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Tomás de Merlo (Guatemala, 1694 - 1739) es un

pintor guatemalteco que produce su obra en los


albores del barroco antigüeño. Algunos de sus cuadros
se exponen actualmente en el Museo Nacional de Arte
Colonial, en la Antigua Guatemala, aunque hay
cuadros de su autoría en algunas iglesias, tal es el
caso de la pintura de la "Virgen del Pilar con las monjas
fundadoras" que se localiza en la Iglesia de San Miguel de Capuchinas, en la Nueva
Guatemala de la Asunción, en el cual se hace referencia a las seis monjas que
fundaron el convento de las madres capuchinas, en la ciudad de Santiago de los
Caballeros de Guatemala.
Las obras de Merlo en el Museo de Arte Colonial corresponden a la serie de la
Pasión de Cristo (integrada originalmente por 11 pinturas), con cuadros de gran
formato que fueron creados para ornar los muros de la Iglesia del Calvario, en
sustitución de las pintura de Antonio Montufar, que se destruyeron en los
"Terremotos de San Miguel" en 1717. Otra de sus obras es la "Apoteosis de San
Ignacio de Loyola", en la que se le muestra ante un rompimiento de gloria, en una
composición de dos registros, en la que, en el inferior se le muestra instruyendo a
personajes alegóricos masculinos que representan a América, Ásia, África y Europa.
También se puede apreciar en dicho museo una pintura de "San Salvador de Horta"
en la que a diferencia de la mayoría de sus obras, no prevalecen los colores intensos
que caracterizan a su paleta, de ricos tonos primarios como el rojo, blanco y azul,
con una abundante gama de ocres.
Fue hijo del también pintor Thomás de la Vega Merlo y hermano de Pedro Francisco,
quien practicó la misma profesión. El Museo de arte colonial se localiza en la 5a.
Calle Oriente No. 5, Antigua Guatemala.
Febrero 5,2014 El día de hoy fueron robadas seis pinturas pintadas al óleo sobre
lienzo de lino en el siglo XVIII en La Antigua, por el insigne pintor colonial
guatemalteco Tomás de Merlo. Es urgentísimo difundir sus fotografías en las redes
sociales, medios de comunicación y a todo nivel para evitar que salgan de
Guatemala y recuperarlas. Las pinturas pertenecen a la serie de La Pasión que
consta de once cuadros magistrales que milagrosamente han llegado hasta nuestra
época: cinco están en el Museo de Arte Colonial de La Antigua y las seis restantes
fueron robadas hoy miércoles 5 de febrero de 2014 por la tarde de la Iglesia de El
Calvario en La Antigua Guatemala. Las seis pinturas robadas de las cuales se
adjuntan fotos, se titulan: 1. La Oración en el Huerto (de mediano formato) 2. La
Curación de Malco (de gran formato) 3. Cristo ante Caifás (de gran formato, con
posible autorretrato del autor) 4. La Flagelación (de mediano formato) 5. El Rey de
Burlas (de mediano formato) 6. La Piedad (de mediano formato) Este robo
constituye un gravísimo daño al Patrimonio Cultural de Guatemala. Se ruega a las
autoridades, medios de comunicación y buenos guatemaltecos, colaborar en
difundir las obras robadas, para evitar que sean sacadas de Guatemala y vendidas
en el extranjero enteras o en fragmentos.
Humberto Garavito nació en Xelajú el 26 de enero de 1897. Su
primer maestro fue don Joaquín Gutiérrez. Su primera exposición
la realiza siendo muy joven, de tal manera que Jaime Sabartez,
en un artículo sobre la obra de Garavito, la titula: “ El niño Pintor”
(1916).

Realizó estudios en México (1919) y España, aquí se incorpora a


la Escuela de San Fernando de Madrid. En 1924 se radica en
Paris. Retorna a Guatemala en 1927. Erróneamente a Garavito
se le clasifica como un “ pintor impresionista” , lo cual carece de
fundamento.

Este admirado artista, a mi modo de ver era sumamente consciente como para
deshacerse de la secular tradición pictórica academicista. Pero para él debió ser
una necesidad, en algunas de sus mejores obras, donde vemos ecos no tan lejanos,
pero certeros, de Paul Cézanne.

En Garavito se siente en este pintor el deseo de querer reunir lo inconciliable, o sea


la seguridad de la Academia y la auténtica libertad creadora. Juega con los
contrastes, se apoya en la degradación del color, la conquista de la luz la logra fuera
del taller.

Algunas de sus obras son verdaderamente conmovedoras precisamente por sus


“ titubeos” , preocupado principalmente en dar a sus pinturas “ el peso de la
composición” en el silencio de la luz. La obra de Garavito, sin ningún tipo de
menoscabo, está desprovista de todo intelectualismo. Su arte la quiere y es
“ sincera” y “ veraz” .

Pulió conceptualmente las perspectivas aldeanas en las que el frente del caserío
viene a ser contrapunto de una paz remansada. Escogió al paisaje como punto de
partida de casi toda su obra, sobre todo el altiplano y el hermoso entorno del lago
de Atitlán.

El hombre surge en estos paisajes como un aditamento más a sus adivinables


vivencias, pero todo con oficio y buen gusto: consigue, en todo caso, el cuadro
apetecido y tradicional. Dentro de conceptos apacibles, creando una obra al margen
de posibles inquietudes, logrando su objetivo. El público ha hecho de sus paisajes
piezas magistrales, sobre todo el lago de “ Atitlán” .
Carlos Mérida Nacido en el seno de una familia de clase media,
su padre era abogado y su madre, de origen español, fue
maestra de escuela. En su adolescencia comenzó a
estudiar escultura, pero sus profesores le convencierón de
cambiar a pintura. Viajó en su juventud a Europa, junto con el
también iba el pintor francés Carlos Valenti, en donde visitó los
talleres de Amadeo Modigliani, Kees van
1
Dongen y Hermenegildo Anglada Camarasa. En 1919 se
trasladó a México, donde se destaca en la renovación
del muralismo mexicano. En 1922 Mérida trabajó con Diego
Rivera para pintar los murales del Anfiteatro Bolívar en la Ciudad
de México. Debido a la distancia de la Revolución mexicana y de la militancia en
corrientes de izquierda propias del muralismo, Carlos Mérida inició una temprana
distancia1 de las características discursivas figurativas para desarrollar una etapa
marcada por la abstracción en la forma y sus raíces indígenas en los temas. En esa
misma época colaboró como dibujante con el arqueólogo Manuel Gamio. En 1927
viaja de nueva cuenta a París, donde derivado de su contacto
con Picasso, Kandinsky, Klee y Miró, reafirmó su estilo en el arte abstracto y
el constructivismo.1
También se desempeñó como corresponsal de prensa del periódico La Época, de
su ciudad natal, Quetzaltenango, como lo atestiguan los registros de la legación de
Guatemala en Francia fechados el 2 de junio de 1927.
Mérida siempre publicó con orgullo su ascendencia maya-quiché y española. A la
vuelta de su viaje a París, en 1929, fue nombrado director de la Galería del Teatro
Nacional en México, y tres años más tarde dirigió la Escuela de Danza.2
En 1940 participó en la Exposición Internacional Surrealista celebrada en chile. Un
año más tarde fue nombrado profesor de arte en el North State Teacher College en
Denton, Texas, y a partir de 1949 comenzó sus investigaciones sobre integración
de las artes, aplicando los resultados en los murales que realizó para la Secretaría
de Recursos Hidráulicos (1949), para el centro infantil del multifamiliar "Miguel
Alemán", de [Av. Coyoacán] (1950).
La obra más ambiciosa desarrollada por Mérida fue para el Centro Urbano Benito
Juárez, también llamado Multifamiliar Juárez. En este último la temática se centró
en torno a una serie de leyendas mesoamericanas acerca del origen del mundo —
"El Popol Vuh" (aludiendo al libro antiguo descubierto en Guatemala de los maya-
quichés), "Los ocho dioses del olimpo mexicano", "El Ixtlexilt", "Los cuatro soles"—
. En ella buscó una integración plástica integral, sumando al trabajo propio de la
construcción de los edificios, "arquitectos, dibujantes artesanos y el artista (que)
formaron un solo núcleo, tal como se hacía para la construcción de las catedrales
medievales".3 Según consenso de los investigadores del tema, este fue el mejor
ejemplo de integración artística entre los espacios arquitectónicos y la obra de
Mérida, ya que para su realización hubo coordinación y trabajo entre ambas partes,
y los murales de Mérida fueron emplazados en una gran variedad de espacios,
desde grandes páneles en las fachadas de los edificios, escaleras, azoteas y hasta
un paso a desnivel para autos hoy desaparecido. Como lo comentó Mathias Goeritz:
Efraín Enrique Recinos Valenzuela
Su padre fue hombre de grandes ideas; muy avanzadas para
su época, de origen humilde, pero muy habilidoso, soñador
e idealista, guardaba todo lo que hacía su “Quiquito”. No lo
envió a la escuela a temprana edad, porque creía que los
otros niños lo podían mal influenciar. Debido a su trabajo, la
familia se mudó en muchas ocasiones, ello permitió que los
grandes amigos de Efraín, fueran los lápices y, en mejores
tiempos, los crayones.
Así, Efraín hijo, a sus escasos 5 años se inició en el arte
cuando dibujaba terribles monstruos, guerras, soldados y
grandes batallas. Con los años las figuras se convirtieron en
hermosas damas, retratos y héroes. Su dibujo fue
autodidacta, lleno de detalles y colores, aplicaba con gran dominio y sentido común
el libre uso de la perspectiva sus trazos estuvieron siempre alejados de la influencia
de su padre.
Aprendió a leer y escribir con gran soltura a sus 7 años de edad. La marimba, el
violín y la mandolina fueron instrumentos que sus manos empezaron a acariciar en
el seno de su hogar junto a sus hermanas Clemencia y Ana María y su padre.
A sus 9 años de edad empieza a hacer pequeños paisajes al óleo. Luego a sus 13
años, superó en edad a sus compañeros de cuarto grado de primaria en la Escuela
Costa Rica, de Quetzaltenango. Y dado que había leído el Don Quijote de la
Mancha dos veces, en sus juegos utilizaba el cervantino, por lo cual fue tildado de
loco.
Su padre lo inscribió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Guatemala para
que estudiara dibujo y escultura. Contrario a su experiencia en la escuela, aquí él
fue el menor de sus compañeros, todos adultos, por lo que recibió siempre duras
críticas por parte de sus maestros, quienes le gritaban y destruían su labor. Lo cual
le provocaba mucha frustración.
Siendo adolescente, entre 1946 y 1950, hizo retratos de las jóvenes de las que
estuvo enamorado, su declaración de amor era hacer el retrato y entregarlo a la
dama de sus sueños, pero era ahí cuando desaparecía el amor, hasta que conoció
a Elsa, la hermosa joven de quien se enamoró y con quien se casó algunos años
después.
Para comprar materiales de dibujo hacía retratos a crayón de héroes, historietas y
personajes políticos que vendía en las calles y con sus compañeros. Cuando
terminó la educación secundaria montó su primera exposición de dibujos al pastel,
la cual terminaba con un dibujo de una bomba atómica.
Cuando cursaba su bachillerato en el Instituto Nacional Central para Varones,
donde varias veces fue abanderado, incursionó en el deporte. Según él, nunca tuvo
condiciones físicas para el deporte, solo muchas “ganas”, con las cuales logró
algunos récords nacionales: 800 metros planos, 400 metros con vallas y 600 metros
con obstáculos.
En 1951 asistió a los Juegos Panamericanos, junto con sus compañeros de la talla
de Mateo Flores, y obtuvieron el quinto lugar de la categoría general.
También se interesó por la práctica de las disciplinas de la arquería, el básquetbol,
el patinaje sobre hielo y ajedrez.
Al concluir su educación media ingresó a la Facultad de Ingeniería de Universidad
de San Carlos de Guatemala –en esa época no había Facultad de Arquitectura–.
En el año de 1953 se destacó como mejor alumno.
Un año más tarde, concursó en un certamen, donde presentó una perspectiva de
una vivienda en la cual utilizó técnicas de paisajismo aprendidas en la infancia, el
premio lo llevó a ser parte de la Dirección de Obras Públicas, entidad del gobierno
a cargo de la construcción de la infraestructura en el país. Así inició una carrera
como dibujante de presentación arquitectónica, en la cual les hacía las
presentaciones a los arquitectos Montes, Pelayo Llarena, Haeussler. En este
período involucró a sus propios personajes, que poco a poco se convirtieron en
protagonistas de sus creaciones y hoy forman parte de la figuración que lo
caracteriza.
En 1956, ganó el examen privado de la carrera de Ingeniería con una
Especialización en Estructuras, con lo cual pasó a ser Jefe de la Sección de Diseño
en Obras Públicas. Por las noches y fines de semana pintaba y empezó sumergirse
en la escultura.
Tepeu Choc proviene de una familia de escasos
recursos. Su padre, Socorro, es albañil y su madre,
Carmen, vende fruta y verduras, aparte de atender a
su numerosa familia.

Cuenta que su padre solo pudo costearles los


estudios hasta 6to. primaria. Su hermano mayor fue
quien ayudó a los menores (él es el quinto) para
continuar la secundaria. “A mí me pagó los dos
primeros años, después tuve que trabajar”, dice
Tepeu.

Desde pequeño se destacó en las tareas escolares de Artes Plásticas y en la


secundaria se convirtió en el centro de atención, junto a sus hermanos, en esta
materia.

Al salir del colegio quería estudiar Diseño Gráfico, pero le resultaba una carrera
imposible de costear. Accidentalmente, un compañero le habló de la Escuela de
Artes Plásticas, lo que despertó su interés. No tardó en inscribirse. Ese fue el punto
de partida de su camino en el arte.
Un estrecho y empinado camino de concreto que se convierte en un sendero de
terracería conduce a la casa-estudio del artista plástico Javier Tepeu Choc (1983),
en San Pedro Sacatepéquez, Guatemala.

El lugar goza de la vista privilegiada de los últimos bosques en las montañas que
rodean ese municipio.

Tepeu Choc es su nombre artístico, pues omitió su nombre de pila, porque sus
apellidos representan para él la unión de una familia integrada por ochos hermanos
que se ha apoyado para salir adelante.

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