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Alberto J. Sosa
1986
Introducción
Los sectores dominantes de Argentina habían establecido en aquella época una “sólida
mutualidad de intereses” con el Reino Unido. En el contexto de la división internacional del
trabajo la Argentina proveía alimentos al Reino Unido, a cambio de bienes industriales,
inversiones, empréstitos, etc. Dicha complementariedad económica engendró la ilusión de un
funcionamiento pleno de la teoría ricardiana de los costos comparativos.
La primera posguerra marcó la declinación del esquema del poder euro-céntrico y en modo
especial el del Reino Unido, hasta entonces primera potencia mundial. Mientras tanto, en los
años veinte (XX), EUA acentuó su penetración en el Caribe español y en América Central y se
expandió en Sudamérica2. La “crisis del 30” acarreó el fin de la “pax britannica”.
A partir de los años treinta, la Argentina transitó una etapa caracterizada por la inestabilidad
institucional doméstica y la discontinuidad de sus relaciones exteriores.
Por esos años se inició el proceso de descolonización de Asia y de África que inauguró
horizontes inéditos en el sistema internacional bipolar. El ingreso de los países y pueblos,
recientemente descolonizados, a las Naciones Unidas y su participación en el examen de los
1
Cf. Puig Juan Carlos. “La política exterior argentina: incongruencia epidérmica y coherencia estructural” en Puig J.C. et
al “América Latina: políticas exteriores comparadas” Tomo I. Editorial GEL, Buenos Aires. 1984. Páginas 101/118; Cfr.
también Ferrari, Gustavo. “Esquema de la política exterior argentina”. Eudeba. Buenos Aires 1981, páginas 09/18.
2
Cf. Puig J.C. “Malvinas y régimen internacional” Editorial Depalma. Buenos Aires. 1983, págs. 75/76.
3
Cf. Bunge, Alejandro. “Una nueva Argentina”. Editorial Hyspamerica. Madrid. 1984. Págs. 246/251
4
Cf. Carneiro Glauco. “Lusardo: O último caudihlo. Entre Vargas e Perón”. Editora Nova Fronteira. Río de Janeiro.
1978. T. II, págs.361/476.
1
asuntos mundiales fue homologado por algunos especialistas al otorgamiento del voto
universal al conjunto de la ciudadanía en el nivel doméstico. Los Estados y pueblos miembros
del Movimiento de No Alineados, confundidos en el bloque afroasiático del sistema de
Naciones Unidas, controlaron las votaciones de la Asamblea General, aunque sin modificar el
curso general del sistema mundial, férreamente conducido desde el Consejo de Seguridad, a
través del veto de las grandes potencias. Sin embargo, los actores dominantes de la sociedad
argentina subestimaron las mudanzas del sistema internacional y limitaron la política exterior a
las reivindicaciones territoriales y a la Doctrina de la Seguridad Nacional5.
Desde principios de los años sesenta (XX) y hasta el golpe de estado de 1976, la política
exterior argentina tuvo, con sus momentos de excepción, tres rasgos distintivos: la “erraticidad”,
el “parroquialismo” y la obsoleta visión del mundo de sus grupos hegemónicos (económicos,
militares, políticos y sociales6).
El golpe militar instaurado por los grupos sociales hegemónicos, en connubio con las fuerzas
armadas, fue el más salvaje de la historia argentina.
El acceso al poder del castrismo en Cuba, llevó al gobierno de los EUA a la reformulación de la
doctrina de la “Seguridad Hemisférica”. La agresión comunista no residía en un eventual
ataque soviético7, sino que el enemigo se hallaba en el interior de las poblaciones locales
latinoamericanas. Las fuerzas armadas debían entrenarse y prepararse para combatir no a
tropas extranjeras, invasoras de su territorio nacional, en un marco de ataque extra-
hemisférico, sino a grupos políticos y sociales comunistas “infiltrados” en el interior de sus
instituciones y colaborando con organizaciones subversivas8. Las fábricas, las universidades,
los sindicatos, los barrios, los colegios y los partidos políticos, eran considerados dignos de
sospecha y a veces hasta “objetivos de guerra”. El mundo, para este tipo de razonamiento, era
un campo de batalla, permanente y encubierto, entre las fuerzas armadas del “mundo libre” y
las del “marxismo internacional”. Esta maniquea percepción del mundo, llevó al gobierno militar
argentino a estructurar un plan de terrorismo estatal que se tradujo en una sistemática violación
de los derechos humanos. Dicha práctica abarcó los derechos individuales más elementales,
como el derecho a la vida; los derechos sociales, ignorados por un plan económico que legalizó
la usura y la especulación, endeudando irresponsablemente el país; y desconoció el derecho
de la ciudadanía a expresarse a través del voto.
Por sus prácticas violatorias de los derechos humanos, la dictadura militar mantuvo un
permanente desencuentro diplomático con la Administración Carter (1977/1981). Sin perjuicio
de ello, el elenco civil del gobierno militar que controlaba el ministerio de economía, estableció
una estrecha vinculación con influyentes sectores financieros estadounidenses.
5
Los regímenes militares sustantivaron la denominada “lucha antimarxista”, en el contexto de la “doctrina de la
Seguridad Nacional” y “la política de las fronteras ideológicas”.
6
La política de la Junta Militar (1976/1983) de sistemáticas violaciones a los derechos humanos, la enemistó con el
gobierno de los EUA (1977/1981) y con algunos de los gobiernos de la entonces Comunidad Económica Europea. La
dictadura de Argentina se sentía “injustamente repudiada” por el mundo occidental, cuando creía que estaba
cumpliendo un rol precursor en una hipotética 3ª GM. Por otra parte, sus postulados doctrinarios la llevaban a
distanciarse del bloque afroasiático, dentro de la Asamblea General de las Naciones Unidas; del Grupo de los 77 y del
Movimiento de Países No Alineados. Temas como el Nuevo Orden Económico Internacional y el Nuevo Orden
Informativo Internacional no merecieron su atención. Sólo una percepción parroquial del mundo y basada en un
esquema ideológico obsoleto explicaba dicha conducta propia de un “país paria”.
7
Cf. Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en Río de Janeiro 1947, primer pacto de
seguridad colectiva de la guerra fría, artículos 3 y 4.
8
Cf. Veneroni Horacio. “EUA. y las Fuerzas Armadas de América Latina”. Editorial Periferia. Buenos Aires. 1973, págs.
65/86.
2
La agenda de la política exterior argentina incluyó (hasta 1979) problemas de tinte
predominantemente territorial: el Canal de Beagle; el archipiélago de las Malvinas; la Cuenca
del Plata; y la Antártida.
El gobierno militar argentino firmó un Acuerdo Tripartito con Brasil y Paraguay (19/10/1979),
que puso fin a la disputa relacionada con las represas del alto Paraná (Cuenca del Plata). Por
otra parte, el régimen militar estimaba que había hecho un aporte a la “lucha antimarxista”,
librada en el contexto de la “tercera guerra mundial”. Por un lado, había eliminado al enemigo
interior y por otro, postergado el conflicto con Chile por el Canal de Beagle9 y solucionado la
disputa con Brasil (su rival en la arena sudamericana), por el tema de las represas del Alto
Paraná.
9
La mediación papal estipulada en los Acuerdos de Montevideo (Enero 1979), postergó un conflicto que en Diciembre
de 1978 parecía inevitable.
10
Cf. Selser Gregorio. “Reagan: Entre El Salvador y las Malvinas”. Mex-Sur Editorial SA. México D.F.1982, págs. 92/96.
11
El superávit comercial de la Argentina con la URSS fue de U$S 1. 599,4 millones de dólares (1980); U$S 2.992,1
millones de dólares (1981); y de U$S 1.556,8 millones de dólares (1982). Fuente: INDEC. Cit. Buenos Aires. Clarín,
Suplemento Económico 15/09/85, pág.11. También Cf. Lanús Juan A. “De Chapultepec al Beagle”. Emecé Editora
Buenos Aires. 1984, págs. 113/118.
12
Cf. Selser G. “Reagan: Entre El Salvador y las Malvinas”, pág.101.
13
La Armada de la República Argentina intentó establecer una Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS), en
connivencia con el régimen racista de Sudáfrica. Cfr. Alencastre, Amilcar. “América Latina, África e Atlántico Sul”.
Editora paralelo Río de Janeiro 1980, págs. 22/27.
14
El Plan Cóndor relacionaba a las dictaduras militares de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
3
El pueblo de Bolivia fue el cobayo de la doctrina Viola, cuando la dictadura militar de la
Argentina apoyó el golpe de estado que derrocó a la presidenta constitucional de aquél país
Lidia Gueiler (17/07/198015).
Desde la instalación del gobierno cívico-militar, distintas fuerzas sociales pugnaron por imponer
su propia propuesta. Aquí mencionaremos sólo tres de ellas. El proyecto respaldado por
fuerzas sociales democráticas y de izquierda. El reformista-contrainsurgente, patrocinado por
fuerzas democráticas y sectores de la industria y las finanzas; y un tercero, oligárquico-
contrainsurgente, impulsado por sectores de la oligarquía exportadora, del empresariado ultra-
conservador y por fuerzas civiles y militares involucradas con la represión durante anteriores
gobiernos21.
15
El presidente de la Argentina Jorge Rafael Videla en una reunión de prensa en la ciudad de Córdoba, expresó que en
Bolivia existían dos opciones. Una “la formalmente correcta- desemboque electoral” y otra “formalmente incorrecta-
pronunciamiento militar”. El gobierno argentino optó por esta última, porque si había elecciones en Bolivia, este país se
tornaba la “Cuba Sudamericana”. Cf. Selser Gregorio.”Bolivia. El cuartelazo de los cocadólares”.Mex-Sur Editorial SA.
México D.F. Diciembre 1982, págs. 122/125.
16
OEA. Secretaría General. Anuario Jurídico Interamericano 1979.
17
Cf. Puig J.C. “El principio de la no intervención en el derecho internacional público interamericano. Influencia de las
nuevas relaciones internacionales”. OEA. Anuario Jurídico Interamericano. 1979, págs. 55/87.
18
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso de Nicaragua en la XVII Reunión de Consulta: los derechos humanos como
fundamento de la acción internacional”. OEA. Anuario Jurídico Interamericano 1979, págs. 03/36.
19
20
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso Nicaragua…”. esta en la univ de montevideo
Cf. Vázquez Carrizosa A. “El caso Nicaragua…”.
21
Cf. Cuenca Breny-Schwartz C. “El camino militar electoral de la Administración Reagan para El Salvador versus la
negociación política” en “Centroamérica: crisis y política internacional”. Editorial Siglo XXI-México. 1982, págs. 107/137.
4
Excluidos del poder los sectores sociales que impulsaron el proyecto reformista democrático, la
disputa por el control del aparato estatal se redujo a sectores sociales sostenedores del modelo
patrocinado por la Administración Carter (reforma-contrainsurgencia) y a los sectores ultra-
conservadores de la sociedad salvadoreña (propuesta oligárquico-contrainsurgente). No
obstante, surgieron en la escena otros actores (1980): la alianza del Frente Democrático
Revolucionario (FDR) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que se
enfrentaron con los grupos dominantes. Así fue que el conflicto sociopolítico asumió ribetes de
violencia generalizada.
A esta altura de las circunstancias, se dibujaron dos perspectivas para resolver la crisis
salvadoreña. Una de ellas, promovida por la Declaración franco-mexicana (28/08/1981),
proponía una solución política global de la crisis salvadoreña, con participación de todos los
actores involucrados (incluso, la alianza FDR-FMLN). La segunda, “militar-electoral”,
patrocinada por sectores ultra-conservadores de El Salvador, la derecha estadounidense y el
gobierno castrense argentino.
En los años 1979/1980, por diversas razones que aquí no se analizan, comenzó a desdibujarse
en EUA la política de la administración demócrata en materia de derechos humanos y
sincrónicamente se produjo el avance de la nueva derecha estadounidense. En este contexto
se percibía una reorientación en la política exterior de EUA hacia América Latina.
Desde la perspectiva de EUA el cuadro Regional exhibía (1981) la siguiente situación: el Cono
Sur, en poder de sectores ultra-conservadores; el Pacto Andino22 operando como un actor
contestatario; y Centroamérica-Caribe involucrada en una situación de conmoción social y con
procesos de transformación: Nicaragua23; El Salvador24; Grenada25; y Panamá26.
Dentro del elenco de asesores del candidato republicano, Ronald Reagan, se destacaron los
autores del “Documento de Santa Fe28” y la profesora Jeanne Kirkpatrick29.
22
Cf. Morelli Pando J. “Política internacional del Perú” en “América Latina: políticas exteriores comparadas”. GEL.
Buenos Aires. 1984. T. II, págs. 502/525.
23
Cf. OEA. Secretaría General. AJI 1979.; también Cfr. Selser G. “Reagan: entre El Salvador y las Malvinas”, pág. 60.
24
Cf. Selser G. “Reagan: entre El Salvador y las Malvinas”, págs. 60/64.
25
Triunfo de la rebelión popular, dirigida por M.Bishop, líder del Movimiento Nueva Joya, en Grenada (13/03/79).
26
Tratado Torrijos-Carter (07/09/1977).
27
Prohibió la asistencia militar y la venta de armas de EUA a Chile, luego del golpe contra Salvador Allende en 1973. A
instancias del senador demócrata Eduard Kennedy la citada Enmienda fue extendida a todo país que violara los
derechos humanos, por ello se aplicó también a la Argentina. El gobierno de James Carter suspendió la ayuda militar y
financiera a la dictadura argentina, así fue que se abstuvo o votó en contra de 28 de los 32 créditos que la Junta Militar
de Buenos Aires había solicitado a los organismos de crédito internacional. Cfr. Clarín. Buenos Aires. Ana Barón.
“Kennedy y la enmienda con la que le puso límites a la dictadura argentina”. 31/08/2009.
28
Documento en el que el staff reaganiano diseñó su política hacia América Latina. Los problemas de la Región
latinoamericana fueron percibidos bajo la óptica del conflicto Este-Oeste.
29
Embajadora de EUA en las Naciones Unidas y autora del ensayo:”Dictaduras y estándares dobles” en el que
estableció una diferenciación entre regímenes totalitarios (comunistas) y los autoritarios (vg. la Argentina castrense).
Según Kirkpatrick, los regímenes autoritarios, de derecha, son más permeables a las presiones democratizadoras y en
determinadas circunstancias pueden favorecer una salida electoral. Asimismo, carecen de ambiciones territoriales. Los
totalitarios son irreformables. Cf. Al respecto. Cardoso Oscar Raúl et al “Malvinas-la trama secreta”. Editorial
Sudamericana Planeta. Buenos Aires. 1983. Págs. 133 y 156.
5
Jeane Kirkpatrick; así como la reunión entre el presidente Reagan (en EUA) con el general-
presidente Viola, abrieron una expectativa esperanzada en el gobierno castrense argentino.
La dictadura militar, a pesar del superávit comercial con la URSS no quería obtener de este
país auxilio financiero, tecnológico o equipamiento industrial, adecuados a las necesidades
argentinas. Además, uno de los temas que preocupó al horizonte directivo argentino
(1980/1981) fue el denominado “re-despliegue industrial” de los países desarrollados de
economía de mercado. Se especulaba que si el gobierno de las Fuerzas Armadas recomponía
su deteriorada relación con los EUA, podía transformarse en una de las principales
usufructuarias de dicho “re-despliegue”. Una vez más se evocaba la relación especial que las
autoridades brasileñas habían establecido, en los años cuarenta, durante la 2ª Guerra Mundial,
con el gobierno demócrata estadounidense. Dicho país sudamericano, se argüía, “fue el
principal beneficiario de la ley de préstamos y arriendos de bienes y equipos militares de EUA”.
Las Fuerzas Armadas del Brasil de Getúlio Vargas (1930/1945 y 1951/1954) y de Gaspar
Eurico Dutra (1946/1950), devinieron en serias rivales de las argentinas. Asimismo, el Brasil
varguista recibió de EUA en compensación por su activa colaboración, durante la segunda
guerra mundial, la planta siderúrgica de Volta Redonda30 y luego el Banco de Desenvolvimento.
Por otra parte, a causa del “síndrome de Vietnam”, sectores del Congreso y de la opinión
pública estadounidense, se manifestaban opositores a eventuales intervenciones militares, con
tropas propias, en dicha área. La Argentina militar, luego de su “exitosa” experiencia terrorista
estatal, podía reemplazar y hasta representar el interés de la potencia hegemónica enviando
grupos especiales de combate a la zona centroamericana, para contener el “avance marxista”.
Así fue que la cúpula militar, se impuso como meta de la política exterior argentina recomponer
el vínculo con EUA y establecer una relación especial con dicho país para convertir a la
Argentina militar en su “aliada preferencial”. Los grupos militares y empresariales del Brasil
habían sido un apoyo, quizás el más importante proveniente de un país latinoamericano, para
la política de Franklin Delano Roosevelt, durante la 2ª GM y por dicha razón, siempre según la
visión doctrinaria de los grupos hegemónicos de Argentina, las administraciones demócratas
habían recompensado su política aliadófila. En este sentido, la Argentina “en el contexto de la
3ª GM” debía, siguiendo este razonamiento retrospectivo, convertirse en el Brasil de los años
80 (XX).
Las fuerzas armadas argentinas habían derrotado a la “subversión marxista” dentro de su país
y con los aportes empíricos efectuados a la doctrina de la “Seguridad Nacional”, podían
colaborar en la defensa del denominado mundo libre. Además, Brasil ya no resultaba
“confiable” para EUA. Los problemas relativos a las violaciones de los derechos humanos; los
convenios nucleares suscriptos con la República Federal Alemana; y la denuncia brasileña del
Tratado de Asistencia Militar que vinculaba a sus Fuerzas Armadas con las de EUA,
30
Cf. Moniz Bandeira, Luiz Alberto. “Presenca dos Estados Unidos no Brasil (Dois séculos de história)” 2ª Edicao.
Editora Civilizacao Brasileira SA. Río de Janeiro. 1978, págs. 264/289.
6
distanciaron a dichos países31. El “pragmatismo responsable” del Itamaraty también se
reflejaba, en la zona de América Central, al desconocer la autoridad de Somoza en Nicaragua,
así como en el África Sub-sahariana al reconocer a los gobiernos surgidos del proceso
descolonizador en Angola, Mozambique y Guinea Bissau.
Bajo esta concepción, las condiciones para esta particular alianza entre EUA y la Argentina
estaban dadas. Las fuerzas armadas argentinas asumirían tareas “contrainsurgentes” en
Centroamérica y el gobierno republicano las premiaría estimulando las radicaciones de capital
estadounidense en la economía argentina y respaldando la recuperación de las islas Malvinas,
Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Dicha recuperación suponía legitimar domésticamente el
gobierno de las fuerzas armadas y ceder el nombrado archipiélago como base militar a los
EUA32.
Los dos viajes del General Leopoldo Fortunato Galtieri (1981), Comandante en Jefe del Ejército
argentino a EUA, se inscribieron en el cuadro de situación antedicho. En dicha ocasión el
General Galtieri conferenció sobre estos temas con funcionarios del Departamento de Defensa
de EUA. La situación en América Central se complicaba para EUA, porque no estaba dispuesto
a convivir con las nuevas realidades que habían emergido en su “patio trasero”. Así fue que el
gobierno republicano coordinó con el gobierno argentino el denominado “Plan Charlie33”.
El eslabonamiento de las Fuerzas Armadas argentinas con los sectores de la nueva derecha
estadounidense se efectuó debido a las gestiones desplegadas por el General Miguel Mallea
Gil, Agregado Militar argentino acreditado en Washington34.
A fines de Diciembre de 1981, coincidiendo con su “regreso triunfal” desde Washington, donde
había participado, en las deliberaciones de la XIV CEA (Noviembre 1981), el general Galtieri
desplazó de la presidencia de la República al General Roberto Viola y nombró al Dr. Nicanor
Costa Méndez en la cartera de Relaciones Exteriores35.
Dentro del maniqueo marco conceptual del Dr. Costa Méndez, sólo tenía cabida el conflicto
Este-Oeste y la Argentina debía alinearse detrás de la defensa de los intereses y valores del
mundo occidental37.
Las autoridades militares argentinas percibían y reivindicaban un país occidental a secas, sin
matices que lo distinguieran de los Estados del mundo desarrollado. Sin embargo, se afirmaba
que la Argentina militar debía desempeñar un rol de mediador entre los Estados
industrializados de economía de mercado y los del Tercer Mundo, en los temas relacionados
con el Nuevo Orden Internacional. La Argentina aparecía, desde esta visión doctrinaria, fuera
del tiempo y del espacio y también fuera y por encima del conflicto Norte-Sur. La aspiración de
los grupos dominantes argentinos, era incorporar al país al “Club de los Grandes” (OCDE).
31
Cf. Barros A. de. S.C. “El proceso de formulación de la política exterior brasileña y sus orientaciones básicas” en
“Entre la autonomía y la subordinación-política exterior de los países latinoamericanos”. T.I. Ed. GEL. Buenos Aires.
1984, pág. 103.
32
Cf. Cardoso O. et. “Malvinas: la trama secreta”,. Editorial Sudamericana- Planeta. Bs. As. 1983, págs. 26 y 46.
33
“El plan Charlie” era la consagración de la doctrina Viola (XIII CEA). Preveía la formación de una fuerza armada pan-
latinoamericana (Argentina, Honduras, El Salvador y ex guardias somocistas) hegemonizada por el ejército argentino.
Dicha fuerza se encargaría de expulsar “a los izquierdistas de El Salvador tierra adentro hacia Honduras, donde el
ejército de ese país los aplastaría en un movimiento de pinzas”. Cf. Cardoso O. et. al. ob. cit. págs. 47/48, 63 y 133;
también Cfr. Selser G.”Honduras la República alquilada”. Mex-Sur Editorial SA. México DF. 1983, págs. 124/130 y
260/263.
34
Cfr. Cardoso O.et. “Malvinas: la trama secreta”, pág. 75.
35
Cfr. Selser, Gregorio. “Reagan:...”, pág. 268.
36
Cfr. Moneta C. J. “El conflicto de las islas Malvinas en el contexto de la política exterior argentina” en “América Latina
y la guerra del Atlántico Sur”. Editorial Belgrano. Buenos Aires. 1984, pág. 30.
37
Cfr. Moneta C. J. “El conflicto de las islas Malvinas…”, págs.13/15.
7
El papel de vicario militar de EUA en América Central, el retiro del Movimiento de Países No
Alineados y la temeraria recuperación del archipiélago de las Malvinas constituían los primeros
pasos del itinerario para reinsertar el país en Occidente. Los sucesos ocurridos después del
02/04/1982 (fallida recuperación de Malvinas) no dejaron dudas acerca de la falacia y
obsolescencia de la percepción de las fuerzas armadas y de los grupos sociales que
acompañaron dicha “fantasía retrospectiva”.
4. Conclusiones
La etapa que se inicia en Octubre de 1979 y que culmina en Abril de 1982, con la fallida
recuperación del archipiélago de las Malvinas, es una de las más atípicas de la política exterior
argentina. El gobierno de las Fuerzas Armadas rompió el tradicional neutralismo del país y se
involucró en conflictos en los que defendió intereses que no eran los de su ciudadanía. Se
mandaron oficiales de las Fuerzas Armadas para el cumplimiento de tareas “non sanctas” en
Centroamérica. Ex abanderada de la no intervención y de la autodeterminación, se trocó en
transgresora de dichos principios. El anti-norteamericanismo, devino en el pretendido papel de
vicario militar de EUA para salvaguardar el interés estratégico de Occidente o desempeñando
el rol de “fuerza expedicionaria” de la superpotencia occidental. A pesar de su antimarxismo, la
URSS se convirtió en su principal socia comercial. Su anglofilia fue repudiada no para
emprender una acción descolonizadora, sino para poner el archipiélago de las Malvinas al
servicio del interés estadounidense, en el marco del conflicto Este-Oeste. Hasta el
“parroquialismo” y el aislamiento respecto de América Latina fueron abandonados puesto que
en su proyecto de reinsertar “alineadamente” a la Argentina en el mundo occidental, tomó
participación activa en los asuntos centroamericanos, no para descolonizar y libertar como lo
hiciera el ejército emancipador de San Martín, sino para violar los principios de no intervención,
autodeterminación y de soberanía popular.
Los sucesos posteriores a la fallida recuperación de las Islas Malvinas, probaron que el
gobierno castrense argentino tenía una errónea percepción acerca del sistema internacional,
circunstancia que aceleró su caída. El proyecto de recuperación y ulterior arrendamiento del
archipiélago de Malvinas a EUA, a cambio de su papel de “fuerza expedicionaria” en América
Central, no resultó tentadora para la potencia hegemónica porque el Reino Unido era más
importante para sus intereses estratégicos que la Argentina castrense. Asimismo, la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) era mucho más vital que el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).