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6 claves para "tener labia" y comunicar

más y mejor
La labia y la agilidad de palabra son atributos que se pueden entrenar.
¿Te animas a intentarlo?

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Imagen: Pixabay
Arturo TorresPsicólogo





El miedo a las conversaciones es un factor que puede limitar la calidad de vida de


muchas personas. Hay gente que tiende a verse recluida y aislada en su propio
universo mental simplemente por el miedo a no saber gestionar los diálogos o a dar
una mala imagen de sí misma, bloquearse sin saber qué decir o, simplemente, a
mostrarse visiblemente nerviosa.

Por supuesto, hay diferentes grados e intensidades en las que se puede dar el miedo
a hablar, pero lo cierto es que el hecho de quedarnos anclados en
una timidez contraproducente puede limitar nuestras opciones y nuestra libertad
haciendo de nuestras vidas algo innecesariamente complicado.

Artículo recomendado: "10 trucos para ser más sociable y divertido"

¿Cómo tener más labia? Aprendiendo a hablar sin


temor
Solucionar estos miedos aprendidos requiere esfuerzo, tiempo y sobre todo práctica,
perotener unas referencias teóricas puede ayudar a que este proceso resulte más fácil
y llevadero. La lectura de las claves que se presentan a continuación puede ser una
buena manera de afrontar este reto durante las primeras etapas de ir mejorando esa
capacidad para "tener labia".
1. Culturizarse

Este es una paso que exige dedicación durante años y cuyo valor, por supuesto, va
mucho más allá de sus implicaciones en nuestra manera de relacionarnos con las
personas... además de ser muy estimulante y divertido. Simplemente, podemos hacer
que nuestro mundo de referencias se amplíe aprendiendo sobre nuevos temas y
empapándonos con cosas que antes no conocías.

Recuerda que una buena conversación casi siempre está enriquecida con referencias
culturales que tienen que ver con elementos que no están presentes en el entorno
inmediato en el que se produce el diálogo. ¿Por qué no empezar amando lo que nos
gusta para ir ampliando nuestro conocimiento?

Así, una conversación acerca de nuestros intereses o áreas de estudio y trabajo


puede ganar en valor y relevancia si hay muchos temas que te interesan y sobre los
que sabes cosas. Pero, además, nuestra autoestima mejorará si creemos que
siempre vamos a tener temas de conversación en prácticamente cualquier situación,
lo cual hará que sea más difícil que nos bloqueemos por no saber qué decir.

2. Salir de la zona de confort con autoinstrucciones

Si partimos de una situación en la que iniciar una conversación o participar en una


que ya está en curso nos suele producir nervios, hay que asumir que mejorar nuestra
labia conllevará esfuerzo y momentos de cierta incomodidad inicial. Este hecho hará
que, si no hacemos nada para remediarlo, adoptemos una actitud pasiva cuando
podríamos estar hablando, evitando iniciar diálogos con otras personas o
respondiendo con monosílabos y frases cortas para no poner en riesgo nuestra
imagen ante los demás. Para, en definitiva, hacer que no nos lleguen a conocer
demasiado.

Si queremos romper esta dinámica, necesitamos "autoobligarnos" a participar en


diálogos complejos, renunciando a los objetivos a corto plazo (no exponernos a los
nervios y al riesgo de quedar mal) en favor de los objetivos a largo plazo (tener una
vida social más rica y mejorar nuestro modo de relacionarnos con las personas).

Las autoinstrucciones son parte de esta solución. Su aplicación consiste,


simplemente, en ponernos objetivos y metas personalizadas y muy concretas a ir
realizando de manera secuencial al inicio del proceso de hablar con alguien. Para que
las autoinstrucciones sean simples, debemos tenerlas en mente cuando queramos
empezar a hablar, y también deberemos aprender a relacionar lo que nos pasa y lo
que experimentamos con estas instrucciones que hemos memorizado.

Renunciando a las excusas

Un primer grupo de autoinstrucciones deben estar dirigidas a detectar las excusas que
utilizamos para no tener que hablar y, así, neutralizarlas. De este modo, si nos damos
cuenta de que estamos aferrándonos a una idea que nos permite seguir sin dialogar
con alguien y mantenernos en nuestra zona de confort (por ejemplo, "parece cansado,
mejor no molestarle") el hecho de ir prevenidos contra esta forma de racionalización
de las excusas hará que nos veamos forzados a seguir con el plan previsto.

Usando autoinstrucciones para romper el hielo

El segundo grupo de autoinstrucciones puede aplicarse para poder iniciar la


conversación,forzarnos a dirigirnos a la persona con la que queremos hablar y
haciendo que ella se involucre en el diálogo. Sin embargo, cabe decir que las
autointrucciones deben ser dejadas de lado una vez que el diálogo ya ha empezado,
porque seguir un guión para hablar con alguien hará que este resulte artificial y poco
espontáneo.

3. Aprender a escuchar

Una de las facetas más fáciles de participar en una conversación es dejar que la otra
persona lleve las riendas del diálogo y el tema de la conversación. Así, si estamos
empezando a tomar medidas par abandonar el miedo a conversar y aún hay cosas
que nos cuesta mucho esfuerzo hacer, adoptar el rol de "el que escucha" es una muy
buena opción para más tarde poder ir progresando a partir de ahí. Además, la
capacidad para saber escuchar y aportar elementos interesantes a partir de lo que la
otra persona ha dicho es una característica típica del buen conversador. ¿Conoces el
concepto de escucha activa?

Para aprender a conversar hay que aprender a olvidarse de la imagen que estamos
dando y, simplemente, sumergirnos en lo que la otra persona está diciendo, dirigiendo
hacia su discurso casi toda nuestra atención. Esto puede ser complicado si
empezamos el diálogo estando muy nerviosos, pero con práctica se puede conseguir.

Te puede interesar leer este artículo: "14 habilidades sociales principales para tener
éxito en la vida"

4. Perderle el miedo a la creatividad

Si cambiamos nuestra filosofía de vida para que los elementos más creativos y
estridentes puedan tener cabida en ella, nuestras conversaciones pueden ganar en
naturalidad y capacidad para divertir. Para ello es bueno empezar con nuestras
amistades cercanas.

Más que utilizar chistes, que muchas veces resultan típicos y no son de nuestra
invención, lo que se puede hacer es comunicar, directamente, aquellas ideas o
asociaciones que se nos han ocurrido y que nos resultan divertidas.
Independientemente de que lo sean o no,normalmente el humor con el que las
comuniquemos contagiará a los demás por nuestra sonrisa y el modo en el que la
decimos.

5. Evitar los monólogos postizos

A la hora de perder el miedo a hablar, una parte de nosotros puede pedirnos que, ya
que vamos a tener que relacionarnos con alguien, al menos actuamos como si ese
alguien no existiera, adoptando nosotros el papel de monologuistas y apabullando a
nuestra audiencia con un torrente de frases (memorizadas) sin esperar
demasiado feedback de aquellos que nos escuchan. Es por eso que hay que tener en
cuenta que en todo diálogo ha de haber un espacio para la naturalidad y la empatía.

Si estamos planeando participar en un diálogo y nos damos cuenta de que nos


estamos preparando frases largas o directamente un párrafo de lo que podría ser
nuestra biografía, lo mejor que podemos hacer es cambiar de estrategia y apostar por
el cortoplacismo: simplemente, iniciar una conversación de manera simple y haciendo
que la otra persona pueda participar inmediatamente después, para establecer una
conexión empática.
6. Prestar atención a lo que ocurre en el contexto

Una parte de las conversaciones está siempre relacionada con el contexto en el que
se realiza. Por eso, a la hora de hablar hay que tener en cuenta que hay ciertas
convenciones y expectativas relacionadas con el espacio y el momento en el que se
establece el diálogo. Es necesario tener en cuenta esto para poder adaptarse a la
situación, pero más allá de los contextos muy formales como los que tienen que ver
con el ámbito profesional y laboral, tampoco merece mucho la pena obsesionarse con
el tema, ya que eso puede matar nuestra creatividad y nuestra capacidad para
sorprender.

Pero, además, prestarle atención a lo que ocurre a nuestro alrededor en tiempo real
nos dará oportunidades para hacer que la conversación siga fluyendo a partir de lo
que vamos observando. Ver el entorno en el que hablamos más como un cúmulo de
posibilidades para alimentar el diálogo más que como un aspecto limitante de este
hará más fácil que le perdamos el miedo a las conversaciones.

Etiquetas: Amistad, Comunicación, Empatía

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