (como apun
modelos de la cultura política anterior, así como la de los romanos para ta el proyecto de investigación de la Fundación Europea de la Cicncin
I I NA I I I S'I'OIUA N l i i!VA 1 >1! I .A A I :J'A EDAD MEDIA
L A FORMA DEL ESTADO 1 49

( 1 ·:mopt'llll S cience 11oundat ion) de los años 1 993 a 1 998, titulado pre­ na, su contenido podía continuar variando: de este modo, por ejemplo,
l i i-HIIIt' llte /,a 'fi·am:f'ormaci<Jn del Mundo Romano) que de «crisis» o «S� visigodo hacia el @o 650 más_Q..Jnenos_había pasado a consistir,
.. dn l i Vt')), pese a que a veces se recupere igualmente, sin duda, la lec­
no sólo.....en seLun- habitante. Jibre� del territorio gobérñado-por los reyes
t 1 1 1 11 l u ndada en la «crisis». visigodos, lo qu� probablemente significara contar, en la práctica totali­
No l'o1 nw parte de los cometidos de este libro explicar la caída del da� ,s,Qo..algún antepasado romano, sino también en adhe­
i l l l pl' l to ro mano de Occidente.69 Sin embargo, la cuestión de la trans­ rir� a un sistemalegaLque se hallaba bastante más próximo al derecho
I 1 1 1 1 1Hil'i6n o crisis de las estructuras y las instituciones políticas, junto romano que a las l�es ge los de_más reinos germánicos. El modelo de
' 011, sohre t odo, la del fundamento económico del estado en los reiñus la etnogénests es hoy de general aceptación. No obstante, ha. babido nue­
1 1 11 1 1 1 1 1 1 0 germánicos, es uno de los problemas centrales aquí estudia­ vas versiones de dicho modelo, que lo perfeccionan en distintos sent i­
do ¡., , pues el siS1em<úiscal romano era probablemente la forma más efi­ dos: Peter Heather, por ejemplo, aduciría que cada pueblo germánico
LIII conocida en la �Oca de arrancar excedeñtes a una gran pÜ6'íación,
contaba en su núcleo con un grupo provisto de una identidad étnica más
y 110 (;onsiguió so�revivir a l argo (y ni siquiera a medi o)�plitzo� fuerte y antigua (postura que en realidad no es muy distante de la que
tuntt', son varios los elementos de los reinos sucesores que podrían haber sostiene Wolfrarn), mientras que �- �J!lory ha argumentado que la
llt'll lado como factores de erosión contrarios a l a conservación de una identidad germánica existía en todo caso como variante de la identidad
t•stnlclura política y de un sistema fiscal romanos en el interior del ám­ m m ana -los godos de Italia, por ejemplo, no eran otra cosa que el ejér­

hito geográfico de cada organización política. cito italianoentendidosegún una redefinición en términos étnicos por
Como ya ha quedado implícito, la_diferenci a cultural entre l a nueva la que «godo» venía a ser simplemente una nueva forma de denomi-
dase gobernante de cualquier reino concreto y la antigua aristocracia llllr al «Solda_do,!>.7_: -
mnwna no fue uno de esos elementos. En principio, podría argumentar­ Prefiero registrar todos estos puntos de vista como explicaciones
se que, por mucha facilidad que encontraran las familias regias germá­ historiográficas que dirigirme directamente a las fuentes. Esto se debe
nicas para adaptarse a su nuevo entorno provincial romano, las aristo­ l'll parte a que hay algo de cierto en la mayor parte de ellos,72 dado e l
l'llll'Íus germán icas no necesariamente tuvieron por qué aplicarse con l' l l l'�cter extremadamente dilatado d e l a gama de experiencias locales

l'l 1 1 1 ismo entusiasmo a la tarea. Sin embargo, surgen considerables du­ V IV idas en el Occidente posromano. La postura de Amory, aun siendo

dns n•specto al grado en que estas últimas puedan haberse mantenido l'stimu lante y original, podría catalogarse como extremista porque, de
l il·h·s u sus valores ancestrales. En los últimos años ha suscitado un ltctu .: rdo con una de sus lecturas posibles, cabría afirmar que las inva

l'llt ll-lldcrable debate el grado en que haya podido conservarse, o desdi­ Nioncs «bárbaras» tuvieron lugar sin que se produjese movimiento de
hujnHH.', la condición «germánica» de cada grupo étnico en el seno de pohl ución alguno, excepto a una escala más que pequeña, un plantea
luN t'Htndos sucesores, ya que los historiadores abandonan el plantea­ 1 1 1 ic nlo que no resulta difícil rechazar (pese a que si en alguna región se

lllll'llto esencialista de la condición étnica (si se pertenece al pueblo fran­ hu argumentado explícitamente en favor de esta ausencia de gnmdcs
l'<l, se es siempre franco), comienzan a reconocer que, con frecuencia, 1 1 1ovi micn tos demográficos ha sido en referencia concreta, de e ntre to
la ¡.tcnte adopta nuevas identidades étnicas (como muestra, de nuevo en dns las zonas implicadas, a la lnglaterra anglosajona, y también a Espa
l imndu, el hecho de que hacia el año 750 todos los habitantes situados nn, como sucede en el disparatado pero sistemático trabajo de Ignacio
ni iHH le del Loira fueran francos, con independencia de su origen étnico: < >lagllc t it u l ado Les A rabes n 'om jamais envahi 1 'Espa�ne, que es aqu(

1'011/fllli eran por entonces los pobl adores de Aquitania), y tienden a d1• alguna relevancia en la medida en que al menos se enfrenta al pro
1 1 dopl ll t el amplio modelo de la «etno.génesis» de Rci nhard Wenskus, y hll'llln de cómo explicar los drásticos cambios cullurales y li ngü fst icos
sohn· todo de l lerwig Woll'ram, sc�tín el cual la condición étnica es un tlill l'l't:Unir a mov i m iento de población alguno).7' No obstan te, ind uso
·•l o11stn1t'to situ ucionul » y ptH.'de IIHHiilicarsc l'ác.:il mcnte en función de l'll l'l tuso de que no se l l egue tan l�jos, dehe reconocerse que el éxi t o dl'l
. . 1 1 1odl•lo lk la ct nogL< nesis hu co ntri buido a dt:hi litar toda a rg u lllelltar ioll
1 l l qlll' l l.ll'tl'll 1 liS l'l l'l'\ 11\S( IIIIl'IIIS
' 10 1\ \IIH I \Il', en e l caso de las l l lhus gcr
lllilllll iiS, I n illl'ntid:ul Sl' volvll'lll llotuhll'll ll'llll' I I HÍs l'Sillhlt• lkspl ll'S dl' < ! lll' NOSt liV it-1'11 q\IL' las diiSl'S }!llhl'l lll\llll:S g<:tiiHIIliC:tS t'l'l'Íl'll l ll•gadas
��· huh1 fl1 1 1 Sl'lltido Nil'l l lpll' t:tll lljl'IIIIS lll sistl'lllll l'lliiiiiiHl qlll' il''l llllhl lll
q 1 11' \lll l'il'ldto Sl' l 1 1 1 hll'l'll hr1 1 l 1 1 1 1 1 1 1 d ro11tml th· 1 11111 p1 ov i1 1 l'i 1 1 llllllll
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' ''1HIIIaulll t111po�o� lhlt• m t•pl l l r , udulifi1HI I III, 1 1 Í1111 1111 todos IoN llt.;(l\'l'los tlt•l 111111 Hl''""" vlgt'llll'. HNI I I q l l ll'll' dt'l'ÍI' l(lll' los t• jl'rl'ilos uhlll hHiliH>• l'llll
l l l l .. l l l l l q1w huhkrun lop111do sohn•vivu <.' 11 l'lllllqi iÍl'r 1.01111 dudu. Estoy tillllllll l ll l t.' l:ihiL•11do u n snlurio, pcw qut.• d il'1 111 pngu ¡,.·m·l·d(n dt• In l l nc
'11'}' 1 1 1 1 1 dt• l(lll' l'Sio l'S L'il'l lo; y SL' nplku iguui iiiL'IIIL' a In propil:dad ur is l'io11 dt• i i i i JlliCStos asociuda u las espcdlicas pon: iones de 1 ic11 n de laN
I I H I'III t<.'ll tlL' tk·rrus, <.' Orl lo veremos e11 el prox imo (;aprtulo. E l punto en l(lll' <.:ada soldado era 110.\'J)('.\', o huésped, y <.:uyos impuestos l'l'cauda
t•l qu¡• smgiL·mn lns d i fercn<.:ias no fue el de la disposición germánica a hu directamente. Esta recaudación directa podfa ac..: a bar convirtie11dost.·
upmpinrSL' de la mma11itas, sino en el de cuánta ¡·onwnitcls quedaba aún 1.: 11 poco tiempo en una posesión defacto de la tierra, y de hecho L'So
por opropiursc. es lo que ocurrió -ya que Go(Tart también sostiene que muchos tk
l lny otros tres elementos propios de los reinos sucesores que son, e!l los elementos clave que explican el poder que ejercieron en los siglos IX
1 1 1 1 opi11 i6n, más importantes para comprender cómo se vino abajo e l y x los terratenientes sobre sus arrendatarios encuentran su origen L'l l
�-tlstl'IIIH liscal y político del Occidente romano. El primero de ellos �s los pormenores del sistema tributario tardorromano-. Esto signi l'ica
dt• hl·l'ho la crisis, ya que remite al grado de confusión y de perturba­ que, al final, los ejércitos terminaron integrados por terratenientes. Sin
l'Íoll hélh.:a que pudiera existir en cualquiera de las regiones del imperio embargo, el proceso fue mucho más lento y complejo de lo que los
tk· ( kc..: idcnte y que hiciera que las instituciones encontraran difícil seguir anteriores historiadores habían pensado jamás, y, en sí mismo, el s i­
operundo adecuadamente. El segundo plantea una interrogante -¿en glo v no tuvo por qué ser una época de crisis institucional, sino úni<.:a·
l JIIl' prec isaban gastar el dinero los estados sucesores?-, pues, si� r[ente de descentralización -tanto en el plano de la división del i m
<.'jl<rcito se remuneraba mediante la concesión de tierras, si la adminis­ perio e n reinos como e n e l del propio mecanismo de recaudación de
trudón pública (basada, excepto en el caso de la Italia ostrogocra:en-w impuestos, que fue arrancado de las manos de los curiales y transferido
gobierno provincial, no central, de estilo romano) había experimentado directamente a sus perceptores específicos-. Goffart j ustifica todo
una notable reducción, y si el suministro de alimentos a la ciudad de esto sobre la base de una nueva interpretación de los textos relaciona
Roma tampoco figuraba ya en el orden del día, salvo en Italia, entonc§s dos con la Italia ostrogoda y con los reinos visigodo y burgundio de
la necesidad de recaudar impuestos debió de haber descendido enorme..: la Galia.74
l llcnte. El tercero, íntimamente relacionado con el anterior, estriba �n La teoría de Goffart no es imposible. De hecho, los estados pueden
q11e la consideración social del ejército se vio modificada en la época entregar a los soldados porciones individuales de la recaudación de i m
posromana, ya que los ejércitos de los reinos romano-germánicos, defi­ puestos. Los estados posteriores al califato abasí lo hicieron al generali­
l l r dos en términos étnicos, no vinieron meramente a reemplazar a sús zar las cesiones iqta, que consistían precisamente en este tipo de partici­
predecesores romanos, sino que se vieron integrados por una nueva paciones en el fisco, una práctica que siguió realizándose en el mundo
111 istocracia dotada de un papel sociopolítico más amplio y de ambiciO­ islámico hasta bien entrada la época moderna (el ejemplo más célebre
IICS de muy_su-perior alcance. Deberán tenerse presentes estos pará­ es el del sistema de los timar entre los otomanos). También fue adopta­
metros cuando examinemos, uno por uno, cuatro de esos reinos: el del do, posiblemente por imitación, durante el período intermedio del estado
Á frica vándala, el de la España visigoda, el de la Galia franca y el de la bizantino (siglos IX a XIII), el cual le dio el nombre de pronoia. Como ya
I talia lombarda. se ha señalado, Goffart supuso que una recaudación de impuestos tan
No obstante, antes de centramos en esos ejemplos, hemos de consi­ localizada podía terminar convirtiéndose en la práctica en una forma de
derar una nueva cuestión general: la del debate surgido en torno a las propiedad, y eso es de hecho lo que hubiera ocurrido si el estado no hu­
teorías de Walter Qoffa!.t sobre el asentamiento «bárbaro». En 1 9 8 1 , biese vigilado el proceso fiscal, como presumiblemente debió de haber
Goffart propuso, en esencia, que los ejércitos que se establecieron en sucedido en el Occidente altomedieval, ya que todas las referencias
las distintas regiones de Occidente (al menos los fijados al sur del Loira) vinculadas a la recaudación de impuestos en esta región finalizan apro­
no recibieron su parte de tierras, esto es, el tercio o los dos tercios de ximadamente, como muy tarde, después del año 700 -aunque dicha
las heredades romanas que se cedían, según la práctica tradicional, evolución no era inevitable: la participación en los impuestos se trans­
para el asentamiento de los pueblos germánicos en concepto de hospi­ formó en posesión de tierras en el Irán de los siglos xvm y XIX, por
talitas. En vez de eso, se les permitió participar en el sistema fiscal, que ejemplo, pero ese deslizamiento nunca fue total en el mundo otoma-
1 1 1"!1\ 1 1 1 '1 1 1 1 1, 1 1\ f"! I I ITYI\ 1 1 1 1 1 1\ 1\ 1 11\ 11 1 11\ 1 1 1\1 11 1 1 1 1\
l . A I•C )1{ M A 1 11 l. 1 !.'1 1 A 1 11 1 1 :1 . 1

1 1 1 1 , , 1 '1 1 11 1 1hlt•1 1 1 1 1 l i ii iN!Nil' t' l l l ( l ll' l l l l huy 1111 Nlllll lt'XI I l l ( l ll' HliSll'llgll l e u o l o s pum todos l o s use n l l l t l l i e n l os, d u d u l a tendencia q ue existió a
1 l t i i i i i J H'IIlt' lll lt'UIItl l lt· < l o l l 1 11 l , Sus t'll l lros hll t l logmdo l l iOHl f'llt' qut· in l t l lnq�o d� lu muyor parte del siglo v a aplicar remedios ad hoc como
1 IUMII Hllll l l ll' l l lll'H l'j l: t l l p l os I 'CS\1 1 1 1 1 1 1 C \ l : l l ldo I I ICIIOS 1 1 1 1 1higuos. l J u o de
l c tl l l l l l l n para la reso l ución de prob lemas; y por último, objeción que
I'NWl l'lt' t l l plos Sl' l'lll'llcl l l rn �u los V"ria· l l . 1 7, y sc t'l' lacioua con la con­ q 1 1 1 1.1í sc u lu más importante, si lo que se proponía este método de alla­
t t' ,'l i l l l l , l' l l l t n l i n , d e u n a .wrs ( u n u part icipación fiscal, según GoiTart, l l l l l l l il'nt o de di ficultades era introducir el menor número de cambios
n l l t l t ¡ llt.' <k ac u e rd o con la teorfu a n t i g u a se t ra te de la porción de u n a posible, ¡,por qué abolir entonces la centenaria aplicación de las re­
1 t l tl't t ) u l sacl.·rtlolc godo J3uti l a , hacia e l año 5 1 O , concesión cuyo resul­ g l a s para el sostenimiento del ejército y confiar la recaudación de los
tado din•<:to fu e una dism inución de la carga fiscal que gravitaba sobre i m puestos a los propios soldados -o bien, si lo que de hecho se nece­
1 11 l' i 11 d 11 d concernida: Trente. Goffart lo i n terpreta como u n a demos­ s i taba era un cambio pronunciado, por qué no dar entonces tierras a las
l nwití n d e que los im p u e stos de Trente decrecieron porque Butila tenía tmpas, como sugieren implícitamente tantas fuentes? En realidad, yo
1 1h o m lu posibilidad de recaudar directamente una parte del montante.
voy a suponer aquí la existencia de un número de procedimientos ad
S t n c l l l hurgo, Wo l f Liebeschuetz señala que el dato podría significar lwc bastante mayor de lo que se acepta en las teorías tradicionales de
i�u u l mc n te que l a porción de tierras de B utila había quedado exenta de la hospitalitas. Sabemos que durante el período inicial de su invasión
i 1 1 1ptu:stos, ya que en ese caso la carga fiscal global también se habría de la Galia meridional, a principios de l a década de 4 1 O, los soldados
t cdud<.lo. 76 Y es muy J lamativa la frecuencia con que de hecho aparece visigodos eran alojados en casas particulares, conforme a criterios ro­
''" lus fuentes de l a época la terminología relacionada con la cesión de manos, en calidad de hospites. No es i mprobable que esa costumbre de
1 kt ra s a los «bárbaros», mientras que no ocurre lo mismo con las ter­
proporcionar alojamiento se convirtiera en una práctica rutinaria y más
l l l i nologfas tradicionales vinculadas a los impuestos: existen leyes de li rmemente asociada a la tierra después del año 4 1 8 -fecha en que los
finales del siglo v promulgadas por el rey visigodo Eurico en las que godos pactaron la paz con Roma-, aunque no necesariamente tuvo
st• p re vé l a existencia de disputas sobre lindes entre godos y romanos, por qué haberse verificado de forma sistemática. Los cálculos porcen­
lo que es difícil de explicar a menos que se postule un proceso de re­ tuales pudieron haberse producido después, una vez reorganizada la
put lo de tierras.77 Sigue dando la impresión de que lo que más firrnemen­ presión fiscal para incluir ese asentamiento en las parcelas de tierra. g�
l l' s o s t i e n e n las fuentes en todas las regiones, sobre bases empíricas, l]lUY posible que_los godos, tal).to _�n la Galia_,.SQ!IlQ_t�nJtalia, recibi�wn
l'N l a exi stencia de algún tipo de cesión de tierras destinado a promover igualmente pagos derivados-deJ. . gravame � d� Ja.s_tierra�) <fe acuerdo
los usentamientos. con proceCfímiepJ:os mixtos que ya contaban con casos análogos en la
No obstante, el planteamiento de Goffart ha suscitado apoyos nada casuística romana, y bien pudiera ocurrir que una parte del material
th·sdcJlables.78 En esencia, esto se debe a que presenta un gran panora- italiano de Goffart nos lo estuviera indicando así (aunque los datos no
1 1 111: J os grupos germánicos pudieron asentarse en el interior de un sis­ sean lo suficientemente concluyentes como para tener la seguridad
l l' I I HI fi s c al romano aún operativo, tal como sucediera con los visigo­ de que fuera eso lo que sucedía en la Galia).79 Sin embargo, todo mode­
dos en el año 418, con los burgundios en el año 443 o con los ostrogodos lo que presuponga la existencia de un cambio fluido, de carácter mera­
l'll 493, sin que tengamos constancia de la existencia de dificultades,
mente administrativo, violenta las pruebas de que disponemos sobre la
tkhido a que todo lo que se precisaba cambiar eran unos cuantos deta­ confusión del siglo v.
l les fiscales, con lo que, al mismo tiempo, pueden soslayarse los aspec­ Por otra parte, y por último, es preciso destacar que l!ls pruebas del
tos complejos relacionados con las cesiones de una o dos terceras par­ siglo v no sostienen en modo alguno el punto de vista que afirma que
les de las tierras. Sin embargo, a la inversa, puede decirse que esta gran el siste.J).J.a.fi sc.al quedó arruinado muy rápidamente. En l a década de 440,
panorámica no le secunda por entero en otros aspectos: eran demasia­ la-retórica de SalV1ano, contraria a las prácticaiDíscafes, es tan mordaz
dos los asentamientos germánicos de organización característicamente (véase más arriba la página 1 22) que difícilmente cabe suponer que se
menos acabada (los de los vándalos, los de los francos, o los de los encontrara ya en fase de decaimiento visible. Con todo, más importan­
lombardos); en cualquier caso, no existe ninguna razón particular que tes resultan aún, quizá, las cartas de Sidonio, que se remontan a las dé­
l'X p l ique por qué es preciso suponer que se utilizaran los mismos pro- cadas de 460 y 470, es decir, a los últimos momentos del proceso que
I I NA 1 1 1 ' 1 ! 111 1 1\ N 1 1 11VI\ 1 111 1 i\ 1\ 1 1 1\ 1 1 1 11\ 1 1 M l ' l l l ·\

Jllllll' 1 1 1 1 11 lll l l l l l l ll ldlld 1 O l l lllllll l' ll 111 ( lult11, 1 1 1 1 jllt ll'l'Ni l l. IIYII Vl,'l i l H.'lll'IOII l'll l'll t' l ui o �J 1J l!S probuhlc l l lcntc el p1111to de 1 n f kx 1 1 H 1 qm· h11n· l l l l'
1111 1 1 1 1 p l ll'll, l'll 1 1 1 11 !' 1 1 1111 (h,- SIIS I IISl'S, d ( 1\.'SI I IIll Olllllll ll'lllll del s i s l C I I I I I Vl'l si hll' lu (<t.:a(da» del i mpr.;rio d e Occidente.Kl
I I M' I I I . lu ICI I l l inologfn t 1 ihutmin, y pes�.: u
pese 1 1 110 sc1· O l l l l l i prcscntc, Eslo sr.; dehi6 principa l mente a razones r.;structuralcs. Á f'rit.:a <.' olls
1 1 1 1 sus1.· i t:ll' en ni ngún cuso u 1 1 énfasis retórico, a pa rece al menos con re­ l i t u fu el eje de la annona de grano y aceite para Roma, y, sin esc pcr

¡ • u l midud cn sus cscritos."0 Por esa época, no se consideraba aún la po­ l llllllr.;ntc s u m i n i s t ro de alimentos, la capital occidental (cosa que Romn

s i h i l idml de u n desplome del sistema impositivo: veremos que un siglo scg u fa siendo, a l menos en términos simbólicos) apenas podfa opr.;rar.

,k�o.¡H IL•s. e incluso en fechas posteriores, todavía sobrev ivían en la Ga­ < l iserico dio una nueva vuelta de tuerca a la situación al apoderarse
l l o n l f u nos impuestos (pp. 1 78- 1 90). Y en la Italia ostrogoda. el siste­ de Cerdeña en la década de 460 y, ya desde el año 440 -hasta el 476

' " " I ISL'lll aparece sistemáticamente documenta_do: el estado ostrogodo, utacó sistemáticamente la costa siciliana, puesto que estas islas eran las
qul' 111111 comprendía Roma y el gobierno central del imperio de Occi­ principales zonas capaces de sustituir al Africa como abastecedoras de

dl'lllL', s i t uado en Ravena, fue sin duda el estado sucesor que más plena grano en el Mediterráneo occidental. El objetivo evidente de Giscrico
l'l l l l l i ll u idad dio a todo el conjunto de procedimientos fiscales roma­ era «l'empire du blé»,* según ha dado en l lamarlo Christian Courtois,

l l l ls . H ' El derrumbamiento del sistema tributario del imperio romano ya que lo necesitaba como base sobre l a que cimentar su deseo de cons
l'S d uramente posterior a l a fundación de los reinos «bárbaros». tituirse en factor determinante para la política romana en Occidente: el
Pe m, en esta época, ¿para qué se lo utilizaba de hecho? No es fácil res­ propio elemento marítimo del reino vándalo fue posible, de hecho, gra
pomler a esto con material del siglo v. Para tener una mínima idea de cias a l a flota cargada de cereal que probablemente recalaba en el puerto
.
�·llo, deberemos adoptar una perspectiva de más largo plazo, y exami­ de Cartago en el año 439. 83 En el año 442, los vándalos consiguieron
nar la cuestión en el plano regional. ver refrendado su control sobre las tierras cerealistas africanas mediante
un tratado que, de acuerdo con Procopio, estipulaba que Giserico dehfu
entregar un tributo anual (dasmos) al imperio de Occidente, pacto q ue
1.os vándalos invadieron e l norte de África desde España en el año 429; observó hasta el año 455. Boudewijn Sirks ha interpretado este hecho
NC enconlraban y a en Numidia en el año 430, donde pusieron sitio a la como una continuación temporal de la annona; sin embargo, incluso en
l'iudad de Hippo Regius (Annaba) en la que agonizaba su obispo, Agus­ el caso de que la pretensión de Procopio fuera exacta, hay que considc
l fn : en el año 435 se les concedieron dos provincias mediante tratado en rar esta lectura de la situación como algo muy improbable, dado el peso
lo que aproximadamente viene a ser el actual este de Argelia, como pre­ de ese impuesto y lo débil que era l a capacidad negociadora de Roma
l l l i o por haber servido como soldados en el ejército romano. En 439 en el año 442. Es además en esta época, es decir, del año 440 en ade­
violaron el tratado y se apoderaron de Cartago, así como del foco de l a lante, cuando empezamos a encontrar los primeros signos de que el im­
pi'Osperidad agrícola africana: las provincias de l a Proconsular y Biza­ perio de Occidente sufría una grave escasez de recursos: da fe de ello la
c�.:na, es decir, respectivamente, el actual norte y sur de Túnez. A menu­ legislación de Valentiniano ID, gran parte de la cual trata de las situacio­
do se considera que el ataque vándalo fue prácticamente un desastre nes de déficit. 84 Roma, en particular, debió de haberse visto obligada a
fortuito, ya que nadie se tomó en serio que los vándalos pudiesen cons­ hacer frente a una crisis galopante; y si, como dista mucho de resultar
_
t i t u i r un peligro serio, pero se colaron furtivamente en Africa por la imposible, Giserico siguió efectivamente proporcionando suministros a
puerta de atrás. Puede que esto fuera cierto en el año 429, pero cierta­ la ciudad, aunque en calidad de transacción comercial, no fiscal (sobre
mente no lo es en relación con los años que median entre 435 y 439, pe­ el comercio vándalo, véanse las páginas 1 0 1 1 a 1 0 1 2), es decir, a cam­
ríodo en el que los vándalos se transformaron en una amenaza muy vi­ bio de dinero, entonces el efecto sobre los recursos tributarios de Occi­
sible sin que nadie hiciese nada al respecto. La reacción l legó después dente hubiera sido similar.
del año 439: a l o l argo de todo el siglo siguiente hubo constantes pla­ Debido a la ruptura del eje fiscal formado por Cartago y Roma, Ita­
nes romanos para recuperar África, aunque todos ellos quedaran en lia fue la región que más sufrió como consecuencia de las conquistas
nada hasta l a conquista que realizó Belisario en 534. En cualquier caso,
esos planes llegaban demasiado tarde. La toma de Cartago por Giseri- * «El imperio del trigo», en francés en el original. (N. de los t.)
1 (t I I Nt\ ll l:l' I I IIUt\ N I J JIVII 1 11 1 \ 11 1 ' 1 11 J l l tA I I MIIJ IJ¡\ 1 A llt li{ Mi\ 1 11 1 1 11�1'1\ 1 10

d1· ( l ihl'l llll 1 1 1 1 1 11 1 1 1 11,.., ¡.¡j li'lll'IIIOI'; l'll l IWIIIII q lll' 1 1 1 111 d1.• los l'fl'llll'IIIOS dl' 11fl11 •H�·l l'UIII I'll l'i l'llllliiCIHIIIII l'" IIJ III l'OJllll dll t'l'lll y t•x pl ll l l ll dl' 111 1:1 ll'Y
1'"111� 1 t llll f i i i i-!IIIS l lll' In SIISIIIIIl'illl t'X f l i O f >lllt'IOII dt• los l ll'ITIIS aristm;r:Í Jlll llllll l�udu por l lotHII IO t'll l' l mlu 4 1 2 contru l'l uonut isruo en Ál11ca,
1 i 1111, y qut· los gn11Hk's lt.'ITHtenknt�;,o.¡ uuscnlcs, que crun uno do los más incluso i.' ll los pormcnor�;s de su tabla de sam:iones, que eran distintas
¡ ¡• f • v:utll's f11<:tores de la eco1101llfa uf'ricunu, resi<.lfan en su mayor par- pum los miemhros de las d i ferentes jcrarqufas sociales romanas.x6 Los
11' • 11 R o 1 1 11 1 . 1 >ado que la propia Á frica, si n embargo, fue conquistada 1 1 H 1delos imperiales son de hecho las únicas fuentes visibles para cono­
1'1 1 1 1 "III H'It'nlt' ntpidcz, pese a las crónicas que re fieren con muy negros l'l'l práct icamente cualquiera de los aspectos del estado vándalo. Cier­
t i nh'�'> 1111-1 ol rm:idades vándalas («Les vandales n 'étaient pas, a coup turnonte, es d i ríci l considerar que la administración fuera distinta, ya
Hit, ,¡,. ¡wtlts .wints», * concede Courlois secamente), se hace difícil que i>Qeraba por medio de una compleja red .de funcionarios (que en su
I J II�\111 que se produjera una gran discontinuidad institucional en la tnuyorfa eran de ascendencia étnica romana), unos funcionarios que
í' t lllll l llundo Giserico se apoderó de ella. Después del año 439 (o s(m precisamente los que destacan en nuestra pobre documentación.
1 1 ) , los vándalos controlaron de forma estable l a región más rica de Puede que dichos funcionarios adoptaran la indumentaria vándala, pero
< hT idl'llle, dominio que incl uyó el de los mecanismos habituales de l a en otros aspectos no experimentaron cambio alguno, sruvo en cuestio­
n•ruud11ci6n de impuestos provincial. Por primera vez desde la...@n ­ ,)es de detalle (no es posible, por ejemplo, que el proconsul desempe­
qu ista romana, esa exacción tributaria se quedQ_ en Cartago y pudo �12: tiara como gobernador de África el mismo papel que había tenido antes
1 Ullll'l'er a la clase gobernante local; esta loc<!lización de la rique� del año 439 -pues ese rol había sido asumido ahora por el rey-, y pue­
: ! l t lcuna se vio aún más acentuada por el hecho de que llegara a su fin de que su cometido fuera, como ha propuesto Paul Barnwell, más simi­
t• l Histoma que ponía la posesión de las tierras en manos de propieta=- lar al del prcefectus urbis de Roma). Se les pagaba tanto en metálico
-
l i oH ausentes.ll5 CQ!n.Q_en espec�.,!_t�l como sucedía con anterioridad al año 439. Entre
1 �s preciso decir inmediatamente que l a estructura interna del estado �llos figuraban algunos funcionarios proviñciales, cüiñüersupervfsor
v(llldalo está excepcionalmente mal documentada. No obstante, resulta de la n..o.sta pública con el que se reúne Belisario en Sullecthum {S'alac­
ul i 1 dehatir acerca de África, ya que es un buen ejemplo de cómo pudo la) en el año 533, y como el funcionario fiscal residente en la ciudad, el
hulwrse organizado un estado sucesor en caso de que se hubiera esta­ procurator, cargo que Fulgencio, futuro santo, desempeñó brevemente
hll'l'ido en una época en que las instituciones romanas seguían funcio­ en tomo al año 490. 87 Según la legislación imperial, �os procuratores
lliliHio aún plenamente, con una irregularidad mínima. Para empezar,� habrían sido curiales, pero éste es el único argumento que aboga en fa­
l'l'ilndo estaba muy romanizado y los reyes vándalos se comportaron en vor de que éstos hayan conservado alguna responsabilidad fiscal en tiem­
ll llll'hos aspectos como gobernadores romanos. Esto se apreci a de for­ po de los vándalos, ya que en ninguna parte se hace referenci a a que de­
tl la muy notable en sus políticas religiosas, pese a que hayan- sido pre­ sempeñaran este papel tras la conquista bizantina, lo que indica que,
l ¡..,a111ente ellas las que les hayan hecho objeto de tan mala prensa a los para entonces, su rol ya había cesado. El siglo vándalo es el período en
o¡os de las generaciones posteriores, debido a que, procediendo de igual el que es más probable que terminara la recaudación délmpuestoscen­
tnunera que cualquier emperador, consideraron que su propia variante tralizada en las ciudades, junto con la autonomía política urbana,-plan­
del cristianismo, el arrianismo, era la única legítima, y a que persiguie­ teaffilerito en erque abunda el hecho de que en las ciudades africanas se
l'on, al menos de forma intermitente (principalmente en el año 484, y en constate por esta misma época un declive de las zonas próximas al foro
lu década de 5 1 0), a cuantos juzgaron herejes, condición que no obstan­ (véanse más adelante las páginas 903 a 906). Resulta cuando menos po­
te se aplicaba a la totalidad de la población de África, ya fuese católica, sible que los vándalos centralizaran simplemente la recaudación de im­
donatista o maniquea. No obstante, l a persecución que emQrendieron puestos, tal como ocurriera con los romanos del este (véase más arriba
fue exactamente análo�_? l a de cualgyier_ emperador católico. De he­ la página 1 3 1), y que lo hicieran por las mismas fechas, esto es, en torno
l'lto, se había copiado de mooelosromanos: el Edicto de Huneoco del al año 500. 88
- En cualquier caso, es evidente que se siguieron recaudando impues­
� «Los vándalos no eran, de seguro, unos santitos», en francés en el original. tos durante el período vándalo: hay varias referencias a este hecho, así
(N. de los t.) como, según es ya habitual, a su cuantía y carácter opresivo. Los impues-
UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA LA FORMA DEL ESTADO 159

tos no sólo pagaban la administración pública, también hicieron inme�­ el más explícito, l a descripción que hace Procopio de las expropiacio­
sn mente ricos a los reyes vándalos, como muestran los poemas en los nes de Giserico, fue redactado un siglo después. Además, siempre que
que se ensalzanlos edificios levantados por ellos en la zona de Cartago, no trata de acontecimientos de su época, Procopio tiende a embarcarse
los L'Omentarios admirativos de Procopio sobre un palacio real situado en relatos románticos y en ocasiones fantasiosos, y a pesar de que utilice
1•11 I n costa sur de Cartago, y por último, sin que eso le reste importancia, para los asentamientos la palabra kleros, esto es, la correcta traducción
t•l im presionante relato con el que este mismo autor nos refiere la enor­ griega de la sors latina, en griego, la voz kleros aludía con más fre­
llle magnitud del tesoro del rey Gelimero, capturado al oeste de la capi­ cuencia a los «lotes de tierra» que el vocablo sors en latín: puede que
t u l por los conquistadores romanos, en el año 534. Tal como señ�_I.Q­ Procopio haya confundido simplemente un término técnico utilizado
l'l >pi o, este tesoro había �odicl_o_an _crecetl imnensamente debidoagpe en el cálculo de los ingresos fiscales, y que haya supuesto, dado que en
los i ngresos africanos no habían- tenido__qu e_salir gel país_p_or espacio_de el año 534 los vándalos eran terratenientes, que lo habían sido siem­
ll<lVCJlta y cinco años.89 Está mucho menos claro, no obstante, que estos pre.91 Con todo, los vándalos no saberon de la nada en el año 429. Ha­
l l l lpllestosse�e n el ejército. La recaudación de impuestos afri­ bían acumulado una experiencia de dos décadas en la ocupación de una
�.'Hilll nunca había tenido este destino, al menos no en medida conside­ provincia romana, primero en el noroeste de España, y más tarde en su
l nhle, ya que, históricamente, el ejército había sido pequeño (los roma­ suroeste, donde probablemente tuvieron un primer contacto con la ri­
nos no habían considerado que los bereberes, tanto en la frontera como queza asociada a l a posesión de tierras, el más importante factor de
111(1s allá de ella, pudieran constituir un peligro vital, pese al hecho de posición social existente en el imperio romano, como en cualquier
que estuvieran empezando a serlo en la época vándala; además siguie­ civi l i zación agraria. Tampoco habían constituido nunca un ejército
ron planteando una grave amenaza tanto bajo la dominación bizantina romano, ni siquiera nominalmente (a diferencia de los visigodos en el
t.• omo durante la árabe). El ejército�ándalo, pese a no ser uno de los año 4 1 8). Tg,dos.Jos soldados germánicos cuyas carreras podemos ras­
g
ntíls importantes ejércitos ermánicps-:-era-mayor que el �<?_mano acan-=.� trear deseaban tierras, o más tierras, tan pronto como les eg¡._posible
to1 111do en África. Sin embargo, las pruebas indican que se hallaba ase.�­ ? btenerlas: en la Italia ostrogoda, los Vari� están llenos de ejemplos de
tado en parcelas rurales, en sortes (el término utilizado habitualmente rec lamaciones ilegales de tierras realizadas por ellos, y contamos con
1'11 l'l siglo v para denotar los lotes de tierra), en particular en la Procon­ relatos galos paralelos.92 Dista mucho de estar claro que un nuevo ejér­
�111111' la famiba real conservaba el control de Bizacena. Es probable cito conquistador, que además no tenía necesidad de negociar, se hu­
I J l ll' los vándalos se asentaran en tierras imperiales, que eran-muy éx­
biese conformado simplemente con recibir un salario. En el año 484
ll'IIIIIIS en África, así como en fincas confiscadas a la aristocracia ró- hay referencias a la posesión de tierras por parte de los vándalos, y vuel­
1 1 1111111 (tal como pretende Procopio). Tras la reconquista, Justiniano vol­ ve a haberlas en 534, así que, incluso en el caso de que en el año 439 se
vio u requisar las tierras, entregándolas al fisco. �stas tiei:.FaS;> según la les hubieran entregado únicamente una serie de importes basados en
Jll'lll'lku aplicada normalmente a los asentamientos germánicos en sue­ estimaciones recaudatorias, queda al menos claro que se convirtieron
lo l llt'U I , estaban exentas de impues_!os, ya que, a cambio de ellas, los muy pronto en terratenientes._ Los vándalos querían ser aristócratas, no
vuudalos realizaban tareas militares.90 simples soldados, y ésa es la condición que adquirieron tantos como pu­
En l'ierlo sentido, el hecho de que Giserico asentara a los vándalos dieron. Esto quiere decir que no formaban un mero ejército, sino una
_
l'll ri m.·us rurales, resulta más sorprendente de lo que estoy haciendo �,;lnsc gobernante militarizada.93 Esta es la diferencia esencial entre los
uj e rcifo s romanos y los germánicos que los reemplazaron: los ejérci­
v�· � . En África, el sistema fiscal romano quedó intacto; y los ejércitos
1 OlllilllOS se hahfan so s te n id o siempre a base de salarios. Si en a l guna tos romanos n o constituían una élite, excepto en el caso de sus dih­
p111 11• l l l•go u t �o: nc r un mfnimo sentido proponer que un rey germáni<.:o !'l.'IIIC1l, mient ras que los cj6rcitos germánicos, en su Illayor prute, sí que
lll'Cl·dil-1'11 u n: p u rt irsc un porce ntaje d�.: l u s l ieiTUS contabil izadas en l a lo l'l'llll. Y lógi�,;tu nente lu tierra ac o m paña ba este estado de cosas. Gise-
I'Ht i l llut'IOII de los i ngrl'sos l'iscn il's, d�.:hió <k Sl'f' nquf. 1\dcln�s . los da 1 ico uctu6 con l i hcrwd en el arlo 439, pero es muy improbable que hu­
tos d\•1 HSl'lltll l l l i�·nto dl• los vundnlos l'll tim·ns llll'llks 110 son <knwsin hil'Sl' t m t nd o dl' n:sisti i'Sl' 11 di<:hn 16git:a. ComplÍresc su proceder con el
do nllll.' l l l l'llh'N, M' l r 1 111t1111 llllll'ol llll'llll' 11 1 11'� l'll' I I H'IIIIt'l p1 ohntor io s y
, dl' l l n l r t n ' l l 1 1 1 1 1 1 1 , que sr se 1 \ H IH I I ú l'l'lll'Ío 11 l' l h l l rus las nrimems con-
·
I J NA I I IS'I( li( I A N I J I • VA 1 111 1 A A l lA I I I IA I I M I • I I I A 1 1\ I•I II( M A l ll'i f iS I A I H I 1 Cd

quistas árabes y q ue tlet:ret6, e n t re los ailos MO y 6'1.2, q u l! sus �.· jc:rcilos l l l l l i n i .. l ll l l l l l l l l ll'II(OS 11 ( ' oiiS( l l l l l l l lOpla ( Vl'IISl' l ll llS IHk l a l l l l' 111.., J)llpl
debían permanecer en cuarte le s , o en ci udadelas de tropa, recibir una 1111� ,.!() 1 >( ) \ ), S n l l! l l lhmgo, bajo lu dwninnl'lon van dul u, d hL·cho dt· t¡I H'
paga («ata»), y no adquirir tierras: fu e una decisión d i l'fc i l , que t u vo 1111 n t o; l ll'Sl' 11 1111 llL't'l'Sidad recaudatorw pc n 1 1 i t i o una involucion l' l l In
enormes consecuencias, y que ap a rece citada innumerahlcs veces en 1 1 11 1 1 1111/11 dt• i m p uest os . Y esto, a largo p la :t.o, hahrfa eamhiado l'l l su lo
nuestras fuentes.94 La ausencia de alternativas simi lares en las d c sc ri p l u l ld.td l' l l u nd awe n l o del estado.
ciones de las conquistas germánicas me parece significativa, incl uso te l • l l t• l ruso <k los vándalos, he dedic.;ado cie rto t iempo 11 u11 I I IHil'l i H I
niendo en cuenta lo esquemáticos que son los datos que nos propor 1 1 luiiVIIII It'llll' l'sca so . Ello se dcbe a qm:. en e l siglo v. los vnndalos con,..,
cionan las fuentes de que disponemos en relación con el Á frica de la l l l l l y t 1 1 t• l nw¡or ejem p l o de c.;onquista rú¡)l(la dl! u n a prov i ncia l ll'tt. Po1
década de 440. l 1 1 qt�t· hure 11 la eficacia y a la facilidad de su ocu pac i ó n . el u n ico p11 1 11
Sin embargo, en este caso África se vuelve paradójica: se había or­ l1 l t 't l l lt l l'S l' l de la loma árabe de S i ria, Pales t i n a y Egipto ( a< k l l iiiS dt•
ganizado en tomo a un sistema fiscal muy eficiente, pero los principa­ l 1 1tl, l t'll l il•ntpos de 'U m ar, a q u ie n ya se ha citado por haher oplmlo pw
les gastos del estado, la annona para Roma y para el ejército, ya no se 11lt1·t lltlt ivns d i ferentes a las de G iscrico. Sin em b argo . si los vund11los
pagaban mediante sus impuestos. Aunque nos trasladáramos al ámbito ' "'''tl l l llYL'I l un modelo se debe precisamente a la firmeza y a In solult·t
hipotético, y propusiéramos la existencia de pagos suplementarios a los 111' l t l t H uuwl de ese punto de partida: Jo 9J.le hacc_g_ue un sisiL'Illll IIM'til
soldados vándalos (cuando efectuaban una campaña sin duda los reci­ ¡ n wdu wnirse ahajo, incluso en circunstanciasfa\lot:ablc!i. es d lll'l'ho tlt•
bían, y también cuando actuaban como guarnición de los castra, cosa qt 11· n o n•su l l c estructuralmente nccesarioJ?ara Ul:u!_Q.(lli l n i t. : acion. 1 \1 pu
que ciertamente hacían -Fulgencio, en uno de sus discursos contra los 1 •1 11 - l t N J t lo que mayores semejanzas presenta con el caso de los vu nd u l t 11
arrianos, hace referencia a ellos-), seguiríamos enfrentándonos a un 1' 1 1 ( kddcnle es el de los oslrogodos; y además está mucho l l H�jm dot l l
presupuesto notablemente desequilibrado. No sólo la familia real debió l l l l ' l t l udo. S i paso a q u f por alto a los o st ro godo s en tanto q u c oh¡t•lo dr
haber adquirido una asombrosa riqueza, sino también otras muchas, tal , . ., t l ldJo Sl' debe e n gran medida a que, en I talia, su dom inio duro I I H' I IWI
como dice Procopio. De hecho, Procopio va más lejos, y sostiene que en dt· lu l lt l l m l de la hegemonía de los vándalos, y a que, en consecm·nl'lll, l'l
realidad Giserico había destruido los documentos fiscales romanos. Po­ •'l l l l tluo n largo plazo res ul ta menos visible. No obstante, d i ferfun d1· lo�oo
demos ponerlo en duda: sería extraño que lo hubiera hecho, no encaja \ ,uulnlos en ulgu nos as pec to s clave. En primer luga r, I talia había v iv ido

con la circunstancia de que los vándalos siguieran cobrando impuestos, 1 1 1 111 I' XJ ll' d enc i a considerablemente traumática a lo largo del 1 m•d i o st
aunque sí concuerda con la extravagante forma en que Procopio esctibe •• l 1 1 lltlll'rior a la penetración de Teodorico en la pe n fns u l u , ocunidu l'll
acerca de Giserico. No obstante, Procopio fue testigo ocular de lo que ¡•l ut\o ·1'>0: qu izá la i nvasi6n no fuera la máxima causa de csa zm.ohm,
en efecto sucedió en el año 534: dada l a inexactitud de la teneduría de J H' I I I ul 1 1 1e no s la pert u rbaci6n de su equilibrio fiscal, generadu pn't'lSII
libros vándala, Justiniano se vio en la necesidad de valorar de nueyQja 1 1 11.:111l' por In presencia de los vándalos en Á frica, sf que contribuyo 11 pm
base fiscal africana, y para ello envió a dos hombres que terminaron des­ Vtlt.:tl l ln. I t a l i a no poseía una estructura inst i t ucional tan s(>l ida coliiO 111
pel1ando odio en los africanos a causa de su falta de moderaciónY5 Como 1 1 1 1 iuuw, y de hecho se atribuye a Teodorico la autoría, no sin Vl'I'OS i l l l l
mínimo, da la impresión de que los vándalos habían descuidado la con­ l il l ld, dl' u n a notuhlc labor d e reconstrucción. E n sc� u nd o l ugar, l l u liti i i C I
fección del catastro, y es incluso probable --dada la reacción de África NUfrfu l'l m i s m o desett u il i briu p re su p ue sta ri o que A fricn, yu qm· lllTI'Nt
en el año 534- que también se hubiesen desentendido de las exaccio­ l i lhll ohtt·m·r de su propio ll'l'ritorio s u m i n istms para Ronw, ¡wst• 11 ql lt'
nes. ¿Por qué asumir el considerable esfuerzo de poner al día los regis­ t•l t·jt'rdto ustrOAOdl>. ul igual qut· el vándalo, se huhiest• nst·ntndo l'll Jlll l
tros si lo que ya se tiene es casi demasiado? Este tipo de desequilibrio p�t•dudl'S r u st il' us, y u pcs:u i nl'luso de tj liC el h l l l lUJW uc lu l' l l l < h u l dt•
presupuestario condujo gradualmente a la descomposición de la estruc­ Ro11111 sigu tl'tll tlt•cr ecit•ndu puulat i nu uu: ntc.. Po1 eonsigu Ít'llll', 111111 dt• 111..,
tura básica del sistema impositivo. Si Justiniano, que tenía otras ncccsi 1 OSIIS t¡lll' lt)l{ Vétria· 110 llll'Sl igllllll t'll u h so l l l l t l l' Sd uc:;pltHl ll' t ls�·al. Pro
dades, no hubiera intervenido, no hay duda de que el sistema se habrfa de I'I IJllll hm•t• ll'll'll'llt'ia lll lll'dlo dt• ql ll', t'll d 11f1o )iJ 1 , los l'Ol lqll tS(lldl ll t'S
teriorado aún más. D esd e luego, la i n fr ae s t r uct u ra riscal tk- In regi(Íil I I II I IIII IOS l' X lg ll'l'l ll l t•l cohm dt• i i i i J Hil'S(OS lll l'IISIIdOS, pt'IO 110 llll'llt'lllllll
cobró nuevos brfos: conw muy l u rdt• hacia t'l a11o l100 Á l1 ku vo l v 1 n a l j l ll' ltllhii'Sl' lll J I I( l l l l l}tllllll lll'l ' l'"ldlld dt• l ll ll'VIII'o l lllll'l(lll l-. 'lfo 1 1 1111 11 pod1 Íll
1 62 UNA HISTORIA NUEVA DE LA ALTA EDAD MEDIA LA FORMA DEL ESTADO l (d

haber seguido siendo durante mucho tiempo un estado sucesor entera­ de su capacidad de dominio. Con todo, este fortalecimiento del estado
mente gobernado en función de criterios romanos. S_in embargo, ñOpo­ contrasta con la existencia de un conjunto cada vez más fragme n tad o <k
demos comprobar esta hipótesis, ya que los romanos no sólo acabaron sociedades locales.97 Esto puede apreciarse muy bien en una breve ex
con los ostrogodos, sino que sus guerras, libradas entre los años 53-s-y posición que amplía parcialmente el análisis político que se ha expuL'S
554, arrasaron también la mayor parte de Italia. Los lombardos, comó to en el capítulo 2 (páginas 88 a 9 1 ) .
veremos, heredaron una Italia diferente a partir del bienio de 568 a 569. España, como vimos en e l capítulo 2 , e s difícil de gobernélr: sus 1.0
nas más ricas se encuentran todas en la periferia, y están sepélradas J H H
montañas, tanto entre sí, como de la meseta central. No tene mos e n ah
El segundo ejemplo que voy a exponer es el de los visigodos. Al me­ soluto una visión clara del modo en que los visigodos llegaron a c;o11
nos ellos permiten una panorámica más amplia, pues los reyes visigo­ trolarla en los primeros años de su ocupación, que comenzó en el tcr<.:<.'J
dos gobernaron una región continental del imperio romano por espacio cuarto del siglo v , pero los comienzos de este siglo habían constituido u 1 1
de tres siglos. Aunque uno restrinja su análisis a los visigodos de Espa­ período de confusión y de continuas conquistas a manos de u n gran n u
ña, como aquí haremos, puede recorrerse un franja temporal de más de mero de pueblos invasores en el que parece haberse visto envuelta todo
dos siglos. Las pruebas escritas visigodas son también mejores que las lu península, a excepción de la Tarraconense (grosso modo las actualt·s
de los vándalos, pues disponemos de una amplísima cantidad de legis­ ( 'utaluña y Aragón) en el noroeste. Además, no sabemos con claridad qm'
lación suya, tanto secular como eclesiástica. Por desgracia, no se trata t•nntidad de estructuras políticas romanas quedaban en pie en la l-pora
de una documentación que cuente con un buen contrapunto fundado en t•n que los visigodos lograron un control estable en la mayor partl' dt• 111
otros tipos de pruebas -sabemos mucho sobre la teoría visigoda, y bas­ ¡wnfnsula, esto es, en la década de 480. Tras la derrota sufrida po 1 IoM
tante menos de su práctica-, aunque sí que tenemos un interesante v iNigodos a manos de Clodoveo en Vouillé en el año 507, y despm�s dt•
conjunto de vidas de santos y otros relatos, así como una colección de ' l lll' perdieran todas las tierras que poseían en la Galia, salvo la Sl' p t •
documentos grabados en pizarra que aún no ha sido bien estudiada por n l u l l i n ( e l Languedoc), el reino entró en un período de crisis q u e lwhd11
los historiadores (véase el capítulo 4, páginas 330 a 334). dt• d u rar dos generacione s. Para restablecer la autoridad real e n t n: lll'i
En el Occidente posromano, la presencia de los visigodos en España clt'l'lldus <.le 570 y 580, Leovigildo hubo de recurrir a la conquista, yn qm·
sobresale por una particularidad: su estado no fuedebilitándose con el ltnh(u muchas otras partes de la península que eran totalmente i nd�.:¡K'Il
tie..!!] pO, sino haciéndose más fuerte. Esta afirmación ha sido puesta en dt�·nt<.•s: los vascones en el norte, el reino suevo en el noreste, el 1\.!JTito
entredicho, como es habitual en la historiografía de la alta Edad Me­ 1 l1 1 dt• C'nntabria (probablemente centrado en torno al alto valle del Ehm,
dia: en especial, son varios los eruditos que consideran que el perío­ y �''HIIIl parece gobernado al estilo romano por un senatus), las t ie • m�
do situado en torno al año 700 es una época de crisis, una crisis que no ih•l ,.,.,ior Aspidio (justo al sur de la Galieia sueva), la ciudad de ( '(ll
sólo se manifiesta en la ley y el orden, sino que se refleja en el poder de d11h11, t'JI 1.!1 sur, los territorios de ubicación desconoc i da de la Orospl'dll
los reyes sobre la aristocracia, lo que termina incapacitando a los visigo­ y Suh 1 1 1 iu, y la costa suroriental, controlada por el i mperi o hi:.r.ant i no, l'll
dos para resistir a los árabes en el año 7 1 1 . Un punto de vista alternati­ t l ll lll l 11 ( 'tu tagena.'>H Lcovigi Ido conquistó todas estas regiones, cxct•plo
vo, que parece mucho más convincente, es el que señala que la principal 11• ¡ u l l l ll'l'll y la ú l t i rna, pero la proc l i v idad de la península pam esdnd11
prueba de desbarajuste se encuentra en el código legal, cuyas últimas 1(� tlr t'l'il' 1 1 1odo indica al menos lo poco que sus distintas n:giom·:-. dt•
leyes aparecen repletas de distinciones extremadamente coloristas sobre f tt!JII lrlln IIIHIS di.! otras. Esp<ll'ia estaba, como hemos visto, rc lal iYtl l lll'llt.'·
los delitos, descritos con una retórica chillona, y contrarrestados, ade­ d-:�li \ l l l t l l l l ldll de la red liscal romana (véase más arriba las p(t�inas 1 • 1 '\
más, con violentas medidas. Como suele ocurrir con l a legislación, pue­ i d·i ) 1''4 pmh11hle que su unidad interna nunca ruera s6litla. S i n e J l lluu
de interpretarse que las listas de conductas i lega l es son la prueba <.le unél í!''· III'I I I I IH dt• ton c l u i r que 11 med iados tkl si�lo V I la rrn�llll'lltnrlo n
crisis, o bien el testimonio <.le una determinac ión regia encaminada a � í . ! l l l l l l l lh'll y poJ ( t J�O hahfu lk�ndo bastlllltC lejos.
forzar el control de la sociedad c i v i l 1 k hecho, hay pnu:has ramna
.
L t , t V I p i ldo y su h i jo R<.'l'HJedo ( l al lcl'ido L'll l'l tulo 60 1 ) t•lnl'intlll
hlemcnt\.! sólidas dl'l i n<."Jl' l lll' J l t o tonto dl' l11 1 1 1 1lhJ<.' JOil tk los n·yl�s <.' OIIIO 1 1 0 dUJ I I i l l l l l ¡• ;• t u h l 1· l'll H�p111\11, )HOilllllgum n 1111 l.'od•go lq�ul l'iJStl'llllltJ

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