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viernes 10 de septiembre de 2010

Breve ensayo
¿Por qué no votar en las elecciones?

INTRODUCCIÓN

Debo comenzar diciendo en primer lugar que estoy seguro que, cuando menos de
entrada, a la mayoría, si no es que a todo el que lea este escrito les parecerá que estoy
loco, que es un disparate. Espero que al terminar de leerlo halla por lo menos logrado
sembrar alguna duda en la mente de los lectores.

En segundo lugar se preguntaran que carajos tiene que ver esto con las condiciones
casi infrahumanas, de discriminación o, lo que es peor, de olvido en que vive la
importante población indígena que habita en nuestro país. Simplemente debo decir que
creo que el origen es el mismo, un sistema político que no funciona, porque esta puesto
al servicio de los “nuevos conquistadores” que detentan el control económico y político
de nuestro país y que históricamente han velado única y exclusivamente por sus
intereses individuales o de grupo convirtiendo a México en una gigantesca fábrica de
pobres.

Por otra parte desde hace tiempo sostengo la tesis de que debemos regresar a los
orígenes, esto es a las “causas primeras” que dieron y deberían seguir dando sustento
a todos y cada uno de los actos de nuestras vidas. Esto es regresar a las preguntas
básicas : ¿Por qué? y ¿para qué? Hacemos lo que hacemos, pensamos lo que
pensamos y decimos lo que decimos. El olvidar las causas que dieron origen a las
cosas hace que las cosas pierdan sentido y significado, no importa si se trata de
cuestiones mágicas, religiosas, materiales o filosóficas.

LA DEMOCRACIA
Invento de los Griegos consolidada por los Romanos y ridiculizada por los
norteamericanos, la democracia se ha convertido en la gran panacea, en la “única”
forma de gobierno posible, en la “única” posibilidad que tenemos los seres humanos
para alcanzar la justicia, la libertad y la igualdad.

Yo, debo confesar, tengo serios problemas con las respuestas únicas. Si volteamos a
ver a la naturaleza descubriremos un mundo sorprendente y diverso, donde si hay algo
que no encontramos, es respuestas únicas. Por el contrario, nos encontramos con una
riquísima variedad de alternativas, todas ellas maravillosamente eficientes y bellas,
conviviendo, si se quiere, en un frágil equilibrio, esto para mí es una verdadera lección
de creatividad. Curiosamente y espero ser lo suficientemente claro para no parecer
contradictorio, cada una de estas respuestas alternativas es “única” en cuanto a las
características intrínsecas que la definen, lo que hace que cualquiera de ellas sea una
respuesta posible, pero que ninguna sea “la respuesta”.

Ahora bien, si quiero ser mas o menos consistente con lo que digo, tengo que aceptar
que si bien la democracia no es la única respuesta posible, si es cuando menos una
respuesta alternativa. Sin embargo debo decir que para mí es un concepto que ha
involucionado en lugar de evolucionar.

Para aclarar esto necesitamos regresar en el tiempo a sus orígenes grecolatinos.


El término democracia tiene sus raíces en “demos” que significa pueblo, y “cratos” que
significa gobierno, esto quiere decir, “gobierno del pueblo”. Mas adelante lo
empezamos a traducir como “el pueblo elige a sus gobernantes” pero no puede
quitarlos, ni mucho menos exigirles nada, para finalmente quedarnos con las migajas
de la democracia, con lo que para algunos ya no es solamente un derecho, sino una
obligación: el voto. Voto que solo puede ser ejercido cada tres o seis años, y
exclusivamente para elegir, nunca para deselegir. Así que no creo equivocarme al
percibir esto como una involución.

Por otro lado, como alguien decía por ahí, la democracia es la tiranía de las mayorías,
es decir, que en el mejor de los casos, siempre habrá alguien que se quede fuera de la
jugada, lo que me lleva a pensar que cuando menos debe haber un común
denominador, un “paquete básico” compartido por todos los participantes en el juego de
la democracia para que todos podamos beneficiarnos con el, aunque siga habiendo
estrellas en el equipo.

LAS REGLAS DEL JUEGO

Cuando una persona decide participar en un juego de mesa, en una competencia


deportiva, o en un concurso, lo primero que tiene que conocer son las reglas que rigen
dicho juego. Al comenzar a jugar, esta reconociendo y aceptando dichas reglas,
permitiendo con su aval, que estas sean legitimas. Esto es, no puede decir, yo acepto
una parte de las reglas pero otra no, y de todas maneras jugar, para jugar tiene que
aceptar todas las reglas y someterse a ellas.

En el juego de la democracia ocurre exactamente lo mismo. Si quiero jugar, tengo que


aceptar todas sus reglas, así que cuando un ciudadano mexicano ejerce el voto, esta
avalando al IFE con todas sus deficiencias conocidas y desconocidas, incluidos los
exorbitantes financiamientos a los partidos políticos y su sui géneris monitoreo; avala a
un conjunto de partidos que solo buscan satisfacer sus intereses particulares; avala la
obesidad (500 diputados) e incapacidad de una cámara de diputados injustificadamente
bien pagada y premiada por legislar bajo condiciones que casi siempre los convierten
en “juez y parte”; avala a los políticos y sus políticas, sus abusos y corruptelas; avala
FOBAPROAS y rescates carreteros; avala la corrupción y la inseguridad; avala por
supuesto también, una política económica orientada al enriquecimiento de unos
cuantos, a costa de la mayoría.

En Junio del año 2000, una cantidad nunca antes vista de mexicanos nos volcamos a
las urnas para votar. No creo equivocarme al afirmar que una importante mayoría de
nosotros fuimos a las urnas no para elegir a un partido en especial, sino para terminar
con la hegemonía de 70 años de un partido, el PRI. ¿Victoria para la democracia?. Tal
vez sí. ¡Triste el despertar al poco tiempo para darnos cuenta de que votamos por que
todo cambiara, para que todo siguiera igual!.
Aun así, hay muchos optimistas que consideran que, a pesar de todo, esto ha sido un
gran paso para acercarnos a una democracia más justa. Que están convencidos que
se puede cambiar al sistema trabajando dentro del sistema, yo me reservo el privilegio
de la duda.

LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS

Dentro de nuestro sistema democrático, los políticos y sus políticas, están casi
invariablemente orientadas a servir a los intereses de los partidos a los que pertenecen
lo que impide de alguna manera que, cuando son gobierno, gobiernen para todos los
mexicanos haciendo de la figura del servidor publico, una verdadera caricatura. Todo
parece moverse dentro de una compleja red de intereses creados donde las lealtades
se compran y se venden al mejor postor en el mercado negro de la política en el que el
dinero, la corrupción y el narcotráfico marcan nuestro negro destino como
enfermedades en apariencia incurables.

Mientras el PRI aprende a ser oposición y el PAN a ser gobierno, el PRD se alimenta
de los desheredados y el PVEM continua dando trabajo a la familia y a los cuates,
gravitan a su alrededor un montón de opciones menores que, al no proponer
alternativas realmente distintas porque juegan con las mismas reglas, se diluyen en el
denso caldo político.

Los partidos realizan sus campañas invirtiendo una enorme cantidad de recursos para
vendernos “nuevos rostros” y frases demagógicas, ensuciando la ciudad, con su
evidente falta de creatividad. Se dedican a descalificarse entre ellos, mientras nos
hacen promesas que nunca dicen como van a cumplir. Todo esto financiado con
cantidades exorbitantes del dinero de todos los mexicanos que son un verdadero
insulto para la pobreza del país. Hay que agregar además que los partidos en el
gobierno no pueden utilizar sus buenos resultados para promoverse, cosa que me
parece cuando menos cuestionable, como si los mexicanos fuéramos una bola de
retrasados mentales incapaces de reconocer, o cuando menos establecer un balance
entre los resultados obtenidos y los resultados deseados.
Así, los votantes tienen que romperse la cabeza tratando de encontrar las “seis
diferencias” entre ellos, como en aquellas caricaturas publicadas por algún periódico
nacional.

Resulta interesante notar que salvo en muy raras ocasiones, la vinculación tanto de
gobierno como de partidos políticos con el pueblo se limita casi exclusivamente a una
distante, fría y conveniente relación durante los periodos electorales, con algunas muy
esporádicas consultas sobre temas en general poco importantes.
Basta con ver por algunos minutos una sesión de la cámara de diputados para darnos
cuenta del bajísimo nivel de discusión que en ella se da. La mayoría de los diputados
parecen no estar preparados para discutir los temas que a los mexicanos nos
interesan, y repentinamente les entra la urgencia por aprobar leyes al vapor, apoyados
por dudosas consultas y redactadas con un confuso lenguaje como si quisieran no ser
entendidos (sirvan como ejemplos el reglamento de construcciones del D.F. y la
miscelánea fiscal).

EL SISTEMA ECONOMICO

Nuestro sistema económico, ¡ese si que es una verdadera joya!.


A lo largo de los últimos quince años hemos vivido bajo un régimen económico que nos
ubica hoy día, según los “expertos”, como la novena economía del mundo. Imagino que
para llegar a ubicarnos en tan privilegiado sitio, los que si saben se basaron, además
de en nuestras excelentes cifras macroeconómicas (fiel reflejo de lo que ocurre en el
día con día de cada mexicano), en nuestros casos de éxito, como el hecho de haber
pasado en ese lapso, de tener 50 millones de pobres a los 70 millones que tenemos
ahora, o nuestro record “Guiness” de contar en nuestro país con los ricos mas ricos y
con los pobres mas pobres de la tierra.
O a lo mejor por que contamos en nuestro haber con una de las empresas petroleras
mas ineficientes del mundo (pilar económico del gobierno que no del país); o por
nuestra, muy nuestra compañía eléctrica que esta a poquísimos años de no poder
abastecer de luz a todos.
No, seguramente se refieren a nuestros maravillosos y patrióticos empresarios que
cada vez que hay un problema sacan su dinero del país, y que cada vez que pueden
invierten su dinero en mejorar su planta productiva por lo que cuentan ahora con
renovados equipos de los años 60, o, mejor aun, que cada vez que ofrecen uno de sus
generosos aumentos salariales, aumentan también sus precios (en el mismo
porcentaje) para que así todo quede igual.
Pensándolo bien, creo que se han de referir a la enorme cantidad de nuevos empleos:
1 millón de nuevos lavacoches y limpiavidrios; 300 mil nuevas “marias”; 650 mil nuevos
payasos y tragafuegos; 4 millones de vendedores ambulantes.
El empleo, no solo en los niveles más bajos, sino en todos los niveles esta escaso, mal
pagado y muy difícil de conseguir.

Dejando a un lado la ironía, la realidad es muy triste. Nuestro régimen económico esta
orientado para servir a una y solo una cosa: el gran capital. Y como el dinero no es
estúpido, siempre se dirige a donde puede redituar más. Así que nuestras
maquiladoras, otra maravillosa fuente de empleos, duran en nuestro país mientras no
aparezca otro cuya mano de obra sea mas barata. Nuestros bancos, otorgan crédito
caro a todo aquel que tenga cuando menos lo mismo que lo que pide prestado, con la
ventaja de que ahora que son propiedad de extranjeros, todo el dinero que produzcan
saldrá fuera del país (caray, no puedo dejar la ironía).
A, pero eso si, todo esto lo compensan con generosos donativos (totalmente
deducibles de impuestos) y las muy altruistas obras de caridad, porque:

Pobres de los pobres, son pobres porque son pobres.

Esta ultima frase me recuerda un chiste que contaba mi papa, de un padrecito


que a la hora de pedir la limosna en su parroquia les decía a sus parroquianos:

“Los que no dan váyanse, porque si los que dan ven que los que no dan, no dan,
no dan”

Los impuestos que pagamos son demasiado altos, sobre todo si consideramos que se
utilizan en buena parte para mantener a un aparato gubernamental ineficiente y
excesivo, o para salvar a una banca ineficiente y corrupta, o para mantener a nuestra
ilustre cámara de diputados, o para inexplicables rescates carreteros, o para sembrar
de granito e iluminar bella exagerada e ineficientemente el Paseo de la Reforma, o para
construir bellísimos distribuidores viales, tan necesarios para los cinco millones de
humildes automovilistas que desinteresadamente participan en el proyecto de mantener
a la Ciudad de México, dentro del libro de records, como la ciudad mas grande,
poblada y contaminada del mundo.

Así que vamos todos a votar, para que todas estas cosas maravillosas sigan
sucediendo
Hasta aquí, la visión del pesimista.

Soy un firme creyente de que toda esta situación, no es culpa de todos, ni siquiera de
una mayoria de mexicanos.
Que el mexicano es muy trabajador, honesto y creativo, y que lo único que
necesitamos son las oportunidades adecuadas para demostrarlo.
Creo incluso en la posibilidad de que surja un partido que realmente desee marcar la
diferencia.
Pienso que la dignidad no es algo que se otorgue, sino algo que se tiene, que se
mama, pero que combinada con la necesidad y el hambre puede comprarse por unas
cuantas monedas. La dignidad es condición del hombre, no de las cosas, así que
expresiones como vivienda digna y salario digno me suenan un poco disparatadas, se
debía de hablar tal vez de vivienda decente (aquella en la que cualquiera quisiera vivir),
y de salario justo (aquel que me alcanza para vivir como quiero).
Creo en el valor del trabajo sobre el del dinero.
Creo que debemos luchar por que conceptos como libertad, justicia e igualdad,
recuperen su verdadero y profundo significado.
Creo que los empresarios deben darse cuenta de que la única posibilidad que tenemos
de alcanzar un desarrollo sustentable es la de tener un mercado interno fuerte, y que
eso solo se logrará si se da una mejora sustancial de los salarios, a costa, no de subir
sus precios, sino de reducir sus márgenes de utilidad. Al aumentar los salarios,
aumenta el mercado potencial, y las utilidades pueden mejorar vendiendo mayor
cantidad a menores precios.

Finalmente, me gusta aquella expresión que dice que:

“Nadie tiene derecho a gozar de lo superfluo, mientras halla alguien que carezca de lo
indispensable”

La posibilidad de alcanzar esta meta parece y es lejana y difícil, pero la única


posibilidad que tenemos para lograrlo es la de encaminar todos nuestros esfuerzos en
esa dirección.

Iñigo Ortiz Monasterio

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