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LAS LETRAS Y YO

En Septiembre de 1996 tuve la fortuna de abrir los ojos y ver el mundo por primera vez y así, como
todo ser humano nací, entre otras cosas con una necesidad fundamental, la comunicación. Como es
normal se me fue induciendo en el vasto mundo del lenguaje empezando, claro está, por la capacidad
de hablar y posteriormente la de escribir. Ha sido todo un proceso y una travesía aprender e incluir el
lenguaje en mi vida, pues aún sabiendo hablar y escribir mi ignorancia con respecto a éste, resulta ser
aún muy extensa.

Empezaré así por relatar mi experiencia y el desarrollo de mi aprendizaje en lo que se refiere a la


lectura y escritura, pues posterior a dominar el habla con la orientación básica de mis padres se dio
inicio al verdadero reto, la escritura, y digo reto porque aún hoy sabiéndolo hacer no considero que lo
haga de la mejor manera, y es precisamente de ahí donde viene el papel tan irrelevante que le delego a
esta actividad en mi diario vivir.

En primera instancia recuerdo escuchar de boca de mi madre, al enseñarme a escribir, la frase “tiene
que aprender a soltar la mano”, mientras me ponía a hacer planas de bolitas y palitos para que me
acostumbrara a la escritura. Luego me hizo repetir el mismo ejercicio de planas, pro con las vocales,
en letra pegada y despegada, con las mayúsculas y las minúsculas, y cuando pensé que se había
terminado como todo en la vida, siempre hay más. De esta manera una vez logré dominar las vocales,
mi mamá se dio a la tarea de enseñarme las consonantes con ayuda de una particular herramienta, una
cartilla de aprendizaje con un peculiar forro plástico de color naranja de la cual nunca supe su nombre,
y con la que aprendí junto con mis hermanos tanto a leer como a escribir.

Debo decir que todo este proceso de aprendizaje con mis hermanos y de mano de mi madre representó
posteriormente una gran ventaja cuando ingresé a ese extraño lugar con otros niños, en donde ponía en
práctica mis habilidades de lecto-escritura y me destacaba precisamente por lo que había aprendido en
casa. Fue hasta algún tiempo después que me acostumbré a ese extraño sitio, al que llamaban colegio,
la locación de mi proceso de aprendizaje constante, que vio como yo crecía día a día y aprendía alguna
cosa nueva, el lugar en donde más tarde formaría un criterio sobre la lectura y la escritura.

Fue en tercer grado cuando me enfrenté a ese cuento por primera vez, ese que daría pie para que yo le
tomara aversión y fastidio a la lectura en esa etapa de mi vida, hablo de “El Principito” de Antoine de
Saint Exuperi, un libro que hasta el día de hoy no me cae en gracia, pues en un principio no lograba
entenderlo muy bien, y después me pareció sumamente aburrido, así que este libro significaría mi
pérdida momentánea del gusto hacia la lectura.

No obstante un poco más entrado en años redescubrí mi interés por las letras, los textos, los libros y las
historias, pues si bien la escritura no captaba mucho mi atención debido a mis falencias a la hora de
escribir como mi mala ortografía, mi mala caligrafía y el hecho de que me desagradaba compartir lo
que escribía; por otro lado la lectura conseguiría mi atención en una mayor proporción.

En cuanto a mi vida académica, disfrute de leer algunos libros, así como leí algunos otros por mero
compromiso, he de recalcar que me sirvieron como enriquecimiento personal y para formar un gusto
particular hacia la narrativa mitológica e histórica, pero manteniendo mi mente abierta a otras lecturas.
Alcanzo a recordar que leí “ Pelea en el parque” de Evelio Rosero, “Decamerón” de Giovanni
Boccaccio, “Rayuela” de Julio Cortazar, “El Poema del Mio Cid” de autor anónimo, “Del amor y otros
demonios” de Gabriel García Márques, “El mundo de Sofía” de Jostein Gaardeer, “María” de Jorge
Isaacs, “El nombre de la Rosa” de Umberto Eco, “Los amigos del hombre” de Celso Román, alguno
que otro cuanto de “Narraciones extraordinarias” de Edgar Allan Poe; entre otros títulos interesantes
que me entretuvieron durante un largo tiempo.

Sin embargo, con el pasar del tiempo mis intereses han cambiado un poco, actualmente disfruto más de
las lecturas informativas que las narrativas, y en cuanto a la escritura, no es algo que me apasione y por
ende lo hago por simple labor académica o por necesidad de comunicarme pues realmente me resulta
tedioso realizar esta actividad.

Por último me gustaría hacer énfasis en la importancia que merece la lecto-escritura, debido a que
aunque yo no la aplico en mi vida con regularidad, las ocasiones en las que esta importante actividad ha
hecho parte de mi vida han sido realmente enriquecedoras cultural e intelectualmente.

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