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Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades

Materia: Historia de la Ciencia

El caso Galileo
La defensa del heliocentrismo

Alumno: Corda, Gabriel


Legajo: 29.504
E-mail: gcorda94@gmail.com
Antecedentes importantes

Antes de exponer el caso Galileo conviene señalar algunos datos sobre el contexto
histórico que hacen más comprensible las circunstancias de los acontecimientos. El primero
es la publicación en 1543 del libro de Nicolás Copérnico, Sobre las revoluciones de las
órbitas celestes, donde se defendía el heliocentrismo.1 Segundo, Giordano Bruno que
defendía el heliocentrismo había sido quemado en la hoguera en el año 1600. Bruno
relacionó al copernicanismo con doctrinas (existencia de otros mundos y seres inteligentes)
que entraban en conflicto con cuestiones teológicas (la providencia, la especial creación y
dignidad de la persona humana, el modo de entenderse el pecado original, la reencarnación
y la redención si hay otros seres racionales, etc.).2 De este modo, para comprender el caso
Galileo hay que enmarcarlo en el trasfondo de Bruno, no porque Galileo fuera un seguidor
de las tesis de Bruno, sino porque el copernicanismo tal como algunos lo defendían era
considerado por muchos como incompatible con la fe de la Iglesia Católica.3 Tercero, nos

1
Desde hacía siglos, se aceptaba generalmente el geocentrismo, que colocaba a la Tierra en un lugar
privilegiado como centro de un universo finito, formado por sucesivas esferas sobre las que giraban el Sol y
los planetas, acabando en la esfera de las estrellas fijas. Copérnico colocó al Sol en el centro del universo,
convirtiendo a la Tierra en un planeta más que, junto con los otros, gira alrededor del Sol, aunque conservaba
las esferas de los planetas y de las estrellas fijas en un universo finito. El libro comenzaba con un prólogo del
teólogo protestante Andreas Osiander (como no contiene su firma por mucho tiempo se creyó que lo había
escrito el propio Copérnico) donde se advertía que el heliocentrismo (la afirmación de que el Sol está en el
centro del mundo y la Tierra se mueve alrededor de él) era sólo una hipótesis matemática útil, y no una
afirmación sobre la realidad.
2
La obra de Bruno mezcla aspectos científicos y mucha filosofía con problemas teológicos. En lo científico,
llevó el universo copernicano mucho más allá que el propio Copérnico. Colocando el Sol en el centro del
Sistema Solar, afirmaba que todas las estrellas son soles, poseen sus propios sistemas de planetas, y esos
planetas están habitados. Extendió el universo afirmando que es infinito, porque sólo un universo infinito
sería una obra proporcionada a un Dios creador infinito. Al ser acusado ante el tribunal, el sumario con lo que
se le acusaba incluye muchísimas cuestiones teológicas (exactamente 32 cuyos temas son muy variados: la
Trinidad, la encarnación, si Cristo pecó, la transubstanciación, el infierno, la adoración de los magos, la
virginidad de la Virgen María, el sacramento de la reconciliación, el arte adivinatorio, el Sumo Pontífice,
comer carne los días prohibidos, lectura de libros prohibidos, entre otros) y sólo dos se refieren a temas
cosmológicos (el grupo VII que lo acusa de postular la existencia de muchos mundos: y el grupo IX que lo
acusa de sostener la eternidad del mundo) y ninguno hace referencia directa al heliocentrismo.
3
Incluso aunque Galileo postulase el heliocentrismo como una teoría meramente científica, es decir, sin
señalar ninguna consecuencia teológica como lo hizo Giordano Bruno, sus interlocutores inmediatamente
pensaban en todos los problemas teológicos que planteaba el copernicanismo tal como lo había entendido él.
Esto se vuelve evidente si se considera que dos de los 7 cardenales que juzgaron a Bruno en 1600 fueron
protagonistas de la prohibición de la enseñanza del copernicanismo a Galileo en 1616. Se trataba del cardenal
encontramos en la época posterior al Concilio de Trento en donde la Iglesia, para oponerse
a la reforma protestante, considera que la Tradición es también Palabra de Dios, por lo que
se opone generalmente a cualquier doctrina o cosmovisión contraria a la tradicional.
Cuarto, la ciencia experimental aún no tenía la consideración y prestigio que posee en la
actualidad, sino que, por el contrario, se pensaba que las ciencias que llegaban a la esencia
de las cosas y proporcionaban conclusiones sobre la verdadera constitución del mundo eran
la Teología y la Filosofía, mientras que las Matemáticas, la astronomía y demás eran
consideradas ciencias menos fundamentales e importantes. El profesor de filosofía natural
en una universidad podía cobrar cuatro o seis veces más que el profesor de matemáticas
(que se ocupaba también de la astronomía).4 Galileo fue precisamente profesor de
matemáticas en Pisa y en Padua, y se suponía que su ciencia no le permitía dictaminar,
frente a los filósofos, cómo es realmente el mundo.

Galileo antes del proceso

Galileo nació el 15 de febrero de 1564 en Pisa. Estudió en la universidad de dicha


ciudad Medicina, Filosofía y Matemáticas. Durante tres cursos sucesivos, desde 1589 a
1592 fue profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa. Luego se trasladó a Padua en
donde obtuvo también la cátedra de Matemática pero con un sueldo mucho mayor. Entre
1609 y 1610, tras fabricar telescopios mejores que los que se habían creado hasta entonces,
Galileo realizó una serie de descubrimientos astronómicos: las irregularidades de la Luna,
las manchas en la superficie del Sol, los cuatro satélites de Júpiter, el enorme número de
estrellas que componen la Vía Láctea y las fases de Venus. Sin bien recibió algunas críticas
de algunos profesores universitarios aristotélicos, los descubrimientos fueron generalmente
reconocidos. Hicieron famoso a Galileo y le permitieron conseguir el puesto vitalicio de
matemático del Gran Duque de la católica Toscana, de modo que en 1610, Galileo
deja Venecia para trasladarse a Florencia, en donde se dedicó de lleno a la investigación.
Para conseguir el reconocimiento pleno de sus descubrimientos, Galileo viajó en 1611 a

Roberto Belarmino y del cardenal Camilo Borghese, que en 1616 se había convertido en el Papa Pablo V. Es
difícil no pensar que ambos veían al copernicanismo de Galileo en relación con las doctrinas de Bruno.
4
Las matemáticas (aritmética y geometría) formaban parte del Cuadrivium junto a la astronomía y la música
y sus contenidos se relacionaban.
Roma. M. Artigas caracteriza a este viaje como triunfal, debido a que recibió un homenaje
público en el Colegio Romano de los jesuitas, consiguió que toda Roma estuviera pendiente
de él, y que todo el mundo, cardenales, prelados, científicos y todo tipo de personas,
observaran con el telescopio sus descubrimientos.5 No obstante, es importante distinguir
entre los descubrimientos astronómicos de Galileo, que fueron admitidos enseguida, y el
heliocentrismo, que pocos admitían.
Las cuatro Lunas de Júpiter mostraban que no todo giraba en torno a la Tierra 6 y las
fases de Venus mostraban claramente que este giraba alrededor del Sol y no de la Tierra.
De este modo, los descubrimientos astronómicos de Galileo causaron heridas mortales al
sistema de Tolomeo. No obstante, no consiguieron demostrar aún la verdad del sistema de
Copérnico, ya que aún era viable la alternativa del sistema de Tycho Brahe, donde la Tierra
seguía colocada en el centro, el Sol (junto con la Luna) giraba en torno a la Tierra, y los
demás planetas giraban alrededor del Sol. Este hecho es de suma importancia, Galileo no
había demostrado el heliocentrismo y su sistema tenía aún varias dificultades, pues los
datos observacionales no coinciden con la órbita circular que proponía Galileo. Además, su
argumento de las mareas estaba equivocado7 y se le contra-argumentaba que si la Tierra se
mueve, las estrellas deberían variar de lugar durante el año, cosa que de hecho no ocurre y
que, por ende, la Tierra no podía moverse (actualmente sabemos que el cambio de lugar de
las estrellas durante el año es imperceptible debido a la gran distancia que se encuentran de

5
El 30 de marzo de 1611, al día siguiente de su llegada a Roma, Galileo fue al Colegio Romano, en donde se
encontró a los astrónomos jesuitas que ya estaban convencidos de la veracidad de sus descubrimientos.
Mostró sus hallazgos a todo tipo de autoridades, personalmente y en grupos. Todo el mundo miró por el
telescopio de Galileo en Roma. El 17 de abril, el cardenal Belarmino preguntó por escrito a los astrónomos
jesuitas sobre la autenticidad de los descubrimientos de Galileo, y los jesuitas, en carta del 24 de abril, le
confirmaron que eran auténticos. El 22 de abril Galileo fue recibido por el papa Pablo V. El 13 de mayo, el
Colegio Romano de los jesuitas, en presencia de todo tipo de personajes, tributó un homenaje público a
Galileo.
6
Por otra parte, si bien el descubrimiento de los satélites de Júpiter no son una demostración del
copernicanismo, igualmente eliminaba una dificultad para aceptarlo: algunos decían que la Tierra no podía
girar en torno al Sol llevando a la Luna girando alrededor suyo, y aquí se observaba que eso podía suceder.
7
Galileo fallaba en dos cuestiones estrictamente científicas que le hubieran dado mucho más peso a sus
argumentos copernicanos: le atribuía demasiada importancia al argumento que pretendía mostrar el
movimiento de la Tierra basándose en las mareas (lo cual se explica más por la Luna que por dicho
movimiento) y en no hacerle suficiente caso a Kepler (que descubrió que los planetas, incluida la Tierra,
describen órbitas elípticas y no circulares alrededor del Sol).
la Tierra).8 Por último, aún no se tenía plena conciencia de la ley de inercia por lo que se le
refutaba a Galileo con el reconocido argumento de la torre (si la Tierra se mueve y se suelta
un objeto desde una torre, el objeto mientras cae se alejará de la Torre;9 esto de hecho no
ocurre; por lo tanto, la Tierra no se mueve).10 Por otro lado, lo que se dijo en favor de la
teoría copernicana para esa época no era mucho. Su principal atractivo residía en la
ingeniosa manera en que explicaba el movimiento retrógrado de los planetas que en la
teoría rival tolemaica sólo se podían explicar de un modo artificial y poco atractivo como el
de los epiciclos.11
En fin, Galileo tenía buenos e influyentes amigos y discípulos tanto en el mundo
civil como en el eclesiástico, era muy respetado, y sus descubrimientos astronómicos de
1609-1610 le hicieron famoso entre sus compatriotas al igual que en toda Europa. 12 Las

8
Este argumento es el elaborado por el astrónomo danés Tycho Brahe para refutar la teoría copernicana.
“Brahe argumentaba que si la Tierra gira alrededor del Sol, la dirección en la que se observa una estrella fija
desde la Tierra debe variar a lo largo del año, a medida que la Tierra se mueve de un lado a otro del Sol. Pero
cuando Brahe intentó detectar esta paralaje predicha con sus instrumentos, que eran los más precisos y
sensibles que existían en su época, no lo consiguió. Este hecho llevó a que Brahe concluyera que la teoría
copernicana era falsa. Con una mirada retrospectiva se puede apreciar que la teoría copernicana no era
responsable de la predicción fallida, sino que lo era uno de los supuestos auxiliares de Brahe. La estimación
que Brahe hacía de la distancia de las estrellas fijas era demasiado pequeña. Si se reemplaza su estimación por
otra más real la paralaje predicha resulta demasiado pequeña para ser observada con los instrumentos de
Brahe” (Chalmers, 1999, p.96).
9
Se creía que la torre al encontrarse apoyada en la Tierra seguirá su movimiento, mientras que el objeto
suspendido en el aire no se movería junto a ella por lo que debería caer más lejos de la torre de lo que fue
arrojado.
10
Chalmers explica este argumento así: “el enunciado “la Tierra es estacionaria" era un hecho confirmado
por la observación antes de que las circunstancias hicieran posible dicho reconocimiento. Después de todo,
uno no la ve moverse, ni siente que se mueva; si damos un salto en el aire, la Tierra no gira separándose de
nosotros. Sabemos, desde una perspectiva moderna, que el enunciado observacional en cuestión es falso, a
pesar de las apariencias. Comprendemos la inercia, y sabemos que, si bien nos movemos en dirección
horizontal a más de cien metros por segundo porque la Tierra gira, no hay razón alguna por la que esto
debiera cambiar si damos un salto en el aire. Se necesita una fuerza para modificar la velocidad y no hay
ninguna fuerza horizontal actuando en nuestro ejemplo, de modo que mantenemos la velocidad que
compartimos con la superficie de la Tierra y aterrizamos donde despegamos. "La Tierra es estacionaria" no
queda establecido por la evidencia observable en la forma en que en un tiempo se pensó, pero para entender
esto en su plenitud necesitamos comprender la inercia y esta comprensión fue una innovación del siglo XVII.”
(Chalmers, 1999, p.27)
11
El movimiento retrógrado se produce cuando los planetas cesan en su movimiento hacia el oeste entre las
estrellas (tal y como se ve desde la Tierra) y durante un breve periodo desandan su camino hacia el este antes
de continuar de nuevo hacia el oeste.
12
Es cierto que se vio envuelto en controversias, muchas de las cuales fueron provocadas por su
temperamento y le acabaron perjudicando. No obstante, esto sucedió a partir de 1619 e incluso entonces
gozaba de gran prestigio y tenía como amigos y admiradores a gente muy importante.
dificultades surgieron cuando, hacia 1613, comenzó a defender públicamente el
copernicanismo.

Proceso de 161613

El 14 de diciembre de 1613 Benedetto Castelli, discípulo y amigo de Galileo, y


profesor en la Universidad de Pisa, le escribió contando que había estado comiendo con el
Gran Duque Cosimo II, su esposa (la Archiduquesa María Magdalena de Austria) y su
madre (la Gran Duquesa Cristina de Lorena). Se habló de los descubrimientos astronómicos
de Galileo y otro profesor que se encontraba allí (Boscaglia) dijo que el movimiento de la
Tierra era contrario a la Biblia. La Gran Duquesa Cristina, persona muy católica, preguntó
por este asunto. Castelli se vio obligado a explicarlo. Pero Galileo quedó inquieto con la
noticia (quizás porque su trabajo y su sueldo dependían directamente del Gran Duque, y le
interesaba mucho disipar cualquier duda que haya surgido en su familia respecto a su
ortodoxia). Por eso escribió una larga carta a Castelli, explicando la compatibilidad del
copernicanismo con la Biblia. Ahí comenzaron los problemas. El 7 de febrero de 1615, el
dominico padre Lorini envió una copia de esa carta a un cardenal a Roma, porque, en su
opinión, contenía cosas poco acertadas. La carta llegó al Santo Oficio, donde comenzó un
procedimiento para comprobar si había que intervenir. El dominico padre Caccini fue
espontáneamente a Roma a declarar en contra de Galileo. El 24 de febrero de 1616 los
teólogos consultores del Santo Oficio dictaminaron que decir que el Sol está inmóvil en el
centro del mundo es herético y absurdo y que decir que la Tierra se mueve es erróneo en la
fe y también absurdo para la razón. Los procedimientos eran secretos, pero Galileo, que
habitualmente estaba bien informado, supo que algo estaba sucediendo en el Santo Oficio
de Roma, y que andaba por medio su carta a Castelli. El 12 de abril, Belarmino escribió su
famosa carta a Foscarini, donde trataba con seriedad sobre el copernicanismo, y aconsejaba

13
A veces se habla de un primer proceso en 1616, porque Galileo fue acusado en esas fechas ante la
Inquisición romana, pero no llegó a haber un proceso propiamente dicho: no se notificó a Galileo, no tuvo que
comparecer ante ningún tribunal, no hubo sentencia. En 1616 el cardenal Roberto Belarmino comunicó
oficialmente a Galileo que debía abandonar la teoría heliocéntrica y no defenderla en el futuro, pero fue en
una entrevista, en presencia de otras personas, no un proceso propiamente dicho.
a Foscarini y también a Galileo que trataran el heliocentrismo de modo puramente
hipotético.14
En diciembre Galileo fue a Roma, no porque le hubiera citado la Inquisición, sino
porque confiaba en que su presencia en Roma sería decisiva para defenderse a sí mismo y a
su teoría. Le aconsejaron más bien que estuviera quieto, sin hacer ruido, pero eso no iba
con su temperamento. Fue a Roma, y allí desplegó una actividad notable para evitar que se
condenara el heliocentrismo. No obstante, consiguió lo contrario, el 26 de febrero de 1616
Roberto Belarmino, por orden del Papa, le pidió que renunciara a sostener o defender el
copernicanismo y Galileo prometió obedecer.15 Además, más tarde, el 5 de marzo del
mismo año se incluyó el libro de Copérnico en el índice de libros prohibidos hasta que se
corrigiese por considerarlo contrario a las Sagradas Escrituras (las correcciones consistían
en presentar el heliocentrismo como hipotético, y fueron aprobadas cuatro años más tarde,
en 1620). La Congregación del índice realizo esta prohibición porque se estimaba que el
heliocentrismo era contrario a la Sagrada Escritura.16

14
En esta carta también dice que si alguna vez se llegara a demostrar el heliocentrismo habría que
reinterpretar los pasajes correspondientes de la Biblia. Belarmino pensaba, y tenía razón, que el
heliocentrismo no estaba demostrado.
15
Existen tres documentos que dan cuenta de ese encuentro, y no coinciden en todos los detalles. Esto
contrajo una serie de controversias. No obstante, la amonestación a no enseñar la doctrina heliocéntrica se
encuentra en los tres y con esto basta para entender lo esencial del proceso.
16
¿Dónde se dice en la Biblia que el Sol se mueve y la Tierra está quieta en el centro del mundo? Los textos
bíblicos que se citan en oposición al copernicanismo son:
• dos pasajes de los Salmos y uno del libro del Eclesiastés, que hablan de la estabilidad de la Tierra
• textos que dicen que el Sol se mueve alrededor de la Tierra (uno de los Salmos, uno del Eclesiastés
y varios en donde se narran milagros que afectan al movimiento del Sol: un texto del profeta Isaías,
otro del libro del Eclesiastés, y otro, muy conocido, que es el milagro narrado en el libro de Josué).
A estos textos bíblicos habría que añadir otras consideraciones teológicas que se desprenden de la Biblia y
parecían contradecirse con el heliocentrismo. Sobre todo, la especial providencia que Dios tiene con el ser
humano, al que creó a su imagen y semejanza, y le puso como señor de la Tierra y del resto de las criaturas
terrestres; esto era muy coherente con el puesto central que la cosmovisión antigua atribuía a la Tierra.
También estaba el problema de los otros mundos; aunque Copérnico no había dado ese paso, su teoría abría la
puerta a un universo que se extendía mucho más allá de lo que antes se pensaba, donde podían existir otros
Soles y Tierras con habitantes inteligentes, sin que estuviera claro cómo relacionar esto con la Encarnación y
la Redención. Además, quienes defendían el copernicanismo se arrogaban el derecho de interpretar cuál era el
sentido verdadero de la Biblia, en contra de las determinaciones del Concilio de Trento, donde se había
subrayado que la interpretación auténtica de la Biblia compete al Magisterio de la Iglesia, y que no se deben
aceptar interpretaciones que contradigan lo dicho por la Tradición de la Iglesia representada por el sentir
unánime de los Padres de la Iglesia: en este caso estaba claro que ellos afirmaban que la Tierra está en reposo
en el centro del mundo y que el Sol gira alrededor de la Tierra. Se podía objetar, y Galileo lo hizo, que tanto
la Biblia como los Padres de la Iglesia no pretendían hacer ciencia, y hablaban sobre este tema de acuerdo con
los conocimientos de la época; pero la respuesta era: no se debía abandonar la interpretación tradicional de la
Biblia a menos que existiera una verdadera necesidad, o sea, si se demostraba que la Tierra gira alrededor del
Por otra parte, en 1623 Galileo publica Il Saggiatore (el ensayador) por lo que es
acusado de atomismo, aunque la acusación no tuvo éxito ante el tribunal que considero que
el libro no contenía ninguna herejía.17

Publicación de El Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo

Galileo, al morirse el Papa Pablo V y sucederle su amigo Urbano VIII, consideró


que estaba en una situación ventajosa para publicar un libro defendiendo el heliocentrismo.
Recordando lo ocurrido en 1616 lo publicó en forma de diálogo en donde un personaje
defendía la teoría heliocéntrica y el otro la tolemaica, sin definir ningún sistema como
concluyente y aclarando que el heliocentrismo era pura conjetura y que podía ser falsa.
Además, incluyó el argumento de Urbano VIII contra el copernicanismo al final del libro
para atenuar su defensa de dicho sistema.18 Al fin y al cabo, en su libro se exponían

Sol y esa demostración no existía en tiempos de Galileo. Podemos concluir que, cuando las autoridades
romanas se opusieron al copernicanismo en 1616 y 1633, esa oposición estaba motivada por las
consecuencias teológicas que parecían derivarse de la teoría heliocéntrica. Si no se lo ubica en este contexto
no se entiende porque se condenó el copernicanismo por unos cuantos versículos de la Sagrada Escritura que
fácilmente se podían haber interpretado en sentido más amplio.
17
El documento inédito que Redondi encontró en 1982 en el archivo del antiguo Santo Oficio contiene una
denuncia contra el libro Il Saggiatore. En este libro, publicado en 1623 tras la polémica de Galileo con Grassi
sobre el origen de los cometas, comenta la frase de Grassi que afirma que el movimiento es causa del calor
diciendo que el calor es una sensación que no es nada fuera del sujeto, ya que en la realidad exterior al sujeto
lo único que existe son partículas que se mueven. Decir que las cualidades son puros nombres y no son nada
real independientemente del sujeto que las siente fue visto por sus adversarios como contrario a lo que dice el
Concilio de Trento sobre la Eucaristía: que después de la consagración los accidentes del pan y del vino (es
decir, su color, su sabor y demás) permanecen aunque cambie su substancia. Esta acusación no trascendió
porque se entendió que Galileo nunca quiso contradecir lo afirmado por Trento respecto a la Eucaristía. No
obstante, esta acusación volvió a encontrarse en el proceso de 1633 y se realizó un nuevo informe para ver si
Galileo tendría que compadecer ante el tribunal por dicha doctrina. Este informe (que fue encontrado por
Mariano Artigas en 1999) consideraba que Galileo debía ser llamado por este motivo, aunque de hecho,
durante el proceso, nunca se haya tratado sobre esta cuestión.
18
Urbano VIII pensaba que el copernicanismo nunca podría ser demostrado, porque, aunque explicaba
bastante bien los fenómenos que observamos, esos mismos fenómenos se podrían explicar mediante una
hipótesis diferente. El motivo era teológico. Si Dios es todopoderoso, puede hacer que los fenómenos que
observamos sean debidos a causas distintas de las que nosotros pensamos que son las verdaderas, pues en
caso contrario se negaría la omnipotencia divina. Es un argumento que tiene sus raíces en las teorías
voluntaristas que se difundieron en la teología europea a partir del siglo XIV. Para Urbano VIII el argumento
era muy serio: no admitirlo significaba imponer una especie de necesidad a Dios, porque Dios debería
ajustarse necesariamente a nuestras teorías, y esto le parecía casi una blasfemia. Galileo no estaba de acuerdo
con el argumento del Papa. Admitía, sin duda, que Dios es todopoderoso y que podría haber hecho nuestro
seriamente los argumentos en favor de Copérnico y se resolvían las dificultades en contra,
de modo que el lector inteligente sacaría las conclusiones correctas. En 1630 Galileo viaja a
Roma para obtener el permiso para publicar el Diálogo. El dominico Niccolò Riccardi,
Maestro del Palacio Apostólico y quien debía dar el permiso, intentó complacer a las dos
partes (al Papa y a Galileo) asegurando que no habría problemas para publicarlo si se le
hacía algunos ajustes. Estas correcciones estaban demorando mucho tiempo, de modo que
Galileo se puso muy nervioso y utilizó toda la presión que pudo a través de las autoridades
políticas de Toscana (Riccardi era toscano y una pariente próxima suya estaba casada con el
embajador de Toscana) hasta que finalmente se le concedió el permiso y el libro se publica
en 1632. No obstante, en ese mismo año los enemigos de Galileo se encargaron de mostrar
al Papa que allí se defendía el copernicanismo y se ridiculizaba al Sumo Pontífice por poner
su argumento en boca de Simplicio.19

Proceso 1633

Cuando fue llamado por la Inquisición a Roma en 1632, Galileo se resistió durante
meses contando con el apoyo de las autoridades de Florencia, y sólo cuando el Papa insistió
muy seriamente en que fuera, el Gran Duque finalmente cedió, con gran disgusto. Ya en
Roma, las autoridades florentinas consiguieron que no fuese a la prisión del Santo Oficio,

universo de mil maneras que escapan a nuestra imaginación, pero añadía que una de ellas puede ser la que
nosotros llegamos a conocer mediante demostraciones.
19
En el Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo se discuten los méritos del geocentrismo y el
heliocentrismo. Salviati (un amigo de Galileo) representa a Galileo, Simplicio (el antiguo comentador griego
de Aristóteles) representa a los aristotélicos, y Sagredo (otro amigo de Galileo) es el noble veneciano que
acoge a ambos y actúa como moderador. En un principio, Galileo deseaba titular su libro Tratado sobre las
mareas, para subrayar la importancia y la originalidad de su argumento de las mareas (que era erróneo) para
probar el heliocentrismo (la parte cuarta y última de su Diálogo está dedicada a este tema). Al final del
diálogo, Galileo pone el argumento del Papa en boca de Simplicio, cuyo nombre, en italiano (como en
español), se relaciona con alguien que es demasiado simple o ignorante. Después que Simplicio invoca el
argumento del Papa, Salviati, que representa a Galileo, lo acepta, y enseguida acaba el libro. Lo que enfadó a
Urbano VIII es que está en boca de Simplicio. El Papa, estimulado por los enemigos de Galileo, interpretó
que su antiguo amigo lo estaba ridiculizando.
sino que se alojara en casa del embajador de Toscana,20 el cual no cesó de intervenir, con
éxito, ante el Papa y otras autoridades para que Galileo recibiera el mejor trato posible.
Galileo llegó a Roma el 13 de Febrero del 1633 y recién el 12 de abril tuvo lugar la
primera deposición.21 Según consta, en principio su intención era defender su libro ante el
tribunal. Sin embargo, sus amigos le convencieron de que eso sería fatal para su situación, y
le aconsejaron vivamente mostrarse dispuesto a obedecer todo lo que los jueces dijeran.
Siguió este consejo.
En el primer interrogatorio, el 12 de abril de 1633, las preguntas se centraban en
averiguar si Galileo recordaba lo que sucedió el 26 de febrero de 1616 en casa de
Belarmino. Galileo mostró un certificado que le había otorgado el cardenal Belarmino en
donde se decían los sucesos básicos de ese encuentro. De modo que los jueces le
preguntaron cómo se había atrevido a publicar el Diálogo, donde defendía el
copernicanismo, sin hacerle caso al precepto de 1616. Galileo se defendió diciendo que en
el Diálogo él no defendía el copernicanismo. Pero eso iba contra la evidencia más
elemental, por lo que el Santo Oficio determinó que tres teólogos dictaminaran sobre el
asunto, y los tres dictaminaron que Galileo defendía el heliocentrismo en aquel escrito.
La situación de Galileo era peligrosa, había dicho que no defendía el
copernicanismo y expertos dictaminaron lo contrario, de modo que la condena podía ser
muy severa. El Comisario Maculano, siguiendo instrucciones del Papa, convenció a Galileo
en una conversación personal para que reconociera que de algún modo defendía el
copernicanismo. Finalmente, el 30 de abril, Galileo reconoció ante el tribunal que, por
vanidad, había dado a sus argumentos más fuerza de los que estos tenían y el lector podía
sacar la falsa impresión de que defendía el heliocentrismo. No era muy convincente, pero
bastó para que el Comisario aceptara esa explicación y dejara a Galileo volver a la casa del

20
El 12 de abril se le llamó a declarar al Santo Oficio y tuvo que trasladarse allí, pero en el palacio del Santo
Oficio tampoco estuvo en la cárcel, sino que se le habilitaron unas habitaciones que pertenecían a uno de los
miembros de la Congregación. Se permitía también que le llevaran la comida desde la embajada de Toscana.
Allí estuvo hasta el 30 de abril, día en que volvió de nuevo a la casa del embajador de Toscana.
21
Aún se conservan las declaraciones de Galileo ante el tribunal, firmadas por él de su puño y letra. No hay
que pensar en un gran tribunal con cardenales. Se trataba de un pequeño tribunal que realizaba la instrucción
del caso, compuesto por el Comisario (el dominico Francesco Maculano), el Asesor, y el Notario. El
Comisario transmitía el resultado a los cardenales del Santo Oficio, y los cardenales, en sus reuniones
habituales, solos o con el Papa, tomaban las decisiones.
embajador de Toscana. De acuerdo con las normas del Santo Oficio los pasos siguientes
eran llamar a Galileo para que presentara su defensa (cosa que sucedió el 10 de mayo),
realizar el interrogatorio acerca de la verdadera intención del acusado (ocurrió el 21 de
junio) y, finalmente, decidir la sentencia (el 22 de junio). El interrogatorio sobre la
verdadera intención de Galileo se realizó bajo amenaza de tortura. 22 Finalmente, la
sentencia consistió en la abjuración de Galileo, en la prohibición del libro y en la condena a
la cárcel. No obstante, la condena a la cárcel fue conmutada inmediatamente por arresto
domiciliario, pero la lectura pública de la larga sentencia y, sobre todo, la humillante
abjuración de Galileo en público como la falta de libertad de expresión y de la posibilidad
de discutir libremente sobre la verdad de los argumentos fueron faltas graves de la Iglesia
que, por abuso de poder, obstaculizaron el desarrollo de la ciencia experimental.23

22
Le preguntaron si sostenía o había sostenido, y durante cuánto tiempo, que el Sol es el centro del mundo y
la Tierra gira en torno a él, a lo que Galileo contestó que antes del precepto de 1616 era indiferente respecto a
Tolomeo y Copérnico, pero que, después de que se le intimó mediante el precepto de 1616, tuvo como segura
y seguía teniendo ahora la opinión de Tolomeo. Le insistieron, diciendo que en su libro parecía que defendía
el copernicanismo, pero Galileo se ratificó en lo dicho. Entonces se le insistió, añadiendo que, «si no se
decide a declarar la verdad, se emplearán contra él los remedios oportunos de derecho y de hecho», a lo que
Galileo respondió: «No he sostenido ni sostengo esa opinión de Copérnico después de que se me intimó el
precepto de que debía dejarla; por lo demás, aquí estoy en sus manos, hagan lo que les parezca». El
documento sigue: «Y habiéndole dicho que diga la verdad, y que en caso contrario se llegará a la tortura»,
Galileo respondió: «Estoy aquí para obedecer; y, como he dicho, no he sostenido esta opinión después de la
decisión que se tomó». A continuación, el documento termina diciendo: «Y como no se podía hacer nada más
para ejecutar el decreto, después de que él (Galileo) firmó, se le devolvió a su lugar». Y acaba con el
autógrafo de Galileo, donde se lee: «Yo Galileo Galilei he depuesto como consta arriba». Éste es el único
momento en que pudo producirse la tortura y tenemos el documento, firmado por Galileo que dice
expresamente que se le dejó marchar. Parece claro que no se pasó de la amenaza de tortura al hecho. Cf. S. M.
Pagano (editor), I documenti del processo di Galileo Galilei, Ciudad del Vaticano, Pontificia Academia de
Ciencias, 2009, pp. 352-353, [en línea] http://www.casinapioiv.va/content/dam/accademia/pdf/sv112pas.pdf
[Consulta: 29 de diciembre de 2016]
23
Sin duda, hacerle ir a Roma desde Florencia para ser juzgado, teniendo 69 años, supone mal trato, y lo
mismo puede decirse de la tensión psicológica que tuvo que soportar durante el proceso y de la condena final,
seguida de una abjuración forzada. Desde el punto de vista psicológico, con la repercusión que esto puede
tener en la salud, Galileo tuvo que sufrir por esos motivos y, de hecho, cuando llegó a Siena después del
proceso, se encontraba en malas condiciones. Pero es igualmente cierto que no fue objeto de malos tratos
físicos o de tortura. La amenaza de tortura por parte del tribunal se trató de una pura formalidad que, debido a
los reglamentos de la Inquisición, el tribunal debía mencionar, pero sin intención de llevar a la práctica y sin
que, de hecho, se realizara. Después de la condena, en Siena, Galileo se recuperó. Luego sufrió diversas
enfermedades, pero eran las mismas que ya sufría habitualmente desde muchos años antes, que se fueron
agravando con la edad. Llegó a quedarse completamente ciego, pero esto nada tuvo que ver con el proceso.
Cf. M. Artigas, Ciencia y religión, p. 111
En fin, Galileo fue condenado a prisión,24 pero no estuvo en la cárcel ni un solo día.
Esa pena fue inmediatamente conmutada, primero, por una estancia de varios días en la
Villa Medici, una de las residencias que el Gran Duque de Toscana poseía en Roma;
después, por una estancia de varios meses en el palacio de su amigo el arzobispo de Siena;
y a continuación, a finales de 1633, se le permitió residir, en una especie de arresto
domiciliario, en su propia casa, la Villa del Gioiello, en Arcetri, en las afueras de Florencia,
donde vivió y trabajó hasta su muerte (incluso allí publica una de sus obras más
importantes: Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias).

24
«Te condenamos a cárcel formal en este Santo Oficio a nuestro arbitrio; y como penitencia saludable te
imponemos que recites durante los próximos tres años, una vez a la semana, los siete salmos penitenciales:
reservándonos la facultad de moderar, cambiar o levantar del todo o en parte dichas penas y penitencias». S.
M. Pagano (editor), I documenti del processo di Galileo Galilei, p. 415.
Bibliografía

Artigas, Mariano; Shea, William R. (2009), El caso Galileo: Mito y Realidad, Madrid,
Ediciones Encuentro.

Brecht, Bertolt (1956), Galileo Galilei, Bueno Aires, Losange.

Chalmer, Alan, F. (1999), ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Una valoración de la
naturaleza y el estatuto de la ciencia y sus métodos, México, Siglo XXI, [en línea]
https://eva.udelar.edu.uy/mod/resource/view.php?id=297880 [Consulta: 2 de enero de
2018]

Koestler, Arthur (1963), Los sonámbulos, Buenos Aires, Editorial, Universitaria.

Kuhn, Thomas S. (1996), La revolución Copernicana, Barcelona, Ariel.

Mason, S.F., (2001) Historia de las ciencias. Madrid: Ed. Alianza

Pagano, Sergio M. (ed.) (2009), I documenti del processo di Galileo Galilei, Ciudad del
Vaticano, Pontificia Academia de Ciencias, [en línea]
http://www.casinapioiv.va/content/dam/accademia/pdf/sv112pas.pdf [Consulta: 29 de
diciembre de 2017]

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