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El liliputiense bellaco

por Fernando Vallejo

—¡Con que siempre sí se nos va a reelegir el hombrecito, le


dieron permiso!
—¿Pero quién? ¿Quién se lo dio?
—Ah, yo no sé, compadre, yo de política no sé un carajo.
Por ái me dijeron que el Congreso.
—¡Ah, con razón! Es que esos mercaderes son capaces de
vender hasta la cruz de Cristo y la lechita de sus madres. ¿Y
cómo le hizo pa convencerlos, los compró?
¡Claro, los compró! Pero no con su plata ganada con el
sudor de su frente: con la mía, con la nuestra, con los cuatro mil
millones de dólares que le estamos girando a Colombia desde el
exterior por año los colombianos de la diáspora, que es con los
que se pagan las embajadas, los consulados y demás lechosos
puestos diplomáticos que el lactífero repartió entre los
familiares y paniaguados de los congresistas que le aprobaron
su reforma, la que hoy le permite competir para seguir
mamando del presupuesto otros cuatro años. O con qué creen
que se pagan, díganme a ver. ¡Con nuestras rameras, carajo!
Perdón, con nuestras remesas, con ésas, las de los tres millones
de colombianos que vivimos afuera porque la patria del
acondroplásico nos echó. Con nuestros dólares ganados uno a
uno, gota a gota de sudor y sangre, con ésos los compró.
Paisanos, si este culibajito se vuelve a pegar de la teta grande,
no lo suelta diái ni misiá Hijueputa, ¿que saben quién es?
—¡La mamá di uno que vi entrando el otro día a la
Cámara!
—A cuál de las dos: ¿a la alta, o a la baja?
—No sea güevón, hombre, que la única Cámara es la baja.
—No, señor, también hay una cámara alta: el Senado.
—Ah, si es así, pues entonces sepa que también vi el otro
día a otro hijo de doña misiá Hijueputa entrando al Senado.
Quitando los de la droga (que son obra del esforzado
trabajo de las Farc o del de los paramilitares que nuestro
homúnculo hace poco, a la verraca, indultó), ¿cuántos dólares
creen que produce Colombia en exportaciones al año? El Perú,
cuyo presidente Toledo en ningún momento de su gobierno
llegó en las encuestas ni siquiera al diez por ciento de
aprobación, el año pasado exportó 18 mil millones de dólares, y
ese pobre país, que es una cordillera seca, un yermo
hambreado, no tiene ni la mitad de la población de Colombia,
que es fértil. Dentro de unos días, antes de entintar el dedo,
paisano, averígüese las cifras de exportación de Colombia para
cualquiera de los cuatro años del gobierno del más grande
presidente que hemos tenido en doscientos años y me las
compara con las del Perú. Y si no se le cae la cara de la
vergüenza, es que usted no tiene. Y si no tiene, entonces sí, vote
otra vez por él para que el gran mamón que ya mamó de la
Alcaldía de Medellín, la Gobernación de Antioquia y la
Presidencia de Colombia siga mamando de ésta otros cuatro
años, que según el mejor estilo de su mentor Hugo Chávez se
nos multiplicarán por otros cuatro para convertirse en dieciséis.
¡Vote, vote por él para que se siga hastiando la criaturita de
leche! Eso sí, le reconozco al homunculito una cosa: que con
todo y lo chiquito que es y lo culibajito, él ha sido el único que
fue capaz de agarrar a Tirofijo en doscientos años. Conseguido
lo cual, ahora se va a seguir con Grannobles, Raúl Reyes y
Romaña. Pero claro, apenas lo reelijamos. Entintadores de
dedos, votadores, votones, el que compre hoy un carro en
Colombia, un televisor, una casetera, sepa que no los está
comprando con los dólares que produjo el mejor presidente que
hemos tenido en doscientos años, sino con los que les
mandamos los de la diáspora: nosotros, los verracos, los que
alzamos la pata y orinamos billete verde.
La otra noche lo vi por televisión en CNN contándole a
Patricia Janiot que el Espíritu Santo lo había salvado dos veces
de las Farc. ¡Ah paloma cagona! ¿Por qué más bien no nos librás
de ése, que hoy por hoy es la gran plaga que tiene Colombia? Él
y la clase rapaz que representa, "la clase dirigente". ¿O es que
no ves nada desde arriba, paloma güevona? Y después lo volví
a ver por CNN pero ahora en la Casa Blanca, dirigiéndose en
idioma maicero, montañero a su amo, el mismísimo Bush.
—¿Y qué sintió, compadre?
—¡Pues orgullo patrio! El hombrecito se empina, aprieta el
culito y entona.
—¿Y qué dice?
—Dice: "Muuuu..."
—¡Qué gran hombre! Es el mejor presidente que ha tenido
Colombia en doscientos años.
—Pero hablemos de nosotros, de usted y yo compadre, de
los problemas que nos aquejan. ¿Sabe cuál es la última?
—No, cuente a ver...
—Que me van a meter preso.
—¡Pero quién! ¡Y por qué!
—No sé, un juez...
—¿Hombre o mujer?
—No sé, no me acuerdo, con los años ya ando medio
debilucho de la memoria. Me manda citatorios por e—mail: que
se me presenta el día tal a la hora tal en el sitio tal para que
responda por lo que dijo en la revista SoHo.
—¿Y qué dije yo en la revista SoHo, señor juez?
—Dijo: "¡Viva la revolución matacuras!", lo cual es una
instigación al genocidio.
—Ah caray, ¿así de grave? ¿Y cuánto da eso de cárcel?
—Cinco años.
—¿Cinco? ¡Ni puel Putas! Entonces si dije lo que usté dice
que dije, retiro lo dicho. Yo no voy a matar a ningún cura, al
que voy a matar es al papa.
—¿Y él que le respondió, compadre?
—Nada, me mandó otro citatorio en otro e—mail: que se
me presenta el día tal a la hora tal en el sitio tal para que
responda por lo que dijo.
—¿Y usté qué le contestó?
—Le contesté: "Ya voy Toño".
—Hizo mal, porque con eso lo único que va a lograr es
ganarse la inquina del juez, que le tome tirria y en vez de cinco
años de cárcel le recete seis.
—¿Usté cree?
—¡Claro! Echarse a un juez de enemigo es como tener el
cristiano una caranga día y noche picándole el chimbo. Usté lo
que ha debido hacer es contestarle: "Mándeme entonces, señor
juez, el pasaje de ida y vuelta a Colombia desde México y me
aloja en el Tequendama, que es donde el señor presidente alojó
tres noches al guerrillero arrepentido de las Farc".
—¿De veras? ¿Eso hizo ese minusculino? ¿Tres noches en
un hotel de cuatro estrellas por andar asesinando? ¡Ah gran
bellaco!
Yo no voy a matar a ningún curita porque es a los que más
les tengo compasión. Ellos son las primeras víctimas de la Gran
Puta de Roma. Pero dejame, juececillo, que agarre al inquisidor
Ratzinger, el ex jefe del Santo Oficio, y vas a ver. Vas a ver, vas a
ver, vas a ver cómo le retuerzo el pescuezo a ese Torquemada.
El asunto de SoHo va así: una chica hermosa pero pobre
que no tenía ni ropa, para ganarse unos pesitos con qué poderse
vestir tuvo que cargar desnuda una pesada cruz, cayendo y
parándose, cayendo y parándose como Cristo sin Viagra, y por
doce estaciones. Voilà tout. Y eso es todo, por eso nos quieren
crucificar como a Cristo: por nuestra bienintencionada obra de
caridad de darle de vestir al desnudo. ¡Ah, compadre, qué mal
anda el mundo y nuestro pobre país! En Colombia los tres
poderes compiten en vileza a ver cuál es el más ruin, y empatan
y ganan juntos. ¡Ay, dizque el poder Ejecutivo, el Legislativo y
el Judicial! Dizque el señor juez, la señora juez, el señor
presidente, el Honorable Congreso...
—Señorita, ¿está el señor ministro?
—No, él está en junta.
¡Con quién se andará juntando el hideputa!
Juro por Dios que no existe que no sé ni cómo te llamas,
señor juez. Ni siquiera sé si eres hombre o mujer. No quiero
ensuciarme con tu nombre el alma. Lo que sí te quiero decir
desde esta columna libre mal que te pese es que ¿por qué mejor
no cogés oficio y te vas a agarrar a Tirofijo, a Raúl Reyes, a
Grannobles, a Romaña? ¿O a los miles de paramilitares
genocidas que el homúnculo indultó y a los que el DAS les
borró el pasado judicial para que no hubiera forma de
extraditarlos a los Estados Unidos como traficantes de coca?
¡Con que incitación al genocidio! ¡Ah malnacido, cabrón!

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