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ASPECTOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA DICTADURA MILITAR

Alberto J. Sosa
1986

Introducción

El propósito de éste trabajo es analizar el marco conceptual en el que se inscribió la política


exterior del gobierno militar argentino hacia América Central y en modo especial hacia El
Salvador, en el período Octubre 1979/Abril 1982. A partir de su estudio percibimos la
vinculación existente entre los intereses y aspiraciones de determinados actores hegemónicos
de la Argentina con sectores ultra-conservadores de EUA y de América Central. Asimismo, se
pueden comprender algunas de las razones de la intervención de las fuerzas armadas
argentinas en los asuntos de El Salvador y el modo con que se apuntó a transformar la
inserción argentina en el mundo, así como las estrategias y políticas de sus relaciones
exteriores.

Ciertos expertos en política exterior argentina coinciden en la existencia de tres grandes


tendencias históricas definidoras de la inserción del país en el mundo en el periodo 1880/1930:
la afiliación a la esfera de influencia británica, el anti-norteamericanismo dentro del sistema
panamericano y el aislamiento respecto de América Latina1.

Los sectores dominantes de Argentina habían establecido en aquella época una “sólida
mutualidad de intereses” con el Reino Unido. En el contexto de la división internacional del
trabajo la Argentina proveía alimentos al Reino Unido, a cambio de bienes industriales,
inversiones, empréstitos, etc. Dicha complementariedad económica engendró la ilusión de un
funcionamiento pleno de la teoría ricardiana de los costos comparativos.

La primera posguerra marcó la declinación del esquema del poder euro-céntrico y en modo
especial el del Reino Unido, hasta entonces primera potencia mundial. Mientras tanto, en los
años veinte (XX), EUA acentuó su penetración en el Caribe español y en América Central y se
expandió en Sudamérica2. La “crisis del 30” acarreó el fin de la “pax britannica”.

En dichas circunstancias, el orden oligárquico argentino no se pudo mantener y reproducir en


un contexto mundial y doméstico, distintos de aquéllos que le habían dado origen3.

A partir de los años treinta, la Argentina transitó una etapa caracterizada por la inestabilidad
institucional doméstica y la discontinuidad de sus relaciones exteriores.

El gobierno constitucional argentino surgido en la segunda posguerra intentó de manera


infructuosa (1946/1955), constituir un bloque austral sudamericano basado en la
complementación económica y la solidaridad política, en un contexto de guerra fría4.

Por esos años se inició el proceso de descolonización de Asia y de África que inauguró
horizontes inéditos en el sistema internacional bipolar. El ingreso de los países y pueblos,
recientemente descolonizados, a las Naciones Unidas y su participación en el examen de los

1
Cf. Puig Juan Carlos. “La política exterior argentina: incongruencia epidérmica y coherencia estructural” en Puig J.C. et
al “América Latina: políticas exteriores comparadas” Tomo I. Editorial GEL, Buenos Aires. 1984. Páginas 101/118; Cfr.
también Ferrari, Gustavo. “Esquema de la política exterior argentina”. Eudeba. Buenos Aires 1981, páginas 09/18.
2
Cf. Puig J.C. “Malvinas y régimen internacional” Editorial Depalma. Buenos Aires. 1983, págs. 75/76.
3
Cf. Bunge, Alejandro. “Una nueva Argentina”. Editorial Hyspamerica. Madrid. 1984. Págs. 246/251
4
Cf. Carneiro Glauco. “Lusardo: O último caudihlo. Entre Vargas e Perón”. Editora Nova Fronteira. Río de Janeiro.
1978. T. II, págs.361/476.

1
asuntos mundiales fue homologado por algunos especialistas al otorgamiento del voto
universal al conjunto de la ciudadanía en el nivel doméstico. Los Estados y pueblos miembros
del Movimiento de No Alineados, confundidos en el bloque afroasiático del sistema de
Naciones Unidas, controlaron las votaciones de la Asamblea General, aunque sin modificar el
curso general del sistema mundial, férreamente conducido desde el Consejo de Seguridad, a
través del veto de las grandes potencias. Sin embargo, los actores dominantes de la sociedad
argentina subestimaron las mudanzas del sistema internacional y limitaron la política exterior a
las reivindicaciones territoriales y a la Doctrina de la Seguridad Nacional5.

Desde principios de los años sesenta (XX) y hasta el golpe de estado de 1976, la política
exterior argentina tuvo, con sus momentos de excepción, tres rasgos distintivos: la “erraticidad”,
el “parroquialismo” y la obsoleta visión del mundo de sus grupos hegemónicos (económicos,
militares, políticos y sociales6).

Las marchas y contramarchas de la política doméstica determinaron que Argentina vagase


por el mundo como un país errante, sin hallar una nueva inserción.

1. Golpe de estado del 76 y su inserción externa

El golpe militar instaurado por los grupos sociales hegemónicos, en connubio con las fuerzas
armadas, fue el más salvaje de la historia argentina.

La dictadura supuso un mundo en el que se estaba librando la “tercera guerra mundial”.

El acceso al poder del castrismo en Cuba, llevó al gobierno de los EUA a la reformulación de la
doctrina de la “Seguridad Hemisférica”. La agresión comunista no residía en un eventual
ataque soviético7, sino que el enemigo se hallaba en el interior de las poblaciones locales
latinoamericanas. Las fuerzas armadas debían entrenarse y prepararse para combatir no a
tropas extranjeras, invasoras de su territorio nacional, en un marco de ataque extra-
hemisférico, sino a grupos políticos y sociales comunistas “infiltrados” en el interior de sus
instituciones y colaborando con organizaciones subversivas8. Las fábricas, las universidades,
los sindicatos, los barrios, los colegios y los partidos políticos, eran considerados dignos de
sospecha y a veces hasta “objetivos de guerra”. El mundo, para este tipo de razonamiento, era
un campo de batalla, permanente y encubierto, entre las fuerzas armadas del “mundo libre” y
las del “marxismo internacional”. Esta maniquea percepción del mundo, llevó al gobierno militar
argentino a estructurar un plan de terrorismo estatal que se tradujo en una sistemática violación
de los derechos humanos. Dicha práctica abarcó los derechos individuales más elementales,
como el derecho a la vida; los derechos sociales, ignorados por un plan económico que legalizó
la usura y la especulación, endeudando irresponsablemente el país; y desconoció el derecho
de la ciudadanía a expresarse a través del voto.

El comportamiento del gobierno militar, lo condujo al aislamiento internacional.

Por sus prácticas violatorias de los derechos humanos, la dictadura militar mantuvo un
permanente desencuentro diplomático con la Administración Carter (1977/1981). Sin perjuicio
de ello, el elenco civil del gobierno militar que controlaba el ministerio de economía, estableció
una estrecha vinculación con influyentes sectores financieros estadounidenses.

5
Los regímenes militares sustantivaron la denominada “lucha antimarxista”, en el contexto de la “doctrina de la
Seguridad Nacional” y “la política de las fronteras ideológicas”.
6
La política de la Junta Militar (1976/1983) de sistemáticas violaciones a los derechos humanos, la enemistó con el
gobierno de los EUA (1977/1981) y con algunos de los gobiernos de la entonces Comunidad Económica Europea. La
dictadura de Argentina se sentía “injustamente repudiada” por el mundo occidental, cuando creía que estaba
cumpliendo un rol precursor en una hipotética 3ª GM. Por otra parte, sus postulados doctrinarios la llevaban a
distanciarse del bloque afroasiático, dentro de la Asamblea General de las Naciones Unidas; del Grupo de los 77 y del
Movimiento de Países No Alineados. Temas como el Nuevo Orden Económico Internacional y el Nuevo Orden
Informativo Internacional no merecieron su atención. Sólo una percepción parroquial del mundo y basada en un
esquema ideológico obsoleto explicaba dicha conducta propia de un “país paria”.
7
Cf. Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en Río de Janeiro 1947, primer pacto de
seguridad colectiva de la guerra fría, artículos 3 y 4.
8
Cf. Veneroni Horacio. “EUA. y las Fuerzas Armadas de América Latina”. Editorial Periferia. Buenos Aires. 1973, págs.
65/86.

2
La agenda de la política exterior argentina incluyó (hasta 1979) problemas de tinte
predominantemente territorial: el Canal de Beagle; el archipiélago de las Malvinas; la Cuenca
del Plata; y la Antártida.

El gobierno militar argentino firmó un Acuerdo Tripartito con Brasil y Paraguay (19/10/1979),
que puso fin a la disputa relacionada con las represas del alto Paraná (Cuenca del Plata). Por
otra parte, el régimen militar estimaba que había hecho un aporte a la “lucha antimarxista”,
librada en el contexto de la “tercera guerra mundial”. Por un lado, había eliminado al enemigo
interior y por otro, postergado el conflicto con Chile por el Canal de Beagle9 y solucionado la
disputa con Brasil (su rival en la arena sudamericana), por el tema de las represas del Alto
Paraná.

En este contexto, la dictadura militar consideró que la administración demócrata


estadounidense se manifestaba débil e impotente para defender los “valores del occidente
capitalista”. Por ello, había llegado el momento de exportar su experiencia terrorista estatal a
otros países de América Latina, para frenar el avance del “marxismo internacional10”. Para esta
fecha, la dictadura militar había puesto en marcha un proceso de apertura económica,
desregulación financiera y achicamiento del aparato estatal, tendiente a restaurar el modelo
económico de las ventajas comparativas. Dicha política restauradora se propuso liquidar la
industria, para así liquidar el poder de los sindicatos, es decir los grupos sociales y políticos
que habían emergido como resultado de la política de industrialización sustitutiva liviana, luego
de la crisis de 1930.
ene 80 primeras notas sobre
rechazo
En este contexto y paradojalmente, la Junta Militar Argentina tuvo una relación embargo
especial con la
URSS. Decidió no adherir al embargo decretado por el gobierno de James Carter contra la
URSS por haber invadido Afganistán. Por ello en esos años cobraron importancia las
exportaciones agrarias de la Argentina a la URSS11.

A pesar de la disimilitud y antagonismo ideológicos existentes, entre el régimen militar


argentino y la URSS, ciertos sectores hegemónicos de la Argentina explicaron las
exportaciones arguyendo que los dos Estados tenían fuerzas armadas victoriosas y que se
trataba de una relación “entre iguales”. Argüían que así como el ejército rojo había sido un
factor decisivo del triunfo aliado en la 2ª Guerra Mundial, las fuerzas armadas argentinas
libraron una guerra victoriosa en el marco de la “3ª Guerra Mundial”. Por ende, se traba de una
relación comercial entre vencedores: la URSS en la 2ª GM y la Argentina militar durante la 3ª
GM.

En la XIII Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA), celebrada en Bogotá (Colombia) (5/10


Noviembre 1979), el gobierno de las fuerzas armadas argentinas expuso su plan (doctrina
Viola) de latinoamericanización del modelo terrorista estatal ante los comandantes de 16
ejércitos americanos, que sesionaron en secreto en dependencias del Club Militar12. Las bases
doctrinarias que sustentaron este plan perseguían el objetivo más amplio de romper el
aislamiento diplomático argentino, en base a una activa y solidaria acción internacional, con
regímenes autoritarios de igual o parecida ideología como Sudáfrica13; o con países del Cono
Sur americano14 y de América Central.
egativa del gobierno de Videla a plegarse al embargo cerealero que la administración Carter intentó imponer a M
ersonajes políticos” y “Desconcertantes rumbos para nuestra política exterior inspiran los cereales de la discordia

9
La mediación papal estipulada en los Acuerdos de Montevideo (Enero 1979), postergó un conflicto que en Diciembre
de 1978 parecía inevitable.
10
Cf. Selser Gregorio. “Reagan: Entre El Salvador y las Malvinas”. Mex-Sur Editorial SA. México D.F.1982, págs. 92/96.
11
El superávit comercial de la Argentina con la URSS fue de U$S 1. 599,4 millones de dólares (1980); U$S 2.992,1
millones de dólares (1981); y de U$S 1.556,8 millones de dólares (1982). Fuente: INDEC. Cit. Buenos Aires. Clarín,
Suplemento Económico 15/09/85, pág.11. También Cf. Lanús Juan A. “De Chapultepec al Beagle”. Emecé Editora
Buenos Aires. 1984, págs. 113/118.
12
Cf. Selser G. “Reagan: Entre El Salvador y las Malvinas”, pág.101.
13
La Armada de la República Argentina intentó establecer una Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS), en
connivencia con el régimen racista de Sudáfrica. Cfr. Alencastre, Amilcar. “América Latina, África e Atlántico Sul”.
Editora paralelo Río de Janeiro 1980, págs. 22/27.
14
El Plan Cóndor relacionaba a las dictaduras militares de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

3
El pueblo de Bolivia fue el cobayo de la doctrina Viola, cuando la dictadura militar de la
Argentina apoyó el golpe de estado que derrocó a la presidenta constitucional de aquél país
Lidia Gueiler (17/07/198015).

2. Relaciones con América Central

En 1979, se produjeron dos hechos significativos en América Central. La caída de la dinastía


Somoza en Nicaragua y el golpe cívico-militar de El Salvador que derrocó a la dictadura militar
de Carlos Humberto Romero.

Con respecto al caso nicaragüense (Septiembre 1978), el gobierno venezolano ya había


pedido la convocatoria de la XVII Reunión de Consulta, dentro de la normativa del artículo 59
de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), con el fin de tratar las
violaciones a los derechos humanos practicadas por el régimen de Somoza16. Dicha reunión
señaló un hito en las relaciones interamericanas. El gobierno de EUA, por primera vez, no pudo
manejar las deliberaciones de la reunión de ministros de relaciones exteriores hemisféricos. La
misma se llevó a cabo cuando el Frente Sandinista de Liberación (FSL) estaba acorralando al
régimen de Somoza y a la sazón se examinaron tres posturas. El gobierno de EUA propuso
medidas de corte intervencionista17, con el fin de impedir que Nicaragua cayera en manos de
los sandinistas; México y Grenada reivindicaron el “sagrado derecho del pueblo de Nicaragua a
rebelarse contra el régimen de Somoza18”; y el Pacto Andino sostuvo una postura intermedia al
subordinar el principio de la no intervención a la obligación internacional de respetar los
derechos humanos19.

Finalmente, en la sesión del 23/06/1979 quedó consagrada la siguiente resolución:

1. el reemplazo inmediato y definitivo del “régimen somocista”; 2.la instalación de un gobierno


democrático en el territorio de Nicaragua; 3.garantizar el respeto de los derechos humanos; y
4.la realización de elecciones libres a la brevedad posible20.

En El Salvador (Octubre de 1979), se instaló un gobierno cívico-militar representativo de una


alianza constituida por socialdemócratas, democristianos y oficiales jóvenes del ejército, bajo el
liderazgo del coronel Majano, que adoptó un rumbo reformista.

Desde la instalación del gobierno cívico-militar, distintas fuerzas sociales pugnaron por imponer
su propia propuesta. Aquí mencionaremos sólo tres de ellas. El proyecto respaldado por
fuerzas sociales democráticas y de izquierda. El reformista-contrainsurgente, patrocinado por
fuerzas democráticas y sectores de la industria y las finanzas; y un tercero, oligárquico-
contrainsurgente, impulsado por sectores de la oligarquía exportadora, del empresariado ultra-
conservador y por fuerzas civiles y militares involucradas con la represión durante anteriores
gobiernos21.

Los elementos progresistas de la junta cívico-militar fueron desplazados, en los primeros


meses de 1980, constituyéndose, la segunda junta de gobierno como producto de un pacto
entre las fuerzas armadas de El Salvador y el partido demócrata cristiano, gracias a la
mediación de la embajada de EUA acreditada en dicho Estado.

15
El presidente de la Argentina Jorge Rafael Videla en una reunión de prensa en la ciudad de Córdoba, expresó que en
Bolivia existían dos opciones. Una “la formalmente correcta- desemboque electoral” y otra “formalmente incorrecta-
pronunciamiento militar”. El gobierno argentino optó por esta última, porque si había elecciones en Bolivia, este país se
tornaba la “Cuba Sudamericana”. Cf. Selser Gregorio.”Bolivia. El cuartelazo de los cocadólares”.Mex-Sur Editorial SA.
México D.F. Diciembre 1982, págs. 122/125.
16
OEA. Secretaría General. Anuario Jurídico Interamericano 1979.
17
Cf. Puig J.C. “El principio de la no intervención en el derecho internacional público interamericano. Influencia de las
nuevas relaciones internacionales”. OEA. Anuario Jurídico Interamericano. 1979, págs. 55/87.
18
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso de Nicaragua en la XVII Reunión de Consulta: los derechos humanos como
fundamento de la acción internacional”. OEA. Anuario Jurídico Interamericano 1979, págs. 03/36.
19
20
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso Nicaragua…”. esta en la univ de montevideo
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso Nicaragua…”.
21
Cf. Cuenca Breny-Schwartz C. “El camino militar electoral de la Administración Reagan para El Salvador versus la
negociación política” en “Centroamérica: crisis y política internacional”. Editorial Siglo XXI-México. 1982, págs. 107/137.

4
Excluidos del poder los sectores sociales que impulsaron el proyecto reformista democrático, la
disputa por el control del aparato estatal se redujo a sectores sociales sostenedores del modelo
patrocinado por la Administración Carter (reforma-contrainsurgencia) y a los sectores ultra-
conservadores de la sociedad salvadoreña (propuesta oligárquico-contrainsurgente). No
obstante, surgieron en la escena otros actores (1980): la alianza del Frente Democrático
Revolucionario (FDR) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que se
enfrentaron con los grupos dominantes. Así fue que el conflicto sociopolítico asumió ribetes de
violencia generalizada.

A esta altura de las circunstancias, se dibujaron dos perspectivas para resolver la crisis
salvadoreña. Una de ellas, promovida por la Declaración franco-mexicana (28/08/1981),
proponía una solución política global de la crisis salvadoreña, con participación de todos los
actores involucrados (incluso, la alianza FDR-FMLN). La segunda, “militar-electoral”,
patrocinada por sectores ultra-conservadores de El Salvador, la derecha estadounidense y el
gobierno castrense argentino.

3. El gobierno republicano en EUA y nuevas relaciones con Argentina

En los años 1979/1980, por diversas razones que aquí no se analizan, comenzó a desdibujarse
en EUA la política de la administración demócrata en materia de derechos humanos y
sincrónicamente se produjo el avance de la nueva derecha estadounidense. En este contexto
se percibía una reorientación en la política exterior de EUA hacia América Latina.

Desde la perspectiva de EUA el cuadro Regional exhibía (1981) la siguiente situación: el Cono
Sur, en poder de sectores ultra-conservadores; el Pacto Andino22 operando como un actor
contestatario; y Centroamérica-Caribe involucrada en una situación de conmoción social y con
procesos de transformación: Nicaragua23; El Salvador24; Grenada25; y Panamá26.

El triunfo electoral de la derecha republicana (Ronald Reagan accedió al gobierno en Enero


1981), significó un cambio en materia de derechos humanos, en modo especial, respecto de
América Latina. HASTA ACAAAAA
Los grupos hegemónicos del Cono Sur celebraron el triunfo republicano, como si fuera propio.
Se especuló con la culminación de la política de crítica por las violaciones a los derechos
humanos y con que (en el caso de Argentina y Chile), se levantarían sanciones unilaterales
como la Enmienda Humphrey-Kennedy27.

Dentro del elenco de asesores del candidato republicano, Ronald Reagan, se destacaron los
autores del “Documento de Santa Fe28” y la profesora Jeanne Kirkpatrick29.

La visita de Roger Fontaine (asesor de Reagan para asuntos latinoamericanos); los


antecedentes “académicos” de los autores del Documento de Santa Fe (1980) y de la profesora

22
Cf. Morelli Pando J. “Política internacional del Perú” en “América Latina: políticas exteriores comparadas”. GEL.
Buenos Aires. 1984. T. II, págs. 502/525.
23
Cf. OEA. Secretaría General. AJI 1979.; también Cfr. Selser G. “Reagan: entre El Salvador y las Malvinas”, pág. 60.
24
Cf. Selser G. “Reagan: entre El Salvador y las Malvinas”, págs. 60/64.
25
Triunfo de la rebelión popular, dirigida por M.Bishop, líder del Movimiento Nueva Joya, en Grenada (13/03/79).
26
Tratado Torrijos-Carter (07/09/1977).
27
Prohibió la asistencia militar y la venta de armas de EUA a Chile, luego del golpe contra Salvador Allende en 1973. A
instancias del senador demócrata Eduard Kennedy la citada Enmienda fue extendida a todo país que violara los
derechos humanos, por ello se aplicó también a la Argentina. El gobierno de James Carter suspendió la ayuda militar y
financiera a la dictadura argentina, así fue que se abstuvo o votó en contra de 28 de los 32 créditos que la Junta Militar
de Buenos Aires había solicitado a los organismos de crédito internacional. Cfr. Clarín. Buenos Aires. Ana Barón.
“Kennedy y la enmienda con la que le puso límites a la dictadura argentina”. 31/08/2009.
28
Documento en el que el staff reaganiano diseñó su política hacia América Latina. Los problemas de la Región
latinoamericana fueron percibidos bajo la óptica del conflicto Este-Oeste.
29
Embajadora de EUA en las Naciones Unidas y autora del ensayo:”Dictaduras y estándares dobles” en el que
estableció una diferenciación entre regímenes totalitarios (comunistas) y los autoritarios (vg. la Argentina castrense).
Según Kirkpatrick, los regímenes autoritarios, de derecha, son más permeables a las presiones democratizadoras y en
determinadas circunstancias pueden favorecer una salida electoral. Asimismo, carecen de ambiciones territoriales. Los
totalitarios son irreformables. Cf. Al respecto. Cardoso Oscar Raúl et al “Malvinas-la trama secreta”. Editorial
Sudamericana Planeta. Buenos Aires. 1983. Págs. 133 y 156.

5
Jeane Kirkpatrick; así como la reunión entre el presidente Reagan (en EUA) con el general-
presidente Viola, abrieron una expectativa esperanzada en el gobierno castrense argentino.

En este sentido, la administración Reagan modificó el modus operandi, en materia de


derechos humanos. La llamada “discreción en los “procedimientos” sería la norma del
Departamento de Estado en sus planteos a los gobiernos autoritarios de América Latina.

La dictadura militar, a pesar del superávit comercial con la URSS no quería obtener de este
país auxilio financiero, tecnológico o equipamiento industrial, adecuados a las necesidades
argentinas. Además, uno de los temas que preocupó al horizonte directivo argentino
(1980/1981) fue el denominado “re-despliegue industrial” de los países desarrollados de
economía de mercado. Se especulaba que si el gobierno de las Fuerzas Armadas recomponía
su deteriorada relación con los EUA, podía transformarse en una de las principales
usufructuarias de dicho “re-despliegue”. Una vez más se evocaba la relación especial que las
autoridades brasileñas habían establecido, en los años cuarenta, durante la 2ª Guerra Mundial,
con el gobierno demócrata estadounidense. Dicho país sudamericano, se argüía, “fue el
principal beneficiario de la ley de préstamos y arriendos de bienes y equipos militares de EUA”.
Las Fuerzas Armadas del Brasil de Getúlio Vargas (1930/1945 y 1951/1954) y de Gaspar
Eurico Dutra (1946/1950), devinieron en serias rivales de las argentinas. Asimismo, el Brasil
varguista recibió de EUA en compensación por su activa colaboración, durante la segunda
guerra mundial, la planta siderúrgica de Volta Redonda30 y luego el Banco de Desenvolvimento.

Siempre según la visión doctrinaria de ciertos grupos hegemónicos de la Argentina, el rol


protagónico del país y de sus Fuerzas Armadas en particular, en ocasión de esta 3ª Guerra
Mundial, no había sido entendido o correspondido por la Administración demócrata de EUA
(1977/1981). Sin embargo, el gobierno de EUA se encontraba en una encrucijada: el “marxismo
internacional” continuaba su avance en América Latina. Una posibilidad, para EUA, era
intervenir militar y unilateralmente, en su histórica zona de influencia. Otra posibilidad era
requerir “el auxilio militar” de los gobiernos autoritarios del Cono Sur americano, sus aliados
permanentes, más allá de la “querella transitoria” con la Administración Carter. Esta era la
oportunidad para ofrecerle al gobierno republicano una “alternativa” para solucionar sus
problemas en la zona centroamericana. Es decir, se especulaba cumplir con el mismo rol que
Brasil había desempeñado durante la 2ª Guerra Mundial y que ahora su gobierno militar no
quería ni deseaba repetir.

Por otra parte, a causa del “síndrome de Vietnam”, sectores del Congreso y de la opinión
pública estadounidense, se manifestaban opositores a eventuales intervenciones militares, con
tropas propias, en dicha área. La Argentina militar, luego de su “exitosa” experiencia terrorista
estatal, podía reemplazar y hasta representar el interés de la potencia hegemónica enviando
grupos especiales de combate a la zona centroamericana, para contener el “avance marxista”.

Así fue que la cúpula militar, se impuso como meta de la política exterior argentina recomponer
el vínculo con EUA y establecer una relación especial con dicho país para convertir a la
Argentina militar en su “aliada preferencial”. Los grupos militares y empresariales del Brasil
habían sido un apoyo, quizás el más importante proveniente de un país latinoamericano, para
la política de Franklin Delano Roosevelt, durante la 2ª GM y por dicha razón, siempre según la
visión doctrinaria de los grupos hegemónicos de Argentina, las administraciones demócratas
habían recompensado su política aliadófila. En este sentido, la Argentina “en el contexto de la
3ª GM” debía, siguiendo este razonamiento retrospectivo, convertirse en el Brasil de los años
80 (XX).

Las fuerzas armadas argentinas habían derrotado a la “subversión marxista” dentro de su país
y con los aportes empíricos efectuados a la doctrina de la “Seguridad Nacional”, podían
colaborar en la defensa del denominado mundo libre. Además, Brasil ya no resultaba
“confiable” para EUA. Los problemas relativos a las violaciones de los derechos humanos; los
convenios nucleares suscriptos con la República Federal Alemana; y la denuncia brasileña del
Tratado de Asistencia Militar que vinculaba a sus Fuerzas Armadas con las de EUA,

30
Cf. Moniz Bandeira, Luiz Alberto. “Presenca dos Estados Unidos no Brasil (Dois séculos de história)” 2ª Edicao.
Editora Civilizacao Brasileira SA. Río de Janeiro. 1978, págs. 264/289.

6
distanciaron a dichos países31. El “pragmatismo responsable” del Itamaraty también se
reflejaba, en la zona de América Central, al desconocer la autoridad de Somoza en Nicaragua,
así como en el África Sub-sahariana al reconocer a los gobiernos surgidos del proceso
descolonizador en Angola, Mozambique y Guinea Bissau.

Bajo esta concepción, las condiciones para esta particular alianza entre EUA y la Argentina
estaban dadas. Las fuerzas armadas argentinas asumirían tareas “contrainsurgentes” en
Centroamérica y el gobierno republicano las premiaría estimulando las radicaciones de capital
estadounidense en la economía argentina y respaldando la recuperación de las islas Malvinas,
Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Dicha recuperación suponía legitimar domésticamente el
gobierno de las fuerzas armadas y ceder el nombrado archipiélago como base militar a los
EUA32.

Los dos viajes del General Leopoldo Fortunato Galtieri (1981), Comandante en Jefe del Ejército
argentino a EUA, se inscribieron en el cuadro de situación antedicho. En dicha ocasión el
General Galtieri conferenció sobre estos temas con funcionarios del Departamento de Defensa
de EUA. La situación en América Central se complicaba para EUA, porque no estaba dispuesto
a convivir con las nuevas realidades que habían emergido en su “patio trasero”. Así fue que el
gobierno republicano coordinó con el gobierno argentino el denominado “Plan Charlie33”.

El eslabonamiento de las Fuerzas Armadas argentinas con los sectores de la nueva derecha
estadounidense se efectuó debido a las gestiones desplegadas por el General Miguel Mallea
Gil, Agregado Militar argentino acreditado en Washington34.

A fines de Diciembre de 1981, coincidiendo con su “regreso triunfal” desde Washington, donde
había participado, en las deliberaciones de la XIV CEA (Noviembre 1981), el general Galtieri
desplazó de la presidencia de la República al General Roberto Viola y nombró al Dr. Nicanor
Costa Méndez en la cartera de Relaciones Exteriores35.

El flamante Canciller argentino emitió (Enero 1982) declaraciones referidas al carácter


occidental y alineado del gobierno de las Fuerzas Armadas y a su inexplicable pertenencia al
Movimiento de Países No Alineados. A su criterio había llegado el momento de abandonar las
“zonas grises de la política exterior argentina36”.

Dentro del maniqueo marco conceptual del Dr. Costa Méndez, sólo tenía cabida el conflicto
Este-Oeste y la Argentina debía alinearse detrás de la defensa de los intereses y valores del
mundo occidental37.

Las autoridades militares argentinas percibían y reivindicaban un país occidental a secas, sin
matices que lo distinguieran de los Estados del mundo desarrollado. Sin embargo, se afirmaba
que la Argentina militar debía desempeñar un rol de mediador entre los Estados
industrializados de economía de mercado y los del Tercer Mundo, en los temas relacionados
con el Nuevo Orden Internacional. La Argentina aparecía, desde esta visión doctrinaria, fuera
del tiempo y del espacio y también fuera y por encima del conflicto Norte-Sur. La aspiración de
los grupos dominantes argentinos, era incorporar al país al “Club de los Grandes” (OCDE).

31
Cf. Barros A. de. S.C. “El proceso de formulación de la política exterior brasileña y sus orientaciones básicas” en
“Entre la autonomía y la subordinación-política exterior de los países latinoamericanos”. T.I. Ed. GEL. Buenos Aires.
1984, pág. 103.
32
Cf. Cardoso O. et. “Malvinas: la trama secreta”,. Editorial Sudamericana- Planeta. Bs. As. 1983, págs. 26 y 46.
33
“El plan Charlie” era la consagración de la doctrina Viola (XIII CEA). Preveía la formación de una fuerza armada pan-
latinoamericana (Argentina, Honduras, El Salvador y ex guardias somocistas) hegemonizada por el ejército argentino.
Dicha fuerza se encargaría de expulsar “a los izquierdistas de El Salvador tierra adentro hacia Honduras, donde el
ejército de ese país los aplastaría en un movimiento de pinzas”. Cf. Cardoso O. et. al. ob. cit. págs. 47/48, 63 y 133;
también Cfr. Selser G.”Honduras la República alquilada”. Mex-Sur Editorial SA. México DF. 1983, págs. 124/130 y
260/263.
34
Cfr. Cardoso O.et. “Malvinas: la trama secreta”, pág. 75.
35
Cfr. Selser, Gregorio. “Reagan:...”, pág. 268.
36
Cfr. Moneta C. J. “El conflicto de las islas Malvinas en el contexto de la política exterior argentina” en “América Latina
y la guerra del Atlántico Sur”. Editorial Belgrano. Buenos Aires. 1984, pág. 30.
37
Cfr. Moneta C. J. “El conflicto de las islas Malvinas…”, págs.13/15.

7
El papel de vicario militar de EUA en América Central, el retiro del Movimiento de Países No
Alineados y la temeraria recuperación del archipiélago de las Malvinas constituían los primeros
pasos del itinerario para reinsertar el país en Occidente. Los sucesos ocurridos después del
02/04/1982 (fallida recuperación de Malvinas) no dejaron dudas acerca de la falacia y
obsolescencia de la percepción de las fuerzas armadas y de los grupos sociales que
acompañaron dicha “fantasía retrospectiva”.

4. Conclusiones

La República Argentina había mantenido una continuidad en su política exterior en el período


1880/1930, manifestada en sus tres grandes tendencias: la alianza con el Reino Unido de Gran
Bretaña; el anti-norteamericanismo dentro del sistema panamericano; y el relativo aislamiento
respecto de América Latina. Debido a su política pro-británica había recusado el
intervencionismo estadounidense, en América Central y el Caribe español, convirtiéndose en
sostenedora de los principios de la autodeterminación de los pueblos y de la no intervención. A
pesar de las presiones diplomáticas, mantuvo su neutralidad durante las dos guerras
mundiales.

La etapa que se inicia en Octubre de 1979 y que culmina en Abril de 1982, con la fallida
recuperación del archipiélago de las Malvinas, es una de las más atípicas de la política exterior
argentina. El gobierno de las Fuerzas Armadas rompió el tradicional neutralismo del país y se
involucró en conflictos en los que defendió intereses que no eran los de su ciudadanía. Se
mandaron oficiales de las Fuerzas Armadas para el cumplimiento de tareas “non sanctas” en
Centroamérica. Ex abanderada de la no intervención y de la autodeterminación, se trocó en
transgresora de dichos principios. El anti-norteamericanismo, devino en el pretendido papel de
vicario militar de EUA para salvaguardar el interés estratégico de Occidente o desempeñando
el rol de “fuerza expedicionaria” de la superpotencia occidental. A pesar de su antimarxismo, la
URSS se convirtió en su principal socia comercial. Su anglofilia fue repudiada no para
emprender una acción descolonizadora, sino para poner el archipiélago de las Malvinas al
servicio del interés estadounidense, en el marco del conflicto Este-Oeste. Hasta el
“parroquialismo” y el aislamiento respecto de América Latina fueron abandonados puesto que
en su proyecto de reinsertar “alineadamente” a la Argentina en el mundo occidental, tomó
participación activa en los asuntos centroamericanos, no para descolonizar y libertar como lo
hiciera el ejército emancipador de San Martín, sino para violar los principios de no intervención,
autodeterminación y de soberanía popular.

Los sucesos posteriores a la fallida recuperación de las Islas Malvinas, probaron que el
gobierno castrense argentino tenía una errónea percepción acerca del sistema internacional,
circunstancia que aceleró su caída. El proyecto de recuperación y ulterior arrendamiento del
archipiélago de Malvinas a EUA, a cambio de su papel de “fuerza expedicionaria” en América
Central, no resultó tentadora para la potencia hegemónica porque el Reino Unido era más
importante para sus intereses estratégicos que la Argentina castrense. Asimismo, la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) era mucho más vital que el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

Los cambios de rumbo de la política exterior argentina, antes y después de Malvinas, se


pueden calificar de sorprendentes. La conducción militar recordó a la “legendaria Armada
Brancaleone” del filme de Mario Monicelli, dado que se comportaba como un grupo mercenario
que cambia de bando, según los sucesivos conflictos que se le planteaban. Primero la
emprendió contra el comunismo y la subversión, luego giró ciento ochenta grados, se alió con
Castro y el MONOAL, para procurar respaldo en su lucha contra la alianza anglosajona y la
OTAN. Inicialmente salió a combatir al “comunismo internacional” en América Central y a
recuperar Malvinas para arrendarla a EUA, poniéndola al servicio de sus intereses en el
Atlántico Sur. No obstante, luego de la “traición” estadounidense utilizó un discurso
“latinoamericanista”, “no alineado” y crítico respecto de las potencias industrializadas de
occidente, reflejando dos de los tres rasgos distintivos de la política exterior argentina de los
últimos años: la erraticidad y la obsolescencia ideológica de los actores hegemónicos de la
Argentina.

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