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más y mejor
La labia y la agilidad de palabra son atributos que se pueden entrenar.
¿Te animas a intentarlo?
Imagen: Pixabay
Arturo TorresPsicólogo
Por supuesto, hay diferentes grados e intensidades en las que se puede dar el miedo
a hablar, pero lo cierto es que el hecho de quedarnos anclados en
una timidez contraproducente puede limitar nuestras opciones y nuestra libertad
haciendo de nuestras vidas algo innecesariamente complicado.
Este es una paso que exige dedicación durante años y cuyo valor, por supuesto, va
mucho más allá de sus implicaciones en nuestra manera de relacionarnos con las
personas... además de ser muy estimulante y divertido. Simplemente, podemos hacer
que nuestro mundo de referencias se amplíe aprendiendo sobre nuevos temas y
empapándonos con cosas que antes no conocías.
Recuerda que una buena conversación casi siempre está enriquecida con referencias
culturales que tienen que ver con elementos que no están presentes en el entorno
inmediato en el que se produce el diálogo. ¿Por qué no empezar amando lo que nos
gusta para ir ampliando nuestro conocimiento?
Un primer grupo de autoinstrucciones deben estar dirigidas a detectar las excusas que
utilizamos para no tener que hablar y, así, neutralizarlas. De este modo, si nos damos
cuenta de que estamos aferrándonos a una idea que nos permite seguir sin dialogar
con alguien y mantenernos en nuestra zona de confort (por ejemplo, "parece cansado,
mejor no molestarle") el hecho de ir prevenidos contra esta forma de racionalización
de las excusas hará que nos veamos forzados a seguir con el plan previsto.
3. Aprender a escuchar
Una de las facetas más fáciles de participar en una conversación es dejar que la otra
persona lleve las riendas del diálogo y el tema de la conversación. Así, si estamos
empezando a tomar medidas par abandonar el miedo a conversar y aún hay cosas
que nos cuesta mucho esfuerzo hacer, adoptar el rol de "el que escucha" es una muy
buena opción para más tarde poder ir progresando a partir de ahí. Además, la
capacidad para saber escuchar y aportar elementos interesantes a partir de lo que la
otra persona ha dicho es una característica típica del buen conversador. ¿Conoces el
concepto de escucha activa?
Para aprender a conversar hay que aprender a olvidarse de la imagen que estamos
dando y, simplemente, sumergirnos en lo que la otra persona está diciendo, dirigiendo
hacia su discurso casi toda nuestra atención. Esto puede ser complicado si
empezamos el diálogo estando muy nerviosos, pero con práctica se puede conseguir.
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éxito en la vida"
Si cambiamos nuestra filosofía de vida para que los elementos más creativos y
estridentes puedan tener cabida en ella, nuestras conversaciones pueden ganar en
naturalidad y capacidad para divertir. Para ello es bueno empezar con nuestras
amistades cercanas.
Más que utilizar chistes, que muchas veces resultan típicos y no son de nuestra
invención, lo que se puede hacer es comunicar, directamente, aquellas ideas o
asociaciones que se nos han ocurrido y que nos resultan divertidas.
Independientemente de que lo sean o no,normalmente el humor con el que las
comuniquemos contagiará a los demás por nuestra sonrisa y el modo en el que la
decimos.
A la hora de perder el miedo a hablar, una parte de nosotros puede pedirnos que, ya
que vamos a tener que relacionarnos con alguien, al menos actuamos como si ese
alguien no existiera, adoptando nosotros el papel de monologuistas y apabullando a
nuestra audiencia con un torrente de frases (memorizadas) sin esperar
demasiado feedback de aquellos que nos escuchan. Es por eso que hay que tener en
cuenta que en todo diálogo ha de haber un espacio para la naturalidad y la empatía.
Una parte de las conversaciones está siempre relacionada con el contexto en el que
se realiza. Por eso, a la hora de hablar hay que tener en cuenta que hay ciertas
convenciones y expectativas relacionadas con el espacio y el momento en el que se
establece el diálogo. Es necesario tener en cuenta esto para poder adaptarse a la
situación, pero más allá de los contextos muy formales como los que tienen que ver
con el ámbito profesional y laboral, tampoco merece mucho la pena obsesionarse con
el tema, ya que eso puede matar nuestra creatividad y nuestra capacidad para
sorprender.
Pero, además, prestarle atención a lo que ocurre a nuestro alrededor en tiempo real
nos dará oportunidades para hacer que la conversación siga fluyendo a partir de lo
que vamos observando. Ver el entorno en el que hablamos más como un cúmulo de
posibilidades para alimentar el diálogo más que como un aspecto limitante de este
hará más fácil que le perdamos el miedo a las conversaciones.