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OBJETO
DE LA
FORMAL Y CRITERIO FORMAL DE LA VERDAD BÍBLICA.
GÉNEROS LITERARIOS. MORAL Y SANTIDAD DE LA BIBLIA
INTRODUCCIÓN
En este largo período de siglos ningún ataque verdaderamente serio puso en duda esta
certeza. Ante las cuestiones que surgen en torno a no coherencias o discordancias entre
Antiguo y Nuevo Testamento, provenientes de filósofos judíos o paganos, los SS. Padres se
contentan con afirmar lo que para ellos es una verdad indiscutible y una exigencia de su fe:
Todo en la Biblia es verdad.
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Así concluía el P. Ferdinand PRAT, S. J.: “Si el consentimiento de los SS. Padres no es una
quimera, si la constancia, la perpetuidad y la universalidad de una doctrina es una regla de fe, no
existe dogma más sólidamente establecido que la inerrancia de la Escritura”.
Más tarde, en el siglo XIX, las Ciencias plantearán otra fuerte dificultad: el evolucionismo.
Charles Darwin (1808-1882) presentará su hipótesis evolucionista contraria al “fixismo
creacionista” de la Biblia. También la Historia, que acaba de nacer como Ciencia, con una
metodología que buscaba una “vinculación epistemológica” entre el documento y la verdad
histórica. Esto trajo como consecuencia la utilización de la historia y de la crítica como principios
de verificación y control de la verdad de 1o enunciados bíblicos, sometidos a la comprobación
científica desde una compresión literal estricta.
Surge con una sana intención apologética, intentando “armonizar” la inerrancia bíblica con
la serie de cuestiones y problemas que se iban presentando en relación con el campo de las
ciencias, de la historia, etc. Se intentan, en consecuencia, distintos ensayos de solución por los
exegetas católicos:
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al sistema del mundo y la historia bíblica, sino que afecta también al elemento religioso.
“Las verdades religiosas y morales, objeto propio de la Revelación, aparecen en la
Escritura según el mundo que los escritores bíblicos son capaces de concebir” (Etudes
bibliques, 1903). Reconoce, en consecuencia, una verdad proporcional, relativa a los
tiempos y lugares en los que los escritos fueron compuestos (Cf. Tuya-Salguero,
Introducción a la Biblia I, pag. 256).
• Mons. Mauricio D’Hulst, Rector del Instituto Católico de París, escribe un artículo en “Le
Correspondant”, titulado “La question biblique”, (Enero 1893), y formulaba su teoría de la
siguiente manera: “Una cosa es revelar y otra inspirar. La revelación es una enseñanza
intrínsecamente referida a la verdad. La Inspiración es una acción impulsora que deter-
mina al autor sagrado a escribir, le guía, le estimula, le vigila. Esta moción, según la
hipótesis que yo expongo, garantizaría en lo escrito la falta de cualquier error en materia
de fe y de moral; pero podría admitirse que la preservación de errores no se extienda más
allá. Tendría en tal caso los mismos límites que la infalibilidad de la Iglesia. En realidad,
parte de una distinción artificiosa, y acaba de prejuzgar la afirmada universalidad de la
inspiración: “Una distinción entre la doctrina religiosa y las cosas profanas de la Biblia
resulta bastante artificial”, dice I. de la Poterie (Cfr. Mannucci, pag. 236).
Así va surgiendo fuerte la polémica entorna a la “quaestion biblique”, con la doble corriente:
“En la S. Escritura la verdad no consiste en la exacta correspondencia entre la letra tal como
suena y la realidad, sino entre lo que el autor ha querido decir o enseñar y la misma realidad”.
Y ofrecen estas posibles soluciones:
• 1º La teoría de las citas implícitas: Prat, Durant, etc. En ciertos casos el hagiógrafo cita un
documento, sin aprobarlo ni hacerlo suyo, y por eso no es responsable del error.
• 2º La verdad relativa o historia según las apariencias: Lagrange, Humelauer, etc. Aplican
la ley de los fenómenos naturales.
• 3º Los géneros literarios: Lagrange, Humelauer, que deben estar presentes, como en toda
literatura.
Dice “que los escritos sagrados, o por mejor decir el Espíritu Santo, no intentaron enseñar a
los hombres la situación interna de las realidades sensibles, o en otras palabras, las cosas que no
tenían utilidad para su salvación”.
Y añade: “…los autores inspirados describían y exponían las cosas ocasionalmente, bien en
un estilo figurativo, bien según la manera de hablar corriente en su tiempo”.
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En 1905, contesta sobre el punto de las “citas implícitas”: “no se admite la propuesta, a no
ser que se pruebe con sólidos fundamentos: 1º, que el hagiógrafo realmente cita dichos o
documentos de otro. 2º, que ni los aprueba ni los hace suyos, de tal manera que con razón se pueda
pensar que no habla en nombre propio” (Cfr. Documentos Bíblicos; BAC; pag. 264; EB 160).
“Y no discrepan menos de la doctrina de la Iglesia los que piensan que las partes históricas
de la escritura no se fundan en la verdad absoluta de los hechos, sino que en la que llaman verdad
relativa o conforme a la opinión vulgar... ¿Qué comparación cabe entre las cosas naturales y la
historia, cuando las descripciones físicas se ciñen a las cosas que aparecen sensiblemente y deben,
por lo tanto, concordar con los fenómenos, mientras, por el contrario, es ley primaria en la historia
que lo que se describe ser conforme con los sucesos tal como realmente acaecieron”?.
(Documentos Bíblicos; BAC, pag 417, nn. 505-506).
Así fueron las cosas hasta Pío XII. En su extraordinaria Encíclica “Divino afflante Spiritu”
(1943), va a ofrecer unos principios básicos, que tanto clarificarán la doctrina:
• Nos habla de la doctrina de las Encíclicas anteriores (Cfr. Documentos Bíblicos, BAC
nn. 624-630, pág 522-530).
• Importancia de la crítica textual, pag 534, n. 633, y de la necesidad de volver, a lo
tiempos antiguos e interpretar los textos con mentalidad oriental (Cf. Documentos
Bíblicos, pag 547, n 645),
• Valoración de los géneros literarios (BAC pág 547, n. 645).
• Llama a los exégetas “incansables operarios de la viña del Señor”, (BAC.pap;.532,
n.631).
Ofrece un principio teológico firme y claro para analizar la “verdad de la Biblia” y darle su
verdadera dimensión (DV 11). Emplea dos fórmulas:
pero ambas se refieren al objeto único de la verdad que Dios consignó en la S. Escritura: “para
nuestra salvación”.
La antigua fórmula “la Biblia no tiene error”, la inerrancia, presenta dos inconvenientes:
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2. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Es preciso tener muy en cuenta estos dos principios fundamentales emanados del Vaticano II, a la
hora de precisar “la verdad de la Biblia”.
• Dios no habla a los hombres, sino para darles su Revelación (cf. DV 2). La verdad de la S.
Escritura es, por tanto, del mismo orden y calidad que la de esta Revelación: ofrecer el
misterio de la salvación.
• Dios no habla a los hombres, sino por medio de otros hombres. En la S. Escritura “la
enseñanza” de Dios pasa, por tanto, por la de los escritores sagrados para llegar hasta
nosotros. Y siempre ha de referirse a la “verdad” del misterio de nuestra salvación.
1. Dios no revela más que una cosa: el misterio de la Salvación, que se realiza y culmina en
Cristo. Esta es nuestra verdad máxima, y es en sí una totalidad de verdad.
Esta verdad se puede articular y dividir en una serie de verdades. El misterio de Cristo se da
en un despliegue progresivo, en una serie de hechos ordenados, que llamamos Historia de la
Salvación: creación, elevación al orden sobrenatural, pecado, promesa, liberación, pascua, alianza...
hasta culminar en Cristo.
La verdad que hay que buscar en estos hechos no es científica, filosófica o histórica. Pero es
preciso descubrir su articulación con el misterio de Cristo. Por eso, el objeto material de la Biblia
puede ser y es múltiple, pues comporta realidades de todo orden: cósmicas, filosóficas, históricas,
etc., pero ninguna es objeto de una enseñanza divina –de orden revelado–, a no ser que tenga relación
especial con el misterio de la salvación. Más bien tienen carácter funcional, pues todo ha de quedar
subordinado y asumido por la verdad de la obra.
S. AGUSTÍN: “El Espíritu Santo, que hablaba por medio de los hagiógrafos, no quiso enseñar a los
hombres aquellas cosas que de nada les sirven para su salvación… No se lee en el Evangelio que el
Señor haya dicho: Os envío el Paráclito, que os enseñará cómo camina el sol y la 1una. Pues quería
hacer cristianos, no matemáticos” (De Actis cum Felice Manich, 1, 10).
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SANTO TOMÁS: Materia de la. S. Escritura son todas aquellas cosas, cuyo conocimiento puede ser
útil para la salvación. Son extrañas aquellas que no pueden pertenecer a la salvación. Sólo las
verdades que se ofrecen sub aspectu salutis” (Summ.Theol.II-II, q. 171).
GALILEO: ...”No ha querido el Espíritu Santo enseñarnos si el cielo se mueve o está quieto, ni si su
figura tiene forma de esfera o de disco o es plano, ni si la tierra se halla en el centro de él o a un
lado... Ha querido enseñarnos verdades que son necesarias para nuestra salvación. Yo digo lo del
Cardenal Baronio: El Espíritu Santo en la S. Escritura no pretende enseñarnos cómo va el cielo, sino
cómo se va al cielo” (A la Gran Duquesa, Cristina de Lorena. Texto completo en Mannucci, pag.
234).
Dios en su pedagogía se adapta a la fragilidad e ignorancia de los hombres (DV 13). Santo
Tomás ya nos decía: “El maestro no dice toda la materia al alumno desde el principio... Poco a poco
y se acomoda a su capacidad. Así Dios…” (II-II).
Todo hay que verlo en esta perspectiva dinámica, teniendo en cuenta el tiempo en que se
redactaron y el modo en que se encontraba el proceso revelado.
2. La verdad de cada texto no puede tener el mismo valor ni puede situarse al mismo nivel
que el Nuevo Testamento, porque carecerá de sentido el complemento de luz que le dio Jesús. Cada
uno da los libros del AT contienen un esbozo, un rasgo parcial de la Revelación del Misterio. Todo
orientado hacia el término. La verdad de cada texto debe comprenderse teniendo en cuenta el
conjunto de la Revelación y su carácter progresivo (DV 12). No se puede conocer plenamente sin
atender a la unidad de toda la Escritura. Cada uno de los Libros, al entrar en su conjunto, cobran
nueva luz. Se complementan, se controlan mutuamente, se perfilan, se valoran relativamente. Desde
las muchas verdades parciales nos llega la verdad total.
2.2. EL CRITERIO FORMAL DE LA VERDAD BÍBLICA. LA INTENCIÓN DIDÁCTICA DEL HAGIÓGRAFO. QUÉ ES LO
QUE PRETENDIÓ ENSEÑAR Y DECIR
El Vaticano II nos ofrece también el criterio formal, el medio a través del cual podemos llegar
a conocer y discernir la verdad de la Sagrada Escritura: “La intención didáctica del autor sagrado,
que siempre ha de referirse, de alguna manera, a la Revelación del misterio de la salvación (DV 12).
Ya Pío XII en la Divino afflante Spiritu dice: “A nadie se le oculta que la norma principal de
interpretación es aquella en virtud de la cual se averigua con precisión y se define qué es lo que el
escritor sagrado pretendió decir” (DAS 22).
Es clave. Si la Escritura es la Palabra de Dios dirigida a los hombres, por medio de los
hombres, se sigue que la verdad que Dios nos comunica esté enmarcada en la intención didáctica de
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los autores sagrados. Y esta intención depende de sus juicios en la medida en que sean juicios a
través de los que el autor sagrado intente enseñar y comprometer su autoridad, y, por tanto, la de
Dios.
De ahí la importancia del análisis literario del texto, puesto que cada género literario tiene su
verdad propia, o más bien, cada género es apto para transmitir enseñanzas de uno u otro orden.
Hablaremos de esto en el punto siguiente (3).
Conviene tenerlo muy en cuenta. La gran labor del exegeta es descubrir la intención del autor
sagrado y discernir los grados de afirmación.
PRINCIPIO FUNDAMENTAL:
Siempre que nos conste con certeza que el autor enseña o afirma algo, podemos asegurar con
la misma certeza que se trata de “una verdad de salvación”. Dios no enseña-afirma nada en la S.
Escritura que no sea para “nuestra salvación”. Y todo lo que el autor inspirado afirma o enseña, ha de
considerarse como enseñado por el mismo Dios (DV 11).
Pero no siempre resulta tan fácil determinar en cada caso lo que el hagiógrafo, como tal,
afirma o enseña. Dice el Cardenal Bea: “Al lado de la afirmación categórica se da la proposición de
una posibilidad y hasta de una mera conjetura, incluso duda. Varía entonces el coeficiente de
certeza”.
• Unas veces, el hagiógrafo puede proponer sus propias opiniones, que tal vez sean
dudosas o al menos no del todo perfectas (ver libro de Job o Eclesiastés). O manifestar
dudas, estados emocionales moralmente discutibles, v.g. Jer 15,10 o Job 3.
• Otras veces, puede citar palabras de otros, sin que por eso afirme su veracidad, v.g.
Hech 7, 2-53... Hay que distinguir la verdad de la cita, es decir, que lo dijo y la verdad
de la cosa citada.
Si existen citas es claro que pueden conciliarse con la inspiración y la verdad. Pero
para saber si son aprobadas o reprobadas por el autor hay que ver cada caso, cf. Tito 1,
12; Hch 17, 27; Sal 14, 1.
En relación con las citas implícitas recordar: Que hay que demostrar que el hagiógrafo cita,
y que conste no las aprueba.
• Importante: En todo caso hay que buscar y determinar cuál es la intención del autor y
qué tipo de enseñanza intenta proponer. Esto se establece analizando el género literario,
el texto y el contexto. Las afirmaciones garantizadas por un autor inspirado son
verdaderas en el “sentido en que las garantice”.
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• Ya los SS. Padres fueron descubriendo expresiones literarias en el texto bíblico, que
explicaban con el sentido alegórico.
• También, a principios del s. XX, M. J. Lagrange, F. Prat, F. von Hummelauer intuyen
esta realidad literaria en los Libros sagrados, aunque los presentan todavía a priori, es decir,
sin la debida investigación y estudio,
• Los descubrimientos de las grandes Bibliotecas de Asurbanipal en Nínive, Mari
(derecha del Éufrates), Ugarit (Fenicia), Tell-Amarna (Egipto), han dado mucha luz para
conocer la forma de escribir en aquellos tiempos y lugares.
• Fue ya Pío XII en la Divino afflante Spiritu (1943), quien nos los ofrece como
principio hermenéutico de máxima importancia para captar la mente del escritor sagrado y
poderla interpretar.
- Son una forma determinada de presentar, manifestar, expresar las ideas, que tienen
vigencia en un lugar y tiempo concretos.
- Son ciertas formas o maneras de decir y de escribir (Pío XII).
- Ropaje o vehículo en que vienen envueltas nuestras ideas.
- Especial forma literaria empleada por el autor de una obra en función de la finalidad que se
propone.
La Encíclica Divino Aflante Spiritu (1943) de Pío XII, en la que otras muchas cosas se nos dice:
“…Cuando algunos creen poder echar en cara a los autores sagrados determinados errores
históricos o inexactitudes cuando narran los hechas, si se observa atentamente podremos comprobar
que se trata sencillamente de aquellas formas usuales de narrar de decir o contar, que los autores
solían utilizar en el intercambio de ideas dentro de la convivencia humana y solían emplearse
lógicamente en las tradiciones comunes” (DAS 25; FIC 175)
“...Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros
literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole
histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios… (DV 12).
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Son muchos y variados como en cualquier literatura. Israel los supo emplear y expresó así con
riqueza, elegancia, variedad de estilo el mensaje de Dios, que debía llegar de forma adecuada y apta
a todos.
Existe el género didáctico, histórico, épico, poético, sapiencial, mítico, profético, jurídico,
midrash, alegórico, lamentaciones, proverbios, epitalámico, himnos, parabólico, apocalíptico...
- La Sgda. Escritura admite cualquier género literario, con tal que no se oponga a la verdad y
a la santidad de Dios,
- Cada género literario tiene su propia verdad, que depende de su índole y características. Una
es la verdad de la historia, otra la del género poético, didáctico, épico etc.
- No deben establecerse a priori, sino sólo después de “un cuidadoso estudio e investigación
de las literaturas orientales, con los recursos de la historia, arqueología, etnología y otras
disciplinas. No siempre los géneros literarios del Antiguo Oriente coinciden con los
nuestros”, dice la Divino afflante Spiritu de Pío XII.
- No son una invención de los exegetas para solucionar las dificultades de la S. Escritura. Se
han dado y se dan en todas las literaturas y en todos los tiempos. Son más bien una
necesidad del hombre, que los necesita para expresarse.
Conocer y tener en cuenta los géneros literarios es fundamental para interpretar un libro o un
pasaje. El sentido y la verdad de un texto dependen de la intención del autor. Y ésta se descubre
analizando el género literario. Así puede valorarse mejor el alcance de sus afirmaciones.
Pero, no pensemos ingenuamente que con ellos ya se resolvieron todos los problemas. Se
trata de un método de investigación y de crítica literaria, un principio hermenéutico de gran
importancia.
De todas formas, y es justo reconocimiento, han dado mucha luz a la hora de investigar la S.
Escritura y han marcado un empuje enorme para una mejor interpretación y estudio.
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• Narraciones poco nobles y limpias: Gen 12,10-20; 20,1-18; 27, 15-30. 2Sam 13, 13;
Jue 4,17-22; Judit.
• Oraciones que reflejan odio o espíritu de venganza: Salmos 109,137: Jer 18,21-23; 20,
14-18; Job 3.
• Blasfemias: Job,9,23 y en otros momentos frente a Dios,
• Mandatos y prácticas de crueldad:
• La ley del anatema o herem: Dt 20,13s; 20,16.
• la matanza de los profetas de Baal: 1Re 18.
• La matanza de Jehú:2Re 10,18-28
• La ley del Talión: Ex 21,23-24
• Poligamia Abraham - Jacob -Salomón
• El divorcio Deut 24, 1-4.
Recordar a P. Grelot: “La Biblia no es una colección de historias edificantes, cargadas todas
de ejemplaridad. Es un libro religioso para educar y enseñar. Y muestra a los hombres tal como son,
y no, en todo momento, como deberían ser. Hace asistir a sus reacciones frente a la Palabra de Dios,
al drama espiritual que nace de su mal corazón y pone su libertad en conflicto con la gracia” (en
Biblia, palabra de Dios, 171).
• Dios tomó a los hombres en un estado intelectual y moral inferior o bajo para
conducirlos hasta el evangelio. No se les reveló el ideal sino poco a poco. Por eso los actos,
juzgados como buenos, no tienen que serlo en grado máximo o en nivel total. La santidad o
moral, como la belleza, admite grados, es compatible con una escala de valores, dentro
siempre de los límites de lo honesto. Aceptar el coeficiente de moral relativa en orden al
evangelio.
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Para juzgar, entonces, la moral del AT es preciso partir y apoyarse en estos principios:
4.3.1 El AT es una lenta preparación del misterio cristiano. “Estos libros, aunque
contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos enseñan la pedagogía divina” (DV
15).
4.3.3 Como la “verdad” en la S. Escritura, también “la moral” bíblica hay que juzgarla
desde la totalidad de la Revelación: “Para descubrir el verdadero sentido del texto
sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura…”
(DV 12). El valor positivo de los textos del AT solo resultará claro a la luz de la
Revelación total. La S. Escritura es un todo único, y como un todo se ha de interpretar.
Es interesante juzgar los textos concretos a la luz de estos Principios. El discernimiento sería más
claro y encontraríamos una respuesta más adecuada.
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