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La reforma política del 6 de marzo de 1994

Frente al Monumento a la Revolución, durante el aniversario 65 de la fundación


del Partido Revolucionario Institucional, el candidato a la Presidencia de la
República de este mismo, Luis Donaldo Colosio, les habló los mexicanos, pero se
dirigió a los priistas y, específicamente, a Carlos Salinas de Gortari, presidente en
turno: “Yo sí haré la reforma política”, quiso decirle.

En 1994 México se desmoronaba sobre la promesa presidencial: México será de


Primer Mundo1. Así lo aseguraba el Gobierno con la sustitución del modelo
popular-nacionalista que había imperado durante 40 años y que De la Madrid
comenzó a desmantelar. El modelo neoliberal era la nueva vía política, pues el
boato criollo de López Portillo y la prédica de Echeverría únicamente fracturaron la
economía del país con endeudamiento público y devaluación monetaria. La
Guerra Fría había finalizado y con ella el sueño comunista, la modernización para
México sólo podía devenir de un esquema capitalista y eso lo sabía bien el
Presidente Salinas2.

En 1994 México desnudaba a la promesa presidencial: México aún no puede ser


de Primer Mundo. Sí, la deuda pública disminuyó—de representar el 66% del PIB
en 1988, representaba en aquel año el 25.6%—, el estatismo había sido
desarmado — 88% de las empresas públicas fueron vendidas o cerradas— y la
negociación del TLCAN establecía una importante relación comercial con Estados
Unidos. Sí, México parecía otro, pero como dijo Colosio el 6 de marzo: “Yo veo un
México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las
distorsiones que imponen a la ley quienes deben servirla”. El levantamiento del
EZLN el 1 de enero, en Chiapas, constataba esas palabras.

1 vid. Krauze, E. La presidencia imperial. México: Tusquets


2 vid. Salinas, C. México, un paso difícil hacia la modernidad.

1
Así, el México de 1994 estaba escindido en una promesa modernizadora y en una
realidad problemática: el país había superado la crisis económica de los 80 pero
continuaba irresuelta una de las principales demandas de 1910: la democracia.

Colosio dijo

Aquí está el [PRI] que […] reconoce que la modernización económica sólo cobra
sentido cuando se traduce en bienestar para las familias, y para que sea
perdurable debe acompañarse con el fortalecimiento de nuestra democracia. Esta
es la exigencia que enfrentamos y a ella responderemos con firmeza. El PRI
reconoce su responsabilidad y ésta es de la mayor importancia para el avance
político de México. Los priistas sabemos que ser herederos de la Revolución
Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza nuestra legitimidad política.

Colosio reconocía la escisión del país: moderno económicamente gracias al PRI


pero arcaico políticamente también debido al PRI. El movimiento del 68 demostró
el desgaste del sistema político, las elecciones presidenciales de 1976 la
hegemonía priista y los comicios de 1988 el cinismo autoritario del Gobierno y una
verdadera competencia electoral para éste. El candidato a la Presidencia sabía
que su triunfo estaría respaldado por el fraude electoral —“prefiero no ser
presidente” dijo, y quizá de no haber sido por el ánimo de su esposa Laura,
hubiese renunciado a la contienda3—, y es que no era casualidad ser hijo político
de Salinas de Gortari. El Presidente tenía la capacidad de realizar la reforma
política —la cual, esencialmente, consistiría en: otorgar plena autonomía al IFE,
aumentar el presupuesto de los Estados federales y promover el derecho a la
información— pero el máximo mandatario tenía otros planes: entre ser Plutarco
Elías Calles o Lázaro Cárdenas, sería Calles con un “salinato”: heredarle la
Presidencia a su hijo Colosio, supervisarlo y regresar en 2000 para inaugurar el
milenio como dueño del sistema político mexicano4.

3 op. cit. Krauze, E. p.479.


4 Ibídem.

2
No obstante, Colosio pensaba diferente:

Encabezaremos una nueva etapa en la transformación política de México.


Sabemos que en este proceso sólo la sociedad mexicana tiene asegurado un
lugar. […] Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva relación
entre el ciudadano y el Estado. Hoy […] expreso mi compromiso de reformar el
poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo
[…] Quiero ser presidente de México para encabezar esta nueva etapa de cambio
en México.

Colosio fue explícito: él reformaría el poder, lo democratizaría y finalizaría la


hegemonía autoritaria del PRI. Ese era su mensaje para Carlos Salinas.

La pragmática mexicana consistía en un gobierno priista en virtud de su


hegemonía y represión electoral. Los candidatos priistas a puestos de elección
popular estaban acostumbrados a ganar los comicios ya por fraude, ya por
preeminencia, ya por represión a la oposición, pero el contexto interno y exterior
meritaba finalizar esa hegemonía autoritaria priista. Interiormente, la sociedad
mexicana de 1994 ya no era la del Desarrollo Estabilizador. El Gobierno, al
implantar el neoliberalismo, no sólo modernizaba la economía del país sino que
inevitablemente también transformaba lo social. El nuevo modelo económico
despojaba al PRI de su tutela sobre la sociedad mediante su legitimidad
revolucionaria5. El sector empresarial e inversionista reemplazaba económica y
socialmente al partido de Estado6. La sociedad mexicana estaba consciente de
sus llagas democráticas y Colosio percibió esa coyuntura sumamente
aprovechable para ganar las elecciones de manera limpia. Así como De la Madrid
se distinguió durante su campaña por proponer un firme combate a la corrupción,
con el lema “Por la renovación moral de la sociedad”, Colosio se distinguiría con
“Cambio con rumbo y responsabilidad”.

5 Peschard, J. (1993). “El fin del sistema del partido hegemónico” en Revista Mexicana de Ciencias
Políticas y Sociales, p. 461-462.
6 Luna, M. (1993). “Modernización en México: la propuesta empresarial” en Revista Mexicana de

Ciencias Políticas y Sociales, p. 487-500.

3
Externamente, el mundo estaba volcado hacia una tendencia democrática. En
Europa y en América Latina se dejaban atrás los supuestos marxistas,
revolucionarios y autoritarios. Así, la “reforma del poder” no sólo haría progresar al
país sino que permitiría la supervivencia del PRI al contexto que se presentaba.
“Cambiar para conservar” como dijo Reyes Heroles.

Asimismo, en un diagnóstico de los problemas del país, Colosio reconoció la labor


del Ejército Mexicano “por su patriotismo, lealtad y entrega en la defensa del
interés y la unidad nacionales” al detener la ofensiva del EZLN en Chiapas,
conflicto que relacionó con la rigidez e insensibilidad del partido. No obstante, el
olvido hacia las comunidades indígenas no era el único problema, lo era también
el 52% de la población mexicana que era pobre. México ascendió
económicamente pero no para las mayorías, por eso Colosio dijo que

Es la hora de un nuevo impulso económico […] la economía, más allá de las metas
técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos, por eso el nuevo crecimiento
económico tiene que ser distribuido con mayor equidad, con empleos crecientes,
con ingresos suficientes […] México cerrará este ciclo con una economía mucho
más fuerte […] Es la hora […] de traducir las buenas finanzas nacionales en
buenas finanzas familiares […] Es la hora del impulso al esfuerzo que realizan las
mujeres y los hombres al frente de micro y medianas empresas, que se les lleve a
superar sus dificultades […] para que sean más competitivos en los mercados. Es
la hora del combate a la desigualdad.

El estímulo decisivo para el levantamiento zapatista en Chiapas fue la pregunta


que varios campesinos se hicieron al enterarse del TLCAN: ¿cómo competiré
contra las grandes empresas norteamericanas? Colosio proponía un nuevo
proyecto económico en el que los protagonistas serían los mexicanos y no
aquellos a quienes “las metas técnicas” señalaban. Sustituir al neoliberalismo
tecnocrático sería el inicio de la nueva economía mexicana, quizá un retorno al
populismo-nacionalista.

“Cambio con rumbo y responsabilidad” y para que la gente lo creyese, el candidato


aseguraba que:

4
Daremos transparencia a nuestros gastos. Asumimos el compromiso de reforma
republicana, reforma de estos procesos y reforma interna del PRI. Sólo habrá un
vencedor inobjetable: el pueblo de México. Habrá observadores en las elecciones.
Nuestras elecciones no tendrán vergüenzas que ocultar […] Soy un mexicano de
raíces populares […] que ha recorrido nuestro país, que no cesa de maravillarse
ante la variedad de riqueza humana de nuestra patria y que no cesa de advertir
carencias y dolores

Luis Donaldo Colosio no sólo vaticinaba una verdadera y limpia competencia


democrática, también aseveraba el fortalecimiento de los gobernados con sus
gobernantes mediante mecanismos transparentes. Asimismo se presentaba como
un mexicano que conocía las bellezas y problemas medulares del país por haber
emergido del pueblo. Él podía encabezar el bien del pueblo porque él también era
pueblo. Él no velaría por un interés particular, y si así lo hiciere, su interés
particular sería popular y, por tanto, un interés por el bien común.

El discurso del 6 de marzo de 1994 fue la primicia del estatismo priista desde la
fundación del partido. En un contexto donde México estaba escindido entre la
economía moderna y la vieja política, Colosio le habló a los mexicanos pero se
dirigió hacia los priistas y, concretamente, al Presidente. Su discurso fue emotivo
con un lenguaje sencillo para sus electores y lo argumentó inductivamente
mediante la experiencia histórica del país, caracterizada por un gobierno estático.
El contenido fue la reforma política (acompañada de un nuevo proyecto
económico) y su finalidad fue anunciar la implementación de aquélla para una
verdadera apertura democrática en México, pues el mensaje, envuelto en una
inicial anáfora de inclusión priista y en un último diagnóstico de los problemas
nacionales, era: “Yo sí haré la reforma política”.

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