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La violencia está presente en muchos escenarios y aun así parece que no se ve. El problema no es
solo que se va volviendo casi imperceptible sino que además no se quiere hablar al respecto.
El concepto de violencia hace pensar en fuerza. Incluso si se hace el ejercicio de buscar la palabra
en algún diccionario se puede leer: “forcejeo”, “empujar”, “tironear”, “presión”, “batalla”, “lucha”,
etc.
La violencia no existe en abstracto ni son hechos aislados. Son actos reales, concretos, acciones
potenciales o amenazas que implican una preparación y tienen una dirección (van dirigido a
alguien).
La violencia, decía Ignacio Martín – Baró, es “toda forma específica de fuerza que lesiona, destruye
y mata; es un proceso, un conjunto de posibilidades, de estrategias, decisiones, hechos y efectos”.
Una gran tentación cuando se hacen intentos de pensar en la violencia es apelar a que es parte
constitutiva de las personas, parte de su naturaleza, dicen. Esta posición remite a la inmutabilidad, a
una esencia humana sin historia, sin tiempo, sin sociedad. Existe otra posición que en vez de hablar
de “naturaleza humana”, habla de “condición humana”, recordando a las personas que estudian el
problema de la violencia, que el ser humano crea y vive en una cultura que va construyendo un
ordenamiento económico, político y social que lo va moldeando.
En sus diferentes manifestaciones, la violencia siempre es una forma de ejercicio de poder de
dominio mediante el empleo de la fuerza física, psicológica, económica y política en la que
predominan valores clasistas, racistas, sexistas, etc. Las relaciones entre razas, edades, sexos y
personas heterosexuales u homosexuales son relaciones marcadas y construidas por el poder del que
se “cree” superior sobre aquel designado como inferior.
Jorge Corsi, Director de la Carrera de Violencia Familiar de la Universidad de Buenos Aires, opina:
“Para que la conducta violenta sea posible, tiene que darse una condición. La existencia de un
desequilibrio de poder, que puede estar definido culturalmente o por el contexto, o producido por
maniobras interpersonales de control de la relación. En el ámbito de las relaciones interpersonales,
la conducta violenta es sinónimo de abuso de poder, en tanto y en cuanto el poder es utilizado para
ocasionar daño a otra persona. Es por eso que un vínculo caracterizado por el ejercicio de la
violencia de una persona hacia otra se denomina “relación de abuso”. ( Jorge Corsi, Violencia
Familiar; Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social. Editorial Paidós,
Argentina.)
Abuso físico
Ocurre cuando una persona que está en una relación de poder con un menor le inflinge daño
“no accidental” provocando lesiones internas, externas o ambas. El castigo físico sistemático
aunque no severo también constituye una forma de abuso.
Tipo de lesiones que provoca: daños en la piel y en los tejidos superficiales. ( contusiones,
hematomas – “moretes”-, quemaduras, mordiscos, raspaduras, desgarre, fracturas, etc.
El abuso por descuido incluye acciones u omisiones de los padres o encargados. Ocurre
cuando la persona o personas que tienen a su cargo la crianza o custodia de un menor no
satisfacen sus necesidades básicas teniendo la posibilidad de hacerlo, o habiéndoseles
provisto para ello. Este abuso priva al menor de la protección, alimentación, cuidados
higiénicos, vestimenta, educación, atención medica, supervisión o se le deja en total estado
de abandono.
Abuso emocional
Abuso sexual
El abuso sexual es todo acto en el que una persona en una relación de poder involucra a un
menor en una actividad de contenido sexual que propicie su victimación y de la que el
ofensor obtiene gratificación. Incluye: abusos deshonestos, exhibicionismo, acoso sexual,
exposición o participación en pornografía, prostitución, sexo oral, sodomía, penetración
genito-anal con objeto, violación e incesto.
Se entiende por incesto: “el abuso sexual cometido contra un menor por parte de una
persona que violó el lazo de confianza existente, y no el abuso sexual cometido
exclusivamente por personas que tienen una relación consanguínea. No es extraño recibir
denuncias de ofensores sexuales que eran amigos cercanos a la familia, maestros,
entrenadores, líderes (aun religiosos), entre otros.
Para el estudioso del abuso sexual David Finkelhor, el término abuso sexual infantil ha
pasado por diferentes revisiones y refiere que una definición muy acertada es aquella que lo
describe como: “la actividad sexual (ya sea actos únicos o durante períodos extensos) que
involucra a un niño y que incurre en una relación que se considera explotadora en virtud de
la diferencia de edades o por la relación de responsabilidad de cuido y protección que existe
con un niño, y/o como resultado de la fuerza, amenaza o intimidación.
Este importante investigador llama la atención sobre el hecho de que algunas personas
restringen las definiciones oficiales de abuso sexual a: “la actividad a manos de personas
que cuidan a los niños y a los contacto con los adultos, excluyendo el sexo forzado
propiciado por otros niños o adolescentes”.
El problema de esta restricciones, según el autor, está en que excluyen los abusos llevados a
cabo por personas extrañas y las serias violaciones y abuso continuo que sufren muchos
niños y niñas de parte de otros hermanos, vecinos y compañeros de la escuela.
Al igual que la violencia contra los niños y las niñas, la violencia contra las mujeres es un
reflejo de la desigualdad e inferiorización (se les ha dicho que son incapaces, minoría,
incompletas, etc.) que se ha construido para las mujeres en esta sociedad de poder de unos sobre
otros.
“Las mujeres – se dice – por su inferioridad e inmadurez deben estar bajo la tutoría de otro,
superior, seguro, fuerte y poderosos (padre, hermano, novio, esposo, etc.) que les acompañe y,
sobre todo, les resuelva la vida.
Es esta forma como se van construyendo una dinámica en la que ellas aprenden que deben
obedecer y hacer cumplir órdenes y los mandatos que les den. Se ha convencido a las mujeres y
a los hombres que ellos definirán la dirección, representaran, custodiaran, enjuiciaran y
controlaran la vida de las mujeres”. (Instituto de Estudios de la Mujer, Universidad Nacional,
Heredia 1995)
Se entenderá como violencia y/o abuso sexual contra las mujeres como cualquier acto u omisión
así como los repetidos abusos físicos, psicológicos, sexuales y/o patrimoniales llevados a cabo
por una persona de la familia con la cual se mantiene una relación afectiva, de confianza y/o
erótica y cualquier condición que resulte de dichos actos que priven a las mujeres de iguales
derechos y libertades e interfiera con su máximo desarrollo y libertad de elegir. Es importante
tener presente que este tipo de abusos sin una intervención profesional adecuada se corre el
riesgo de que la conducta violenta aumente en gravedad y frecuencia.
Abuso físico
Definición: Ocurre cuando el esposo o compañero, u otras persona con la que se mantenga
una relación afectiva, de confianza o íntima, le inflinge daño a su esposa, compañera,
hermana, nieta, hija, nuera, etc., provocando lesiones internas, externas o ambas.
Algunas formas en que se manifiesta el abuso físico: pellizcos, bofetadas, dejarle marcas
(hematomas, o moretes), puñetazos, punta pies, arrojarle objetos, golpes en distintas partes
del cuerpo (visibles o no), laceraciones, quemadas, fracturas, amenazas o heridas con arma
de cualquier tipo y, finalmente, la muerte.
Abuso emocional
Definición: El abuso emocional es toda acción u omisión cometida contra una mujer, que
daña su integridad emocional, la concepción y el valor de si misma o la posibilidad de
desarrollar su potencial como ser humano y es causada por una persona con quien se
mantiene una relación afectiva, de confianza o íntima.
Abuso sexual
Es todo acto en el que una persona que tiene una relación afectiva de confianza o intima con
una mujer sea o no su pareja, la involucra en una actividad de contenido sexual y de la que
el ofensor obtiene gratificación. Es toda imposición de actos sexuales contra la voluntad de
la mujer.
Abuso patrimonial
Es toda acción u omisión que atente o dañe el patrimonio de una mujer, habido por su propio
esfuerzo o el de su familia, o bien que haya sido adquirido mediante el trabajo de ambos
para garantizar el sustento y educación de los hijos procreados en común, o en relaciones
previas.
1) Que opinión le merece el incremento que en los círculos evangélicos se ha dado en cuanto al
maltrato de las mujeres, en el seno del hogar.?
2) Están los pastores de las iglesias abordando adecuadamente el maltrato de las mujeres y niños
que algunos miembros de sus iglesias comenten.?
3) Debería brindársele atención profesional a niños y niñas que son maltratadas, y quienes son las
personas indicadas para darle seguimiento.?