La evaluación ha sido un elemento externo a la actividad de aprender, pues se le considera
como un medio por el cual se valora un aprendizaje y, a partir de los datos obtenidos, se inician nuevos aprendizajes o, si es necesario, se realizan actividades de recuperación. Para ello se utilizan diversos instrumentos de evaluación que a mi juicio son mal empleados por diversos docentes, pues se remiten únicamente a evaluar un aprendizaje plasmado en un producto de clase, cosa contraria a lo que realmente debería de ser, donde el aprendizaje y la evaluación deben tomar en consideración el desarrollo del propio estudiante, es decir, sus expectativas, sus estilos de aprendizaje, sus ritmos e intereses, sus necesidades y proyección futura. Desde esta perspectiva, el reto de la evaluación es cómo debe plantearse para ser congruente con las teorías que se promueven para un aprendizaje significativo con las peculiaridades del alumno. En mi práctica docente se usaron diversos instrumentos de evaluación como: rubricas y escalas de valoración del trabajo, donde el alumno se evaluaba y a la vez un compañero evaluaba su trabajo, sin embargo, me percaté de que los alumnos no son sinceros con sus calificaciones y no son capaces de reflexionar en torno a su trabajo y mucho menos al trabajo de otro compañero por lo que los resultados que se obtuvieron en dichos instrumentos no me servían para corroborar un aprendizaje, además de que en la dirección se me pedían las calificaciones en determinado tiempo, ya no fue posible conversar con los alumnos acerca de sus resultados obtenidos, el examen escrito únicamente me permitió conocer si los alumnos realmente había memorizado cierto contenido porque en una emana posterior volví a preguntar acerca de lo que se había visto anteriormente y las respuestas que obtuve fue que eso ya lo habían visto y que no se acordaban por lo cual, la evaluación solo sirve para comprobar que han memorizado un aprendizaje y no han ido mas allá de la compresión del aprendizaje. Otro aspecto que yo resulto es que el uso de los instrumentos de evaluación lejos de ayudar a crear un aprendizaje significativo está alejando a los alumnos del querer aprender, pues muchas veces si el alumno tiene problemas de indisciplina, no entrega los trabajos en tiempo y forma y sobretodo el maestro siempre lo castigando sin siquiera remitirse al porqué de su falta de compromiso, aleja aún más al alumno del querer aprender, y solo cumplir por cumplir con la típica frase -para que deje de andar molestando-. Por último, la evaluación formativa eficaz es difícil de lograr a gran escala. Puede ser imposible proporcionar información descriptiva detallada a cada alumno si son muchos en una clase. Y aún con un menor número de estudiantes, la evaluación formativa toma mucho tiempo, ya que requiere de mucha dedicación y esfuerzo constante por parte del profesor, sobretodo cuando se combina con las evaluaciones con calificaciones que también deben llevar a cabo los profesores.