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LA NEUTRALIDAD EN LA PROMOCIÓN COOPERATIVA

Entre los originales principios universales de la cooperación figura la


neutralidad política y religiosa. Ello implica que no se trata de prohibir a los
cooperativistas que tengan ideas políticas o que profesen religión alguna.
Sintetizaremos, llévese el cooperativismo a los cultos y a los partidos
políticos, pero no estos a las cooperativas.

Los partidos políticos, en mayor o menor grado, han entendido esta propuesta.

No pasa lo mismo con las religiones.

Si bien la Doctrina Social de la Iglesia Católica en algunas encíclicas se ocupa


de señalar la importancia del Movimiento Cooperativo en el mundo, más
tímidamente otros cultos también lo refieren, pero en general es mucho más lo
que se podría hacer.

Sin embargo debemos hacer una mención muy especial a la experiencia


Cooperativa más importante de la que se tenga memoria, Mondragón
Corporación Cooperativa.

Esta fue conducida por un sacerdote, el Padre José María Arizmendiarrieta.

En la Guerra Civil, Mondragón fue convertida en escombros por la aviación


alemana a pedido de Franco, como otras ciudades y poblados españoles. Don
José María, como lo llamaban los parroquianos, se puso al frente de una
organización cooperativa. Desde entonces a la fecha la economía de la región
es casi en su totalidad administrada de esta manera: el consumo, la vivienda,
la educación, la industria, los servicios públicos, las finanzas, etc.

La Universidad Tecnológica es cooperativa, y los alumnos que trabajan en sus


talleres se costean los estudios en horarios extra áulicos.

Hay mucha información sobre lo que comentamos en google.

Es de lamentar que esta importante autogestión solidaria no se haya difundido


con la debida amplitud. Es inexplicable, excepto que ello ocurriera porque el
padre Arizmendiarrieta logró impulsarla a pesar de ser perseguido por el
Caudillo de España y se lo acusara de comunista.

Hoy es bueno que el Papa se refiera al cooperativismo como alternativa válida


para enfrentar los problemas de desocupación, que haga hincapié en los
principios de la cooperación y que las cooperativas se constituyan con ajuste a
ellos.

Decíamos que es de lamentar por todo el tiempo que se pudo ganar si se


hubiese puesto a la consideración del mundo una obra tan exitosa. La Iglesia
Católica pudo haberlo hecho.

Pero no se debe llorar sobre la leche derramada, y está muy bien que se la
tenga en cuenta para que se aprecie cuánto se puede lograr mediante la
organización de la solidaridad.

Los distintos cultos y los distintos partidos políticos deberían cerrar filas en
torno al cooperativismo en una franca movilización de las reservas
económicas y sociales para curar a las sociedades humanas de los
desencadenantes de la pobreza y de las calamidades que las acosan.

Pedro Aguer

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