La payasada y el panfleto, el colectivo Guerrilla Girls ha creado una industria
del no hacer que le reditúa muchos beneficios. Nulifican la presencia femenina, la voz directa y valiente que da la cara, y la disfrazan con máscaras de orangutanes, y según su statement esto es para imitar el “anonimato de los héroes como Batman, Robin Hood y Wonder Woman” y, desde este activismo infantiloide, denuncian el machismo del sistema del arte. La protesta se reduce a performances ridículos y una avalancha de letreros. En la Whitechapel Gallery de Londres exhiben la instalación Is it even worse in Europe, una sala tapizada de letreros, una mesa con algunos libros, el público son mujeres en actitud de “todas somos guerrilleras” leyendo y comentando, hay esa atmosfera de “si no estás con nosotras estás en nuestra contra”. Es muy incómodo leer de pie en una galería lo que podríamos leer sentados, ésta mínima información parcial y maniquea cabe en un folleto que al final tiramos a la basura, es como verse obligado a comprar la revista que leemos en la cola del supermercado. La consigna de estas artistas sin obra es la baja presencia en el arte de lo que ellas llaman “diversidad de género”, y con esta única idea han chantajeando a los museos para que les den espacios a ellas, que explotan su evidente impotencia de producir arte. Incongruente e insultante el activismo de estas señoras, que careciendo de obra ocupan un sitio que no merecen. Sus letreros no alcanzan a ser un estudio serio, el más famoso descalifica las pinturas con desnudos femeninos y “denuncia” que una mujer debe estar desnuda para entrar al Metropolitan Museum; se olvidan que actualmente desnudarse “artísticamente” no es una imposición machista, la gran mayoría de las performanceras feministas entran a los museos contemporáneos porque se desnudan y lo más relevante de sus “obras” es que utilizan a la pornografía como lenguaje para explotar el morbo. Marina Abramovic se promociona como sex symbol en revistas. En la exposición lo más evidente es que el colectivo con su disfraz minimiza la lucha por los derechos. Las primeras que reniegan de la “diversidad” son ellas, sus letreros son iguales a todos los letreros que meten en los museos, da igual el tema, el sexo, religión o raza del autor. El problema de la falta de diversidad en el sistema del arte está en las expresiones artísticas uniformadas por el “estilo contemporáneo”, y el artista que no entra en esa categoría queda excluido del museo. Las máscaras de orangutanes no las convierten en “héroes anónimos” como ellas afirman, son una apología de la violencia machista que desaparece la presencia de la mujer, entre un burka y esta máscara no hay diferencia. En la lucha por los derechos humanos no funciona el anonimato, porque es un derecho tener rostro y nombre, que es lo primero que pierde una mujer sometida. El disfraz es una disciplina del arte VIP, Cindy Sherman es la versión cómica de Lady Gaga, vivir en un eterno Halloween es parte de su pueril mediocridad, las Guerrilla podrían elegir otras versiones transformativas, como vestirse de chocolates M&M y trabajar en la mega tienda para turistas de Times Square, o ya muy feministas hacerse botargas con forma de bote de limpiadores, ollas, y todo lo que las artistas feministas exponen en sus instalaciones VIP. La Guerrilla Girls son unos bufones del sistema, su trabajo es ridiculizar a la mujer, caricaturizar un problema, ese es el negocio del que han vivido por treinta años. AVELINA LÉSPER