Professional Documents
Culture Documents
RELIGIONES COMPARADAS
ALUMNOS
PROFESOR
CICLO ACADÉMICO
II
FECHA DE ENTREGA
04/11/2017
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 1
CAPÍTULO I 2
CAPÍTULO II 9
CAPÍTULO III 23
El cinvat zoroástrico 29
El sheol judío 31
La postrimería zoroástrica 33
La postrimería judía 36
Matriz comparativa 39
CONCLUSIÓN 40
BIBLIOGRAFÍA 43
4
INTRODUCCIÓN
1
resurrección judía servirá para dignificar y justificar a aquellos que en vida no
recibieron tal justicia.
2
CAPÍTULO I
2
Este acto es la creación de dos espíritus mediante los cuales se llevará a cabo la
creación entera del universo: se trata de Spenta Mainyu y Angra Mainyu. Spenta
eligió la luz, Angra prefirió la oscuridad. Aquí surge el característico dualismo ético-
cósmico zoroástrico.
Para el profeta Zoroastro, el mundo está constituido por dos realidades que
denominó menog y getig. Menog es la esencia preexistente de todas las cosas y
seres, ya sea que se trate de una clase concreta de individuos, o de un individuo
con sus peculiaridades pertenecientes a dicha clase. (Varlc, 1967, pág. 25). Por otro
lado, “gettig es la forma tangible de llevar a cabo esas esencias o cualidades de
cada cosa” (Piñero & Segura, 2011, pág. 63).
Zoroastro predicó que habrá una recompensa por el buen comportamiento del
hombre. Esta recompensa se trata de convertir al hombre en inmortal. Y a diferencia
del judaísmo, este premio será dado al hombre tras la muerte, por eso el hombre
será recompensado o castigado en un juicio personal. “Luego de tres días de haber
muerto el hombre, resucitará y será juzgado en el cinvat, el puente que une la tierra
y el cielo. Los espíritus puros ingresarán en el cielo-paraíso, detrás de Ahura Mazda
y conocerán los misterios de la sabiduría” (Piñero & Segura, 2011, pág. 67).
“Al completarse el ciclo actual del mundo e iniciarse un nuevo ciclo libre de
todo mal, habría un juicio individual inmediatamente después de la muerte.
Cada hombre, responsable de sus actos sobre la tierra, tendría que dar
cuenta de ellos, y el resultado final decidirá su futuro. El destino de todo ser
humano quedaba fijado de una vez por todas, según sus propias acciones,
en la prueba del fuego del juicio de Ahura Mazda y en el paso del puente –
cinvat–“(p.129).
“Zoroastro enseñó que el alma del difunto, en el viaje hacia la tumba, llegará
a las orillas de un río: si se comportó correctamente durante su vida, cruzará
la corriente sin peligro, llegando al reino de la luz donde permanecerá
siempre alegre y feliz. Los que se hayan identificado con Arimán, se
hundirán en el río y serán conducidos por el fuego al mundo de la tristeza,
desesperación y angustia. El zoroastrismo fue una religión optimista, porque
daba a los creyentes esperanzas en una vida mejor, aún cuando la misma
debiera disfrutarse después de la muerte” (p.26).
4
La resurrección zoroástrica del cuerpo se centra en la renovación final, que implica,
como se ha dicho, el juicio final. Numerosas ideas, algunas de ellas muy antiguas,
se articulan en una tremenda visión escatológica: el mundo radical y
completamente renovado representa, de hecho, una nueva creación que jamás será
acaecida por los demonios; la resurrección de los cuerpos, que en realidad es una
recreación de los cuerpos, “equivale a una cosmogonía en virtud del paralelismo
microcosmos-macrocosmos, concepción arcaica común a numerosos pueblos
indoeuropeos, pero que en la India e Irán tuvo un desarrollo considerable” (Eliade,
1976, pág. 424).
5
Las religiones que admiten la resurrección de los muertos y el juicio final, se ven
obligadas a explicar qué será de las almas en el período entre la muerte de los
cuerpos y la resurrección. El zoroastrismo resuelve este problema de manera
peculiar: las almas dentro de este sistema religioso son juzgadas inmediatamente
después de la muerte del cuerpo, dependiendo su futuro individual –como se ha
explicado más arriba– del comportamiento ético (Bergua, 1992, pág. 152)
“El Cielo e Infierno del zoroastrismo son mansiones que sólo existirán
y durarán hasta el Juicio Final, tras el cual todos irán, sin distinción, al
Universo Renovado, en el que reinará eternamente el bien y la
felicidad. Mas como pudiese ocurrir que algunos hombres, o muchos,
muriesen luego de haber realizado una cantidad de buenas acciones
exactamente equivalentes a tantas otras malas, tendrán que habitar
hasta la Resurrección en un lugar o esfera neutra, en la que no sufrirán
castigo ni recibirán recompensa, y en el que tendrán que esperar la
llegada del gran día” (p.153).
7
La resurrección judía consiste, entonces, en la sólida fe de una intervención divina,
que dote la existencia individual de un “sentido”, capaz de resolver las
contradicciones inherentes a la vida terrena. Es una esperanza de la resurrección
al final de los tiempos; bien lo dijo la hermana de Lázaro: “si resucitara, pero no hoy”.
El cabalista, Rabí Moshé Jaim Luzzatto, en una de sus obras más renombradas,
explica el objetivo de la Resurrección con asombrosa lucidez:
En pocas palabras, tras el paso conjunto por la vida, etapa en la que estos dos
“socios”, el cuerpo y el alma, realizan su obra, se separan para la rectificación
individual, en ámbitos diferentes: el alma en lo Alto, en los mundos espirituales, y el
cuerpo en el sepulcro, en el mundo físico. Ambos son juzgados, pero este no es el
final de su encuentro. Porque tal como lo indica el cabalista italiano, tras revivir
juntos recibirán su recompensa debido al servicio espiritual y las buenas acciones
que realizaron en su paso por la vida.
8
CAPÍTULO II
Tras haber ocurrido estos dos eventos que le darán paso a la resurrección
zoroástrica, es decir, después de la paligencia cósmica los hombres, ya libres del
peligro de pecar, vivirán eternamente gozando de bienaventuranzas a la vez
carnales y espirituales (Eliade, 1979, pág. 314-315).
9
lugar la restauración de los seres por la necesidad de un mundo inmortal
que exista eternamente” (Cap. 218: 13).
Según el Avesta más reciente, el alma del hombre que fallece permanece tres días
en el lugar de la muerte, incluso tras haber enterrado el cadáver. (Vendidad, 19,91).
En este momento, “acuden los zoroastrianos para hacer una reverencia profunda,
guardan el honor reservado a la divinidad ahora compartido por el alma del difunto,
y durante tres días veces al día le ofrecen alimentos, pues de lo contrario el alma –
sobre todo la de los mentirosos- padecería terribles remordimientos de conciencia”
(Diez, 2004, pág. 303).
Cuando ha concluido el período de tres días, el alma sigue su camino para atravesar
el cinvat, siendo acosada constantemente por las potencias malignas de Ahrimán y
de sus secuaces para someterse a un juicio ante tres jueces: Mitra, Sraosa y Rasnu,
quienes pesarán los pensamientos, palabras y obras de las almas.
10
El zoroastrismo fue probablemente la primera de las religiones vivas que enseñó el
triunfo definitivo de la bondad moral sobre los males mortales del mundo. Este es
uno de los primeros y más persistentes mensajes del propio Zoroastro, “fue un gran
juicio futuro divisorio, con castigo para los malos y recompensa para los justos”
(Hume, 1991, pág. 217).
Zoroastro propuso quizá una sola vez una gran resurrección corporal reveladora
entre los muertos, pero la idea ya aparece frecuentemente en escrituras posteriores
(Hume, 1991, pág. 218). Para comprender la resurrección zoroastriana, no debe
pasarse por alto que la figura del cinvat es la más recurrente y característica de las
descripciones zoroastrianas del proceso de la separación de las almas buenas y
malas, después de la muerte (Hume, 1991, pág. 218).
11
darán a él a todos los hombres. Y todos los hombres serán inmortales para
siempre jamás” (Yasna 5:126).
A pesar de que en los Gathas no se explica si esta prueba llevaría consigo misma
la eliminación de Angra Mainyu y sus servidores, el resultado del juicio representaría
la instauración del reino de Ahura Mazda y la proclamación de una edad de oro
(James, 1975, pág. 128).
Si la salvación del ser humano depende él, paralelamente, en el Avesta más tardío,
esta escatología se vuelve más compleja debido a la transformación de los espíritus
gemelos –dualismo zoroástrico– en dos dioses opuestos. Los dos espíritus de esta
dualidad eran, por un lado, Ahura Mazda, llamado Ormuz el creador de todo lo
bueno; y Angra Mainyu el creador de todo lo malo, a quien se le conocía como
Ahrimán. (James, 1975, pág. 129).
El Bundahish “creación original”, otro escrito avéstico reciente que data del siglo IX
d.C, sostiene una teoría de las edades del mundo, esta es una idea que se remonta
al siglo V a.C, que resulta a priori relevante para profundizar en la resurrección
zoroástrica.
El tiempo, cuya duración total es de doce mil años, se clasifica en cuatro períodos
de tres mil años cada uno. El primero estuvo dominado por los fravashis, espíritus
ancestrales que actuarían como guardianes de los hombres y de otros espíritus. En
el segundo período de tiempo, de acuerdo a una versión zoroástrica, los arcángeles
formaron el cuerpo de Zaratustra. El tercer período fue dominado por las fuerzas del
mal que crearon a los progenitores de la humanidad, de los cuales descendían los
progenitores de la dinastía irania. El último período, que fue inaugurado por la
aparición del zoroastrismo, no ha llegado aún a su finalización (James, 1975, pág.
131).
A Zaratustra le seguirán tres salvadores cada mil años, de los cuales el último, el
Saoshayn o Mesías –que nacerá sobrenaturalmente de una virgen que beberá de
un lago que conserva el semen de Zaratustra– establecerá en el mundo un nuevo
orden glorioso. Entonces resucitarán los muertos, en el juicio final serán separados
los buenos de los malos, y sobre los malos, la tierra y el infierno será derramado el
metal fundido.
13
Ese tiempo será para los buenos como leche templada, pero para los malos será
un martirio espantoso que absorberá toda la culpa que contrajeron en vida. Ahrimán
y sus demonios s serán arrojados a las llamas, o expulsados a las tinieblas para
ser, finalmente, destruidos. Por último, Ahura Mazda creará un nuevo cielo y una
nueva tierra en donde el ben, la alegría y la paz reinarán por la eternidad, y Ahura
Mazda será el Señor del Todo (James, 1975, pág. 131).
14
En busca de la resurrección judía
El antiguo Israel no creía en la vida de los individuos tras la muerte, sino en el futuro
del Israel (o de la humanidad). Pervive el pueblo, los individuos en cuanto tales
mueren. Pero en los últimos siglos antes de Cristo, muchos grupos judíos
empezaron a creer en la resurrección de los muertos, al menos de los que han sido
fieles al Dios de la alianza (Carmona A. R., 2001, pág. 610).
Esa resurrección pertenece, ante todo, al pueblo en cuanto tal, es decir, a los justos
del de Israel y de un modo especial a los que han dado la vida por su fidelidad a
Dios. Los antiguos patriarcas no han podido morir para siempre, ni aquellos que han
sufrido por la alianza. Es normal que Dios los resucite al fin de los tiempos, formando
con ellos (los muertos fieles) el pueblo definitivo de la vida que nunca termina
(Carmona A. R., 2001, pág. 610).
15
La destrucción del templo y el destierro son una consecuencia de la infidelidad
colectiva. Ahora, en la época persa, la obra del Cronista había aplicado este mismo
esquema en función de la fidelidad al templo. Contra falsas conclusiones, ya durante
el destierro Ezequiel había matizado que cada individuo es responsable de sus
acciones positivas y negativas y que, por ello, junto a una responsabilidad colectiva
existe otra individual, que es básica.
El Sal 37 y Hab 1,13; 2,1-4 invitan a una corta espera para experimentar cómo Dios
cumple sus promesas. Esto no es solución y Job cuestiona que el dolor y la
enfermedad sean consecuencia del pecado, invitando a no dar soluciones simples,
sino a callar y a admirar el poder y la sabiduría de Dios.
Una serie de factores van potenciando el factor esperanza. (Carmona A. R., 2001,
pág. 611) La esperanza es un rasgo fundamental y característico del antiguo Israel,
heredado por el judaísmo, donde sigue ocupando un lugar importante. Aparece en
la Biblia desdelos primeros capítulos del Génesis, que hablan de paraíso perdido y
de promesa de futura victoria1 (Carmona A. R., 2001, pág. 611)
1
Gen 3,15-16.23-24
16
Las tradiciones de Abraham y los demás patriarcas miran igualmente al futuro: “en
ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra”2. El éxodo tiende a la futura
posesión de la tierra. La alianza se concibe como don y tarea que hay que ir
realizando a lo largo de la historia. Así, el yahvismo nace como religión de la
esperanza.
En todos los momentos difíciles que aparecen a lo largo de la historia, surge también
de diversas formas la esperanza en un futuro mejor, no una esperanza alienante,
sino una esperanza que es confianza en las promesas de Dios y en las posibilidades
que Dios ha dado al hombre.
Los rabinos antiguos heredaron muy diversas ideas sobre el futuro, de origen bíblico
y parabíblico. Se trata de temas diversos que hayan tenido origen y evolución
diferentes y que, consiguientemente, no se prestan a una síntesis armónica. De aquí
el pluralismo de visiones escatológicas existente (Carmona A. R., 2001, pág. 613).
2
Gen 12,3; 15,13-16; 26,3-5; 28,14.
17
b) Día del Señor: El pueblo espera una intervención divina directa para acabar
con la opresión y la explotación, con la indiferencia religiosa y la arrogancia,
y para recompensar al justo e instituir un reino de paz y justicia. Es expresión
de la convicción de que Dios es justo y hará justicia a todos los que sufren
(Carmona A. R., 2001, pág. 613).
c) La restauración del reino de David y el establecimiento de Jerusalén como
centro al que acudirán todas las naciones: Es un tema fundado en los
profetas y en la convicción de que Dios ha elegido a Sión y a David y su
elección no puede fallar (Carmona A. R., 2001, pág. 613).
d) El Mesías y los Días del Mesías, en que reinarán la paz y prosperidad: Este
tema es una concreción del anterior, igual que el siguiente (Carmona A. R.,
2001, pág. 613).
e) La redención de Israel, que se entiende en sentido político-religioso
(Carmona A. R., 2001, pág. 613).
f) Este Mundo y el Mundo Futuro: Este tema alude a los dos espacios que hay
que distinguir para comprender la acción de Dios poderoso, fiel y justo, que
ahora permite el mal, pero después hará justicia (Carmona A. R., 2001, pág.
613).
g) La resurrección de los muertos, juicio, castigo y premio, la vida eterna3. Se
trata de temas que nacen en función del problema de la retribución y que
expresan la convicción de que Dios hará justicia a todo hombre con toda su
personalidad (Carmona A. R., 2001, pág. 613).
3
La idea de la resurrección en la religión judía tiene conexión en el zoroastrismo, pues la
escatología irania era especialmente compleja. Se creía en una vida más allá de la muerte,
pero como la vida era esencialmente corporal, tal esperanza acabó materializándose en
una doctrina de la resurrección del cuerpo. De esta forma llegó a surgir la idea de la
restauración del mundo físico, asociada a la doctrina del advenimiento del Saoshyant o
Salvador, que aparecería al final de los tiempos, bien en la figura de Zoroastro o alguno de
sus descendientes, bien en la de Mitra (González, Martínez & Montero, 1987, pág 30-31).
18
Origen y sentido de la idea de resurrección
19
y la capacidad de relación que tenían4. Dios es siempre el protagonista de la
resurrección, el único que tiene la llave de los sepulcros; lo hace por medio de su
palabra y su espíritu y, a veces, por medio de ángeles que tocan la trompeta que
convoca a la vida y por medio del rocío que fecunda las entrañas de la tierra y hace
volver los muertos del seol (Is 26,19).
En Daniel, obra escrita hacia el 164 a.C., se presenta a Dios como Señor de la
historia, que se sirve de los diversos imperios humanos para el establecimiento de
su reino. Es un Dios fiel con los piadosos, por lo que resucitará para que participen
en su reino a los fieles que han muerto por su fe (12,2.13) y, a la vez, a los impíos
perseguidores también los resucitará, pero para vergüenza y horror eternos
(Carmona. 1978, pág. 461).
4
El vocabulario empleado: qwm: volver a levantarse, recuperar la fuerza; nasaq: volver a
subir; apertura del sepulcro, salir del sepulcro, ya que éste es la puerta de entrada y salida
del seol. Otro término muy frecuente es hyh en hífil, hacer vivir, volver a vivir, revivir; se trata
de un verbo muy empleado (la fórmula aramea técnica en el rabínismo: tehyya metayya,
revivificación de los muertos), pero este verbo no alude directamente a la antropología
subyacente, sólo afirma que Dios hace vivir de nuevo a toda la persona que había muerto,
pero sin aludir al cómo, si volviendo a subir cuerpo-alma o con la reunión de cuerpo y alma.
De aquí su amplio uso, especialmente en la época de influencia de la dicotomía helenista.
Otro verbo usado es despertar del que estaba dormido, correlativo al uso de dormir para
designar la muerte.
20
Es una idea de resurrección diversa de la de Isaías 26,19, pues resucitarán todos,
unos para gloria y otros para ignominia. La resurrección es un requisito para el juicio
previo al reino de Dios (que parece ser tendrá lugar en este mundo). Ambas líneas
de resurrección-premio y resurrección-medio para el juicio, seguirán en el judaísmo
posterior y el cristianismo.
Realmente, la finalidad formal del concepto resurrección era afirmar que Dios fiel
haría justicia a los mártires, devolviéndoles la vida perdida, en mejores condiciones,
en su reino. Pero este concepto quedaba muy indefinido y no daba respuesta a una
serie de cuestiones que se irán planteando, como naturaleza de la vida recuperada.
Los textos de esta época son primero estrictamente monistas, pero, poco a poco,
se deja sentir la influencia dicotomista helenista. Al comienzo son monistas, alma-
cuerpo forman una unidad, inseparable; no existe un alma separada del cuerpo.
Igualmente conciben de forma corporal-material todo ser, Dios y su cielo, los
muertos y el seol. Por ello, entienden el volver a subir de la resurrección como una
vuelta a la misma vida anterior, y como esto tendrá lugar como premio en el Reino
de Dios, conciben de forma sublimada la misma vida anterior, material: sin
sufrimientos, con abundancia de bienes, felicidad.
En concreto:
En Jn 11:25 , el autor tiene la certeza de que los justos vivirán, aunque tengan que
morir. No interesa más la suerte de los difuntos y no se plantean más problemas.
Basta la certeza de que las almas de los justos han recibido su recompensa (que
conciben corporal, no como puro espíritu), ya están a salvo en Dios y después
resucitarán.
22
CAPÍTULO III
El juicio final que sigue a la resurrección no es fácil de conciliar con el juicio personal
que sigue tras la muerte. Cierto es que las fuentes pahveli –los escritos zoroástricos
tardíos– proceden de una época posterior a Cristo, es necesario preguntarse “si no
nos hallamos aquí ante un caso de influencia del cristianismo” (Konig, 1956, pág.
616).
Sin embargo, los Gathas –otros escritos zoroástricos tardíos– no parecen hacer
mención de la resurrección de los muertos y, además, es imposible demostrar esta
creencia en dichos escritos (Konig, 1956, pág. 616).
Los iranistas difieren en este sentido. Por un lado, hay quienes sostienen que en los
Gathas falta no sólo la creencia en la resurrección, sino también los presupuestos
para ella. Por otro lado, hay quienes ven una cierta contradicción entre las creencias
de la resurrección del Avesta reciente y las de los Gathas. Otros iranistas
argumentan con seguridad que la convicción de la resurrección de los muertos sí
procede de los Gathas (Konig, 1956, pág. 616). En realidad, ninguna de estas
posturas se puede demostrar.
23
pensar que también los habitantes muertos de esta tierra podrán tomar
parte corporalmente en esta felicidad futura, porque en el futuro paraíso se
trata de una glorificación corporal. La existencia futura e ideal de la tierra
sería imperfecta si no estuvieran presentes también los habitantes de la
tierra en un estado ideal, con un cuerpo libre de enfermedad y de muerte.
Así, pues, tan pronto como se procedió a describir más concretamente la
esperanza insinuada en los Gathas de una restauración del mundo corporal
en una forma glorificada, era preciso aceptar como un postulado, por decirlo
así, la creencia en la resurrección, pues sólo de ese modo resultaba
completo el milagro final. Podemos, por lo tanto, decir que en los Gathas
están presentes los fundamentos de que podía seguirse la conclusión de
una resurrección de los muertos” (p.617).
El profeta Zoroastro propuso, quizá, una sola vez una gran resurrección corporal
reveladora entre los muertos. Pero esta idea aparecerá en escrituras posteriores
(Hume, 1991, pág. 218). La creencia de la resurrección surge en el Avesta reciente
y, lastimosamente, son pocos los textos que contiene información de ella. Pero, los
pocos documentos zoroástricos hoy conservados, dan la impresión de que cuando
hablan de la resurrección, este era un tema natural entre los iranios (Konig, 1956,
pág. 617). Dos textos del Avesta reciente hablan sobre la resurrección.
“El resplandor de la gloria, que es propio del Sabio Señor, con el que el
Sabio Señor (puede) crear las criaturas, las muchas y hermosas, las
muchas y excelentes, las muchas y maravillosas, las muchas y
24
deslumbrantes; para que hagan la vida (o la belleza) maravillosa, sin
envejecer, sin morir, sin corromperse, viviendo eternamente, prosperando
eternamente, según su libre albedrío. Cuando los muertos vuelvan a
resucitar, cuando los vivientes se libren del aniquilamiento, entonces él hará
maravillosa la vida (la belleza) según su voluntad” (Yasna 19-10-11).
Curiosamente, también ciertas fuentes griega que datan del siglo IV, expresan la
existencia entre los persas de la creencia en la resurrección corporal y, la describen
en relación con la futura renovación del mundo (Konig, 1956, pág. 618). De manera
que, la idea de la resurrección del zoroastrismo no es de fácil datación, sin embargo,
se estima que no puede ser posterior al siglo IV a.C, debido a que ya merodeaban
a Persia éstas concepciones sobre la vida después de la muerte.
25
La resurrección judía en los escritos tardíos
El antiguo Israel no creía en una salvación individual de los creyentes tras la muerte
–a diferencia del zoroastrismo– por el contrario, creía en la pervivencia del pueblo.
En este sentido, “Los individuos en cuanto tales mueren y acaban, en un tipo de
«sheol»” (Pikaza & Aya, 2009, pág. 982). Desde los últimos siglos antes de Cristo,
diferentes grupos judíos comenzaron a creer en la resurrección de los muertos
Estos grupos eran los que fieles a la alianza de Yahvé (Pikaza & Aya, 2009, pág.
982).
26
Según Pikaza & Aya (2009)
Israel comprende que la resurrección pertenece, ante todo, al pueblo como tal, es
decir, a los justos del pueblo. Los antiguos patriarcas no han podido morir para
siempre, ni han muerto y terminado para siempre los mártires y todos aquellos que
han sufrido por su fidelidad al Dios del pueblo. Es normal que Dios los resucite al
final de los tiempos, formando con ellos (y con los justos del tiempo final) el pueblo
eterno de la vida que nunca termina (Pikaza & Aya, 2009, pág. 982).
Este era el pensamiento que los judíos del tiempo de Jesús (en especial los fariseos)
manejaban. Pero, había algunos que, como los saduceos, seguían manteniendo la
doctrina más tradicional, antigua, según la cual los muertos no resucitan. Eso sólo
puede significar, pues, que la resurrección final de los muertos no formaba parte de
la fe común judía (no estaba atestiguada por la Ley), pero era una certeza muy
extendida entre gran parte de los judíos y en especial entre los fariseos (Pikaza &
Aya, 2009, pág. 982).
27
De esta forma llegó a surgir la idea de la restauración del mundo físico, asociada a
la doctrina del advenimiento del Saoshyant o Salvador, que aparecería al final de
los tiempos, bien en la figura de Zoroastro o alguno de sus descendientes, bien en
la de Mitra (González, Martínez & Montero, 1987, pág 34).
Entonces tendría lugar el último acto de la historia del mundo, con la derrota
definitiva de todos los poderes y fuerzas maléficas, y se produciría la resurrección
de los muertos, de la que las almas condenadas al infierno también habrían de
participar. Todos estos rasgos han hecho pensar más de una vez en una influencia
del zoroastrismo sobre la religión judía.
28
El cinvat zoroástrico
Según el Avesta más reciente, el alma del hombre que fallece permanece tres días
en el lugar de la muerte, incluso tras haber enterrado el cadáver (Vendidad, 19,91).
En este momento, “acuden los zoroastrianos para hacer una reverencia profunda,
guardan el honor reservado a la divinidad ahora compartido por el alma del difunto,
y durante tres días veces al día le ofrecen alimentos, pues de lo contrario el alma –
sobre todo la de los mentirosos- padecería terribles remordimientos de conciencia”
(Diez, 2004, pág. 303).
Cuando ha concluido el período de tres días, el alma sigue su camino para atravesar
el cinvat, siendo acosada constantemente por las potencias malignas de Ahrimán y
de sus secuaces para someterse a un juicio ante tres jueces: Mitra, Sraosa y Rasnu,
quienes pesarán los pensamientos, palabras y obras de las almas (Diez, 2004, pág.
303).
Durante ese plazo, si se celebran las debidas ceremonias, Sarosh protege al alma,
que de otra manera se vería expuesta a las amenazas de los demonios reunidos en
torno a ella. Tres veces al día se ofrecen alimentos al alma, que luego se dan a
comer a un. Perro (entre el perro y los muertos hay una conexión que se remonta
evidentemente al lejano pasado indo-iranio) Bleeker & Windengreen, 1973, pág.
232).
29
Al amanecer el cuarto día, el alma marcha hacia el puente cinvat. Allí son pesadas
sus obras en presencia de los yazads Mihr, Rashn y Ashtad. Si las buenas obras
pesan más que las malas, el alma cruza el puente, que se ha ensanchado hacia los
cielos; si, por el contrario, pesan más las malas, el puente se contrae hasta quedar
tan estrecho como un cabello y el alma cae en el abismo del infierno (Bleeker &
Windengreen, 1973, pág. 233).
30
El sheol judío
El sheol es el término que más se utiliza en la Biblia hebrea para referirse al mundo
inferior, como morada de los muertos y como “personificación” de la misma muerte
(Prov 27,20; 30,16; Sal 18,6). El sheol es el equivalente al Hades griego, pero con
una diferencia: los griegos han podido personificar el Hades, presentándolo como
Dios, al lado de Zeus y Deméter. Los hombres, por el contrario, no han personificado
al Sheol, ni lo han convertido en un Dios, ni en un enemigo de Yahvé (Pikaza, 2007,
pág. 975). Además, este sustantivo femenino es una designación del reino de los
muertos específica del hebreo (Jenni, 1985, pág. 1053).
El Sheol es, más bien, la personificación poética y simbólica del poder de la muerte.
En las versiones castellanas de la Biblia a veces no se traduce correctamente, en
otras se traduce como muerte (abismo, infierno). El Sheol no es lugar de condena
(no es infierno de castigo, opuesto a un cielo de premio), sino morada o estado
universal de los muertos. En este sentido, sólo el judaísmo tardío o el Nuevo
Testamento distinguen entre un cielo y un infierno entendidos como expresión de
salvación o condena (Pikaza, 2007, pág. 975).
32
La postrimería zoroástrica
“La religión de Zaratustra conoce, por lo menos en su forma más tardía, una
resurrección de los muertos independiente del juicio personal, que tiene
lugar inmediatamente después de la muerte; en relación con una especie
de juicio final tiene lugar el definitivo triunfo del Sabio Señor y la aniquilación
del remo enemigo de la mentira. A él sigue luego la restauración de la
existencia corporal en una forma nueva y glorificada” (p. 615).
33
Zoroastro predicó que habrá una recompensa por el buen comportamiento del
hombre. Esta recompensa se trata de convertir al hombre en inmortal. Y a diferencia
del judaísmo, este premio será dado al hombre tras la muerte, por eso el hombre
será recompensado o castigado en un juicio personal (Piñero & Segura, 2011, pág.
67).
Llegados hasta aquí, se puede afirmar que la doctrina de las postrimerías se basa
en la máxima de que el hombre se salva a sí mismo: lo que hizo en vida, le será
devuelto. Por lo tanto, si obró el mal, recibirá el mal; si obró el bien, recibirá el bien.
El hombre malo también se condenará a sí mismo, pero el que tiene buenos
pensamiento, buenas acciones y buenas palabras se salvará (Gómez, 1999, pág.
256).
34
Para el judaísmo, Yahvé es el dador o mediador de la salvación: nadie fuera de él
puede otorgar al ser humano la entrada al paraíso. El zoroastrismo se distancia
radicalmente de esta postura, ya que aquí no existen mediadores o intercesores,
oraciones o sacrificios que decidan el futuro del hombre tras la muerte. El destino
de todo ser humano quedó, pues, fijado de una vez por todas según sus propias
acciones, en la prueba del fuego del juicio de Ahura Mazda y el paso del puente
(James, 1975, pág. 128).
35
La postrimería judía
“En el período del segundo templo, las creencias primitivas surgidas a favor
de la antigua ideología monárquica y las visiones proféticas de una
restauración gloriosa y una edad de oro se combinaron con nuevas
influencias e ideas. Lo habitual eran la convicción y la esperanza de una
restauración nacional por obra de un jefe militar victorioso o en virtud de una
intervención milagrosa del cielo. El redentor ideal habría de ser un rey
davídico o un ser celeste al que se designaba con la expresión de «Hijo de
Hombre». La redención significaba en este caso un mundo mejor y más
pacífico o el fin y la aniquilación totales de «esta edad» y la aparición, en
medio de la catástrofe y el juicio, de una nueva era y «unos nuevos cielos y
una nueva tierra” (p. 46).
En los libros apócrifos del Antiguo Testamento y en los escritos del Nuevo
Testamento, así como en la literatura apocalíptica judía, se presentan estas ideas.
La tradición bíblica original que abordaba el tema del futuro en términos sociales,
colectivos e históricos se complicó con las nuevas formas de pensamiento. Es decir,
que la creciente preocupación por el destino del individuo, junto con la exigencia de
una explicación satisfactoria acerca de la forma en que la justicia divina reparte
premios y castigos, condujo a la adopción de la idea, originalmente persa, de la
resurrección de los muertos (Bleeker & Widengreen, 1973, pág. 46).
36
La doctrina de la inmortalidad, como señalan Bleeker & Widengreen (1973):
Con todo, el cabalista Rabí Moshé Jaim Luzzatto (2015) explica el objetivo de la
resurrección judía:
37
En pocas palabras, tras el paso conjunto por la vida, etapa en la que estos dos
“socios”, el cuerpo y el alma, realizan su obra, se separan para la rectificación
individual, en ámbitos diferentes: el alma en lo Alto, en los mundos espirituales, y el
cuerpo en el sepulcro, en el mundo físico. Ambos son juzgados, pero este no es el
final de su encuentro. Porque tal como lo indica el cabalista italiano, tras revivir
juntos recibirán su recompensa debido al servicio espiritual y las buenas acciones
que realizaron en su paso por la vida.
38
Matriz comparativa
ZOROASTRISMO JUDAÍSMO
La resurrección en los escritos La resurrección en los escritos
tardíos tardíos
Los Gathas no parecen hacer mención El tema de la resurrección aparece en
de la resurrección de los muertos y, los escritos tardíos del Antiguo
además, es imposible demostrar esta Testamento. Dn 12:1-3. Es posible
creencia en dichos escritos. Dan la rastrear la idea de resurrección en
impresión de que la resurrección era un tiempos de la persecución Seleucida,
tema natural entre los iranios. en Isaías 26,19; Daniel 12.2-13 y 2
Macabeos 7,11
39
CONCLUSIÓN
En este sentido, Zoroastro propuso quizá una sola vez una gran resurrección
corporal reveladora entre los muertos, pero la idea ya aparece frecuentemente en
escrituras posteriores. Para comprender la resurrección zoroastriana, no debe
pasarse por alto que la figura del cinvat es la más recurrente y característica de las
descripciones zoroastrianas del proceso de la separación de las almas buenas y
malas, después de la muerte. Sin embargo, los pocos documentos zoroástricos hoy
conservados, dan la impresión de que cuando hablan de la resurrección, este ya
era un tema natural entre los iranios.
Por otro lado, el antiguo Israel no creía en la vida de los individuos tras la muerte,
sino en el futuro del Israel (o de la humanidad). Pervive el pueblo, los individuos en
cuanto tales mueren. Pero en los últimos siglos antes de Cristo, muchos grupos
judíos empezaron a creer en la resurrección de los muertos, al menos de los que
han sido fieles al Dios de la alianza. Esa resurrección se enmarca, ante todo, al
pueblo en cuanto tal, es decir, a los justos del de Israel y de un modo especial a los
que han dado la vida por su fidelidad a Dios. Los antiguos patriarcas no han podido
morir para siempre, ni aquellos que han sufrido por la alianza. Es normal que Dios
los resucite al fin de los tiempos, formando con ellos (los muertos fieles) el pueblo
40
definitivo de la vida que nunca termina. De esta manera, la resurrección judía se
vincula al fin de los tiempos, es decir, a la culminación de la obra de Dios. Dios no
ha creado en vano a la humanidad, no ha dirigido a su pueblo en vano. Por eso es
normal que, al final de los tiempos, los justos participen del triunfo del pueblo de
Dios.
Tanto el cinvat zoroástrico como el sheol judío, que aparecen en la literatura tardía
de ambas religiones, son dos figuras de lugar en donde las almas de los hombres
van a parar luego de morir.
La postrimería zoroástrica sostiene que al final de los tiempos tomaría lugar una
resurrección general de los cuerpos, la cual representaría que las fuerzas del bien
y del mal tendrían que someterse a una prueba de fuego y metal. En contraparte de
la postrimería judía, ésta no cree en la vida de los individuos tras la muerte, sino en
el futuro de Israel.
41
La resurrección pertenece al pueblo y se vincula al final de los tiempos, es decir: a
la culminación de la obra de Dios. Los judíos no asumieron la resurrección como
una doctrina elemental porque, recordemos, es una idea que aparece tardíamente,
es decir, después del siglo II a.C.
42
BIBLIOGRAFÍA
Bleeker, J., & Widengren, G. (1973). Manual de historia de las religiones II.
Religiones del presente. Madrid: Ediciones Cristiandad.
43
Carmona, A. R. (1978). Targum y Resurreccion. Granada: editorial Escritos
cristianos.
Díaz, C. (2004). Manual de hisoria de las religiones (5° Ed). Bilbao: Editorial
Descleé de Brouwer.
44
Hume, R. (1991). Religiones vivas (11° Ed). Estados Unidos: Editorial Mundo
Hispano.
Piñero, A., & Segura, E. (2011). El juicio final. Madrid: Ediciones Edaf.
46