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La teología de la cruz en la

predicación de san Pablo

Pedro Suriaga - Manuel Vega


2016

SAN PABLO 1
La teología de la cruz en la
predicación de san Pablo
En la experiencia personal de san Pablo hay un dato incontrovertible: mientras
que al inicio había sido un perseguidor y había utilizado la violencia contra los
cristianos, desde el momento de su conversión en el camino de Damasco, se había
pasado a la parte de Cristo crucificado, haciendo de él la razón de su vida y el
motivo de su predicación. Entregó toda su vida por las almas (cf. 2 Co 12, 15),
una vida nada tranquila, llena de insidias y dificultades. En el encuentro con Jesús
le quedó muy claro el significado central de la cruz: comprendió que Jesús había
muerto y resucitado por todos y por él mismo. Ambas cosas eran importantes; la
universalidad: Jesús murió realmente por todos; y la subjetividad: murió también
por mí. En la cruz, por tanto, se había manifestado el amor gratuito y
misericordioso de Dios.

Este amor san Pablo lo experimentó ante todo en sí mismo (cf. Ga 2, 20) y de
pecador se convirtió en creyente, de perseguidor en apóstol. Día tras día, en su
nueva vida, experimentaba que la salvación era "gracia", que todo brotaba de la
muerte de Cristo y no de sus méritos, que por lo demás no existían. Así, el
"evangelio de la gracia" se convirtió para él en la única forma de entender la cruz,
no sólo el criterio de su nueva existencia, sino también la respuesta a sus
interlocutores. Entre estos estaban, ante todo, los judíos que ponían su esperanza
en las obras y esperaban de ellas la salvación; y estaban también los griegos, que
oponían su sabiduría humana a la cruz; y, por último, estaban ciertos grupos de
herejes, que se habían formado su propia idea del cristianismo según su propio
modelo de vida.

La cruz de Jesús el evangelio de Pablo

“Jesucristo se convierte en el centro de la predicación del Apóstol (Pablo). Este


se concentra en los eventos decisivos de la salvación; sobretodo en la cruz y en
la resurrección.”

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Para San Pablo lo más importante del mensaje es Cristo y este crucificado, “Pues
yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la
sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino
a Jesucristo, y éste crucificado.”(1Cor 2, 1-2)

Es usual en la actualidad escuchar un discurso cristiano triunfalista y de la


prosperidad, más que todo en las sectas protestantes, lleno de palabras sabias y
persuasivas, pero reconocer en el centro de la predicación de San Pablo al
crucificado, cuestiona y obliga al creyente a regresar al misterio de la pascua de
Jesús. Es necesario entender que el Dios de Jesús es aquel que tiene presente la
necesidad y el dolor del pueblo y que sabe de cruces, varón de dolores. No
pretende negar la dificultad de la vida “La cruz para Pablo esta en el centro de su
evangelio y en el proceso de evangelización”

No solo como anuncio sino como acontecimiento salvífico, como testimonio,


manera de vivir y transformación interior. “La cruz de Cristo se transparenta y se
vive, no se agota en un discurso, en un anuncio dialectico… debe asumirse como
un impactante estilo de vida.”

Es la propuesta del cristianismo: el evangelio, la buena noticia que no es otra cosa


que un crucificado, y que se anuncia desde la vida, con el testimonio. Pablo
recoge el centro de la pascua de Jesús de los testigos oculares y la anuncia a partir
de su experiencia personal de Jesucristo y su evangelización en las comunidades,
“Pablo describe el evangelio con una formula cristológica recibida. El evangelio
en su centro es el acontecimiento mismo Cristo” en este evangelio es
indispensable tener presente el argumento de la cruz, que no se puede pasar por
alto en ninguna de las predicaciones: Para san Pablo la cruz tiene un primado
fundamental en la historia de la humanidad; representa el punto central de su
teología, porque decir cruz quiere decir salvación como gracia dada a toda
criatura. El tema de la cruz de Cristo se convierte en un elemento esencial y
primario de la predicación del Apóstol: el ejemplo más claro es la comunidad de
Corinto. Frente a una Iglesia donde había, de forma preocupante, desórdenes y
escándalos, donde la comunión estaba amenazada por partidos y divisiones
internas que ponían en peligro la unidad del Cuerpo de Cristo, san Pablo se
presenta no con sublimidad de palabras o de sabiduría, sino con el anuncio de
Cristo, de Cristo crucificado. Su fuerza no es el lenguaje persuasivo sino,

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paradójicamente, la debilidad y la humildad de quien confía sólo en el "poder de
Dios" (cf. 1 Co 2, 1-5).

La primera realidad en la que siempre ha sido enfática la Iglesia; Cristo nos


salva en la cruz, Cristo murió por nuestros pecados y nos libero de la culpa. “Y
Dios nos demuestra su amor por nosotros, en que aún siendo nosotros pecadores,
Cristo murió por nosotros”. (Rom 5,8)

“A quien Dios colocó delante (exhibió) como víctima expiatoria, por la fe en su


sangre, como prueba de su justicia, habiendo pasado por alto los pecados
cometidos antes”. (Rom 3,25)

Verdad intachable, certeza cristiana, pero que no agota el contenido revelado en


la cruz, el cristiano se mantiene en una constante búsqueda de la voluntad de Dios
y del mensaje expresado en la pascua de Jesús, es entonces en donde surge la
pregunta; ¿Pero como interpretar, encarnar, vivir, testimoniar esa cruz de Jesús
hoy como algo visible en la vida cristiana? Superadas ya interpretaciones antiguas
masoquistas, de flagelo, tortura y dolor, que bueno entrar en las enseñanzas más
existenciales de la cruz de Jesús que aporten e impacten positivamente la vida de
los seguidores de Jesús, tales como: la cruz de Cristo una instrucción para asumir
el dolor de manera altruista, atención a la afirmación es asumir el dolor que solo
llega y acompaña la vida, no y en ningún momento buscarlo. El cristiano no es
un sádico o masoquista, el cristiano es consiente que el dolor es parte de la vida
y busca asumirlo de manera salvífica. En esta reflexión San Agustín expresa
poéticamente parte de esta realidad: “Sobre la colina del calvario tres cruces
parecen idénticas: ante nuestra vista ofrecen el mismo horrible espectáculo, la
misma tragedia: sufrimiento, tristeza, agonía y dolor, las tres sangres forman un
único charco. Y sin embargo aunque son tres hombres en cruz, uno da la
salvación, otro la recibe, y un tercero la desprecia. Para los tres la pena es la
misma. Pero todos mueren por diversa causa. San Agustín”

La cruz sin lugar a dudas lo que quiere es mostrarnos una manera de asumir el
dolor, dando la salvación o por lo menos recibiéndola, para alejarnos de un dolor
que nos condena, nos hunde y llena de desesperanza y sin sentido. Para ningún
ser vivo es lejano el sufrimiento, en este primer caso se plantea la cruz como una

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manera de asumir el dolor, en función de la resurrección, en función de un bien
mayor, de una esperanza trascendente, de un ejemplo y servicio a los demás.

En segundo lugar, lograr entender la cruz como morir a nosotros mismos, como
abnegación, como morir a nuestros intereses egoístas, superficiales, vanos, morir
a la carne, al pecado, a la instintividad animal, bestial, egoísta que todo ser
humano lleva inscrita en su realidad. Tal como esta expresado en la carta a los
Romanos: “sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él.

Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un
vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y
vivos para Dios en Cristo Jesús.” (Rom 6,9-11)

Es un llamado a que cada cristiano imite la vida de nuestro Señor consagrada a


Dios, y se entreguen a Jesucristo para resucitar con él, para vivir en la vida nueva
“Y murió por todos, para que quienes viven, ya no vivan por sí mismos, sino por
quien por ellos fue muerto y fue resucitado” (2Cor 5,15)

En la vida del ser humano es innegable la búsqueda de si desmesurada, e


insaciable en este sentido la cruz nos salva de nosotros mismos y de caer en el
individualismo y egoísmo absoluto, para volcar nuestras fuerzas hacia los demás,
esto posible únicamente venciendo con el poder de Cristo en nuestro interior.
Negando la naturaleza humana y buscando la divina.

La cruz, por todo lo que representa y también por el mensaje teológico que
contiene, es escándalo y necedad. Lo afirma el Apóstol con una fuerza
impresionante, que conviene escuchar de sus mismas palabras: "La predicación
de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan —
para nosotros— es fuerza de Dios. (...) Quiso Dios salvar a los creyentes mediante
la necedad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos
buscan sabiduría, nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los
judíos, necedad para los gentiles" (1 Cor 1, 18-23).

En tercer lugar se puede contemplar la cruz como un adherirnos en debilidad a


la realidad de Jesucristo, es decir el pecado, la limitación, la enfermedad, el

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sufrimiento humano entregárselo al crucificado, confiados, en fe de que sea ya él
quien disponga y reine en la vida del creyente: “Es cierto que fue crucificado
como débil, pero vive por el poder de Dios, de la misma manera nosotros
participamos de su debilidad, pero unidos a él viviremos por el poder de Dios
para servirles a ustedes.” (2Cor 13, 4)

Es el obrar de Dios en la vida humana que sobrepasa infinitamente sus


posibilidades y realidades, se nota sobretodo en su debilidad “Pero él Señor me
dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por
tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que
habite en mí la fuerza de Cristo.” (2Cor 12,9)

En rendirse ante la grandeza del Señor vencidos por un mundo que nos supera,
pero confiados en que en Cristo somos más que vencedores; Yo y Cristo mayoría
aplastante, esta es una de las aplicaciones existenciales de la cruz cristiana “El
Crucificado desvela, por una parte, la debilidad del hombre; y, por otra, el
verdadero poder de Dios, es decir, la gratuidad del amor: precisamente esta
gratuidad total del amor es la verdadera sabiduría.”

Otra contemplación sobre la cruz, es ésta como amor llevado hasta las ultimas
consecuencias, para nadie es nuevo que el amar necesita de esfuerzo, de
humildad, de padecer, de sufrimiento, una madre se desgasta por sus hijos, un
esposo por su esposa, y en las relaciones de amor es necesario el desgaste de la
vida para que el otro pueda nacer, es pues la cruz una expresión extrema del amor
de Dios hacia la humanidad, en donde no solo los reconcilia a la condición de
hijos, si no que AMA “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo” (Jn 13,1) es el versículo introductorio al lavatorio de los
pies y en definitiva a la pascua del resucitado.

“¿Quien podrá condenarnos? Cristo Jesús quien murió, mas aún resucito y esta a
la diestra de Dios rogando por nosotros. ¿Quien nos podrá separar del amor de
Cristo?” (Rom 8, 34-35)

Es la entrega amorosa del Padre y del hijo la que revela en definitiva la cruz de
nuestro Señor: “Y Dios nos demuestra su amor por nosotros, en que aún siendo
nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Rom 5,8)

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La verdadera cruz le habla al creyente mucho más de amor que de dolor, o en
todo caso de ese dolor que surge del verdadero amor.

La cruz de Jesús llamado para la comunidad cristiana

El misterio de la cruz de Cristo es tan rico en significado, que los cristianos nos
quedamos cortos a la hora de interpretar y proclamar su valor, partiendo de la
importancia de la cruz en la revelación y el lugar que ocupa en la predicación de
San Pablo, “Pablo no puede permitir que se tache la cruz en la predicación y en
la vida de la Iglesia.”

Se sugiere ahora una interpretación profunda, que es a su vez un llamado a toda


la gran comunidad cristiana, a testimoniar como Pablo un cristo resucitado en
nuestras vidas; “Ya no soy yo quien vive es cristo Jesús quien vive en mi” (Gal
2,20) pero para resucitar con Cristo es necesario primero morir con Él “Por lo
tanto, fuimos sepultados con él, por medio del bautismo, en su muerte, para que
así como Cristo fue resucitado de (entre) los muertos, mediante la gloria del
Padre, así también nosotros, caminemos en novedad de vida, porque si hemos
llegado a ser injertados en una muerte semejante a la suya, no obstante, también
lo seremos en su resurrección”. (Rom 6,4-5)

Cual es pues esta manera de asumir la cruz; es el servicio, gastar la vida, el


tiempo, las fuerzas, las capacidades por los demás, por la familia, la comunidad,
la sociedad; “La cruz se evidencia como un desgaste de la propia vida hasta el
suspiro final, en beneficios de nuestros hermanos y hermanas más cercanos.”
Afirmación de la que esta cargada el evangelio: el Hijo del hombre no vino para
que le sirvan si no para servir (Mt 20, 28), el lavatorio de los pies de Jesús a sus
discípulos (Jn 13, 5 ss), el que quiera ser el primero que sea el último de todos
(Mc 9, 35), el grano que debe morir para dar vida a una nueva planta (1Cor 15,
36), entre otros.

Lo anterior es entonces el testimonio, anuncio (Kerigma) de San Pablo, lo que


busca con todas sus fuerzas y proclama a las primitivas comunidades cristianas y
en ellas a todo el cristianismo naciente “En cuanto a mí ¡Dios me libre de

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gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es
para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!” (Gal 6, 14)

Es el estilo de vida impactante y decisiva que acepta Pablo y que le da sentido a


la vida del creyente: la cruz, siguiendo los pasos del Maestro Jesucristo. “Lo que
cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo, de manera que nuestra
identidad se caracterice esencialmente por el encuentro, la comunión con Cristo
y su Palabra”

Estilo de vida que requiere esfuerzo, sacrificio, abnegación, entrega, padecer y


sufrimiento, además de todas las otras muchas virtudes de la pascua, lo cual no
es común denominador en el típico comportamiento asumido por el ser humano
incluso en los círculos más cristianos o religiosos “No cabe aceptar como un
comportamiento humano valido, gastar la vida por los otros hasta entregar el
ultimo aliento, incluso dejando la existencia en la cruz”

Es por esto que desde su comienzo el cristianismo centrado en la cruz de nuestro


Señor siempre será un escándalo, una tontería, algo ilógico, sin sentido y sin
resultados “Pues la palabra de la cruz, es locura para quienes se destruyen
(perecen, pierden), pero, para quienes son salvados, para nosotros, es fuerza de
Dios”. (1Cor 1,18)

La cruz siempre tendrá enemigos y será todo un reto poder llegar a cumplir con
tal alto requisito, únicamente posible a los pies del maestro y permitiendo la
gracia de Dios obrar en la limitación humana. ”Lo que se entierra es debilidad lo
que resucita es fortaleza.” (1Cor 15, 43)

Es pues un proyecto de vida lo que se propone, es esto lo que anuncia Pablo y lo


que demuestra con su vida a la Iglesia naciente, el entregarse en servicio y dar lo
mejor de si para que nazca y crezca la comunidad cristiana, y a la vez invita a
todos a seguir sus pasos: “Así pues, ya que aspiráis a los dones espirituales,
procurad abundar en ellos para la edificación de la comunidad.” (1Cor 14,12) este
es el sentido del servicio, del sacrificio, de la cruz; construir el pueblo de Dios
para educarlo y fortalecerlo en el Mesías “La cruz en Pablo, es asumida como un
proceso en donde los cristianos gastan sus dones y sus cualidades para edificar a
la comunidad”

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Las primeras comunidades cristianas, a las que san Pablo se dirige, saben muy
bien que Jesús ya ha resucitado y vive; el Apóstol quiere recordar, no sólo a los
Corintios o a los Gálatas, sino a todos nosotros, que el Resucitado sigue siendo
siempre Aquel que fue crucificado. El "escándalo" y la "necedad" de la cruz
radican precisamente en el hecho de que donde parece haber sólo fracaso, dolor,
derrota, precisamente allí está todo el poder del Amor ilimitado de Dios, porque
la cruz es expresión de amor y el amor es el verdadero poder que se revela
precisamente en esta aparente debilidad. Para los judíos la cruz es skandalon, es
decir, trampa o piedra de tropiezo: parece obstaculizar la fe del israelita piadoso,
que no encuentra nada parecido en las Sagradas Escrituras.
San Pablo, con gran valentía, parece decir aquí que la apuesta es muy alta: para
los judíos, la cruz contradice la esencia misma de Dios, que se manifestó con
signos prodigiosos. Por tanto, aceptar la cruz de Cristo significa realizar una
profunda conversión en el modo de relacionarse con Dios. Si para los judíos el
motivo de rechazo de la cruz se encuentra en la Revelación, es decir, en la
fidelidad al Dios de sus padres, para los griegos, es decir, para los paganos, el
criterio de juicio para oponerse a la cruz es la razón. En efecto, para estos últimos
la cruz es moría, necedad, literalmente insipidez, un alimento sin sal; por tanto,
más que un error, es un insulto al buen sentido.

La cruz cristiana es resucitada.

Se ponen de acuerdo los escritores en que la cruz, termina siempre en la


resurrección, hacen parte de un conjunto de piezas claves en la salvación que
unidas son la pascua de Jesucristo, centro del Evangelio

“La persona de Jesús Mesías y su muerte en la cruz, inseparable de su


resurrección, es como la síntesis de todo el evangelio.”

“La teología paulina considero la pasión y muerte como un preludio de la misma


resurrección”

“Muerte y resurrección de Jesús son los dos pilares básicos del Evangelio”

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La dinámica de la salvación: cruz, muerte y resurrección gloriosa, terminan
justamente en eso en una resurrección en una vida que ya no puede ser destruida,
en una vida que no se puede amenazar ni deteriorar por la muerte, Jesucristo
resucita para ya no morir nunca más, y hacen en su conjunto el corazón del
misterio de nuestra fe, no se queda en la cruz y mucho menos en la muerte, la
ultima palabra del Padre es vida, es resurrección, “La pasión, muerte y
resurrección de Cristo constituyeron el momento decisivo del plan salvífico de
Dios. Según la concepción paulina de este momento hay que conservar muy bien
la unidad de estas tres faces de la existencia de Cristo.”

Ya que la una lleva a la otra, más aun la cruz y muerte son el camino a la
resurrección, solo muriendo al pecado, nazco a la vida nueva, solo muriendo a las
obras de la carne, se nace en el Espíritu, solo muriendo a mi egoísmo e intereses
superficiales, se puede servir a una comunidad, a una familia, a un hogar, solo
muriendo al esfuerzo se nace al resultado. “Si no hay resurrección de los muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación,
vacía también vuestra fe.” (1Cor 15, 13-14)

La cruz es para Pablo inseparable de la resurrección, cobra sentido y plenitud; la


una en la otra.
Y es en la resurrección donde Dios Padre muestra su omnipotencia, su poderío,
“En la mente de Pablo, el Dios que resucito a Jesús de entre los muertos es un
Dios de poder, este concepto paulino de Dios refleja la herencia Judía, la fe en la
fuerza y el poder que el antiguo testamento atribuye a Yahvé.”

Tal como lo describe la Escritura en las Epístolas Paulinas “Pero nosotros


anunciamos un Mesías crucificado, esto les resulta ofensivo a los judíos y a los
no judíos les parece una tontería, pero para los que Dios ha llamado sean judíos
o griegos este Mesías es el poder y la sabiduría de Dios.” (1Cor 1,23)

La amarga experiencia del rechazo del anuncio cristiano

San Pablo mismo, en más de una ocasión, sufrió la amarga experiencia del
rechazo del anuncio cristiano considerado "insípido", irrelevante, ni siquiera
digno de ser tomado en cuenta en el plano de la lógica racional. Para quienes,

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como los griegos, veían la perfección en el espíritu, en el pensamiento puro, ya
era inaceptable que Dios se hiciera hombre, sumergiéndose en todos los límites
del espacio y del tiempo. Por tanto, era totalmente inconcebible creer que un Dios
pudiera acabar en una cruz.
Y esta lógica griega es también la lógica común de nuestro tiempo. El concepto
de apátheia indiferencia, como ausencia de pasiones en Dios, ¿cómo habría
podido comprender a un Dios hecho hombre y derrotado, que incluso habría
recuperado luego su cuerpo para vivir como resucitado? "Te escucharemos sobre
esto en otra ocasión" (Hch 17, 32), le dijeron despectivamente los atenienses a
san Pablo, cuando oyeron hablar de resurrección de los muertos.

Creían que la perfección consistía en liberarse del cuerpo, concebido como una
prisión. ¿Cómo no iban a considerar una aberración recuperar el cuerpo? En la
cultura antigua no parecía haber espacio para el mensaje del Dios encarnado.
Todo el acontecimiento "Jesús de Nazaret" parecía estar marcado por la más total
necedad y ciertamente la cruz era el aspecto más emblemático.

¿Pero por qué san Pablo, precisamente de esto, de la palabra de la cruz, hizo el
punto fundamental de su predicación?

La respuesta no es difícil: la cruz revela "el poder de Dios" (cf. 1 Co 1, 24), que
es diferente del poder humano, pues revela su amor: "La necedad divina es más
sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la
fuerza de los hombres" (1 Co 1, 25).

Nosotros, a siglos de distancia de san Pablo, vemos que en la historia ha vencido


la cruz y no la sabiduría que se opone a la cruz. El Crucificado es sabiduría,
porque manifiesta de verdad quién es Dios, es decir, poder de amor que llega
hasta la cruz para salvar al hombre. Dios se sirve de modos e instrumentos que a
nosotros, a primera vista, nos parecen sólo debilidad.

El Crucificado desvela, por una parte, la debilidad del hombre; y, por otra, el
verdadero poder de Dios, es decir, la gratuidad del amor: precisamente esta
gratuidad total del amor es la verdadera sabiduría. San Pablo lo experimentó
incluso en su carne, como lo testimonia en varios pasajes de su itinerario
espiritual, que se han convertido en puntos de referencia precisos para todo

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discípulo de Jesús: "Él me dijo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra
perfecta en la flaqueza"" (2 Co 12, 9); y también: "Ha escogido Dios lo débil del
mundo para confundir lo fuerte" (1 Co 1, 28). El Apóstol se identifica hasta tal
punto con Cristo que también él, aun en medio de numerosas pruebas, vive en la
fe del Hijo de Dios que lo amó y se entregó por sus pecados y por los de todos
(cf. Ga 1, 4; 2, 20). Este dato autobiográfico del Apóstol es paradigmático para
todos nosotros.

Una admirable síntesis de la teología de la cruz

San Pablo ofreció una admirable síntesis de la teología de la cruz en la segunda


carta a los Corintios (cf. 2 Co 5, 14-21), donde todo está contenido en dos
afirmaciones fundamentales: por una parte, Cristo, a quien Dios ha tratado como
pecado en nuestro favor (v.21), murió por todos (v. 14); por otra, Dios nos ha
reconciliado consigo, no imputándonos nuestras culpas (vv.18-20). Por este
"ministerio de la reconciliación" toda esclavitud ha sido ya rescatada (cf. 1 Co 6,
20; 7, 23). Aquí se ve cómo todo esto es relevante para nuestra vida. También
nosotros debemos entrar en este "ministerio de la reconciliación", que supone
siempre la renuncia a la propia superioridad y la elección de la necedad del amor.

“Las cruces cristianas resucitan porque si no resucitan


no son cristianas”

San Pablo renunció a su propia vida entregándose totalmente al ministerio de la


reconciliación, de la cruz, que es salvación para todos nosotros. Y también
nosotros debemos saber hacer esto: podemos encontrar nuestra fuerza
precisamente en la humildad del amor y nuestra sabiduría en la debilidad de
renunciar para entrar así en la fuerza de Dios. Todos debemos formar nuestra vida
según esta verdadera sabiduría: no vivir para nosotros mismos, sino vivir en la fe
en el Dios del que todos podemos decir: "Me amó y se entregó a sí mismo por
mí”.

Es nuestra fe que esa cruz ya explicada como; servicio a la comunidad, entrega


de nuestros dones y carismas, abnegación, muerte al pecado, manera altruista y

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trascendente de asumir el dolor, amor hasta el extremo, entrega confiada de
nuestras debilidades a Dios, ¡RESUCITA! , porque las cruces cristianas resucitan,
resucitan al crecimiento de la comunidad, resucitan en vida de valores y compartir
fraterno, resucita en familias unidas que progresan y se aman, resucitan en
testimonio cristiano como estilo de vida que se reproduce y crece día a día,
ejemplo para la sociedad, resucita en que el Espíritu del Señor sea el dueño y amo
de nuestras vidas, resucita a que desde el cristianismo se proponga y se construya
una civilización más justa, agradable y confiable a las generaciones venideras.
Donde todos seamos discípulos de Jesús y lleguemos a la plenitud de la verdad.
“Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de
Dios, al estado de hombre perfecto; a la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13)

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