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La garantía del derecho de estar en familia.

Desafíos para el Estado Chileno en la política social de infancia

Ana Fuentealba Alday 1


Mónica Vergara Quezada2

Resumen

El siguiente artículo presenta una revisión a la actual Política Nacional de Infancia


en Chile, en el marco de los principios declarados por la Convención de los
Derechos de la infancia, centrándose puntualmente en el derecho a vivir en
familia.
Desde una metodología cualitativa de revisión documental, el análisis da cuenta
del rol y funciones que se le atribuyen a la familia en materia de protección de
niños, niñas y jóvenes que han sido vulnerados en sus derechos, desde el Servicio
Nacional de Menores (SENAME) y las complejidades de realizar intervenciones en
la materia cuando no se aseguran las condiciones para ello.

Palabras Claves: Infancia, familia, funciones parentales, política de infancia.

Introducción

Con la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño, el Estado Chileno


ha asumido el deber de desarrollar una política social coherente con las garantías
que la carta define. Al respecto, la familia resulta relevante, por cuanto es un
derecho a ser garantizado y a la vez se constituye como uno de los actores
consagrados para asegurar la protección y desarrollo integral de los niños, niñas y
jóvenes.

Si bien Chile reconoce a la familia como núcleo fundamental de la sociedad no


cuenta con una política nacional de familia. En ámbitos como educación, salud,
protección social y justicia, la familia aparece relacionada a la infancia con
distintos énfasis asociada principalmente a los referentes tradicionales de cuidado
y socialización. No obstante, es reconocido que hoy se ha ido reduciendo su
participación en esta tarea con la incorporación de la mujer al trabajo, la
ampliación de la jornada escolar y el acceso de los niños y niñas a tecnologías de
la información, entre otras.

Tampoco existe una ley de protección integral en materia de infancia y la Política


Social en este ámbito se presenta principalmente a través del Servicio Nacional de

1
Trabajadora social, Magister en Psicología, mención Psicología Comunitaria. Docente, Escuela de Trabajo Social de la
Universidad Andrés Bello, afuentealba@unab.cl, 52-02-7703252, Santiago, Chile.

2
Trabajadora social, © Magister en Trabajo Social con especialización en competencias socioeducativas. Docente Escuela
de Trabajo Social de la Universidad Andrés Bello, monica.vergara@unab.cl, 52-02-7703255, Santiago, Chile

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Menores (SENAME), institución encargada de generar estrategias de protección a
la infancia en contextos vulnerables. Para ello, desarrolla programas según
diversos grados de complejidad que van desde la promoción, protección hasta la
reparación de vulneraciones graves de derechos.

El estudio plantea como objetivos reconocer las funciones que el Estado otorga a
la familia en la política social de infancia del SENAME y analizar las condiciones
que se le brindan para el cumplimiento de dichas funciones. Esto, para aportar a la
política de infancia la cristalización del rol de la familia y con ello generar insumos
que aporten en el diseño e implementación de programas coherentes con el
principio de la Convención sobre el derecho del niño a estar en familia.

Desde una metodología cualitativa, se realiza análisis discursivo de la política de


infancia del SENAME y orientaciones para la intervención a través del diseño de
sus programas.

Las principales conclusiones del estudio refieren a la transformación de la figura y


rol de la familia en los distintos niveles de intervención de la política SENAME y
con ello el análisis que se realiza de las condiciones y apoyo que brinda el Estado
para su adecuado funcionamiento. Se discute desde ahí la figura del adulto
responsable presente en los niveles de alta complejidad de intervención y la
parentalidad social como nueva categoría conceptual vinculada al cumplimiento de
roles parentales.

1. Familia como derecho de la Infancia.

La Convención Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas


(1948) reconoce que “la familia es el elemento natural y fundamental de la
sociedad y que tiene derecho ser protegida por parte de los estados” (Art. 16,
inciso 3.), declaración que ha sido asumida tanto por la Iglesia como por los
gobiernos.

Con ello se valoriza la importancia de este grupo social en tanto se hace un


reconocimiento formal a las funciones sociales significativas que desempeña,
como: la reproducción humana y social, la regulación sexual, el cuidado de sus
integrantes, el apoyo emocional y función afectiva y la socialización de sus
miembros más jóvenes. Pero si bien la Familia como Institución3 pertenece
prioritariamente al campo de la cultura, también se vincula con instancias políticas
y económicas. (Aylwin y Solar, 2009).
En esta misma línea, la Constitución Chilena (Ministerio del interior, 1980), en su
artículo 1° inciso 2° declara que “la familia es el núcleo fundamental de la
sociedad”. Asimismo en su inciso final afirma que “es deber Estado… dar
protección a la familia” y “propender al fortalecimiento de ésta”.

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Categoría Jurídica otorgada en Chile.

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Soto (1994) declara que la protección y fortalecimiento de la familia debe ser
tarea del Estado en su ámbito legislativo, erigiendo leyes que la protejan y
fortalezcan. También en su función administrativa a través de la implementación
de dichas leyes y de cualquier estrategia que deba adoptar con la misión de
satisfacer las necesidades públicas concretas, a través de la prestación de bienes
y servicios.
Estudios sobre el desarrollo de niños y niñas, plantean que así como es
importante que éstos tengan una alimentación adecuada para favorecer un
desarrollo físico y mental óptimo, de igual modo resulta relevante que sean
criados y educados en un entorno de respeto, aceptación, estimulación y
afectividad. Barudy y Dantagnan (2010) plantean la noción de buenos tratos y de
competencias parentales para definir aquellas capacidades de los adultos de
cuidar, proteger y favorecer el desarrollo integral de los niños y niñas a su cargo.
Así mismo, hace mención a la importancia de las habilidades parentales que
deben tener los adultos para reconocer las necesidades infantiles y generar
dispositivos emocionales y conductuales flexibles y nutridores para el desarrollo de
las capacidades de los niños de crecer e integrarse socialmente.

De este modo es posible constatar que diversas instituciones e investigaciones


concuerdan en identificar a la familia como uno de espacio central y favorable
para el cumplimiento de las tareas de procreación, cuidado, educación y
protección de la infancia.

2. Aproximación a la realidad actual de las familias en Chile: Tensiones para


garantizar el derecho de vivir en Familia.

No se puede hablar de familia sin hacer referencia al marco contextual en el cual


se desarrolla, dado que las influencias del entorno afectan de manera directa a los
sujetos y sus formas de organización. Es así como es necesario analizar la
relación familia - sociedad situada en el proceso de modernización, el que por su
acelerado desarrollo ha impactado de manera abrupta antiguas formas de vida
familiar.

A fines del siglo XX en Occidente existía cierto consenso sobre lo que era la
familia consignándola como el agrupamiento de un hombre y una mujer unidos en
matrimonio, mas los hijos tenidos en común, todos bajo el mismo techo, el hombre
trabaja fuera de la casa para conseguir los medios de subsistencia y la mujer en
casa cuida de los hijos del matrimonio.(Palacios y Rodrigo,1998)

A las puertas del siglo XXI la modernidad, que se caracteriza por el predominio
ideológico y materializado de la globalización y el sistema neoliberal, ha originado
en las sociedades importantes transformaciones socioculturales, económicas y
políticas entre las que destacan: el rápido avance tecnológico para el trasporte y
los medios de comunicación/información y su consecuente intercambio masivo de
bienes y servicios nivel mundial; con ello, el aumento de la oferta de consumo, no
sólo a nivel material sino que también a nivel simbólico. Es evidente que este
escenario, genera nuevas demandas que tensionan las tradicionales formas de

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organización. Pedro Güell (1999) señala, desde hace más de una década que es
en la vida familiar donde primero se experimentan las inseguridades sociales y
también, donde primero se elaboran estrategias para su enfrentamiento.

Es así como hoy en día, las familias, han debido asumir nuevos roles y funciones,
tales como el ingreso de la mujer al mundo laboral, lo cual ha quebrantado la
distribución de roles sexuales por años manifestada en el hombre proveedor v/s
mujer dueña de cada; ha debido asumir una mayor diversificación de medios de
socialización conciliando con ello nuevas formas de comunicación y educación,
entre otras expresiones. Esto ha ido restando participación de los adultos de la
familia respecto a lo que tradicionalmente ha constituido la labor de transmisión
generacional cultural y de socialización.

Parece interesante sostener que no obstante lo anterior continua el consenso, al


menos a nivel simbólico, de que la familia es la “unión de personas que comparten
un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se
generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso
personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad,
reciprocidad y dependencia”.(Palacios y Rodrigo, Op.cit., p.33).
Por otra parte, el escenario de la modernidad permite reconocer que
estructuralmente existen diversas formas de construir familias diferenciadas por
las variables de sexo y trabajo, encontrando así, familias de padres solos con
hijos, mujeres solas con hijos, parejas sin hijos, familias reconstituidas con hijos de
parejas anteriores, parejas del mismo sexo, entre otras.

Al respecto, es posible destacar la tendencia que muestran las estadísticas


nacionales respecto a que los hi jos, de manera creciente, dejan de vivir con
ambos padres. Esto, conlleva no solo a nuevas formas de relaciones de género
en las pareja sino, especialmente, nuevas formas de maternidad y paternidad.
(Valdés, 2007) y con ello emergen diversas formas de entender las funciones de la
familia.
En Chile, el Estado habiendo adscrito a los tratados internacionales de defensa de
los derechos humanos, del niño y de la mujer, ha ido generando una
institucionalidad que regula el funcionamiento de la familia y las garantías hacia
segmentos vulnerables de la sociedad como los niños, las mujeres y los adultos
mayores, generándose un involucramiento activo de la esfera pública en lo
tradicionalmente privado. Por otra parte y en un sentido inverso, el Estado chileno,
en los últimos 40 años ha ido restringiendo su participación en el desarrollo de la
sociedad, favoreciendo la participación de privados y la regulación del mercado en
la generación de los procesos de desarrollo.
Es así como aun cua ndo el Estado chileno reconoce a la familia como un
protagonista central en la construcción social no hay todavía una política Nacional
de familia.

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3. Familia en Política Nacional de Infancia SENAME: Reflexiones en torno a
los programas especializados protección y las complejidades de la
intervención.

Chile con la adscripción a la Convención de los derechos del niño ha ido


generando cambios a nivel de normas e instituciones tendientes a garantizar
condiciones mínimas de respeto a los derechos de los niños y niñas de nuestro
país. Avances significativos en esta línea han sido la modernización del sistema
judicial a partir del 2004 con la conformación de los tribunales de familia y el 2007
con la instauración de la reforma penal adolescente. Así mismo, se ha ido
modernizando el Servicio Nacional de Menores SENAME, instancia estatal que
regula las políticas sociales hacia la infancia.

El SENAME define su política a favor de la infancia a partir de la ratificación de la


Convención, centrando su quehacer en la promoción de un sistema caracterizado
por dos grandes líneas directrices y sus respectivas estrategias de servicios y
atención, ambas con un enfoque intersectorial y territorial:

a) De responsabilización de infractores de ley


b) De protección de los derechos de niños y niñas y adolescentes vulnerados. En
este punto, los esfuerzos se han centrado en desarrollar estrategias de
detección y abordaje de la vulneración de derechos. Para ello genera tres
niveles de protección: el primero, asociado a servicios generales para todo niño,
niña y adolescente vinculado a políticas universales; el segundo, de protección
selectiva, generado a partir de oficinas de protección de derechos para niños,
niñas y adolescentes y familias con problemas complejos o necesidades
especiales y el tercero, de protección especializada, está orientado a niños,
niñas y adolescentes vulnerados gravemente en sus derechos y en situación de
infracción de ley. (SENAME, 2006).

Estadística del SENAME durante el año 2011 respecto a las situaciones de


vulne ración de derechos que fundamentan activación de estrategias de protección
de segundo y tercer nivel, dan cuenta de que la familia aparece como el principal
agente vulnerador, especialmente en las figuras de negligencias parentales con
conductas de abandono, maltrato psicológico y físico, así como también
vulneraciones graves como abuso sexual. (SENAME, 2011)

Frente a las dificultades de la familia de garantizar la protección de los niños y


siendo ellas quienes en un porcentaje significativo vu lneran los derechos de los
mismos, El SENAME activa medidas de protección que implican en muchas
ocasiones, el alejamiento del niño de su familia para insertarse transitoriamente en
una residencia de protección o en una familia de acogida.

El procedimiento – implementado por los tribunales de familia - se sustenta en la


responsabilidad del Estado de garantizar la inmediata interrupción de la
vulneración de derechos del niño y garantizar las condiciones mínimas de
protección y supervivencia del niño. Posterior a ello, estos solicitan evaluaciones
de competencias parentales a las familias y/o potenciales adultos responsables

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del cuidado y protección de esos niños y niñas, sustentado en el principio del
derecho del niño de permanecer con su familia y a que la internación es la medida
última que establece la Convención.

Es así entonces que los niños y niñas se re- vinculan con su familia de origen, una
vez que ésta es capaz de demostrar que ha superado las situaciones que
originaron la medida de protección. Para ello, la familia debe apoyarse en las
redes institucionales y sociales como municipios, servicios de atención de salud
mental, programas de apoyo familiar, entre otros.
La sistematización realizada a cuatro programas de residencias transitorias de
protección de la ciudad de Santiago de Chile, entre el 2011 y el 2012, da cuenta
de los siguientes aspectos que resultan interesantes para analizar la función que
se la asigna a la familia desde la política de protección del Estado.
La re- vinculación familiar es un proceso que está claramente definido en los
principios de la política pública de protección, pero no se explicita en los
lineamientos técnicos ni en la partida presupuestaria de recursos humanos, así
como tampoco en los indicadores de resultados. Las implicancias de ello es que
no se considera la familia como espacio de abordaje y por tanto no se ha diseñado
una estrategia para incorporarla en la intervención, quedando así al arbitrio de
cada programa ejecutor y sus respectivos equipos profesionales, las
características que tendrá el proceso de re - vinculación, definiendo si esto se
desarrolla con la familia de origen que ha vulnerado los derechos del niño u otro
adulto responsable. (Silva y Vargas, 2011).

Por otro lado, las familias de origen de los niños y niñas que se encuentran en
residenciales (como parte del sistema de protección) presentan un perfil de alta
vulnerabilidad y daño social que se caracteriza por carencias importantes de
carácter emocional, económico, de apoyo social y familiar, entre otros, resultando
complejo para los programas ejecutores, abordar la temática de competencias
parentales. (Silva y Vargas, 2011).
Los equipos profesionales realizan una tarea de acompañamiento a las familias de
origen, basados en el control del cumplimiento de cierta s condiciones mínimas
asociadas a: la vinculación de la familia a programas sociales de apoyo que están
en los servicios públicos, la regularidad de las visitas que realizan al niño/a, y las
condiciones materiales de la vivienda que garanticen higiene, seguridad, intimidad
y protección al niño. En base a ello informan a tribunal de familia respecto a la
posibilidad de que el niño retorne con su familia de origen. (Cabello y Contreras,
2011).

El Estado a partir del 2011 ha reducido su línea programática de fortalecimiento


familiar, por lo que el abordaje de re vinculación se centra exclusivamente en el
control y seguimiento de condiciones mínimas para el retorno del niño a su familia
de origen o de algún adulto responsable . Se denota falta de acompañamiento
terapéutico que permita el desarrollo de competencias y habilidades parentales

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para poder dejar instalada en las familias recursos de protección y cuidado de los
niños y niñas. (Silva y Vargas, Op.cit.)

Las redes sociales de apoyo con que trabajan los programas de protección son
básicamente los servicios sociales de salud mental, de reparación de maltrato y
abuso sexual, de atención de víctimas de violencia intrafamiliar y las redes
asistenciales municipales. En el desarrollo del trabajo en red, los objetivos de
apoyo a la familia de los niños que están en una residencia no son compartidos
entre las distintas instituciones que forman parte de la red de apoyo, motivo por el
cual cada una operan en función de sus propios objetivos para un mismo caso,
fragmenta ndo de este modo la situación familiar del niño. Claramente esta
situación dificulta en que la familia avance de forma integral en el desarrollo de
competencias y habilidades parentales para recuperar el cuidado personal del niño
que está en la residencia de protección.(Monares, 2012).
4. A modo de conclusión:
Familia en tensión: Un derecho a ser garantizado con pocas garantías.

Para la familia y la determinación de su función, sin duda que la modernidad y el


rol del Estado frente a la infancia tiene grandes implicancias, generando una
tensión respecto de los límites de su rol. Por un lado, se visualiza una familia
restringida en la autonomía de su dinámica interna, ante la presencia de normas e
instituciones que regulan la protección de los derechos de sus integrantes
(infantes, jóvenes, mujeres, adultos mayores, miembros con discapacidad, etc.),
por otro, la familia como parte de la sociedad se encuentra a merced de la
autoregulación enmarcada en la dinámica de desarrollo del país bajo un modelo
de libre mercado.
De esta manera, no es casual que las familias entren en crisis, sobre todo aquellas
que no cuentan con recursos suficientes (tanto económicos, como socioculturales,
de redes, etc.) para responder al sin fin de demandas a las que actualmente se ve
enfrentada.
En la configuración de nuevas estructuras regulatorias de derechos , la familia se
sitúa con ambivalencia ya que por un lado, se determinan procedimientos cuando
la familia no es capaz de cumplir con un estándar mínimo de funciones parentales
lo que en consecuencia tiene la vulneración de derechos de la infancia, no
obstante por otro lado, se espera de ella, en el contexto de desarrollo de la
sociedad auto regulada por el mercado, que ésta sea capaz de satisfacer las
necesidades de desarrollo en un marco de consumo y productividad de todos sus
miembros.

La familia como unidad social no cuenta con un marco normativo - regulatorio en


tanto, en Chile se carece de una política integral que favorezca el desarrollo
armónico de todos sus miembros. De esta forma el abordaje social se realiza
desde la fragmentación de las particularidades de los sujetos que la componen.

La parentalidad social en la forma que Barudy (Op. Cit. 2010) la plantea, es una
alternativa de trabajo que se está utilizando en los programas de protección. Esto,

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dada la dificultad de abordar integralmente la complejidad de las familias. En este
sentido, cuando se trabaja con otros adultos cercanos a niño como familia
extensa, voluntarios y/o familias guardadoras transitorias, se está, trabajando la
resiliencia en los niños al superar la pérdida o abandono de la familia de origen.
Barudy reconoce que existen adultos significativos que son capaces de satisfacer
las necesidades emocionales y materiales de los niños.
Sin embrago, dada la relevancia que tiene este grupo social en el desarrollo
psicosocial de las personas en las distintas etapas de la vida, es que no se puede
obviar que aún cuando la familia de origen haya actuado con negligencia, esta
sigue siendo parte de la historia de vida de sus miembros, por lo que trabajar en
dicho espacio, apoyando y propiciando la transformación de dinámicas
relacionales y conductuales, muchas veces de orden transgeneracional, es un
desafío que las políticas sociales en materia de infancia y familia, deben asumir a
fin de poder garantizar el derecho de los niños y niñas a vivir en familia.

Así mismo, la generación de una política de familia, sigue siendo una tarea
pendiente para el país toda vez que el Estado debiera orientarse a fortalecerla de
manera integral, como un actor clave en el marco del desarrollo de nuestra
sociedad moderna . Invertir en la familia en esta línea, favorecería que se
constituyera como agente integrador de los niños y niñas como sujetos de
derechos, propendiendo que constituyan la primera instancia de garantía de
derechos. De esta forma, el desafío está en equilibrar los esfuerzos del Estado en
materia de protección de derechos vulnerados y el fortalecimiento de la familia a
través de una política integral.

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