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Pueblo a orilla del mar.
Huatulco en el siglo xvi (1522-1616 )
Nahui Ollin Vázquez Mendoza
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Pueblo a orilla del mar.
Huatulco en el siglo xvi (1522-1616 )
Nahui Ollin Vázquez Mendoza
Consejo Nacional para Gobierno del Estado de Fundación Alfredo
la Cultura y las Artes Oaxaca Harp Helú
Oaxaca, ac
Rafael Tovar y de Teresa Gabino Cué Monteagudo María Isabel Grañén Porrúa
Presidente Gobernador Constitucional Presidenta
Este libro es financiado por el Programa para el Desarrollo Integral de las Culturas de los
Pueblos y Comunidades Indígenas (prodici) en el cual participan la Dirección General de
Culturas Populares del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Secretaría de las
Culturas y Artes del Gobierno del Estado de Oaxaca y la Fundación Alfredo Harp Helú
Oaxaca ac.
972.019
V145P
Vázquez Mendoza, Nahui Ollin
Pueblo a orilla del mar. Huatulco en el siglo xvi (1522-1616)/ Nahui Ollin Vázquez
Mendoza
Oaxaca, México: Culturas Populares, conaculta/Secretaría de las Culturas y
Artes, Gobierno de Oaxaca /Fundación Alfredo Harp Helú-Oaxaca, 2013
304 p.: maps.tabs.;22 cm – (Colección Diálogos. Pueblos originarios de Oaxaca;
Serie: Veredas)
ISBN: 978-607-7713-75-3
Producción:
Dirección General de Culturas Populares del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Secretaría de las Culturas y Artes del Gobierno del Estado de Oaxaca
Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca ac.
Colección: Diálogos. Pueblos originarios de Oaxaca
Serie: Veredas
ISBN: 978-607-7713-75-3
INTRODUCCIÓN 17
PRIMERA PARTE
I. HUATULCO: MEDIO GEOHISTÓRICO 25
Ubicación geográfica 25
Suelo y agricultura 29
Puerto, mar y pesca 37
II. APUNTES PARA LA POBLACIÓN Y LA SOCIEDAD 45
Perfil sociocultural 45
Transformaciones coloniales 49
La incertidumbre de los números: caída demográfica indígena 55
¿Madero o serpiente? 61
SEGUNDA PARTE
III. LA CONQUISTA DEL SUR POR UN SOL ESPAÑOL 63
Preámbulo 63
Preparativos 65
Sometimiento del señorío de Tututepec 66
Tonatiuh y Coatulco 68
IV. TERRITORIO Y GOBIERNO EN LOS PUEBLOS DE INDIOS 69
Un lunar nahua en Oaxaca 69
Encomenderos y fragmentación 84
Corregimientos y alcaldes mayores: la jurisdicción real 110
Los pueblos entre el mar y las montañas 124
La presencia secular en la costa de Oaxaca 134
De advenedizos y señores naturales 145
La llegada del ganado a la costa 149
V. HUATULCO: UN APÉNDICE NOVOHISPANO 173
A tres leguas de Guatulco 173
Puerto de la Nueva España: supremacía de 1537 a 1575 178
Para llegar a Huatulco 190
Tamemes: cargadores del anhelo español 198
Un enclave de ultramar y la búsqueda de riqueza americana 211
Enemigos al acecho: Perros Isabelinos 217
Francis Drake y el buque que no era 222
Thomas Cavendish y la leyenda de la Santa Cruz 236
Mendigos del mar: puerto olvidado y un abandono obligado 246
dres, quienes me han apoyado siempre, a mis hermanos con mucho afecto.
Por último, agradezco a los habitantes de Huatulco, a quienes va dirigido
este trabajo. Estas páginas sólo contienen un fragmento de la historia de este
lugar, queda mucho por investigar. Espero se encuentre el lector con la evi-
dencia que apunta a que Huatulco ha sido un foco de atracción para gente
de diversas partes, del país y del mundo. Es necesario un reconocimiento en
la construcción de la historia de Huatulco de esta gente advenediza aún hoy
en día en que el huatulqueño “originario” siente trastocados sus espacios e
intereses.
Introducción
17
1
Por ejemplo, véase Ludger Brenner, “La planeación de ‘Centros Sustentables’ ¿Estrategia
prometedora para impulsar el desarrollo rural o ilusión sin perspectiva?”, en Esteban
Barragán López (ed.), Gente de campo. Patrimonios y dinámicas rurales en México, t. ii,
México, El Colegio de Michoacán, 2005, pp. 397-430; José Antonio de la Cruz, “Los in-
tentos del desarrollo en el municipio de Santa María Huatulco, Oaxaca”, en Arturo León
et al., Migración, poder y procesos rurales, México, Universidad Autónoma Metropolitana
(Xochimilco)/Plaza y Valdés, 2002, pp. 163-181.
En mayo de 19842 por decreto presidencial se dio a conocer la creación
de un nuevo destino turístico: Bahías de Huatulco, Oaxaca. El último de
los “Centros Turísticos Integralmente Planeados”, que estuvieron en boga
en aquellos años, en donde las condiciones socioeconómicas y culturales
de la “gente de la playa” no resultaban importantes para la política de Es-
tado, pues “aún es considerada como objeto pasivo que requiere impulsos
18 externos para ‘desarrollarse’, de acuerdo con las expectativas de actores fo-
ráneos.”3
Así, resulta tentador partir del presente para abrazar el pasado viviente
pueblo a la orilla del mar
y pensar que la historia de este lugar comienza con la creación del destino
turístico. A primera vista así pareciera, muchos de los turistas, al llegar para
disfrutar de las bellas bahías lo piensan. Empero sería un error dar esto por
sentado. Esta idea irá cambiando con los trabajos arqueológicos y la apertu-
ra al público del sitio arqueológico de Copalita, el cual da cuenta de un asen-
tamiento ancestral en esta zona; además de que implícitamente podemos
ver que el destino turístico afectó al ejido del pueblo de Santa María Hua-
tulco cuyo asentamiento data de la época prehispánica y logró continuar su
camino como pueblo durante todo el periodo colonial.
En Huatulco, la defensa de las tierras comunales en el periodo colonial
fue muy relevante, igual que en la actualidad. Así lo demuestra la gran can-
tidad de documentos resguardados sobre ella en el Archivo Municipal de
Santa María Huatulco. Por otro lado, también el cúmulo de información so-
breviviente en la memoria de los abuelos, tradición oral que el historiador
suele dejar en oídos del etnólogo o el antropólogo (con algunas excepciones
por parte de historiadores). Un ejemplo al respecto, fue don Francisco Cruz,
don Pancho, fallecido a finales de 2009, quien atesoraba sus recuerdos de
una manera muy singular, pues cuando contaba una historia uno podía re-
montarse al Huatulco de entonces y hacerse partícipe de ella.
Desde muy temprana edad don Pancho desempeñó cargos públicos en
Huatulco y eso le permitió un acercamiento a los documentos del pueblo.
Él fue comisariado de Bienes Comunales por primera vez en 1963, y luego
tuvo otros puestos en los años en que Huatulco aún no contaba con todos
2
El 29 de mayo de 1984 por decreto presidencial, por causa de utilidad pública, se ex-
propia una superficie de 20,975-0165 has en favor de la Secretaría de Desarrollo Urbano
Ecológico, ubicada en el ejido Santa María Huatulco, perteneciente al municipio del
mismo nombre. Véase el decreto del 12 de junio del mismo año, en el Diario Oficial de
la Federación, www.dof.gob.mx, consulta: 09 de junio de 2008.
3
Brenner, op. cit., 2005, p. 397.
los servicios públicos. Cuando ir a la capital de Oaxaca significaba un viaje
tortuoso por caminos de terracería, cuando al bajar de la camioneta “llega-
bas güero, empanizado de tanto polvo”.
Los documentos de los huatulqueños, como el mismo pueblo, han te-
nido un sin fin de vicisitudes: algunas veces son atesorados, cuidados y, las
más, en cambio, han desaparecido, a saber del motivo. Por ejemplo, en el
periodo del presidente municipal Juvenal Alderete Aja (1981-1983), don 19
Pancho fungió como regidor y, después de realizar el inventario de los do-
cumentos de Huatulco, no encontró los Títulos primordiales de Huatulco.
4
Entrevista realizada por Nahui Ollin Vázquez Mendoza al señor Francisco Cruz Mar-
tínez, 15 de agosto de 2009.
deben ser puestos en papel y tinta para que la comunidad comprenda y
valore el lugar donde se desenvuelve e interactúa.
En el caso de la región de Huatulco, entendemos que el desconocimiento
de su historia, de sus problemas y sus consecuencias en tiempos más recien-
tes es, posiblemente, causado no sólo por el desinterés de la población, sino
por la apatía de algunos grupos, como también debido a problemas inter-
20 nos. Por ello, de nada sirve escribir textos académicos, de cualquier espe-
cialidad, sin intentar, por más modestos que estos sean, hacerlos llegar a las
comunidades que nos brindan información, trabajo, alegrías, frustraciones
pueblo a la orilla del mar
y sustento.
Por tanto, la presente investigación es una tentativa a la historia regional
de Huatulco que inicia en 1522, con la Conquista, y que concluye en 1616
con el abandono obligado del puerto de Huatulco ante la posible incursión
de enemigos (piratas) holandeses en el océano Pacífico. Si bien esto pare-
ciera algo complejo y desmesurado, nuestra intención, por el contrario, es
diferente y menos ambiciosa. Teniendo este marco general trataremos de
explicar cuáles fueron los cambios y continuidades de los señoríos prehispá-
nicos de la costa central oaxaqueña al pasar al orden colonial, en su estruc-
tura política, social, económica y cultural.
Existieron, principalmente, dos factores que nos llevaron a plantearlo de tal
forma: a) la fragmentación temporal y espacial de los documentos de Huatulco
y sus pueblos vecinos dificultó tratar un aspecto en particular de manera más
exhaustiva (sin querer decir que no existiera esta posibilidad) y, más importan-
te; b) era necesario tratar de explicar las implicaciones que se derivaron de la
puesta en funcionamiento del puerto de Huatulco en los pueblos indios de la re-
gión. Del resultado obtenido se pueden analizar los diversos componentes que
se presentaron en nuestra región de estudio, en la cual el elemento compara-
tivo dentro de los distintos territorios que conforman la región fue necesario.
Si bien, los trabajos más conocidos se han volcado al análisis de lo acon-
tecido en el mar y la relación con el principal puerto de la Nueva España
en la costa occidental que se llamó Huatulco, de 1537 a 1585, hasta que
Acapulco lo desplazó, poco se sabe del mundo indígena que interactuó en
ese momento.
La falta de fuentes de archivo dificultaron en gran medida realizar un
estudio del mundo indígena y su relación con el español en la región de
Huatulco, debido a que en su mayoría sólo se habla de los indios mediante
la percepción que tienen los españoles y muy pocas veces son los indios
quienes hablan de voz propia. No obstante, esta perspectiva discurre en
que lo indio no sólo se debe constituir como un objeto de transformación
y estudio, sino que es necesario entenderlo como el sujeto activo y partici-
pante de los procesos sociales de su propio devenir histórico. Los proble-
mas antes mencionados nos llevaron a elementos meramente descriptivos
que se trataron de llevar a un contexto explicativo, en donde la analogía
con otras realidades y contextos del mundo novohispano fue necesaria, no 21
únicamente como validatorios y/o ejemplificaciones.
Lo anterior nos condujo a plantear la hipótesis de que el puerto, con el
5
Danny Zborover, “Narrativas históricas y territoriales de la chontalpa oaxaqueña”, en
Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los chontales de Oaxaca, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 62.
6
“El paisaje es la expresión visible de un sistema de organización espacial. Incluye ele-
mentos del medio físico y social o cultural. […] Los paisajes, […] son expresiones par-
ciales, relativas, que no obstante definen en gran medida nuestra percepción del espacio”.
Bernardo García Martínez, El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos xvi-
xx, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Océano, 2004, p. 35.
7
Ibid., p. 12.
surgen de la existencia de condiciones que les dan individualidad y les per-
mite funcionar; tienen una etapa de plenitud y suelen desarticularse si las
condiciones se modifican”.8
Cabe decir que en el interior de cada región existen subregiones con sus
propias particularidades. Cada una guardó su territorio, vistas a través de
los pueblos, que eran sus “espacios geográficos culturalmente modelados,
pero no sólo los inmediatos a la percepción (paisaje) sino también los de 23
mayor amplitud, que son reconocidos en términos de límites y fronteras”.9
Esos espacios geográficos, deteniéndonos en el paisaje, mostrarán la rela-
Ubicación geográfica
1
Al hablar de un puerto se hace referencia a una frontera natural la cual se puede ver
como un nodo, es decir, un punto de interacción o terminal de un sistema. En éste se
entrecruzan los medios de transporte terrestres y marítimos con sus mercancías y pa-
sajeros. De esta forma se crea el espacio del puerto, el cual se entiende a partir de sus
cuatro aspectos: a) el área portuaria (el espacio dedicado al embarque y descargue de
mercancías y pasajeros); b) su hinterland (la zona de influencia terrestre); c) el foreland
(el área comercial del puerto en ultramar –de entrada y salida de mercancía–) y d) el es-
pacio marítimo (es el área que separa a los puertos por la masa oceánica de su foreland).
Véase Lourdes de Ita Rubio, “Puertos novohispanos, su hinterland y su foreland durante
el siglo xvi”, en Marco Antonio Landavazo (coord.), Territorio, frontera y región en la
historia de América. Siglos xvi al xx, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo/Porrúa, 2003, pp. 3-4.
2
En el siglo xvii si bien la alcaldía mayor, y por ende la provincia, siguió existiendo como
tal, en algunos casos el puerto quedó abandonado y la sede se trasladaba al pueblo de
Huatulco. Ya en el siglo xviii con los cambios geopolíticos de los pueblos, por los ataques
de piratas y la decadencia económica más pronunciada del puerto, la sede de la alcaldía
cambiaba su ubicación, ya sea en Huamelula o Tlacolula, más no su nombre.
3
La importancia del puerto se manifestó unos años antes de 1550, desde la segunda
mitad de la década de 1530, cuando se puso en operación como astillero. Y en 1542 se
reasignó al corregidor de Pochutla y Tonameca al puerto.
Actualmente la cabecera municipal de Huatulco se encuentra localizada
en la costa del Pacífico Sur mexicano en el estado de Oaxaca,4 al sudoeste de
la Sierra Madre Occidental y dentro de las faldas de la Sierra Madre del Sur;
a 277 km de la ciudad de Oaxaca y a 765 km de la Ciudad de México, en una
latitud de 15° 50’ N y una longitud de 96° 19’ O (véase mapa 2). Dicha ubi-
cación responde a procesos largos y, por qué no, traumáticos de la sociedad.
El área de la costa, en general, “se puede describir como una zona hú- 27
meda, por un lado tiene muchos ríos que bajan de la Sierra Madre del Sur
y por el otro lado está el mar. El mar, las playas extensas y una vegetación
4
Huatulco se ubica en la región de la Costa, una de las ocho regiones en que se ha dividi-
do al estado; donde: “Oaxaca es un mosaico muy complejo de climas, animales, plantas,
ríos, montañas y seres humanos que forman diferentes paisajes geográficos. La variedad
es una de las características del estado, cuenta con diversidad de climas, de suelos y de
grupos étnicos”. Margarita Dalton, “Una hoja de papel arrugada”, en Margarita Dalton
(comp.), Oaxaca. Textos de su historia i, México, Instituto Mora/Gobierno del Estado de
Oaxaca, 1990, p. 8.
5
Dalton, “Las ocho regiones geográficas”, en Dalton, op. cit., 1990, p. 23.
6
Rolf Widmer, Conquista y despertar de las costas de la Mar del Sur (1522-1680), México,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, p. 23.
ordenó que fuera abandonado el puerto por las noticias de posibles enemi-
gos holandeses que se dirigían a territorio del virreinato.7
El punto más álgido de estas incursiones fue en 1697 cuando, por buscar
acrecentar su botín, los piratas incursionaron tierra adentro y llegaron al
pueblo de Huatulco, distante tres leguas de la orilla del mar, quemaron todo a
su paso y lo dejaron “destruido […] sin iglesia, ni casa alguna”.8 Los naturales,
28 espantados, se dispersaron por los pueblos vecinos sin la intención de regre-
sar a su antiguo asentamiento. Pero como no era nada fácil desprenderse
de los lazos que los unían, en 1700 ya habían encontrado un nuevo paraje a
pueblo a la orilla del mar
ocho leguas del mar y refundaron el pueblo. Esa circunstancia no fue pri-
vativa de Huatulco, por ejemplo, Astata de igual forma mudó su ubicación
original tras un ataque de piratas en 1680.9
Un año más tarde, en 1701, los huatulqueños solicitaron al gobierno espa-
ñol que les fuera reconocida su nueva ubicación con todos los derechos que
habían tenido en la anterior (véase mapa 1). En espera de la resolución, el pue-
blo siguió su vida normal asumiéndose como el Pueblo Nuevo de Huatulco.10
Por fin, el 17 de octubre de 1718, el virrey don Baltasar de Zúñiga y Guzmán
otorgó la licencia para que fundasen su pueblo en el paraje donde se hallaban
congregados y pudieran “erigir su iglesia y mantener su república con el expre-
sado título y nombre, y en la conformidad q[ue] antigua[men]te la tuvieron”.11
Inmediatamente, el 19 de enero de 1719, los huatulqueños pasaron a mos-
trar la licencia de la fundación a la cabecera de Huamelula, al alcalde mayor
don Andrés de la Puente, quien no se encontraba, siendo el teniente general
Miguel de Almaraza quien los recibió y se dispuso a cumplir lo contenido
ahí y pregonar la fundación, por si existiera algún perjudicado se manifes-
tara la inconformidad. El 15 de abril de ese año ya se había informado a los
pueblos vecinos de Pochutla y San Miguel Huatulco, quienes entendieron y
no se quejaron, procediendo a firmar y certificar la fundación.12
7
bmnah, Colección Pompa y Pompa, agi, México, 28, correspondencia de virreyes, rollo
núm. 11.
8
agn, Indios, vol. 42, exp. 66, f. 90.
9
Actualmente el sitio del asentamiento original de Astata se conoce como Huapote. Peter
Kröfges, “¿Arqueología de la cultura chontal o arqueología de la Chontalpa?”, en Andrés
Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los chontales de Oaxaca, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 46.
10
[Carga y data del pueblo nuevo de Santa María Huatulco, 1º de enero de 1701], amh, s/c, 1 f.
11
agn, Indios, vol. 42, exp. 66, f. 91v.
12
“Copia por concuerda de varios documentos pertenecientes a la titulación del pueblo
de Santa María Huatulco, distrito de Pochutla, Oaxaca. Hecha a solicitud de los señores
Leobardo Ortega e Ingnocente [sic.] Chávez Presidente y sindico municipales.” amh, s/c,
13 ff., 17 de febrero de 1950, f. 6v.
Mapa 1: Santa María Ozelotepeque, Pochutla y Xolotitlán, 1700.
29
Suelo y agricultura
Las condiciones topográficas previas nos permiten apreciar, por un lado,
la diversidad biótica que interactúa con los huatulqueños; que aun con los
cambios dados en el tiempo a lo largo de su historia le han servido de co-
mercio y sustento. De igual manera, debemos tener en cuenta la interacción
de la sociedad con este medio, el cual repercute de manera importante en
su devenir, así los tipos y lugares de los asentamientos humanos obedecen a
dichas condiciones topográficas. El más claro ejemplo se da en la producción
agrícola, en el sentido de aprovechamiento del suelo cultivable que se encuen-
tra presente en tres nichos ecológicos que se interrelacionan de acuerdo con
sus particularidades; que complementan las necesidades sociales. Básicamen-
te podemos hablar de tres grandes nichos en la zona de estudio: montaña,
selva y costa. Por ejemplo los pueblos de la sierra se servían del cultivo de
la grana cochinilla; en la selva eran propicios los árboles de zapotales y en
la costa se cultivaba la sal, y muy probablemente se explotaba el caracol
púrpura.13
Existen diferentes tipos de suelo en la región de Huatulco, y son princi-
palmente de rocas ígneas intrusivas, de granito y granodiorita, con una cro-
noestratigrafía del mesozoico y una litología del jurásico y cretácico. Está
rodeada de rocas metamórficas, de gneis, del mesozoico con litología del
30 jurásico. En la parte de la costa se encuentra un suelo de rocas sedimenta-
rias y volcanosedimentarias, de tipo aluvial y litoral, del cenozoico, propio
del cuaternario. En el interior las fracturas terrestres son muy marcadas,
pueblo a la orilla del mar
Fuente: Carta geológica: Puerto Escondido, Oaxaca, México, Instituto Nacional de Es-
tadística, Geografía e Informática, 1994, D14-3. (1:250,000). Acotado a la zona de Santa
María Huatulco.
15
Adolfo Rodríguez Canto, Historia agrícola y agraria de la costa oaxaqueña, México,
Universidad Autónoma de Chapingo, 1996, pp. 58-60.
16
“Relación de Guatulco”, en René Acuña (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi:
Antequera, vol. 2, t. i, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 190.
17
Ibid., p. 191. En Pochutla era menor la cantidad producida de sal, la cual se extraía del
agua de mar y no de lagunas, y mejor optaban por comprarla. Ibid., p. 196. Tonameca,
por otro lado, contaba con lagunas de donde extraer la sal o la podía hacer de agua de
mar, pero ya para el último cuarto del siglo xvi decían que ya no había quien supiera
hacerla. Ibid., p. 201.
terreno, así como su topografía con pendientes de más de 35° de inclinación,
exceso de salinidad, inestabilidad, y poca profundidad del suelo.18
Tratar de crear una imagen referencial del terreno y la forma que fue
aprovechado por los indígenas en la época prehispánica y posteriormente en
el siglo xvi nos llevaría a un trabajo más exhaustivo. Recurrir a elementos
32 que se perciben en la actualidad combinando algunas permanencias puede
favorecer a dilucidar dicha tarea. Considerando que nuestra premisa parte
de hacer el análisis de una región que se conforma como una provincia in-
pueblo a la orilla del mar
18
Enrique Fernández Dávila y Susana Gómez, “Arqueología de Huatulco”, en Marcus
Winter (comp.), Lecturas históricas del estado de Oaxaca, vol. 1, Época prehispánica,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Gobierno del Estado de Oaxaca,
1990, p. 490.
19
Rodríguez, op. cit., 1996, pp. 58-60.
20
Véase Widmer, op. cit., 1990, p. 29; Rodríguez, op. cit., 1996, pp. 123, 135-136.
Sierra Sur; Huatulco y Pochutla tributaban dicho metal a Tututepec (que
compraban a los chontales).21 Por ejemplo, en 1528 los encomenderos de
Huatulco, Antonio Gutiérrez, y su homólogo de Cimatlán y Cacalotepec,
Pedro Pantoja, entablaron una compañía para explotar oro en la región por
el tiempo de dos años (que se retomará más adelante).
El mejor intento por desarrollar una empresa minera en esta zona lo
llevó a cabo Hernán Cortés, cuando llegó a Tehuantepec, ya como Marqués 33
del Valle, explotó las minas que se encontraban ahí. No obstante, su empresa
minera no fue tan afortunada. De 1540 a 1547, de donde se tienen más da-
Siendo uno de los más recomendados encargos que el Rey Nuestro Señor
(Dios lo guarde) tiene repetidos por sus Reales Disposiciones el fomento
21
Acuña, op. cit., vol. 2, t. 1, 1984, pp. 189 y 198.
22
Véase Jean-Pierre Berthe, “Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuantepec”, en
Estudios de historia de la Nueva España, México, Universidad de Guadalajara/Centro de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1994, pp. 15-24.
23
Véase Margarita Menegus, “Reformas borbónicas en las comunidades de indios.
Comentarios al reglamento de bienes de comunidad de Metepec”, en Beatriz Bernal
(coord.), Memoria del iv congreso de historia del derecho mexicano, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1986, p. 755 y ss.
y aumento de la agricultura, con particularidad el del precioso fruto de la
grana y algodones extrechando a las justicias y mandándoles no desmayen
en el celo y vigilancia relativo a que los comprendidos de sus partidos esten
de cotinuo ocupados en las labranzas y libres de ociosidad q[ue] los distrahe
de la precisa antención a sus obligaciones y los acerca a incurrir en los delitos
y vicios que han enseñado la experiencia, como se nota en esta jurisdicción
34 de diez años a esta parte en cuyo tiempo por su negligencia y ninguna apli-
cación han sufrido los abusos que manifiestan y es notorio cediendo no solo
en agravio de sus intereses sino tambien del Real Erario… [aun cuando] tie-
pueblo a la orilla del mar
24
cdahslc, 1796, 2 ff.
25
Menegus, op. cit., 1986, p. 757.
26
cdahslc, 1796, 2 ff.
27
Atlántida Coll-Huartado, “Oaxaca: geografía histórica de la Grana Cochinilla”, en
Investigaciones Geográficas, Boletín núm. 36, 1998, p. 71.
das de 1880-1890 cuya fuerza económica decayó en la década de 1950; aun-
que en la actualidad este producto está siendo retomado con mucho empe-
ño. Se puede observar que, en la zona de selva baja caducifolia y de pastizales,
la agricultura de temporal sigue siendo lo más empleada por los campesinos
de la región, en donde las frutas tropicales son el sustento (principalmente
papaya, sandía, plátano, etc.); junto con el cultivo de maíz y frijol.28
Los peninsulares siempre fueron reticentes al clima cálido, quienes en 35
aquellos lugares pareciera que no tenían la prosperidad proyectada. Los es-
pañoles jugaron, durante mucho tiempo, con la dialéctica de lo sano y lo
Figura 1: Amando Cruz, en Coyula. Fotografía de Francisco Cruz [†], ca. 1950.
28
Espaciomapa: Puerto Escondido, Oaxaca, México, Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática (inegi), 1993, D14-3. (1:250,000).
29
“De hecho, la percepción de lo sano y lo malsano, al igual que las prácticas sociales
que de ello se desprenden, difieren según las civilizaciones y evolucionan con el tiempo”.
Alain Musset, Ciudades nómadas del Nuevo Mundo, México, Centro de Estudios
Mexicanos y Centroamericanos/Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 102.
36
pueblo a la orilla del mar
Figura 2: Santa María Huatulco, Oaxaca. Camino al panteón municipal (hoy calle Brena
Torres). Fotografía de Francisco Cruz Martínez [†]: ca. 1942.
Figura 3: Fiesta cívica del 16 de septiembre (Plaza principal). Fotografía de Francisco Cruz
Martínez [†]: ca. 1931.
Huatulco era visto por ellos como un lugar malsano, que al recorrer sus
caminos parecía olvidado por Dios, de un color grisáceo, sin vida; sobre
todo en época de sequías. Hacia la década de 1550 se decía del pueblo de
Huatulco que: “es tierra caliente y malsana y estéril”.30 Tras mudar su locali-
zación, en las postrimerías del siglo xvii, el pueblo de Huatulco pudo cam-
biar este condicionamiento, que distando de Huamelula dieciocho leguas,
se encontraba “sobre una tendida loma, por cuya falda corre un río de poca 37
agua pero dulce y pura, y suficiente al gasto de su vecindario, en número de
cuarenta y cuatro familias de indios, sobrando para el riego de sus huertas
30
Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de la Nueva España, 2ª serie. Geografía y Es-
tadística, tomo i: Suma de visitas de pueblos por orden alfabético, Madrid, Sucesores de
Rivadeneyra, 1905, p. 315.
31
Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez, Theatro americano. Descripción general de los
reynos y provincias de la Nueva España y sus jurisdicciones, México, Trillas, 1992, p. 392.
32
Raúl Matadamas Díaz y Sandra Ramírez, Antes de Ocho Venado y después de los pira-
tas. Arqueología e historia de Huatulco, Oaxaca, México, Colegio Superior para la Edu-
cación Integral Intercultural de Oaxaca/Secretaría de Asuntos Indígenas, 2010, p. 14.
33
Woodrow Borah, Comercio y navegación entre México y Perú en el siglo xvi, México,
Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1975, p. 58.
vientos dominantes son los que llegan del sur; presentando variaciones al
noreste en marzo y al noroeste en abril y diciembre. En mayo y octubre se
da la época de tormentas eléctricas tropicales, ciclones o huracanes, pero
que rara vez tocan la costa. La zona costera guarda una topografía abrupta
y accidentada; la altura oscila entre 0 y 100 metros.34
La vegetación, en general, se caracteriza por una selva caducifolia, baja en
38 el área cerril y media en alturas más bajas, propia del clima cálido-subhúmedo.
La vegetación está conformada por especies dominantes de un tipo arbóreo
y arbustivo; el paisaje está cubierto por malezas semiarbustivas y matorrales
pueblo a la orilla del mar
espinosos.35 Algunas especies marinas son: “erizos, coral negro y rojo, pulpo,
ostra, caracol, langostas, percebes, cabrilla, mero o chema, jurel, dorado, pez
puerco, salmonete, barrilete, pez vela, marlín y tiburones, entre otras espe-
cies más”.36
La localización del puerto en el siglo xvi obedeció a que se encontraba
en la menor de dos bahías adyacentes; siendo la más protegida encontrán-
dose separada de la mayor por una península que entra unos 700 m dentro
de mar; formando una lengua de mar con dirección noroeste. Su longitud
va de un kilómetro y medio a tres kilómetros, con una anchura de aproxi-
madamente 400 metros. Esto hace que se diferencie de otros dos puertos
del estado: Puerto Ángel y Puerto Escondido (véase mapa 2). En 1580, en
voz de los españoles, los propios indígenas nos presentan el puerto de una
manera similar:
Este Puerto está en una costa que corre del este a oeste y tiene la boca por la
p[ar]te del sur, y en ella tendrá de ancho casi un cuarto de legua y entrará la mar,
hacia la t[ie]rra y costa, una legua, que [es lo que] habrá desde la boca hasta la
lengua del agua. Por todas partes está reparado y abrigado de los vientos con
los cerros q[ue] le rodean, excepto por la boca del Puerto, por donde le pue-
de ofender el viento sur que suele correr pocas veces, y ésas, en t[iem]po de
aguas; y, así, es puerto seguro. No es muy ancho, mas tiene buenos y limpios
surgideros y el suelo tieso, y pueden surgir en cinco y seis, y siete y ocho, y
mas y m[en]os brazas, como quisieren; aunque los navíos que en él entran
no demandan de cinco brazas y cuatro arriba. Las tormentas que suelen
34
Adrián Ramírez González, “Las bahías de Huatulco, Oaxaca, México: ensayo geográfi-
co-ecológico”, en Ciencia y Mar, vol. ix, núm. 25, 2005, pp. 4, 7, 9 y 14.
35
Ibid., p. 10.
36
Álvarez, apud, Matadamas y Ramírez, op. cit., 2010, p. 15.
correr en esta costa son, en t[iem]po de aguas, algu[n]os suestes q[ue] reca-
lan en el puerto, q[ue] pasan presto; pero jamás peligran [los] navíos, como
tengan buenas anclas y amarras.37
… si se eliminan las distancias […] se verá que [los centros y regiones colo-
niales] aparecen como apéndices o extensiones de una economía que, aun-
que lejana, las dota de unidad y de sentido […] el factor que cohesiona y
dota de racionalidad a las ciudades y regiones en el sector externo, y concre-
tamente, la política comercial de la metrópoli.39
Más allá de la búsqueda de salida hacia el mar, para los españoles, este
lugar tuvo la misma suerte y por lo regular era visto como un sitio propen-
so para las enfermedades (como cualquier otro puerto novohispano). Esta
idea que se heredó de la Colonia se refleja ya en el México independiente
tratando de sortear los avatares naturales para consolidar rutas comerciales
en esta costa.
Por ejemplo, la herencia de las condiciones malsanas del puerto de Huatul-
co en el México independiente nos la presenta Benito Juárez, quien para 1850
tras fundar Villa de Crespo en el mismo lugar donde se estableció el puerto
37
Acuña, op. cit., v. 2, t. 1, 1984, p. 192.
38
Un aspecto a resaltar para poder entender la importancia y dinámica del puerto
de Huatulco es lo que aconteció en Perú durante la primera mitad del siglo xvi, que
retomaremos en su momento, en relación con el comercio que se dio entre los dos
virreinatos.
39
Moreno Toscano y Florescano, apud, Ita Rubio, op. cit., 2003, p. 7.
de Huatulco (Santa Cruz), tratando de desmitificar esta cuestión dijo: “Este
lugar inhabitado por más de 200 años, enmontado y sin agua potable, ha
sido calificado con equívoco de malsano; pero ahora que de nuevo se ha po-
blado, que se ha desembarazado del espeso bosque que lo cubría”.40 El Bene-
mérito lo que buscaba era reactivar la economía del estado por aquel puerto
fundando una villa que permitiera articular una comunidad alrededor del
40 puerto de la que se pudiera servir, idea que se ha mantenido por varios siglos.
El pronóstico que dio Juárez era alentador, pues: “La fiebre, el escorbuto, las
calenturas intermitentes y otras enfermedades que suelen ser comunes en
pueblo a la orilla del mar
Figura 4: Puerto de Santa Cruz Huatulco, Oaxaca. La vista muestra la Bahía de Santa
Cruz, lugar que albergó en el siglo xvi al puerto de Huatulco. 2008.
40
“Describe con entusiasmo la nueva Villa de Crespo”, Ángel Pola: Miscelánea, Biblioteca
Reformista, vol. viii, México, 1906, pp. 126 y hss., en Benito Juárez. Documentos, discursos
y correspondencia, selección y notas de Jorge L. Tamayo, México, Libros de México, 1972,
p. 696.
41
Idem.
Mapa 2: Principales puertos de Oaxaca, 1806.
41
42
pueblo a la orilla del mar
Fuente: Carta topográfica: Santa María Huatulco, Oaxaca, México, Instituto Nacional
de Estadística, Geografía e Informática (inegi), 2000, D14B19 (1:50,000).
43
Figura 6: Fiesta del Primer Viernes. Fotografía del doctor Heriberto Jarquin: ca. 1960.
II. Apuntes para la población y 45
la sociedad
Perfil sociocultural
1
José Antonio Gay, Historia de Oaxaca, México, Porrúa, 2006, pp. 43-44.
2
Ibid., pp. 120-121. Optamos por tomar la cita de Pedro Carrasco infra.
3
Ibid., p. 123.
4
Martínez Gracida, citado en Danny Zborover, “Narrativas históricas y territoriales de
la Chontalpa oaxaqueña”, en Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los
chontales de Oaxaca, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 96.
se interrumpe con la expansión de Tututepec, ca. 1200 de nuestra era, tras
su consolidación previa de la mano del señor 8 Venado, Garra de Jaguar.
Pedro Carrasco, analizó las fronteras de la Triple Alianza con el reino mix-
teco de Tututepec, y escribe que: “Coatolco (Guatulco) y su comarca pertene-
cían al reino mixteco de Tototepec y nada indica que hubiera sido parte del
Imperio [tenochca], aunque hay un informe de que Coatolco y Tecuantepec
46 fueron conquistados por Axayacatl [ca. 1469-1481], antes de la expansión
hacia el Pacífico que llevó a cabo Ahuitzotl [ca. 1486-1502]”.5 Al respecto pa-
rece que la primera expedición en que se hace mención de Huatulco es en la
pueblo a la orilla del mar
5
Pedro Carrasco, Estructura político-territorial del Imperio tenochca. La Triple Alianza de
Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, México, El Colegio de México/Fideicomiso Historia
de las Américas-Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 462-463.
6
Ibid., p. 482.
7
Zborover, op. cit., 2006, p. 74.
8
Gay, op. cit., 2006, p. 68.
una cosmovisión nahua.9 En este sentido, pareciera que la conformación
étnica, antes y después de la Conquista, fue mucho más compleja de lo que
nos pudiera parecer a primera vista, como bien lo advierte Zborover para
los periodos prehispánico y de la Conquista, mientras que Gerhard lo hace
para la Colonia (aspecto que retomaremos en el siguiente subapartado). El
primero de estos autores se centra a partir de la población nativa, y recu-
rriendo a información de que Alcina French encontró en el Archivo Gene- 47
ral de Indias (agi), se percata de que Pochutla aparece como una cabecera
donde se habla zapoteco, mexicano y chontal.10
13
Zborover, op. cit., 2006, p. 72
14
Juan A. Hasler, “La situación dialectológica del pochuteco”, en International Journal
of American Linguistics, vol. 42, núm. 3, 1976, pp. 268-269. La información que le sirvió
de base a Boas fue recogida en 1888 por el Sr. Doctor Antonio Peñafiel; a partir de 80
vocablos de Pochutla, “los cuales muestran claramente que allí se habla el idioma náhua
o mexicano.” Boas estuvo una estancia de enero a febrero de 1912 en Pochutla. Sus
informantes eran en su mayoría mujeres mayores de 50 años, ya que los hombres ya no
tenían referencias claras de ese idioma. Franz Boas, “El dialecto mexicano de Pochutla,
Oaxaca” en International Journal of American Linguistics, vol. 1, núm. 1, 1917, pp. 9-44..
Mediante esta categorización étnico-lingüística algunos especialistas han
optado por utilizarla de manera que pareciera que en el momento del con-
tacto hispano este grupo ya existía como tal. Los nahuas de Pochutla antes
de la llegada de los españoles llegarían a un poco más de 8,000 personas,
y, sin embargo, por contradictorio que parezca, en 1580 decían ser no más
de 20.15 Creemos que si bien se puede hablar del pochuteco sería un error
descontextualizarlo, haciendo aún más compleja, para los habitantes de la 49
zona, la comprensión del devenir histórico de sus pueblos.
15
“Relación de Guatulco”, en René Acuña (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi:
Antequera, v. 2, t. i, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 194.
Después de 1524, con la llegada de las encomiendas se vieron los pri-
meros signos de cambio en los pueblos; posteriormente con el arribo de
los funcionarios administrativos españoles, corregidores y alcaldes mayo-
res, quienes se fueron insertando de manera más clara al mundo indígena,
resultando que la región llegó a conformar una demarcación territorial de
carácter provincial a partir del puerto de Huatulco.
50 En segundo lugar, además de los propios españoles, se sumó la llegada de
gente de otras latitudes del globo a la región, como esclavos negros, provenientes
de África, para los trabajos pesados o como vaqueros de las estancias ganaderas,
pueblo a la orilla del mar
22
Idem.
23
agn , Indios, vol. 5, exp.733, f. 265v.
24
Ibid., f. 266r. A doña Luisa de Avendaño se le otorgó la merced de su estancia el 16
de octubre de 1591, en términos del pueblo de Pochutla en “un cerro donde haze unas
lomas llanas como un tiro de arcabuz de la […] negrilla de la venta de vexil y del camino
r[ea]l viejo que viene de la ciudad de antequera p[ar]a el puerto de guatulco…” agn,
Mercedes, vol. 18, exp. 143, f. 45r. La segunda estancia a que aluden los indios puede que
sea la de Lucas Holgado, vecino de la ciudad de Antequera; a quien se le otorgó la merced
el 14 de octubre de 1591, en términos del pueblo de Pochutla. “[en] un cerrillo pequeño
q[ue] los naturales llaman Ayotepec junto al río que dizen de Figueroa como dos tiros
de arcabuz del camino real q[ue] va de la ciudad al puerto de guatulco…” agn, Mercedes,
vol. 18, exp.140, f. 44r.
su movilidad. En la costa de Oaxaca, la llegada de negros puede situarse al
inicio de la implementación de las minas auríferas de Cortés en Tehuante-
pec.25 O, por otro lado, como en el caso de lo que hoy es la Costa Chica de
Oaxaca y Guerrero, el factor de las estancias de ganado, que pronto fueron
adquiriendo la categoría de haciendas, puede ser otro agente a analizar,
pues tanto el clima como esa actividad era más afín a ellos.
De tal forma que: 53
A eso hay que sumar que la propia conducción del ganado les fue otorgando
Gerhard menciona que “en el siglo xvi hubo una invasión de negros,
algunos de los cuales fueron a trabajar al puerto de Guatulco, mientras que
otros huían de la esclavitud y se establecieron cerca de Pochutla y Tona-
meca y en otras partes”.27 Algunos de esos negros, de quienes no sabemos
su origen exacto, es posible que escaparan de su condición de esclavos a su
llegada al puerto de Huatulco, provenientes de Perú, o en caso contrario, al
ser embarcados con esa dirección; éstos se fueron asentando en los pueblos
vecinos de Huatulco, como por ejemplo en Tonameca, o en alguna estancia
perteneciente al pueblo de Huatulco, como el caso de Coyula, afectando a
los naturales.
En principio, los negros que llegaron a la costa oaxaqueña, en los térmi-
nos de la jurisdicción de Huatulco, trabajaron para las estancias de ganado
25
Laura Machuca, “Haremos Tehuantepec”. Una historia colonial (siglos xvi-xviii), Oaxaca,
México, Culturas Populares-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Secretaría
de Cultura-Gobierno de Oaxaca/Centro de Investigación y Estudios Superiores en
Antropología Social/Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, ac, 2008, p. 54.
26
Ethel Correa Duró, “Problemas y retos para los estudios de identidad en la población
de origen africano de la Costa Chica de Oaxaca en México”, en María Elisa Velázquez y
Ethel Correa Duró (comps.), Población y culturas de origen africano en México, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2005, pp. 431-432. Es necesario adicionar,
que según se decía que: “En el lenguaje común de la Nueva España cimarrón era también
un término de uso cotidiano cuyo sinónimo era la ignorancia, la torpeza o extranjería
servía, para identificar a las personas incultas.” Juan Manuel de la Serna, “Los cimarrones
en la sociedad novohispana” en Juan M. de la Serna, (ed.), De la libertad y la abolición.
Africanos y afrodescendientes en México y América Central, México, Centro Coordinador
y Difusor de Estudios Latinoamericanos [en prensa], p. 55.
27
Gerhard, op. cit., 1986, p. 128.
de algunos españoles. Diego de Guinea, español avecindado en Oaxaca, fue
uno de esos personajes que supo cómo sacar provecho de tales situaciones,
pero eso lo veremos más adelante. El 21 de abril de 1551 a Guinea se le otor-
gan dos mercedes para ganado mayor en “Apango y Cuscatlán”, trayendo
para su manejo un total de diez negros como guarda de dichas estancias.28
No obstante, la llegada de esta gente puede situarse, de manera más clara,
54 en los inicios de la década de 1580 cuando el alcalde mayor, Gaspar de Var-
gas, hizo gala de la fuerza “que los saco y hecho [sic.]” de Coyula; lo que quizá
llevó a que se replegaran más hacia el norte, del lado de Pochutla y Tonameca.
pueblo a la orilla del mar
Pero también, el flujo pudo continuar, o bien los que iban siendo expulsados
tras pasar la tormenta española regresaban al lugar ya conocido. De tal forma
que pasaron más o menos diez años y así el 20 de marzo de 1591 existían, de
nueva cuenta en el mismo lugar, negros cimarrones. El virrey Luis de Velasco
pidió un informe al alcalde mayor del puerto de Huatulco, pues dice: “yo
esido ynformado que en un monte que se dise Coyula dos leguas del d[ic]
ho pueblo asisten de ordinario tienpo de ruynas a unos negros simarrones”.29
Pero fue hasta el 7 de agosto de 1599 cuando el virrey Gaspar de Zúñiga
y Acevedo pidió que el alcalde mayor de Huatulco aprehendiera a los negros
huidos en su jurisdicción; pues Alonso de Tarifa le informó que: hay “gran
cantidad de negros y negras que se han huido del servicio de sus amos assi
de la dicha ciudad como desta y otras partes los quales viven en sus rranche-
rias y hazen sementeras de que se sustentan de que se sigue mucho daño”.30
En el caso de los negros que huían de su condición de esclavo y que pa-
saban por el puerto de Huatulco tenemos un caso, un poco tardío pero que
sirve de ejemplo. El 12 de diciembre de 1603 don Jorge de Baeza y Carvajal,
antiguo alcalde mayor del puerto, solicitó la intervención de la Audiencia
para poder vender a un negro; dando licencia al alcalde en turno, Francisco
de Guzmán, para poder realizar dicha venta, la cual, cabe decir, no era por
buena voluntad del alcalde en turno, pero contémoslo.
En el tiempo que fue alcalde mayor Baeza, a inicios de la década de
1590, llegó al puerto un navío llamado Nuestra Señora de la Natividad,
siendo su dueño y capitán Juan de Arrasti. Dicha embarcación había llega-
do proveniente de Acapulco y se dirigía al Perú. Al llegar a realizar la visita
28
Peter Gerhard, Síntesis e índice de los mandamientos virreinales, 1548-1553, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1992, p. 561.
29
agn, General de Parte, vol. 4, exp. 328, f. 94v.
30
agn, General de Parte, vol. 5, exp. 294, f. 65.
del navío, como dictaba la norma, el alcalde solicitó la documentación al
capitán y tras no estar todo en orden en los registros de su carga tuvo que
aprehender a dos negros que viajaban en aquella dirección (lo que indica
contrabando de esclavos). Pero al llegar a tierra uno de los negros empren-
dió la huida, pudiendo salvarse de su condición, a saber que fue de él. El
otro, sin la misma suerte, quedó preso.
Tras esperar unas horas a que cayera la noche, la gente de Arrasti bajó a 55
tierra y tras uso de la fuerza, con cuchillo en mano, sacaron al negro preso, con
vista a darse a la fuga y sacar algo de lo perdido. Pero la suerte no estaba de
* Indica cabeceras.
Fuente: Rolf Widmer, Conquista y despertar de las costas de la Mar del Sur (1522- 1680),
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, pp. 148- 149.
46
La información presentada por este autor fue tomada de la siguiente manera: 1550:
Suma de visitas. 1570: López de Velasco, Relación del obispado de Antequera. 1580: Re-
laciones geográficas. 1623: Cook y Borah, “Cuenta de tributarios 1620-1626” Para los
datos del puerto de 1580 el autor hace mención de haber obtenido su resultado a partir
de parámetros vecinos.
El cuadro dos es un intento por reconstruir el número de habitantes de
la costa, a partir de la provincia de Huatulco. Cabe decir que dicha informa-
ción es una mera aproximación a partir de fuentes españolas, en relación
con el tributo o el bienestar espiritual, lo que repercutió en la falta de con-
tinuidad de algunos pueblos y, a la vez, refleja la desaparición de otros. No
nos queda del todo claro la forma en que el autor trabajó la información de
60 sus distintas fuentes, empero al no tener un parámetro general, como el que
quizás él tuvo, optamos por presentarla de manera íntegra.
Si tenemos en cuenta los valores que este autor obtuvo para el pueblo de
pueblo a la orilla del mar
Huatulco para 1550, a partir de la Suma de visitas, en cuyo caso se dice que
había 190 casas y el resultado obtenido se da al multiplicar el total de casas
por un factor de 3.3, resultando 627 indios. No obstante, al realizar la misma
operación para otro pueblo el factor cambia. En Huamelula, con la misma
fuente, se nos dice que había 220 casas y el autor utiliza un factor de 5.1772,
para obtener un total de 1,139 indios. Por último, en Pochutla se dice haber
25 casas y nuevamente cambia el factor a 8.28, para obtener un total de 207
indios. No entendemos el porqué del cambio de factor.
Estas aproximaciones, sin embargo, nos permiten problematizar un poco la si-
tuación demográfica tratando de dar voz a los números, que al final de cuentas
eran personas. En primer momento, la población del pueblo de Huatulco se dijo
haber sido muy afectada por las epidemias sufriendo una debacle demográfica
de la etnia originaria al momento del contacto hispano; otra parte fue enviada
al puerto a trabajar; convirtiéndose así en una población cosmopolita. No obs-
tante, los números no decrecen, sino por el contrario se ve un aumento hasta
el tercer cuarto del siglo xvi. Esto indicaría la forma en que el puerto afectó su
hinterland siendo un foco de atracción de fuerza de trabajo, bajo la coacción
hispana, hasta el momento en que decae dicho puerto y no se requiere el mismo
número de manos que trabajen allí. Situación que para el último cuarto del siglo
se agudizó y entrando el siglo xvii se vio un descenso demográfico estrepitoso.
Por último, una cuestión que dificulta la aproximación de los números, a
lo ya expuesto, es la misma dinámica del mundo indígena, es decir, la forma
como algunos indígenas trataron de permanecer fuera del orden Colonial;
aun cuando esto implicaba una confrontación con aquellos indígenas pro-
españoles. Por ejemplo, el 23 de diciembre de 1593 don Domingo Pacheco,
indio gobernador del pueblo de Río Hondo47 hizo relación: “que a servido
47
En 1579 este pueblo que era corregimiento paso a la jurisdicción del puerto de Huatulco.
Véase agn, General de Parte, vol. 2, exp. 386, f. 80.
a su maj[esta]d [en] lo que sea ofrezido especialmente en descubrir du-
cientos tributarios del d[ic]ho pu[ebl]o”.48 De no haber sucedido así, y de
poderse haber dado igual situación en otros pueblos, esos indígenas nunca
se hubieran contado, haciendo que los números sean tomados con mayor
cautela. De cualquier forma, esa situación sirvió para que al gobernador se
le reconociera lo que solicitaba: tres indios de servicio; a los que tendría que
pagar medio real por su trabajo. No obstante, al año siguiente, el 30 de julio 61
de 1594, ese pueblo de Río Hondo fue congregado a San Mateo Piñas.49
48
agn, Indios, vol. 6 (1ª parte), exp. 689, f. 183v.
49
agn, Indios, vol. 6 (1ª parte), exp. 839, f. 225v.
50
Este autor nos dice que: “Su verdadero nombre, según Veitia, es Quauhlolco, compuesto
de Quauhtli, ‘madero’ del verbo toloa, que significa hacer reverencia bajando la cabeza, y
so, que denota lugar. El todo quiere decir: ‘Lugar donde se adora el madero’”, Gay, op. cit.,
2006, p. 66. (nota 2 del autor). Cfr., con el subapartado de este trabajo relacionado con
“Thomas Cavendish y la leyenda de la Santa Cruz”.
51
Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, Enciclopedia de los
Municipios de México, Estado de Oaxaca, Santa María Huatulco, Gobierno del Estado de
Oaxaca, 2009, en http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/oaxaca/, consulta:
22 de enero de 2010.
52
Acuña, op. cit., v. 2, t. I, 1984, p. 203.
hablaban lengua mexicana “corrompida y disfrazada”.53 René Acuña apunta
que esta etimología es incierta, ya que, podría ser de qua (huitl), “árbol, palo”,
tul (lin), “juncia, espadaña”, y el locativo –co.54 No obstante, por otro lado, en la
misma Relación los naturales del puerto hacían referencia a que su ídolo, en
época de sus gentilidades, era Coatepetl, y que quería decir “cerro de culebra” o
“culebra del cerro”.55 De igual manera los naturales de Huatulco decían que el
62 ídolo que solían adorar era Coatl, que quería decir “culebra”. Lo anterior podría
indicar que realmente existía una asociación entre la culebra y el pueblo de
Huatulco. El cuadro tres muestra la forma en que, tomando de referencia, el
pueblo a la orilla del mar
Sol español
Preámbulo
1
Laura Machuca, “Haremos Tehuantepec”. Una historia colonial (siglos xvi-xviii), Oaxa-
ca, México, Culturas Populares-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Secretaría
de Cultura-Gobierno de Oaxaca/Centro de Investigación y Estudios Superiores en An-
tropología Social/Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, ac, 2008, p. 15.
servicio al soberano español; así como a obedecer a sus lugartenientes y a
las autoridades que nombrase para gobernarlos.2
Al pasar unos años, iniciaba 1522, finales de enero, y dos hombres barba-
dos intercambiaban palabras. Estos hombres, amigos de batallas, doncellas
y botines, eran Hernán Cortés y Pedro de Alvarado. Entre su charla gira-
ban las nuevas órdenes que daba Cortés al temerario Pedro, quien, con
64 anteriores experiencias y ese gran espíritu conquistador que requerían los
territorios descubiertos, tendría que salir en pocos días a tomar el control
de las provincias del Sur, de Tututepec a Tehuantepec. A su paso por esa
pueblo a la orilla del mar
región entró en contacto con otras poblaciones, las cuales tenían distinta
lengua, tradiciones y formas de ver el mundo; éste es el caso de Huatulco,
el cual fue sometido y dado a la Corona española por Pedro de Alvarado.
Hernán Cortés dio instrucciones a Pedro de Alvarado, explicándole que
el señor de la provincia de Tehuantepec, Cosijopí ii (o Juan Cortés3), le solici-
tó ayuda, pues en esos días había llegado una embajada que en nombre de su
principal decía tener problemas con su vecino de Tututepec y algunos otros
de sus homólogos vecinos, por haberse hecho vasallo del rey de España; así
como de su fe.4 Cosijopí ii se encontraba en una situación de inestabilidad
debido a la competencia política de su vecino de Jalapa y el hostigamiento
de Tututepec.5 Cortés muestra el vasallaje hecho por Cosijopí ii: “me envió
ciertos principales y con ellos se envió a ofrecer por vasallo de vuestra ma-
jestad”.6 Así se estableció un nuevo principio relativo al origen del poder
real: un pacto original, implícito; en el cual la transmisión de poder es de
naturaleza voluntaria y contractual. Es decir: “Aquellos en quienes radica
originalmente lo traspasan por acto libérrimo a la institución —la monar-
quía— que ha de ejercerlo. Decimos a la institución y no a la persona que
ha de ejercerlo porque la transmisión no se hace a una persona, y a su
muerte a otra, sino a una serie de personas, a una determinada y a las que
le sucedan, en las que se mantendrá el poder mientras encaminen sus actos
al bien común, fin primordial del Estado”.7
2
Véase José Miranda, Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1952, pp. 36-37.
3
Francisco López de Gómara, Historia de la conquista de México, México, Porrúa, 1988,
p. 235.
4
Laura Machuca, “‘Como agua en la sal’: La decadencia del cacicazgo de Tehuantepec” en
Margarita Menegus y Rodolfo Aguirre (coords.), El cacicazgo en Nueva España y Filipinas,
México, Universidad Nacional Autónoma de México/Plaza y Valdés, 2005, p. 169.
5
Véase Machuca, op. cit., 2008, pp. 16-18.
6
3ª carta 22 de mayo de 1522, apud, idem.
7
Miranda, op. cit., 1952, p. 18.
Ya por esas fechas Cortés seguía deseando tierras y puertos en la Mar
del Sur, para acrecentar sus negocios,8 cosa que se avecinaba tras una con-
junción de acontecimientos. El padre José Antonio Gay nos dice que tras la
rápida campaña de Francisco de Orozco en Oaxaca, los mixtecos y zapote-
cos depusieron sus armas y a cambio los españoles les reconocieron sus de-
rechos; conservando la posesión de sus señoríos, y “Orozco pudo escribir a
Cortés que aquella conquista, fácil en verdad, estaba consumada”.9 65
Para aquel entonces la región de Huatulco era un lugar donde algunos
asentamientos humanos ya tenían un grado de complejidad, con construccio-
Preparativos
Pedro de Alvarado, tras escuchar a Cortés, asintió y se dispuso alistar lo ne-
cesario para salir en su nueva comisión. Preparando su caballo y avisando a
sus hombres que irían hacia el Sur para controlar esos territorios; saliendo
de Coyoacán el 31 de enero de 1522 con 35 caballos y 180 cuerpos de infan-
tería.12 Entre ellos se encontraba Antonio Gutiérrez de Ahumada, soldado y
8
López de Gómara, op. cit., 1988, p. 235.
9
José Antonio Gay, Historia de Oaxaca, México, Porrúa, 2006, p. 185.
10
Raúl Matadamas Díaz y Sandra Ramírez, Antes de Ocho Venado y después de los piratas.
Arqueología e historia de Huatulco, Oaxaca, México, Colegio Superior para la Educación
Integral Intercultural de Oaxaca/Secretaría de Asuntos Indígenas, 2010, p. 5.
11
En las primeras investigaciones arqueológicas que se realizaron en Huatulco (de
Coyula a Tangolunda) se encontraron 47 sitios arqueológicos, en los que destacaron los
sitios de Santa Cruz y Coyula como aquellos de mayor jerarquía. No obstante, los trabajos
recientes en el sitio de Copalita, que no fue contemplado en ese primer momento, nos
muestran la existencia de una vida más compleja. Véase Fernández Dávila, Enrique y
Susana Gómez, Arqueología de Huatulco, Oaxaca: memoria de la primera temporada
de campo del proyecto arqueológico Bahías de Huatulco, México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia/Secretaría de Educación Pública, 1988; Ricardo Martínez
Magaña, “Unidades domésticas de un centro local del posclásico tardío en Santa Cruz
Huatulco, Oaxaca”, tesis de licenciatura, México, Escuela Nacional de Antropología e
Historia, 1999; Matadamas y Ramírez, op. cit, 2010.
12
Gay, op. cit., 2006, p. 187.
conquistador de esta Nueva España y futuro encomendero de Huatulco. De
igual modo dentro de estos preparativos no podía faltar la inclusión de la fe
cristiana, de esta modo fray Bartolomé de Olmedo se integró a la partida,
quien con sus consejos ayudó a Alvarado.
Cada hombre llevaba impreso en el pensamiento una sola idea, dos en
realidad: encontrar grandes riquezas y la gloria, a saber cuál era la más im-
66 portante. Después de varias leguas de caminos accidentados, llegaron a Oa-
xaca (que ya estaba conquistada y pacífica13) y de allí poco después vino de
nuevo el partir, atravesando montañas, neblinas, afecciones y, muy proba-
pueblo a la orilla del mar
13
López de Gómara, op. cit., 1988, p. 236.
14
Idem.
15
Gay, op. cit., 2006, p. 188.
16
Idem.
17
López de Gómara, Historia general de las Indias, Barcelona, Linkgua, 2008, p. 359.
18
López de Gómara, op. cit., 1988. p. 236.
19
López de Gómara, op. cit., 2008, p. 359.
20
Woensdregt, apud Matadamas y Ramírez, op. cit., 2010, p. 28.
continuando su andanza al sur, quizá sólo pensaba en su próxima llegada
a Tehuantepec.
Nuevamente, parecía que el camino se resistía a su conquista, quien po-
dríamos pensar era ayudado por un clima feroz propio de la costa, quizá
en espera de minar el ánimo de los peninsulares. Los yelmos castellanos
resplandecían con el sol, en contraste con la fuerza de los pasos de cada
hombre vasallo del rey, la ambición, la gloria y el oro, únicas razones que les 67
hacían seguir su camino. Pese al riesgo de no poder levantar con el ánimo
suficiente cada una de sus piernas; descansaban cuando el astro rey era más
aquel tremendo sol—, le hicieron saber que pisaba el pueblo llamado Coa-
tulco,23 sin mayor inconveniente, siguió el camino del sur hacia Tehuan-
tepec, dejando aquí también instrucciones, hombres y un sentimiento de
conquista en el aire. El Sur había sido tomado por este imponente —y no
menos ardiente— Sol español.24
21
Ibid., p. 35.
22
“Relación de Guatulco”, en René Acuña (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi:
Antequera, v. 2 t. i, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 203.
23
Idem.
24
Según Jaime Zárate Escamilla, quien retoma lo dicho por Manuel Martínez Gracida,
Alvarado llegó a Huamelula el 16 de abril de 1522. Esto nos podría indicar que Alvarado
estuvo en Huatulco en los últimos días de marzo o en los primeros de abril. Jaime Zárate
Escamilla, Huamelula: Pueblo danzante, México, Comisión Nacional para el Desarrollo
de los Pueblos Indígenas, 2007, p. 24.
IV. Territorio y gobierno en los 69
pueblos de indios
1
Claude Nigel Byam Davies, Los señoríos independientes del imperio Azteca, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1968, pp. 181-213. Otro autor que difiere
en este planteamiento, a partir de lo dicho en un primer momento por Alfonso Caso,
es Adolfo Rodríguez Canto, Historia agrícola y agraria de la costa oaxaqueña, México,
Universidad Autónoma de Chapingo, 1996, p. 45. Este autor nos dice que: “Aunque no
existe acuerdo sobre los límites que tuvo el señorío mixteco de la Costa, en parte debido a
que no fueron linderos plenamente definidos y estables, es posible señalar a grandes rasgos
el espacio territorial que ocupaban y las comunidades de otras zonas que dominaron. Se
extendió sobre más de 200 km a lo largo del litoral del océano Pacífico, desde lo que hoy
son los límites con el estado de Guerrero, hasta el puerto de Huatulco”. Una discusión
más reciente puede verse en Peter C. Kröfges, “¿Arqueología de la cultura chontal o
arqueología de la Chontalpa?”, en Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre
los chontales de Oaxaca, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006,
pp. 52-53.
planteadas algunas preguntas, deteniéndonos en la cuestión de la estruc-
tura sociopolítica previa al contacto hispano que podrían tener una fuerte
implicación al tratar de entender la conformación político-territorial en el
Huatulco del siglo xvi.
Invariablemente de que la conformación étnica de Huatulco sea com-
pleja antes y después de la Conquista, es claro que el dominio lo tuvo una
70 filiación nahua en las primeras décadas del siglo xvi. Saber si fue una mi-
gración proveniente del norte del país en época temprana o si fue mediante
las expediciones de la confederación mexica en la zona no nos ayuda en
pueblo a la orilla del mar
5
Véase Michel Oudijk, “Una nueva historia zapoteca”, en Juquila A. González (et al.),
Secretos del mundo zapoteca, México, Universidad del Istmo, 2008, pp. 273-292 ss.
6
Danny Zborover, “Narrativas históricas y territoriales de la Chontalpa oaxaqueña”, en
Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los chontales de Oaxaca, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 74.
Un dato que es importante y hay que resaltar, tanto en el periodo prehis-
pánico como ya bien entrado el siglo xvi, es la importancia estratégica que re-
presentó este territorio. Ahuízotl decidió expandirse hacia el sureste (Oaxaca y
Chiapas), logrando dar un golpe al reino de Tehuantepec, debido a que era el
paso obligado hacia el Soconusco y Guatemala. La expansión y conquista de
provincias tenía como objeto acceder a recursos naturales de los que no dispo-
72 nía en los Valles Centrales la Triple Alianza.7 De ser el caso, los asentamientos
nahuas de la costa pudieron entrar en una nueva legitimación territorial a
partir de la intervención mexica, aun sin quedar del todo claro si ya se encon-
pueblo a la orilla del mar
Así, esta región se caracterizó por una continua hostilidad entre los se-
ñoríos nahuas, zapotecos y chontales, pues se tendía a apoyar al reino al
7
El Soconusco era una región codiciada por sus recursos; siendo una de las últimas
conquistas mexicas. comprendía ocho señoríos, quienes tributaban cada seis meses 400
manojos de plumas azules y turquesas, 800 de amarillas; 1,600 de verdes y 800 de colo-
radas; 200 cargas de cacao; 20 de pieles de tigre; chalchihuites y ámbar. Véase Margarita
Menegus, “Los tributos y los derechos de los señores en la época prehispánica”, en Enrique
Florescano (coord.), Historia general de las aduanas de México, México, Confederación de
Asociaciones de Agentes Aduanales de la República Mexicana, 2004, p. 28-31.
8
Por ejemplo, hay quien refiere que: “Sus nuevas posesiones, empero, mal sujetas, pagaban
irregularmente sus tributos, no dejaban de manifestar su inconformidad, y hallándose a
gran distancia como para ser prontamente sofocados se rebelaron con frecuencia”. Rodrí-
guez Canto, op. cit., 1996, p. 45.
9
Ricardo A. Martínez Magaña, “Unidades domésticas de un centro local del Posclásico
tardío en Santa Cruz Huatulco, Oaxaca”, tesis de licenciatura, México, Escuela Nacional
de Antropología e Historia, 1999, p. 49. Davies, op. cit., 1968, p. 182, nos dice: “Habla la
Relación de Guatulco y su Partido, de guerras entre Tototepec y Tecuantepec, y por eso,
parece que en esta región, el territorio de Tecuantepec y el de Tototepec colindaban, sin
ningún otro territorio entre los dos”.
cual estuvieran sometidos. Por ejemplo, los zapotecas de Suchitepec tenían
guerra con los chichimecas de la costa,10 posiblemente en apoyo de los de
Tehuantepec. En este sentido, los nahuas de la costa antes de ser sojuzgados
por Tututepec enfrentaban guerra contra los de Ozolotepec y Huamelula,
zapotecos y chontales, respectivamente. Tras caer bajo el dominio del reino
mixteco, Pochutla y Tonameca iban a la guerra contra los zapotecas de Te-
huantepec en apoyo de Tututepec.11 73
La situación que queremos plantear se basa en el supuesto de que la or-
ganización política-territorial de los señoríos nahuas de la costa pudieron
10
René Acuña (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi: Antequera, v. 2, t. 2, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 63.
11
Acuña, op. cit., v. 2, t. 1, 1984, pp. 204, p. 198.
12
“Los requerimientos mínimos para un altépetl, en la acepción nahua de la palabra
(esto es, en lo que se refiere a los tiempos anteriores a la Conquista), era un territorio,
un conjunto (por lo común un número canónico fijo) de partes constitutivas cada una
con su nombre propio, y un gobernante dinástico o tlatoani (en plural, tlatoque)”. James
Lockhart, Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de la población
indígena del México central, siglos xvi-xviii, México, Fondo de Cultura Económica, 1999,
p. 29. Las partes constitutivas del altépetl eran los calpolli, se verá en seguida.
13
Acuña, op. cit., v. 2, t. i, 1984, p. 188.
que ahí se encontraban. Por qué los indios del pueblo de Huatulco recono-
cen como conquistador a Pedro de Alvarado y los del puerto no recuerdan
quién fue y, si acaso, recuerdan que era encomienda de un fulano Pantoja.
Pero no nos adelantemos, en el posclásico tardío pudo haber existido un
intento por consolidar una organización de altépetl más compleja en la zona
nahua. Podemos cuestionar si el señorío que se encontraba en el puerto
74 mudó su localización tierra adentro por cuestiones climáticas desfavora-
bles, llámese huracanes, inundaciones o terremotos; conformando un nue-
vo altépetl que desplazara al del puerto. Al quedar Huatulco consolidado
pueblo a la orilla del mar
en su ubicación (si es que así fue, pero que se puede aplicar de igual mane-
ra en caso contrario), ¿de este asentamiento se desprenden calpolli14 para
conformar otros altépetl chichimecas llamados Pochutla y Tonameca?
La relación dual que se tenían era clara: Pochutla-Tonameca y Huatulco-
puerto, haciendo a la vez un número canónico de cuatro.15 Sin embargo, la
relación numérica de los calpolli para estos altépetl es incierta.16 La poca
información al respecto aparece en la Suma de visitas (1550), y estas partes
constitutivas del altépetl quizá ya no correspondían. Como tampoco cono-
cemos el territorio de los altépetl.
Otros elementos que sí se pueden apreciar en las fuentes que nos ayu-
dan a integrar otras partes constitutivas de estos altépetl son los señores y
los dioses tutelares.17 Si bien los señores eran designados por Tututepec,
14
“(…) el número de los calpolli no era cosa dejada al azar. Parece que algunos grupos
étnicos preferían siete partes, es probable que asociadas con las siete cuevas de la leyenda
originaria, pero la mayoría optaba por la simetría. Cuatro, seis y ocho partes eran comu-
nes (el cuatro es fácil de relacionar con un dualismo persistente, a la vez que coincidía
con los puntos cardinales y se ajustaba muy bien al sistema numérico mesoamericano, y
ocho es el resultado de duplicar ese número)”. Lockhart, op. cit., 1999, p. 31.
15
Véase ibid., pp. 43-44.
16
“El número par de los calpolli y la estrecha asociación entre el grupo más grande y sus
nombres (que frecuentemente se conservaban como un conjunto aun cuando el altépetl
sufría una división o creaba una colonia) nos hacen pensar que el calpolli surgió de un
proceso de división de una unidad anterior de personas. Ibid., pp. 31-32.
17
“Otros puntos focales en los conjuntos de calpolli eran el mercado y el templo del
dios principal. El mercado estaba estrechamente asociado con el tlatoani, que le im-
ponía tributo y lo reglamentaba; en vez de la rotación, el principio en este caso era la
congregación simultánea de los representantes de todos los calpolli para comerciar sus
especialidades complementarias. Todos los calpolli miraban al templo y a su dios de la
misma manera en que miraban al tlatoani. (En muchos casos es posible que la deidad del
altépetl se hubiera desarrollado a partir de la deidad del calpolli más antiguo, así como
el tlatoani podía haber surgido de su liderazgo.) Una clase sacerdotal integrada por los
principales nobles, con frecuencia emparentados con el tlatoani, estaba a cargo del tem-
plo y, aunque conocemos pocos detalles, parece que los calpolli rotaban sus deberes
hacia el templo, así como en la realización de los ritos y festividades, igual que lo hacían
en el caso de sus deberes hacia el tlatoani”. Lockhart, op. cit., 1999, p. 34.
éstos tenían la facultad de nombrar principales para cada barrio (calpolli)
que conformaba el señorío.18 En Huatulco su dios se llamaba Coatl.19 En lo que
fue el puerto los indios decían tener un ídolo que se llamaba Coatepetl20,
con su adoratorio. Pochutla tenía por diosa a una india vieja que se llamaba
Izpapalotl21 con su adoratorio. En Tonameca tenían un dios que llamaban
Telpochtli22.
Estos altépetl básicos tendían a ser la norma entre los primeros asenta- 75
mientos, las creaciones recientes de los mismos y en los casos marginales.23
Quizás esto último sea lo sucedido en la costa de Oaxaca; Huatulco, un lunar
18
“(…) los calpolli constitutivos eran microcosmos del altépetl en muchos aspectos. A
su vez, los calpolli se dividían en lo que se puede llamar secciones o distritos (no se
ha encontrado ningún término indígena equivalente) de aproximadamente 20, 40, 80
o 100 viviendas familiares, cada una de las cuales tenía un líder que era responsable de
la asignación de la tierra, la recaudación de los impuestos y otras actividades similares”.
Ibid., p. 32.
19
Que quería decir: “culebra”, Acuña, op. cit., v. 2, t. i, 1984, p. 203.
20
Que quería decir: “cerro de culebra” o “culebra de cerro”, ibid., p. 189.
21
Que según los indios quería decir: “mariposa q[ue] tiene la boca como espina”, Acuña
rectifica y nos dice que es “mariposa de obsidiana”, ibid., p. 193.
22
Que quería decir: “mancebo”, Acuña nos dice que en términos generales quería desig-
nar al “muchacho púber”, ibid., p. 198.
23
Lockhart, op. cit., 1999, p. 36.
24
Idem.
25
Ibid., p. 37.
El altépetl era una forma extendida de organización de distintos señoríos
de una tradición histórica distinta (etnia).26 Aquí sólo tratamos de ponde-
rar la posibilidad de que se estuviera complejizando dicha organización en
la zona nahua de la costa oaxaqueña, sin duda es algo muy discutible. Sin
embargo, los españoles aprovecharon dicha organización para su beneficio
tomando lo que necesitaban, con cambios y continuidades; por ello, es inte-
76 resante ver cómo se realizó el reparto de encomiendas y, tras la consolidación
del proyecto de la Corona, los corregimientos y las alcaldías mayores y, a su
vez, cómo se dio la relación entre indios, españoles, funcionarios y religiosos.
pueblo a la orilla del mar
… los señores de Tututepec les enviaban a d[ec]ir quién había de ser goberna-
dor, y éste había de ser, y era, natural deste p[uebl]o. Y éste que era gobernador
nombraba, p[ar]a cada pu[ebl]o y barrio, un principal que les mandase, y un
tequitato que recogiese los tributos; porque cada pu[ebl]o estaba repartido
en barrios, y cada barrio tenía un recogedor de los tribu[t]os, que llamaban
tequitlato. Y estos tres tenían cuidado de acudir al gobernador p[ar]a todo
lo que era menester y tocaba a los pu[ebl]os y barrios.28
Fuente: Elaboración propia a partir de Enrique Fernández Dávila y Susana Gómez Se-
rafín, Arqueología de Huatulco, Oaxaca. Memoria de la primera temporada de campo del
proyecto arqueológico Bahías de Huatulco, México, Instituto Nacional de Antropología e
Historia/Secretaría de Educación Pública, 1988, p. 16.
34
Laura Machuca, “‘Como la sal en el agua’: la decadencia del cacicazgo de Tehuantepec
(siglos xvi-xviii)”, en Margarita Menegus y Rodolfo Aguirre (coords.), El cacicazgo en
Nueva España y Filipinas, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Plaza y
Valdés, 2005, p. 169.
torio entre dos españoles, dicha circunstancia aún es preliminar, pero creemos
que dicho señorío no se fragmentó; por lo que rectificaríamos. Antonio
Gutiérrez de Ahumada y sus herederos: el pueblo de Huatulco, que se con-
formaba por sus sujetos: Guaçiçil, Centepeque, Oastepeque, Totoltepeque,
Tuçantlan, Teecaltepeque. Pedro Pantoja: Çimatlan y Cacalotepec, el prime-
ro con dos estancias y el segundo con tres barrios, de lo que pudo haber
80 sido un señorío menor. No queda del todo clara la forma en la cual surgie-
ron los nuevos asentamientos que se fueron articulando a las cabeceras; ni
tampoco cómo se extinguían los asentamientos originales, pero sin duda
pueblo a la orilla del mar
35
Edmundo O’Gorman, Historia de las divisiones territoriales de México, México, Porrúa,
2007, p. 9.
se encontraban los pueblos de indios. No obstante, y en este sentido, antes
de que se conformara la provincia de Huatulco, la otra parte de lo que sería
su jurisdicción la fueron ocupando pueblos de indios; lo que implicaba un
cambio en los señoríos indígenas.36 La conformación de los mismos fue
empujada por la búsqueda de los españoles por precisar límites entre cada
uno de los pueblos que recibían en encomienda.
De esta forma, el indígena y la idea que tenía de territorio era más libre, in- 81
dependiente de los lazos que pudiera entablar con sus vecinos, mediante el ha-
bla, la vestimenta y demás costumbres, las cuales conservaba donde quiera que
38
Matadamas y Ramírez, op. cit., 2010, p. 37.
39
Martínez Magaña, op. cit., 1999, p. 5.
40
Gibson, op. cit., 2007, p. 35. “Para empezar, el uso de la palabra [pueblo] fue reservado
originalmente en la Nueva España para los altepeme [término que el autor utiliza para
designar el plural de altépetl] y algunas otras colectividades indígenas: no se designó
con ella a ninguna población o corporación de españoles. La legislación incluso hizo
precisiones al respecto: las fundaciones de españoles deberían llamarse ciudades, villas o
reales”. García Martínez, op. cit., 1987, p. 78.
lazos de asociación objetivados en personas (Personenvarband) hacia un sis-
tema instituido con base en objetivaciones territoriales (Territorialverband).41
territorial y de gobierno.
Encomenderos y fragmentación
Antonio Gutiérrez de Ahumada se estrenó en las armas en tierras americanas
en la entrada y conquista de Tenochtitlán, bajo el mando de Pedro de Alvara-
do. En 1522 acompañó nuevamente al Tonatiuh en sus andanzas por el sur;
tras controlar la región se apresuró a pedir la encomienda de Guatulco, la cual
se le concedió dos años más tarde de la mano de Hernán Cortés y Alonso
de Estrada.44 Para 1528 ya era vecino de la Ciudad de México. Ahumada era
originario de San Lucar (del Alpechin), quizás en la provincia de Sevilla. Hijo
de Martín Álvarez y de María Gutiérrez. Además de su participación en terri-
torio novohispano también participó en la conquista de Honduras.45
De tal forma que la primera institución que se estableció en toda la Nueva
España fue la encomienda, importada de las Antillas, donde fue la principal
forma de control privado durante los primeros años del siglo xvi, dejando
entrever grandes repercusiones en la sociedad nativa de las islas. La enco-
mienda, al llegar a territorio mesoamericano tomó una dinámica propia
orientada bajo las directrices de Hernán Cortés, quien trató de limitar las
afectaciones a los naturales. El extremeño tenía aún marcadas en su mente
las repercusiones en los indios de las Antillas. No obstante, a través de que
se consolidó la encomienda fue tornándose en una forma agresiva, en mu-
chos casos, de la explotación española hacia la mano de obra y producción
44
Peter Gerhard, Síntesis e índice de los mandamientos virreinales, 1548-1553, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1992, p. 564.
45
Bernard Grunberg, Dictionnaire des conquistadores de Mexico, París, L’Hermattan,
2001, pp. 224-225.
indígena, la cual perduró ya bien entrado el siglo xvi. Con lo que se iba
dando cuenta de que si bien fue la primera institución en tener presencia
en el territorio recién conquistado, sería de igual forma la primera en per-
derla cuando la Corona inicia un proceso de consolidación de su proyecto
en las tierras americanas.
A grandes rasgos, la encomienda, era una merced real, a manera de re-
compensa a los españoles conquistadores y primeros pobladores, la cual 85
concede el derecho de goce de los tributos indígenas dentro de un terri-
torio específico;46 con las limitantes de proteger y vigilar el bienestar es-
46
En su inicio la encomienda daba a su poseedor el goce del servicio personal y tributo.
Salvo que “el tributo lo recibían los encomenderos en lugar del rey, como una recom-
pensa especial, y no estaba incluido en el título de la encomienda. En cambio, el servicio
les era atribuido como provecho único, y por consiguiente esencial, de la encomienda, y
figura de manera expresa y principal en el título de ésta”. José Miranda, El tributo indí-
gena en la Nueva España durante el siglo xvi, México, El Colegio de México, 2005, p. 77.
niendo que sea verdadero señor, sólo pudo donar lo que poseía. Pero suyos
son únicamente los tributos no el dominio de las tierras. Luego no puede
uno ocuparlos lícitamente por propia autoridad.47
47
Silvio Zavala (ed.), Fray Alonso de la Veracruz. Primer maestro de derecho agrario en la
incipiente Universidad de México, 1553-1555, México, Centro de Estudios de Historia de
México condumex, 1981, pp. 59 y 61. Esta es una edición comentada de la tercera duda
del tratado de fray Alonso de la Veracruz conocido bajo el título “De dominio infidelium
et iusto bello” que recogen las enseñanzas que expuso el autor en la Universidad de Mé-
xico de 1553 a 1555.
48
Ethelia Ruiz Medrano, Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y
Antonio de Mendoza, México, El Colegio de Michoacán/Gobierno del Estado de Mi-
choacán, 1991, p. 57.
embargo, de 1528 a 1530, periodo de gobierno de la primera Audiencia, tras
el poder que se le concedió a dicha institución, se llegó a un exceso en la do-
tación de encomiendas, lo que ocasionó que se dieran abusos a los indíge-
nas por parte de sus encomenderos, teniendo en cuenta la carga tributaria
y el trabajo personal a que estaban obligados.
Así empezaron a llegar más españoles a Huatulco, principalmente a lo que
sería el puerto, y a las zonas vecinas, atraídos por las buenas nuevas de los 87
conquistadores que controlaron el lugar. Otros tantos no llegaron a esta tierra
—quizá porque les dijeron del ardiente sol— pero sí recibían el tributo que
gado de recaudar los tributos, mantener la tierra cultivada, hacer llegar los
abastecimientos necesarios a donde fueran requeridos (dentro del pueblo
en cuestión), etcétera.49
A la larga lo seguro es que esto significó un contrapeso a la búsqueda de
beneficios anhelados por parte de los encomenderos. Aquí nos referiremos
a dos casos concretos, que vinculan tanto la jurisdicción de los pueblos y
por ende la encomienda; así como el tributo en este primer periodo. Den-
tro de ese contexto, de los años que van de 1524 a 1528 se fue articulando
una forma de encomienda que se guió por el interés de los conquistadores
en detrimento de las instituciones reales. Con la llegada de la primera Au-
diencia la encomienda no sólo permaneció en la línea de años anteriores;
sino por el contrario. De 1528 a 1530, periodo de gobierno de la primera
Audiencia, tras el poder que se le concedió a dicha institución bajo estos
mismos personajes, pero ahora con el aval más claro de la Corona, se llegó a
un exceso en la otorgación de encomiendas, lo cual ocasionó que se dieran
abusos contra los indígenas por parte de sus encomenderos, teniendo en
cuenta la carga tributaria y de trabajo personal a que estaban obligados.50
Algunas medidas emprendidas por los encomenderos para subsanar es-
tas cuestiones y/o buscar la forma de acrecentar las ganancias de sus enco-
49
José Miranda, “Medios personales y jurídicos de que el encomendero se vale para la
organización y administración de empresas”, en Estudios Novohispanos, México, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, 1995, p. 157.
50
Los tratadistas del siglo xvi habían insistido que tan sólo el rey tenía derecho a im-
poner el tributo a los indígenas, en virtud de los abusos de los encomenderos. Desde
la llegada de la segunda Audiencia hasta la década de 1560 se buscó retasar el tributo
indígena para que se pagase menos que en tiempos prehispánicos, como un mecanismo
de atraer a los naturales a la vida cristiana. No obstante, al ascender al trono Felipe ii el
tributo se incrementó progresivamente. Véase Margarita Menegus, “Alcabala o tributo.
Los indios y el fisco (siglos xvi al xix). Una encrucijada fiscal”, en Luis Jáuregui y José
Antonio Serrano (coords.), Las finanzas públicas en los siglos xviii-xix, México, Institu-
to Mora/El Colegio de Michoacán/El Colegio de México/Instituto de Investigaciones
Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, p. 112.
miendas los llevaron a entablar contratos o vínculos jurídicos, entre uno o más
encomenderos que, por lo regular, eran vecinos de encomienda. En este sentido,
tenemos que para el 16 de abril de 1528 Gutiérrez de Ahumada, encomen-
dero del pueblo de Huatulco, entabló un contrato de compañía con Pedro
Pantoja, encomendero de Cimatlán, Cacalotepec. Por lo que decían:
[…] yo Pedro Pantoja v[eci]no desta ciubdad de tenustitan desta nueva es- 89
paña / por my de la una p[ar]te e yo Antonio Gutierrez v[eci]no asy mesmo
desta d[ic]ha ciubdad por my de la otra p[ar]te ° La una p[ar]te de n[oso]
51
pagn, vol. 3, f. 288v.
52
“o se liga a los individuos que como medios o instrumentos personales precisa; los
contratos de partido y soldada, de los que se sirve para enganchar a su servicio, por vía
distinta de la anterior, mineros, mozos y otros auxiliares; los poderes dados a sus admi-
nistradores generales o especiales, en los que hará constar las facultades que les concede”.
Miranda, op. cit., 1995, p. 157.
53
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 57.
asy en coger oro yevarlo de los d[ic]hos pueblos e yndios como en sus casas
yo e dar mas temimis e se repartidos con otras personas como en todo lo
de mas q[ue] nos pertenece e viéremos q[ue] conviene p[ar]a nues[tr]o p[r]
ovecho e ganancias de lo qual tengo de tener […] y dado yo el d[ic]ho Anto-
nio Gutierrez e tengo de andar con my persona e visitando e entendiendo e
granjeando [en] la d[ic]ha conpania y de todo el oro o tributo o ganancia
90 e p[r]ovecho que viéremos e dios nos diere [en] todo este tienpo general o
espacial en qualquyer forma e manera q[ue] sea avido e adquirido e ganado
desta conpania e yndios e pueblos della ea p[ar]tes est[a]n bos a dos noso-
pueblo a la orilla del mar
De esta forma, al pasar los años, transitando a un orden colonial más rí-
gido, de igual manera, se pone de manifiesto que las funciones de gobierno
que atañían al propio pueblo serían puestas en manos de estos administra-
dores. Esta delegación de funciones en la organización socioeconómica en
el interior del pueblo, es posible que haya recaído en indígenas y, sobre
todo, en un personaje reconocido dentro del pueblo para tal tarea, es decir,
un principal o cacique. Obedeciendo a la dificultad para que un agente
externo pudiera explotar y canalizar la mano de obra importante y disemi-
nada en un terreno accidentado sin el conocimiento previo.55 Sin ser tan
accidentado el terreno, como en la Sierra Norte de Oaxaca, en Huatulco los
pueblos guardaban distancias largas y el único lugar donde se asentaban
algunos españoles, que también se podían contar en decenas, era el puerto
de Huatulco.
Para 1542 Antonio Montalvo era quien detentaba dicho cargo de cal-
pixque en el pueblo de Huatulco, donde aún no se observa una estructura-
ción de instituciones indígenas. Y era él a quien se dirigían las autoridades
virreinales para tratar de dar solución a los problemas que se gestaban en
el pueblo; sobre todo a partir de la manera como se iba articulando el tra-
bajo en el puerto, en donde los naturales eran víctimas de los excesos de los
españoles. Así que el virrey Antonio de Mendoza se dirigió a:
54
pagn, vol. 3, f. 289r.
55
Thomas Calvo, Vencer la derrota. Vivir en la sierra zapoteca de México (1647-1707),
México, El Colegio de Michoacán/Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/
Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social/Universidad Au-
tónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2010, p. 26.
Ant[oni]o de montalbo calpysque, e[n] [e]l p[uebl]o de guatulco q[ue] fra[ncis]
co guillen, e[n] n[om]bre de los nat[ural]es, del me a fe[ch]o rrel[aci]on
q[ue] por el d[ic]ho pasan muchos pasajeros o otras personas e que estos
toman e llevan a los nat[ural]es del d[ic]ho p[uebl]o cargados por fuerza
contra su voluntad e a que vayan trabaxar a los navyos e a otras cosas de que
resiben agravyo.56 91
56
agn, Mercedes, vol. 1, exp. 17, f. 10v.
57
Idem.
58
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 33.
sujeción con el reino mixteco de Tututepec, a que pertenecían dichos pue-
blos, se presentaban problemas por tratar de recuperar un dominio per-
dido tras su sometimiento y que con la llegada de los hispanos se podría
estar en condiciones de ganar o perder algo de aquello, dado que ellos les
concedieron la posibilidad de extender su mando a aquellas secciones del
señorío de las que fueron privados. Sin embargo, esto puede poner de ma-
92 nifiesto la falta de una elite indígena en Huatulco. Lo que deja entrever las
necesidades de la empresa española y no la búsqueda de la cohesión de los
pueblos.
pueblo a la orilla del mar
59
Gerhard, op. cit., 1992, p. 564
60
Idem.
1597.61 Para finales de la década de 1540 el pueblo de Huatulco y sus sujetos
se podían ver muy atareados teniendo un gran número de habitantes que
ocupaban 190 casas; a partir de la cifra dada en la Suma de visitas podemos
sacar un somero número de habitantes de 760.
Para 1525 los indios del pueblo de Cimatlán y de Cacalotepec, reco-
nocían a un tal Pantoja como su encomendero. Pero este Pantoja, llamado
Pedro, pareciera que nunca puso un pie en el puerto de Huatulco en esos 93
primeros años. Pedro llegó a la Nueva España en 1522 procedente de Al-
conchel, provincia de Badajoz, España, junto con Alonso Valiente (familiar
Este cargo le obligaba a revisar que todo navío que saliera del puerto
de Huatulco llevase lo necesario para sus pasajeros para tan largo viaje, así
como constatar que las embarcaciones fueran bien amarradas y apareja-
65
agn, Mercedes, vol. 2, exp. 197, f. 77v.
das con barcas, amarras y dos anclas, teniendo cuidado de que no fuesen
cargadas con exceso; de lo contrario tendría que remitir su informe al co-
rregidor del puerto, quien no permitiría la salida de dicho navío hasta que
se cumpliera con lo mandado. Además de esto, por cada navío que saliese
del puerto Pantoja cobraría dos pesos de oro de minas por su visita; siendo
cubiertos por cada embarcación.66
Pochutla y Tonameca, por otro lado, fueron asignadas en septiembre de 95
1528 a Diego de Ocampo, personaje preeminente. Él fue mayordomo de Cor-
tés y considerado un encomendero rico; era un poblador de la Nueva Es-
Peter Gerhard señala que posiblemente para la década 1550 esta en-
comienda se reasignó a Francisco Gutiérrez.69 Sin embargo, al parecer, de
66
Ibid., f. 78r.
67
Francisco de Solano, Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria colonial
(1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, p. 20.
68
Himmerich y Valencia, op. cit., 1996, p. 204.
69
Himmerich y Valencia, Ibid., p. 169. Francisco Gutiérrez de igual manera llegó a Cuba
acuerdo con las fuentes hasta aquí consultadas, es muy poco probable que
se trate del Pochutla del actual Oaxaca y, más bien, se trate de un Pochutla
cercano a Zacatula, en el actual estado de Guerrero.70
Para 1528 en la zona chontal había tres encomiendas, Astata, Suchitepec
(Xanadi) y Guamelula. Mientras que Mazatlán (Mazatán), entró más tarde
a la dinámica de la encomienda. Juan Bello tenía a cargo Astata. Dicho
96 personaje había llegado a Cuba en 1517 proveniente de Ciudad Rodrigo
en la provincia de Salamanca, España; hijo de Juan Bello Troche y Leonor
Gutiérrez. Él zarpó con la expedición de Grijalva antes de que llegara con
pueblo a la orilla del mar
75
Himmerich y Valencia, op. cit., 1996, p. 128.
76
Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universidad Na-
cional Autónoma de México, 1986. pp. 193; 127.
77
Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de la Nueva España, 2ª serie, Geografía y Es-
tadística; tomo ii: Relaciones Geográficas de la diócesis de Oaxaca, México, Innovación,
1981, p. 25.
De igual manera este pueblo fue tomado por la Corona después de la
llegada de la segunda Audiencia, la cual le asignó un corregidor y, años
después, en varias ocasiones estuvo de manera informal, como la circuns-
tancia lo demandara, bajo la jurisdicción de la alcaldía mayor del puerto de
Huatulco, y no fue sino hasta 1599 cuando esta circunstancia se formalizó,
al parecer al quedar abolido el corregimiento.
98 Huamelula, por otro lado, para 1529 ya era considerada una prominente
encomienda, en posesión de Juan Hernández de Prada, entregada de manos
de Nuño de Guzmán.78 Proveniente de Galende en la provincia de Zamora,
pueblo a la orilla del mar
78
Gerhard, op. cit., 1986, p. 127.
79
Grunberg, op. cit., 2001, p. 244.
80
Ibid., p. 245.
sus servicios como intérprete, lo cual le permitió recibir la encomienda de
Mazatán como pago de los mismos. Tras su muerte hacia 1570, la sucesión
de la encomienda estuvo en disputa entre sus herederos, hasta 1580, cuan-
do la Corona la tomo para sí.81
Pasaban los años y los reajustes de encomienda y sus repercusiones a
los naturales se hacían notar.
99
81
Himmerich y Valencia, op. cit. 1996, p. 264.
82
“El conjunto formaba un vasto territorio, dividido en cinco o seis partes, de las cuales
una de las más importantes era, al sur de México, la ancha depresión de Cuernavaca y
del actual estado de Morelos; le seguían diversas localidades muy cercanas a la capital
(Tacubaya y Coyoacán), con el valle de Toluca al oeste; mucho más lejos, hacia el sudeste,
la zona de las ‘cuatro villas’, alrededor de Antequera de Oaxaca, que se unía a la del Istmo
de Tehuantepec. Finalmente, hacia el golfo Atlántico, Tuxtla y varios pueblos próximos a la
Veracruz, Francois Chevalier, “El Marquesado del Valle: Reflejos medievales”, en Historia
Mexicana, vol. i, núm. 1 [1], julio-septiembre, 1951, pp. 48-49.
En el caso de las provincias y villas de Antequera, el establecimiento
del Marquesado favoreció al territorio indígena porque limitaba el acceso
de españoles, tal fue el caso de la región de Tehuantepec, la cual tenía una
ubicación estratégica y grandes recursos para comerciar, controlados por
Cortés. De esta forma, tenemos que la zona vecina que comprendía desde
Tonameca y Pochutla, pasando por Huatulco, hasta llegar a Astata y Hua-
100 melula, tenían una dinámica un tanto distinta, al instaurarse las institucio-
nes españolas en esa provincia, que se diferenciaba de Tehuantepec, donde
Cortés designaba directamente estos cargos, ya entrando en vigor los co-
pueblo a la orilla del mar
101
Tierras de tributos
señaladas en algunas
tasaciones (en el fruto Propiedad privada
para el encomendero) del encomendero
(por título distinto de
encomienda)
102
pueblo a la orilla del mar
Centro del
pueblo indio
(cacique,
principales y
Ayuntamiento)
Propiedad privada de
españoles distintos del
encomendero
Propiedad privada o comunal de los
indios y propiedades de la Corona si
las tierras quedan baldías
Fuente: Silvio Zavala, De encomiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la Améri-
ca española, México, Antigua librería Robredo, de José Porrúa e Hijos, 1940, p. 85.
No obstante, dichos cambios son harto complejos. Desde el cambio y/o in-
troducción de productos que no estaban en un inicio a la mano de los pueblos,
como agentes productores, los cuales fueron introducidos por los españoles.
Lo anterior permitiría captar estos cambios, pero pocas veces podemos saber
de dónde provenían tales productos y la forma en que se adquirían.86
83
Gerhard, op. cit., 1986, p. 9.
84
Ibid. p. 14.
85
Miranda, op. cit., 2005, p. 62. Véase cuadro 4, donde se hace relación de lo que los pue-
blos nahuas tributaban al señorío de Tututepec.
86
Para entender cómo se desarrolló el tributo indígena durante el siglo xvi, véase Miran-
da, op. cit., 2005, pp. 71-160. Dicho desarrollo obedece a directrices políticas y económi-
cas que la Corona buscó subsanar, enmarcadas en cinco etapas históricas: a) Cortés y la
primera Audiencia; b) La segunda Audiencia; c) El virrey Mendoza; d) El virrey Velasco
y e) Después de la visita del licenciado Valderrama [1564].
Si bien, para 1523 en la Nueva España la población natural, tras hacerse va-
salla de la Corona española, fue obligada a pagar, en trabajo y especie, el tributo
real,87 la forma de pagar el tributo también fue cambiando con el tiempo
debido a factores internos en las regiones, consecuencia de la dinámica
social que se gestaba dentro, entre otros, la caída en la producción agrícola
y la falta de manos que trabajaran la tierra. Básicamente la Corona buscó,
104 desde ese año 1523, guiar el asunto del tributo en dos extremos, que se fueron
consolidando conforme su proyecto se iba sentando en la Nueva España:
a) el de principio de vasallaje (ya usado por Cortés) y b) la forma en que se
pueblo a la orilla del mar
87
Fabián de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de Real Hacienda, México, Vi-
cente García Torres, 1849, p. 414. No obstante, antes de esto, y quizá a la par de ello: “No
hay todavía mandato ni precepto del monarca español. Todo se ha hecho en aplicación de
un principio político casi tan antiguo como la humanidad: el de que los vasallos o los súb-
ditos tienen que pagar tributo al soberano o señor supremo”. Miranda, op. cit., 2005, p. 73.
88
Ibid., p. 79.
89
Elinor G. K. Melville, Plaga de ovejas. Consecuencias ambientales de la Conquista de
México, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 19.
relaciones se volvió más urgente —no menos— conforme aumentaba la
población hispanizada”.90 Además de que las autoridades españolas sabían
de qué adolecían los súbditos hispanos llegados a la Nueva España, y tra-
tando de evitar los abusos de éstos contra los indígenas, trataron de separar
la población en dos repúblicas: la de indios y la de españoles.
Vemos así que los indios de la Nueva España, después de sufrir las terribles 105
bajas y perturbaciones de los primeros años de la Conquista, en cuanto em-
pezó un gobierno real relativamente ordenado con la segunda Audiencia en
De tal manera que los naturales al tener una representación ante las autori-
dades españolas podían pedir un reajuste en lo que debían tributar, o la misma
Corona veía la necesidad de llevar a cabo estas medidas de reajuste. La segunda
Audiencia fue un claro ejemplo de cómo la Corona iba tomando las riendas
de su nuevo reino; tras iniciar una carrera de obstáculos, que seguiría presente
tiempo después, mediada entre las distintas partes: “Tasó los tributos de gran
parte de los pueblos de la Nueva España, abrió un libro para el registro de las
tasaciones realizadas, no consintió que se hicieran repartimientos ni derramas
sin su licencia, y fijó, también mediante tasa, la comida que los indios daban a
los corregidores, la cual debía ser rebajada del tributo.”92
Por otra parte, existieron distinciones en relación con las categorías de
los tributos, respecto si se trataban de pueblos en encomienda a particu-
lares o pueblos de la Corona, que en ambos casos únicamente significaba
quién era el destinatario del tributo. Debido a que el Rey era el legitimo
90
Woodrow Borah, El juzgado general de indios en la Nueva España, México, Fondo de
Cultura Económica, 1996, p. 38.
91
Ibid., p. 52.
92
Miranda, op. cit., 2005, p. 103. A la llegada del primer virrey, Antonio de Mendoza, a la
Nueva España y como presidente de la Audiencia se fueron insertando otros aspectos al
tributo. Significativo fue que se tendrían que realizar visitas a los pueblos para verificar
la condición y calidad de los mismos para poder tasarlos y de ser el caso aumentar el
tributo. A principios de 1536 se va perfilando la política real para dar una solución legis-
lativa al tema. El 16 de febrero de ese año se reitera la legislación protectora, la cual iba
encaminada a limitar y controlar a los tres principales personajes generadores de abusos:
a) encomenderos; b) corregidores y c) caciques y principales; y al declinar la primera las
otras dos crecerán considerablemente. Posteriormente, el 26 de mayo de aquel mismo
año, se trata de poner fin ahora si al tema, sobre todo a la indeterminación del tributo.
Ibid., pp. 110-119.
dueño de los tributos, así como del cuidado de su recolección, y al dar al-
guna encomienda a un particular, era el monarca quien cedía su tributo.
Las Leyes Nuevas en relación con el tributo guardaron la legislación previa,
pero al ir encaminadas a combatir los excesos de los encomenderos y ca-
ciques, y por velar más por el bienestar del indio, repercutió en su forma al
estipular que el pago fuera menor de lo que daban en tiempos prehispáni-
106 cos.93 Para 1549 se da un hito en la cuestión tributaria, al menos en el papel.
Primero, quedó abolido el servicio personal que los indígenas prestaban
a los españoles, y que los caciques muchas veces consentían y aprovechaban
pueblo a la orilla del mar
93
Ibid., p. 121.
94
Ibid., pp. 126-127.
95
Ibid., p. 190.
96
Véase Cuadro 6, Infra.
(que incluía a Cacalotepec y Cimatlán), que obedezca la tasación de dichos
pueblos y no les exija gallinas, maíz y servicio. Tonameca y Pochutla se que-
jan de que además deben entregar la comida del corregidor. Se puede inferir
que los pueblos sujetos al puerto en encomienda entregaban el tributo al
alcalde mayor para que él lo remitiera al encomendero, de la forma en que
se daría unos años después cuando Pantoja partió a España.97
Así, por ejemplo, el 30 de octubre de 1547, por mandato de la Audiencia, 107
los indios de Tonameca sólo tributarían seis pesos de oro en polvo y un xi-
quipil de cacao, cada 40 días; por un periodo de cuatro años. Para el 30 de
97
Gerhard, op. cit., 1992, pp. 561-562, 564-565.
98
El libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo xvi, prólogo de Francisco
González de Cossío, México, Archivo General de la Nación, 1952, pp. 294 y 295.
99
Idem.
100
Ibid., p. 295.
do, en este pago en metal, una porción más en especie que comprendía cinco
cargas de pescado (seco o salado), dos cargas de sal, un jiquipil de cacao, un
cántaro de miel y cinco cargas de ají y frijol; sumado a que todos los días
tenían que dar una gallina y una carga de maíz.
Dentro del pago de ese tributo era necesario dotar de lo necesario a las per-
sonas que los encomenderos designaban como su calpixque, para quien todos
108 los viernes y sábados tendrían que dar dos pescados y diez huevos para su
sustento, además de un indio del común para su servicio. Como ya se había
establecido la prohibición de residencia de los encomenderos en su respec-
pueblo a la orilla del mar
tiva encomienda, cada vez que la visitaran, los naturales tendrían que dar
cinco días de servicio y dos cargas de zacate para sus caballos. Y por último,
Juan Bello tenía que recibir de los naturales una casa pequeña en el pueblo
o en el puerto, con su cocina y caballeriza, además de tener que hacerle al
año una sementera de diez anegas y lo que ella produzca llevarlo al puerto
de Huatulco.101
Como podemos ver, la tasación del pueblo de Astata es muy elevada, te-
niendo en cuenta que no era un lugar con una población densa. Ésta duró
hasta el 10 de octubre de 1551, cuando “los indios del pueblo de Astata, que
tiene en encomienda Juan Bello, vecino de esta ciudad [de México], y dijeron
que no podían cumplir los tributos en que estaban tasados, porque, además
de ser muchos, han venido en disminución”.102 Tras cotejar esta informa-
ción, Juan Bello accede a un reajuste “y porque les hace buena obra”103se
reajusta el tributo que a partir de dicho día y por un periodo de seis años
sólo tendrán que dar 200 pesos de oro común, de ocho reales cada peso,
dividido en dos pagos al año y la reparación de las casas que Bello tenía en
el puerto; “con lo cual los indios quedaron contentos”.104
Los tratadistas del siglo xvi habían insistido que sólo el rey tenía derecho
a imponer el tributo a los indígenas, en virtud de los abusos de los encomen-
deros. Desde la llegada de la segunda Audiencia hasta la década de 1560 se
buscó retasar el tributo indígena para que se pagase menos que en tiempos
prehispánicos, como un mecanismo de atraer a los naturales a la vida cris-
tiana. No obstante, al ascender al trono Felipe ii, el tributo se incrementó
101
Ibid., p. 59.
102
Ibid., p. 60.
103
Idem.
104
Idem.
progresivamente. 105 Como fue pasando el tiempo, a partir de 1568, el tributo
indígena fue tomando un aspecto un tanto más complejo, aunque en teoría
esta situación tendría que irse uniformando bajo el precepto de las condicio-
nes propias de cada pueblo, las cuales repercutían en la tasación que hacían
el presidente y oidores de la Audiencia. Así el tributo real, que se incrementa-
ba gracias al mayor número de pueblos que estaban en cabeza de la Corona,
se tendría que dar “la mayor parte en dinero y maíz, y otros en mantas de al- 109
godón, y algunas en cacao y otras cosas que siembran y cogen en sus tierras;
especies que eran vendidas en pública almoneda, puestas en dichos pueblos”.
[…] saco en el almoneda rreal el maiz que dan los d[ich]os pu[ebl]os de
tributo no lo quiere rrecibir en la especie que esta obligado por dezir que a
deser maiz blanco e no amarillo lo qual esfin de llevarles a seis rreales por
cada a nega contra la boluntad de los d[ich]os yndios e que en ello rreciben
agravio […] e que por auto proveydo por esta rreal [audiencia] esta man-
dado que las personas que sacaren de la almoneda rreal el tributo del maiz
sean obligados a entregarse en el / dentro de quatro meses despues que el le
rrematare so pena q[ue] si despues se le diere dañado o podrido o subcedie-
re en el algun rriesgo no sea a cargo de los indios.106
105
Menegus, op. cit., 1998, p. 112. Confróntese agi, Patronato, 181.33. Donde, por ejem-
plo, el 12 de julio de 1558 se mandó al Lic. Lorenzo Lebron de Quiñones, oidor alcalde
mayor en la Audiencia Real del Nuevo Reino de Galicia, realizara una visita en la provin-
cia de Oaxaca y de las mixtecas con la intención de que los indígenas fueran desagravia-
dos de la demasía en el cobro de tributos; conforme a su calidad y posibilidad. Además se
establecía la residencia para los funcionarios reales, alcaldes mayores, corregidores, etc.,
con la intención de velar por los vasallos americanos.
106
agn, General de Parte, vol. 1, exp. 876, fs. 162v-163r.
De tal forma, desde la asignación de encomiendas en la costa de Oaxaca
se puede ir trazando la línea de los marcos generales en que se fueron cir-
cunscribiendo los aspectos generales del tributo, así como a los particula-
res y funcionarios españoles que atentaron contra los naturales, cuando se
les presentaba la oportunidad. En un inicio no queda del todo claro esta
relación, sobre todo debido a la falta de información, aunque el principio
110 político de que los vasallos o súbditos tenían la obligación de pagar un tri-
buto a su señor supremo queda de manifiesto. Desde un inicio Cortés buscó
“canalizar los tributos hacia los conquistadores; a conseguir para éstos una
pueblo a la orilla del mar
107
Miranda, op. cit., 2005, p. 73.
tro ramos del gobierno civil (administrador de los súbditos indígenas de la
Corona, magistrado, recaudador de impuestos y alguacil).108
La gran mayoría de los encomenderos, durante la gestión de la primera
audiencia, habían explotado de manera irracional su repartimiento, perju-
dicando a los naturales, que quienes con su tierra y trabajo constituían la
riqueza económica básica.109 De tal manera que la segunda Audiencia llevó
a cabo una serie de medidas para limitar estos abusos. Primero, fue necesa- 111
rio recuperar los pueblos en encomienda que habían sido otorgados por la
primera Audiencia y pasarlos a tutela de la Corona.110
108
Gerhard, op. cit., 1986, p. 14.
109
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 56.
110
Así, “A raíz de la instalación de la segunda Real Audiencia novohispana, el Estado es-
pañol fue aboliendo los repartimientos de indios arbitrariamente asignados, en medio de
ríspidas protestas. Enarbolando la soberanía real, máxima abstracción jurídica encarnada
en la persona del emperador Carlos v, se fue recuperando de manos de encomenderos
particulares una densa población aborigen que habitaba las antiguas naciones mesoa-
mericanas más influyentes, en las regiones más estratégicas”. Francisco González-Her-
mosillo Adams, “El tributo a su majestad: una legítima prueba judicial en la separación
de los pueblos de indios en Nueva España”, en Brian F. Connaughton (coord.), Poder y
legitimidad en México en el siglo xix. Instituciones y cultura política, México, Universidad
Autónoma Metropolitana (Iztapalapa)/Miguel Ángel Porrúa, 2003, p. 31.
111
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 69.
112
Ibid., p. 71.
ción, pero al pasar los años, el virrey Mendoza trató de fijar sus salarios,
iniciativa que no fue muy favorable a los corregidores y abriendo posibili-
dades para cometer excesos contra los naturales, contrario a lo que era su
función original.
Para el 4 de abril de 1531, la Corona tomó para sí la encomienda de
Juan Hernández de Prada y se designó un corregidor en Huamelula, que
112 incluía los pueblos de Tlacolula, Ecatepec y Mazatán (Astata aún seguía en
encomienda); teniendo que tributar seis tejuelos de oro (dos cada pueblo),
cada 80 días, y 400 cargas de maíz anualmente, además de darle de comer al
pueblo a la orilla del mar
117
agn, General de Parte, vol. 5, exp. 557, f. 124
118
agn, Mercedes, vol. 1, exp. 421, f. 197v.
sido reasignado el corregidor de Pochutla y Tonameca como alcalde mayor
del Puerto, acción que hará que también los corregidores de Suchitepec y
Huamelula queden supeditados al alcalde mayor del puerto de Huatulco.
El cuadro 6 muestra los funcionarios reales que se designaron en la cos-
ta, corregidores y alcaldes mayores. No se presenta una información con-
tinua, faltan años y en algunos otros el sueldo. Esto último nos permitiría
114 apreciar la importancia de cada corregimiento, con base en ello, y la posible
cantidad de indígenas.
pueblo a la orilla del mar
119
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 91.
120
María Justina Sarabia Viejo, Don Luis de Velasco virrey de Nueva España, 1550-1564,
Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Escuela de Estudios Hispano-
Americanos, 1978, p. 60.
121
Ibid., p. 61.
Mapa 7: Suchitepec [corregimiento], 1580.
117
118
pueblo a la orilla del mar
119
120
pueblo a la orilla del mar
121
Teohuitolco
Corregimientos
Quicopiaca
en Jurisdicción
Cuixtepec Pochutla y Tonameca
128
Un trabajo reciente que complementa aspectos de nuestra zona de estudios y ahonda
en los pueblos de la sierra —y que un subapartado de él nos hizo darnos cuenta de la
importancia de la Sierra Sur, así como inspirarnos para el título de este subapartado—,
Damián González Pérez, “Las huellas de la culebra. Historia, mito y ritualidad en el proce-
so fundacional de Santiago Xanica, Oaxaca”, tesis de maestría, México, Instituto de Inves-
tigaciones Antropológicas-Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, pp. 37-81.
129
Rafael López Guzmán, Territorio, poblamiento y arquitectura: México en las Relaciones
Geográficas de Felipe ii, Granada, Universidad de Granada/Atrio, 2007, p. 171. “Pasada la
etapa fractal del proceso de conformación del gobierno indígena, la ley indiana estatuía
que en todo pueblo de indios habría un alcalde indio; cuando pasaba de 40 almas pero
no llegaba a ochenta, un alcalde y un regidor. Si excedía esta cifra ‘aunque el pueblo sea
muy grande’, tendrá dos alcaldes y cuatro regidores”. Juan Ricardo Jiménez Gómez, La
república de indios en Querétaro, 1550-1820. Gobierno, elecciones y bienes de comunidad,
México, Universidad Autónoma de Querétaro/Miguel Ángel Porrúa, 2008, pp. 33-34.
130
“En la práctica de la vida política los pueblos de indios de la temprana sociedad novohis-
pana se abrían paso en medio de lo que habían heredado —tradición y experiencia de ori-
gen prehispánico— y de lo que se les imponía —proyectos ideales y modelos castellanos
de organización—, teniendo encima de todo la realidad nada simple de las contradiccio-
nes y conflictos inherentes a la naciente sociedad colonial. Los ojos más europeos de la
época, o los más europizados, veían en cada pueblo de indios —en cada altépetl— una
corporación de tipo municipal en la que se podría implantar un nítido cabildo de origen
castellano.” García Martínez, op. cit., 1987, p. 99.
para conseguir la castellanización de los indígenas, sean las claves para va-
lorar positivamente el proceso de congregación”.131 Y en algunos casos estos
personajes podían no haber pertenecido a la nobleza prehispánica, sino que
se pudieron colocar en una posición más favorable al colaborar con los es-
pañoles, quienes los ennoblecieron.
La política de desarrollo de los cabildos en los pueblos de indios se dio de
manera desigual y a ritmos distintos en toda la Nueva España, pudiéndose ver 125
desde dos posturas: la de los españoles, mediante las fuentes oficiales y las del
mundo indígena, y la de fuentes que indirectamente nos permiten un acer-
131
Idem.
132
Francisco González-Hermosillo, “Indios en cabildo: historia de una historiografía so-
bre la Nueva España”, en Historias, núm. 26, 1991, p. 26.
133
Ibid., p. 27.
134
Ruiz Medrano, op. cit., 1991, p. 69.
... se me vinieron a quexar e hizieron rrelacion diziendo q[ue] tenyendo
y poseyendo ellos como diz[en] q[ue] y poseen por suyas doss estancias
de maçeguales q[ue] se llaman la una totolapa y la otra e alotepeque. sin
causa ny rrazon alguna y por fuerça los yndios del pueblo de guamelula se
las toman y quyeren tomar entrándose en ellas de q[ue] resçiben mucho
agravyo.135
126
Aquí, de nueva cuenta el encomendero buscó el concierto de estos pueblos
para el justo tributo. No obstante, el papel protagónico que juegan los naturales
pueblo a la orilla del mar
135
agn, Mercedes, vol. 2, exp. 215, f. 84v.
136
Véase Silvio Zavala, Suplemento documental y bibliográfico a la encomienda india-
na, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas-Universidad Nacional Autónoma
de México, 1994, p. 79. La información que presenta el autor es tomada de Edmundo
O´Gorman (1939: 209-311), donde resalta la renuncia de la encomienda de Luis de la
Cueva (vecino de Antequera) y el traspaso a Tomás de la Madriz (vecino de la Ciudad
de México) en quien recae la encomienda y el buen cuidado de los naturales, respeta la
tasación de los tributos y tiene el cargo de industriar a los naturales en la fe. Asimismo
resalta la acusación que hiciera Cortés por este traspaso de donde dice que Mendoza
recibió dos mil castellanos, un dato interesante si recordamos que Cortés buscó que
Mazatán se incluyera en El Marquesado.
sino obligándolos a tributar con el apoyo del gobierno español. Dirigiéndo-
se el virrey Mendoza al:
137
agn, Mercedes, vol. 1, exp. 281, f. 131r.
138
Idem. No obstante, cabría la posibilidad de que esta circunstancia ponga de manifiesto
que este gobernador (cacique) haya surgido sin los privilegios antiguos, propios de su
descendencia prehispánica, y que la tierra que refieren perteneciera a los vínculos anti-
guos y que estos moradores hayan constituido su terrazgo. Esto indicaría la ruptura con
la figura prehispánica y la búsqueda por romper las prerrogativas pasadas.
… q[ue] los yndios del pueblo de guamelula e maçatlan se me han venido a
quexar q[ue] el calpisque del pueblo de tomas de la madriz e los gobernadores
e principales del an ydo e van a estos d[ic]hos pueblos e a los yndios q[ue] a
ellos se han ido a bivir y de su voluntad los sacan y llevan por fuerça dellos no
lo pudiendo ny deveindo hazer por ser como son personas libres y q[ue] pue-
den bivir e morar donde quysieren y por bien tenieren e q[ue] no contentos
128 con lo suso d[ic]ho diz[en] q[ue] les an tomado y ocupado e toman e ocupan
çiertas tierras estando las tales tierras en términos de los d[ic]hos pueblos de
guamelula y maçatlan y a los yndios dellas por furÇa los compelan y apremian
pueblo a la orilla del mar
139
agn, Mercedes, vol. 2, exp. 68, f. 28r.
140
agn, Mercedes, vol. 280, f. 130v-131r. Por desgracia el documento está manchado en
la parte donde pudiera decir que por tiempo que fuera gobernador y voluntad del virrey.
por ostentar el cargo de gobernador a los caciques: “tase y modere la comida
y tributos que los macehuales dan a los caciques y gobernadores y otros”.141
Por ejemplo, a finales de esa década, para agosto de 1549 se da la tasa-
ción del gobernador de Huamelula, en donde: “Dan los yndios de Guame-
lula a don Pablo su gouernador cada veinte dias dos xiquipiles de cacao, y
cada dia una gallina y siete yndios y siete yndias de seruicio, y cada casa una
carga de mays cada año”.142 Al iniciar la siguiente década, el 8 de octubre de 129
1551 se le concede licencia a don Graviel, quien fuera gobernador en ese
año, para tener una yegua y dos crianzas de ella.143
146
René García Castro, “De señoríos a pueblos de indios. La transición en la región oto-
miana de Toluca (1521-1550)”, en Francisco González-Hermosillo Adams (coord.), Go-
bierno y economía en los pueblos de indios del México colonial, México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, 2001, p. 198.
147
González-Hermosillo, op. cit., 2003, pp. 31-32.
años. Si consideramos que el puerto decae en la década de 1570, es obvio pensar
que el encomendero, más allá de la encomienda buscó sacar cierta ventaja de la
ubicación de la misma (como lo veremos más adelante) al solicitar mercedes
de estancia para ganado mayor. Este tránsito permitiría ir soltando las riendas
políticas del pueblo; y con ello se iniciará la configuración de un cabildo indio,
lo que conduce a un doble proceso de “readecuación de los espacios, insti-
tuciones y dirigentes precortesianos ya desprovistos de su dominio natural e 131
inminente sobre recursos, bienes y personas”.148
Así, Huatulco como pueblo nuevamente se insertó y absorbió los pueblos
148
Ibid., p. 32.
149
Acuña, op. cit., v. 2, t. 1, 1984, p. 188.
150
Ibid., p. 202.
tziltepec, Teohuitolco, Quicopiaca, Cuixtepec, San Andrés, San Juan y Texala.
Lo cual nos muestra que no existe una relación directa con los asentamien-
tos que entraban dentro de la encomienda, y que sólo el primero de ellos
aparece en ambas ocasiones, teniendo en cuenta que “todos estos sujetos
están metidos en la sierra, en t[ie]rra áspera y doblada, alg[un]a caliente y
otra fría”.151
132
pueblo a la orilla del mar
Siendo así, Huatulco se nos puede dibujar como un lugar donde las re-
laciones diacrónicas y sincrónicas entre los pueblos se hacían entre el mar y
la montaña; terruño accidentado con barrancas de rocas enormes rebanadas;
prominencias erizadas como cabezas entronadas; donde la vegetación con sus
cactus en las playas, como dedos paralizados por los años, nos alistaran para
el paisaje de las montañas despeinadas por la maleza impenetrable en tiem-
pos de aguas que se transforma en ramas en épocas sin agua.
151
Ibid., p. 203.
133
Este elemento geográfico nos lleva a entender, por otra parte, la congrega-
ción general que está documentada que ocurre el 14 de enero de 1598. La que
se conoce como segunda congregación. Durante la segunda mitad del siglo
xvi, el pueblo de Huatulco contó con seis u ocho estancias, pero después de
esta congregación solo una pudo sobrevivir: Cuixtepec.152 Sin embargo esto
nos haría pensar sólo en los sujetos del pueblo sin saber qué pasó con los
sujetos del puerto; así como de los restantes pueblos de los corregimientos
que quedaban bajo la jurisdicción de la alcaldía mayor del puerto de Hua-
tulco. En dicha comisión, dirigida a don Pedro Barba Coronado se indicaba
que él tenía que:
152
Gerhard, op. cit., 1986, p. 128.
153
agn, Indios, vol. 6 (2ª parte), exp. 924, f. 236v.
Las condiciones geográficas nos permiten preguntar cómo se llevó a cabo
dicha reducción, ya que no hay más referencia del proceso en sí. El terreno
accidentado, con un espacio limitado de tierras para cultivo y para que se
asentaran poblaciones muy grandes fue un factor que sale a luz y que nos
dificulta saber si todos los pueblos referidos fueron reducidos. Sin embargo,
por ejemplo, para 1604 se mandó a Juan Antonio de Acebedo, alcalde mayor y
134 juez congregador del puerto de Guatilco [sic] que los naturales de los pueblos
de San Lorenzo Jilotepec y Santa María Ecatepec solicitaban que los dejaran
en el pueblo de Tlacolula y no los llevaran a Santa Lucía perteneciente a
pueblo a la orilla del mar
154
agn, Congregación, vol. 1, exp. 243, f. 118r.
Véase Menegus, op. cit., 2009, pp. 36-39.
155
“Poco tiempo después de la toma de la capital mexica, don Hernando pidió que se
156
enviasen a la Nueva España religiosos mendicantes, en quienes confiaba más que en los
seculares para la tarea misionera”. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Historia de la educación en la
época colonial. El mundo indígena, México, El Colegio de México, 2008, p. 25.
trabajo de John Frederick Schwaller,157 quien nos presenta la organización de
los documentos del agi de la sección de “Contaduría” pertenecientes a la Real
Hacienda, la cual contiene información acerca de los partidos de Huamelula y
Pochutla. Cabe decir que los cuadros 8 y 9 presentan la relación de cada uno de
los curas designados, divididos en los dos partidos, con la salvedad de algunos
años, en ellos se encuentra: nombre, cargo, partido principal, otros pueblos
(lo que sería su doctrina), las fechas del cargo, sueldo y pago, este último se 135
refiere a que cada cura tenía un apoderado, quien cobraba su sueldo.
La costa al ser una región no tan estudiada no cuenta con alguna in-
En el puerto de Guatulco hay otro cura que tiene cargo del dicho puerto é
de la gente de los navíos que allí vienen é contratacion que allí hay, que es
cantidad, y de los pueblos de Cimatlán y Suchitepeque, que estan en la real
corona, y del pueblo de Guatulco que esta encomendado en Bartolomé Ló-
pez: en los cuales dichos pueblos con sus estancias podrá haber quinientos
é cincuenta indios tributarios, poco más o menos…159
157
La información que se presenta en el texto es la data de lo espiritual, “que en general
refleja los pagos a párrocos de indios en pueblos bajo la real corona”. Además de que lo
espiritual sólo incluía a los clérigos seculares. Así, y después de la Ordenanza del Patro-
nazgo en 1575, se ve que: “A causa de esto, los datos de Lo Espiritual reflejan la impor-
tancia de los clérigos seculares y la pérdida lenta de los partidos de los religiosos”. John
Frederick Schwaller, Partidos y párrocos bajo la real corona en la Nueva España, siglo xvi,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1981, pp. vii, ix.
158
“La distinción impuesta entre política y religión, si bien a veces no muy clara y tal vez
no del todo nueva para los indios, fue al menos diferente a lo que tenían en su experien-
cia histórica. El concepto de iglesia y lo asociado a él englobaba y diferenciaba a una
serie de elementos —culto, ministros, edificios, etc.— que quedaron integrados, en el
mundo colonial, en una forma novedosa”. García Martínez, op. cit., 1987, p. 97.
159
Luis García Pimentel (ed.), Relación de los Obispados de Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca
y otros lugares del siglo xvi, México, Librería de Gabriel Sánchez, 1904, p. 90.
pero en número suficiente para formar el núcleo de la organización ecle-
siástica secular, cuya cabeza era el obispo”.160 Al llegar la segunda Audiencia,
y respaldado tras las Leyes Nuevas, se incrementó el número de pueblos
bajo la Corona, al tomar las encomiendas que fueron concedidas por sus
antecesores o las que estaban vacantes. Así: “La Corona, como encomende-
ro, tenía la obligación de proveer para los requerimientos espirituales de los
136 indios en su territorio”.161
El obispado de Oaxaca en el siglo xvi contaba con cuatro villas de espa-
ñoles: Antequera, Espíritu Santo (Guazacualco), San Ildefonso (Zapotecas)
pueblo a la orilla del mar
160
Gonzalbo, op. cit., 2008, p. 26.
161
Schwaller, op. cit., 1981, p. vii.
162
García Pimentel (ed.), op. cit., 1904, pp. 69 y 77.
163
Véase mapa 13 para la Diócesis de Antequera.
164
Schwaller, op. cit., 1981, p. viii.
165
“Con las Ordenanzas del Patronazgo, el rey anunció su intención de secularizar los
partidos”. Ibid., p. ix.
166
Ibid., p. viii. “En el último tercio del siglo, los vicarios llegaron a ser curas interinos”.
167
Idem.
Para el 11 de octubre de 1540 el virrey Antonio de Mendoza ratificó
a Francisco Larios como clérigo “por capellan de los pueblos de Pochutla,
Guatulco y Comaltepeq y Yagayo y Tlacoltepeq”. Quien, lo más probable,
es que haya tenido su residencia en el puerto de Huatulco y de allí tendría
que visitar toda su doctrina, pudiendo dar los servicios sacramentales a los
naturales. Francisco Larios tendría un salario de 150 pesos de oro común
anualmente, pero el pueblo de Huatulco al encontrarse en encomienda de 137
un particular tendría que cubrir una parte de dicho salario, quedando de la
siguiente manera:
Huamelula, por otro lado, fue un partido en el cual los curas o beneficiados
tuvieron un sueldo más regular, que ronda en los 150 pesos, mientras que
Pochutla tuvo más variaciones, el más bajo se encontró en 100 pesos y el
más alto en 170 pesos. Lo anterior pudiera indicar, de ser el caso, que al lado
este de la provincia los pueblos (con preponderancia chontal) no sufrieron
una baja demográfica tan estrepitosa y pudieron tener cierta estabilidad,
caso contrario al otro partido.172
El cura del puerto por lo regular se buscó que sólo tuviera a su cargo
la gente que allí llegaba. Entendiendo que se le quitó la visita de los otros
pueblos y por ello se erigieran los dos partidos en Pochutla y Huamelula.
Esto obedecía a las condiciones del clima, a lo fragoso de los caminos y a lo
disperso de los pueblos:
171
Schwaller, op. cit., 1981, pp. xxxiv, 269-273.
172
Ibid., pp. xxi, 97-104. Los salarios obedecían a “que los curas que llevan más salarios
que otros, se les da por razón que tienen el partido más lejos de esta ciudad que los otros,
y ser la tierra más trabajosa, calidad y enferma y cara, que no se pueden sustentar sino
con mucho trabajo, y á esta cabsa se le señala y de mas salario que á los demas curas.
Los curas que tienen menos gente á cargo que otros é llevan el salario ordinario, tiénese
respeto á que el partido é pueblos que tienen á cargo están muy derramados y mal po-
blados, y estan de suerte que no se pueden juntar otros pueblos con ellos por estar muy
apartados y ser trabajosa la visita de ellos. Los otros curas que tienen muy poquito sala-
rio y poca gente y menos que los demás, no se les puede señalar más salarios, por razón
de ser la gente que tienen á cargo poca é pobre, é ser poco el tributo que dan”. García
Pimentel (ed.), op. cit., 1904, p. 94.
gente que viene por la mar: y como la tierra es cálida cae mucha gente enfer-
ma, y si no hay allí remedio de quien les administre los santos sacramentos,
acaescen muchos desastres de morirse sin ellos; y los dichos pueblos están
algo desviados del dicho puerto, en los cuales convendrá poner otro cura,
juntando otro pueblo con ellos.173
El camino accidentado fue un factor que limitaba el buen ejercicio de los 139
curas de cualquiera de los dos partidos, y si le sumamos el clima, ni se diga.
El 24 de septiembre de 1552 se le ordenó a Melchor de Sosa, corregidor de
173
García Pimentel (ed.), op. cit., 1904, p. 91.
174
Gerhard, op. cit., 1992, p. 563.
175
agn, Indiferente Virreinal (Real Audiencia), caja 5173, exp. 79, f. 1.
176
agn, Jesuitas, vol. 3, f.
177
agn, Indios, vol. 1, exp. 56, f. 22r.
Mapa 13: Diócesis de Antequera, siglo xvi.
140
pueblo a la orilla del mar
Fuente: René Acuña, (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi: Antequera, vol. 2 t. i, Mé-
xico, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984.
Cuadro 8: Párrocos del partido de Guamelula, 1544-1597.
Partido Otros Fecha Sueldo
Nombre Cargo Pagó
principal pueblos de hasta anual
Clérigo
Juan de 50
Cura Guamelula 26/01/1544 150
Ortega
Capellán
Clérigo
Julián 150
Cura Guamelula 12/01/1545 12/01/1546
Carrasco 141
Capellán
Clérigo
Julián
Cura 100 Guamelula 16/01/1546 150
Carrasco
Clérigo
Bartolomé Cura 150 Guamelula Suchitepec 20/02/1560 20/02/1561
de Córdoba Capellán
Francisco Clérigo
de Cura 113,4 Guamelula 28/03/1561 31/12/1561 150
Céspedes Capellán
Francisco Cura
de 150 Guamelula 01/01/1562 01/01/1563 150
Capellán
Céspedes
Clérigo
Diego Cura 150 Guamelula 01/01/1563 01/01/1564 150
Álvarez Capellán
Bartolomé Cura 150 Guamelula Tlacolula 01/01/1564 01/01/1565 150
de Icazar Vicario
Clérigo
Bartolomé Cura 150 Guamelula Tlacolula 01/01/1565 01/01/1566 150
de Icazar Capellán
Bartolomé Cura 150 Guamelula Tlacolula 01/01/1566 01/01/1567 150
de Icazar Capellán
Clérigo
Bartolomé Cura 150 Guamelula Tlacolula 01/01/1567 01/01/1568 150
de Icazar Capellán
Martín Cura 150 Guamelula Tlacolula 01/01/1568 01/01/1569
Castaño
Bartolomé Cura 150 Guamelula 01/01/1569 01/01/1570
de Icazar
Pedro de Cura 124,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1570 01/01/1571
Mendoza
José Beneficiado 243 Guamelula Tlacolula 01/01/1586 01/01/1587 150
Godínez
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1587 01/01/1588 150
Godínez
José Beneficiado 124 Guamelula Tlacolula 01/01/1588 01/07/1588 150
Godínez
José Beneficiado 124 Guamelula 01/07/1588 01/01/1589 150
Godínez
José Beneficiado 165,3 Guamelula Tlacolula 01/05/1590 01/01/1591 150
Godínez
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1591 01/01/1592 150
Godínez
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1592 01/01/1593 150
Godínez
José Beneficiado 82,5 Guamelula Tlacolula 01/01/1593 01/05/1593 150
Godínez
José Beneficiado 165,3 Guamelula Tlacolula 01/05/1593 01/01/1594 150
Godínez
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1594 01/01/1595 150
Godínez
Continuación cuadro 8.
Partido Otros Fecha Sueldo
Nombre Cargo Pagó
principal pueblos de hasta anual
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1595 01/01/1596 150
Godínez
José Beneficiado 248,1 Guamelula Tlacolula 01/01/1596 01/01/1597 150
Godínez
Fuente: Tomado de John Frederick Schwaller, Partidos y párrocos bajo la Real Corona en la Nueva
España, siglo xvi, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1981, pp. 97-104.
143
Miranda Beneficiado
Simón de Clérigo
137,6 Pochutla 01/01/1580 01/11/1580 100
Miranda Beneficiado
Simón de Clérigo
165,3 Pochutla 01/01/1581 01/01/1582 100
Miranda Beneficiado
Simón de Clérigo
165,3 Pochutla Suchistepec 01/01/1582 01/01/1583 100
Miranda Beneficiado
Simón de
Beneficiado 160,7 Pochutla 01/01/1583 01/01/1584 100
Miranda
Francisco
López del Vicario 165,3 Pochutla Tonameca 01/01/1584 01/01/1585 100
Salto
Diego Álvarez
Vicario 143,3 Pochutla Tonameca 01/01/1585 01/09/1585 130
Barreto
Tonameca,
Hernando de
Beneficiado 430,1 Pochutla Suchitepec, 15/08/1586 15/08/1588 130
Torres
Guatulco
Cristóbal Tonameca,
Bernal Beneficiado 573,4 Pochutla Suchitepec, 10/03/1586 01/05/1592
Negrete Guatulco
Cristóbal Tonameca,
Bernal Beneficiado 215 Pochutla Suchitepec, 01/05/1592 01/05/1593 130
Negrete Guatulco
Cristóbal Tonameca,
Bernal Beneficiado 215 Pochutla Suchitepec, 01/05/1593 01/05/1594 130
Negrete Guatulco
Cristóbal Tonameca,
Bernal Beneficiado 90,1 Pochutla Suchitepec, 01/05/1594 01/10/1594 130
Negrete Guatulco
Tonameca,
Luis Alonso de
Cura Vicario 35,6 Pochutla Suchitepec, 01/10/1594 01/01/1595 130
Logo
Guatulco
Tonameca,
Esteban
Cura Vicario 322,4 Pochutla Suchitepec, 07/01/1595 06/07/1596 130
Ramos
Guatulco
Tonameca,
Juan Ortiz Beneficiado 215 Pochutla Suchitepec, 01/10/1596 01/10/1597 130
Guatulco
Tonameca,
Juan Ortiz Beneficiado 215 Pochutla Suchitepec, 01/10/1597 01/10/1598 130
Guatulco
Fuente: Tomado de John Frederick Schwaller, Partidos y párrocos bajo la Real Corona en la
Nueva España, siglo xvi, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1981, pp.
269-273.
De advenedizos y señores naturales
En Huatulco no queda del todo clara la situación del cacicazgo en el mo-
mento del contacto hispano; pero quizá teniendo en cuenta los ejemplos de
sus vecinos más importantes y más próximos de Tehuantepec, los princi-
pales aceptaron de buena gana el dominio español.178 Así, las funciones de
gobierno quedaron supeditadas, en primer momento, a los encomenderos, 145
quienes las delegaron en sus representantes indígenas en el pueblo y tiempo
después, al dejar de ser encomienda, son estos personajes quienes tomarán
178
Véase Machuca, op. cit., 2005, pp. 168-170.
179
Retomando aspectos más concretos del primer subapartado de este capítulo, debemos
tener en cuenta, y de ahí que creamos más conveniente suponer que Huatulco tenía
una semejanza con los señoríos del centro de México en su estructura calpolli-altépetl,
sobre todo en que su organización se haya acentuado en la etnicidad, “y considerara a
los señores principalmente como funcionarios y líderes del grupo étnico”. Lockhart, op.
cit., 1999, p. 159.
180
Gibson y López Sarrelangue, citados en Menegus, op. cit., 2005, pp. 16-17.
181
Véase Menegus, op. cit., 2009, pp. 17-112.
ciera que dicho declive fue inmediato, y por lo tanto, se instauró una nueva
relación entre los principales y macehuales.
En el valle de Oaxaca, por ejemplo, el cacicazgo sobrevivió hasta el siglo
xviii. Primero, por ser un lugar en donde se llevó a cabo una conquista pací-
fica, como la que estamos sugiriendo para nuestra zona de estudio (sin contar,
claro, a los sediciosos chontales182). Segundo, a la presencia limitada de la en-
146 comienda, cosa contraria en la costa y sobre todo en Huatulco, la cual ha de
haber sido el factor preponderante que dificulte abordar el tema. Por último,
por la necesidad de la Corona por conservar el liderazgo militar de aquellos
pueblo a la orilla del mar
señores en busca de una mejor recaudación del tributo, cosa que por ende no
se dio; además de lo ya mencionado, la pérdida inmediata de estos líderes.183
Por otro lado, todo parece indicar que en este gran mosaico étnico-
geográfico con todas las limitantes que pudieran existir, era clara la presen-
cia de señoríos, constituidos a partir de su propio devenir histórico y que en
algunos casos pudieron tener cierta permanencia tras el contacto hispano.
Aún en la Sierra Sur eran claras estas características.184 A diferencia, por
ejemplo, de la Sierra Norte, la cual no contaba con una estratificación muy
compleja, en donde: “Los caciques se distinguían más por su liderazgo en
la guerra, que por su posesión de tierras u otro tipo de riquezas y proba-
blemente no vivían mejor que los principales, el segundo estrato de la no-
bleza”.185
Buscando respuestas a las preguntas planteadas en líneas anteriores tenemos
que empezar, y reiterar, la dificultad para las primeras décadas de ocupación es-
pañola. Al inicio de la década de 1540, a partir de los abusos de los españoles
que usan a los naturales como tamemes, es clara la presencia del calpixque
182
En 1522 a su paso por la costa, Alvarado fue recibido hostilmente por los naturales
de Astata, lo que motivó una fuerte represalia de su parte, quien saqueó Astata y
Huamelula. “Los chontales continuaron dando muestra de rebeldía, y en 1527 los
españoles intentaron conquistar definitivamente la región. Para someter a estos
valientes guerreros, la Real Audiencia envió al capitán Francisco Maldonado, quien con
un ejército de 200 españoles y 600 zapotecas, conquistó a los pueblos chontales, desde
Tenango hasta Huamelula”. Miguel Bartolomé y Alicia Barabas, “Historia chontal”, en
Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los chontales de Oaxaca, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 24.
183
Taylor, citado en Menegus, op. cit., 2005, p. 17.
184
Véase González Pérez, op. cit., 2010, pp. 37-52.
185
John K. Chance, La conquista de la sierra. Españoles e indígenas de Oaxaca en la época
colonial, México, Instituto Oaxaqueño de las Culturas/Fondo Estatal para la Cultura y
las Artes/Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998,
p. 199.
indígena Antonio Montalbo en la vida política, económica y social del pue-
blo de Huatulco, bajo la égida del encomendero Gutiérrez. En este tiempo
son los propios naturales quienes hablan en primera persona, mediante la
intervención de Francisco Guillen, sin que se aprecie la figura de algún ca-
cique o principal.
A inicios de la década siguiente, el 18 de abril de 1550, nuevamente por
los excesos hacia los naturales que son llevados como tamemes contra su vo- 147
luntad al puerto, nos salen a la luz tanto gobernador y alguaciles, como ca-
ciques y principales. Estos dos grupos parecen ser antagónicos y sugieren la
[…] por quanto por p[ar]te de los yndios caciques y principales del pueblo
de guatulco y sus subjetos, me fue hecha rrealçion que el d[ic]ho pueblo es
muy (visitado por) pasajeros y que son muy molestados y les hazen fuerças
y agravyos. en ello ha sydo causa que muchos de los naturales del d[ic]ho
pu[ebl]o, y sus subjetos, de ayan muerto e otros despoblado. y me fue pedido
mandar que no los apremyasen por tamemes.186
186
agn, Mercedes, vol. 3, exp. 42, f. 202r.
187
Idem. Para contextualizar el trabajo de los naturales, utilizados como tamemes, véase
el capítulo cinco.
Sin embargo, esto no nos ayuda a tratar de dilucidar nuestras dudas, o
al menos una de ellas, cuál era el patrimonio vinculado a sus figuras. Otro
aspecto que se hace evidente, y puede tener relación con el tributo de los ca-
ciques que pudieran detentar el cargo de gobernador, son los beneficios eco-
nómicos provenientes de transacciones comerciales. Pero que por desgracia
también se quedan en suposiciones, y tiene que ver, no con tianguis, sino
148 con un sitio de venta en el pueblo de Huatulco que tendría que satisfacer
las necesidades de los viajeros, comerciantes, etc., que se dirigían al puerto.
Los gobernadores, principales y naturales del pueblo solicitaron una merced
pueblo a la orilla del mar
188
agn, Mercedes, vol. 5, f. 114r. véase infra.
189
agn, Indios, vol. 2, exp. 70, f. 17r.
agn, Mercedes, vol. 18, exp. 1003, f. 315r. Otra merced dada a algún principal, en la
190
costa, fue a Diego de Velasco, principal y gobernador del pueblo de Tonameca, la cual
era de ganado menor el 3 de noviembre de 1591. agn, Mercedes, vol. 17, exp. 460, f. 127v.
naron en la ciudad de Antequera por su cabildo como era costumbre, se hace
mención que “uno de ellos fue diego Pacheco ve[ci]no desta ciudad el qual ha
muchos años que se fue della y recide e[n] una estancia de ganado que tiene
e[n] la costa”.191 Esto pudiera parecerse a los nombramientos que al inicio del
periodo colonial hacía el rey, aunque este cargo era el de cacique, pero tam-
bién pudiera reflejar el inicio de méritos para poder constituirse como tal. No
obstante, al estar ausente en esa ciudad, el cargo recayó en Gaspar Vázquez. 149
En esos primeros momentos en la frontera chichimeca, en algunos ca-
sos, se daba el título de cacique y el de capitán de frontera.192 De igual forma
tados, por otro lado, fueron los señores (caciques), en cuanto fueron despo-
jados de sus propiedades.197 Por ello, fue mucho más fácil hacerse de tierras
y es hasta años después que los naturales buscan defender sus tierras tras las
constantes estancias de ganado que invadieron sus términos.
El otorgamiento de mercedes fue la forma clásica para llevar a cabo esta
ocupación de la tierra. Y con el paso del tiempo, tras una Hacienda Real mer-
mada, fueron apareciendo otras formas de hacerse de la tierra, como las ventas,
y, por último, las composiciones, las cuales con un pago a la Corona se podía
obtener el título de posesión de la tierra que se ocupaba de manera ilegal.198 En
términos generales, en sus inicios, “[L]a merced era la donación graciosa que
hacía el monarca de determinado bien realengo, la tierra en este caso, con
un fin determinado: desde premiar la gestión ejemplar de un vasallo rele-
vante [español o indígena] hasta el pago de un compromiso”.199
196
Laura Machuca, “Haremos Tehuantepec”. Una historia colonial (siglos xvi-xviii), Oa-
xaca, México, Culturas populares-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Secreta-
ría de Cultura-Gobierno de Oaxaca/Centro de Investigación y Estudios Superiores en
Antropología Social/Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, ac, 2008, p. 62.
197
“Las propiedades de los señores naturales y de los pipiltin [principales] comprendían,
pues, tierras de cultivo, tierras en recuperación o barbecho, tierras de bosque y tierras de
reserva; y era común que las tierras en barbecho, de bosque y de reserva fueran muchas
más que las destinadas a la siembra. Con la conquista todas las tierras no cultivadas
fueron consideradas realengas o baldías y se tomaron de inmediato. En las tierras ocu-
padas por los indios [el pueblo], en cambio, los españoles actuaron con algún recato. Sin
embargo, es conveniente reconsiderar aquí una circunstancia: las tierras pertenecían a
los señores y pipiltin y quienes las trabajaban eran sus macehuales terrazgueros. Debido
a esta íntima relación que existía entre los trabajadores macehuales y la tierra propiedad
de su señor, fue fácil para las autoridades virreinales y colonizadores en general, actuar
sobre una u otra de las fuerzas productivas con el mismo resultado: apropiarse de la
tierra de los señores significaba liberar, en beneficio de los españoles, la mano de obra
macehual; y a la inversa, apoderarse de la fuerza de trabajo macehual implicaba desocu-
par las tierras de los señores que (convertidas desde ese momento en realengas), eran
susceptibles de ser repartidas entre los colonos”. Martínez, op. cit., 1994, p. 74.
198
Mariano Peset y Margarita Menegus, “Rey propietario o Rey soberano”, en Historia
Mexicana, vol. xliii, núm. 4 [172], 1994, p. 583.
199
Solano, op. cit., 1984, p. 16.
Lo anterior nos obliga a detenernos un poco más en el punto central del
problema: salvaguardar la tierra de los pueblos de indios a que iban dirigidas
las pretensiones de los españoles, aun y con las limitantes que pudieran darse
en nuestra zona de estudio al respecto y teniendo en cuenta lo antes referido
en este texto. Si se pemite tomar a consideración como modelo básico de
la tenencia de la tierra indígena, por ejemplo, en el México central obser-
vamos que en el periodo prehispánico se podían distinguir tres tipos: a) 151
aquellas ligadas a personas como individuos (patrimonio de la nobleza),
b) aquellas ligadas a las corporaciones de individuos (calpolli) y c) aquellas
204
Ibid. p. 92 y Peset y Menegus, op. cit., 1994, p. 578-579.
205
Martínez Báez, citado en Taylor, op. cit., 1998, p. 91.
206
Ibid., pp. 92-98.
207
Chance, op. cit., 1998, p. 145.
de las empresas más rentables y duraderas, en la cual participaron españoles
e indios”.208 Un incremento de la actividad ganadera en el Istmo se dio para la
década de 1580. La forma en que los distintos grupos indígenas de la región
(zapotecas, huaves y zoques) trataron de sortear los avatares de la introducción
de ganado en sus respectivos nichos fue variada. Los más afectados fueron los
zoques, en sus tierras se instalaron las principales haciendas dominicas y mar-
quesanas. Los zapotecas aprovecharon de mejor forma la introducción de ga- 153
nado, sobre todo los caciques. Por último, los huaves de igual forma pudieron
resistir gracias a las condiciones de las tierras en que se asentaban, sin embar-
208
Machuca, op. cit., 2008, p. 55.
209
Ibid., pp. 62-63.
210
Ibid., p. 65.
los siete grupos de suelo sólo tres son idóneos para la actividad agrícola. Así,
80% de la superficie no es cultivable. De esta forma, en Huatulco se puede
pensar, más que en valores cuantitativos en relación con las estancias de
ganado, en valores cualitativos y de ahí su impacto en los pueblos de indios.
La tierra que los españoles obtenían y las formas de ocuparla eran muy
dispersas y fomentaban que el ganado creciera de manera importante, si no
154 es que desmesuradamente. Dentro de su idiosincrasia, los españoles tenían
la mala costumbre de permitir que el ganado pastoreara en tierras ajenas
antes de la siembra y después de la cosecha (vida estacional), hecho que
pueblo a la orilla del mar
211
Francois Chevalier, La formación de los latifundios en México, México, Fondo de Cul-
tura Económica, 1982, p. 119.
212
Peset y Menegus, op. cit., 1994, p. 581.
213
“Casi con independencia de la Corona, las autoridades locales, y más tarde los virre-
yes, se vieron poco a poco obligados a reconocer una noción de pasto común mucho
más flexible, que, en realidad, iba a preparar la repartición del suelo entre los criadores
de ganado”. Chevalier, op. cit., 1982, p. 121.
sembrar en ellas, fueron logrando el reconocimiento de la propiedad de sus
tierras con pagos módicos a la Corona.
La defensa de estas tierras, por parte de los naturales, está relacionada con
la falta de mecanismos jurídicos apropiados por parte de las autoridades es-
pañolas ante sus iguales; quienes en muchas ocasiones ocupaban tierras muy
cerca de los sitios de estancias de ganado que sí les eran reconocidas por
merced real (aun cuando éstas afectaran las tierras de los pueblos de indios), 155
donde según ellos eran tierras baldías o permitían que el ganado anduviera
libre, sin permiso de nadie. Estas invasiones afectaron la dinámica socioeco-
214
Estancia, en una acepción básica designa el punto en que al fin se detienen el hombre
y el rebaño nómada. “La fortuna de la palabra estancia implica el nacimiento de ciertos
derechos sobre los lugares designados por ella. Al principio su sentido no siempre es
preciso, pero muy pronto, empleada sola, denota un sitio destinado al ganado”. Chevalier,
ibid., 1982, pp. 121-122.
215
Ibid., p. 128.
El 5 de junio de 1542, el virrey Mendoza le otorgó el título de una mer-
ced a Pedro de Malta, tras argumentar que durante tres años, más o menos,
tenía posesión de unas estancias en términos de Mazatán y Tequisistlán.
Puesto que “el se teme / que algunas personas se la quieren quitar dysiendo
estar [en] perju[ic]yo e por no tener tytulo le hiziese m[erce]d”. Tras soli-
citar que se hicieran las averiguaciones pertinentes a cargo del corregidor,
156 Cristóbal de Chávez, para validar que no estuviera en perjuicio de indígenas
o otras personas, se le dio dicha estancia.216 No obstante cabe mencionar
que es en estos años cuando se inicia una ratificación de la posesión que ya
pueblo a la orilla del mar
[…] que por p[ar]te de los yndios caÇiques e prinÇipales e naturales del
pueblo de guatulco e sus subjetos me fue fecha rr[elaci]on que de un año
y medio a esta p[ar]te y de menos tiempo en los terminos del d[ic]ho pue-
blo, an asentado tres estanÇias de ganado mayores una Juan gallego otra un
alonso Ruiz y otra diego de Guinea que les fue dicho pero que no vieron
el sytio y en ello fueron engañados y no se les dio a entender porque si lo
vieran y se les diera a entender lo contradixeran […] por estar muy junto a
las labranzas y sementeras.218
[…] q[ue] por parte de los yndios del pu[ebl]o de guatulco me a sido f[ec]
ha rrelacion que entre sus casas labransas y sementeras de poco tienpo a esta
p[ar]te se an asentado dos o tres estancias de ganado mayor y q[ue] allende
216
agn, Mercedes, vol. 1, exp. 130, f. 65r.
217
Chevalier, op. cit., 1982, p. 131.
218
agn, Mercedes, vol. 3, exp. 43, fs. 20r-20v.
destar en superjuyzio los aveys compelido q[ue] contra su voluntad hagan
casas y corrales en la d[ic]ha estancia de lo qu[a]l a si rresebido e rresiben
agravio […] y si no rremedia disq[u]e los naturales del pu[ebl]o se yran y
por q[ue] no es justo q[ue] las d[ic]has estancias están en su perjuyzio.219
219
agn, Mercedes, vol. 3, exp. f. 238v-239r.
220
Gerhard, op. cit., 1992, p. 561. Alonso Ruiz era un poblador de la Nueva España y se
le reasignó la encomienda de Ocelotepec tras el asesinato de su primer poseedor, Martín
Rieros [Riberos] a manos de los indígenas. Véase Himmerich y Valencia, op. cit., 1996,
p. 229.
221
Ibid., p. 563.
Bernardino la compró, por lo que al parecer no le iba nada mal. Curiosa-
mente esta estancia se encontraba en Apango, pero en ese momento perte-
necía a los herederos de Francisco Hernández; que no sabemos si guardó
alguna relación con Guinea. En este sentido, la merced iba dirigida a que le
permitieran poblar dicha estancia, ya que:
158 …el conpro del convento de santo domingo de d[ic]ha ciudad quinien-
tas bacas cimarronas que tiene en la provincia de teguantepeque y nexapa
donde ansimismo tiene el mill y dos zientas bacas que le pertenecen de los
pueblo a la orilla del mar
diezmos que conpro de los años pasados de ochenta y ochenta y uno y que
con las unas y las otras pretende poblar un sitio de estancia (por lo que)
le mandase dar y diese li[cenci]a con declaracion de que ninguna just[ici]
a se lo ynpida ni le pidan ni lleve costas ni pasaje y por mi visto atento a lo
suso d[ic]ho por la pre[sen]te doy li[cenci]a a el d[ic]ho bernardino lopes
para que libremente pueda sacar de la d[ic]ha provincia de teguantepeque
y nexapa las d[ic]has bacas con que la sacase a en los meses de di[ciembr]
e de [e]ste presente año de ochenta y dos henero y febrero de ochenta y
tres y no antes ni despues y con que muestre bastante rrecaudo de como le
pertenecen por conpra poder de la persona de cuyo yerro y señal fueren.222
222
agn, Indios, vol. 2, exp. 71, fs. 17r-17v.
solicitud. Lo anterior nos lleva a apreciar cómo la autoridad, preocupada
por estas ocupaciones ilegales (que fomentaron sus propios funcionarios),
atentaba contra los pueblos de indios. En algunos casos tratar de frenar esta
situación se dificultaba debido a los intereses y mutualidades que se podían
dar entre españoles. No obstante, como fuere el caso, estas situaciones te-
nían que ser resueltas por el alcalde mayor:
159
[…] os mando que a toda la pres[en]te del d[ic]ho Alvaro de Lemos hagais
averiguacion del perjuicio que los dichos naturales de tonameca dicen rre-
… e[n] las tierras que les pertenecen e[n] la parte del teletulco donde ay
yndios morados y asentados a los quales y a ellos a echo y haze con mayor
daño en sus sementeras y aprovechamientos frequentemente las destruye y
que si no se rremedia con vrevedad sera escusado e no fielarlas por que seles
pierde el grano y fruto ynportante a su sustento y el trabajo que en esto pa-
decen en lo grande y continuo y me pidieron que atento que de ocuparseles
como estan ocupadas las d[ic]has tierras con los d[ic]hos ganados cassas y
corrales rreciven notable agravio y molestia […]224
223
agn, Indios, vol. 2, exp. 69, f. 16v.
224
agn, Indios, vol. 2, exp. 70, f. 17v.
Todos los problemas de este tipo, de ocupación de tierra baldía o ilegal, fue-
ron una preocupación para el rey Felipe ii, pues estas prácticas iban en aumento
y en perjuicio de las arcas reales, situación que en muchos casos se debió a la
negligencia del gobierno virreinal, desde virreyes, pasando por la Audiencia y
hasta los alcaldes y corregidores. Por ello, el rey Felipe ii trata de poner solución
a este problema. Para el año 1591 las reales cédulas de composición serán un
160 intento por regular la propiedad en la América española, lo cual afectó a espa-
ñoles e indígenas. “En ellas se ordenaron examinar las posesiones de españoles
y los títulos que los amparaban. En el caso de no poseerlos debían componer
pueblo a la orilla del mar
228
Prem, op. cit., 1988, p. 122.
229
Prem, op. cit., 1988, p. 121.
230
agn, Mercedes, vol. 1, exp. 266, f. 72v.
cerca de la distanÇia que a de aber de un sitio a otro que al de ganado mayor
tres mil pasos de marca de a cinco terÇias cada uno y dos mil al de menor.231
231
agn, Mercedes, vol. 18, exp. 876, fs. 274r-274v.
232
agn, Mercedes, vol. 18, exp. 205, f. 61v.
233
agn, Mercedes, vol. 17, exp. 461, f. 127.v.
234
agn, Mercedes, vol. 18, exp. 1002, f. 314v.
Cuadro 10: Estancias en la provincia de Huatulco, siglo xvi.
Año Nombre Vecino Pueblo Estancia Fuente
Pedro de Mazatlán y agn, Mercedes, vol. 1
1542 México gm
Malta Tequezistlan exp. 130, f. 65r.
Juan En términos de agn , Mercedes, vol. 3,
1550 Antequera gm
Gallego Huatulco exp. 43, fs. 20r-20v.
Alonso En términos de agn , Mercedes, vol. 3,
1550 Antequera gm
Ruiz Huatulco exp. 43, fs. 20r-20v.
163
Diego de En términos de agn , Mercedes, vol. 3,
1550 Antequera gm
Guinea Huatulco exp. 43, fs. 20r-20v.
En términos de
Diego de Huatulco, en un Gerhard., Síntesis… op.
gm en términos de
Astata, en el lugar
Pedro
llamado Malpaso agn , Tierras, vol.
1589 Ramírez gm y p
y P en términos 2676, exp. 5.
de Aguilar
de Huamelula y
Pijutla
Juan En términos de
agn , Mercedes, vol.
1590 Ramírez Huatulco, en San 2 gm
15, fs. 242r-242v, 285v.
de Aguilar Miguel
En términos del
Diego Villa de pueblo Astata, en agn , Mercedes, vol.
1590 gm
Navarro Nexapa un arroyo llamado 15, f. 285v.
Quaco
En términos de
Francisco
Huatulco, en un agn , Mercedes, vol. 18,
1591 de Antequera gm
lugar llamado exp. 205, fs. 61v-62r.
Carvajal
Guipila
En términos de
Francisco
Huatulco, en un agn , Mercedes, vol. 17,
1591 de Antequera gm
lugar llamado exp. 461, fs. 127v-128r.
Carvajal
Mactepec
En términos de
Lucas Pochutla, en un agn , Mercedes, vol.
1591 Antequera gm
Holgado lugar llamado 18, exp. 140, f. 44r.
Ayotepec
Luisa En términos de agn , Mercedes, vol.
1591 gm
Avendaño Pochutla 18, exp. 143, fs. 45r-45v.
Indio
Diego En términos de agn , Mercedes, vol. 17,
1591 principal y gm
Velasco Tonameca exp. 460, fs. 127r-127v.
gobernador
En términos de
Gabriel agn , Mercedes, vol.
Astata, en un
1591 Mejía Antequera gm 17, exp. 536, f.147v-
arroyo llamado
(Bachiller) 148v.
Quaco
En términos de
Pedro
Mazatán, en un agn , Mercedes, vol.
1592 Vásquez Antequera gm
vallecillo que 19, exp. 88, fs. 47v-48r.
Tamayo
llaman Dabanba
Continuación cuadro 10.
Año Nombre Vecino Pueblo Estancia Fuente
En términos
agn ,
de Astata, gm
Francisco Mercedes,
en el Cerro gm y
1592 Maraves de vol. 18,
Gordo; Ct en dos Ct
Ayala exp. 588, fs.
Ciénaga de
160v-161r.
los Pastos
agn , 165
Pochutla,
Mercedes,
Pueblo de Propios de en un lugar
1593 Gm vol. 18,
Pochutla Comunidad llamado
exp. 876, fs.
Asucheq
235
Lo que sigue proviene de agn, Tierras, vol. 2687, exp. 27, 12 fs.
se reconociera un sitio de estancia para ganado mayor que se había pedido en
los términos de Cozahutepec. Para lo cual días antes, el 25 de octubre, el corre-
gidor ya había dado instrucciones y dispuesto de sus de ayudantes: el escriba-
no y un intérprete. Este último fue Pedro Fernández, mulato que entendía
la lengua zapoteca, que es la que se hablaba en los pueblos.
Para el día 16 de noviembre de ese año todos ellos se presentaron en el pueblo
166 de Cozahutepec para realizar la notificación pertinente al pueblo. Estando ahí
presentes hicieron saber que Gerónimo había solicitado una merced para una
estancia en términos del pueblo; así lo hicieron, después de misa, ante don
pueblo a la orilla del mar
236
Machuca, op. cit., 2008, pp. 65-66.
237
Véase infra.
ciado el siglo xvii y el resto del periodo colonial, Huatulco entró en una nueva
dinámica económica, geopolítica, demográfica y cultural. Por ello es necesario
entender las transformaciones que se dieron en el siglo xvi, para con ello com-
prender cuáles fueron las implicaciones que derivaron en la puesta en marcha
del puerto, de lo cual hablaremos en el siguiente capítulo.
Fuente: Sara de León Chávez (Coord.), Lo que cuentan los abuelos 3, Méxi-
co, Instituto Nacional Indigenista, s/a, p. 14.
Mapa 15: Xuchitepec [Suchitepec] y Guamelula [Huamelula], 1575.
169
170
pueblo a la orilla del mar
171
172
pueblo a la orilla del mar
D esde 1520 Cortés ya tenía referencia de una bahía idónea para instalar
astilleros en las costas de Oaxaca. Casi a la par de que Alvarado ini-
ciara su recorrido para someter la parte sureste novohispana, Cortés
había enviado a capitanes a explorar las costas del Mar del Sur más hacia la
parte suroccidental; lo que condujo al establecimiento de un astillero en la
desembocadura del río Zacatula. Poco tiempo después, para 1526 Cortés pre-
firió utilizar Tehuantepec como punto estratégico en sus acciones navales, ins-
talando así un astillero permanente. Esto repercutió en Huatulco al grado de
ser desplazado, o no ser considerado en ese primer momento. No obstante, al
encontrar elementos desfavorables, que no se apreciaban a simple vista, Cortés
necesitó rectificar esa primera decisión y cambiar de Tehuantepec a Huatulco.1
Por ello aquí dedicaremos algunas líneas para entender el porqué de la elec-
ción de Huatulco como puerto y la forma en que Acapulco lo sustituyó.
1
Lourdes de Ita Rubio, “Puertos novohispanos, su hinterland y su foreland durante el
siglo xvi”, en Marco Antonio Landavazo (coord.), Territorio, frontera y región en la his-
toria de América. Siglos xvi al xx, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo/Porrúa, 2003, pp. 19-26.
Al irse estructurando la ocupación hispana, con los distintos proyectos
en juego, en el territorio recién conquistado, de encomenderos, colonos, clé-
rigos y funcionarios reales, con una amalgama de ideas, instituciones, nece-
sidades y deseos bajo una estructura espacial prehispánica, la Corona, pero
no sólo ella, sino también, en un inicio, Cortés y algunos otros destacados
españoles, sobrepusieron sus intereses (económicos y políticos, principal-
174 mente) a regiones que para ellos eran estratégicas. Así, esas regiones entra-
ron en una acelerada transformación a causa de la búsqueda de satisfacción
inmediata y muy pocas veces pudieron desprenderse de las diversas exigen-
pueblo a la orilla del mar
cias que se veía en ellas. Pero al quedar cubiertas las expectativas o, por el
contrario, al ser disfuncionales a los intereses que las hicieron destacar, las
regiones, en muchos casos, quedaron huecas, pues habían estado determi-
nadas a las exigencias y supeditadas a las necesidades de los españoles.
De este modo, después de consolidar su proyecto en tierra firme, la Co-
rona se encaminó a buscar una satisfacción hacia el exterior, a manera de un
apéndice o extensión en relación con la metrópoli, por lo que tendría que
sortear la masa oceánica que la separaba de sus posesiones de ultramar. Es
decir, España buscó consolidar su poder naval,2 primero en el Atlántico y
después en el Pacífico, acción que se concretó en la segunda mitad del siglo
xvi, pero que rápidamente decayó un siglo después. Para el caso novohis-
pano esta organización se dio de igual forma hacia afuera, pero en un inicio
esto se logró gracias a algunos comerciantes que se articularon, en el discur-
so, a las directrices metropolitanas, pero en la realidad buscaban el provecho
personal. El mejor ejemplo de ello son las empresas cortesianas, que aun bajo
el supuesto de atender a los intereses de la Corona, Cortés sólo buscó para
beneficiarse. No obstante, en conjunto, el mundo metropolitano instauró
avanzadas, centros de penetración y/o enclaves en los puertos novohispanos
con miras a ampliar el área de dominación, integrar otras regiones al domi-
nio español y/o explotar los recursos; de ahí la importancia de los puertos.3
2
“En definitiva, podemos definir el poder naval como el conjunto de fuerzas navales
militares, flota pesquera y mercante e industria naval y que, siendo [el] elemento
fundamental de toda nación marítima, es indispensable para conquistar y mantener el
dominio del mar.” Guadalupe Chocano, “Decadencia del poder naval e imperio marítimo
español desde el siglo xvii. Política de protección y fomento de las industrias navales”,
en Antonio Acosta Rodríguez, Adolfo Luis González Rodríguez, y Enriqueta Vilar Vilar
(coords.), La Casa de la Contratación y la navegación entre España y las Indias, Sevilla,
Universidad de Sevilla/Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Fundación El
Monte, 2004, p. 993.
3
Ita Rubio, op cit., 2003, p. 6.
Pero esta circunstancia puede comprenderse a partir de la necesidad
misma de la Corona de consolidar su primacía como monarquía, enten-
diendo que el imperio estuvo conformado por reinos, que en su máxima
expansión se encontraron separados por dos océanos: Atlántico y Pacífico.
Cuando la mar no sólo bordea un país sino que lo divide en dos o más partes,
como es el caso de la monarquía hispánica, entonces el dominio del mar no sólo 175
es importante sino vitalmente necesario, y ese dominio del mar sólo se obtie-
ne y mantiene por el poder naval, al ser su misión primaria facilitar el uso del
land del puerto, el cual fungió como sede de una alcaldía mayor.
La idea de que la figura de Huatulco haya sido tan importante como para
poder integrar a la región puede tener algunas variables, tres son las que
podríamos mencionar. Primero, la idea ya expuesta como primera hipótesis
de este trabajo: la fragmentación del señorío prehispánico de Huatulco, lo
cual condujo a la creación de dos cabeceras, pueblo y puerto, con el mismo
nombre de Huatulco. Segundo, la idea que se analizó en el capítulo anterior
tratando de rectificar la primera, la cual hace referencia a la primacía de Hua-
tulco como el señorío prehispánico más importante y cercano al lugar donde
se fundó el puerto. Por último, algo que no hemos mencionado de manera
explícita pero que bien se podría complementar con la segunda idea: al es-
tablecerse el puerto fue necesario reubicar a la población natural de la cual
se servirían los españoles como fuerza de trabajo, así Huatulco al ser el se-
ñorío más importante podría proporcionar dicha mano de obra, y con ello
al asentarse estos indígenas en el puerto posiblemente se llevaron consigo
el nombre de Huatulco.8
El problema que intentamos evidenciar es la tendencia que existe de
apreciar a Huatulco indistintamente como pueblo y puerto, lo cual conlle-
6
Woodrow Borah, Comercio y navegación entre México y Perú en el siglo xvi, México,
Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1975, p. 59.
7
Peter Gerhard, Pirates on the west coast of New Spain, 1575-1742, Glendale, California,
A.H. Clark, 1960, p. 34.
8
Dicha circunstancia no es privativa de Huatulco, en Acapulco de igual forma se nece-
sitó fundar nuevos asentamientos cerca del puerto para poder aprovisionarse de mano
de obra. Cortés en el tiempo en que busca un lugar idóneo para su empresa marítima al
tener en cuenta a Acapulco, quien: “De hecho mandó en aquel entonces a su encargado
Hernando de Saavedra que mudase el pueblo de Acapulco, a seis leguas del mar, a la
bahía posteriormente llamada del Marqués con el propósito de que los indios prepara-
sen allí el terreno para un asentamiento comercial español”. Rolf Widmer, Conquista y
despertar de las costas de la Mar del Sur (1522-1680), México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, 1990, p. 95.
va a que la relación entre estas dos figuras no se entienda adecuadamente
aun hoy día. En un principio la zona de la costa estuvo conformada por un
señorío prehispánico menor supeditado al de Huatulco. Recordemos que
Cacalotepec, junto con Cimatlán, fueron elegidos como centros de enco-
mienda, lo que reflejó la importancia prehispánica que tenían.9 Lo anterior
podría sustentarse si consideramos el trabajo de Zborover, quien analiza
un cacicazgo indígena según su interpretación del Lienzo de Tecciztlan y 177
Tequatepec (ltt), una fuente de carácter histórica-geográfica, la cual rela-
ta los acontecimientos que dan forma al territorio de un cacicazgo, poco
9
“En las inmediaciones de lo que sería el puerto de Huatulco, en punta Santa Cruz (sitio
69), se encontraba una unidad habitacional de tipo doméstico que de acuerdo con el
material arqueológico supone una jerarquía mayor a otros sitios que fueron explora-
dos en la primera temporada de campo (1987-1988). No obstante, el sitio con mayor
complejidad, y por ende mayor jerarquía regional, fue el que se encontró en Bajos de
Coyula (sitio 89)”, Ricardo A. Martínez Magaña, “Unidades domésticas de un centro
local del postclásico tardío en Santa Cruz Huatulco, Oaxaca”, tesis de licenciatura, Méxi-
co, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 1999, pp. 1, 5-6. Al llegar los españoles
es probable que el sitio 69 ya haya estado abandonado, mientras que el 89 estuviera en
decadencia.
10
Danny Zborover, “Narrativas históricas y territoriales de la Chontalpa oaxaqueña”, en
Andrés Oseguera (coord.), Historia y etnografía entre los chontales de Oaxaca, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 64.
11
Idem.
Puerto de la Nueva España: supremacía
de 1537 a 1575
Existe una serie de imprecisiones en torno a la temporalidad de la entrada
en función del puerto de Huatulco y con ello las repercusiones que se die-
178 ron en el interior de los pueblos. Lo cual se complica aún más debido a las
escasas fuentes escritas de la época. Así, por ejemplo, A. Murphy y Stepick
nos dicen que el primer navío que levó anclas y salió de Huatulco lo hizo en
pueblo a la orilla del mar
The Santa Cruz de Huatulco port and an associated shipyard were establis-
hed by Cortez; he was not, however, so lucky at shipping as he was at con-
quering. The first ship to leave Santa Cruz Huatulco in 1526 disappeared
over the horizon never to return. A second vessel, sent to find the first, foun-
dered, killing the captain and forcing the few survivors to travel around the
world via India to reach Spain. 12
Esta fecha, sin embargo, nos parece cuestionable, tanto como la idea de
las desventuras de Cortés. Desde que Cortés inició la conquista de México o
desde antes, se iba fraguando en su mente un “empresa de explotación eco-
nómica” volcada hacia la Mar del Sur, en cuya empresa se entrecruzaban sus
intereses personales con los de la Corona; la cual llegó a consolidarse con la
obtención del título de Marqués del Valle, que a la larga tendrá repercusio-
12
“El puerto de Santa Cruz Huatulco y un astillero cercano fueron establecidos por Cor-
tés, sin embargo, no fue muy afortunado con la navegación como con la conquista. La
primera embarcación que zarpó de Santa Cruz Huatulco en 1526 desapareció en el ho-
rizonte y nunca regresó. Una segunda embarcación fue enviada a encontrar a la primera,
fracasó (o se hundió), matando al capitán y forzando a los pocos sobrevivientes a regre-
sar a España vía India”. Arthur D. Murphy y Alex Stepick, Social inequality in Oaxaca:
a history of resistance and change conflicts in urban and regional development, Temple,
Filadelfia, Temple University Press, 1991, p. 17.
nes en la empresa marítima de Cortés, cuando la Corona se dio cuenta de su
error (como lo veremos enseguida). Básicamente son dos los intereses que
se entremezclaron: a) descubrir y conquistar para poder dominar y b) poblar
y explotar buscando el interés económico.13 La orientación que Cortés buscó,
no era fortuita, como tampoco lo eran las pretensiones de los pueblos elegidos
para conformar la jurisdicción de lo que sería el Marquesado años más tarde,
dado que: 179
13
Bernardo García Martínez, El Marquesado del Valle. Tres siglos de régimen señorial en
Nueva España, México, El Colegio de México, 1969, pp. 42-43.
14
Ibid., p. 43.
15
“Carta que acompaña a la Tercera Carta de Relación”, en José Luis Martínez (ed.),
Documentos cortesianos, tomo i: 1518-1528, Secciones i a iii, México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, p. 231.
16
Ibid., p. 230.
17
Ibid., p. 231.
dole que continúe informando de los descubrimientos de la Mar del Sur.18
Siguiendo su anhelo, ahora sí bajo las órdenes del monarca, Cortés se dis-
puso a construir cuatro embarcaciones para iniciar la exploración de la Mar
del Sur. “Para ello había instalado un astillero en el puerto de Zacatula que
se encontraba en la margen izquierda del río de las Balsas, cerca de su des-
embocadura, en el lugar donde está la actual frontera entre los estados de
180 Michoacán y Guerrero”.19 Los avatares que tuvo que librar el gobernador
de la Nueva España fueron incontables, uno de ellos fue que necesitó echar
mano de lo que pudiera para la construcción de la flota que disponía para
pueblo a la orilla del mar
Conocemos yo, Juan Jiménez, e yo, Juan de Morales, criados del señor gober-
nador, que recibimos del señor Pedro de Valle, teniente de esta villa de San
Esteban, un cable bueno nuevo e toda la jarcia del navío, del dicho Pedro del
Valle, e tres aniles e un moldero e todas las velas del dicho navío, los cuales
dichos aparejos nos da para llevar con otras cuerdas de los navíos de Fran-
cisco de Garay que haya, que el dicho señor gobernador manda llevar a la
mar del Sur […]. Fecho a 18 de abril de 1523 años.20
Lo expresado por Cortés suena casi inaudito. Él, que ha sometido al pue-
blo más poderoso de entre los que hasta entonces se conocían en el Nuevo
Mundo, ofrece ahora como algo que le parece muy realizable, ensanchar
18
Miguel León-Portilla, Hernán Cortés y la Mar del Sur, Madrid, Ediciones Cultura His-
pánica/Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1985, p. 34.
19
Ibid., p. 35.
20
Idem.
21
Ibid., p. 39.
todavía más el ámbito de poder de Carlos v. Con las exploraciones y nuevas
conquistas que quiere emprender en la Mar del Sur, ganará tantos reinos y
señoríos hasta que el emperador llegue a ser verdadero monarca del mun-
do.22
22
Ibid., p. 40.
23
Ita Rubio, op. cit., 2003, p. 20.
24
Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-
firme del mar océano, t. i, 2ª parte, cap. xii, Madrid, Imprenta de la Real Academia de
Historia, 1852, p. 500.
25
Ibid., pp. 481-483.
cique de Mazatán, un pueblo cercano a Tehuantepec y Huatulco. Llegando
a este lugar el padre vio una cruz clavada en la tierra y el cacique —que no
sabía español— la señaló y le dijo a Aréizaga: “Santa María”. Dio gracias y
reverenció la cruz. Después el padre pudo disponer de alimentos que le fue-
ron dados por los indígenas. Al quinto día de su arribo llegó el gobernador
de Tehuantepec a recibir a los castellanos y les recomendó que fueran a la
182 Ciudad de México a entrevistarse con Hernán Cortés, quien les proveería de
lo que necesitaran.26 Sólo acudió a aquella ciudad Juan de Aréizaga, debido
a que el capitán estaba enfermo y pensaba que no podría llegar vivo hasta
pueblo a la orilla del mar
26
Martín Fernández de Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron
por mar los españoles desde fines del siglo xv: Con varios documentos inéditos concernien-
tes á la historia de la Marina Castellana y de los establecimientos españoles en Indias, vol.
5, Madrid, Imprenta Nacional, 1837, pp. 178-180.
27
“Quinta carta de relación de Hernán Cortés”, 11 de septiembre de 1526 años. José Luis
Martínez (ed.), Documentos Cartesianos, tomo i, 1518-1528, Secciones i a iii, México,
Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 406-407.
28
Ibid., p. 373-376.
tés envió a dicho mar salió el 31 de octubre de 1527, con miras de explo-
rar y realizar nuevos descubrimientos, al mando del capitán Alvarado de
Saavedra Cerón (primo de Cortés), con tres embarcaciones. Saavedra fue
informado, poco tiempo después, de la construcción de otros tres navíos
en Tehuantepec por si era necesario ir a auxiliarlos. Las naves llegaron a las
Molucas, no obstante, sus esfuerzos fueron desafortunados para el regreso
al no existir una ruta. El capitán murió en el intento de regresar, los sobre- 183
vivientes tuvieron que regresar a España vía la India.29
En este sentido, uno de los primeros astilleros que entró en funciones
29
Antonio A. de Paz Palacios, “La construcción de navíos para las exploraciones de la
Mar del Sur, 1535”, en Boletín del agn, 6ª época, núm. extraordinario 15, noviembre 2006,
p. 14. Laura Machuca, “Haremos Tehuantepec”. Una historia colonial (siglos xvi-xviii),
Oaxaca, México, Culturas Populares-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Secre-
taría de Cultura-Gobierno de Oaxaca/Centro de Investigación y Estudios Superiores en
Antropología Social/Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, ac, 2008, p. 49.
30
Ibid., pp. 10-11. El documento que presenta este autor nos muestra el funcionamiento
del astillero El Carbón para mayo de 1535, en relación con la construcción de dos navíos
de Cortés. Véase agn, Indiferente Virreinal (Hospital de Jesús), caja 1719, exp. 13, 4 fs.
31
Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Universi-
dad Nacional Autónoma de México, 1986, p. 272.
Las ventajas de este puerto en el ámbito local radicaron en ser apto para la
construcción de los navíos en el lugar, gracias a la cercanía de madera de
buena calidad de la selva de Chimalapa.32 Por otro lado, Cortés mudó su
empresa naviera de Zacatula a Tehuantepec debido a la hostilidad de que
era objeto por parte de Nuño de Guzmán y otros importantes españoles. Te-
huantepec sobresalió en su decisión, puesto que Zacatula ya no pertenecía
184 a él por ningún título y había concertado una capitulación en 1529 que le
permitió explorar la Mar del Sur.
De este modo, al instaurarse la primera Audiencia, el astillero de Tehuan-
pueblo a la orilla del mar
32
Borah, op. cit., 1975, p. 59. Machuca, op. cit., 2008, p. 48
33
García Martínez, op. cit., 1969, p. 69.
34
Las presuras son “la forma de posesión o de apoderamiento de un territorio que lleva,
en su mismo nombre, la idea de su diferenciación, casi su oposición, con respecto a
los repartimientos de las capitulaciones. […] [Siendo], las presuras, un cierto triunfo o
ventaja de los intereses particular. […] La presura, por el mero hecho de la ocupación,
era un modo de adquirir la propiedad de las tierras ocupadas sin necesidad de otros
requisitos”. Ibid., p. 41.
35
Ibid., p. 46-47.
36
León-Portilla, op. cit., 1985, p. 44. El 24 de noviembre de 1525 se le ordenó a Cortés
que se trasladara a España para dar cuenta de las cosas de la Nueva España; así como el
asunto de su juicio de residencia.
puerto de Veracruz había desembarcado Luis Ponce de León para realizar-
le su juicio de residencia. Pero los acontecimientos ponían a prueba a don
Hernán, quien parecía tener a su favor a la Providencia, pues al poco tiempo
de haber llegado el licenciado Ponce perdió la vida y fue sucedido por otro
licenciado, Marcos de Aguilar, quien con inverosímil coincidencia murió al
poco tiempo, no pudiendo realizar el juicio de residencia.37
Lo anterior llevó a que el extremeño viajara a España a solicitud del rey, 185
lo cual le serviría para defender sus posesiones y privilegios. No obstante,
tuvo que aceptar la pérdida de algunos de los pueblos que quería que se
37
Ibid., pp. 44-45.
38
Véase García Martínez, op. cit., 1969, p. 47; Machuca, op. cit., 2008, p. 35.
39
Ibid., pp. 70-71. Así, Tehuantepec permaneció en El Marquesado hasta 1563, tiempo en
que el desinterés del segundo marqués por la empresa naviera se manifestó: “La pérdida
de Tehuantepec fue la más importante modificación territorial que sufrió el Marquesado
en sus tres siglos de existencia. Y más importante aún que el hecho en sí, fue el que con
ello se perdió total y definitivamente lo que quedaba del ideal del primer marqués, que
había soñado con un dominio volcado hacia el Pacífico y que sirviese de puente o muelle
de partida para empresas exploradoras por la banda del sur”. Ibid., pp. 71-72. De cierta
forma la Corona y el Consejo cedieron Tehuantepec para mantener ocupado a Cortés
con la intención de que no se incrementara su fama y poder. Confróntese Machuca, op.
cit., 2008, p. 33-34.
víos, llevando a todos sus criados y a 30 oficiales a quienes les pagaba 400
pesos de minas anuales y sumando un aproximado de 30 mil castellanos el
costo de las embarcaciones. Al siguiente año se dispuso a botar los navíos
al agua cuando un intempestivo viento echó a tierra la empresa, quedando
muy maltrechos sus barcos y teniendo que reiniciar.40 Para el 30 de octubre
de 1533 Cortés por fin pudo botar dos navíos, el Concepción y el San Láza-
186 ro. No obstante, Nuño de Guzmán se apoderó de uno de estos navíos, por
lo que Cortés buscó, en 1535, la forma de recuperarlo, aun teniendo todo
en contra. Para 1539 el marqués mandó otra expedición al mando de Fran-
pueblo a la orilla del mar
Otro de sus acérrimos enemigos en esta época fue el virrey Mendoza, quien
enterado de las riquezas de California por el testimonio de fray Marcos de
Niza, quiso tener el derecho exclusivo sobre estas tierras. Mendoza no per-
mitió que los navíos de Ulloa llegaran a su destino, e incluso prohibió que
ningún otro saliera de Nueva España y envió a Gómez de Villafañe, corre-
gidor de Guamelula a Tehuantepec donde tenía el astillero y tomó todo lo
que ahí tenía, y prohibió a los oficiales no hiciesen nada ni echasen navíos
en el agua.42
40
Machuca, op. cit., 2008, p. 51.
41
Idem.
42
Ibid., pp. 51-52.
43
Borah, op. cit., 1975, p. 61.
pero hacia el oriente y occidente es una planicie que limita al sureste con la
Sierra Madre de Chiapas y al noroeste y suroeste con el Macizo Volcánico de
los Tuxtlas, con el Sistema Montañoso Oaxaqueño Poblano y con la Sierra
Madre Sur. De este modo, el Istmo de Tehuantepec, además de ser la porción
más estrecha del territorio nacional, es una depresión topográfica encerrada
entre dos macizos montañosos.44
187
De tal forma que en esos años se empezó a dar una transición a otro
puerto, cercano a Tehuantepec, el cual con mejores condiciones geográfi-
44
Ita Rubio, op. cit., 2003, p. 21.
45
José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp.
703-704.
46
Gerhard, op. cit., 1960, p. 34.
Mapa 19: Puerto de Guatulco, ca. 1580.
188
pueblo a la orilla del mar
Fuente: Peter Gerhard, Pirates on the west coast of New Spain, 1575-1742, California, A.
H. Clark, Glendale, 1960, p. 33.
47
Ostwald Sales Colín, El movimiento portuario de Acapulco, México, Plaza y Valdés,
2000, p. 55. Borah, op. cit., 1975, pp. 59-61.
48
Widmer, op. cit., 1990, p. 100.
49
Murdo J. Macleod, “España y América: el comercio Atlántico 1492-1720”, en Leslie
Bethell, (ed.), Historia de América Latina, t. ii, Madrid, Crítica, 1990, p. 49.
50
Widmer, op. cit., 1990, p. 99.
51
Borah, op. cit., 1975, p. 63.
52
Widmer, op. cit., 1990, p. 99.
Para llegar a Huatulco
Los caminos que se presentan en el mapa 20, que mediante un esfuerzo sobre-
humano Borah logró recostruir a partir de múltiples fuentes documentales,
que reproducimos aquí modificado a efecto de ejemplificar la orografía ac-
190 cidentada que se atravesaba, nos permite ver la forma en la cual se fueron
articulando los mercados y las relaciones que se pudieron entablar entre
las ciudades españolas y el puerto de Huatulco. Si bien es un mapa que se
pueblo a la orilla del mar
53
Borah, op. cit., 1975, pp. 64-69.
Estos caminos no siempre fueron hechos en tierras baldías o sin conflic-
to. En 1542 Luis de Castilla determinó la traza del camino real de Oaxaca a
Huatulco. Para hacerlo, este personaje realizó una visita y determinó cuáles
tierras serían afectadas para la ruta. Debido a ello Juan García de Velasco
solicitó al virrey que se le indemnizara por las afectaciones que se le hi-
cieron a una huerta de tierra que el cabildo de Antequera le había hecho
entrega. Él no podía aprovecharla; aun solicitando que la ruta no pasara por 191
su huerta. El 30 de julio de ese año el virrey ordenó que se le hiciera dicha
recompensa por parte del cabildo.54
tumbre, en 1607, que para los viajes transatlánticos (que podían guardar
relación con los intercoloniales):58
57
Ibid., p. 72.
58
La normatividad del funcionamiento de los puertos se va consolidando a lo largo del
siglo xv. En 1552 se comienza a legislar la entrada y salida de mercancías conforme a
notario (en el Atlántico y el Pacífico); legislación que se reforzó en 1558. Para 1575 otra
cédula disponía que todas las reglas que estuvieran vigentes y se aplicaran fueran ejecu-
tadas de igual forma en el Pacífico, sobre todo en relación con el registro de pasajeros, los
oficiales del puerto tendría que inspeccionar cualquier navío; siendo ellos los primeros
en subir y realizar la inspección. Recopilación de leyes, lib. ix, título xxxiii, leyes xxxii y
xxxiii; título xliv, ley ix y título xxxv, ley lv, apud, ibid., pp. 189-190.
59
Recopilación de leyes, lib. ix, título xxvi, ley xliv, apud José Luis Martínez, Pasajeros
de indias. Viajes trasatlánticos, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 58.
caria por cierto.60 Algunos de las provisiones más conocidas fueron: “biz-
cocho, vino, puerco y pescado salados; vaca, probablemente como cecina;
habas, guisantes y arroz; queso, aceite, y vinagre, ajos y toneles de agua”.61 En
Nueva España podría pensarse que se le podían sumar las frutas propias y
el maíz, hecho en tortillas.62
60
Ibid., pp. 58-59.
61
Ibid., p. 62.
62
“Las provisiones de la tripulación se guardaban en toneles, jarras y cajas comunes. En
cambio, cada pasajero, familia o grupo debía llevar su propio cargamento como quisiera
y pudiera. Y aquello debió ser una barahúnda de baúles, para lo más importante, y toda
suerte de cajas, jarras, botas de vino, cestos, sacos, atados diversos, cosas y cacharros
sueltos, y aun, los más previsores, algunas gallinas”. Ibid., p. 98.
De esta forma, la importancia del puerto de Huatulco fue en aumento
en poco tiempo, así lo reflejan las licencias para la salida de navíos y la em-
barcación de personas y mercancías, que eran constantes. Tanto así que el
virrey Mendoza salió del puerto de Huatulco en 1551 en dirección del Perú.
En relación con las afectaciones a los naturales, macehuales, se hacían notar
mediante las solicitudes para tamemes.63
194 La primacía de Huatulco se hacía evidente (como ya se mencionó), es
por ello que un grupo de artesanos se estableció en el puerto para dar ser-
vicio a la navegación. Éstos se dedicaban a las distintas fases de la cons-
pueblo a la orilla del mar
70
Para el caso del virrey Mendoza, véase Ethelia Ruiz Medrano, Gobierno y sociedad en
Nueva España: segunda Audiencia y Antonio de Mendoza, México, El Colegio de Mi-
choacán/Gobierno del Estado de Michoacán, 1991, pp. 180-186. “Muy pocos entre los
comerciantes más ricos que residían en la Audiencia de México creían que el comercio
en el Pacífico fuera suficientemente atractivo para comprar barcos. Su poca disposición
estaba sólidamente basada en que, dada la falta de buenos astilleros en la costa de la
Nueva España en el Pacífico, los barcos construidos allí eran ciertamente más costosos”.
Borah, op. cit., 1975, p. 143.
71
Ibid., p. 130. Martha de Jármy Chapa, La expansión española hacia América y el Océa-
no Pacífico, t. ii La Mar del Sur y el impulso hacia el Oriente, México, Fontamara, 1988,
p. 233.
Continúa cuadro 11.
Fecha Personajes Licencia o merced Observaciones Fuente
Licencia para que Dichos tamemes iban agn,
06/06/1542 Luis lleve tamemes, sin de la Ciudad de México Mercedes, vol.
Heredero llevarlos por fuerza y al puerto. 1, exp. 145, f.
pagándoles. 68v.
72
Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva España, 1521-1550, t. i,
México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 1984, p. 121.
73
Ibid., p. 124.
74
Ibid., p. 125.
tra que éstas eran burladas. No obstante, debemos tomar en cuenta que el
accidentado terreno novohispano tenía sus repercusiones en esta materia.
Si bien al iniciar la década de 1530 era clara la preocupación de la Corona
para con este asunto de los tamemes, lo que era ratificado en la Audiencia
de México, pero ésta última hacía notar a la Corona las repercusiones que
estas prohibiciones tenían en el mercado, por ejemplo, el alza en los precios
o escasez de productos. Por ello en la Nueva España se veía conveniente el 199
uso de tamemes, que en gran parte beneficiaba de igual manera a los na-
turales.75 Para 1533 se optó por permitir la carga de indios sólo con su vo-
75
Ibid., pp. 126-128.
76
Ibid., pp. 146, 171.
77
Gerhard, op. cit, 1960, p. 34.
78
Borah, op. cit., 1975, pp. 215-216.
males fueron traídos a la región en busca de terreno fertil para su reproduc-
ción, que a la larga, seguramente encontrarían una ruta hacia otros mer-
cados a partir del puerto. Asimismo, otro factor que se articuló al puerto,
teniendo repercuciones en los indígenas, tiene que ver con la canalización
de los productos que iban dirigidos a cubrir el pago del tributo. Por ejemplo,
cuando se hace la tasación de la encomienda de Juan Bello del pueblo de
200 Astata, el 14 de junio de 1548, se le concedió a Bello que parte del tributo
de esta encomienda fuera llevado al puerto de Huatulco, pudiéndose inferir
que podría ser embarcado como mercancía para su venta: “le han de hacer
pueblo a la orilla del mar
79
El libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo xvi, prólogo de Francis-
co González de Cossío, México, Archivo General de la Nación, 1952, p. 59.
80
Gerhard, op. cit., 1986, loc. cit., supra.
81
Borah, op. cit., 1975, p. 61.
Un ejemplo más concreto de la importancia de Huatulco como el prin-
cipal puerto de la Nueva España en la Mar del Sur, nos lo brinda Borah;
donde:
82
Borah, op. cit., 1975, pp. 61-62.
83
Eugenio Piñero, The Town of San Felipe and Colonial Cacao Economies, Darby, Penn-
sylvania, Diane Publishing, 1994, pp. 27-30
Mapa 21: Costa occidental de la Nueva España (copia original delinea-
da en 1541).
202
pueblo a la orilla del mar
Fuente: Miguel León-Portilla, Hernán Cortés y la Mar del Sur, Madrid, Ediciones Cultura
Hispánica/Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1985, p. 136.
Al entrar la década de 1550 y hasta 1585, el comercio entre los dos vi-
rreinatos llegó a su pináculo debido, en principio, a la consolidación del
proyecto de la Corona en el Perú y a una década previa volcada al desarrollo
del puerto. La Corona trató de promover el comercio entre los dos virreina-
tos, buscando con ello tener más apacibles a los españoles en aquello reinos
meridionales, más tendientes a revelarse.84
Las guerras civiles que tuvieron lugar en el Perú entre 1530 y 1560 ocasiona-
ron que los precios de las manufacturas, caballos y alimentos europeos subie-
ran mucho, ya que todo esto tenía que ser importado. Dichas guerras no sólo 203
conservaron los precios más altos todavía que en las condiciones normales
de escasez existentes en un principio, y de lo que los habrían hecho subir los
Sin embargo, mientras las cosas en el Perú iban cobrando forma, en Ni-
caragua se daba otro tenor, la rebelión de los hermanos Contreras, Hernando
y Pedro, tuvieron sus repercusiones en el puerto. De mayo a julio de 1550 se
tomaron medidas para evitar la entrada o salida de cualquier persona hacia
Guatemala. El 20 de mayo se le ordenó al alcalde mayor del puerto que me-
tiera tierra adentro toda la artillería y municiones que se encontraran allí,
claro con la mano de obra indígena. Tres días después se prohíbe dejar salir
a persona alguna para Guatemala sin licencia del virrey. Para el 23 de julio
se extiende la prohibición para que dicho alcalde aprehenda a cualquier
persona que no viniera registrada, enviándola a la cárcel de la Ciudad de
México, tomando todos los bienes, debido a que el virrey tenía noticia de
que algunos prófugos de Perú y León habían desembarcado en Huatulco.86
En este sentido, es clara la existencia de sitios estratégicos que los natu-
rales pronto se dispusieron a buscar para su beneficio, por ejemplo, solici-
tando mercedes que les concedieran sitios de venta buscando un beneficio
económico para los caciques y mostrando una adecuación a la vida portua-
ria, es decir, manifestándose como agentes de un cambio socioeconómico
envestidos en nombre de la comunidad. Tal es el caso de un mandamiento
de amparo de una merced solicitada en 1560 para tal efecto:
87
agn, Mercedes, vol. 5, f. 114r.
88
Martínez, op. cit., 1999, p. 25.
89
Ibid., p. 26. Confróntese Zavala, op. cit., 1984, p. 122.
fue la expansión del imperio español hacia Oriente y llegar a establecerse en
Filipinas en 1565, gracias a que Andrés de Urdaneta finalmente pudo trazar
el derrotero del tornaviaje de Filipinas (Este asiático) al virreinato novohis-
pano. Para lo cual Urdaneta estableció al puerto de Acapulco —bajando por
California— como el puerto oficial para tal viaje. Resultando que: “Un rasgo
sorprendente en la historia naval y portuaria de la Nueva España fue la elec-
ción del puerto de Acapulco para la serie de contactos múltiples entre un 205
extremo y otro del Pacífico”.90 Pero existen varias explicaciones plausibles
que nos dan cuenta por qué se eligió a Acapulco por encima de los otros
El puerto de Acapulco parece que tiene buenas partes para que en él se arme
el astillero para hacer navíos e para que en él sea la carga y descarga dellos,
por ser uno de los buenos puertos que hay en lo descubierto de las indias,
grande y seguro y muy sano y de buenas aguas y mucha pesquería, de mu-
cha madera para tablazón y pinos para mástieles y entenas. Aunque la ta-
blazón se truxese allí de otras partes por mar, importa mucho que el puerto,
para hacer los navíos y para la carga y descarga, sea en Acapulco, porque
demás que es bueno y tener las partes que tiene, bien cerca del puerto es la
tierra razonablemente poblada, y de esta cuidad [de México] a él no hay de
setenta y tantas leguas arriba, y camino que andan por él arrias.91
90
Ostwald Sales Colin, El movimiento portuario de Acapulco. El protagonismo de Nueva
España en la relación con Filipinas, 1587-1648, México, Plaza y Valdés, 2000, p. 52.
91
Nuchero, citado en ibid., p. 57.
Si observamos, análogamente, Huatulco pudo tener muchas de estas
ventajas, en cuanto a las condiciones geográficas y recursos técnicos, y quizá
la única que cambia sustancialmente es la cercanía de Acapulco con la Ciu-
dad de México. Si bien es cierto que los caminos de Huatulco a esta ciudad,
en el periodo que va de 1539 a 1564 estaban mejor acondicionados que los
de Acapulco, por lo cual se hacían más transitables, aun siendo mayor la
206 distancia (120 leguas); para el gobierno virreinal era mucho más económico
que las mercancías hicieran este recorrido que abrir nuevos y mejores ca-
minos al puerto de Acapulco. Sin embargo, dentro de estos mismos años se
pueblo a la orilla del mar
intentó hacer las mejoras de estos caminos, pero se llegó a un punto en que
se descuidó: “En 1547 el virrey ordenó la construcción de caminos a Aca-
pulco, Taxco, Zultepec y Zumpango; Antonio de Mendoza deseaba imbricar
le vereda de Cuernavaca a Iguala, Tixtla, Anenecuilco, Citlaltomagua, Co-
yuca, Citlala y llanos de Acapulco. Sin embargo, la primacía de otros puertos
en fechas tan tempranas influyó en un olvido temporal frente a los demás
con más fácil acceso”.92
En los años subsecuentes, de 1565 a 1572, este olvido se subsanó pau-
latinamente, al adquirir más importancia Acapulco. Al consolidarse el de-
rrotero Manila-Acapulco, influyó decididamente para que se valoraran las
ventajas antes expuestas, tanto el propio Urdaneta, como el virrey Martín
Enríquez, quien hacia 1572, escriben al rey Felipe ii, exponiendo que: “Aca-
pulco viene a ser el primer puerto para el comercio con Filipinas, porque
está cercano a la ciudad de México.”93 Al año siguiente, a finales de 1573,
queda establecido el puerto de Acapulco como sede del tráfico marítimo
proveniente de Asia.
De esta forma, a partir de la segunda mitad de la década de 1530, el puerto
de Huatulco empezó a ser muy rentable. A él fueron llegando agentes comer-
ciales, tenderos y mucha gente de distinta condición y calidad. Por sus caminos
se podían ver, en un principio, a los naturales caminando con sus cacles, con
una mantilla encima de las carnes y su maxtlatl, que les cubría su virilidad,
y todos ellos con grandes cabelleras, para cubrirse del sol. Ya en casa (que
eran unas chozas hechas de varas delgadas y cubiertas de paja, chaparritas y
algunas cubiertas con lodo —barro—94) se disponían a comer, sus tortillas
92
Schurz, citado en ibid., p. 58.
93
Idem.
94
Acuña, op. cit., v. 2, t. i, 1984, p. 189.
y tamales, o si tenían suerte, gracias a la caza, comían venado o iguana, que
podían alternar con algún buen pescado, pero eso sí, con su chile y su sal; y
para refrescarse tenían el agua clara, que podían aderezar con pinole (maíz
tostado y molido).95 Para tener una idea de el número de indígenas que se
desenvolvían en torno al puerto en estos años se habla de un asentamiento
de poco mas de cien casas, de considerable importancia.96
Después, ya para 1580, en pleno declive del puerto, a los indígenas se les 207
vería vestidos con camisas y zarahuelles (un calzón ancho y largo de man-
ta), algunos con sombrero y zapatos; aunque los más pobres seguirían con
ciando que surgieran figuras como el ya extinto Cortés, las cuales adquirie-
ran gran poder económico y político. No obstante, pareciera ser que en la
primera mitad del siglo xvi, quienes sí se beneficiaron, bajo dicha preten-
sión de la Corona, fueron los virreyes y demás oficiales, pues recordemos que
al llegar un nuevo virrey y con él todo su séquito (que en su mayoría serían
sus familiares) se veían en la necesidad de colocarlos en distintas empresas
y funciones. Por ello, no es singular que bajo tan envidiosas pretensiones la
Nueva España no contara con la infraestructura adecuada para salir al mar.
Los únicos puertos con salidas al océano eran: Veracruz hacia el Atlántico
y Acapulco hacia el Pacífico.101 Los dos mapas a continuación son de finales
del siglo xvi, el primero proviene del agi fechado en 1591 y al parecer es de
donde se copia el segundo, que se encuentra en el agn, el cual no tiene fecha
y sólo refiere que es de dicho siglo. En ellos se hace mención de la ruta que
siguió un enemigo inglés, Drake o Cavendish. Se encuentran referidas las
ciudades más importantes de Guatemala hasta Nuevo México. Cuentan con
los nombres de los puertos y pueblos cercanos a ellos, o al menos los más
importantes. De igual forma se trató de ejemplificar el accidentado terreno,
acompañado de algunas figuras de indígenas y animales.
de dichos mapas, así como sus comentarios acerca de nuestro tema que nos ayudaron a
percatarnos de tan complejo asunto, el de los puertos y las relaciones de los personajes
de la época. Información personal, 2011.
Mapa 22: Costa occidental de la Nueva España, 1591.
209
210
pueblo a la orilla del mar
102
Martha de Jármy Chapa, La expansión española hacia América y el Océano Pacífico,
tomo i: Un eslabón perdido en la historia: Piratería en el Caribe, siglos xvi y xvii, México,
Fontamara, 1987, p. 23.
103
“El enfrentamiento entre España y Portugal por descubrir una ruta oceánica que po-
sibilitara la relación comercial directa con el Este de Asia, ocasionó la llegada de los
españoles a tierras continentales antes desconocidas por ellos. En octubre de 1492 Cris-
tóbal Colón estaba plenamente convencido de su llegada a un archipiélago contiguo a
Japón, pero los portugueses consideraban que el italiano había encontrado nuevas islas en
el Océano Atlántico. Los lusitanos no permitirían la llegada de los españoles al Este, surcan-
do aguas atlánticas; en consecuencia, esgrimieron el reclamo de las islas descubiertas por
Colón señalando el contenido del Tratado de Alcazovas de 1475, que convenía la renuncia
a las islas Canarias por parte de Portugal a favor de España, conservando la exclusividad
de todos los archipiélagos del Mar del Norte”. Sales, op. cit., 2000, pp. 37-38.
104
Ibid., p. 38; Jármy, op. cit., 1987, p. 47.
fue tornándose más compleja despues del periodo de ruptura entre España
e Inglaterra, bajo el manto de la religión, que inició en 1534 con la reforma
religiosa anglicana.105 El punto más álgido al respecto se suscitó con ascenso
al trono de la reina Isabel i,106 lo que ponía en evidencia las dos visiones del
mundo que entrarían en juego en un nuevo escenario: el océano Pacífico.
En los albores de la modernidad, España ya había hecho patente la for-
212 ma en la cual la afrontaría. Para el siglo xvi el Estado-Iglesia español adoptó
el misoneísmo católico e imperial, combatiendo todo lo que le pareciera ex-
traño e incomprensible, creencias y tendencias progresistas y nacionalistas
pueblo a la orilla del mar
… entre los años de 1521 y 1559, la gran rivalidad existente entre los mo-
narcas franceses Francisco i y Enrique ii y los españoles Carlos v y Felipe
ii, se reflejó de manera muy clara en la actividad desplegada por los piratas
franceses en contra de España; esta misma actividad en el mar, esta vez de
corsarios ingleses, se puede observar en toda la segunda mitad del siglo xvi,
durante las sordas luchas políticas entre Felipe ii e Isabel i.108
Por último, Holanda, de igual manera, a finales del siglo xvi se pudo consti-
tuir como una potencia naval respetable. España, de la mano de Felipe ii, trató
de limitar la presencia del protestantismo en sus dominios. Esta política lle-
gó a los Países Bajos donde no fue bien recibida; iniciando una guerra civil
que tuvo el apoyo de Francia e Inglaterra, lo cual desembocó en la indepen-
dencia de las provincias del norte de España reconocidas por su monarca
en 1597.109
105
Véase Juan A. Ortega y Medina, El conflicto anglo-español por el dominio oceánico
(siglos xvi y xvii), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, pp. 38-44.
106
Véase Inmaculada Rodríguez Moya y Víctor Míngues, “Iconografía de los defensores
de la religión: Felipe ii de España versus Isabel i de Inglaterra”, en Pedro Barceló et al.,
Fundamentalismo político y religioso: de la antigüedad a la Edad Moderna, Valencia, Uni-
versitat de Jaume i, 2003, p. 198.
107
Ibid., passim.
108
Jármy, op. cit., 1987, p. 48.
109
Ibid., p. 50.
Es importante analizar la práctica del corso110 durante el siglo xvi y de la
piratería durante el siglo xvii en la Mar del Sur (océano Pacífico). Empeza-
remos por dar unas definiciones muy breves para entender a qué nos referi-
mos cuando se usa cada término, pues por lo general se tiende a englobar a
las prácticas enemigas contra España como piráticas, lo cual sería un error
si no se consideran las diferencias entre una y otra.
Las imprecisiones que se pueden tener datan del origen mismo cuando 213
éstas se llevaron a cabo en las aguas americanas. Algunos trabajos realizados
sobre el corso y la piratería mencionan que estas prácticas adquirieron gran
Teniendo en cuenta estos datos, se puede interpretar que hay una gran
conexión con la historia del pueblo de Huatulco y la piratería. Desde la pers-
pectiva de este sitio destaca una coincidencia con los problemas en Europa:
las invasiones de corsarios y piratas son la consecuencia de la ruptura y la
competencia entre el imperio español e Inglaterra y también teniendo en
cuenta a las otras potencias europeas, Francia y Holanda:
110
El corso se refiere a la “campaña que hacen por mar los buques mercantes con patente
de su gobierno para perseguir a los piratas o a las embarcaciones enemigas”. Diccionario
de la Lengua de la Real Academia, apud, Manuel Lucena Salmoral, Piratas, bucaneros,
filibusteros y corsarios en América: perros, mendigos y otros malditos del mar, Madrid,
Mapfre, 1992, p. 33-34. [el autor no especifica edición del diccionario].
111
Ibid., p. 26
112
Ibid., p. 13.
Estos personajes, sin embargo, tuvieron su propia temporalidad y área
de acción y no es lo mismo un corsario a un pirata, aunque las líneas que
dividen a uno de otro son muy tenues y difíciles de separar; y en algunos
casos pareciera más apropiado fusionarlos, es decir, corsopiratas. La imagen
que se puede presentar, gracias a la literatura o el cine (más recientemente),
214 dista de la realidad. Aquellos hombres que en el siglo xvi entraron en la costa
occidental de la Nueva España y llegaron al punto exacto del puerto de Hua-
tulco, no eran hombres bárbaros con barbas desalineadas, o con parche en
pueblo a la orilla del mar
algún ojo, ni con un pie de palo o que decir de un garfio; aunque sus acciones
pudieran parecer lo contrario, estos corsarios procedían con cuidado.
Sin embargo, para comenzar a explicar la situación de este periodo, si-
glos xvi y xvii, así como sus causas y consecuencias, es importante definir
claramente lo que significó esta práctica. De acuerdo con las palabras de
Fernand Braudel, el término piratería comenzó a utilizarse durante el siglo
xvii. Por lo que no es muy preciso decir que fueron piratas quienes andu-
vieron llevando sus prácticas dentro de las costas de la Mar del Sur, sino que,
de acuerdo con algunos documentos son llamados corsarios o enemigos.113
Empero, el corsario denota a un marino mercante particular el cual es-
taba al servicio de un monarca, o en otros casos se aprecia que servía tam-
bién a diversos comerciantes, entendiendo que estos marinos aún pudieran
estar dentro de la categoría de un corsario, puesto que dichos comerciantes
pertenecían al mismo reino y acataban las órdenes del mismo monarca.114
Tenemos entonces que: “El corso es una forma lícita de guerra, legalizada
bien por una declaración de guerra formal, o bien por patente de corso”.115
Mientras que el pirata sólo saquea o roba para su propio beneficio, algo que
sucedía ya en el siglo xvi, pero el concepto de piratería no era tan difundi-
do. Aunado a estos dos, existió otro tipo de agresión por parte de los rivales
de España, para afectar el comercio y sacar ventaja de ello: el contrabando.
Estas diferencias, por un lado, que parecieran ser sustanciales se hacen más
atractivas cuando entendemos que el Mediterráneo es el antecedente más cla-
ro para este tipo de práctica, que se trasladó a América; por otro lado, esto
113
Fisher, citado en Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la
época de Felipe ii, vol. ii, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 286.
114
Lucena, op. cit., 1992, p. 36-37; Carlos Saiz Cidoncha, Historia de la piratería en Amé-
rica española, Madrid, San Martín, 1985, pp. 54-55.
115
Braudel, op. cit., 2005, p. 286.
se entiende por el hecho de que el Mediterráneo fue el sitio que enmarcó
el comercio europeo hasta el siglo xvi. “Después de 1574, la guerra de las
armadas, de los cuerpos expedicionarios y de los grandes asedios está prác-
ticamente terminada”.116 No obstante, esto no quiere decir que reinara la paz
entre los distintos reinos europeos, ya que:
La suspensión de la guerra mediterránea, después de 1574, ha sido, sin duda, una 215
de las razones de la serie de perturbaciones políticas y sociales que ahora se pro-
ducen casi en todas partes, incluido el bandolerismo. Lo que desde luego puede
Pero el lector puede estar pensando que corso y piratería son, a fin de cuen-
tas, la misma cosa: crueldades análogas, exigencias que se imponen, monó-
tonas, en función del curso de las operaciones y de la venta de esclavos y
mercancías capturados. Sí, es cierto, es lo mismo, pero con una diferencia: el
corso es una antigua forma de piratería originaria del Mediterráneo y creci-
da sobre sus mismas aguas, con sus usos, compromisos y negociaciones.118
En el transcurso del ajetreado siglo xvi, con sus cambios sociales, políti-
cos, económicos y culturales, a terreno novohispano llegó más de un corsa-
rio al Pacífico; en busca de riqueza y gloria de aquellos años, surcó los mares
de Atlántico para navegar por el Estrecho de Magallanes, donde tantos se
extraviaron a causa de un mar bravo, que si hubiera existido el fin del mun-
do le sería muy análogo. Pero una diferencia que sí importa, y hay que recal-
car, es el hecho de que para los corsarios sí existió la necesidad de respetar
y defender un reino, que mediante el color o escudo de armas plasmado en
116
Ibid,. p. 284.
117
Ibid., p. 285.
118
Ibid., p. 287.
una bandera se podía identificar en mar adentro al enemigo. Mientras que,
por otro lado, el pirata sólo vio por su beneficio personal.
En un inicio el Pacífico no representó, para la Corona española, un lugar que
se tuviera que proteger de enemigos extranjeros, se veía como un mar exclusivo
de españoles. Con el tiempo esto cambió, y se vio la necesidad de fortificar los
puertos, pero eso sucedió mucho tiempo después de la primera incursión de
216 enemigos extranjeros en las costas del Pacífico, más al norte de Panamá el único
puerto que tuvo una guarnición fue Acapulco. Las grandes riquezas, de plata del
Perú y México y los saques del galeón de Manila dieron grandes botines a los
pueblo a la orilla del mar
corsarios y piratas, quienes tenían una mejor artillería que los españoles.
Tenemos, entonces, que los piratas y corsarios vienen siendo, a final de
cuentas la misma cuestión, sin embargo, esto es superficial, ya que si bien la
piratería realizó las mismas acciones que un corsario y pretendía lograr el con-
trabando en las diversas colonias americanas, sólo generó beneficios para el
propio “pirata” y atacó a cualquier Estado sin distinción. Mientras que el cor-
sario generaba riqueza para él y para el Estado y comerciantes —del mismo
Estado— para los cuales trabajaba; generaba además el contrabando en bene-
ficio de él y del monarca o comerciantes, sin olvidar que los ataques estaban
predeterminados por el Estado al que servían; es decir, se atacaba al enemigo
de dicho Estado.119 Ya entrada la segunda mitad del siglo xvi, el Pacífico es-
pañol fue objeto de ataques extranjeros, en el momento mismo que se iba
estableciendo el comercio con Oriente, en Filipinas.
Por tanto, podemos mencionar que una de las diversas causas por las que
la zona de Huatulco fue invadida se debió a su fragilidad defensiva, echo que
favoreció a los enemigos, por su cercanía con el puerto de Acapulco; de gran
importancia económica, pues tenía la ruta Acapulco-Panamá-Lima-Filipinas.
Si a esto le agregamos la poca capacidad de defensa de las autoridades espa-
ñolas en su dominio americano, así como los problemas europeos entre el
Estado español y sus enemigos europeos, entenderemos que la historia de
Huatulco está relacionada con situaciones de gran complejidad, pues uno
se preguntará: ¿Cómo podían estar tanto tiempo en la mar los enemigos?
Podríamos entender así que Huatulco, más allá de las riquezas propias que
pudiera ofrecerle a los enemigos, era un punto de abastecimiento y repa-
ración de navíos, no importando si estas reparaciones y reabastecimiento
fuera por las buenas o por la fuerza.
119
Saiz, op. cit., 1985, pp. 52, 62.
Por ejemplo, se ha visto que la ruta antes citada era de gran importancia
debido a la concentración de riqueza que por ella circulaban, más allá de
que Huatulco tenía o pudiera ofrecer a estos personajes. A lo largo de sus
viajes se hacían sentir en los puertos de:
120
Carmen Saucedo Zarco, Sor Juana Inés de la Cruz, México, Planeta, 2004, pp. 25-26.
121
Gibson, op. cit., 2007, p. 384.
recursos a su alcance, pero eso sí, con una desigual distribución a lo largo
de todo el imperio.
Sus competidores, de igual forma, llevaban un ritmo acelerado en su
producción, lo que les instaba a buscar mercados donde colocar sus pro-
ductos; lo que derivó en una especialización de su flota mercante y la tripu-
lación que tendría que embarcarse mar adentro para la búsqueda de estos
218 mercados. Esto afectó a España, que desde finales del siglo xv y hasta la
primera mitad del siglo xvi, no tuvo problema al monopolizar gran parte
de América, lo cual poco a poco fue tornándose más difícil de hacer. Así, las
pueblo a la orilla del mar
122
Lucena, op. cit., 1992, pp. 26, 96. “Franceses e ingleses, vanguardia de los países eu-
ropeos desheredados del Nuevo Mundo, lanzaron a sus piratas y corsarios al Atlántico,
para luchar contra el exclusivismo hispano. Más tarde hicieron lo mismo los holandeses,
esgrimiendo la teoría del Mare liberum elaborada por Hugo Grocio [Hugo van Grot].”
Ibid., p. 19.
gal [al pasar a formar parte del Imperio], en las posibilidades de dominio
y explotación del Nuevo Mundo; la codicia provocada por las riquezas en
metales preciosos que se llevaban de las Indias a España; las guerras contra
Francia e Inglaterra; la desorganización y debilidad de las defensas de las
naves que cruzaban el océano y de los puertos diseminados en las islas y
continente; y una moral que encontraba justificable lo mismo la conquista
y explotación de los pueblos indígenas que el comercio y esclavitud de los 219
negros hicieron posible el bandidaje marino llamado piratería.123
El balance de la piratería contra España entre 1536 y 1568 fue de 189 bar-
cos capturados y 74 incursiones en tierra. En el Atlántico americano sólo se
apresaron 152 naves españolas, pues las 37 restantes lo fueron en el trián-
gulo comprendido entre España, Canarias y las Azores. Resulta así que la
media (4,75) no llegó a cinco barcos por año. No puede decirse, por consi-
guiente, que este despertar de la piratería fuera especialmente grave para las
colonias americanas.128
Si bien es cierto que puede ser baja, esta media fue lo suficientemen-
te fuerte y atractiva para que se desarrollara dicha actividad. Como se ha
señalado, es necesario contemplar el panorama completo; si bien las colo-
nias meridionales pudieron consolidarse hasta la segunda mitad del siglo
xvi, es claro que esto repercutió en un alza en la producción de metales
preciosos, sobre todo de plata proveniente de Perú. Con ello pareciera ser
126
“Prouifion que manda que fe tomen por perdidos los nauios y mercaderías de los
eftrangeros deftos reynos que paffaren a las Indias fin licencia, 1540”, en Jacques Lafaye,
Los conquistadores, figuras y escrituras, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p.
196.
127
Idem.
128
Lucena, op. cit., 1992, pp. 51-52.
más atractiva todavía dicha actividad. La primera mitad de la década de
1550 fue un periodo decisivo en las relaciones entre España e Inglaterra,
en principio, por la sucesión del reino, y por ser cada vez más atractivas las
riquezas americanas a los ojos ingleses.129 Esto último se puede explicar por
la creciente información que llegaba a Inglaterra de un pequeño grupo de
mercaderes ingleses que residían en Andalucía, los cuales eran testigos de
la llegada de los galeones de la flota de Indias, cargados hasta el tope de la 221
riqueza americana.130
La gran sorpresa de los españoles, con este telón de fondo, es que un
129
Ortega y Medina, op. cit., 1994, p. 57.
130
Lourdes de Ita Rubio, Viajeros isabelinos en la Nueva España, México, Instituto de
Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Fondo
de Cultura Económica, México, 2001, p. 28.
131
Sales, op. cit., 2000, pp. 37-42.
132
Borah, op. cit., 1975, p. 191.
Francis Drake y el buque que no era
Hacia 1543 en Devonshire, actual Devon, Inglaterra, nace Francis Drake, el
cual “fue el primer extranjero que logró penetrar el Pacífico español”133 me-
diante la circunnavegación por el Estrecho de Magallanes. Anteriormente
John Oxenham había penetrado hacia el Pacífico español atravesando Pana-
222 má en 1575.134 En los primeros años de vida de Francis Drake no se hubiera
pensado en él como un personaje relevante en la historia mundial, no tuvo
una educación formal, era casi analfabeta. Provenía de una familia numerosa
pueblo a la orilla del mar
133
Sales, op. cit., 2000, p. 68.
134
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 57-58.
135
Lucena, op. cit., 1992, p. 98.
136
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 60-61.
137
Idem.
138
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 61-62. Por otro lado, Lucena, op. cit., 1992, p. 87, nos dice
que más bien pudiera referirse a los ingleses de este periodo como corsopiratas, incluido
Drake, “pues el gobierno inglés expidió patentes de corso para atacar a las plazas indianas
“la partida de Drake hacia el Nuevo Mundo sin una misión será considerada
como un acto ilegal por buena parte de sus compatriotas”.139
Se han generado tres ideas de las intenciones de la misión de Drake, que se
derivan de los resultados a su regresó a Inglaterra el 2 de septiembre de 1580,
al mismo puerto que lo vio salir en el invierno de 1577, pero una cuarta sería
la más plausible. Primero, establecer una relación comercial entre Inglaterra
y Oriente, empresa que llevó a buen término, casi a su regreso a Inglate- 223
rra.140 Segundo, poder encontrar el Estrecho de Anián, que para esa época,
se pensaba, tendría que estar al norte de California y conectaría al Pacífico
Ibid., p. 64. Lucena, op. cit., 1992, p. 102, nos dice que el Pelican tenía un tonelaje de
145
146
Gerhard, op. cit., 1960, p. 63-64.
147
Ita Rubio, op. cit., 2001, pp. 125-126.
148
Lucena, op. cit., 1992, p. 92. “De la autoridad del capitán emanó un código disciplinario
para la vida a bordo, con castigos ejemplares para quienes infringían las normas. Muchos
capitanes prohibieron jugar a los dados o a las cartas y hasta penaron jugar, contar
historias obscenas y tener conversaciones impías. Los castigos usuales eran azotar a los
transgresores, pero había algunos especiales. Así, se cortaba la mano al que atentara con
un cuchillo contra un oficial, y si había herido a un compañero se le castigaba pasándole
tres veces por debajo de la quilla, con lo que se le producían numerosas heridas por
las adherencias de los moluscos. También se sometía a un castigo humillante al que
hurtaba: se le afeitaba la cabeza y se le untaba con una mezcla de plumas y aceite
hirviendo. Delitos de homicidio eran competencia de la justicia inglesa, pero algunas
veces se hicieron extrañas ejecuciones en los buques corsarios”. Ibid., pp. 92-93.
poco tiempo después, ya en el Pacífico, en los primeros días de septiembre
de ese año, fueron recibidos por fuertes tormentas que infligieron daños al
resto de la flota; el Christopher se perdió y dio excusa para que el Elizabeth
regresara a Inglaterra, siendo la Golden Hind el único que hiciera el resto del
viaje, dejando a Drake y su tripulación sin ningún buque de reserva al cual
recurrir en caso de alguna contingencia.149
226 Ya en solitario Drake, su Golden Hind y sus hombres continuaron hacia el
norte sobre la costa chilena. Para el 5 de diciembre de 1578 llegaron a Valparaí-
so, puerto español, en el actual Chile, donde su viaje empezó a cobrar su recom-
pueblo a la orilla del mar
149
Gerhard, op. cit., 1960, p. 65.
150
Ita Rubio, op. cit., 2001, p. 126.
151
Gerhard, op. cit., 1960, p. 65. Ita Rubio, op. cit., 2001, p. 126.
Mapa 24: Rutas de piratas al Pacífico.
227
Fuente: Peter Gerhard, Pirates on the west coast of New Spain, 1575-1742, California, A.
H. Clark, Glendale, 1960, p. 63.
152
Ibid., p. 66.
153
Ibid., p. 67.
154
Ibid., p. 68.
nave española fue remolcada por la Golden Hind en su travesía hacia el norte
y para la mañana del 6 de abril la nave de Zárate le fue devuelta, tomando
lo más valioso y menos voluminoso y tras la negativa constante de Sánchez
Colchero por ayudar a los ingleses se le dejó en libertad a manos de Zárate,
sin antes tomar a otro piloto de la nave de Zárate quien ayudaría en su ca-
mino hacia Huatulco.155
Al salir el sol, el lunes 13 de abril de 1579, e ir iluminando las chozas y 229
almacenes en el tranquilo puerto de Huatulco, en donde días antes había
atracado un buque de aproximadamente 100 toneladas que se encontraba
Y esta mañana que fue lunes santo a las 8 de la mañana estando en el p[uer]
to de Guatulco tuve aviso, de marineros de un navío de ju[an]o de Madrid
que estaba en el dicho puerto y cargado de ropa para con […] y p[ar]a ha-
serse a la vela el miércoles que viene, de que abian visto aquella ora dos belos
muy cerca del puerto, la una grande y la otra pequeña.157
160
Idem.
161
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 70-71.
162
agi, op. cit., f. 2r.
163
Idem.
164
Ita Rubio, op. cit., 2001, p. 127.
165
Ibid., p. 79 (nota: 118).
Para los españoles que ahí vivían fue lo contrario, ellos vieron con gran
tristeza a sus enemigos “saltar en tierra y con su capitán comenzaron asa-
qear las haziendas de mercaderes y cassas delos que alli viviamos”. Para estos
años lo común, entre españoles e ingleses, era el mutuo odio por la cuestión
religiosa, así que con pesar los españoles no pudieron hacer nada contra los
ingleses, a quienes vieron decididamente, profanar, quemar y destruir la pe-
queña iglesia: “hacer con gran desvergüenza pedazos las ymajenes y cruzifi- 231
jos acuchillados”, hasta la campana pareció tener la misma suerte.166
Los prisioneros de que se hicieron los hombres de Drake, de acuerdo
[…] was to do as much harm as possible to King Philip and his viceroy in
New Spain. He further mentioned that he would continue punishing the
Spaniards until he had collected the £2,000,000 taken from his cousin John
Hawkins at Vera Cruz in 1568.169
166
agi, idem.
167
Idem.
168
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 71-72.
169
“(…) era hacer tanto daño como fuera posible para el rey Felipe y su virrey en la
Nueva España. Mencionó además que continuará castigando a los españoles hasta que
él hubiera recogido los £ 2,000,000 tomados a su primo John Hawkins en Veracruz en
1568”. Ibid., p. 72.
intentó obtener información de quién era la gente que los atacó, y dice “y lo
que mas pude entender fue que el piloto desta jente, por lo que entendieron
la jente del navio que digo de ju[an]o de madrid, se llama morera, y un
yndio enfermo que quedo en el puerto conoció la prime vez a uno o dos
hombres que aquí solian andfar por marineros”.170 Después de obtener esta
información Gaspar de Vargas se apresuró a llegar al pueblo de Huatulco,
232 donde a las doce de la noche redactó una carta que mandó con un indio
para Oaxaca (de la cual nos estamos sirviendo), quien haría tres días de via-
je para que se tuviera noticia del enemigo y se diera voz de alarma al puerto
pueblo a la orilla del mar
172
Ibid., pp. 72-73.
pudiesen yr para que la bayan siguiendo yno ande contanta libertad”.173 De
tal manera que las distintas autoridades en la Nueva España, Guatemala y el
Perú, tuvieron sus propias interpretaciones del asunto y su forma de actuar
fue similar, pero con diferencias claras que pusieron de manifiesto su inca-
pacidad para tratar este tipo de asuntos.
En la Nueva España existieron problemas en la organización para dar
234 respuesta a estas incursiones. Quizás el más importante sea el de las comu-
nicaciones entre España y sus respectivas colonias y en el interior de ellas,
dado que, para ser más precisos, además de los problemas territoriales, es-
pueblo a la orilla del mar
Y a la hora questa scrivo acavo de resivir otra carta del al[ca]lde mayor de
guatulco conesa relacion que con ella me ynvio no me persuado aquello sino
que entro en esta mar por donde la ves passada y que quanto debe son fan-
farronerías. Yaunque vi[s]to claro pues debe que entro con seis galeones y
que en un temporal que le dio en la costa del Peru se apartaron los cinco
y queya tiene nueva dellos yesta nueva devio de ser por su belacion que de
otra manera no se yo quien sela podria dar sino que le deve parecer que con
aquello pone gran espanto y este navio debe de ser de los que van y bienen
al peru. El cual devio detomar con la lancha y si esto es en panama se enten-
dera mejor ya han avisado a V.M. y con la nueva promesa que tuve el jueves
pasado en la tarde despache yo correo al presidente de Guatemala dandole
la relacion que yo tenia deste corsario y lo que havia hecho en guatulco y lo
mismo escrivi al presidente de Panama para que estuviesen avisados […] Y
al de guatemala que ynbiase la carta de los navios de acapulco tengo temor si
el aviso del al[ca]lde mayor de guatulco no llego antes porque desta manera
d[o]n. Juan de Guzman al[ca]lde mayor de acapulco le saldra arrescivir en-
viandole entendiendo que es navío del peru puesde corsario es cosa nunca
vista estaria tan descuidado que pudiese entrarse como en guatulco.174
175
Idem.
176
Gerhard, op. cit., 1960, p. 79.
Thomas Cavendish y la leyenda de la
Santa Cruz
El éxito obtenido por Drake al expoliar la riqueza española en 1579 en el
Mar del Sur, dio suficiente aliento para que otros ingleses se apresuraran
a seguir los pasos del ya Sir Francis Drake. Para 1585 existió, entre España
236 e Inglaterra, un abierto estado de guerra, situación que se articularía en un
sentir de exaltación ante su reino, y por otro lado, en una búsqueda del benefi-
cio personal. Dos exploraciones se dispusieron para alistarse en el año de 1586
pueblo a la orilla del mar
para salir en busca de la riqueza ibérica en sus territorios americanos, vía mar.
La primera de ellas a cargo de George Clifford, conde de Cumberland, quien
se dispuso a enlistar dos buques a los que se sumarían otros dos, uno de ellos
propiedad de Sir Walter Raleigh, sin embargo, esta empresa no tuvo éxito.177
La segunda, y que aquí interesa, es la expedición de Thomas Cavendish,
quien tuvo éxito en llegar al Pacífico español, repitiendo la circunnavega-
ción. Cavendish pertenecía a una familia acomodada, nació en el condado
de Suffolk en 1560 y era heredero de una fortuna considerable, que en poco
tiempo dilapidó. Perteneció a la Corte de la reina Isabel i y decidió hacerse
corsario para recuperar su fortuna y posición. Al parecer era de un carácter
más duro que Drake, pero igual de diestro en el mar. Para los años de 1583 a
1585 había acompañado a Sir Robert Grenville en su viaje a Virginia en una
expedición colonizadora, lo que lo dotó de cierta experiencia.178
El 31 de julio de 1586 (o 21 de julio de ese mismo año para los ingleses,
por el cambio al uso del calendario gregoriano179) después de un periodo
de tres días Thomas Cavendish, a bordo del Desire, su nave insignia, levó
anclas y se dispuso a salir del puerto de Plymouth acompañándose de otras
dos naves más con una tripulación de 123 hombres, algunos de los cuales
ya habían hecho ese viaje al mando de Drake. El Desire era una nave de
120 toneladas y contaba con una artillería que daría envidia y podía hacer
sucumbir a los barcos españoles: eran 29 cañones de bronce y de hierro
fundido. La segunda de estas naves era el Content, de 70 toneladas, y una
tercera, que era más bien una barca, el Hugh Gallant.180
177
Gerhard, op. cit., 1960, p. 81.
178
William Fordyce Mavor, Historical account of the most celebrated voyages, travels, and
discoveries, from the time of Columbus, vol. ii, Londres, 1796, p. 44.
179
Ibid., p. 45.
180
Gerhard, op. cit., 1960, pp. 81-82.
Mapa 25: Nueva España y Guatemala, 1570-1745.
237
Fuente: Peter Gerhard, Pirates on the west coast of New Spain, 1575-1742, California, A.
H. Clark, Glendale, 1960, pp. 20-21.
238
pueblo a la orilla del mar
181
Ibid., p. 82.
Sus primeros contactos con puertos españoles fueron en la costa del
Perú y Chile, donde su botín no se acrecentó en demasía, y para el 11 de
julio ya avistaban Centroamérica. Al dejar atrás las costas del Sur, el virrey
del Perú, a finales de mayo escribió cartas para Panamá y México dando la
voz de alarma de la presencia del corsario inglés. Pero como hemos visto, el
problema de la correspondencia seguía presente, pues el virrey de la Nueva
España no recibió dicha carta sino hasta mediados de octubre de ese año, 239
tiempo en el que Cavendish ya había aterrorizado ese virreinato.
El 19 de julio los ingleses tuvieron su primer encuentro con una nave
182
Ibid., p. 83.
183
Ibid., p. 84.
intercambiar plata por mercaderías chinas. Así que sólo había un pequeño
buque anclado en el puerto que traía un cargamento de cacao proveniente de
Acajutla, de unas 50 toneladas. Al llegar a la bahía, la primera acción de los
enemigos fue apoderarse de la pequeña embarcación; acto seguido entraron
a tierra haciendo gala de sus armas, consiguiendo un descontrol de quienes
ahí se encontraban. Pronto el puerto cayó en manos de los hombres de Ca-
240 vendish y el alcalde mayor fue hecho prisionero. Mientras tanto, las pocas
personas que pudieron escapar se refugiaron tierra adentro, en los montes.
El puerto había quedado bajo el control de los protestantes, que ya era un
pueblo a la orilla del mar
lugar cubierto por la maleza, con no más de cien chozas de carrizo, una peque-
ña iglesia y una bodega, con muy poco que ofrecer a sus captores. Pero no
por ello sintieron compasión, como era de esperar, profanaron la iglesia y la
quemaron; entrando a las viviendas procedieron de igual forma pasándole
la antorcha a todo lo que pudiera arder. Al día siguiente, venía lo peor, tras
llegar Cavendish y sus dos navíos, se dispuso a quemar el campo de varios
kilómetros a la redonda. Estas acciones pueden ilustrar las diferencias de
un corsario a otro: de Drake se puede decir que tenía cierta consideración
por sus enemigos, pero Cavendish tenía un odio más marcado hacia los
españoles, el cual se hacía presente en estas acciones.184
Cavendish se dispuso a abandonar los restos del puerto de Huatulco,
zarpando el 12 de agosto de 1587 hacia mar adentro con dirección de Aca-
pulco. Antes de partir quemó la pequeña embarcación que yacía indefensa
en el puerto, tratando de hacer lo mismo con una cruz que estaba clavada en la
playa, propósito que según los cronistas españoles no pudo concretar aun con
todos los medios que contaba. Las referencias a esta cruz se contraponen abier-
tamente: por un lado los cronistas ingleses no hacen mención a este episodio;
cosa distinta es lo hecho por los españoles, quienes la elevan a una categoría de
milagrosa y dan pie a que con el paso de los años creciera la leyenda de la Santa
Cruz de Huatulco. El primer cronista que dio cuenta de la Santa Cruz fue fray
Juan de Torquemada, quien amalgama sus grandes dotes de historiador con
su devoción católica.
La cruz como instrumento de la Pasión y Redención para la fe católica
es el instrumento que por antonomasia utilizaron los evangelizadores para
luchar frente a las fuerzas del mal que atentaban contra la fe cristiana.185
Pacifique (xvi-xviii siécles)”, en Cahiers des Amériques Latines, núm. 33, 2000, p. 15.
Así, en la lucha frontal ideológica de la segunda mitad del siglo xvi, entre
el protestantismo inglés y el catolicismo español, es donde la cruz encontró
un terreno fértil de acción:
Beaucoup de ce qui nous retient se trouve ici, dans ces marges lointaines de
la chrétienté, en situation de confrontation idéologique, religieuse souvent
violente. Dans ce contexte, l’arme privilégiée du catholicisme est la Croix- 241
Passion. Ici le pouvoir formidable de l’instrument est double. La Croix est
la “muraille”, la forteresse inexpugnable derrière laquelle s’abrite la commu-
Apoderados los enemigos de nuestra santa fe católica del dicho puerto, como
gente sin luz y ciegos, con el aborrecimiento que tienen a las imágenes, destruían
todas las que podían haber a las manos, y viendo enhiesta esta alta y hermosa
cruz, quisieron quemarla, para lo cual la derribaron y untándola con brea
para que mejor y más fácilmente ardiese, la cubrieron con chamiza y dié-
186
“Gran parte de lo que nos mantiene aquí, en los márgenes distantes de la cristiandad, es
una situación de confrontación ideológica religiosa, a menudo violenta. En este contexto,
el arma preferida del catolicismo es la pasión de la Cruz. Aquí el formidable poder del
instrumento es doble. La Cruz es la “muralla” detrás de la fortaleza inexpugnable que
albergó a la comunidad de los creyentes que velan en las cuatro esquinas del espacio
[…]. La pasión también lleva consigo la fuerza del ejemplo y la persuasión que procuran
la redención y la salvación que la acompañan”. Ibid., p. 17.
187
Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, vol. v, lib. xvi, cap. xviii, México, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, 1986, p. 305.
ronla fuego. Comenzó a arder la chamiza fuertemente, ayudada de la brea
que más aviva la llama, pero por más fuego que había la santa cruz no se
quemaba; los herejes airados aumentaban fuego, rendidos de el de su ira;
pero el poder de Dios (cuya fuerza es infinita) no consentía que aquel santo
madero se abrasase. Esto duró por tres días que el enemigo estuvo en aquel
puerto y los nuestros se habían ido a los montes. Ido el enemigo y vuelta la
242 gente a él, fueron al lugar donde humeaba el fuego que sobre la santa cruz
se había encendido; y apartando la brasa y ceniza de que estaba cubierta, la
hallaron entera y sana y sin lesión alguna, muy hermosa y resplandeciente
pueblo a la orilla del mar
sin que el fuego continuo de tres días la ofendiese. Viendo los católicos el
conocido milagro, postrados en tierra, la adoraron y dieron gracias a Dios
con muchas lágrimas por haberse servido de haber mostrado su poder
en defender aquel santo madero.188
Por otra parte, los problemas que dieron los corsarios y enemigos a las
posesiones españolas en la Mar del Sur se vieron reflejados en la creación de
una serie de armadas-convoy con la intención de proteger esas aguas y a las
riquezas que por ellas transportaban los buques españoles. En un inicio fue
la Armada de Barlovento quien tenía a su cuidado la zona del Caribe espa-
ñol; que buscaría evitar la circunnavegación. Después se sumó la Armada
del Sur, o mejor dicho la Real Armada del Mar del Sur, la cual surgió como
una respuesta a las diversas invasiones de los corsarios ingleses y holande-
ses, en el derrotero del virreinato del Perú-Panamá, atacando a lo navíos
españoles cuyo cargamento era principalmente de lingotes de plata; que
introduciédose por el Golfo de Panamá y atravesando la masa continental
hasta llegar al Atlántico era embarcado hacia la metrópoli.191
Óscar Cruz Barney, El combate a la piratería en Indias: 1555-1700, México, Universi-
191
Sin embargo, el rey no estuvo dispuesto a erogar más gastos para prote-
ger lo que se consideraba un lago español; crédulamente mantuvo una idea
errónea de la situación, dejando desprotegidos aquellos puertos de la Mar
del Sur.192 El caso de Acapulco, tras la presión ejercida por el Consulado de
México, fue distinto, se impulsó la necesidad de fortificar aquel puerto. Una
medida inicial se dio con la implementación de un barco de aviso.193 De tal
192
Jármy, op. cit., 1988, p. 430.
193
Sales, op. cit., 2000, pp. 81-109.
manera, por ejemplo, “La Armada de Barlovento intervino en el siglo xvii en
diversas acciones defensivas, entre ellas, la infructuosa búsqueda de los esta-
blecimientos escoceses en el Darién, y llegó a los inicios del siglo xviii en un
estado deplorable.”194
La Segunda Armada, al parecer tuvo sus limitaciones, pero en algunos
casos pudo tener éxito en su tarea, pues fue equipada con cañones y armas,
a lo que se le sumó que en Panamá se instalaran cañones para defensa del 245
puerto, teniendo así los dos tipos de defensa más propicios para ese mo-
mento: las “defensas fijas” y las “defensas móviles”. Esta armada surge de dos
194
Bibiano Torres Ramírez, La Armada de Barlovento, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispano-Americanos, 1981, pp. 108-109.
195
Ostwald Sales Colin, “El movimiento portuario de Acapulco: La hegemonía española
en la ruta transpacífica (1587-1648)”, tesis de maestría, México, Universidad Autónoma
Metropolitana (Iztapalapa), 1998, p. 83.
196
O’Gorman apud, Beatriz Garza Cuarón et al., Historia de la literatura mexicana 1:
Las literaturas amerindias de México y la literatura en español del siglo xvi, México,
Universidad Nacional Autónoma de México/Siglo xxi, 1996, p. 501.
finales de 1615 hasta el 15 de abril de 1617”.197 Esta fortificación apoyaría
el esfuerzo de mantener a raya a los piratas, que había iniciado el barco de
aviso de la ruta transpacífica (Filipinas-México) establecido en 1587.
246
Mendigos del mar: puerto olvidado y un
abandono obligado
pueblo a la orilla del mar
197
Sales, op. cit., 1998, p. 74.
198
Lucena, op. cit., 1992, p. 121.
199
Idem.
200
Ibid., p. 123. Jármy, op. cit., 1988, p. 459.
Joaris van Speilbergen. La misión era poder consolidar la presencia holan-
desa en el Oriente, en las Molucas, para reforzar la posible intención de los
españoles por expulsarlos de Indonesia, llegando allí en 1616.201 Sin embar-
go, el viaje que nos interesa es otro, pues quizá sea el que llegó al puerto de
Huatulco desembocando en el abandono del mismo.
En 1615 Isaac Le Mayre, comerciante de Ámsterdam, envió una flota de
dos naves al mando de Wilhelm von Schoutten, llamadas: la Hoorn y la Con- 247
cordia, con la misión de encontrar un paso interoceánico al sur del Estre-
cho de Magallanes. Su salida se dio el 4 de julio de 1615; llegando a tierras
201
Jármy, ibid., pp. 467-468.
202
Lucena, op. cit., 1992 pp. 128-129.
203
Jérmy, op. cit., 1988, p. 468.
204
Lucena, op. cit., 1992, p. 129.
el fundam[en]to que tiene pero por otras de Lima sea entendido llego aviso
de que una escuadra de navios olandeses avian tomado a los Portugueses
la fuerza del Rio genero [sic.] y la artilleria que en ella estava y que se yvan
acercando al estrecho aun que por no averme dado esta noticia ningun mi-
nistro de V.M. no se que tan cierta sea mas en caso que lo fuese no pueden
hazer daño en la costa deste Reyno porque las pocas cassas que avian que-
248 dado en el puerto de Guatulco he hecho que se arrasen congregando a los
yndios tres leguas la tierra adentro con lo qual en toda ella no queda puerto
sino es el de Acapulco que tan en defensa sea puesto a donde se podrán
pueblo a la orilla del mar
205
bmnah, Colección Pompa y Pompa, agi, México, 28, correspondencia de virreyes, ro-
llo núm. 11, fs. 1-2.
206
Lucena, op. cit., 1992, p. 126.
más densa ya se encontraba en el pueblo (tres leguas tierra adentro).207 No
obstante, en términos de carácter local se ha señalado la designación de un
capitán de la defensa de la costa en 1603, Gaspar de Vázquez.
La designación de este cuerpo defensivo no correspondía a la visión del
gobierno virreinal por tratar de dar soluciones a la problemática, más bien
estos nombramientos recaían en el Cabildo de la Villa de Antequera, el cual
estaba conformado mayoritariamente por comerciantes quienes veían pe- 249
ligrar sus caudales con los ataques piratas. Esto sería un accionar muy pa-
recido al que operó el Consulado de la Ciudad de México en relación con
207
Por ejemplo, en 1622 en virrey Diego Carrillo de Mendoza al dar cuenta a su rey de la
situación de la Hacienda Real, hace un señalamiento respecto a artículos que entraban
al puerto de Huatulco como contrabando: “La causa de la denunciación de Guatulco de
la ropa de contrabando, que pretendian pasar al peru, se va prosiguiendo con todo cu-
ydado haviendose depositado los sesenta y dos caxones que se embargaron en el puerto,
y espero que con brevedad se pondrá a termino de sentencia.” agi, México, 29, núm. 87,
1622.
208
Véase agn, Indiferente Virreinal (Indiferente de Guerra), vol. 6074, exp. 13, 7 fs.
sur se bieren belas y espesialm[en]te de enemigos que suelen yr a el para pre-
benir la defensa a los daños que se an experimentado en otras ocasiones y con
esta atension y paresiendome cossa conbeniente al servisio de su mag[esta]d
y utilidad de los que viven en aquella comarca e hecho las diligencias posibles
en horden a poblar el d[ic]ho pu[ebl]o y he albergado del sinco familias de yn-
dios casados y otros sinco solteros. Reedificado la ygless[i]a y de vuelta a ellas
250 […] campanas que antes tenia que son dos y algunos ornam[en]tos con que
esta corriente y por la comodidad de buenas tierras para sus milpas que son
del mismo pu[ebl]o antiguo y otras combeniencias que convenjan permane-
pueblo a la orilla del mar
Mar del Sur tuvo fuerte impacto en los señoríos cercanos a la costa occidental
de la Nueva España. El mejor ejemplo fue Tehuantepec. No obstante, Huatul-
co entró en dicha dinámica y en pocos años aquel señorío prehispánico fue
opacado por la figura del puerto, que llevó su nombre. Las relaciones geopo-
líticas entre los señoríos vecinos de Huatulco implicaron una nueva dinámi-
ca a partir de la ruptura de sujeción con el señorío de Tututepec. Mientras se
iniciaba la puesta en marcha del puerto, los pueblos comarcanos intentaron
recuperar algo de lo que habían perdido o pretendieron obtener ventaja de
la situación; como ejemplo, los caciques de Huatulco, que sugerimos eran
advenedizos o de nuevos linajes que carecían de una tradición tlatoani, bus-
caron posesionarse ventajosamente ante los cambios propiciados por los
españoles.
Pareciera que un nuevo estado de realidades se presentó en la región.
La forma en cómo se articuló la provincia guardó la relación sociopolítica
de los pueblos que se tenía antes de la Conquista. Es clara la forma en que
los españoles utilizaron el sistema prehispánico para instaurar sus insti-
tuciones y ambiciones en la región, lo cual llevó a una reconfiguración en
las relaciones de los pueblos, siendo así el puerto de Huatulco el eje arti-
culador. Esto abona a las distintas interpretaciones que se han dado para
entender las relaciones geopolíticas de los pueblos de la costa central oaxa-
queña antes de la Conquista. Si consideráramos que el dominio del señorío
de Tututepec llegó hasta lo que es la desembocadura del río Copalita, la
configuración territorial de la provincia de Huatulco en el periodo colonial
no correspondería. Ahora bien, se puede sugerir que Tututepec extendió su
dominio hasta Mazatán, asumiendo áreas previamente dominadas por los
mexicas y que con la llegada de los españoles se guardó, de cierta forma,
esa estructura, puesto que, por ejemplo, Mazatán estaba más cerca de Te-
huantepec y no se incluyó en esa alcaldía aun con la pretensión de Cortés
de incluirlo en el Marquesado del Valle, siendo que tiempo después pasó a
estar bajo la jurisdicción del corregimiento de Huamelula.
La desarticulación de los antiguos señoríos y la paulatina transforma-
ción en repúblicas de indios, según los parámetros españoles, llevó a una
reconfiguración tanto territorial como de gobierno de los mismos pueblos;
así como de sus relaciones con sus vecinos. Si bien se trató de aprovechar
la organización prehispánica, los cambios ocasionados por los españoles 253
afectaron de manera similar en toda la Nueva España a ritmos distintos
(encomienda, tributo-trabajo, forma de gobierno, congregaciones).
256
pueblo a la orilla del mar
Abreviaturas utilizadas:
257
Acuña, René (ed.), Relaciones geográficas del siglo xvi: Antequera, v. 2, ii t.,
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Barabas, Alicia (coord.), Diálogos con el territorio: simbolizaciones sobre el
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Benito Juárez, Documentos, discursos y correspondencia, selección y notas
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Berthe, Jean-Pierre, “Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuante-
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Boas, Franz, “El dialecto mexicano de Pochutla, Oaxaca” en International
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Borah, Woodrow, Comercio y navegación entre México y Perú en el siglo xvi,
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(coord.), El gobierno provincial en la Nueva España, 1570-1787, México,
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Braudel, Fernand, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
Felipe ii, vol. ii, México, Fondo de Cultura Económica, 2005.
Brenner, Ludger, “La planeación de ‘Centros Sustentables’ ¿Estrategia pro-
metedora para impulsar el desarrollo rural o ilusión sin perspectiva?”,
en Esteban Barragán López (ed.), Gente de campo. Patrimonios y diná-
micas rurales en México, tomo ii, México, Colegio de Michoacán, 2005,
pp. 397-430.
Burgoa, Francisco de, Geográfica descripción, vol. 2, México, Talleres Gráficos
de la Nación, 1934 (Publicaciones del Archivo General de la Nación: 26). 259
Calvo, Thomas, Vencer la derrota. Vivir en la sierra zapoteca de México (1647-
1707), México, El Colegio de Michoacán/Centro de Estudios Mexicanos
D
1
esde su aparición ante los ojos del historiador, los títulos primordiales
han suscitado grandes discusiones y mares de tinta que en ocasiones
se transforman en tormentas.1 Si bien algunos trabajos han señalado
2
Serge Gruzinsky, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentaliza-
ción en el México español, siglos xvi-xviii, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p.
104, ha llamado la atención en la problemática de las dos posibles acepciones que pueden
tener los títulos primordiales: la de las comunidades y la de los investigadores. En el pri-
mer caso se trata de la documentación que permite justificar la posesión comunal desde
tiempo atrás a partir de una perspectiva oficial. En el segundo caso se trata de documentos
elaborados en el interior de la comunidad para justificar y defender sus tierras mediante su
historia, tendiendo a una carencia de certidumbre legal. En un tenor muy similar, María de
los Ángeles Romero Frizzi, “El título de San Mateo Capulalpan, Oaxaca. Actualidad y au-
tenticidad de un título primordial”, en Relaciones, vol. xxxi, núm. 122, primavera, 2010, p.
22, considera válida dicha distinción, pero sostiene su hipótesis: la tradición prehispánica.
3
Los más representativos: James Lockhart, “Views of corporate self and history in valley
of Mexico town: Late seventeenth and eighteenth centuries”, en George A. Collier, Renato
I. Rosaldo y John D. Wirth (eds.), The Inca and Aztec states, 1400-1800: Anthropology and
history, Nueva York, Academic Press, 1982, pp. 367-393; Los nahuas después de la conquis-
ta. Historia social y cultural de la población indígena del México central, siglos xvi-xviii,
México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Stephanie Wood, “The cosmic conquest:
Late colonial views of the sword and cross in central Mexican Títulos”, en Ethnohistory,
núm. 2, vol. xxxviii, primavera, 1991, pp. 176-195; “El problema de la historicidad de
los títulos y los códices Techialoyan”, en Xavier Noguez y Stephanie Wood, (coords.), De
tlacuilos y escribanos. Estudios sobre documentos indígenas coloniales del centro de México,
México, El Colegio de Michoacán/El Colegio Mexiquense, 1998, pp. 167-221; entre otros.
4
Michel Oudijk y María de los Ángeles Romero Frizzi, “Los Títulos Primordiales: Un gé-
nero de tradición mesoamericana. Del mundo prehispánico al siglo xxi”, en Relaciones,
núm. 95, vol. xxiv, verano, 2003, pp. 17-48; Romero, op. cit., 2010, pp. 21-54.
las continuidades y cambios del territorio indígena de un orden prehispáni-
co a uno colonial.5 Una tercera, más reciente y menos trabajada, que centra
el análisis en el llamado pacto original (rey-vasallos), que por ende difiere
de la primera y segunda vertientes al analizar los títulos como resultado de
las transformaciones coloniales, sobre todo en materia agraria.6 Y por últi-
mo, una cuarta vertiente que se encuentra en una ambivalencia entre las tres
y busca otros elementos que analizar, haciendo que la polémica se reavive 273
intensamente.7
Los títulos primordiales deberían ser entendidos como aquellos docu-
11
“Copia por concuerda de varios documentos pertenecientes a la titulación del pueblo
de Santa María Huatulco, distrito de Pochutla, Oaxaca. Hecha a solicitud de los señores
Leobardo Ortega e Ingnocente [sic.] Chávez Presidente y síndico municipales.” amh, s/c,
13 fs., 17 de febrero de 1950.
12
aga, leg. 2 exp. 24/12228, fs. 21r-25v.
13
“Resguardo de códices y documentos históricos de Santa María Huatulco”, Archivo
Municipal de Santa María Huatulco, s/c, 2 fs., 2 de marzo de 1994.
14
“Este documento de veintinueve fojas bellamente pintadas —algunas en muy mal esta-
do, comidas por insectos e ilegibles, otras descoloridas por el tiempo—, atadas con hilo
café para formar un libro (…)”. Alicia González, The edge of enchantment: Sovereignty
and ceremony in Huatulco, Mexico, Washington/Nueva York, Smithsonian Institution,
2002, p. 18. La autora comenta que al parecer hubo una segunda mano que lo compiló
de esta forma, pues el índice que contiene la primera foja fue escrito con tinta azul y en
él aparece el año de 1528, lo cual la diferenció con el tipo de escritura del interior.
un cuartillo de los años 1798-1799. Por otro lado, la transcripción de 1917
marca que está formado por ocho fojas. Al referirse a “bellamente pintadas”
podemos interpretar que la autora hace alusión a la caligrafía, no obstante,
se sabe que el documento se encuentra ilustrado con dos láminas: la prime-
ra, ubicada en la sexta foja, representa a los tres caciques fundadores arro-
dillados ante una virgen, la patrona del pueblo (véase figura 17); en la otra,
276 situada en la última foja, se repiten las imágenes de dos de estos caciques,
uno tiene un clarín y el otro un tambor y una bandera.
En principio, pues, se trata de un documento fechado en 1799 en el cual
pueblo a la orilla del mar
de las Piñas El por la Chixon el rif linda hijos de este Pueblo de la Concepción
con las tierras de los Chontaleros, por el sus Lagunas de Pesquerias y Salinas
Oriente queda el Pueblo de San Miguel mientras el mundo fuere que lo hicimos
Puerto Centro de las tierras del común por nombre del Rey Nuestro Señor asi
hermanablemente le entregamos su mesmo mandamos a los hijos de este
posesión estos dos Pueblos San Miguel Pueblo qe. cuiden de la Virgen Santisima
y Santa María que gocen sus tierras de la Pura y Limpia Concepcion de
mientras mundo fueres comenzamos la Huatulco cavezera por estar retirado
posesión dentro del Río Grande Copalito del Pueblo de Huamelula qe. de este
onde ponemos una cruz la orilla de Pueblo de la Concepcion de Huatulco
este Río de Copalito miraa al Poniente con el Barrio de Santa Cruz Puerto del
a Norte coje por un camino dentro del Mar con Cuerpos de guardia tomaron
Río Grande de Copalito donde está un esta posesion quieta pacíficamente
peñasco grande linda con el Pueblo de sin contradicion alguna hallándose
San Mateo de las Piñas coje el Cerro del… presentes todos los Caziques y
[Foja: 5r] Principales del Pueblo de San Mateo de
León en bajo ponemos otra cruz linda la Piñas y de Huamelula para de graga
con el Pueblo de San Mateo de las Piñas Ba lindar con el Pueblo de San Mateo
por el Norte coge al carro [sic. cerro].= de las Piñas coge el Rio de la Xonaxi y
Escritura de este Pueblo de Santa María linda con el pueblo de San Mateo de las
de Huatulco Puerto del Mar Barrio Piñas El por la chixonel Xis linda con
de Santa Cruz hoy día Lunes a ocho las tierras de los Chontaleros, por el
del mes de Enero de mil quinientos Oriente queda el Pueblo de San Miguel
treinta y nuebe.= Nosotros las Justicias Puerto centro de las tierras del Comun
Gobernadores Alcaldes y todos los hermanablemente le entregamos su
Oficiales del Rey Nuestro Señor allegamos posesion estos dos pueblos San Miguel
a amparar la posesión de los Hijos y Santa Maria que gozen sus tierras
fundadores de este Pueblo de Santa María mientras mundo fueres comenzamos la
de la Concepción liamadose Aguatusco posesion dentro del Rio grande Copalito
para que se sepa de nosotros las Justicias onde ponemos una Cruz la orilla de
de la Cavesera de Guamelula para que este Rio Copalito mira al Poniente a
estos aumenten los Reales Haberes de su Norte coge por un Camino dentro del
Magestad.= Escritura y fundación de estos Rio grande de Copalito onde esta un
dos Pueblos de San Miguel y siempre este peñasco grande linda con el Pueblo de
en reconocimeinto en Santa María de San Mateo de las Piñas coge al Cerro del
la Limpia Concepción de Huatulco.– Es Leon en bajo ponemos otra Cruz linda
copia fiel de su original que para el efecto con el Pueblo de San Mateo de las Piñas
me entregó el Gobernador República por el Norte coge al Cerro – Escritura
y Común de Naturales del Pueblo y de este pueblo de Santa Maria Huatulco
Cavesera de Santa María Huatulco a que Puerto del Mar Barrio de Santa Cruz
me remito, siendo de entender que aun hoy dia Lunes a ocho del mes de Enero
que se quedaron en el citado original de mil y quinientos treinta y nuebe.
algunas foxas por copiar consintió en lo Nosotros las Justicias Gobernador
ilegible que se hallan por Alcaldes y todos los Oficiales del Rey
Continuación:
haberse apagado las letras y por que es Nuestro Señor allegamos a amparar la
de presumir que contengan lo propio posesion a los Hijos fundadores de este
que lo que se copió por Don Francisco Pueblo de Santa Maria de la Concepcion
Xavier de Arevalo y Suáres Justicia mayor llamándose Aguaturco para que se sepa
y Subdelegado de Real Hacienda por el de nosotros las Justicias de la Cavezera
Rey Nuestro Señor (Dios lo guarde) de de Guamelula para
la jurisdicción de Huatulco y Huamelula [Foja: 5r]
actuando con dos testigos de asistencia que estos aumenten los Reales Haveres
afalta de Escribano que no lo hay Público de su Magestad = Escritura y fundacion
283
ni Real en cinquenta leguas en contorno, de estos dos Pueblos de San Miguel
el que se le entrego a los Interesados y siempre este en reconocimeinto en
con el Original que bervalmente me Santa Maria de la Limpia Concepcion
entregaron; y bá este en diez foxas siendo de Huatulco === Es copia fiel de su
Figura 18: Caciques fundadores, según Título primordial. Fuente: Tomado de Alicia Gon-
zález, The edge of enchantment: Sovereignty and ceremony in Huatulco, Mexico, Washing-
ton/Nueva York, Smithsonian Institution, 2002, p. 19. De izquierda a derecha: Don Juan
García, Don Juan Zúñiga y Cortés, y Don Domingo Pérez.
Índice de mapas:
285
289
Macupilco.
Tlacotepec [sujetos], 1580.
huatulco en el siglo xvi (1522-1616)
295
296
pueblo a la orilla del mar