Professional Documents
Culture Documents
Silvia Herlyn
La idea de espectro involucra a los cuadros que con distintos matices estarían
reflejando una misma red causal. El espectro autista quedaría definido por dos
dimensiones en lugar de las tres anteriores (tríada de Wing): el dominio de la
afectación de la comunicación – interacción social y el dominio de los intereses
restringidos y/o conductas repetitivas. La razón es que desde el punto de vista de
los mecanismos fisiopatológicos que explican las constelaciones sintomáticas de
estos cuadros las alteraciones de la comunicación y de la interacción social se
solaparían francamente.
Dentro del espectro se miden gradaciones: habría estilos, rasgos propios del
espectro y distintas severidades del trastorno.
Dentro de los trastornos del neurodesarrollo, los trastornos del espectro autista en
el DSM 5 se caracterizan por la presentación de déficits persistentes en la
comunicación social y la interacción social a través de múltiples contextos (criterio
A de diagnóstico) y los patrones de conducta, intereses o actividades, restringidos,
repetitivos (criterio B). En ambos criterios se señala que los síntomas se deben
registrar actualmente o por la historia de la persona, ejemplificando a modo
ilustrativo.
El criterio A incluye: 1-. Déficit en la reciprocidad social – emocional (que iría
desde formas de acercamiento sociales particulares y fallas en el ida y vuelta de
una conversación, pasando por una tendencia reducida a compartir intereses,
emociones o afectos, hasta la falta total de iniciativa o respuesta a la interacción
social. 2-. Déficit en aspectos no verbales de la comunicación social (desde la
pobre integración entre la comunicación verbal y la no verbal, pasando por la
afectación del contacto visual y el lenguaje corporal o afectación en la
comprensión y utilización de los gestos, hasta una total falta de expresión facial y
comunicación no verbal. 3-. Déficit en el desarrollo, mantenimiento y comprensión
de las relaciones, donde las dificultades van desde los problemas para adaptar la
conducta a contextos sociales diferentes, pasando por las dificultades para
compartir juegos imaginativos y amistades hasta una aparente falta total de interés
en los pares.
El criterio B hace referencia a: 1-. El diálogo, los movimientos de los ojos o la
utilización de objetos, estereotipados o repetitivos (como pueden ser las
estereotipias motoras simples, alinear o hacer girar objetos, ecolalia, uso de frases
idiosincrásicas). 2-. Insistencia en hacer lo mismo, adherencia rígida a rutinas o
patrones de comportamiento verbales o no verbales (resistencia ante pequeños
cambios, problemas con las transiciones, patrones de pensamiento rígidos,
saludos rituales, necesidad de sostener rutinas como hacer siempre el mismo
camino o comer lo mismo cada día. 3-. Intereses muy restrictivos, fijos, atípicos
por su intensidad o foco (apego o preocupación por objetos inusuales, intereses
extremadamente circunscriptos o perseverantes). 4-. Hiper o hiporreactividad a las
aferencias sensoriales o intereses extraños en aspectos sensoriales del entorno
(puede tratarse de una aparente indiferencia al dolor o a la temperatura;
respuestas adversas a determinados sonidos o texturas; olfateo o excesivo
toqueteo de objetos; fascinación por las luces u objetos giratorios).
Para ambos criterios se debería especificar el grado de severidad, basado en los
impedimentos en la comunicación social y en los patrones de comportamiento
restringidos – repetitivos.
Con respecto a la edad de inicio, queda explicitado que deben estar presentes en
un período temprano del desarrollo si bien puede ocurrir que no se manifiesten
hasta que las demandas sociales excedan sus capacidades o que los síntomas
queden enmascarados por las estrategias aprendidas más tarde.
Se requiere que los síntomas sean causantes de un impedimento clínicamente
significativo en distintas áreas de la vida.
Debe descartarse una dishabilidad intelectual (trastorno del neurodesarrollo
intelectual) o un retraso global del desarrollo. Si bien las dishabilidades
intelectuales y los trastornos del desarrollo autista frecuentemente son co –
ocurrentes, para hacer el diagnóstico comórbido es necesario que la comunicación
social esté por debajo de la esperada para el nivel de desarrollo general.
Las personas que cumplen con el criterio A pero no con el B deberían evaluarse
respecto del trastorno de la comunicación social.
La severidad
La presencia de un impedimento intelectual acompañante o su ausencia.
La presencia de un impedimento del lenguaje acompañante o su ausencia.
La asociación con una condición médica conocida o genética o factores del
entorno.
La presencia de catatonía o su ausencia.
Con respecto a la especificación de la severidad, se mide según el grado de
soporte que requiere (se mide para ambos criterios, A y B). El nivel 3 es el
correspondiente a las situaciones que requieren un soporte muy sustancial. El
nivel 2 es el que requiere un soporte sustancial. El nivel 1, que denota la menor
gravedad, solamente dice que requiere soporte
Diagnósticos diferenciales
Las formas más sutiles pueden prestarse a confusión con otros cuadros: por el
primer dominio, merecen diagnóstico diferencial con los trastornos de ansiedad
social.
Por el segundo, se puede pensar dentro del fenotipo ampliado sus similitudes con
cuadros del espectro obsesivo o trastornos alimentarios de tipo restrictivo, por
ejemplo, o los cuadros de tics.
La teoría de la mente
Fue propuesta por Uta Frith en 1989; es otra teoría que no desacredita la teoría
mentalista pero es superadora de la misma. Hace referencia a la capacidad de
integrar parcelas de información en una comprensión coherente y significativa de
la globalidad. Los problemas de cognición social se producirían por la dificultad
para integrar las claves sociales.
Teoría de Hobson
Peter Hobson no cree que los TEA se originen a partir de un déficit cognitivo y la
inhabilidad de producir metarrepresentaciones. Si bien existe esta inhabilidad la
considera secundaria. El punto de partida del trastorno estaría dado por un déficit
emocional primario relacionado con el contacto. Esta teoría no echa por tierra la
teoría de la mente, sino que sitúa la inhabilidad mentalista y la falla simbólica
como consecuencias del mencionado déficit emocional primario, que comprende
la empatía.
Teoría de Trevarthen
Colwyn Trevarthen y sus colaboradores en los años ´90 fueron tejiendo una serie
de ideas acerca de las dificultades comunicacionales presentes en los TEA. Los
niños estarían capacitados para comunicarse desde el nacimiento a un nivel
protoconversacional (participación activa en juegos de intercambios vocales con
adultos). Esta capacidad se vincula a la empatía y la imitación y precede a la
manipulación de objetos. Constituye un sistema motivacional interpersonal que
Trevarthen denomina intersubjetividad primaria. El desarrollo cognitivo y de las
conductas de alcanzar y agarrar objetos son posteriores y están regulados por las
emociones implicadas en las interacciones interpersonales. En torno al primer año
de vida se produce la intersubjetividad secundaria, que aumenta la competencia
del bebé para adquirir significados en la lengua materna. Coincide con el “stop” en
el desarrollo observado en los niños con TEA a esta altura de la vida. Estaría
relacionado con una afectación de base biológica en la regulación de la motivación
para aprender significados de comunicación.
Hallazgos histopatológicos
Teoría de la infraconectividad
Tratamiento
Bibliografía