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Estanislao Zuleta
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Índice general
Índice general 2
1 PROCESO DE DESNATURALIZACIÓN 3
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Capítulo 1
PROCESO DE
DESNATURALIZACIÓN
Hoy haré una introducción para tratar de explicar la significación y las dificul-
tades del estudio que vamos a emprender. Lo que voy a exponer muy esquemáti-
camente es una serie de problemas que nos vamos a encontrar a todo lo largo
del estudio de los niños, sus dificultades, a las cuales volveremos continuamente.
Me voy a referir, en primer lugar, a algunos de los prejuicios existentes sobre
lo que significa emprender un estudio como el que vamos a iniciar hoy. Ante todo,
lo siguiente: lo que se espera en nuestro medio según la formación existente, las
costumbres universitarias y de los colegios, es adquirir una serie de conocimien-
tos que no se poseen. Es como si los conocimientos existiesen ya en algún sitio
–por ejemplo en unos libros, o en unas academias, o en unos institutos – los
poseen algunas personas y los van a transmitir a otras. Esa es la imagen de la
investigación que reina entre nosotros y la imagen de los estudios.
Lo primero que tenemos que observar es como precisamente no se trata de
eso. De lo que se trata más bien es de aprender a pensar un objeto, de acceder
a pensar un objeto en el que no podemos pensar por una serie muy vasta de
obstáculos. Mejor dicho, porque tenemos ya muchas ideas adquiridas sobre ese
objeto: el conjunto de las ideologías que existen sobre los niños. Nosotros no nos
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4 CAPÍTULO 1. PROCESO DE DESNATURALIZACIÓN
encontramos nunca con los niños, nos encontramos siempre con ideas sobre los
niños, a través de las cuales los vemos, incluso cuando creemos verlos in vivo.
El verdadero problema de la investigación es el de que para acceder a pensar
un objeto, como los niños, que nos afecta directamente, tenemos que remover los
obstáculos que nos impiden pensarlo y no adquirir simplemente un conjunto de
conocimientos de que carecemos. Es natural que en nuestra sociedad la imagen
del conocimiento esté copiada de la compra porque es una sociedad en la cual
todo se vende y se compra; pero entonces el conocimiento se convierte en cosas,
es decir, en informes: “Carezco de determinado número de informes que voy a
adquirir.” Esa es la imagen de conocimiento que reina en nuestra sociedad, y no
esta otra, por ejemplo: “Es necesario que transforme algo en mi manera de sentir
y de pensar para acceder a conocer esto.” Pues precisamente, conocer algo que
nos afecta de cerca es muy difícil, ya que conocer, allí, es transformarse. Por eso
ha sido más fácil conocer las leyes del cielo y los movimientos de las estrellas
que las causas de nuestros deseos. Y para el hombre las estrellas fueron un
objeto de estudio mucho antes que los niños. Porque el orden de dificultades es
un orden que depende estrictamente de en qué medida nos se afectan las cosas;
en esa medida es precisamente más difícil. Aunque naturalmente todo problema
nos afecta y en ese sentido todo estudio científico es difícil. También para estudiar
el cielo fueron necesarias verdaderas luchas y mártires.
Generalmente, como dice Althusser, nos es difícil plantear bien un problema,
pero no por lo que se cree, porque lo desconozcamos en absoluto, sino porque
tenemos ya, de antemano, demasiadas soluciones, estamos invadidos de ellas,
por eso ni siquiera nos planteamos problemas.
El estudio que vamos a hacer es pues un sentido en gran parte crítico de las
diferentes ideologías que reinan sobre los niños, a través de las cuales piensan,
se sienten, se viven y se utilizan. Los niños son por una parte objeto de amor,
ciertamente, pero no existen, ni han existido nunca amores neutrales, amores
que no se empleen para alguna cosa, y la manera de amar a los niños esta
articulada con las manera de pensar de los adultos y de pensarse a sí mismo.
Existen muchas ideologías sobre ese punto que están encarnadas en conductas
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paralelo a Spinoza para que vean que no se trata de un caso. Algo opuesto a
Spinoza, en el sentido de una crítica tipo moral a la sociedad existente es el
Señor Rousseau quien vive la sociedad como una caída, a partir de la imagen
de un estado de salvajismo, el buen salvaje, un hombre primitivo y primitivamente
bueno. Después se ha configurado la civilización y el hombre ha caído en una for-
ma de existencia social a la cual, él acusa como fundamentalmente inauténtica, e
inhumana y culpable. En toda su obra, por otra parte, se muestra esa tendencia;
y no solamente en su Contrato Social, él repite, incluso sin saberlo, el mito del
pecado original, a veces hasta en los detalles más nimios. Por ejemplo, la caída,
también en él, tiene que ver con el conocimiento. En El Emilio cuenta que una de
las cosas que más pueden perturbar la educación del niño es que llegue a cono-
cer algunas necesidades o deseos de los adultos que todavía no le corresponden
a él, es decir, un anacronismo, y lo que aún no le corresponde queda inmediata-
mente desnaturalizado. En cambio en el sentido de Spinoza de rechazar ambas
cosas –inocencia originaria y la noción de culpa y la visión culpabilizadora – está
todo el pensamiento de Nietzsche. Precisamente, él mismo resume toda su obra,
como una obra de lucha contra la concepción culpabilizadora de la vida y de la
cultura. Nosotros en la literatura, podemos estudiar las ideologías sobre los niños
en este sentido y llegar a mostrar que los niños en realidad, han sido conceptos,
ideas y por supuesto ideas encarnadas y prácticas.
El enfoque de Dostoyevski en ese sentido es característico. Incluso se po-
dría emprender un estudio especial sobre el problema de los niños en la obra de
Dostoyevski. No sé si ya haya sido intentado, pero es muy tentador el tema. Los
niños en la obra de Dostoyevski, especialmente en Humillados Y Ofendidos, en
Los Hermanos Karamasov y en El Eterno Marido – pero no solamente allí, sino
en toda su obra – son los objetos de una injusticia absoluta; todos los demás
seres pueden recibir injusticias relativas, y son relativas porque son parcialmente
culpables, entonces toda injusticia es parcialmente un castigo o una respuesta a
una injusticia que ellos también hicieron pero en cambio los niños son el objeto
de una injusticia absoluta.
Dostoyevski lleva las cosa al extremo, en Los Hermanos Karamasov por ejem-
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los otros ven en nosotros y en ese caso, en los niños “el ser para otros” y por
lo tanto él los concibe como comediantes. Según él, domina ampliamente, para
decirlo pues dentro de sus propias teorías, lo cual es una concepción moral. El no
diría pecado sino inautenticidad, dentro de su propio lenguaje, claro está –puesto
que se trata de un moralista ateo.
San Agustín y Sartre son dos figuras curiosas, que sin abandonar el terreno
moral, en su manera de mirar el fenómeno, han abandonado un aspecto impor-
tante de la tradición cristiana de la mitología de la infancia como inocencia, de la
infancia como felicidad.
Naturalmente que las formas modernas no suelen presentarse de una man-
era cristiana. El Cristianismo ya no es utilizado como principio a partir de cual
se precisan los objetos del conocimiento. Lo que ahora domina más bien es otra
ideología, que podríamos diferenciar, pero que no es incompatible sino más bi-
en complementaria con la anterior. Podríamos denominarla “el naturalismo”. Sus
huellas se encuentran visiblemente en Rousseau, aun cuando su desarrollo es
mucho más moderno.
En una palabra, digamos esto: el naturalismo considera que el desarrollo del
niño es un proceso natural de maduración, que tiene sus etapas naturales, sus
momentos, por los cuales necesariamente pasa – como toda maduración nece-
saria, como toda evolución necesaria – y la culpabilización viene por otro lado:
los adultos viene a estorbar, a perturbar, a intervenir, a torcer esas etapas espon-
táneas del desarrollo del niño en lugar de respetarlas. La pedagogía sería allí
respetar una maduración espontánea, no intervenir por medio de imposiciones
en la maduración.
Se puede observar que la idea no está tan lejana – aunque tenga un aspecto
mucho más moderno y pueda respaldarse en citas mucho más recientes que los
Evangelios – la idea no está tan lejana, ni mucho menos, en cuanto a las rela-
ciones de los adultos con los niños. La imagen sigue siendo no solamente culpa-
bilizante, sino que – digámoslo desde ahora – todas esas imágenes son por una
parte culpabilizantes, pero por otra parte, principalmente culpabilizadas. Se trata
de la culpa, no solamente del niño como el enfoque para culpabilizar la vida social,
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sino del niño visto desde el sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa como
mirada y como lente para la observación del niño. Eso ha llegado a figuras muy
extremadas, como las parejas de oposiciones que se usan tanto hoy; por ejemplo
esta oposición: la espontaneidad y la coacción. Algunas pedagogías modernas,
institutos pedagógicos de diversa índole, operan con esa pareja: la espontanei-
dad y la coacción. Esa pareja está inmediatamente valorada: la espontaneidad es
una buena cosa, la coacción es una mala cosa. Las consecuencias pedagógicas
son evidentes: no prohíben nada, no coaccionan, no imponen, conciben que sólo
quien permita el desarrollo espontáneo del niño esta haciendo pedagogía, el que
no, está perturbando un desarrollo espontáneo de sí mismo bueno y por lo tanto
malo todo lo que perturbe. Esa es una forma que presida hoy muchas formas
concretas de pedagogía.
Vamos a estudiar un poco más esa idea puesto que está tan extendida; de
paso quisiera mencionar otra noción que está muy extendida especialmente en
EE.UU. pero no solo allí, es la noción de frustración, y su correlato, gratificación.
En ese caso se considera que los males que se generan en la infancia proce-
den de la frustración, la frustración genera hostilidad, la hostilidad tiene su origen
en la frustración y las frustraciones generan por lo tanto toda clase de perturba-
ciones psíquicas; lo aconsejable entonces es no frustrar. Eso es supremamente
difícil llevar a la práctica, naturalmente pero es muy interesante ver como se ha
convertido la culpabilización de los padres, en una ideología sobre los niños. Eso
por lo demás es siempre correlativo. Si es tan difícil pensar a los niños es porque
el pensamiento sobre los niños se deriva del que se piensa sobre uno mismo y
sobre los adultos, y no de que uno conozca o no conozca ciertos elementos del
juicio. La humanidad ha tenido durante milenios ante sí como evidencias de lo
que no ha visto, como decíamos, no era porque careciera de datos, ahí están,
sino porque no combinaban con sus ideas.
Los niños son un producto de la sociedad y por lo tanto, el estudio de éstos es
una investigación que tiene que pasar a investigar la conducta de la sociedad con
relación a los niños. Volvamos un momento al tema de la oposición entre espon-
taneidad y coacción. Esa oposición que hoy se ha difundido mucho y ha inspirado
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tan diferentes tipos de pedagogía, supone que las imposiciones son una mala
cosa y que la imposición, prohibición y coacción, es siempre algo que debe ser
en sí mismo considerado como malo, precisamente porque creen que el desar-
rollo infantil es una maduración espontánea, pero ya esa primera suposición es
ideología. El desarrollo infantil es un ingreso muy dramático en una cultura exis-
tente. Por supuesto que no hay ningún desarrollo espontáneo de ningún lenguaje,
por ejemplo: el lenguaje es evidentemente una magnifica imposición. Es una im-
posición de normas: las normas lingüísticas. Las normas no son una mala cosa.
Hay normas que son una pésima cosa, que en realidad no constituyen más que
una forma de dominación y opresión. Eso también existe, por su puesto, pero no
se puede decir lo mismo que todas las normas, ni de todas las figuras coactivas.
La gramática es un conjunto de normas y de normas coactivas, no en el sentido
que el que las use mal lo vayan a castigar o a meter a la cárcel, sino en el sentido
de que el que las use mal, no se le entiende lo que dice. Ahora, esas no son
normas de adquisición espontánea, precisamente por eso son normas.
Es una figura muy torpe sobre la vida social, la que se imagina que hay una
maduración de la naturaleza hacia la sociedad sin rupturas y sin dramas. Entre la
naturaleza y la sociedad se coloca en primer lugar, una norma que los antropólo-
gos han descubierto como norma de las normas y que vamos a estudiar en detalle
cuando estudiemos el Edipo, que es la prohibición del incesto. Esa, precisamente,
es una norma que no tiene nada de natural sino no seria una norma, seria una
tendencia. Freud, en Tótem Y Tabú comenta a un autor inglés, quien dice que el
hecho de que en todas las sociedades se encuentre siempre, sistemáticamente,
la prohibición del incesto, indica que hay en el hombre una tendencia natural a la
repugnancia por tener a los miembros de la propia familia como objetos sexuales.
Freud dice: “curiosa lógica, puesto que hay una tendencia natural a rechazar
los miembros de la propia familia, como objetos sexuales, entonces se prohíbe”.
Pero entonces ¿para qué se prohíbe? Que tal que hubiera una norma general,
correspondiente a todas las tendencias humanas, en la que quedara prohibido a
todos lo pueblos, en todos los tiempos, comer arena – una prohibición absoluta!
No, si es que precisamente no se necesita ninguna prohibición. Donde se nece-
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una norma que llega a ser parte de las formas de sentir. Llega así un momento
en que al hombre empieza a olerle mal, todo lo que le huele bien a los perros, a
los caballos – y a seres que tiene el olfato muy superiores a él – como lo mani-
fiestan de manera directa y evidente; y en cambio, por algún contraste y alguna
combinatoria curiosa, comienza a olerle bien lo que hace estornudar al perro,
ahora, no es que nosotros tengamos mucho que enseñarle al perro y al gato, en
cuanto a la calidad olfativa, lo que ocurre es que nosotros tenemos el olfato mar-
cado por las normas y los animales no. De la misma manera que el control de
los esfínteres es logrado por interiorización de normas del aseo, de horario y no
por ninguna maduración (¡No hay ninguna!) y se puede lograr o no. Pero eso no
es de acuerdo con si se maduró bien o si se quedó viche, si no con la relación
que tiene con las normas. Precisamente por eso es pensable como un problema
la dificultad en el control de los esfínteres que por lo demás es un problema muy
generalizado y que no hay que dramatizar demasiado; hay que pensarlo. En to-
do caso, hay que pensar en una cosa: no se trata de la falta de una evolución.
Se trata de un drama vivido en una relación, y en una relación con las normas,
que puede expresarse en una dificultad específica; en el control de los esfínteres,
negativamente, o en una voluntad de ruptura de las normas, que inducen a ese
control positivamente, como se quiera. Ya se verá cuando veamos más de cerca
el problema, por ejemplo en la enuresis y problemas similares, que si nosotros
no pensamos el niño como conjunto de relaciones, sino como una maduración, a
veces estorbada o perturbada, no podremos entender los síntomas de un drama,
sino los detenimientos de una evolución, que ya no es entender nada. Es decir,
que ya no nos permitirá “pensar el niño”.
De la misma manera puede hablarse del lenguaje. El lenguaje es evidente-
mente una imposición. El niño ingresa en el lenguaje y no hay allí ninguna espon-
taneidad en ningún sentido: ni en el sentido primitivo y más o menos religioso de
elegir “yo elijo tal cosa porque espontáneamente tiendo hacia ella”. Ni en el sen-
tido tampoco, ni mucho menos, naturalista de un acceso por evolución. Ustedes
saben que el lenguaje no se presenta nunca en sí, que el lenguaje siempre se da
como idiomas. Precisamente ya eso es muy indicativo de que se trata del ingreso
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lingüístico.
Las señales y los gestos no son lenguajes. Hay muchos seres que tiene sis-
temas de señales complejísimos, por ejemplo las abejas, pero no tiene lenguaje.
Por eso precisamente no necesita ser aprendido. Porque es una conducta instinti-
va, es decir, heredada y adaptada, y no una conducta impuesta, como el lenguaje.
Precisamente porque no es un lenguaje sino un sistema de señales.
La danza de las abejas fue tomada por un lenguaje por los primeros investi-
gadores que la descubrieron bastante asombrados. Cuando pusieron colmenas
con vidrios y aparatos para observación interior, hicieron un descubrimiento muy
curioso; que las abejas eran capaces de señalar dónde estaba un botín, a qué
distancia y en qué relación con dirección al sol; después de haberlo encontrado
podían venir a indicar eso. Los investigadores llegaron a conocer también ese
sistema, que ellos mismos, después de ver una abeja que llega a la colmena y
presenciarla danzando un rato, podían precisar: “Esta indicando que en tal sitio,
a tantos metros y en tal dirección hay un botín”, y experimentar luego como iban
todas en filita, precisamente hacia ese sitio y esa dirección.
El descubrimiento parecía tan impresionante que daba la imagen de un lengua-
je –“vino y les contó qué había encontrado, y dónde estaba”. Pero rápidamente
descubrió que no, que es una conducta instintiva que las abejas logran también
instintivamente captar como un conjunto de señales.
Se encontró que no era un lenguaje por esto: si las abejas que ya vieron esa
danza permanecen allí por alguna razón experimental –por ejemplo cierran la
salida – la abeja que les acababa de contar eso, sigue contándoselos. La danza
sigue y sigue y se repite ante el mismo público de abejas, mientras no se destape
la salida. Pero además, si por ejemplo están muertas o no están, porque mientras
tanto las han retirado, también hace la danza. Es decir, no se trata de un men-
saje, como seria un sistema lingüístico. Se trata de un instinto despertado por
la presencia del botín en un sitio. Pero no se trata de un mensaje. Hecha toda
la experimentación, rápidamente se descubre que no tiene nada que ver con el
lenguaje. Precisamente por eso es un sistema de señales de la especie, y no hay
diferentes idiomas en las diferentes colmenas. Como probablemente tendría que
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época, que alquilaban por bajísimos salarios para ciertos trabajos niños de muy
pocos años. Sin embargo Marx protestó por el artículo. Él pensaba que el trabajo
infantil debía ser organizado, combinado con el estudio, pero no prohibido. Esa
es una imagen social que también afecta a los adultos, porque en la vida de los
adultos también se opone el juego, la diversión, la formación, y por otra parte la
realización, la seriedad y el trabajo, el deber. El deber y el disfrute, el juego y la
seriedad, la formación y la realización, también quedan opuestos. No solamente
entre niños y adultos. Lo que pasa entre los niños y entre los adultos se proyecta,
porque ya está opuesto, dentro de la vida de los adultos.
Entonces se proyecta como una división entre niños y adultos y la sociedad
construye así un tipo de niño y ese tipo de niño está construido como el ideal de
un tipo de vida social. Si se ha interiorizado y generalizado la educación (y lo hace
continuamente), la pareja disfrute – deber llega a proyectarse sobre las edades y
las etapas de la vida; se consideran así: la etapa de la formación y del disfrute,
como la infancia y de la realización de los deberes, como la edad adulta; esto es
malo tanto para los niños como para los adultos. Se olvidan el juego y el disfrute
combinados con las realizaciones y olvidan toda forma combinatoria. Los niños
entran en una forma de dependencia y de no control propio y de objetos que no
se toman ellos mismos en serio durante un largo periodo de la vida, lo cual puede
afectar mucho su formación psicológica.
Esa es la idea que nuestra sociedad tiene de los niños y de los adultos y por
lo tanto es lo que hace realmente de ellos. No son errores dentro de una cabeza
sino que son ideas prácticas, están encarnadas; lo que nosotros tenemos que
hacer por medio de la crítica para poder estudiar efectivamente la sociedad y la
ideología que produce determinado tipo de niños, es ante todo, desnaturalizarla.
La desnaturalización es un fenómeno difícil porque la tendencia a pensar co-
mo natural aquello que hemos visto, siempre que se da, es una tendencia perma-
nente en nosotros.
El pensamiento de Freud en ese sentido significa una ruptura extraordinaria.
Hay antecedentes de personas que se han dado cuenta desde muchos años, de
que la forma como viven los niños son un efecto de la vida social y no es ninguna
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naturaleza que los produce así. Pero lo que Freud introdujo, y es lo que se va
estudiar, es escandaloso desde el punto de vista de la desnaturalización. Para
los naturalistas el pensamiento de Freud es escandaloso y está muy bien que lo
sea; lo que está muy mal es que no lo sea, porque es mejor limpiar un poco de
terreno en que nos vamos a mover.
Ahora se acostumbra el eclecticismo, la mezcolanza de lo incompatible y se
asimila al psicoanálisis las ideas que le son radicalmente extrañas, como el natu-
ralismo evolucionista. Se combinan mezclas de todo tipo.
Es mejor que comencemos por limpiar el terreno, y saber que el Eclecticismo
es perfectamente compatible con el moralismo y con las normas de nuestra so-
ciedad. La idea de maduración espontánea es perfectamente compatible con el
moralismo y con las normas de nuestra sociedad, y con la concepción culpabi-
lizante y culpable de los niños que es la concepción moderna típica.
En Norteamérica ha producido efectos supremamente interesantes, y vamos
a ver apartes de algunos estudios sobre ese tema, en la familia norteamericana
moderna, porque la familia norteamericana moderna influye muchísimo sobre
nosotros y es muy bueno ver lo que ocurre allá para saber la tendencia aquí.
También en esas mismas tendencias pedagógicas en las que la autoridad se
considera a sí misma culpable y se niega a sí misma de la manera más radical,
y se encontró la fórmula más sencilla: no aplicar ninguna autoridad es la mejor
pedagogía, tiene esa misma fuente y una altísima peligrosidad. Hay varios au-
tores que se han dado cuenta de esto, también de los EE.UU., o por lo menos
radicados en EE.UU.
Hay una transformación muy curiosa en las diferentes formas de la sociedad
cuando se ha pasado de lo que se suelen llamar los sociólogos, la familia domesti-
ca, la familia patriarcal más o menos ampliada en la que se ejercía una especie de
micro dictadura hogareña sobre los hijos y sobre la esposa, en la familia conyugal
en el que la mujer asume un puesto por lo menos similar al del hombre. En todo
caso, es muy equivoco el problema, porque no se puede decir quien domina a
quien; son dos dominadores, en formas diferentes. Se ha pasado a una posición
de culpabilización mutua ante los hijos y omisión ante la autoridad. En EE.UU. es
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con los padres son de determinada forma; si no son de esa forma no se ingresa.
Pero eso significa que no hay en el individuo ningún motor interno, que conduzca
de una etapa a otra, ninguna fuerza de maduración propia, que lo extraño venga
a perturbar o dejar desarrollar; lo que pasa es que no hay nada de desarrollar ni
nada extraño. El individuo se define precisamente por el drama de las relaciones
en que vive y ese drama es el que decide si va a pasar o no a otra etapa, o si
va quedar, o si habiendo pasado, va a regresar; cosa que también puede darse
porque no se trata precisamente de una maduración. Y por eso se puede regresar.
Se trata de la configuración de un conjunto de conductas determinadas por un
conjunto de relaciones y no de una maduración.
Para entrar a un estudio serio de los niños desde una perspectiva freudiana, es
necesario romper con las ideologías dominantes entre nosotros sobre los niños
y es incompatible este estudio con una concepción evolucionista del psiquismo.
Estos son dos puntos fundamentales.
Si uno sabe ya mucha psicología evolucionista como la evolución motriz, la
evolución intelectual, la evolución psíquica, la evolución lógica, y le va a agregar
el evolucionismo freudiano, va a tener un enorme desengaño porque no le va a
agregar nada, va a refutar esto o no va a acceder a ningún evolucionismo, y a
ningún pensamiento psicoanalítico sobre el tema.
Aquí lo primero que hay que establecer si se quiere hacer un estudio que sea
coherente y que conozca sus propias bases, sus principios teóricos, es rechazar
todo lo que es dado, cualquiera que sea la manera mas inocente como se nos
presente; lo más inocente son los aportes, los aportes que se reciben y se van
almacenando de un lado y del otro; pero no se piensan y no se piensa nunca ese
orden de incompatibilidad que deben tener los enfoques del problema, sino como
si se tratara de datos y de informes, pues se reciben vengan de donde vengan
y se acumulan. Pero se trata fundamentalmente de hacer un enfoque crítico de
la ideología que impide pensar el problema y no de un conjunto de informes de
origen disperso.
Las teorías del Aprendizaje de Hilgard son un caso notorio de eclecticismo,
donde le dedican un capitulo al uno y al otro; según Pavlov, según Piaget y según
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Freud y todo parece que coexiste tranquilamente con todo; no hay una mirada
crítica, y éste es el punto de vista que hoy es muy frecuente en el estudio de los
niños. Especialmente los norteamericanos, aunque no solo ellos, lo han impulsa-
do mucho y son los más francos en este sentido. Ellos lo defienden abiertamente,
es decir, sostienen que el eclecticismo no es un defecto sino un método y lo di-
cen directamente y en todos los campos, no solamente en el problema de los
niños. Sus estudios psiquiátricos son de un eclecticismo que deja asombrado a
cualquiera. Toman de todas partes según les vaya interesando y les parece que
el que no hace esto es dogmático. Así proceden también sus historiadores y al-
gunos de sus sociólogos. Los historiadores norteamericanos, los mas eclécticos,
consideran que cualquier tipo de de determinismo histórico es un dogmatismo;
entonces ellos se dan el lujo de que lo asumen todo. ¿Qué es lo que determina
la historia? Todo. La determinan los grandes hombres, la economía, la biología,
el clima, la religión, es una palabra, todo. ¿Existe algún orden jerárquico entre
todos esos determinantes? Ninguno; en una época unas cosas determinan más
que otras según las circunstancias.
Si uno piensa de un objeto que está determinado por un conjunto de causas
dispersas cuyas conexiones internas no son conocidas y de las que no se pueden
postular un orden en grado de eficacia relativa de unas con relación a las otras,
es lo mismo que si uno sabe qué determina ese objeto. Si nosotros decimos que
la conducta de un individuo, por ejemplo de un señor que hizo un robo, esta de-
terminada por razones infantiles, por razones económicas, por razones religiosas,
por razones biológicas y que todo eso determina esa conducta, sin que podamos
saber dentro de eso qué orden jerárquico postulamos, pues es lo mismo que
si dijéramos que no tenemos ni la menor idea de por qué robó ese señor. El
eclecticismo conduce en última instancia a un escepticismo, es decir, el fondo del
problema con el eclecticismo es que llega, y probablemente es lo que se intenta,
a presentar la historia como no explicable y a la conducta como no explicable. Si
se formula una serie indefinida de causas dispersas y desorganizadas, en reali-
dad se rechaza en el fondo de idea y la posibilidad de explicar. Es decir, lo que
rechazan los historiadores eclécticos es la idea de una ciencia de la historia, a
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vista ideológico sobre los adultos y sobre los problemas de la vida de los adultos.
2) otro problema es que estamos en un mundo bombardeado por la informa-
ción y carente de pensamiento. Información le sobra a cualquiera que se asome
por una librería donde consigue bibliotecas sobre cualquier tema, con sólo que
tenga con qué comprarlas; sobre el lenguaje infantil, sobre la conducta infantil,
sobre la motricidad, hay bibliotecas; todo ese exceso de información muy difícil
de dominar va generalmente acompañada de una carencia de pensamiento casi
completa. Entonces es una desorientación en el estudio puesto que uno no sabe
qué está buscando cuando está estudiando. Uno se imagina que está buscando
conocimientos que ya existen archivados en bibliotecas, o libros o institutos, sin
llegar a tener presente que lo que está buscando es otra cosa. Está buscando
aprender a pensar sobre los niños, es decir, remover los obstáculos que impiden
pensar. Naturalmente no quiere decir que no sea bueno conocer un determinado
tipo de problemas y una determinada tesis sobre tal o cual momento de la in-
fancia; lo que hay subrayar es el otro aspecto siempre que se estudia hoy en el
ambiente nuestro, donde estudiar quiere decir adquirir informes. Estos son los dos
problemas con los que tenemos que enfrentarnos y que tenemos que tener muy
presentes para poder medir el alcance teórico y cada una de las formulaciones
de Freud.
Si no los tenemos presentes y la lucha contra el eclecticismo se nos escapa,
y las formulaciones de Freud se nos aparecen como aportes interesantes allí
donde son revoluciones teóricas, logramos la mejor manera y la más moderna de
reprimir el psicoanálisis. Considera una revolución teórica absoluta, por ejemplo
la sexualidad infantil como un aporte interesante es precisamente la maniobra
ecléctica de la represión del psicoanálisis: “Sí claro, un aporte muy interesante,
que raro que no se hubiera visto”. Y ese es el estilo con el que se reciben las
formas revolucionarias del pensamiento hoy en día, y con el que se neutralizan.
Antes era la hoguera, era una posición lamentable pero muy clara. Se sabía que
la ideología estaba en contra de la ciencia y el asunto estaba muy claro. Hoy
a la teoría se la desarma, no se la prohíbe, no se la elimina, no se la persigue
policivamente – por lo menos en algunas sociedades -, se la desarma. Se le quita
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lo que tiene de revolucionario, su alcance teórico, lo que deja por fuera, lo que
discontinúa, lo que llega abolir, y se le acepta bajo el título de aporte.
Freud “aportó” la idea de que la sexualidad tiene mucha importancia en la
vida humana y puede que él haya exagerado un poco, pero de todas maneras
sin él no se habrían visto algunos problemas y de esa manera se desmonta todo
el carácter renovador y revolucionario de una teoría que es un nuevo enfoque y
no un pequeño o gran aporte, sino un nuevo enfoque que hay que subrayar para
poder ver el alcance de los problemas y de los temas y de las tesis que van a
estudiar y para que no las neutralicemos. Lo más interesante es que logremos
esto.
Lo más importante no es hacer un catálogo completo, que la pueda encon-
trar en muchos sitios, de todas las observaciones que pueden hacerse sobre la
conducta infantil, sino que no permitamos que las teorías que han logrado una
revolución en el enfoque sobre la vida infantil y sobre la existencia misma pierdan
su significado y vayan a ser neutralizadas por las tendencias ideológicas moder-
nas. Eso es fundamental, no dejar neutralizar.
Eso nos impone también la tarea de buscar una conceptualización más o
menos precisa. He mencionado hace poco como un ejemplo un tema que va-
mos a estudiar y es el de la sexualidad infantil. La historia de ese problema es
muy ilustrativa: la reacción inicial ante la formulación de Freud fue de escándalo
y rechazo. Una idea lamentable de un señor que probablemente él mismo es un
perverso; es la reacción inicial expresada en muy diferentes maneras en las es-
cuelas de psiquiatría de Viena y otras partes. Pero resultó que el psicoanálisis no
podía ser rechazado o simplemente negado.
Sin embargo el carácter escandaloso que al comienzo vieron, era correcto, era
bien visto, en efecto era escandaloso, el psicoanálisis entraba en contraposición
muy radical con la cultura de su tiempo, y la idea de la sexualidad infantil es
una idea escandalosa porque es una idea nueva. Lo nuevo no es solo que los
niños tengan sexualidad también como los adultos, la idea es nueva en un sentido
más fundamental, en que redefine el concepto de sexualidad. Ese concepto de
sexualidad estaba tomado como un aspecto del comportamiento humano en el
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cual el hombre tiene una relación más intima que en otros aspectos con el animal.
La analogía parecía evidente: los sistemas de reproducción y los órganos sex-
uales son análogos, las conductas son análogas.
Lo que Freud introdujo no es simplemente la idea de la sexualidad infantil en
el sentido que también los niños tienen algo de sexualidad, o son seres sexuados
y no solamente los adultos. Es mucho más revolucionario el nuevo concepto de
sexualidad. Es el concepto de que la sexualidad humana no está regida por el
sistema de la sexualidad animal, es decir por la forma de estímulos y respuestas
unos estímulos fundamentalmente dados instintivamente en la herencia, sino que
están regidos por la vida simbólica y la vida imaginaria propia de los hombres y
que es el conjunto de relaciones, de dramas originarios, de problemas iniciales lo
que decide la sexualidad humana y no una predisposición orgánica.
Es evidente que en los hombres el objeto del deseo sexual no esta directa-
mente dado, y Freud procura decirlo en sus ensayos sobre la sexualidad de la
manera más escandalosa posible. Dice que es tan difícil explicar la homosexuali-
dad como la heterosexualidad. Es una frase verdaderamente alarmante, se creía
que no se trataba de explicar sino una. Sin embargo casi todos los lectores de los
tres ensayos olvidan esa frase, la dejan de lado, precisamente por lo que tiene
de sonora y escandalosa. Es decir, la olvidan porque no la pueden incluir en un
sistema naturalista de pensar la sexualidad humana. Incluso la eliminan cuando
han leído el texto; hay quienes han leído el texto y una vez que escuchan esa
frase debidamente subrayada y se ven obligados a detenerse en ella se vuelven
a escandalizar. Habían olvidado que Freud dice eso, y con razón porque es difícil
de combinar con una idea según la cual una de las dos figuras es natural. El het-
erosexualismo y la otra, es patológica, o artificial o procede de la patología social
o de la patología individual o de alguna desviación. Lo que Freud indica allí es que
ninguna de las dos es natural; el hombre no tiene un objeto dado de su sexuali-
dad. El hombre adquiere el objeto en los dramas de su vida, de su infancia y de su
pubertad fundamentalmente. Accede a un determinado objeto que puede ser del
otro sexo, el mismo sexo u otros, según el tipo de perversión – existen muchísi-
mos, como la necrofilia, la cual separa de una manera radical el sistema mismo
32 CAPÍTULO 1. PROCESO DE DESNATURALIZACIÓN
Lobo.
Capítulo 2
Hemos visto que cantidad de prejuicios ideológicos hay que romper para plantearse
bien la pregunta: ¿Qué es un niño? Uno de los más frecuentes es el que se refiere
al naturalismo, este prejuicio naturalista del que ya habíamos hablado, ha sido sin
embargo puesto en cuestión por investigaciones antropológicas y psicológicas de
una manera fundamental. Me voy a detener en este punto para ilustrar la tesis
siguiente: el hombre es un producto de la sociedad; no se nace hombre, eso es
algo que a uno le ocurre. Entre todos los seres, como había visto Wallon, proba-
blemente no hay ninguno más desprovisto de un aparato instintivo de respuestas
adecuadas a las situaciones del medio que el hombre: coge las llamas, se ahoga
en el agua, etc. Su conducta es esencialmente adquirida, aprendida. Podríamos
decir que es aprendida por un proceso tan complejo que el hombre mismo es ese
proceso de aprendizaje. Y cómo se llega a eso es lo que vamos a estudiar.
La antropología descubrió la inmensa variabilidad humana. Voy a referirme a
Los Niños Salvajes1 de Lucien Malson. En el capitulo I de su libro dice así: “Es
preciso tomar conciencia de esta diversidad a la vez en el orden sincrónico o
estático y en el orden diacrónico o dinámico (este último se refiere a la evolución
1
Lucien Malson, “Les Enfants Sauvages”. Cap. 1, Pág. 27.
37
38 CAPÍTULO 2. LOS NIÑOS SALVAJES Y LA FASE DEL ESPEJO
de la imagen, pero ninguno tiene la posición infantil muy primitiva como vamos a
ver enseguida, en el estudio de Lacan, ante el espejo. No pensemos en etapas
de maduración espontánea, la fase del espejo como una posibilidad humana no
es una maduración que tiene nuestra sociedad, el niño reconoce su imagen en el
espejo a partir aproximadamente entre los seis a los dieciocho meses, pero eso es
en nuestra sociedad, no es que el cerebro madure y que en cualquier condición
se vaya a presentar el reconocimiento en el espejo así, puede no presentarse
nunca ni a los seis meses ni a los veinte años, eso depende de que el niño este
inscrito en una cultura, si no, no reconoce nada.
El estudio de los niños tal como vamos a hacerlo aquí es pues el ingreso en
una cultura, la manera como una cultura es progresivamente interiorizada por
el niño puesto que es eso precisamente el origen individual de la humanidad y
entendiendo cultura en su sentido más amplio, incluyendo los sentimientos y las
relaciones con todos los objetos. La percepción del mundo es un fenómeno bási-
camente humano, humano quiere decir social. Tendemos a convertirlo todo en hu-
mano, es una tendencia general del pensamiento proyectar la imagen del hombre
en la naturaleza, tendencia muy difícil de evitar pero tenemos que hacer el esfuer-
zo de desprendernos de ese prejuicio proyectivo, antropomórfico, antropocéntrico.
Por ejemplo, nosotros conocemos el objeto y a veces lo denominamos el objeto
del deseo, ahora no vamos a estudiar si se trata del objeto globalizado o del obje-
to parcial, de todas maneras sabemos que el deseo se refiere a un objeto, pero si
estudiamos la sexualidad animal nos damos cuenta que el deseo ya no se refiere
a un objeto sino a un estimulo, que para algunos animales puede ser de un col-
or, como el amarillo subido para unas especies de mariposas. Los investigadores
consideran ese fenómeno curioso precisamente porque proyectaban lo humano
sobre lo animal, se imaginaron que una mariposa deseaba a otra mariposa y a la
mariposa le pareció mejor una hoja de papel amarillo muy subido que otra mari-
posa; es decir, que no deseaba a otra mariposa sino que era estimulados por el
color.
El mundo de los objetos es un mundo que está constituido para la humanidad
y por la humanidad; está constituido por el lenguaje, y el comienzo del lenguaje
43
2
Jacques Lacan. ESCRITOS I. “El estadio del espejo como formador de la función del yo, tal
como se nos revela en la experiencia psicoanalítica.” Pág. 11 - 17.
45
Sartre, esa es la transcendencia del ego; y transcendencia quiere decir allí que el
Yo es objeto para la conciencia, y no la conciencia misma. Aquí, esa conciencia
que es consiente de algunos aspectos del Yo – por ejemplo el carácter, cuando
dice: “es que yo tengo un carácter de tal tipo”- esa conciencia sería el sujeto en
el sentido lingüístico y el Yo sería más bien un objeto, en el sentido psicológico,
algo a lo que Lacan dio mucha importancia al comienzo.
Este estudio se remite a un ensayo anterior de Lacan sobre el mismo tema,
ensayo que retoma y desarrolla. El texto dice así:
“La concepción del estadio del espejo que introduje en nuestro último con-
greso, hace trece años, y que desde entonces ha pasado al uso corriente en el
grupo francés de psicoanalistas no me parece indigna de ser recordada ahora
y propuesta a vuestra atención: hoy especialmente en razón a la luz que aporta
sobre la función del Yo formal Je en la experiencia que de él nos da el psicoanáli-
sis. Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada
directamente del cógito.”
Esta es la primera tesis y en ella se va a desarrollar ampliamente el pen-
samiento de Lacan. La experiencia psicoanalítica del desarrollo del niño y su es-
tudio evolutivo, dice Lacan, nos opone a toda filosofía proveniente del código, es
decir, a una filosofía de la conciencia de sí. Este es el pensamiento esencial de
la filosofía de Descartes, y Lacan no lo desarrolla aquí porque probablemente to-
dos sus lectores franceses conocen muy bien el asunto, ya que Descartes es en
Francia el filósofo más estudiado y conocido.
El psicoanálisis se opone a la posición del Cógito y a todas las filosofías naci-
das de él. Vamos a ver a cuales alude; se refiere principalmente a la de Sartre
– con la que va entablar más tarde toda una discusión – la cual se basa en la
muy conocida fórmula de Descartes: “Pienso, luego existo”, fórmula en la que se
resumen una convicción de algo que no puede dudarse; es decir, uno puede du-
dar de todo pero menos de que está dudando. En una palabra, la certidumbre,
según Descartes, hace parte de la conciencia de sí; se refiere fundamentalmente
a eso. Es decir, uno puede equivocarse sobre el objeto cuando predica algo de
ese objeto, pero el sujeto no se equivoca sobre sí mismo. Por ejemplo, si yo digo:
46 CAPÍTULO 2. LOS NIÑOS SALVAJES Y LA FASE DEL ESPEJO
no! Se puede poner hacer mala cara, como ese horrible pensador de Rodin que
está haciendo fuerza en un montón de libros y que parece estar haciendo otra
cosa, que no pensando. Puede por supuesto ponerse hacer lo que llaman fuerza
de voluntad, pero ponerse a pensar, no. A uno le puede ocurrir que una idea de
pronto le alumbre otra y la posibilidad de una nueva interpretación de un conjunto
de cosas que hasta entonces estaban dispersas; puede que uno vislumbre una
relación allí donde no veía más que una coexistencia; pero es posible. Pero que
uno vislumbre una relación donde antes no veía más que una coexistencia eso
no es un acto, ese es un proceso. Lo fundamental de la tesis de Nietzsche de que
el pensamiento es en gran parte inconsciente va en ese sentido, en que es un
proceso, no un acto. No es que yo me ponga a ver qué vínculo hay entre aquello
que parecía solamente coexistir, sino que descubro un vínculo allí donde no había
más que una coexistencia.
Goethe sobre el tema, dice en una conversación con Eckermann, lo siguiente:
“Mayor (un amigo de ambos, pintor) siempre está diciendo: “lastima que sea tan
difícil pensar”. Pero la desgracia es todavía mayor, pues para pensar de nada
sirve ponerse a pensar, los pensamientos más luminosos se nos presentan de
repente, de la forma más inesperada, como libres criaturas de Dios y nos gritan:
aquí estamos!”. Ese comentario de Goethe está en la misma línea del pensamien-
to de Nietzsche aunque allí no lo cite, sin embargo en otra parte dice que ese libro
es el mejor libro que tiene los alemanes: las conversaciones de Goethe con Eck-
ermann, y es uno de los más bellos libros que hay evidentemente.
Freud piensa dentro de la misma línea, es decir, concibe el pensamiento fun-
damentalmente, como un proceso y no como un acto que dirija un sujeto.
En una carta Freud, Flies le dice que ya que habla tanto de la sexualidad
por qué no escribe un estudio sobre la sexualidad, y Freud le contesta con está
fórmula: “Si la teoría sexual viene a mí, yo la escucharé”. Es decir, espera que en
el proceso de sus investigaciones se genere una teoría sexual.
La conciencia no es el objeto de una certidumbre y de la certidumbre no es
un fenómeno de la conciencia. La certeza no procede de la conciencia, la certeza
procede de la demostración que es otro fenómeno.
49
le sirve para alcanzar los plátanos, coge el palo y los tumba con él. Se le de-
ja que manipule mucho tiempo con el palo y luego se hace un experimento que
es el siguiente: se ponen los plátanos dentro de un tubo y el chimpancé trata
de cogerlos estirando el brazo todo lo que puede, pero naturalmente se los han
puesto como para que no puedan alcanzarlos; luego toma el palo y trata de ma-
nipular con el palo para acercarlos tal como está acostumbrado a hacerlo pero
la situación con el tubo le impide halarlos con el palo y llega el momento en que
los empuja. Esa es la gran idea, es decir, la parte que es ya un desarrollo muy
alto del chimpancé: con el palo los empuja alejándolos de sí, contra lo que el in-
stinto indicaría; inmediatamente y pensando ya, - digámoslo en eso términos –
que va a recogerlos por el otro lado. Entonces, los empuja y da la vuelta. Eso es
lo que más o menos lo que logra hacer un chimpancé. Desde un punto de vista
puramente instrumental el niño de los seis a dieciocho meses no logra hacer eso.
En ese sentido puede decirse pues que el chimpancé lo supera en inteligencia
práctica pero en cambio el chimpancé no tiene ningún empleo del lenguaje que
en este período el niño adquiere. Y además el chimpancé no se reconoce en el
espejo nunca ni a los seis meses ni a los cuatro años, ni nunca; en cambio el niño
sí.
Por lo tanto, no se puede comparar la evolución del desarrollo del niño con
los diferentes tipos de animales; es una comparación no pertinente; hay muchos
psicólogos que tienen esa tendencia pero en realidad ese es un naturalismo que
no es nada convincente, porque el niño a los seis meses en ciertos sentidos,
supera cualitativamente al chimpancé y en otros no lo alcanza, entonces no pasó
nunca por esas etapas. Fue siempre distinto. No paso por ahí. Lo que hizo el
chimpancé es un logro muy notable, pero es otra cosa, no tiene prácticamente
nada que ver como lo demuestra el hecho de que el niño mucho antes de lograr
eso, ya logra lo que el chimpancé no encontrará jamás: la identificación de su
imagen en el espejo.
“Este acto en efecto lejos de agotarse como en el simio, en el control una vez
adquirido de la significancia (de la no existencia real, quiero decir) de la imagen,
se convierte inmediatamente con el niño en una serie de gestos por medio de los
51
conocimiento animal.
El niño se puede identificar con la mamá, incluso se puede identificar con un
cuerpo en el espejo; el animal no se identifica con nada, no se identifica en el
sentido fundamental del término. Es decir, no conquista una identidad: yo soy.
Lacan lo comenta diciendo así: “Es suficiente comprender el estadio del espejo
como una identificación en el sentido puro que el análisis da a este término, a
saber: la transformación producida en el sujeto cuando él asume la imagen y por
lo tanto la predestinación; este efecto de fase es suficientemente indicado por el
empleo en la teoría del termino antiguo de Imago.”
Fijémonos en esta frase con detenimiento, ante todo nos encontramos con
una definición de la identificación: Transformación en el sujeto cuando él asume
una imagen. Lacan precisa en otro texto lo siguiente: hace la diferencia entre la
identificación, proceso de identificación y proceso de imitación.
Es en este momento en que estamos comparando hasta cierto punto el niño
con el chimpancé, esa precisamente es una diferencia muy pertinente, el chim-
pancé imita pero no se identifica. El problema no es que la identificación sea una
forma de imitación, es otra cosa. No es un grado ni un desarrollo de la imitación
sino otra cosa. Vamos a desarrollar un poco ese punto.
Cuando uno aprende por medio de ensayos aproximativos, ensaya, se fija,
vuelve a ensayar y por medio de esos ensayos va aprendiendo una conducta por
medio de la imitación. Los hombres por su puesto también pueden imitar.
Pero cuando uno aprende una conducta por medio de una identificación, no
aprende por medio de ensayos aproximativos. La identificación es la captura de
una estructura de comportamiento dada con todas sus virtualidades, dice Lacan.
Una vez que capta una determinada estructura del comportamiento el niño no
necesita imitar lo que ve hacer al papá, incluso el niño comienza hacer lo que no le
ha visto nunca porque es una virtualidad dada en la estructura del comportamien-
to que ha captado. Se puede preguntar cómo heredó del papá esto si nunca se lo
ha visto hacer. Es que el problema no es que lo vea hacer; él no está adquiriendo
el comportamiento por el proceso de la imitación, sino por el de la identificación,
que es otro. Entonces atraviesan un concepto muy impertinente de herencia: no,
56 CAPÍTULO 2. LOS NIÑOS SALVAJES Y LA FASE DEL ESPEJO
esquizofrénico puede decir, “él dice tal cosa”, cuando se refiere a sí mismo y es
muy frecuente, se ve en muchos casos que pierden esa forma de identificación y
ya no se reconocen sino como el objeto de la madre, y ese objeto de la madre ya
es tratado en tercera persona: él dice.
Los lingüistas sospechan que la tercera persona no es una persona, es decir,
que en el sentido lingüístico propiamente no hay sino dos personas: la primera y
la segunda, pero aquella de que habla el mensaje no importa si es una persona o
una cosa, es un objeto del lenguaje y no está en relación comunicativa como una
persona. El proceso de comunicación entre las dos personas, el tú y el yo, aquel
a quien se dirige y aquel que dirige el mensaje.
El Yo ideal es esa primera forma de identificación como dice Lacan, jubilosa.
Identificación en la que el niño encuentra un objeto narcisista en primer lugar,
es decir, una posición narcisista de la libido, en segundo lugar encuentra en esa
identificación primitiva con una imagen parental una idea de sí mismo que no
está ligada a ninguna prohibición. Finalmente cuando se habla del Yo ideal, se le
opone otra figura que hace parte también de la estructura del Súper-Yo, que es el
ideal del Yo. Los dos se parecen tanto que se tiende a confundirlos.
El ideal del Yo es una identificación con la imagen que los padres aprueban
de uno. Es por lo tanto una interiorización de las normas.
El Yo ideal en cierto modo es lo contrario, es una identificación narcisista con
su imagen como centro de deseo.
El Yo ideal es una imagen primitiva de omnipotencia, que retorna en algunas
psicosis, la importancia psicótica. (Esquizofrenia)
El ideal del Yo es una imagen de aceptación global a las normas paternas.
La persona se construyen interiorizando ambas cosas. Las primeras normas de
identificación constituyen identificaciones con lo que Lacan va a llamar Yo ideal
(Je-ideal), sujeto objetivado e idealizado. Idealizado significa aquí, objeto de la
posición narcisista y centro de los deseos. Serán también la raíz de las identifica-
ciones secundarias. Y si dice que está en la raíz de las identificaciones secundaria
es porque la considera una forma de identificación primaria. Tenemos pues que
en el espejo se produce esta primera figura de sí. Y que, al mismo tiempo, esa
60 CAPÍTULO 2. LOS NIÑOS SALVAJES Y LA FASE DEL ESPEJO
En los textos del Estadio Del Espejo, escrito en 1949, y posteriores, Lacan dis-
tingue el carácter paradójico de la infancia humana. Sobre los problemas plantea-
dos por la percepción existe también un largo y brillante estudio sobre el tema,
tal vez el mejor que se pueda conseguir para quienes tengan interés en estos
aspectos; es el estudio de Merlau Ponty, La Fenomenología De La Percepción.
Probablemente no hay nada mejor y supera en mucho los estudios de los psicól-
ogos de la Gestalt especialmente de Kohler y Kofka. En estos estudios la figura
vista está relativamente constituida por la actividad sintética del ver. Nosotros no
vemos nunca elementos separados, sino que siempre hacemos reunión y a esas
reuniones les damos directamente valor. Son muy conocidos los ejemplos y los
experimentos en los cuales se ha basado esa concepción: así cuando se pre-
guntaba cierto filósofo francés: ¿Por qué vemos la luna más grande cuando está
en el horizonte que cuando está en el cenit? Respondía que lo que ocurre es que
nosotros no vemos nunca la luna; la luna es una construcción intelectual aislada,
lo que nosotros vemos siempre es una figura sobre un fondo y el tamaño de la
figura depende de sus relaciones con el fondo. Si tiene cerca referencias se ve
grande con relación al fondo que le queda pequeño y si tiene referencias muy
61
62 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
debe considerarse como ligada a la especie aunque su estilo motor sea todavía
irreconocible, simboliza la permanencia mental del yo formal, (Je, en francés) al
mismo tiempo que prefigura su destino enajenador. Es el primer elemento de to-
das las identificaciones, es decir, lo que podríamos llamar la raíz y lo que un poco
más adelante él llama el tronco de las identificaciones. Es en el cuadro que él
formuló como estructura del psiquismo, la identificación primaria; para que pueda
existir cualquier tipo de identificación posible es necesario tener una determinada
identidad. Lo que todo este ensayo sobre el espejo, trata de subrayar es lo que
Lacan llama “vocación identificatoria del hombre”.
Esta primera imagen considerémosla no tanto desde un punto de vista cronológi-
co, sino por ahora considerémosla fundamental desde un punto de vista lógico. La
primera posibilidad de que haya identificaciones procede que haya una identidad.
En este tema y en este trabajo y en general en todo el tema de la infancia y del
desarrollo infantil, el punto de vista lógico debe tenerse siempre presente. Es una
condición para la intelección de lo que ocurre en las primeras etapas. Por ejemplo,
la vez pasada hablamos de la correlación de la vida y la muerte, es precisamente
una correlación lógica; no se puede concebir la vida sin concebir la muerte lógi-
camente. La posibilidad de la muerte surge de la conciencia de la vida. Los otros
fenómenos son similares. La Gestalt es una unidad, una totalidad porque concibe
“un sí mismo” como una totalidad espacial, y por lo tanto como lo que puede ser
divisible, lo espacial es divisible por definición, en lógica. Aquello que existe en el
espacio es divisible, lo sabían ya los filósofos antiguos: el fundador de la lógica,
el señor Platón ya lo sabía perfectamente. Uno puede partir en dos un caballo
porque es un existente espacial, pero no puede partir en dos la idea de caballo
porque no es un existente espacial; pero precisamente desde el mismo momento
en que uno proyecta su ser en un existente espacial, es decir identificado con una
Gestalt, desde ese mismo momento y por esa misma razón, crea al mismo tiempo
que el jubilo de un reconocimiento el temor de una fragmentación; ese temor es el
correlato lógico del jubilo de un reconocimiento. Si nosotros encontráramos en el
niño y luego más adelante en el psicótico con una regresión profunda, los temores
a la fragmentación corporal, ellos son el correlato lógico directo de la concepción
64 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
de una totalidad corporal como una totalidad espacial, lo que se llama “sí mismo”,
uno mismo o yo. Es decir, si el otro lado de la vida es la muerte, la otra cara de la
conciencia de la vida es la conciencia de la muerte, la otra cara de la conciencia
de totalidad, como totalidad espacial es la conciencia de la fragmentación como
posibilidad de esa totalidad.
Podemos pues afirmar con Platón que no existe la mitad de una idea, pero
toda cosa por definición es fragmentable, es decir, todo existente espacial es por
definición fragmentable. Si la figura de la vida es originariamente en sus dos for-
mas principales originarias: La aparición y la identificación con una unidad, con
una Gestalt, la figura de la muerte en sus dos formas originarias es correlativa-
mente la desaparición del ser, (uno se le pierde a la mamá) y la fragmentación;
son dos figuras lógicamente correlativas de las dos primeras identificaciones.
[Lacan emplea la palabra alienación. Como ese es un término de tanto uso
y de tan frecuente empleo hoy en día en varias disciplinas y hay tanta polémica
sobre el tema, quisiera especificar un poco en que sentido lo emplea Lacan.
Es un término que tiene una larga historia en la filosofía hegeliana y antes de
Hegel, en San Agustín y luego en la filosofía marxista y por lo tanto uno puede
engañarse tomando el empleo del concepto de alienación en estos textos. La
alienación es un término que en algunas concepciones es peyorativo. Por ejemplo
hay una forma en la conceptuación marxista, sobre todo en el joven Marx en la
que se habla muy frecuentemente de la alienación, queriendo decir con ello que
el hombre se realiza en aquello que hace en su trabajo y en su producto, y en
sus relaciones con los otros hombres, por ejemplo en el estado, en el dinero y en
lo que son en realidad sus obras, pero no se reconoce sino que se despoja de
sí mismo allí donde se realiza. Es decir, la alienación significa allí, cosificarse y
perderse; generalmente quiere decir que el sujeto se convierte en el objeto, pero
no se reconoce con el objeto, ni se recupera sino que queda despojado, en el
sentido general, por eso traducen enajenación por alineación. Significa despojo;
en la terminología jurídica se habla de un derecho inalienable, del que uno no
puede ser despojado; en la terminología psiquiátrica antigua, de un alienado, es
decir, despojado de la razón.
65
modificación, ese es un análisis que está en los grandes lógicos que comenzaron
el análisis del tiempo desde hace muchos años y que se puede aplicar perfecta-
mente a la constitución del tiempo en el niño.
Para verlo en una forma donde se encuentra más claramente detallada, si al-
guno tiene interés en un detalle del tema, puede encontrarlo en Kant en la Crítica
de la razón pura capítulo que se denomina “Refutación Del Idealismo.” Kant lla-
ma precisamente idealismo a una confusión de sí mismo con el mundo, de sus
propias sensaciones con los objetos del mundo; demuestra que es la permanen-
cia del yo lo que permite fundar el cambio de las cosas. Si uno no permanece
siendo uno mismo, es decir, si uno no se identifica con una figura permanente, si
no se considera como una especie de río de estados de ánimo, no puede tener
una relación de contraste para concebir el cambio en el mundo. Si las cosas cam-
bian es en la medida en que alguien que no es ellas permanece. Si es un río de
cosas y al mismo tiempo un río de sensaciones, la figura del tiempo no se pro-
duce. La figura del tiempo tampoco es dada inmediatamente por no se sabe qué,
se requiere una estructura mental de un yo permanente con relación a la cual otra
cosa cambie. Desapariciones y apariciones no son tiempo. Si lo tomamos desde
el punto de vista desde el cual lo tomaron quienes pensaron en el tiempo, des-
de el comienzo de nuestra historia de la filosofía en occidente, podemos ver de
qué manera tan profunda, por ejemplo Platón, lo ligó al lenguaje. Heráclito decía:
todo se transforma sin cesar, o por lo menos así lo entendió Platón. No vamos
a discutir eso. Platón respondió solo se transforma lo que permanece. Pongá-
monos de acuerdo sobre ese primer punto. La transformación y la permanencia
son una condición. No se puede dar una sola. Si un señor se transforma y por
ejemplo, deja de ser un adolescente y se convierte en un adulto y deja de ser
un adulto y se convierte en un anciano, es porque sigue siendo él mismo y sólo
por eso se transforma, si no siguiera siendo él mismo resultarían desapariciones
instantáneas y reapariciones de otra cosa, es decir, una especie de explosiones
permanentes y apagamientos permanentes, eso ya no son transformaciones. Se
transforma lo que permanece. Para fundar la transformación es necesario fundar
la permanencia y Platón en seguida la vincula al lenguaje.
68 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
imaginan. Algunos psicólogos evolucionistas que han leído ligero a Freud y muy
mal, por ejemplo Henry Wallon, se imagina que no esta del todo desacertado
en la descripción de esas mucosas porque corresponden, por lo menos al prin-
cipio, también a las del perro. Pero precisamente lo que está muy desacertado
es ver esa correspondencia porque en la descripción freudiana se trata de zonas
marcadas por la eficacia simbólica y no por una maduración de una determinada
mucosa.
El estudio que hizo Wallon con la cual incluso pretende hasta compartir al-
gunas de las tesis de Freud, es un estudio de las inervaciones en determinados
sectores preferenciales, un estudio directo, pero independientemente de sus re-
sultados, hay que observar que no hace ninguna hipótesis sobre el orden causal,
es decir, no hace ninguna hipótesis explicativa y por lo tanto considera evidente
antes de toda discusión, que se trata de una maduración orgánica, que se da en
sí, es decir, que no está inducida por un determinado orden de las relaciones inter-
humanas. Precisamente no se da en sí, como se puede estudiar en los niños que
han presentados (por ejemplo los que estudió las señora Granois) esquizofrenias
primitivas originarias sin adquisición de lenguaje por ejemplo a los 9 y a los 10
años y de los que no se puede hablar de ningún retardo mental de origen orgáni-
co porque han sido curados de manera bastante brillante y han llegado muy lejos
en su desarrollo posterior, y que no han pasado por ejemplo de la oralidad.
De manera que no se puede hablar de ningún orden de sucesión en inerva-
ciones por maduración orgánica. Si hay un orden de sucesión en inervaciones y
lo que constató Wallon yo no lo estoy discutiendo, no estoy diciendo que lo que
Wallon constata cuando mide la sensibilización de determinadas regiones en de-
terminadas etapas, sea simplemente un error. Lo que pasa es que él lo mide con
un prejuicio organicista y considera que no es ni siquiera digno de discusión el
origen de ese orden de inervación; considera que si un orden de inervación es di-
rectamente constatable por grados de sensibilización, se trata de una maduración
orgánica directa, y precisamente eso es lo que no es.
Toda la historia de las llamadas etapas erógenas de la libido, es la historia
de una forma de la eficacia simbólica, y es precisamente la configuración de to-
73
do nuestro desarrollo lo que esta en cuestión allí. Enseguida hace Lacan una
disquisición muy sencilla pero que no es muy directamente apropiada. Quiere
mostrar que no es la introducción de una especie de idealismo en el estudio del
desarrollo humano, según el cual, el espíritu, las imágenes, las palabras, y al-
go inmaterial, va a transformar lo orgánico de una manera causal sino que en el
mundo animal también las imágenes son conformadoras, que eso es ya también
un fenómeno biológico, no solamente es un fenómeno humano. Pero el fenómeno
biológico es distinto a lo humano; él lo usa como un texto polémico contra la
interpretación idealista, no más, dice así:
“Que una Gestalt sea capaz de efectos formativos sobre el organismo es cosa
que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan ajena a
la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a formularla como tal. No
por eso deja de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma tiene
por condición necesaria la vista de un congénere, sin que importe su sexo – y tan
suficiente, que su efecto se obtiene poniendo solamente al alcance del individuo
el campo de reflexión de un espejo. De igual manera el paso, en la estirpe, del
grillo peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene exponiendo
al individuo en cierto estadio a la acción exclusivamente visual de una imagen
similar, con tal de que esté animada de movimientos de un estilo suficientemente
cercano al de los que son propios en su especie. Hechos que se escriben en un
orden de identificación homeomórfica que quedaría envuelto en la cuestión del
sentido de la belleza como formativa y como erógena.”
Fuera del último punto que puede ser discutido precisamente con textos de
Lacan, por ejemplo con el discurso de Roma, donde se vuelve sobre el tema de
la belleza en un orden simbólico puro, todo el texto anterior es pues, indicativo de
que la captación visual de una figura tiene efectos biológicos directos en el mun-
do animal y que no se necesita ningún transcendentalismo del espíritu sobre el
cuerpo para afirmar la eficacia de una Gestalt. Lo que ocurre es que esta es una
eficacia distinta a la que estamos estudiando y no vamos por lo tanto a entrar en
ninguna confusión. La paloma que ve el espejo, produce lo que produciría si viera
otra paloma, pero no se ve a sí misma en el espejo; eso no tiene nada que ver.
74 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
redefinición clara. Por ejemplo la objeción más típica, más vieja, y más tonta es
la del pansexualismo. El que hace la objeción generalmente no ha leído o por lo
menos no ha leído bien, ni siquiera los tres ensayos sobre la sexualidad, casi que
está demostrando de que no ha leído cuando hace la objeción. Pero la respuesta
debe ser: definir la sexualidad desde el punto de vista freudiano y mostrar que
la sexualidad desde el punto de vista freudiano está lejos de ser lo que ellos es-
tán pensando. Ellos están pensando generalmente si saberlo desde la tradición
cristiana: la sexualidad es la parte animal de la vida humana, la parte instintiva,
natural y animal dada por los instintos heredados. En el pensamiento de Freud es
exactamente lo contrario: la sexualidad está constituida por el mundo simbólico
y por los dramas originarios, y no es la parte animal de la vida humana. Curioso
lo que hablábamos en la vez pasada, a propósito de los niños de los lobos, son
aquellos de los seres humanos más animalizados que nos sea dado conocer y
carecen de sexualidad por completo, incluso de autoerotismo. Ninguno de los 53
casos conocidos tiene la menor huella de sexualidad y son precisamente los ca-
sos de animalización mayor que se conocen. De manera que más bien hay que
invertir las cosas: la sexualidad es una figura corporalizada de nuestros dramas
y de nuestro ingreso en el mundo humano simbólico y si contamos con definirla
así, discutimos sobre el pansexualismo después. Pero no comencemos por discu-
tir sobre el pansexualismo o no pansexualismo, por ejemplo disculpando a Freud
diciendo: no, pero él también hace intervenir otras cosas: la vida social. Pero no
es que él haga intervenir otras cosas, es que él determina la sexualidad por la so-
ciedad y no la sociedad por la sexualidad como instinto animal. No es que haga
intervenir otras cosas, sino que él ha mostrado que en el hombre el mecanismo
de estímulo–respuesta está no acumulado sino reemplazado, destituido y reem-
plazado por un mecanismo simbólico de determinación del deseo y del objeto
y por eso el hombre puede sufrir la impotencia psíquica, cambiar de objeto, ser
fetichista, etc. Cosa que no le ocurre al animal que opera con otro mecanismo.
Por lo tanto no hay que disculpar a Freud agregándole cositas, sino redefinir los
conceptos, lo mismo en lo patológico que en lo normal, y en la sexualidad.
Es frecuente de algunos semi – freudianos de buena voluntad, especialmente
80 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
cación múltiple de las cosas especialmente a partir de los trabajos de Lacan. Por
supuesto también Freud sobre los estudios sobre la magia y otros antes habían
elaborado lo que significan las cosas para determinados psicóticos, habían elab-
orado ya un poco este tema, pero lo ha desarrollado principalmente Lacan. Los
surrealistas trabajaron en esa dirección, más bien que produciendo directamente
figuras simbólicas y mitológicas y una construcción de mundo ya determinada
por un mensaje simbólico, que fue el camino que siguió Picasso, rompiendo con
el surrealismo precisamente para seguir ese camino, los surrealistas trataron du-
rante todo un periodo de poner a hablar las cosas por modificaciones de contextos
y por oposiciones de sentidos, poniendo lo más rígido y lo que es signo del or-
den y de la ley a derretirse, por ejemplo los relojes derretidos de Dalí, haciendo
oposiciones permanentes de sentido muy frecuente.
En todo el caso lo que aquí quiere decir poca realidad, es la conversión del
mundo en un conjunto instrumental, determinado por un conjunto de proyectores
que hacen que todo se convierta en obstáculo o apoyo, para un proyecto deter-
minado y para un fin determinado.
Eso es un empobrecimiento, efectivamente, pero también es una necesidad.
Sin ese ámbito, el mundo queda convertido en un conjunto de fantasmas o de
mitos correlativos de nuestros temores y de nuestros deseos, llevada a sus últi-
mas consecuencias, cualquiera de los dos procesos es psicótico. Lo que nosotros
aquí llamamos psicosis es por lo tanto también una unilateralización de una de
las formas de la constitución del mundo y no la intromisión de una figura extraña y
desorganizada, y ese es un punto que hay que sostener porque de ese punto de-
pende toda discusión que hagamos sobre el problema etiológico. Nosotros vamos
luego a decir cuál es el origen de tal o cual figura en el psiquismo: paranoia u ob-
sesión y vamos que tener que averiguar de qué tipo de relaciones originarias se
desprende la organización de esa forma de pensamiento que es la obsesión. Esa
explicación es previa a toda discusión sobre la etiología de las llamadas enfer-
medades mentales. Digo llamadas porque hay ahí una metáfora peligrosa, puesto
que lo que nosotros llamamos enfermedades orgánicas, muchas veces son intro-
misiones efectivamente de figuras extrañas y desorganizadoras y no hipertrofia
82 CAPÍTULO 3. EL ESTADIO DEL ESPEJO SEGÚN LACAN
llamar la atención de cómo vincula Freud tres cosas: 1. La adquisición de una for-
ma lingüística primitiva, (por oposiciones sonoras que se refieren a oposiciones
vividas, es la forma lingüística más primitiva posible). 2. La adquisición de una
imagen de sí (en referencia a una imagen de la madre) y 3. La manipulación de la
aparición y la separación. Lo que al niño le consuela de su juego es que en lugar
de ocurrirle algo, puede él hacerlo, hacer que él aparezca con que se identifique,
aparezca y desaparezca como lo hace en el espejo y así la aparición y desapari-
ción de la madre resulta menos catastrófica, por sus posibilidades de adaptación,
de manipulación y de simbolización, y no como algo que simplemente le ocurre
sin que haya nada que hacer. Las oposiciones iniciales contienen ya una figu-
ración de sí, que precisamente le va a permitir luego adoptar un nombre como
figuración de sí, que no es lo mismo que responder a un nombre como responde
un perro. Responde a un sonido que se asocia con comida, o con caricias, pero
no tienen nada que ver con una figuración de sí, y que por lo tanto, nos es propi-
amente hablando, un nombre, ingreso en el lenguaje. Hemos pues considerado
y luego lo vamos a desarrollar que el ingreso en el lenguaje es una forma supre-
mamente primitiva, porque lo que Lacan está haciendo aquí en este texto sobre
el espejo tiene una implicación que aquí no está muy desarrollada y que es nece-
sario conocer: la manera como se da el lenguaje. Sin el lenguaje no hay espejo,
no es porque uno se reconozca en el espejo por lo que adquiere el lenguaje; es
porque ha ingresado en el lenguaje por lo que se reconoce en el espejo, es decir,
ahí no hay ningún orden de prioridad del reconocimiento de la imagen. Es pre-
cisamente el problema del mundo animal: no hay reconocimiento, lo mismo que
los niños de los lobos. Una de sus características, de las que ya hemos hablado,
es que no se reconocen en el espejo y lo que les falta es el lenguaje y no un
sistema perceptivo.
Esto nos va a permitir definir algunas de las formas principales del narcisis-
mo y la agresividad y sus vinculaciones, que son originarios y que hacen parte
esencial de la situación del niño en el mundo.