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La identidad cultural y el anilisis regional* Héctor Tejera Gaona** En los ultimos afios, uno de los aspec- tos mds importantes en la discusién sobre el cardcter del pais en que vivi- mos ha sido el reconocimiento de su diversidad econémica, politica y cul- tural. Ante dicho reconocimiento, se han abierto una serie de interrogan- tes. La pregunta m4s importante ha sido: ¢se puede considerar a México como una entidad unificada 0 no? y, silo es, écudles son los elementos que la cohesionan y cuales los que inter- namente la diferencian? Lo que esta en el centro de la discusi6n es: qué es México? ‘Esta es una versién revisada y arapliada de la po- nencia presentada al Seminario “Nuevas tendencias enel andlisis regional”, cfectuado cn la UAM-Xochi- milco, el 27 de septiembre de 1990. **Antropélogo, investigador de la Direcci6n de Et- nologta y Antropologta Social/INAH. Nueva Antropologfa, Vol. XH, No. 41, México 1992 Pocos se atreveran a plantear que México no es una nacién, pero tam- poco podrén afirmar que el pais es una entidad homogénea. Por el con- trario, la certeza de que es diverso y pluricultural ha comenzado a ser, ca- da vez més, un punto de acuerdo entre los mexicanos. De este recono- cimiento se sigue el problema central de cémo caracterizar esta diversidad y, por tanto, cémo estudiarla. Se ha superado la ilusi6n liberal decimonénica y la ortodoxia marxis- ta que visualizaban a la homogenei- dad como el futuro inevitable o de- seable. Igualmente, se ha cuestiona- do el modelo de nacién plasmado en la Constitucién en donde, por ejem- plo, los grupos étnicos no tenfan ca- bida_m4s que como comunidades agrarias por lo que perdfan su espe- 48 HECTOR TEJERA GAONA cificidad. A todo ello, ha contribui- do la emergencia y el reconocimien- to de expresiones politicas y cultu- rales diversas, que han dado lugar a nuevos sujetos sociales particulares y diferenciados' que demandan su espacio dentro del concierto nacio- nal e, incluso, su autonomia e inde- pendencia. Ante este panorama, la estrategia de los estudios regionales se ha con- vertido en una Optica sustancial para la comprensién de estos procesos par- ticulares. Asf pues, no es casual que se haya generado un auge de las in- vestigaciones insertas en la dimen- sin regional, asf como de especiali- zaciones profesionales en tal direc- cién. A pesar de ta profusién de los estudios regionales, tos grandes pro- blemas que se derivan de los mismos siguen presentes. Estos son, a gran- des rasgos, la relacién entre lo parti- cular y lo general, es decir, los alcan- ces o grados de generalizacién de las investigaciones en cuanto a la com- prensién de los fenémenos sociocul- turales de nuestro pais. Entre lo es- tructural y lo coyuntural —entre continuidades y rupturas en los pro- cesos sociales asf como la forma de 1 Por supuesto que aqui la nocién de sujeto social se refiere exclusivamente a individuos sino, igualmente, a comunidades y organizaciones. El problema no debe reducirse a su definicién, sino qque debe incluir el estudio de su formacién. Lo que ¢s importante estudiar son los espacios culturales donde estas sujetos se constituyen como tales y cémo a partir de dichos espacios generan visiones ¥ proyectos sociales. diferenciar entre unos y otros— y, por ultimo, entre lo homogéneo y lo diverso en las tendencias hist6ricas y de desarrollo social. Estos se enmar- can en un aspecto central sobre el cual se ha debatido constantemente: los criterios para establecer regiona- lizaciones. Si consideramos a los estudios re- gionales como piczas del rom- pecabezas del mosaico nacional, éstos no encajarén facilmente tanto por la diversidad de tematicas que abordan, como por los diferentes principios tedrico-metodoldgicos que aplican. No abogamos aqui por la estandari- zacién teérica y metodolégica pues sabemos que la diversidad enriquece tanto el conocimiento de distintas cuestiones que pueden estudiarse desde un punto de vista regional, como las propuestas para estudiarlas. Sin embargo, es necesario reflexio- nar sobre la dificultad que dicha diversidad, al igual que su dispersién implican para la comprensién mas global del México histérico y del contemporaneo, Los problemas planteados se resumen, entonces, en el grado de generalizaci6n y particu- larizacién que presentan tales estu- dios, y que resulta de las estrategias tedricas adoptadas para realizarlos. Los estudios sobre la dimensién cultural no escapan a esta problema- tica. Antes de continuar, quisiéramos decir que cuando nos referimos al término de cultura —y esto es nece- sario explicitarlo— hemos desechado algunas de las nociones que existen LAIDENTIDAD CULTURAL Y EL ANALISIS... 49 sobre la misma. Sobre todo aquellas que hacen referencia a grupos o in- dividuos “civilizados” y “cultos” o que, a partir del romanticismo y, pos- teriormente imbricados en la antro- pologia culturalista, denotan “estilos de vida” e indican un determinado desarrollo “interior” (mental)* contraposicién al “exterior” (mate- rial). Como sabemos, de esta nocién de cultura derivaron dos estrategias analiticas, por una parte, el estudio de la vida material 0 econémica y, por otra, el de la vida cultural, ideo- logica o superestructural. Habiéndo- se establecido la dicotomia, y tratan- do de explicar su relacién, se han realizado diversos intentos que van de la teoria det reflejo al problema de Ja hegemontfa, pasando por el estudio de la ideologia, la relacién base/supe- restructura, la determinacién y la mediacién. Entendemos aqui a la cultura, co- mo un sistema significante® el cual a partir de representaciones y prdcticas dentro de un contexto que les impri me sentido, permite la produccién, re- producci6n y transformacién de un orden social y material, siendo ella parte inherente al mismo. Como hemos dicho anteriormen- te, pese a los intentos por construir una sociedad homogénea —como aquellos resultado del liberalismo y elintegracionismo como politicas na- 2Sobreel particular, véase Raymond Williams, Mar- -xismo y lileratura, Peninsula, Barcelona, 1980, p. 25. 3 Raymond Williams, Cultura, Paidés, Barcelona, 1981, p. 13. NAAT cionales— México ha emergido pre- cisamente de manera opuesta. Su he- terogeneidad es evidente, lo que no implica la inexistencia de una cultura nacional. Al contrario, afirmamos que ésta existe y se ha formado a través de la conjuncién e interaccion de varios “paradigmas rafces”* como son el nacionalismo, “lo mexicano”, “lo propio” e incluso héroes o pré- ceres. Pero de ello no se desprende que para todos y cada uno de noso- tros, estos paradigmas signifiquen lo mismo. Debido al marco social en que se ubican, cada uno de ellos ha gene- rado met4foras? distintas y, a veces, contrapuestas. Metdforas cuyas con- secuencias crean identidades colecti- vas estructurales y coyunturales. Identidades que unen y dividen a la sociedad mexicana en situaciones y momentos especificos. Procesos que dependen tanto de los 4mbitos y al- 4 Entiendo estos paradigmas rafz como Victor Tur- ner los ha definido: “Estos hacen referencia no sélo al estado actual de las relaciones sociales existentes © desarrolladas entre actores, sino también a los objetivos culturales, significados, ideas, concepcio- nes, visiones, formas de pensar, patrones de creen- Gas, etcétera, que se ubican en las relaciones socia~ Jes, las interpretan y as inclinan a aliarse o dividirse. Estos paradigmas rafz no son sistemas de pensa- micntos unfvocos, l6gicamente arraigados; no son, por decitlo ast, formas precisas de pensamiento”. Victor, Turner, Dramas, fields and metaphors: simbotic action in human society, ithaca and London, Cornell University Press, 1974, p. 64. (Traduccién nuestra.) 5 Entendemos las metéforas como conjuntos de re- las simbdlicas que se sustentan en la reorganizacién de los clementos generales de orden sitabélico y que se extraen de los paradigmas rafz. Estas dan lugar a principios de accién social. Gfr. Victor Turner, op. 1p. 23y ss. 50 HECTOR TEJERA GAONA cances del consenso en el sentido cul- tural de relaciones y modos de vida, como de la generaci6n de nuevos sentidos culturales. ‘Tenemos entonces, que la vida social es una organizacién de los espacios simbélicos producto de su clasificacién. En ella intervienen la memoria colectiva y la reclasifica- cién simbélica como manipulacién del sentido, asf como la modifica- cién de sus referentes prdcticos. Asistimos, por tanto, al surgimiento de campos socioculturales, donde los sujetos sociales interacttian. En esta interaccién, la estructura sim- bélica se enfrenta a lo cotidiano y lo inesperado y, eventualmente, pue- de levar a la aparicién de nuevos elementos, a la construccién de me- t4foras diferentes y a la transforma- cién de los paradigmas que les die- ron lugar. Lo que est4 en juego en el andlisis cultural es pues, la rela- cién entre los sentidos, los contra- sentidos que se le oponen en las luchas por nombrar y clasificar,° y la continuidad o cambio de los refe- rentes empfricos de la simboli- 6 Un ejemplo de estas luchas de clasificacién simb6- lica son la construccién de una historia oficial “do- ‘mesticada” donde los héroes de la misma juegan un papel que, haciendo abstraccién de sus contra- dicciones y diferencias, de sus proyectos alternativos y de sus bases sociales, los transforma en uno solo que “juegan todos el mismo juego, el juego de la unidad nacional”, Bartra Roger, La democracia aw sente, Grijalbo, México, 1986. p. 78, ola suplantacién de la cultura popular e indigena como folklore. Cfr. Blanco, José Joaquin, Funcién de medianoche, Era, México, 1981. zaci6n.” Es en estos campos sociocul- turales en donde se construyen las identidades colectivas y las culturas particulares y alternativas. Es también aqui en donde entra- mos al problema de la cultura nacio- nal y la cultura dominante, térmings que frecuentemente se confunden.® El término de cultura nacional de- signa un espacio social, generalmente cohesionado por un Estado, en el que se abren los Ambitos para el reconoci- miento de fa diversidad y, por tanto, de la existencia de culturas particula- res que se desenvuelven en el contexto nacional. Mientras que la cultura do- minante hace referencia y esta ligada a los esfuerzos por hacer tabla rasa de las diferencias y particularidades a tra- vés de una polftica cultural —no necesariamente exitosa— por parte de los grupos hegeménicos. Una de las estrategias mAs concu- tridas para comprender las caracte- rfsticas culturales del pafs y de su desenvolvimiento ha sido analizar lo que sus literatos, artistas y ensayistas han producido sobre temas que se consideran centrales.° Asf, se han de- ‘7 Sobre este aspecto véase Bordieu, Pierre “La iden- tidad como representacién” en Giménez, Gilberto La teorla y et andliss de ta cultura, SEP) COMEC- 'SO/Universidad de Guadalajara, México, 1987. p. 475 y ss., y Sahlins, Marshall /slas de historia, Cedisa, Barcelona, 1988. p. 134 ys. 8 Sobre el puede verse la posicién de Bonfil Guillermo y Monsivais Carlos con respecto a la diferencia entre ambos términos en Giménez, Gilberto ap. cit. 9 Por ejemplo, véase Bartra Roger, La jaula de la nelancoie, Gnalbo, México, 1988. LA IDENTIDAD CULTURAL Y EL ANALISIS... BL limitado tanto corrientes de pensa- miento con tematicas centrales, como estilos artfsticos. Empero estos andli- sis son insuficientes en cuanto que, efectivamente, lo tinico que podemos obtener de ellos es precisamente eso, la visién que los literatos, artistas y ensayistas tienen de la cultura nacio- nal o dominante y a las cuales han contribuido, pero dificilmente obten- dremos una visién de lo que éstas realmente significan; cs decir, una panordmica acerca de las mismas a partir del estudio de los diversos su- jJetos sociales que portan matrices cul- turales y que generan en su interac- cién representaciones e identidades. Sujetos tanto particulares y diferen- ciados, como dispersos en el Ambito nacional, Es por ello que cuando in- tentamos analizar los procesos cultu- rales tenemos, en primer lugar, cl problema de que la cultura no es una entidad homogénea y, en segundo, que no es una entidad estatica. En consecuencia, cuando estudiamos la cultura nos enfrentamos, por una parte, a una serie de elementos di- seminados y no relacionados orgd- nicamente fo que dificulta el esta- blecimiento analitico de grupos so- ciales y, por otra, con que dichos elementos operan situacionalmente de manera jerrquica y pueden ono adquirir preeminencia de acuerdo a coyunturas. Entramos asi al problema de cé- mo construir regionalizaciones de los espacios culturales, entendidos éstos como unidades analfticas dife- renciadas. NA. 41 Todo proceso de simbolizacién, en otras palabras, todo proceso cultu- ral, implica una clasificacion. El mun- do social esté empapado de simbolos. Ahora. bien, esta clasificaci6n supone un ordenamiento especffico del mun- do social. Dicho ordenamiento da lu- gar a principios que se expresaran en. situaciones especificas. Queremos enfatizar que, por lo que a nuestra perspectiva se refiere, estos principios de orden y clasifica- cién dan lugar a fa formaci6n y con- solidacién de identidades colectivas, es decir, al establecimiento de grupos sociales que se cohesionan a partir de ciertos principios, los cuales, a su vez, los diferencian de otros grupos y en los que la interaccién social juega un papel fundamental.!° De ésta mane- ra, el estudio de la cultura no puede realizarse si no es en intrfnseca rela- 10 No es competencia de la antropotogfa entrar en Jos problemas de la explicaci6n de la identidad indi- vidual, Como ha dicho Turner en otro contexto: “Las técnicas y les conceptos del antropélogo le capacitan para analizar competentemente las inte- rrelaciones entre los dates asociados al polo ideols- gico de sentido. Igualmente le capacitan para anali- zara conducta social dirigida hacia el simboto domi- ante total, Lo que no puede hacer, en cambio, con su preparacién actual, ¢s discriminar entre las fuen- tes precisas de los sentimientos y deseas incons- cientes que determinan en gran parte la forma ex- terna del s{mbolo, seleccionan unos objetos natura- Tescon preferencia a otros para servir como simbolos yexplican ciertos aspectos de la conducta asociada a ios simbolos". Turner Victor, La selva de los siabolos, Siglo XXI Barcelona, Editores, 1980. p. 40. En todo caso, para la formaciGn de las identidades individua- les véase Erikson Erik H., Identidad, Taurus, Ma- rid, 1980, y dentro de un contexto mis antropol6- gico, el trabajo del mismo autor titulado Infancia y sociedad, Hormé-Paidos, Buenos Aires, 1978. 52 HECTOR TEJERA GAONA cién con sus portadores, con los suje- tos sociales que acttian, se reconocen y se escinden por y a través de ella. Si hemos de abandonar las nocio- nes superestructurales de cultura y del determinismo econémico, al igual que la antinomfa sujeto-objeto —de “un sujeto sin mundo frente a un objeto sin pensamiento”—"" para sumergirnos en la cultura coma un proceso que significa y ordena!® de- bemos ubicarnos entonces en el pro- blema de las regionalizaciones, te- niendo como punto de partida el con- cebirlas como espacios diferenciales producto de ciertos significados y ordenamientos y como resultado de la formacién de identidades colecti- vas ‘ae son generadas por grupos sociales y que, a la vez, los instauran. Entramos con ello al campo de la construcci6n de las identidades y de las diferencias; del autorreconoci- miento y de la configuracién de los “otros”. Postulamos, por tanto, que las regiones culturales son espacios de identidad. Evidentemente este postulado implica una serie de problemas de orden teérico-metodolégico. Entre ellos el que ya hemos mencionado, en cuanto a que la cultura no es una dimensién homogénea. Con ello queremos decir que la cultura no esta compuesta por una serie de institu- ciones funcionales o necesarias para la existencia de determinados modos 11 Sablins Marshall, Cultura y razon practica, Gedisa, Barcelona, 1988, p. 11. 12 Idem, de vida. No es, necesariamente, una unidad org4nica que imprime cohe- sién a la vida social. También nos enfrentamos al obstaculo de que la cultura no es una entidad estatica, una organizacién simbélica que se mantiene a través de los avatares de Ja historia. Las culturas 0 ms precisamente, los elementos que las componen, se mantienen y modifican, reorganizan y se crean a partir de la interacci6n social. En esta interacci6n, se crean nuevos espacios de relaci6n, a la vez que los elementos culturales son mo- dificadas por dichos espacios. Este proceso da lugar a las relaciones so- ciales y las identidades propias. Las identidades, como ordena- mientos sociales que establecen rela- ciones de oposici6n y de cohesién, son generadoras de comunidades 0 de actores sociales. Nos enfrentamos asi al problema de cémo analizarlas. Atin a pesar de que las identidades pueden permanecer como tales sin expresiones especificas, en su mani- festacién social ante determinadas coyunturas, dardn lugar a sus propios espacios. En sfntesis, proponemos que el anAlisis cultural sea un anilisis de las identidades y que, en el estudio de las mismas, partamos de las relaciones que se establecen como resultado de su expresién en los espacios sociales. Este planteamiento supone tanto una perspectiva del andlisis cultural a nivel regional como una considera- cin de tipo metodolégico. LA IDENTIDAD CULTURAL Y EL ANALISIS... 53 Aceptamos que esta propuesta acota el estudio de la cultura a deter- minados problemas. No obstante, tie- ne como base la biisqueda de una estrategia para el andlisis regional de los espacios culturales, en la que éstos se conciben como resultado de rela- ciones sociales que generan grupos contrapuestos. En cuanto al aspecto metodoldgi- co nuestro planteamiento considera que la construccién de identidades como formas de significacién cultu- ral a partir de una encuesta sea me- diante entrevista 0 con fotografias, como se ha hecho recientemente en algunas _investigaciones = —por mencionar dos ejemplos— implica establecer a priori los elementos que conforman la identidad, olvidando que los paradigmas no son entidades estaticas y que las metéforas resulta- do de los mismos se gencran en los espacios de interaccién social. En tér- minos generales, la aplicacion de una encuesta no toma en consideracién un elemento esencial para compren- der la dindmica de las relaciones so- ciales a partir de las identidades, que éstas son generalmente espacios de referencia coyuntural y situacional y que, por tanto, no es posible determi- nar qué elementos de la cultura ope- ran en un momento determinado y cuales en otro. En el caso de la en- cuesta, el investigador delimita cier- tos elementos y construye sus pre- guntasa partir de ellos. Por supuesto, es muy probable que encuentre ele- mentos de identidad, o las preguntas que realice le proporcionar4n indica- NAAL dores de identidad y el significado de los mismos para los entrevistados. No obstante, si los espacios de referencia son coyunturales y, fundamental- mente, relacionales, los actores socia- les tomaran unos u otros, o reelabo- raran los ya existentes para fundar ordenes significativos que les permi- tiran generar propuestas de acci6n a partir de las especificidades del con- texto social. Si aceptamos que la cul- tura es un proceso de reelaboracién constante, es mas probable que sola- mente en espacios de accién social sea posible detectar los elementos que, en una coyuntura determinada, ge- neran identidades. Establecer regiones a partir de la homogeneidad de ciertas manifesta- ciones culturales, ya sea a nivel fenoménico o de aquellas expresadas por los individuos o grupos, implica olvidar dos problemas; uno, que las manifestaciones culturales no nece- sariamente actian en algin mo- mento como elementos de identidad, sino que ello depende del contexto relacional que ubica la identidad de los actores sociales. Dos, que las ex- presiones verbales privilegiadas en las metodologias de investigacién de los procesos de identidad, ademd4s de estar inmersas en contextos, son sola- mente una cara de la dimensi6n cul- tural. Los valores, normas y referen- tes identitarios expresados 0 no ver- balmente, no inciden de manera me- cAnica sobre la acci6n social sino que, por el contrario, existe una tensién siempre presente entre lo normativo y lo actuado. En el espacio abierto 54 HECTOR TEJERA GAONA entre la reelaboracién de la norina y los objetivos o deseos de grupos e individuos, opera la construccién y reorganizacién cultural, simbélica, que genera las directrices para la ac- cién social. Por supuesto, existen referentes generalesa un grupo, ¢ incluso, a una nacién. Estos pueden ser tomados co- mo una gufa para el establecimiento de regiones © espacios identitarios que contienen elementos comunes. No obstante, una propuesta metodo- logica de este tipo es insuficiente ya que no puede asumirse a priori que la simititud de referentes genera identidades colectivas. El problema consiste en postular que dichos refe- rentes los identifica como tales. In- sisto, todos tenemos una idea de la nacién, de lo que nos representa co- mo mexicanos, de lo que somos y no somos, etcétera. Si bien a nivel de investigacién, podemos establecer ciertos elementos axiomaticos gene- rales, que podemos designar como identidad cultural, como cultura re- gional o nacional de ello no se des- prende que necesariamente, en si- tuaciones especificas, estos referentes vayan a convertirse en gufas de ac- cién social. Pueden o no serlo, y este es siempre un problema presente. Si lo que nos interesa es construir o claborar espacios o regiones cultura- les, tendremos entonces que redefi- nir nuestras estrategias tedricas. Ser& preciso rebasar el isomorfismo entre lo inmanente y lo fenoménico para internarnos en la cultura como espa- cio de significacién, como espacio de clasificacion y referencia. El estudio de la cultura no debe reducirse a recolectar un listado de elementos referentes o situacionales y de su significado para quienes los detentan sino que, ademés, requiere definir el papel que juegan éstos en Ia organizacion y dindmica de las re- laciones sociales. De lo que estamos hablando es, entonces, de cémo se establecen espacios de reproduccién cultural a partir de la formacién de identidades diferenciadas. Hasta el momento, el problema de la investigacién cultural en espa- cios regionales habia sido resuelto mediante dicotomfas, 0 a partir del andlisis de rasgos o aspectos fe- noménicos diferenciales.'® Las dicotomias, derivaron de teorfas dua- listas como la de folk/urbano, cam- poliudad, centro rector/comunida- des étnicas, indigenas/ladinos, en- clave/entorno, etc. La relacién entre espacios culturales se conceptualiz6, por ejemplo, en términos de relacio- nes interétnicas, region de refugio,"* ointercultural." Todo ello dentro de una estrategia en la cual la polftica integracionista ocupé un lugar im- portante. La pretensién era, a fin de cuentas, la modernizaci6n. Desde los afios setenta, la superaci6n critica del 13 Por ejemplo, ropa, vestido, costumbres, religion, Hengua, etcétera. 14 Aguirre Beltrén, Gonzalo, Regiones de refugio, México, SEP/INT, nam. 17, 1973. 15 Off. Aguirre Beltran, Gonzalo “Integracion regio- nal”, INE: 30 aftos después, Instituto Nacional In- digenista, México, 1979, LAIDENTIDAD CULTURAL Y EL ANALISIS... 55 integracionismo y su correlato sinte~ tizado en el término “aculturacion”, se realiza rebasando tanto el cultural- funcionalismo en su papel de eje te6- rico-metodolégico, como su visin evolucionista de progreso. La critica fue opacada por la profusién de los estudios comunales 0 regionales so- bre campesinos. '® A inicios de los ochentas la refle- xién acerca de la dimensién cultural se ha sintetizado y cohesionado en, por lo menos, dos tendencias. La pri- mera que se le denomina etnicista, pone énfasis en la critica al desarrollo pretendidamente homogeneizador y plantea o defiende desarrollos cul- turales alternativos. La segunda, ha recibido el nombre de etnomarxista y ubica el problema cultural dentro de una perspectiva clasista) Ambas han contribuido al debate, a veces bastante acalorado, sobre la etnia o pueblo indigena con relacién a la nacién y, ademas, a la conceptua- lizacién de la categoria de cultura. En dicho debate, el problema de los es- pacios regional y nacional resulté fortalecido y cubrié Ambitos im- portantes de la discusién teérica. Esta discusién no fue solamente resultado de una critica te6rica, sino que la emergencia de nuevos sujetos 16 Habria que recordar que con la definicién clisica de Wolf de campesino, como un productor agricola que forma parte de una sociedad mayor a la cual tansfiere una parte de sus excedentes, se abren lo espacios para romper con el “holismo” comunal y aceptar que muchos elementos solo pueden expli- carse por procesos “externos”. Cfr. Wolf Eric, Las campesinos, Labor, Barcelona, 1971, NAL sociales como en el caso de las orga- nizaciones indigenas, con niveles de integracién local, regional e incluso nacional, provocaron que la discu- si6n se-ubicara tanto en el contexto de la efervescencia social de ese mo- mento,'” como en la necesidad de conceptualizar estos procesos a partir de perspectivas regionales. Sobre to- do, porque la cuestién étnica fue otro elemento que mostré la diversidad y complejidad de la sociedad mexi- cana, puesto que las demandas de los grupos étnicos se expresan en dife- rentes formas, contenidos y priori- dades. Durante mucho tiempo el estudio cultural se mantuvo dentro de los marcos empfricos de la comunidad. Sin embargo, aunque este Ambito so- cial y geografico permanece como espacio de ciertas expresiones y rei- vindicaciones culturales, las de- mandas étnicas frecuentemente lo rebasan y amplian sus margenes. Esto plantea la necesidad de estudios des- de la perspectiva regional para la comprensién global de las dindmicas sociales. Atin con el reconocimiento de la diversidad, las teorfas que privilegia- ron el andlisis econémico como ele- mento explicativo de la dind4mica so- cial contindan teniendo cierta pre- 17 De un recuento de las luchas indfgenas en la década de los ochenta, se legé a la conclusién de que por lo menos 26 de los 56 grupos étnicos del pals se habtan movilizado por diversas demandas. Cfr. Me- jia Marfa Consuelo y Sarmiento Sergio, La lucha indigena: un rte a ls orodaia, Siglo XXI, Mésico, 56 HECTOR TEJERA GAONA eminencia. Las corrientes estructural marxistas, hablan de légicas diferen- tes —por ejemplo, de los sistemas campesinos contrapuestos a la légica empresarial— y en los cuales la rela- cién se establece en la esfera de la circulacién.'® Desde esta perspecti- va se construyen totalidades contra- puestas relacionadas a partir de procesos circulativos y en donde una de ellas se subordina a la otra. La noci6n de subordinacién impli- ca, ademés, una vision de supera- cién de lo “atrasado”, lo “decaden- te” a partir de su absorcién. Esto ha dado lugar a una estrategia especi- fica en los estudios regionales, en la que las dinamicas econémicas cir- cunscriben el problema cultural y lo relegan a ser expresion de sistemas o formas socioeconémicas. Hay en- tonces culturas dicotémicas como la campesina versus la empresarial, o laindigena versus la mestiza o ladina. Cada una de ellas representa una totalidad diferenciada y contrapues- ta, no obstante aquellas posiciones que subrayan la integracién econd- mica como producto de las criticas a las concepciones marginalistas y que, en algdn momento, parecen haber desplazado el reconocimiento de la diversidad. 18 Se dijo que el sistema campesino tenfa una l6gica interna —logica basada fundamentalmente en Jos postulados de Alexander Chayanov— y a partir de ello se postulé su “funcionalidad” en términos de la frontera de la circulacién de mercancfas, La articu- laci6n de diferentes l6gicas mantuvo entonces el dualismo como sustento teérico. Al mismo tiempo, ta explicacién de las particularidades culturales sus- ceptibles de regionalizacién se ha fundado en postular la existencia de relaciones marcadas por “la época colonial”, la permanencia “superes- tructural” que manifiesta cambios més lentos que las estructuras econé- ‘as, o la existencia de una “matriz historica” en donde el “contacto” ge- nera mecanismos de “contraacultu- racién” o “resemantizaci6n”. Estas posiciones sobre el andlisis cultural mantuvieron y mantienen una éptica dualista, o subprivilegian la cultura como una dimensién ac- tuante y presente que no se circuns- cribe a formas socioeconémicas sino que, por el contrario, manifiesta una dinamica mas amplia y que abarca diferentes sujetos sociales. En todo caso en dichas posiciones la cultura, © mejor dicho las culturas, son un elemento subordinado o fenoménico en la comprensién de los procesos sociales. Su permanencia y diversi- dad es resultado del atraso, o del mantenimiento de estructuras so- cioeconémicas que responden a de- terminadas racionalidades econémi- cas? La superaci6n parcial de estas vi- siones sobre las perspectivas regiona- les del andlisis cultural no se ha fundamentado en su critica, sino en 19 La explicacién del mantenimiento del campesino como un sistema que permite romper con la renta diferencial fue un argumento de peso en la expli- ‘cacion econdmica del por qué de su permanenciaen el sector agrario, ‘LA IDENTIDAD CULTURAL Y EL ANALISIS... 57 cl abandono de sus postulados. Han sido los propios actores sociales los que han impreso un nuevo cardcter al andlisis cultural. Ellos nos han de- mostrado que la heterogencidad se encuentra presente. Han hecho pa- tente con su acci6n que las “supervi- vencias” —frecuentemente concebi- das como expresiones culturales fe- noménicas correspondientes a otros tiempos y sin incidencia en la vida social— se encuentran vivas y forman parte integrante de las identidades. Estas son consustanciales a la dinami- ca social y, al lado de nuevas expre- siones culturales, han formado es- pacios sociales particulares que en su accién, unen o diferencian a grupos sociales en coyunturas especificas. Frente a esta realidad, las estrate- gias analiticas que enmarcan las ex- presiones culturales en el “folkloris- mo”, en Jos intentos roménticos de preservacién de las culturas autéc- tonas, o de su clasificacisn como epifenédmenos, resultan reduccio- nistas ante la riqueza y vitalidad. Asi, el andlisis cultural no puede limitarse a recoger especificidades, tampoco a buscar perspectivas “folk”, ni a catalogar a la cultura como ex- presién de procesos materiales. Se trata de entender cémo estas especificidades se expresan_ social- mente, colectivamente; c6mo gene- ran visiones y relaciones y cémo ge- neran espacios sociales. De esta forma se superan tres vi- siones que son inadecuadas para la delimitaci6n de regiones culturales. En primer lugar, aquella que consi- NAL dera que la regién es resultado del aislamiento. En segundo lugar, que es resultado de relaciones socioeco- némicas y potiticas que han generado diferencias y especificidades regiona- les. ¥ en tercero, que las regiones son fruto de la implantacién de unidades deacumulacién y reproduccién.”” Lo jue se pretende en todos estos casos, es el establecimiento de la configura- cion de actividades dentro de un es- pacio territorial. Todas ellas pueden ser de utilidad para los economistas, pero escasamente nos dar4n cuenta de los procesos culturales y de las posibilidades de su regionalizacién. Aqui parece no operar mi propuesta de regionalizar con base en las rela- nes sociales de dominacién; es de- cir, de construir espacios resultantes de la generacién © preservacién de las diferencias econémicas y cul- turales, diferencias fundamentales para mantener el statu quo. Aunque la aplicacién de esta propuesta puede explicar el mantenimiento de regio- nes de dominacién politica, en que las diferencias culturales se presen- tan como mecanismos de justifica- cién y preservacién de formas parti- culares de sometimiento, € incluso, de la generacién de referentes cultu- rales de identidad, no es suficiente para estudiar la dindmica cultural que crea identidades contrastantes y 20 Por ejemplo, Bengoa Cabello, José A., Agriculture, acumulacién capitalista yla cuestidn regianal en América Latina, Multicopiado, “Seminario sobre la cuestién regional en América Latina”, El Colegio de México, Abril, 1978, pp. 1-2. 58 HECTOR TEJERA GAONA actuantes. E] estudio de la formacién y mantenimiento de regiones de este tipo es importante, pero su presencia en México es cada vez menor. En sintesis, sila cultura conforma identidades, es a partir de ellas que podemos establecer los espacios cul- turales. Estos seran espacios identita- rios cuya expresién politica sera es- pecffica y situacional. En este marco, la noci6n de politica hace referencia a aquellos procesos que, sustentados en clasificaciones simbélicas, en sen- tidos culturales, cohesionan y dife- rencian, a la vez que dan lugar a proyectos socioculturales, a ordena- mientos especificos cic la vida social. Son los actores sociales los que establecen, a partir de referentes cul- 21 Pensamos, por ejemplo, cn los Altos de Chiapas, y en algunas estructuras caciquiles de Oaxaca y Veracruz, Sin embargo, éstas no son generalizables a otras regiones donde la dominacién no tequiere, necesariamente, de la formacién de relaciones socio- culturales que diferencien a los grupos sociales. Mas bien por el contrario, es necesario un determinado ‘comsenso que sustente relaciones socioeconémicas y politicas a partir de elementos culturales comunes. Gfr. Tejera Gaona, Héctor, Organizacidn étnica, iden- tidad y formacién regional en Chiapas, INAH, México, 1990. turales, los espacios que les son pro- pios y el sentido que les imprimen. La regién cultural es, entonces, un Ambito de identidad, pero no de una identidad inmanente, sino de aquella que se expresa social y culturalmente a través de la politica. Analfticamen- te, esto implica que las regiones cul- turales, se configuran de manera di- ndmica y cambiante. En el estudio de la cultura regio- nal nos enfrentamos, por tanto, no a referentes territoriales ni, necesaria- mente, a procesos productivos, sino a relaciones sociales y los significados que los hombres les imprimen. Signi- ficados que se expresan politicamen- te, y a partir de los cuales se forman comunidades.1

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