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LLENA TU CUERNO DE ACEITE

TEXTO: 1ª. Samuel 16; 1-13

Como podemos darnos cuenta atraves de este capitulo que hemos leído
de primer libro de Samuel, el capitulo 16, nos habla de una caída; de
un hombre que Dios había llamado, había ungido con su Espíritu Santo,
a quien Dios había puesto como rey sobre la nación de Israel; un
pueblo escogido para gloria y alabanza de su nombre. Un hombre que
Dios había privilegiado de entre todos los demás, escogiéndolo para
que reinara allí y gobernara al pueblo de Dios. Pero lo encontramos en
varias partes de las Escrituras; que empezó bien, pero luego (después
de aproximadamente dos años) se desvío su corazón; su corazón no
fue recto para con Dios, nunca estuvo para servir con una conciencia
limpia, sino que dejo cosas en su vida que más tarde le desubicaron y
le tuvieron que sacarle de donde Dios le había ubicado.

En primer lugar vemos que Samuel tiene dolor por la caida de Saúl,
parece que esto había afectado la vida de Samuel tanto que había
descuidado llenar su cuerno de aceite, porque Dios le dice: “¿Hasta
cuando lloraras a Saúl, habiéndolo yo desechado?” Aunque ya Dios
había desechado a Saúl, no quería tener nada que ver con este
hombre. Dios es misericordioso, Dios es amor, pero también es fuego
consumidor y tenemos un Dios fuerte y celoso, que no puede admitir el
pecado delante de él, que no puede tolerar el pecado, y aunque Dios
nos concede oportunidad tras oportunidad llega un momento cuando
ya no quiere Dios tratar más con la vida de ese hombre que no ha
querido arreglar su vida con Dios. Dios le dio oportunidades a Saúl,
pero él nunca aprovecho esos momentos que el Señor le brindó, nunca
reconoció que había pecado y eso es gravísimo. Cuando no
reconocemos el pecado; nuestra condición, cuando llegamos a un
punto de creer que todo lo que hacemos está bien y tratamos de llenar,
y tranquilizar nuestra conciencia y nuestra alma diciendo: “¡no hemos
pecado!”, aunque sí hemos pecado, aunque hemos violado la Palabra y
hemos hecho lo que no debemos hacer. Cuando eso sucede, el Señor
tiene un día que dejar de tratar con nuestra vida, porque quiere decir
que estamos obstinados de oír a Dios. Saúl, aparte que no quería
reconocer el pecado que había cometido, quiso justificarse delante de
Dios. Y es que el pecado no se puede justificar, no hay nada humano
habido ni por haber que pueda justificarlo delante de Dios, lo único que
nos puede justificar delante de Dios es aquel sacrificio provisto por
Dios, esto es Cristo, de resto nada, ni nuestras obras, ni nuestros
sacrificios, cualquier cosa que nosotros hagamos no nos puede justificar
delante de la presencia de Dios. Cuando Samuel le dice: “que balido
de ovejas es ese”, él dice: “ah, me habla del ganado, me habla de
estas cosas, pues mire yo lo he traído, no crea que es para mí-,
porque yo no lo he tomado para mí”, aunque si lo había tomado para
él. Pero es que cuando él es enfrentado por la presencia de Dios y el
profeta; él dice para justificar su pecado: “¿ah, me habla de esto? Pues
es que el pueblo lo ha tomado para ofresércelo en sacrificio a
Jehová”. Y entonces Dios viene atraves del Espíritu Santo y entra en la
vida de Samuel y le dice: “ah, piensa que Dios se complace más de que
se le ofrezca un sacrificio, a que se le obedezca y se lleve la Palabra tal
y conforme él a hablado y ha enseñado; no piense así Saúl, porque
ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios y el prestar
atención más que el cebo de los carneros. Eso es lo que Dios le habla
a este hombre. Ahora Saúl se dio cuenta que no había podido justificar
su actitud, que de todas maneras ya había sido desechado, pero él le
pide un favor; pudiéramos decir el último que le pide al profeta y es:
“hónrame delante del pueblo, sube conmigo a adorar a Jehová,
hónrame delante de los ancianos, delante del pueblo”. Que tremendo es
cuando uno no obra conforme a la Palabra, y no la vive, cuando uno no
es íntegro, cuando uno no tiene un corazón sensible para obedecer la
voz de Dios, ni se tiene un corazón dócil, cuando la Palabra no ha
podido penetrar, cuando todavía nuestra mente esta oscurecida,
cuando no tenemos un espíritu abierto para recibir la voz; la Palabra
de Dios. Y preferimos mejor la honra de los hombres, que la honra de
Dios, pero la Biblia dice: “yo honro a los que me honran y me dejo
hallar de los que temprano me buscan”. De que nos sirve que los
hombres nos honren, de que nos sirve que los hombres nos tengan
encuenta, de que talves los hombres nos rindan pleitesía y que digan
de nosotros cuantas cosas quieran decir, pero si Dios no dice nada, si
ante los ojos de Dios pasamos desapercibidos, no somos conocidos,
para que esas cosas es mejor que los hombres: nos desprecien, nos
sepulten, nos pongan en el olvido, y no nos tengan en cuenta. Pero
que Dios nos tenga en cuenta, que cuando nos arrodillemos a clamar
Dios este atento con sus oídos para oír el clamor de los justos, porque
la Biblia dice: “claman los justos y Jehová los oye”. Así que este
hombre Samuel, ahora está afectado, porque era un hombre de Dios, y
los hombres de Dios se duelen mucho cuando alguien cae, falla, no
permanece en la Palabra, ni en la doctrina, ni en el fundamento de las
Escrituras, cuando alguien no es leal para con Dios y este hombre se
había dolido al extremo, al punto que había descuidado llenar el
cuerno de aceite, y Dios tubo que venir, y hablarle, y amonestarle y
decirle: “hasta cuando Samuel, deja tu dolor y deja de llorar a quien
yo ya he desechado”. Dios quiere que nosotros estemos intercediendo
por los hombres, pero a este hombre se le prohibe seguir orando e
intercediendo por un hombre ¿Por qué? Porque ya lo había desechado,
¿y por qué lo había desechado? Porque Dios que conoce el corazón
sabia que Saúl no se iba arreglar nunca. Porque él sabe, si usted ha
cometido una falta o yo he cometido una falta y ¡él sabe!, si al
hablarnos la Palabra, si al darnos la oportunidad la recibimos, la
tenemos en cuenta, nos arrepentimos, nos apartamos del mal y
vivimos para Él. La Biblia dice: “así que si alguno se limpia de estas
cosas será instrumento útil santo, santificado y útil para toda buena
obra”. Pero también Él sabe de aquellas personas que no quieren sacar
de su corazón aquellas cosas que le perjudican, que no dejan que la
gloria de Dios permanezca en sus vidas. Que aunque se llenan de la
bendición, y de la unción y de la gracia de Dios, esas mismas cosas les
hacen perder esa bendición que en algún momento Dios les da. Así qué
Dios les dice: “hasta cuando, hasta cuando lloraras a Saúl”. Samuel se
había quedado en el muro de las lamentaciones llorando a uno que no
quería servir a Dios. Como es que nosotros a veces nos quedamos
llorando en nuestras ruinas, llorando nuestra miseria únicamente, pero
no con una aptitud de levantarnos, de enderezarnos, y de servir, sino
que nos quedamos todo el tiempo amargados, sirviendo ahí en las
ruinas, lamentándonos y llorando entristecidos. ¡No¡ Dios quiere que se
levante, Dios le dijo: “levántate de allí, no llores más, deja de llorar,
reprime tu llanto; en lugar de estar llorando al que yo he desechado,
llorando sobre sus ruinas, llena tu cuerno de aceite.
Cuantas personas hoy en día están en esa condición, lamentándose de
lo que a ocurrido, de las situaciones que han vivido atrás, del pasado, y
de muchas otras cosas -o quizás lamentando a otros que no han
querido servir a Dios-, y han descuidado su cuerno espiritual y su
cuerno está vacío, no tienen aceite, pero Dios nos dice: “llena tu cuerno
de aceite”. ¿Por qué le dice llena tu cuerno? Porque había algo más
adelante. Samuel no podía quedarse ahí porque la obra de Dios no se
puede detener y estancar, si alguien no quiere servir, si alguien no
sirve, sencillamente Dios se busca a otro, pero su obra sigue adelante,
no pensemos que porque usted no quiera o yo no quiera servir, la obra
de Dios se va a estancar, se va a limitar. ¡No¡ el problema no es ese,
Dios se busca a otro, la obra sigue adelante a través de tantas luchas y
dificultades, la obra del Señor siempre a avanzado, no se puede
estancar, no puede frenarse, así usted ande lamentándose en sus
ruinas, así ande postrado por allá en otras cosas, la obra del Señor irá
adelante con aquellos hombres que estén dispuestos a obedecer, con
aquellas mujeres que estén dispuestas a vivir una vida agradable y una
vida llena de aceite espiritual. Entonces aquí le dice: “llena tu aceite y
ven y te enviare”. Aquí había una comisión para Samuel; ve y te
enviare, pero Dios no podía enviar a ministrar vacío al profeta, y Dios
no quiere que vallamos a ministrarles a otros estando vacíos. El Señor
le dijo a los discípulos: “quedaos en Jerusalén hasta que haya venido
sobre vosotros la promesa de mi Padre, hasta que hayan sido
investidos del poder de lo alto, y entonces me seréis testigos en
Jerusalén en, Samaria, en Judea y hasta lo ultimo de la tierra”. Pero
Dios le dijo: “llena tu cuerno”, él les dijo que llenaran sus vidas, que
no fueran a salir vacíos, que debían llenar su cuerno de aceite para
poder ir a ministrar -no se puede ir a ministrar con el cuerno vacío- no
amado esta es una hora de tener el cuerno lleno, esta es una hora de
que el pueblo, de que cada ministro del Señor debe de tener aceite
abundante en su vida, no puede andar con una vida descuidada, no
son los días para vivir, o para ministrar estando vacíos. ¡No! tenemos
que ir llenos del aceite. Así que Dios le da una orden de que vaya y
que llene su cuerno; porque hay una tarea importante que él debe
cumplir, que él debe llenar y es ir a ungir a quien iba a suceder a Saúl,
-que no había permanecido fiel- y para ello, para ungir a quien iba a
suceder a Saúl, a quien seria el futuro rey de Israel, Samuel tenia que
ir con el cuerno lleno de aceite. Ya Dios había llamado; Samuel no sabia
que Dios había llamado, porque Dios llama de diferentes maneras, Dios
llama con solo una mirada, en el caso de los discípulos dice que él se
acerco a la orilla donde ellos estaban remendando las redes y los miro
y les dijo ven sígueme, en el caso de Elíseo no necesito decirle ven;
solamente paso por el lado de él y Elíseo entendió que Dios lo llamaba.
Es que Dios llama allá en lo profundo del corazón a cada hombre, sin
necesidad de escándalo, sin necesidad de publicarlo tanto, pero cuando
pasa por el lado de alguna persona; esa persona es motivada servirle, a
seguirle, no puede quedarse igual, no puede quedarse indiferente,
cuando uno tiene un vivo llamado de parte Dios uno no puede como
los israelitas colgar sus arpas en los sauces y comenzar a lamentarse,
no uno debe mantener la calidad de un profeta, de un hombre de Dios,
de un hombre activo, de una persona que tiene una responsabilidad, y
que tiene un llamado y que tiene una llama encendida en su vida, en su
corazón. Yo no se como hay personas que dicen que Dios los ha
llamado y viven indiferentes, no se preocupan, no les interesa nada de
la obra del Señor, ven las almas perdidas y no hacen nada por ellas, no
tratan de trabajar, de evangelizar, de ganar a otros, de motivar a otros,
son indiferentes totalmente y dicen que Dios los ha llamado. No
amados; cuando Jeremías quiso quedarse callado y quiso quedarse
tranquilo dice la Palabra: “no obstante un fuego estaba en mi corazón
que yo no pude resistir que yo no pude quedarme callado, que yo no
pude serrar mis labios, no yo tuve que hablar, yo tuve que gritarle al
mundo, aunque me esperaban momentos difíciles pero tuve que
anunciar que él es el Señor y que él merece santidad y que debemos
vivir en la Palabra”. Así que cuando Dios nos llama; Dios puede estarlo
llamando ahora a usted, el Espíritu Santo puede estar pasando ahí por
su lado, los ojos de Dios pueden estar puestos sobre su vida y quizás
aunque los demás no nos estemos dando cuenta allá hay algo en su
vida que te hace vibrar y te hace entender que Dios te necesita para
esta hora, porque somos los obreros de la última hora, para este
momento agónico del mundo, para este momento cuando el mundo
está en tinieblas; Dios te está llamando y ahí está pasando a tu lado, y
está redarguyendo tu corazón y te está haciendo entender que te
necesita para esta hora. Debes limpiarte, debes santificarte, debes
llenar con aceite tu cuerno -tu vida espiritual-, no debes seguir hay
vacío, tienes que llenar tu vida espiritual, tienes que volcarte a buscar
a Dios, tienes que reconstruir tus ruinas, tienes que dejar tu pasado;
el día de ayer y vivir el día de hoy conforme a la Palabra. Ahora
Samuel no sabía como hacer. A veces nosotros no sabemos como
entrar, ni como salir, ni como ir a ministrar, pero ese no es el
problema nuestro, ni eso debe ser un impedimento, el Señor le dijo:
“no se preocupe, yo allá le diré lo que debe hacer”. Ahora el tenía
temor y él dijo: “si supiera esto Saúl; me matara”. Entonces el Señor le
dice: “toma contigo una becerra de la vacada y di: a ofrecer sacrificios
a Jehová he venido”. En este ministerio no se puede estar sin sacrificio,
este ministerio debe llevarse a cabo a base de sacrificio, esta obra es
de sacrificio, de entrega, esta obra es para renunciar a todo lo que es
del mundo; a nuestra impiedad, a todos los deseos carnales y a vivir en
este mundo santa y piadosamente. No podemos ir de cualquier manera
es a través de un sacrificio. Él tenía que ir a través de un sacrificio, el
Señor le dijo: “es que así no puede ir, así lo van a matar, es a través de
un sacrificio; toma una becerra de la vacada y ve di a ofrecer un
sacrificio he venido”, el Señor dijo: “es andando y llorando”, quien le a
dicho a usted que servir al Señor es lo más placentero de la vida,
aunque es un privilegio, es una bendición. Pero en medio de este
camino, en el ministerio del servicio al Señor a medida que nos
negamos, nos entregamos, aparecen en el camino cantidad de
obstáculos, dificultades, de espinas; cosas que nos sacan dolor en el
corazón, nos sacan sangre, nos hacen venir al altar como herido, y
derramar nuestro corazón y derramar nuestra alma, porque no es fácil;
es andando y llorando, es ofreciendo sacrificio a Jehová. En este
ministerio hay que pasar días de agonía; días y noches; noches
oscuras, difíciles; como aquellas noches que tuvo que pasar Moisés,
pero especialmente aquella noche cuando Coré y Natán se levantaron
contra el y su hermano y querían que Dios quitara a Moisés. Entonces
por Palabra de Jehová le fue iluminado a Moisés llamar y decirle que
cada uno de los príncipes, de las cabezas de familia trajese una vara
por tribu y que estaría allí en el altar en la presencia de Jehová una
noche y que la vara que reverdeciera, y que echara hoja, floreciera y
echara fruto esa sería la tribu y ese sería el hombre que Dios quería al
frente del pueblo. Aunque fue una noche bien terrible de oscuridad,
una noche, de muchas lágrimas, de mucha aflicción allí, al otro día
fueron allí al campamento y se dieron cuenta que la vara de Aarón que
representaba a Moisés había reverdecido y había echado renuevos. Allí
estaba representado el ministerio de un hombre que Dios había
llamado, que no lo pudo ocultar la sombra de una noche de: desvelo,
angustia y aflicción, porque había reverdecido ese ministerio. Aquí está
en la presencia del Señor ofreciendo un sacrificio -es a base de
sacrificio que nosotros podemos vivir para Dios-. Sacrificando como
dice Romanos 12-1 “os ruego pues hermanos por la misericordia de
Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo
agradable a Dios porque este es vuestro culto racional”, esa clase de
sacrificio es la que hay que venir a traerle y ofrecerle al Señor.
Renunciando al pecado, a la impiedad y no solo esto, sino también
ofreciendo sacrificio de alabanza al Dios todo poderoso diariamente;
quiere decir una vida de devoción, una vida de entrega, una vida de
comunión, una vida adherida a su Palabra y a Él.
Ahora no podemos estar mirando la apariencia de este mundo; hay
quienes están mirando la apariencia de este mundo, hay quienes están
mirando los títulos, las filosofías, el modernismo, el humanismo en los
hombres. Y eso quizás Samuel estaba mirando. Creía que es la
apariencia que hace al hombre de Dios. Este hombre que Dios ungió no
tenia una apariencia tan atractiva como la que tenia Elíat, pero Dios le
dijo: “no es lo que usted cree, no es la apariencia de rostro, no es la
apariencia de ser un intelectual, no son las capacidades humanas las
que yo quiero; lo que yo quiero es un corazón dispuesto, conforme a
mi, obediente, dócil y sensible, es lo que yo busco”. Porque Eliat tenía
un corazón arrogante, era del mismo calibre de Saúl, pero como el lo
vio un hombre corpulento, alto, y tal vez bien parecido , mas todavía
que David dijo: “ciertamente delante de Jehová esta el ungido” y Dios
tubo que exhortar y decirle: “Samuel que le pasa porque se equivoca
así, porque coloca tu mirada en los hombres, porque se detiene a
contemplar los talentos de los hombres que no son nada que son
basura, no si yo ya me he provisto de rey y yo no he mirado la
apariencia de los hombres; quien es más fuerte y quien no, yo he
mirado el corazón de los hombres.” El estaba mirando con los ojos
físicos y el señor le dice no mires con tus ojos físicos mira con los ojos
del espíritu. Hoy en día hay que mirar con los ojos del espíritu, no se
puede mirar con los ojos físicos, porque ellos hacen que nos desviemos
de Dios, nos hacen admirar los hombres, nos hacen admirar las cosas
del mundo y podemos caer y perecer.

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