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El milagro mexicano buscó a toda costa tener una economía libre de inflación,
libre de déficits y de devaluaciones, para lograrlo se convirtió en un modelo
económico de puertas cerradas y muy proteccionista, lo cual hizo que las
empresas crecieran sin capacidad de competir fuera de México, pues las
empresas de esos años no pudieron competir en el exterior, lo cual les impidió
exportar productos con la calidad que exigían los mercados extranjeros de la
época.
Ante ello, México importaba más de lo que exportaba, lo cual le trajo un déficit
de más de 400 millones de dólares.
El alto grado de proteccionismo que las empresas tuvieron en México, hizo que
no pudieran industrializarse ni modernizarse a la par con otras empresas del
mundo.
La clase media creció de manera importante durante el Milagro Mexicano, ya
que en 1940 la clase media era el 12.6% de la población, para 1960 ya era el
30%, es decir creció en poco más de 100%.
Cuando el desarrollo estabilizador terminó (1970) los siguientes tres años (hasta
1973) el crecimiento económico fue constante, pero menor a los años anteriores.
Luego se vino una crisis económica de 1973 y a partir de ese año todo cambió,
pues se elevaron los precios, hubo escasez de dinero, creció el desempleo y
bajó la inversión privada; bajaron las exportaciones y subieron de empresas
mexicanas que compraban afuera las máquinas y equipos que necesitaban para
seguir trabajando.
Ante este panorama fue cuando se aceleró el endeudamiento externo, pues se
requería dinero para modernizar a las industrias mexicanas.
CRISIS DEL CAMPO
La Inversión Pública Federal pasó de 4% del Producto Interno Bruto (PIB) en 1940
a 5% en 1955; de la misma manera, su composición fue también radicalmente
alterada, con un crecimiento importante en la inversión destinada a la construcción
de infraestructura ferroviaria, caminos y puentes, mientras que la inversión
canalizada a la construcción de infraestructura hidráulica para el desarrollo agrícola
se redujo proporcionalmente.
Otro instrumento relevante fue el tipo de cambio. Dado que el peso se encontraba
sobrevaluado a finales de la Segunda Guerra Mundial, la importación de bienes
intermedios y de capital fue abundante. Por otro lado, se contuvo la importación de
bienes de consumo a través de tarifas y permisos. Para 1955, nuestra moneda aún
presentaba una sobrevaluación de 33%, tomando como base el tipo de cambio de
equilibrio de 1950.
De este modo, la balanza comercial del sector fue positiva. De 1950 a 1955, el
campo aportó 54% de las exportaciones, mientras que en el renglón de las
importaciones representó 7.6%. Vale la pena mencionar que en este periodo creció
la demanda internacional de productos agrícolas.
Por otro lado, las políticas internas, como la tasa de cambio internacional y los
sistemas de protección, tuvieron un efecto negativo de 2% y 6% sobre la balanza
comercial.
Cabe resaltar que al inicio de esta época los precios relativos en el mercado interno
se mostraron favorables para el campo; sin embargo, la situación se deterioró con
el tiempo. La relación entre los precios agrícolas y el índice general cayó de 1.23 en
1940 a 0.93 en 1970. Esta tendencia fue similar entre los precios agrícolas y los
industriales, pasando de 1.18 a 0.89 durante el mismo periodo. Esto representa una
caída real de 25% en un lapso de 30 años.
La política económica tenía ahora, como fin, apoyar el desarrollo urbano e industrial.
Esto tuvo un impacto positivo en la economía agregada; sin embargo, su influencia
en el campo fue negativa y empeoró con el tiempo.
A partir de 1965, el campo mexicano dejó de cumplir con ciertos objetivos que hasta
entonces le habían sido "confiados". La caída en la tasa de crecimiento en la
producción de alimentos y materias primas provocó que ciertas cantidades de
granos básicos tuvieran que ser importadas; así, en 1965, por primera vez, se
importaron 40,000 toneladas de maíz, cuando sólo unos cuantos años antes,
México era un magnífico exportador de estos productos.
Por otro lado, la política de precios adoptada tuvo resultados negativos; de 1955 a
1972, los precios de los productos agrícolas se rezagaron 19% con respecto al
deflactor implícito. La caída en precios reales, el incremento en el costo de
importaciones de insumos agropecuarios (debido al cierre de fronteras) y la
sobrevaluación del peso alrededor de 22% entre 1954 y 1972 (tomando 1954 como
año base de equilibrio), eliminaron incentivos para la inversión privada en el sector
rural, por lo que se canalizaron recursos públicos a este ámbito. Entre 1960 y 1972,
la inversión pública creció de 2.6% del PIB agrícola a 8.6%, mientras que la
inversión privada declinó de 20.9% a 17.7%.
Por lo tanto, puede decirse que durante la primera década del desarrollo
estabilizador, el sector agrícola cumplió con su papel como proveedor de alimentos
y materias primas. Subsecuentemente, es decir entre 1965 y 1972, la oferta
alimentaria se restringió, dando pie al inicio de masivas importaciones de cereales.
Durante este periodo la capacidad del campo para realizar transferencias netas en
moneda extranjera hacia el resto de la economía se deterioró gradualmente. El
superávit de la balanza comercial cayó 1.1% anualmente; las exportaciones
agrícolas mantuvieron una participación de 52% en las exportaciones totales, mas
las importaciones de este rubro incrementaron su participación respecto a las
importaciones totales. Para 1972, llegaron a abarcar 10.1%; la mayor parte de ellas
consistía en compras de maíz y trigo en el extranjero.