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(CEACE " HEMNOLON A. GAY LITER. ews 20 7 sexio Sempre uel ve én Ctra pacte 48 ,, primavera ZO 9 20- 20 oreavarre ‘Uno de los relatos breves de Kafka,""Comunidad”, cuenta la historia de cinco amigos que un dia sa- Ten de una casa, uno tras otto, y se paran delan- te de ella en linea. Asi despiertan la atencién de la gente, que los sefiala diciendo que acaban de salir del mismo lugar.A partir de entonces “los cinco” viven juntos pacificamente, salvo por la presencia de un “sexto” que continuamente de- sea“meterse por la fuerza” donde no lo conocen ni desean aceptarlo como “uno de ellos”. A los cinco amigos no les interesa ser ses y si bien per- ‘manecer juntos no tiene para ellos ningéin sen- ‘ido, ya estén juntos y no anhelan una nueva tunién. Claro que tampoco podrian explicarle es- to al sexto, porque en cierto modo significaria admitirlo. De modo que no lo aceptan, sin acla- rar nada, y lo alejan a codazos. Pero el sexto, di- ce Kafka, “siempre vuelve” Los cintco amigos que “forman” comunidad ca- si por un azar (salieron de una casa, fueron sefia~ Iados por los otros y decidieron vivir juntos) re- ciben constantemente la presencia de otro, un sexto. Lo rechazan, pero vuelve: ese que se me- te a la fuerza alli donde nadie lo lama, ese en- trometido, ese otro cuya unién a la comunidad no es deseada es el que permite que haya (con su aparici6n molesta, monstruosa) comunidad. Pone cen jaque la pacifica unién de los que, a pesar de vivir juntos, tampoco se conocen. No se cono- cian antes y no se conocen ahora, agrega Kafka Ese otro, molesto, insistente, hace visible el mo- do de ser comunitario: un modo de ser en el que Jo comin (la casa compartida, la pacifica unién) esté siempre amenazado, alterado, parasitado. Ese FOTOCOPIADORA 2 CEHCE Sobre la problematica de la comunidad sin fundamento. otto, que parece venir después, ya estaba antes. Cuando la filosofia contemporinea se plantea Ia problemitica de la comunidad en la linea de autores posnietascheanos como Blanchot, Nan Derrida, se esti refiriendo, de algtin modo, a es- ta comunidad, la del sexto. Es decir, a la presen- cia alter-ante del otro, que rompe con toda vo- Juntad de organizacién y unién pacifica, En todas las épocas las sociedades (esos conjuntos de in- dividuos unidos “artiicialmente” por el derecho) experimentaron la nostalgia de otro tipo de “unio- nes”. En todas las épocas la comunidad se present como una posibilidad “mas amable” para convi- vir que la sociedad: un espacio mis célido, mis confiable, més seguro, en el que hombres reuni- dos por afinidades electivas experimentaban el placer de la cercania. Esto es lo que estaba pre~ sente en la clésica definicién de Ténnies: la so- ciedad es un lugar de convivencia artificial y le- janfas, la comunidad es lo que agrupa 2 los hombres en torno a proximidades (culturales, de- portivas, etc). Cuando Zygmunt Bauman alude al ansia actual de comunidad como biisqueda del paraiso perdido esté remitiendo a este modo (s0- iolégico) de pensar la comunidad: como lo 1e- primido en lo social No es de esta idea de comunidad que hablan Jos pensadotes antes indicados, sino de otro mo- do de comunidad, menos cAlido y menos cercano, mis poblado de lejanias y ausencias: la comuni- dad-que-somos. Que-somos: una cuestion ontolégi= «a, antes de ser “organizativa” o deseable: ya lo somos. Nuestro modo de ser, en tanto existen- tes, €$ comunitario: esto no significa que somos a vo- todas le in- echo) uunio- sentd comvi- >, mis veuni- pan el a pre- a so- Lyle a los 3 de- alude -da del Jo (60- To re- hablan ercano, ‘omunt tol6gi- nya lo xisten- somos “sociales”, sino que ya somos otro, ya estamos atravesados por el otro, nuestra supuesta “mismi- dad” ya esta contaminada de alteridad, de dife- rencia, de monstruosidad (en tanto el otro ¢s lo zno-familiar, lo Unheinliches). En el pensamiento de los autores que he denominado posnietzs- cheanos, es decir, aquellos que ante el anuncio de la muerte de Dios asumen la imposibilidad de fandamentacién y, con ello, de verdad dltima, es- ta idea de la comunidad (en un sentido ontolé- ¢gico) remite a una comunidad irrepresentable € impolitica. Si no hay fundamento tampoco exis- te finalidad (tos), y el pensar se genera desde la provisoriedad y desde el perspectivismo como pensamiento trigico (que sabe que la fibula de las “grandes totalidades” ya no es posible y, por lo tanto, ningiin consuelo sana o repara la ausencia de fundamentacién). ‘Cuando Jean-Luc Nancy, retomando el término blanchotiano, se refiere a la “comunidad deso- brada”, hace patente que Ja comunidad no pue- de ser resultado de un proyecto: retirandose de th obra (no es un producto), la comunidad ni “se ‘hace” ni “se debe hacer”, sino que ella es la que “hace ser”. En este’ sentido, y frente al mito fan- dador de comunidad, 0 al Estado (otro modo del sitosorta CI mito, como lo avizoré Nietasche al cabificatlo co- mo “nuevo idolo” y al sefialar cémo su figura conjuga la violencia y a fibula), la comunidad Ge la que estamos hablando s6lo puede pensarse desde la impolitcidad. Massimo Cacciari es quien, desde fines de los setenta, ha reactivado el senti- do de lo impolitico a partir de su interpretacion de Nietzsche, mostrindolo como al terzeno de Ja critica radical del “ser-valor” de la politica, ‘Asumir esta filtima como “puro ejexcicio del po- dex” no satisface: por ello el hombre continua mente se representa una totalidad de valor (el Estado, el mito fundador, el bien) que da “senti- do” al poder. De este modo, violencia y repre- sentacién de valor se alian para constituit la idea de lo politico, y el Estado se concibe como to- talidad (ley, norma). Como indica Cacciari, lo jimpolitico significa la deconstruccién de esa to- talidad: no para sefalar su falsedad, sino pata mos- trarla como producto de fuerzas historicas y po- der criticar los valores que la sostienen en tanto totalidad. El problema del “devenir teol6gico” de la politica (esa necesidad de un gran valor como sustento y mistificacién de su ~insoportable— di- mensi6n de violencia) es que el mito valorati- ‘vo se transforma en ejercicio de totalitarismo, ovearance 21 REE CTeitosots 22 orexpaere generalmente en la figura del Estado. Este, para poder ser efectivo, debe representarse como una homogeneidad completa, sin resto, Lo impolitico es, entonces, un pensamiento del resto. La nocién de resto remite a una cierta se~ méntica teol6gica: el resto de Jacob en Miqueas, el resto de Israel en Isafas, es decir, los que so- brevivirin a la destruccin del templo. Pensado en. sentido ontol6gico, el resto alude a lo que resis- te a la totalizacién. Bl resto no es “lo que que- da” sino lo que ya estaba alli, impidiendo la to- talizacién y el cierre, el resto es la “resistencia” a toda sintesis dialéctica, a toda respuesta que neu- tralice el conflict. Si ya no queremos pensar en términos de una ‘comunidad en sentido sociolégico, por su catic- ter homogeneizador y, ademés, por el sentido de propiedad en que se funda (“pertenecer” en vir~ tud de determinados atributos compartidos es lo gue cuenta); si deseamos pensar algo diferente del pacto de intereses (que, evidentemente, no satisface y experimenta siempre la nostalgia del Gran Valor que confiera sentido al pacto); si cree~ ‘mos que esti deconstruido el mito del Estado fandador: gc6mo pensar la politica en este mo- do impolitico? La filosoffa contempornea lo ha hecho en términos de hospitalidad (Cacciari, Derrida), considerando que el Cum que permi- te Ja comunidad es posible en términos de hos- tis-hospes: cuando el préximo es al mismo tiem- po enemigo o extranjero (hosts) y el extranjero hhabita en mi casa. El extranjero habitando en mi asa (alter-ando mi. propiedad) es esa figura de lo monstruoso ala que antes remiti: es necesario, entonces, aceptar la radical extrafieza que nos atraviesa ¢ “irrumpe” exigiendo “respuesta”. Ese ¢s el"“sexto” kafkiano: molesto, demandando res- puesta, exigiendo hospitalidad incondicional. La nocién derridiana de “hospitalidad incon dicional” no remite a una forma de “relacionar- se” con el otro, sino a un modo de ser del exis tente humano en tanto “ser-con”: “somos” hospitalidad. Por ello, la hospitalidad incondicio- nal alude a la acogida sin célculo del otro, a la exposicién sin limites al arribante. Una légica de la visitacin rige esta hospitalidad: como el fan- tasma, el otro lega sin aviso previo, no se puede programar (ni controlar) su legada. El arribante excede, entonces, todo célculo. La “otra” hospi- talidad, la condicionada, sigue siendo una forma del pacto: abro mi hogar (ni pats, mi institucién) al otro. Mientras que la hospitalidad incondicio- nal remite al mbito de la justicia, la hospitali- dad condicionada remite al del derecho, y se re laciona con el célculo, porque ante el derecho debemos ser iguales, equi-valentes (“iguales an- te la ley”). Esta hospitalidad efectiva se conec- ta, entonces, con una politica posible, mientras que la hospitalidad de la acogida irrestricta del otro se refiere a una “politica de lo imposible” Porque no hay aqui nada que pueda ser previsto © calculado: estamos frente al ott como acon tecimiento, Comunidades del resto e impoliticidad. La filoso- fia moderna, desde Ia pérdida de la polis griega 0 de las viejas comunidades, asume que la politica es la organizacién de un vacio. La idea de “co munidad sin fandamento” parte también de un vacio, pero no por nostalgia de una pérdida “Somos vacio”, en la medida en que ninguna esencia 0 atributo nos constituye, sino que ese B RLEPERREE nos dee Fi mito cruek beral prote to pa que « puede ibante hospi- forma sucién) adicio~ spitali- sere erecho les an- conec~ jentras ta del wsible” srevisto acon- fAiloso- riega 0 politica ie “co- cde un érdida. \inguna que ese modo del existente que somos como ser-con in- ica que no podemos caracterizarnos desde una propiedad de nosotros mismos: estamos des-apro- piados. En otros términos, somos “comunidad del resto” con una tonalidad mesiénica particular. Se trata de una mesianicidad sin mesianismo, diré Derrida, sin contenidos acerca de lo que com- pletaré la espera, sino indicando, mas bien, en el sentido blanchotiano, una espera sin espera. Un. ‘Mesias también kafkiano: que vendri cuando ya no sea necesario, un dia después de su venida ¢Cémo pensar, entonces, la fuerza impolitica de esta idea de comunidad del resto desde un mesianismo sin contenidos que la completen? La idea de comunidad del resto implica asumir la zo representabilidad de Ia politica, lo que supo- ne afirmar, asimismo, el no cierre del otro en fignras atrapables y dominables por una subje- tividad representativa. Que el otto no sea repre- sentable significa que el otro no es apropiable, que no es reductible a un niimero en un pro- grama o proyecto, que es singularidad que exce- de, excedencia de sentido con respecto a todo programa. Quicnes consideran que posiciones como la deconstruccién o la idea de lo impolitico no ha~ cen mis que registrar la despolitizacién de lo mo- desno y el estado de fragmentacién, y entonces simplemente “acompafian” el iberalismo y la glo- balizaci6n, casi como sus heraldos, deberian, por lo menos, inquietarse ante algunas cuestiones. Pareciera que lo que reduce a los individuos al nivel de equivalencia ¢s e! lugar ocupado por la economia ante la despolitizacién. El orden juri- dico planteado desde la igualdad oculta, en par- te, la mentira del liberaismo, que pregona la igual- dad de oportunidades como fingimiento de valor ante la ausencia de este. Asi como ¢s intolerable Ia violencia fundadora de Estado y necesita del mito que la recubrd, también es intolerable la crueldad del mundo organizado en términos li- berales, y por ello es necesario acudir a un mito protector: la igualdad de oportunidades. Este mi- to parece rescatar una igualdad de los hombres que es desmentida dia a dia por el funciona Filosotts ( miento del mundo del mercado, que arrasa con los débiles y se ensaiia con los mis frigiles ‘La “igualdad” permite armar proyectos y pro- sgramas, necesarios, sin lugar a dudas, para “hacer politica”, en Ia que somos “sujetos” de deberes y de derechos. La dimensién de subjetividad ya es tuna dimensién de poder: como lo mostré de ma~ nera magistral Heidegger en La época de la ima- gen del mundo, et sujeto, representarse la realidad, implica apropiarse de ella. No es que el poder “se agrega” a la subjetividad, sino que esta es po- der, y podtiamos afiadie que este ejercicio del po- der exige siempre “sacrificio”. Algo (mucho) del existente humano es sacrificado en Ja subjetivi- dad, algo (mucho) es sacrificado en el ordena- miento de lo social en términos de derecho: lo vital, lo comunitario (que-somos), la singulari- dad. Somos sujetos sujetados: algo debe ser “cons- treftido” para que las leyes funcionen. Para dicho fancionamiento es necesario remitir al ambito de la presencia y de la representacién aquello que somos, pero siempre resta algo que resiste a la presencia. La constitucién de lo que somos en términos de sujetos de derecho supone una cuo- ta sacrificial notable: s6lo ast es posible “ordenar” lo social. Sin embargo, ese sacrificio esti siempre en el limite del tornarse insoportable. Asumir la orearasre 23 CJ rttorotie Imégenes. Ai Wee, Fate (2007), 1001 visi tantes chinos, Documents 12, Kassel Lectura. Zygmunt Bauman, Comuniod En usc de soured on un mando host (Ma, Siglo Yt, 2009) Maurice Blanchot, a comunided incoresale (Madi, Arena, 995). Massimo Cacia, “Lo impolic setzscheano” (978) en Desde Niesche Tempe, on, pace (unos Aires bls, 954) y El ahi. iaras dl cron Octet (Buenos fires, Eudebs, 1989) Ménice 8 Cragin (com), Eras comuie deta impronta iceschera on el debate en tomo aa comunidad (Guero Ares, a Cebr, 2009) Jacques Det, Polls dela amistad (Madre, Tor, 995) y La hoped (Bueno Aes, De Ia ley 2000) Roberto Esposito, Communitas ign y destino dee comunidad (Buenos Aes ‘memory 2003) JearLuc Nang La comunided desobrada (Madrid, Arena, 1999) y La comunidad cnfeioda (Buenos Kies, La Cea, 2007) Méniea Cragnoin es doctora en Filosofia por la Universidad de Buenos Aires, profesore de Metafscay Problemas Especiales de Metaisic, investigadora independiente del Conicet y tad: tora. Ha publicado Razin imoginativa,identded y ica en la obra de Paul Ricoeur (Buenos Aires, ‘Almageste, 1993) y Nietesche: camino y derora (Buenos Aires, Biblos, 2003) 24 orearanre comunidad-que-somos no supone pensar que esa asuncién implica tuna “superacién” de la subjetividad hacia otras formas de ordena~ miento de lo social. Pareciera que, por ahora, el sujeto sigue siendo necesatio en la politica prictica y en el ambito del derecho. La pre- gunta es, entonces: gqué hacer? gPoner limites al sujeto? {No es la i- mitacién de la subjetividad un ejercicio mas de subjetividad, de “po- dex” de la subjetividad? Tal vez, la minimd “tarea” politica de una idea de comunidad im- politica sea la labor de resistencia, Tarea “minima” para quienes si- guen pensando lo politico en el paradigme de lo puramente progra~ mitico, que siempre puede devenir técnica administrativa que olvida, en su ejercicio calculador, lo que hay que tener en cuenta en la po- litica: el otro y st singularidad, el otro y su extrafieza. Esta tarea de resistencia supone resistir tanto a la teologia politica y su nocién de soberania como a la politica transformada en pura técnica. Se trata de resistencia a la totalizacién, ya sea que esta se dé en el modo de los valores, de los grandes mitos 0 del mito ~mis prosaico~ de la téc~ nica omni-resolutiva Por otro lado, lo que permiten pensar estas ideas en torno a Ja co- ‘munidad sin fandamento es una convivencia aporética del émbito del derecho ~hospitalidad condicionada~ y del ambito de la justicia —hos- pitalidad incondicional~ Para Derrida son dos zonas heterogéneas, no dialectizables pero, sin embargo,"telacionables”, Por ello, creo que es posible pensar esa tarea de resistencia en términos de “comunidad del resto", de aquello que permite una cierta “restancia” en la poli- tica concreta de programas y de proyectos. Un temblor, minimo pe- 10 desquiciante, en la calculabilidad y programabilidad de la politica Un temblor minimo que supone no olvidar que lo que importa en la politica es el otxo,y el otro es singularidad y acontecimierito no pro- gramable. Un temblor minimo (pero con la potencia no reductora de lo imposible) que no intenta suprimir el conflicto entre lo calcu- lable y Jo incalculable, sino gue Io asume como el medium en que se ‘mueve la politica. Un temblor minimo que se relaciona con una ac- cin temporariamente suspendida en su potencia de actuar, abierta a la escucha del otzo. Un temblor minimo en una tatea que se plantea la necesidad de la no apropiacién, la no homologacién y la no reduc- cién del oto. Comunidades del resto, sefialé antes. Si hay resto, no hay horizon- te totalizador que tienda a apropiarse de lo que pretende hacerlo es- tallar Y este temblor minimo no ¢s un “suefio utépico” sino una vi- gilia permanente. Como sefiala Derrida, todo lo que parece imposible ya ha sido prometido y, por lo tanto, se mantiene como pensable” En la espera sin espera, la resistencia es el mantenimiento de lo prome- tido (lo por-venir) como pensable. Por ello, el otx0, como el sexto kafkiano, siempre vuelve, porque somos “comunidad del resto”. &

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