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LEYENDAS

COMIDAS TIPICAS
POESIAS COSTUMBRISTAS

1
INDICE

DEDICATORIA…………………………………………....2
LEYENDAS
LAGUNA BRAVO………….……...………………………3
EL GUAJOJO Y LA PLANTA DE CHIMA………..……...7
EL SILBACO……………………………………….……..15
EL SILBACO……………………………………………...19
EL JICHI EXISTE……………………………….…….…..23
EL LEGENDARIO DUENDE………………….……..…..27
EL CARRETON DE LA OTRA VIDA………………..….33
COMIDAS TIPICAS DE LA REGION
MAJAO…………………………………………….……...35
LOCRO CARRETERO………………………….………..36
SONZO……………………………………….….………...37
HUMINTA………………………………….….………….38
POESIAS COSTUMBRISTAS
AMIGO FIEL………………………………………….…..39
MAMI……………………………………….….………….41

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

DEDICATORIA

Dedico este libro recuerdos del ayer a la memoria de mi querido


padre Sr: Luis Alberto Arteaga Calalú Q.E.P.D. Que desde el cielo
me está apoyando en todo momento.

Agradezco a mi querida abuelita Nelda Roca Fresco por compartir


estas historias con migo para que yo pueda elaborar este libro.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

LEYENDAS

LAGUNA BRAVO

Entre San Cristóbal y Santa Rosa del Yacuma, hay una laguna:
Bravo Grande .En sus contornos hay estancias con abundante
ganado. En una estancia vivía un estanciero que tenía mucho
ganado vacuno, caprino y ovino. El dueño era tildado como un
hombre orgulloso, egoísta, ambicioso, prepotente, explotador,
severo, no ayudaba a nadie y su carácter era muy discriminatorio
con la gente humilde, especialmente a la hora de almorzar. Los
peones se alimentaban muy lejos del patrón; pero se escuchaba
nítidamente lo que renegaba con los perros, les decía:

-¡vayan a comer con los peones! ¡Es allí donde pertenecen!

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Más conocido como el Baba, seudónimo muy utilizado


generalmente en todo el BENI, que significa ‘poderoso´.

En cambio como el hijo era muy diferente, queridos por los


trabajadores, por su espíritu altruista; mas paraba con los peones en
los trabajos del campo, comía, trabajaba e iba a todas partes con
ellos.

Un día nefasto, un grupo de personas partía procedentes de San


Cristóbal a santa rosa; cruzaban l laguna en una canoa y eso de las
tres de la tarde, cuando se encontraban en medio del lago, el
tiempo empezó a cambiar de imprevisto, nubes negras aparecieron
alborotadas y parecía que se iba a desencadenar un temporal., pero
no sucedió, el agua clara y transparente fue cambiando a color
café, e inesperadamente aparecieron olas inmensas que sacudían a
la canoa en un permanente vaivén. La pobre canoa no pudo resistir
ante los embates de las olas y pocos minutos zozobro volcándose.
Los tripulantes cayeron al agua; el primero en sucumbir fue el hijo
del Baba que se ahogó de inmediato. Pero aquí surge una incógnita
algo milagrosa; las yucas embolsadas que llevaban eran
pesadísimas pero de repente empezaron a emerger del fondo de la
laguna. Una señora llevaba a una niña de cinco años, en esos
momentos de aflicción, le dijo a su hijita que se suba a la bolsa

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

que flotaba y se agarre lo más que pueda. A dos jóvenes de 16 y 17


años, que no sabían nadar, las olas los condujeron a la orilla, igual
que a la niña. El resto se ahogó, un administrador, la señora y un
peón. Fue un trágico accidente que consterno a toda esa región. Se
le atribuye este hecho al jichi. El enigma crea perplejidad y
desconcierto: ¿Por qué se llevó a las personas mayores que sabían
nadar salvándose prácticamente los inocentes, como seleccionados
a las víctimas? La incertidumbre queda.

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EL GUAJOJO Y LA PLANTA DE CHIMA

La barraca ‘’Chive ‘’ se encuentra ubicado en las orillas del rio Madre


de Dios, en el departamento de pando, y queda cerca de la frontera
con el Perú. Tal vez era uno de los centros más importante de esa

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época y tuvo su periodo de esplendor por la cantidad excesiva de


goma que producía. Era un hormigueo de gente que llegaba y salía
entre comerciantes, siringueros, patrones, severos capataces que
andaban con sus látigos, contratista, cazadores, marineros, mujeres y
un sinnúmero de personas que se dedicaban a otras actividades.

En este lugar nace una historia muy conmovedora. Don Tomas era un
siringuero que trabaja desde hacía muchos años en uno de los lugares
más alejados, es decir donde ‘’el diablo perdió el poncho’’. Tenía dos
hijitos: Juanita de 6 años y Ángel de 4. La esposa de Tomas había
fallecido tres años a consecuencia de una picadura de víbora de
cascabel cuando estaba amontonando castaña. Su muerte fue
fulminante.

Todos las mañanas, Don Tomas estaba de pie aproximadamente a las


tres de la madrugada, se banaba apresurado, tomaba su escopeta, su
cuchilla para rayar, su lamparita de kerosén su machete y un
recipiente para recoger la leche de goma. Luego rumbeaba por la
entrada, que son caminitos bien limpios de un metro de ancho que se
conecta de un árbol a otro; muchas veces los arboles están
desparramados y las distancias son perjudiciales para el siringuero
porque tarda más en la extracción; en cambio hay otras estradas que
tiene los arboles más poblados y la faena se hace fácil.

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Generalmente los siringuero madrugan para aprovechar a rayar


porque es la hora precisa, la leche gotea con más intensidad. Don
Tomas, con ese paso tan apresurado, llegaba al árbol,
inmediatamente rayaba una o dos a los costados de una principal, que
era de forma vertical y al pie de ese extremo incrustaba en la corteza
del árbol una Tichela (recipiente de metal) para que reciba el látex.

Una vez concluida toda esta actividad, que duraba varias horas,
esperaba un tiempo prudencial para ir recogiendo planta por planta
las tichelas con el oro blanco y echado en un balde especial, llegaba a
su casa, comía lo que sus hijos pequeños habían preparado.

Después de descansar, procedía a formar la bolacha. Echada madera


adecuada en un horno subterráneo de un metro de profundidad
construido en forma vertical, parecida a una chimenea, ambas
sostenían un palo largo y resistente. Después de prender fuego
dentro de la chimenea, empezaba a salir un humo espeso, con otro
palo transversal echaba la leche de goma y suavemente lo introducía
al espeso humo que lo iba girando para que vaya secando lentamente
hasta concluir el contenido del recipiente que forma una pequeña
bolacha. En los subsiguientes días, el trabajo seguía con la misma
rutina, lo único que crecía era el volumen y peso de la bolacha,
llegando a pesar más de doscientos kilogramos. Este trabajo de los
siringueros.

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Don Tomas, sufría de la inmensa soledad a que estaba sometido, el


aislamiento lo tenía exasperado, la tristeza y la melancolía lo
consumía todo los días; sus hijos pequeños necesitaban una madre
sustituta, especialmente el, requería con urgencia quien cocine, lave
la ropa y tenga con quien conversar.

Llego el tiempo de entregar la goma y, para hacer efectivo su trabajo,


tuvo que ir obligadamente a la barraca. Cabalmente después de lo
arreglos, se emborracho en su burí (lugar de baile) y allí conoció una
mujer de aspecto desagradable por su mirada fría y calculadora, la
enamoro y la convenció para que sea su mujer.

Regreso acompañado de la señora, les presento a sus hijos y a los


pequeños les recomendó, obediencia, respeto y que le traten como si
fuera su madre. A los niños les produjo un impacto de aprensión por
su aspecto tan vulgar, en su mirada gélida se percibía una crueldad
despiadada. La mujer miro a los retoños con desprecio.

Pasaron los días en medio de un suplicio aterrador para los chicos


que no estaban acostumbrado a esta clase de tratos inhumanos, la
madrastra resulto ser una déspota, mandona y aburrida, a cada rato
los humillaba, les mezquinaba la comida, los flagelaba con frecuencia
por con cualquier insignificancia. El padre, apasionado por la mujer
perversa, dejaba pasar todas las arbitrariedades de abuso que la
madrastra cometía.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Como dormían en el mismo cuarto, la niña, una noche despertó


mortificada y escucho una acalorada discusión entre su padre y su
mujer:

- No sé qué vamos hacer con tus hijos, la verdad no los quiero,


los odio y cada día que pasa no los soporto.
- ¿Qué quieres que haga? Son mis hijos, yo no puedo votarlos,
no son animales.
- Entonces elige, tus hijos o yo. No hay otra alternativa. De lo
contrario me voy.

El padre quedo muy triste y lo peor de todo es que estaba


completamente enamorado de la mujer. Y no sabía qué camino tomar.
Le pregunto a ella:

- ¿Qué puedo hacer con mis hijos?


- ¡Llévalos al monte y los abandonas! – fue la respuesta tajante.

El hombre quedo pensativo y preocupado. Nunca pensó que una


mujer sin entrañas pudiera manejarlo a su antojo.

- Déjame pensar unos dos días y te doy la respuesta.

La niña escuchaba todas estas discusiones con mucha atención y las


intenciones que tenían los malvados padres.

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Pasaron los dos días y en la noche nuevamente se armó la tremolina.


Por fin:

- ¿Qué has decidido? ¿te quedas solo con tus hijos? En ese caso
nos separamos definitivamente. Decídete de una vez.
- Está bien, mañana muy de madrugada los llevo, me hago el
que voy a cazar y los abandono en el monte.

Con mucho dolor levanto a sus pequeños hijos con engaños y les dijo:

- Acompáñenme a cazar. La niña no le conto nada al hermanito


por no preocuparlo. Encaminaron por el monte en fila india,
el padre iba por delante, Ángel en el centro y juanita en
último lugar; pero la niña, inteligente y perspicaz, a cierta
distancia iba quebrando suavemente algunos gajos para
formar una senda disimulada. Andarían varias horas, hasta
que el padre les dijo, quédense un rato sentaditos en este
tronco mientras doy una vuelta, no se vayan a alejar. El
siringuero desapareció, y la espera de los dos pequeños se
hizo monótona; hasta que Ángel irrumpió en llanto por la
tardanza del padre. La niña le consoló y le dijo: - papa no
volverá; pero, no te preocupes, yo te sacare.

Empezaron a caminar por la senda, observando los gajitos que los


conducían directamente a la casa. No pudieron disimular el enojo los

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padres al verlo de regreso. La mirada de odio que le lanzo la mujer al


marido fue captada por la niña.

En la noche, otra vez la matraca, los esposos discutían exaltados.


¿Dónde estaba la falla? Seguramente la niña hizo sendita y por ahí
regresaron, fue el argumento más convincente.

-Volveremos a intentarlo otro día, pero esta vez no fallare.

La niña le dice a su hermano que fabrique bolas de arcilla para su


honda, en cantidad. Una mañana invitó a sus dos hijos a cazar,
después del desayuno, emprendieron la marcha, esta vez la niña iba
adelante; pero el padre no contaba con su astucia de la hija que
disimuladamente iba regando por el trayecto las bolas de barro.
Estando a gran distancia, el padre otra vez engaño a sus hijos y por
otro lugar regresó a su casa. El niño lloro y la niña lo reconfortó.

-Busquemos las bolitas de barro que fui regando por el camino.

Costó hallarlas y con mucha dificultad volvieron nuevamente a la


morada.

Ambos padres esta vez estallaron de rabia porque esta niña estaba
burlando de ellos. La próxima no habrá vuelta, pensó el hombre.
Molesto el siringuero, marcha nueva mente con los niños a cazar, la
niña lleva un buen pedazo de pan de arroz y por el camino tiraba

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migajas, caminaron más que nunca, cansados los niños se sentaron en


un tronco y se durmieron un instante; el padre desamorado
aprovecho el momento y desapareció.

Despertaron los niños asustados, el padre no estaba, buscaron


afanosamente las migajas de pan, no encontraron nada, las hormigas
y unas aves se las comieron. Desde ese monto espeso el suplicio más
grande de los niños, asustados van atropellando la espesura del
monte, gritando angustiados a su padre. Nadie responde los llamados
de los chicos. Desgarrados por las espinas andan rumbo, comen
algunas frutas, la debilidad empieza a corroer los cuerpecitos tiernos,
duermen en los arboles mientras pueden subir, el hambre les asecha
y empiezan a enflaquecer. Siguen gritando ‘’ju,ju,ju’’; apenas se
percibe su voz. En un estado cadavérico ya las fuerzas le fallan. La
niña hace el último intento de subir a un árbol alto, le cuesta mucho,
por rato se le nublan los ojos por la debilidad, parece que se va caer,
se abrasa del gajo y espera un rato, virtualmente reacciona y continua
el peregrinaje hasta que llega a la punta del árbol y empieza a gritar
un triste clamor: gua… jo… jo…, gua… jo … jo…, gua… jo… jo…,
repetidas veces, lentamente se va convirtiendo en una triste avecita
que empieza a volar y lamentarse de su suerte, cuando las sombras
de la noche apresuradas cubrían con su manto a la prodiga
naturaleza. El niño queda echado en la tierra agonizando, de repente
su cuerpo se trasformó en una bella palmera que empezó a crecer y

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

dar fruto. Los hombres cortaron los racimos de la planta, los


sancocharon hasta coserlos y comieron la fruta.

¡Que sabroso era! Cuando observaron la semilla tenía la cabeza de


una calaverita. Lo que no saben, es que Juanita se convirtió en un ave
nocturna que se llama guajojó y Ángel se convirtió en una planta de
china. Esta es la triste historia de estos humildes siringueros que
nacieron con un destino incierto.

EL SILBACO

En una estancia ganadera trabajaban de vaqueros dos hermanos Juan


y Luis y el puesto se llamaba ‘’El naranjal’’. El dueño de este puesto
era un viejo déspota y por nada del mundo le gustaba que se pierda

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una cabeza de ganado. Pero un día nefasto se perdieron dos yuntas de


novillos, los más grandes y gordo de la tropa. Entonces el patrón se
descontroló y les increpó con epítetos nada agradables. Les dijo:
- Si los novillos no aparecen, ustedes pagarán con su sueldo el
precio de estos animales. ¡Busquen! Por cielo y tierra hasta que los
encuentren.
Los dos hermanos montaron sus caballos empezaron a recorrer por
todos esos lugares intrincados, observando huellas, cruzando
arroyos, motes y preguntando a personas que encontraban, nadie les
daba una respuesta de esperanza. Después de andar dos noche y dos
días en ese ajetreo, decidieron descansar y buscaron un lugar
adecuado para pasar la noche; prendieron fuego prepararon mate en
un poro y empezaron a matear con abundante queso y charque.
Luego tendieron sus camas y se echaron a dormir. De pronto se oye
un silbido lejano. Juan, que estaba medio dormido, le dice a Luis:
-¡Escucha ese silbido! Yo le voy a remedar.
-¡No Juan, no lo hagas, no contestes!
-dicen que es una alma maligna y hace daño a quien lo
remeda.
Pero Juan, sin inmutarse se las observaciones del hermano, continuó
remedando el silbido, no sintió nada de lo que estaba aconteciendo. El
Silbaco, enardecido por las impertinencias de Juan, se fue
aproximando cada vez más hasta que llego a su lecho y sin más

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

preámbulos agarró al pobre joven del cuello y lo arrastró como a una


serpiente sin piedad hacia las profundidades del monte.
Al amanecer el día siguiente, Luis sintió un vacío profundo que le
oprimía el corazón; más aún al comprobar que su hermano no se
encontraba en su cama; Se levantó como un resorte; observó huellas
como si lo hubieran arrastrado por el espeso bosque, dejando en su
trayecto pedazos de su ropa, cabellos y manchas de sangre. Luis
continuó indignado el rastro que dejó su hermano. Caminaría como
un kilómetro hasta llegar a un lugar estrecho que bajaba a un hueco o
cueva y observó desesperado. Pero ahí no se hallaba Juan; solo se
encontraba una enorme ave negra parecía aun murciélago, que
dormía con un ronquido estremecedor que taladraba hasta los
huesos. Entristecido y con el corazón destrozado se sentó a
contemplar desde un promontorio con la esperanza de verlo salir a su
hermano. Las horas trascurrieron largas tediosas hasta que afín llego
la tarde que agonizaba en el ocaso para dar paso a la oscuridad. En
ese instante Luis escuchó un viento fuerte escalofriante que salió del
hueco, era un silbido desgarrador que penetro a sus oídos como un
viento frio y aterrorizador que lo dejó totalmente sordo.
-Esta cosa no es de este mundo, mejor me largo a
tiempo.
Pienso que el alma de mi hermano se convirtió en Silbaco.
Mentó su caballo, aflojó la rienda y con paso ligero retornó a
su rancho, con una profunda tristeza, llorando

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

amargadamente por este nefasto acontecimiento. Al día


siguiente fue al pueblo a informarle al patrón todo lo
sucedido. También aprovecho para renunciar, porque no
tenía el valor para continuar trabajando, habiendo perdido a
su querido hermano.
-¡Un consejo les doy! ¡Jamás remeden a un Silbaco!

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

EL SILBACO

José Muchairo, oriundo de santa rosa de Yacuma, guitarrista y


cantor, era muy solicitado en su rancho; siempre estaba presto
para amenizar un cumpleaños, un bautismo o algunas jaranas
improvisadas; más que todo le gustaba dar serenatas. En una de
esa andanza tuvo un encuentro escalofriante con el silbaco.
Sucede que un día sus amigos les dicen:

- Mañana es el cumpleaños de María. ¿Por qué no vamos a


darle una serenata esta noche?

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Como todo bohemio, aceptó sin reparo. Esa tarde los preparativos
eran intensos. No hay fiesta si no hay bebidas alcohólicas.
Provisto de todos los implementos, ensillaron los caballos,
montaron y empezaron a cabalgar por esas pampas descubiertas,
cruzando de trecho en trecho por esos curiches largos, cubierto de
taropé. La noche lo cubrió con su manto, sólo las estrellas
iluminaban el estrecho caminito. Después de andar tres horas por
fin llegaron a una pequeña estancia. Allí fueron recibidos con
solemnidad por los dueños de casa. José fue la atracción de la
fiesta, porque hacia vibrar su guitarra toaba maravillosamente y
cantando con esa voz melodiosa, música ranchera mejicana que
bailaban eufóricos. Después de un intervalo, prendieron el toca
disco, todos se pusieron más alegres, la bebida empezó a surtir
los efectos del adormecimiento, los mudos se volvieron
habladores. Alguno levantó una copa y brindó con su amigo:

-¡Salud!

-¡Muerte!-le contestó. Extrañado le preguntó:

-¿Por qué respondes de esa forma?

- Porque el alcohol mata, ¡mata!

-Si-dijo el amigo- el alcohol mata, pero a las lombrices que


tienes en los intestinos.

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Todos festejaron esas ocurrencias.

José aprovecha y baila incansablemente con la dueña del cumple


año; no perdía una pieza, le gustaba la muchacha porque era muy
hermosa, con unos ojos soñadores y un cuerpo ondulante.
Acostumbrando a esa vida de guitarras y jaranas y de haber
conquistado muchas mujeres, entre sus pensamiento jugaba la
idea que esta joven bella no se le iba a escapar, tenía que caer
redondita. Empezó a ‘’largarles los perros’’, expresión muy común
de enamoramiento, la muchacha le seguía la corriente a todas sus
manifestaciones de amor. Y sin más preámbulos le dijo:

-María, yo te quiero ¿Por qué no nos vemos más tarde?

-bueno-contestó la joven- una vez que mis padres duerman,


estaré contigo; espérame detrás del potrero. En ese lugar hay un
hormiguero.

La fiesta termino y cada uno se fue para su casa. José se hiso el


permanecido, ubico el hormiguero, se sentó sobre el a esperarla y
colocó la guitarra en un costado. Prendió un cigarro y se puso a
fumar, prendió otro y otro y María nada. En ese instante escuchó
al Silbaco que silbaba a gran distancia.

-cotorrea solo, no me vas amedrentar no te tengo miedo.

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En se momento otro silbido en otra dirección; volvió a fumar otro


cigarro parecían que eran muchos Silbaco que lo iban cercando
con su silbido cada vez más estrepitosos, parecían que sus oídos
iban a reventar y su cabeza en cualquier momento explotaría con
tanto asedio. Como pudo se zafó del hormiguero se fue
directamente hacia donde se hallaba su caballo; aturdido como
estaba olvidó su guitarra y monto al animal apresurado galopando
por esas pampas inmensas. No supo en qué tiempo llegó a su
casa aclarando el día. Su madre estaba levantada barriendo el
patio. Fue en su dirección y cayó de su montura, desvaneciéndose
totalmente.

La madre grito asustada:

-¿Qué te pasa hijito?-preguntó la madre, lo alzó y


observó de que su nariz y el oído salía sangre; además ardía en
fiebre. Deliraba

-¡No me van a llevar!

-¿Quiénes?-pregunto la madre.

-Ellos, ellos, los Silbacos.

El joven estuvo varios días en cama. Un curandero le hizo un


tratamiento con sahumerios, que son los únicos que saben cómo
curar estos fenómenos que se presentan en la naturaleza.

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EL JICHI EXISTE

Se aproximaba Semana Santa. Cuatro jóvenes de una estancia


ganadera, acordaron ir de pesca al lago Roguagua; alistaron las
lineadas con sus anzuelos, ensillaron sus caballos y se dirigieron
al lago. Era las cuatro de la tarde de un primoroso día, los jóvenes
se apretaron a pescar, cuando notaron que a veinte metros de la
orilla sobresalía del agua una pequeña islita. Uno de ellos dijo:

-Crucemos a la isla. En aquel lugar pescaremos más


tranquilos.

-¡Bien pensado! Ojala esté pandito pa’ poder cruzar.

Seguidamente se quitaron los pantalones y cruzaron con prontitud,


temerosos de las pirañas, abundante en esta zona. El lugar era
apropiado puesto que era profundo. Cada uno preparó su carnada
y la colocó al anzuelo; luego escupiendo repetidas veces la carne,

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para que le de suerte y atrape algún pescado, y con esa fe


lanzaron sus lineadas al fondo del agua. Al rato unos de los
pescadores sacó una corvina grande, el otro una piraña ñata con
esas mandíbulas potentes que, de un mordisco le sacan un buen
pedazo de carne a cualquier animal, y con más facilidad al
hombre; incluso muertas siguen siendo peligrosas cuando se las
manipula cerca de la boca.

Los pescadores estaban muy enfrascados con su suerte; sacaban


uno tras otro, gran variedad de peses, pero lo que más abundaba
eran las pirañas que botaban y salían en un cerrar de ojos, lo
problemático era la perdida constando de anzuelo, pese a que
estaba conectada la argolla del anzuelo con un alambre de veinte
centímetro de longitud, amarrada a la línea de pescar. Igual, ‘’en
dos por tres’’ desaparecían, de todas maneras como pescadores
experto llevaron muchos repuesto para esta clase de incidente.

La noche negra con su manto gigante iba plasmando un


horizonte, hermoso de la naturaleza. Contemplar ese paisaje de
maravillosas aureolas: amarillas, rojas y oscuras era inolvidable el
poderoso sol iba apagando lentamente en ese atardecer de
verano.

Los pescadores hicieron un balance de todos los pescados,


contaron ochenta pirañas, cinco surubíes y quince corvinas,
sacaron sus potentes linternas de tres pilas y empezaron a

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alumbrar el lago, de pronto un ser enorme emergió del agua, sus


ojos, al contacto con la luz de la linterna fulguraban como
reflectores de un camión, no se podía distinguir por la distancia si
era un caimán grande o una anaconda gigantesca. Atraído por la
luz ese ser furioso se deslizaba a toda velocidad como un motor
de agua. Uno de los pescadores gritó:

-¡Miren, un jichi y se desliza hacia nosotros!

-¡Vámonos, huir a tiempo no es cobardía!

Cargaron los pescados y cruzaron el agua pantalón y todo,


ensillaron los caballos con las choquezuelas temblando. ‘’patitas
pa’ que te tengo’’, pronunciaron. Inmediatamente montaron dando
rienda suelta a los corceles y desaparecieron en la noche a toda
velocidad como perseguidos por un tigre.

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EL LEGENDARIO DUENDE

Una madrugada, un hombrecito misterioso caminaba despacio por entre


las plantas de motacu, se paró e indago un instante: la luna de
plenilunio irradiaba una luz distancia un grupo de plantas de guayaba,
debajo de ellas, se destacaban algunas yeguas y caballos que
apacentaban saboreando la rica hierba húmeda por el roció. El
hombrecito, desaliñado, muy pequeño, musculoso y de espalda anchas,
cubría su cabeza un sombrero de paja grande que le encapuchaba casi
totalmente la cara.

Vestía camisón blanco que le cubría hasta los pies. El varoncito se acercó
con tranquilidad al grupo de animales, algunos de ellos trataron de
atemorizarse; pero el sujeto práctico se dirigió directamente a la yegua
madrina y con palmaditas en la espalda aplacó su nerviosismo. De un

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salto impetuoso estaba encima de la yegua y, desde ese momento


empezó a golpear imponiendo su voluntad, correteándola de un lugar a
otro, sin dejar descansar un momento. No conforme con su tormentosa
carrera, empezó a trenzar las crines de la yegua de tal manera que nadie
pueda destrenzar, a modo de dejar su marca, indicando que el duende
estuvo cabalgando.

Al día siguiente, el propietario crispaba las manos en señal de furia,


porque este sátiro estaba a conturbado hacer de las suyas. Él tenía que
viajar, y al ver sus animales varados tan cansados y sudorosos, pospuso
el viaje para otro día. Lo único que se le ocurrió fue cortarle las crines al
ras del pescuezo.

Este personaje, fachoso, místico, cariñoso y juguetón, le gustaba espiar


de cerca de las casas, a los niños pequeños, se hacía amigos con mucha
facilidad y se divertía con ellos y les regalaba caramelos o muñecas de
trapo; a las más bonitas les trenzaba los cabello. Esto enfurecía a los
padres que trataban horas y horas en estrenar, le echaban aceite de
motacu o cusi para suavizar las greñas, era la única forma pero tardaba
mucho. Cuando los niños le contaban a sus padres la aparición de este
místico personaje que les obsequiaba dulces y les hacía jugar,
inmediatamente intuían que se trataba del duende y, a partir de ese
instante, el cuidado era intenso, atemorizaban a los niños que ese
hombrecito robaba a los niños y se los llevaba al monte para comérselo.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Por lo general todas las madres, sin excepción, cuando el bebecito era
pequeño, colocaban tijeras o cuchillos de bajo se su almohada o a un
costado de la cama como un amuleto porque, según ellos, le provoca al
duende cierto daño que no le permitía acercarse. Pero algunas veces se
encontró las tijeras tiradas muy lejos. En cierta ocasión, una madre dejo
a su niño y fue a lavar un rato al arroyo. Cuando retorno el niño no
estaba en su hamaca. La madre sintió un impacto tremendo y una
corazonada que fue el duende quien se lo llevo. Todo el pueblo se
movilizo en búsqueda por todos los lugares, sin encontrar ningún rastro.
La madre afligida, desesperada lloraba desconsoladamente. Distante
unos tres kilómetro, un cazador regresaba a su casa, su oído fino captó
una especie de murmullo que procedió de un costado del camino. Alistó
su arma, introdujo suavemente, sin hacer el menor ruido posible, por
momento se paraba para escuchar esas voces. Pronto reconoció el llanto
del bebe, se acercó sin temor y lo tomo en sus brazos y lo condujo al
pueblo. La alegría de la mujer fue tan intensa que a celebró una fiesta de
gratitud.

En otra población sucedió otro caso inusitado. El duende tiene una


debilidad por las niñas bonitas de ojos azules y rubias. Una señora tenía
una hija con esas características. El duende se hozo amigo de la niña y
jugaba con ella, le obsequiaba dulces y una muñeca, la pequeña esta feliz
con sus regalos; pero la pequeña no le decía nada a la madre. Un día la

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

señora, muy astuta, empezó a darse cuenta del cambio de conducta de


la hija. Observaba silenciosamente todos los movimientos de la pequeña,
hasta que descubrió que tenía un amigo oculto. Le preguntó con
severidad:
-Hija, ¿Quién es tu amiguito que juega todos los días con vos?

- Es un hombrecito pequeño, muy bueno, con un sombrero muy


grande que me regala dulces y me va a llevar a un lugar donde hay
muchos juguetes.

La madre se llevó un tremendo susto y preocupada le dijo:

-Mamita es el duende, no tienes que hacerle caso, te va robar y


te llevar muy lejos-

Y con cierta astucia atemoriza a la niña de las malas intenciones que


pretendía este personaje.

A partir de ese instante controló a la niña celosamente y no se separó de


ella un instante. Pero el duende esperó que su amiguita saliera a
averiguar por la puerta y la llamó obstinadamente. La niña gritó:

-Mamá, ahí está el duende y me está molestando.

La madre corrió afuera y no vio absolutamente nada. La niña insistió que


estaba debajo de planta de penoco. Ella, prefiero encerrarse dentro de la

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casa con su hija que se encontraba asustada. En ese momento, apareció


una comadre vecina de visita, observó su nerviosismo de la mujer y le
preguntó:
-¿Comadre qué le paso? La veo muy nerviosa.

-¿Cómo no voy a estar nerviosa si el duende la persigue a mi


hija? No sé qué hacer – le responde.

-Comadre, yo le voy a dar un consejo para ahuyentar


definitivamente. El duende es muy asqueroso, siente repugnancia por las
heces fecales, esa es una de sus debilidades. Según versiones de otras
mujeres, cuando el duende con engaño se a llevados algunos niños al
monte y en el trayecto el niño se vio en la necesidad de defecar, este
galán, al observar los excrementos y el olor que despiden, siente un asco
exagerado, que comienza a pegarle al niño y luego abandona para
siempre. Y le sugiere que haga lo siguiente y le cuchichea al oído un plan.

La madre instruye a la hija lo que tenía que hacer cuando el duende se le


aparezca.
-¡Mamá! ¡Nuevamente el duende me esa llamando!

-¡Hace lo que te dije!

Mientras la madre espiaba por una rendija, la hija salió con un pedazo de
pan de arroz bien escondido en su mano. A unos diez metros del sujeto,

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

la niña, simulo hacer su necesidad; por intervalo se hacía que extraía su


excremento a su boca un pedazo de pan y lo comía. El duende sintió
repulsión por lo que estaba viendo. Se dio vuelta y desapareció para
siempre asqueado.

Este hombrecito grotesco, con un sombrero grande y burlesco les


gustaba molestar a ciertas horas del día especial mente cuando la familia
se prestaba a almorzar, fastidiaba a los niños, granizándole con piedra,
las puertas, el techo de su casa; otra vez les echaba tierra a los platos y
eso producía molestia. Los padres se daban cuenta que era del famoso
duende. Solicitaban consejo del curandero para ver cómo podían librarse
del asedio de este legendario personaje. El curandero muy considerado,
les aconsejaba:

Agarra cuatros serpientes o latas, que los niños orinen asta cierta altura;
los entierra en las cuatro esquina de la casa y lo deja destapado, el olor
que despida ahuyentara al duende porque es muy renuncio.

Los padres seguían los consejo del curandero y al tiempo no se


escuchaba ningún ruido o molestia, desaparecía como por arte de magia.
En esas épocas las madres sufrían y vivían atormentadas por la historia
del duende y nunca se olvidaban de colocar la tijera debajo de su
almohada

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

EL CARRETÓN DE LA OTRA VIDA

Según la creencia popular, el Carretón de la Otra Vida salía a buscar a las


almas descarriladas para llevárselas al infierno. Según los testigos que
dicen haberlo visto aparecía después de la media noche. El carretero era
el mismo diablo y el carretón estaba construido con huesos humanos en
lugar de madera, siendo su cargamento cientos de cráneos amarillentos.

El grito espantoso del carretero se escuchaba a lo largo de toda la pampa


y por las afueras del pueblo. Los bueyes que tiraban el carretón, en lugar
de ojos tenía un par de ascuas que destellaban con un rojo intenso, en
las noches tormentosa nadie salía con el temor a encontrarse con el
carretón de la otra vida y el diabólico acompañante.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Pero mucho por las sabanas benianas en el oriente boliviano atestiguas


haber escuchado el asordante rumor de las ruedas de maderas del
carretón, que cada vez más cerca pero al final nunca llegaba a
destinación hasta cuando caía la madrugada, al mismo tiempo
acompañaban al rumor de las ruedas el grito hacia los bueyes (guía
huesa guía, guía), que por estas partes significa adelante, adelante a los
bueyes sobre todo al carretón de la otra vida. Les aparece a las personas
que se portan mal y las personas solitarias

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

COMIDAS TIPICAS DE LA REGION

MAJAO

1. En una olla con cuatro tazas hervir el charque hasta que


este blando luego retirarlo, molerlo, desmenuzar y freír. El
agua de este caldo deberá reservarse.
2. Aparte, en el aceite con urucú, dorar la cebolla u agregar
el tomate, el pimentón y el charque previamente frito.
3. Incorporar el arroz lavado añadiéndole el agua donde
hiervo el charque, sazonar con sal y dejar cocinar hasta
que el arroz esté listo.
4. Sirve con el huevo frito, la yuca cocida y el plátano frito.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

LOCRO CARRETERO

1. Cortar el charque en trozos y poner a cocinar en una olla


con agua sin sal por 1 horas hasta que este suave.
Incorporar las yucas, los plátanos, la cebolla, el pimentón
y dejar cocinar.
2. Luego agregar el arroz lavado, sal si fuera necesario y el
aceite de urucú. Cuando el arroz esté cocido echar los
huevos uno por uno y dejar cocinar.
3. Servir en plato hondo el charque con los plátanos, las
yucas, los huevos y el caldo con arroz.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

SONZO

1. Pelar y lavar la yuca, cortarla en trozos, colocarla en una


olla con agua fría con sal y coserla hasta que este banda.
2. Escurrir estando caliente aplastar con un tenedor sacando
las fibras que tiene. Añadir la mitad del queso rallado, la
mantequilla derretida, sal y mesclar bien.
3. Echar la mitad de este preparado en una fuente de horno
engrasada, añadir el resto del queso rallado, encima
agregar la otra mitad de la masa y untar la superficie con
la yema ligeramente batido.
4. Llevar al horno con temperatura media por unos 15
minutos hasta que este dorado y servir caliente.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

HUMINTA

1. Moler los choclos. En una olla derretir la mantequilla,


retirar del fuego y añadir el ají molido, el choclo molido y
mesclar bien. Agregar sal, el azúcar, el anís, el huevo y la
canela molida.
2. Poner las chalas del choclo en una olla con agua hervido,
darles un hervor y luego retirarlas.
3. Tomas dos chalas, juntar una sobre las otras y poner 1 o 2
cucharadas de masa con una tajada de queso en medio y
cerrar con la misma chala en forma triangular.
4. En una olla poner chalas con agua hervido, encima
colocar las humitas y dejar cocinar a fuego suave por unos
45 minutos. Servir caliente.

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

POESIAS COSTUMBRISTAS

AMIGO FIEL

LETRA: LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

En las frías noche de invierno

Se escuchó un valar lastimero

Y ni bien rayao el día

Di un silbó y salió cojeando el tigrero

Condiciéndome tengo frio

es que algo estoy presintiendo

Ni bien cerca estuvimos

Al centro salto el jubero

Sin darme tiempo de nada

Hasta el boleao se me fue adentro

Espera tantito le dije

Que saque a lucir mi cuchillo

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Y ahí veremos, quede, el que sea más bueno

Vino el manazo, eludo el zarpazo zas el primero

Arremete de nuevo el cangrejo

Me vuela el cuchillo

Y me rompe el pellejo

Con una fiereza que espanta

Se lanzó al combate el tigrero

Pero tenía la suerte quebrada

Porque ahí mesmingo, lo mato el jubero

Levante de nuevo el cuchillo

Y le dije toma… toma… toma…

Le batí el corazón, le batí el corazón

Como queriendo sacarle la vida

Que por mí la brindo mi perro

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LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

MAMI

LETRA: LUIS ALBERTO ARTEAGA CARREON

Mamita, mírame mamita

Yo soy tu hijo, el que hace

Cinco, diez o veinte años

Te dio la sublime alegría

Cuando escuchaste

Mi primer llanto de vida

Este sublime momento

Convierte a la mujer en madre

El dolor en amor

Me arrullaste en tus brazos

Besaste mis pequeñas manitas

Mi yo te dijo, te quiero manita

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