EI autor examina primero lo que ya se habia escrito en torno de Gutierre
de Cetina, y rebate los errores en que otros habjan incurrido. Luego estudia al
biografiado a través de sus versos. Y al final completa su trabajo por medio
de trazos precisos que fijan la personalidad del legendario sujeto.
Tcaza demuestra aqui, basindose en documentos que él rastreé en los
archivos, cudntas autoridades se equivocaron al hablar de Gutierre de Cetina.
Autoridades entre las que se contaban incluso Pacheco, Adolfo de Castro, Pérez
‘de Guzmin y Menéndez y Pelayo.
Asi dej6 establecido, contra lo que hasta entonces se repetia erréneamente,
que Gutierre de Cetina no vino anciano a México, sino de veintiséis afios de
edad; ni emprendié su viaje empujado por Ja miseria, porque vino acompafian-
do a su tfo don Gonzalo Lépez, procurador general de la Nueva Espafia; ni
murid en Espafia ya de vuelta de América, porque murié en México, en un
lance de capa y espada.
Poesfa, Historia, Critica, Discursos. Todos los géneros cultivados por Fran-
cisco A. de Icaza, estiin conspicuamente representados en estas Paginas esco-
gidas, Gracias al acierto con que Luis Garrido escogié los textos aqui publi-
cados, este libro cumple el propésito de enaltecer la memoria de su autor,
porque efectivamente brinda a la generacién actual la ocasién de aquilatar
Ia importancia que este gran mexicano tiene en la historia de las letras.
Alberto Bonifaz Nuio
GONZALO AGUIRRE BELTRAN, Cuijla, Eshozo etnogrifico de un pueblo ne-
gro. B. de C. E,, México-Buenos Aires, 1958.
Preocupado como esti México en resolver los ingentes problemas que
‘emergen en Ia vida de las comunidades indigenas, en su desarrollo, en su cam-
bio social y cultural, y que influyen en el camino hacia la meta de identifica-
cién plena con el resto de sociedades del pais para integrar una totalidad ho-
mogénea desde el punto de vista nacional, finalidad que se alcanzari al través
de complejos desenvolvimientos en los planos econdmico, politico, educativo,
sanitario, etc, la Antropologia Mexicana ha dedicado la mayor parte de sus
esfuerzos al estudio del indio y de lo indio, de sus antecedentes, de sus comu-
nidades, de sus caracteristicas fisicas, de sus culturas. Trabajos de extraordina-
ria importancia, que han dado una fisonomfa propia —en la que toca @ pro-
cedimientos de investigacién y anilisis, tanto como al planeamiento social—
a esta actividad en nuestro medio, han venido apareciendo a lo largo del ilti-
mo cuarto de siglo. Toda una politica nacional, el Indigenismo, se ha creado,
apoyando sus fundamentaciones te6ricas y sus alcances pricticos, en ese tipo
469de trabajos, que han permitido la implantacién de programas de desarrollo
regional, ligados con otros mas generales, tendientes a lograr una mejor inte~
gracién del pais.’ La politica indigenista mexicana es una norma hecha accién
que ha exigido de los antropélogos el estudio de la poblacién indigena. De
ahi que, en cierto modo, pueda entenderse —aunque no justificarse— el por
qué de la notable escasez de obras antropolégicas nacionales que se ocupen
del negro, otro de los elementos humanos y culturales que intervienen, con
pujanza propia, cn el proceso creador de la sociedad mexicana.
Aguirre Beltran, indigenista, ha tenido, sin embargo, entre otras, la pre-
ocupacién del estudio del negro mexicano, Da la consiguiente area su fruto
mis importante en 1946, con la publicacién del libro La poblacién negra de
México en el que, utilizando el método etnohistérico, hace el andlisis demo-
gifico de la Nueva Espafia, de 1519 a 1810, seguido de una serie de propo-
siciones para determinar la composicién biolégica de la poblacién novoespa-
fiola, Las conclusiones fundamentales a que pudo Iegarse en este aspecto
fueron las de que al finalizar la Colonia, a pesar de Ja cifra relativamente baja
de negros introducidos mediante la Trata de Esclavos (un cuarto de millén
en 300 afios, numero tan pequefio como el de los espasioles), los mestizos
resultantes, producto del intercurso de Jos africanos y de los europeos con los
indigenas, eran cerca de las cuatro décimas partes de los habitantes, siendo el
49% de la poblacién total francamente afromestizo. Compararemos este por-
centaje con el actual 109 (aproximado) de la poblacién indigena con res-
pecto a Ia total de México para darnos cuenta de su enorme importancia y
estar conscientes, plenamente, de que en el mestizo mexicano tienen que ha-
Marse caracteristicas negroides a las que se ha dado poca atencién. En un pais
como el nuestro —ya, por otra parte, el autor de Cuijle lo ha dicho reciente-
mente en su discurso de inauguracién de los Cursos Temporales para Extran-
jeros, de la Universidad Veracruzana— tal hecho no puede causar mis que
satisfaccién, es decir, que México esta orgulloso de su mestizaje bioldgico, re-
sultado de las tres sangres que lo han producido, Ia indigena, la negra y la
europea. También lo esta de su mestizaje cultural, al que se esfuerza en darle
una proyeccién universal.
Recto cs ls cxbresn coitus! do un fentncan betigio meat peel coal
alight tiie cine pothares és la emergencia y elevacién del mestizo en el piano his-
. La teoria social que norma la accién ec sane Jatinoamericanos respecto al
fo ame mache a cetanaciin, oe Jed eto a base orginica de tal ideologia
mestizo.
Fag omen g hn ver, requiere,
a lr Se ‘oaicpetate” Ch eltia, El Proceso. ae
la ext au riene oo (gute Bele 0
INAM, México, 1957.)
470En Cuijlia —volumen de 214 paginas de texto, con 23 més de notas— hace
Aguirre Belerin la descripcién de la sociedad y Ia cultura del pueblo negro de
Cuijinicuilapa, situado en la Costa Chica de Guerrero, “serie de sabanas, albu-
feras y pequefias eminencias articuladas al anticlinorio de la Sierra Madre
del Sur”,
Los datos que el autor nos presenta ya debidamente interpretados y corre-
Iacionados en lo etnogriifico, fueron logrados durante los Gltimos 20 dias de
diciembre de 1948 y los primeros diez de 1949, asi como durante dos sema-
nas de febrero siguiente. Se hizo también una Ardua investigacién de Archivo.
‘Aguirre sefiala este hecho al mismo tiempo que advierte que él esperaba tener
la oportunidad de hacer mas trabajo de campo para esta investigacion, lo cual
no ha sido posible, por lo que “el escaso mes y medio dedicado. . ., apenas
nos faculta para considerar este ensayo como un esbozo etnografico, en forma
alguna como una investigacién completa, De cualquier modo, con esas limi-
taciones, el ensayo debe ser tenido como Bonen de partida para otros trabajos
que Ienen lagunas y satisfagan deficiencias. .
Aguirre Beltran ha logrado —a nuestro sentir— algo més: producir una
obra desarrollada en forma tan amena y estimulante que s¢ la puede conside-
rar como una invitacién al estudio de la Antropologia, invitacién que deben
los técnicos hacer con mas frecuencia, tal es la necesidad que el pais tiene de
los antropdlogos para la resolucién de muchos de sus problemas.
La obra se divide en quince capitulos, a saber: 1) la Geografia y Don
Nico; 2) Historia de un genocidio; 3) De Don Tristin a Don Juan; 4) La
osadia de los negros; 5) Blancos, blanquitos y cuculustes; 6) Guayo y el Re-
gistro Civil; 7) el Redondo Negro; 8) La Terrania, el Ejido y la Agriculcura;
9) Sociedad y Gobierno; 10) El nacimiento y la educacién; 11) Casamiento
de Monte; 12) La muerte y sus requerimientos; 13) La sombra y el animal;
14) La medicina tradicional; 15) La lengua y el corrido.
En el capitulo primero, Tio Nico “acucioso y empirico gedgrafo” del lu-
gar, introduce al autor y a los lectores en el conocimiento general del habitat,
nociones que Aguirre Beltran se encarga de ir eraduciendo al lenguaje mis
especializado de los técnicos de la Geografia para lograr una mayor precisién.
Asi aprendemos que Cuijla esta dentro del Ecuador Térmico —zona de tem-
peraruras mas clevadas—, posee una presién baja, lo que presenta relaciones
con el régimen de vientos; que la altura media anual de Iuvia es de més de
88 mm.; que la arteria fluvial de la regin es el rio Santa Catarina, con sus
afluentes, que vienen de las cuencas lacustres interiores situadas en las depre-
siones de las montafias de la Sierra Madre del Sur y son luego captados por
Ia cuenca del declive meridional, que es 12 cuilefia; por lo que toca al litoral,
existe frente a Cuijla una fosa maritima de 5,000 metros de hondura, que se
extiende desde Acapulco a unos 50 kilémetros de la costa, resultando que al
471no haber aguas someras los peces de profundidad hallan facil el hacer incur-
siones hasta el Santa’ Catarina, por la barra del Tecuanapa (a lo que, proba-
blemente, alude este tltimo toponimico, de tehuani=fiera, y apan—rio, volu-
men de agua).
Los cuartetos —tomados de corridos regionales— que van sirviendo a Agui-
rre Beltrin como epigrafes a los diversos capitulos de la obra, acertadamente
escogidos, nos hacen, en el Il, trazar una diferenciacién importante entre la
actitud de los negros cuilefios y la de los indigenas mexicanos ante el propio
‘México. En tanto que los tltimos constituyen grupos mis 0 menos cerr
donde el concepro de comunidad priva antes que el de 2ona, regién, pais 0
patria, en los primeros encontramos una tendencia —expresada en un sin fin
de oportunidades y a propésito de los mas diferentes motivos— a afirmar su
pereenencia a la nacién mexicana, aun con menoscabo de las gentes fuerefias
que visitan el lugar (0 de sitios cercanos) a quienes se tacha de frasteristas,
es decir, forasteros, valorando este término como opuesto al vocablo “mexica-
nos”, con que denominan a su propio grupo cuileio. Dice el trovador popu-
lar: “Soy Eduardo Magallon—de Ja nacién mexicana—si ta me quieres mo-
rena,—te llevo aunque sea maiiana.” Un indigena se expresaria en forma di-
ferente, hablaria de “nosotros, los hombres verdaderos” (tzo#ziles); “nosotros
los del idioma verdadero” (tzeltales), 0 “los del habla pulida” (nahuas), o
“nosotros, el pueblo”, etc. El negro defiende y acapara la mexicanidad.
El despoblamiento que en la regién provocé el encomendero —genocidio,
uno de tantos con que se profané a América, y del que Aguirre Beltrin hace
Ja historia— fue tal que éste cumplié “cuando menos, con la misién de en-
viarles a gozar de las bienaventuranzas del cielo, debidamente cristianizados”.
En efecto, sélo sobrevivié del total de habitantes de la regién, un namero mi-
nimo, cercano al 19%. Las causas determinantes de Ja extincidn de los indige-
nas quahuitecos, moradores primitivos del lugar, se muestran a través de la
investigacién que el autor hace de las formas de apropiacién y acaparamiento
de las tierras por los —despobladores— extranjeros, y de la Iegada de los
negros al territorio de Cuijla, sus formas y vias de penetracién.
Asi, se examina la historia de la familia de Don Tristan de Luna y Are-
Mano, segundén espaol, quien casé con dofa Isabel de Rojas —viuda ya de
dos maridos, conquistadores ambos—, cuya dote aporté encomiendas, lo que
dio mayor prestancia al noble, quien, a poco de lo anterior, pasé a pacificar
Ja mixteca (1548), durante cuya accién pudo conocer las tierras de los indios
quahuitecas, obteniendo en ellas la merced, concedida por el virrey Mendoza,
de sitios de estancias para ganado mayor. Mis tarde, en tiempos de don Luis de
Velasco, una expedicién desgraciada a Ja Florida y el haber caido de la gra-
cia del virrey, hacen que Don Tristin permanezca por algén tiempo en Es-
pafia; pero, muerto don Luis, retorna De Luna y Arellano, viudo ya, a sus
472posesiones, casando a sus dos hijos, vardn y ricahembra, En lo cocante a su
hija, dofia Juana, la dote que ofrece al casarla con don Mateo de Anuz y
Monledn, capitin de Ia Guardia del Virrey, es el craspaso al marido de sus
estancias en Quahuitlin y Ia mitad de sus indios encomendados (de Chiutla-
milelaltepec, Tlazulsepec, Ocotepec, etc.). Don Mateo compra posteriormente
a su cufado 1a parte que le correspondia de los indios en encomienda y la es-
tancia de Buenavista, cercana a Quahuitlén, con lo que queda como tinico
propietario en aquel Jugar. Con los afios forma un gigantesco latifundio para
conseguir lo cual desintegré pueblos y provocé catistrofes sociales tremendas,
Jogrando asi demostrar palmariamente, que la engorda de reses era més im-
portante para el duefio espafiol que la vida de miles y miles de habitantes de
Ia regién, La falta de mano de obra condicioné después Ja importacién de es-
clavos africanos.
Negros, mulatos, esclavos cimarrones, criminales mestizos y blancos, fue-
ron poblando la regién, desplazando mas y mis al indio; la hacienda formada
por Don Mateo pasé de una a otra mano de sus herederos, y los negros y mu-
latos —sujetos mal nacidos, segin la vergonzosa clasificacién de los domina-
dores—, no teniendo derecho a la posesién de la tierra, se acogieron, a lo lar-
go de 250 afios, a la proteccién del hacendado, supremo seiior, duefio de vidas
y haciendas, suministrandole mano de obra facil y barata, multifacética. Se
fueron asentando los pueblos negros en Cuajinicuilapa, en San Nicolés y en
Maldonado.
Al Ilegar la Independencia, tal era el estado de cosas prevaleciente, estado
que, por lo demas, no varié mucho. En una u otra forma, la hacienda de Cua-
jinicuilapa cambié de duefios y a fines del siglo x1x fue comprada por la ra-
z6n social Pérez y Mancera, que impulsé, en sus terrenos, el beneficio del al-
godén, para asesorar cuyo cultivo y cuidado hubo de traer al sefior Juan A.
Smith (Johannes Schmidt), norteamericano de origen alemn. Este tipo Ilegé
a poscer toda Ia extensién de Cuijla, liquidando sus acciones al resto de los
socios: 125,000 hectareas estuvieron bajo sus manos, lo que lo convirtié en
el hombre mas poderoso de la Costa Chica, cacique de una poblacién de 3,434
Sujetos desprovistos de tierra, la misma tierra en la que laboraban bajo peno-
sas condiciones, en Ia que nacian y morian. Al Ilegar la Revolucién, los zapa-
tistas sostuvieron durante varios afios una lucha abierta y continua contra la
hacienda y ésta, por fin, ces6 en su resistencia armada al progreso de México.
Parece ser que la mezcla entre negros ¢ indigenas quahuitecas se animé
casi desde el comienzo de su contacto, siendo las caracteristicas somiticas ne-
gras dominantes, ya que el mestizo cuilefio es un afromestizo, sin que esto
quiera decir que en la poblacién no se encuentre toda la gama de productos
posibles entre negro e indio, apareciendo muchos casos del tipo original o casi
original. Hay, por excepcién, blancos. Estos no son més allé de cuatro familias,
473de un mismo tronco, descendientes de un sujeto quien se hallaba establecido
en Ometepec, en 1792. Reaccionarios, ninguno esti de acuerdo con la restitu-
cién de la tierra a los campesinos, realizada por Cardenas. Son los duefios de
las tinicas tiendas de Cuijla y sirven de intermediarios —en la compra del ajon-
joli— entre los negros y la Sociedad Andénima Bola de Nieve. Su situacién se
catacteriza por presentar un equilibrio inestable con el resto de Ia poblacién
cuilefia, lo que no se debe a su diferente origen étnico sino al tipo de comercio
con que se entienden, lo que les acarrea enemistades y disgustos a granel. Es la
élite econémica del lugar, que se lama a si misma /a sociedad, debido a que
en la hora actual resulta un poco inadecuado el seguir Ilamandose Jos blancos,
como antes Jo hacfan, ya que han terminado por mezclarse con los negros cui-
lefios, fenémeno facilmente comprensible, dado lo exiguo de su nimero. La
determinante social que, en este caso, substituye a Ja étnica, puede confirmar-
se plenamente, a nuestro juicio, si se examinan las caracteristicas del grupo
de Jos blanguitos, formado por individuos que se han distinguido en alguna
forma de la masa, pero que no tienen el poder econémico del grupo de la
sociedad, y si diversas caracteristicas de prestigio que los hacen singulatizarse,
sin tomar en cuenta su mayor o menor acercamiento a los negros, desde el
punto de vista antropoldgico fisico. Los blanguitos forman el estrato social
medio, estamento de transicién entre la cultura urbana y nacional (de los
blancos, aproximadamente) y la rural local (de los negros). Los negros se
aplican ellos mismos el mote de la negrada. Vendria tal denominacién a ser
equivalente a ef pueblo, en su forma restringida. Entre ellos se sefialan los
cuculustes, individuos en los que las caracteristicas somaticas negras aparecen
puras 0 casi puras.
Por Jo que toca a los indios de la regién y vecinos, tanto blancos como
negros se agrupan, frente a ellos, Ilamandose “gentes de raz6n”. F. Benitez,
en algin lugar, ha dicho con certeras palabras: “Los indios entran a la razén
por la amarga puerta de la mendicidad, que es atributo de cultura”, usando esta
Gltima voz en su sentido general, no técnico. ¥ asi pasa en Cuijla, canto negros
como blancos se unen ante el indio en la odiosa confraternidad de 1a razén
porque lo mas probable es que los verdaderos duetios de Ia tierra cuilefia son
quienes estin en una situacién més desventajosa. O que este agrupamiento
forzado alrededor de la raz6n tenga como eje, simplemente, la ignorancia
de los vehiculos de expresién propios de !os indigenas cercanos, tipo de discri-
minacién que por otra parte ha existido en todas las sociedades humanas, desde
Grecia misma, que bien puede sonrojarse de haber acufiado el vocablo “bar-
baros”.
Asegura el autor que el tipo leptosémico y el atlético predominan en Cuijla,
siendo escasisimo el picnico. Pero, dejemos ya lo referente a este tépico y
pasemos a los habitos motores. Don Inda explica al autor que “la esbeltez
de la cuilefia es debida a la costumbre que tiene de cargar sobre 1a cabeza”. En
474esto, el anciano indigena esta de acuerdo, sin sospecharlo, con las teorias pre-
conizadas por una amplia serie de cultores de belleza, teorias que tantas
damas aceptan, a lo menos vergonzantemente, en el misterio de sus camaras.
Lo que para nosotros tiene importancia, por muchos motivos, es el andlisis
que Aguirre Beltran hace de tal habito motor, al que considera como un prés-
tamo de la cultura (cwlturas) negra a Ja indigena (las indigenas). Al mismo
tiempo sefiala la universalidad del rasgo, encontrado en la Hélade y en el
‘Africa, asi como en otros grupos humanos. Creemos que no se puede genera-
lizar acerca de la aparicién de este elemento cultural del orden kinético como
préstamo negro y, mucho menos, particularizarlo al tratarse de Cuijla. Expon-
dremos nuestra razon puramente lingiiistica, dejando a un lado las meramente
culturales —observacién de tal hibito motor en regiones indigenas muy aleja-
das de toda influencia negra— y dejando también sin examinar la relacion
que los érdenes kinético y biolégico presentan con respecto al material, es
decir, I relacién que pueda haber (en coda cultura) entre el equilibrio del
objeto portado y Ia estructura corpérea simétrica, como determinante del ha-
bito, etc. Si la voz yagual puede explicarse mediante cl nahua, el hecho de que
esta etiqueta lingiiistica pertenezca a una lengua indigena y no a una lengua
negra africana, indica preliminarmente la probable procedencia del elemento
material que posibilita o facilita (o coadyuva con) aquel habito motor. Cuando
una palabra dada ha sido aceptada por gente de otro idioma, esta palabra es,
por un proceso de asimilacién, transformada 0, a lo menos, tratada, de acuerdo
con los patrones fonéticos y morfolégicos del substrato lingiiistico correspon-
diente al grupo al cual ha llegado como préstamo, En el caso de Ja forma
“fyagual”, probablemente /nyawal; fiyawal; fiawal.../, se trata més del pa-
trén morfolégico, remanente en su aspecto fonético, que de una reinterpreta-
cin fonética propiamente dicha. Los morfemas del tipo n-, ny, ng-, fiy-, mb-,
nb-, etc., son muy abundantes en las lenguas africanas, actuando en algunas
de ellas como prefijos indicadores, 0 hasta condicionando la forma absoluta.
Habrfa que conocer el tipo de lengua primitivamente portado por los negros
que aceptaron el préstamo (como nosotros creemos que sucedié) en un prin-
cipio, Es posible que, tomado el elemento cultural por los negros —de la
cultura material, refiriéndonos al yahual—, junto con la palabra correspon-
diente en lengua indigena, el término corriente haya subsistido en la forma
“Ayagual” /Ayawal/ aun cuando aquellos abandonaron, desde muy temprana
hora, sus lenguas propias para hablar el castellano, lengua general; 0 que, tra-
yendo los negros ya el habito motor de que se habla, los indigenas también
lo hayan tenido, poseyendo ademis el elemento material —el objeto— con
que tal hibito motor se facilita, el yahual; el resto es facil de comprender, Por
lo demis, creemos, del examen del tltimo capitulo de tan interesante libro,
que cierto tipo de lenguas africanas ha afectado el castellano dialectal de
475Cuijla (vgr. la tendencia del triéngulo vocilico hacia 1a vocoide frontal alta
cerrada no redondeada, etc.), pero esto no ¢s mas que una apreciacién, resul-
tado de inspecci6n preliminar. En otra parte nos ocuparemos de este problema.
Otro habito motor importante, el de Hevar al nifio a horcajadas, sobre la
cadera, fuera de estar mencionado ya en Landa, lo hemos observado personal-
mente en Usila, —planos al norte de Oaxaca, cabe la montafia—, en Tla-
coatzintepec, arriba de Cuicatlan, etc. “Arqueolégicamence, para sdlo dar ejem-
plos veracruzanos, sefialaremos Ia existencia de tres piezas que presentan la
postura que Iamaremos de betzmek: a) Un silbato sonajero, en cerimica cre-
ma rojiza mS aeleads, procedente del vertedero de Nopiloa (enticrro secundario
nimero 6). Es una pieza de la época de Tres Zapotes Superior, asociada con
materiales de la cultura totonaca clasica tardia (siglo vi-IX de la era); 6) en
la misma cerémica y asociacién que la anterior, una figura de diosa, posible-
mente Xochiquetzal, procedente de Los Cerros (trinchera 1, ampliacién, a
90 cm. de profundidad); ¢) del Arcaico, un idolillo de ojos incisos, tipicos del
horizonte Preclasico Central Veracruzano, Remojadas. (Ver, para este ultimo,
el trabajo de A. Medellin Zenil, Desarrollo de la Cultura Prehispanica Cen-
tral Veracruzana, Anales del INAH, tomo VII, 1953, imp. 1955.)
Los capitulos seis, siete y ocho son descripciones bien logradas ¢ inter-
pretadas de la demografia, la habitacién y de la tetrania, el ejido y la agri-
cultura, Quisiéramos detenernos en el capitulo 9, Sociedad y Gobierno, pero
Ia falta de espacio nos obliga a asentar, solamente, que ¢l autor logra darnos
con plenitud —a través de su estudio del sentido de pertenencia, del compa-
drazgo (altamente funcional), de la brosa (“agrupacién en que la agresin
oral, fisica y sexual, no s6lo es permitida, sino que atin se exige y alienta”),
etc— el conocimiento del ethos de la cultura cuilefia y la definicién de su
personalidad de conducta institucionalizada, renglones que pocas veces se lo-
gran en una monografia de este tipo.
Dejemos a un lado los capitulos dedicados al ciclo de la vida —estrecha-
mente relacionados con lo que hemos indicado arriba— y pasemos, por iiltimo,
a comentar el intirulado La Sombra y el Animal.
Para el cuilefio, la persona humana, a la que denomina el cristiano (en
diversas lenguas indigenas el mismo concepto se expresa con la propia palabra,
préstamo del castellano: Arestanu, krishanu, kristano, etc.) se compone de
cuatro partes: ¢l cuerpo, el alma, la sombra y el tono (Ilamado tona, en otros
lugares).
Sobre el tono, que mas o menos coincide con lo encontrado en las culturas
indigenas mexicanas, no insistiremos, Pero queremos examinar, en lo que se
refiere a /a sombra, la afirmacién del autor acerca de que “su introduccién y
difusién en México se debe al negro africano”. Y, ciertamente, tal elemento
476se halla en muchas culturas negras, pero ello no prueba nada porque se puede
también sefialar que en un gran nimero de culturas indigenas, no sélo del
pais, sino del resto de América, se le ha registrado, 0, a lo menos, pueden
identificarse algunos de sus componentes.
Para el cuilefio, la sombra es “la parte primordial y mis valiosa de la
persona humana, la que da su esencia y sello peculiar al individuo, el compo-
nente fundamental y caracteristico del cristiano”. Indica Aguirre Beltrin que
“podemos considerar que comprende esa serie de nociones que la psicologia
moderna encierra en la palabra subconsciente; pero comprende algo mds”. Y,
en efecto, la sombra tiene las siguientes propiedades, segin puede entenderse:
1) ¢s algo inmaterial cuya forma es la del ser humano; 2) es invisible cuando
pertenece a un vivo, aun cuando se la puede presentit; 3) es visible cuando
ha sido poseida por un muerto; 4) puede salir del cuerpo vivo sin que la per-
Sona muera; 5) en esta altima situacisn —algo asi como cuerpo astral es
facilmente afectable, lo que pudiera incapacitarla para regresar a su continente;
idéntico apuro se da cuando se despierta bruscamente a quien suefia; 6) el
pavor puede hacer que la sombra abandone un cuerpo en vigilia, de ahi que
se la considera cobarde; 7) es asible mediante formulas magicas. Por lo demas,
puede también existir una sombra valiente, —sombra pesada—, la que da a su
poseedor capacidades especiales, de acuerdo con el ethos general de la cultura
cuilefia.
La distribucién amplia de un tipo central de conceptos en que la nocién
“alma” se adscribe a la palabra “sombra”, en varias culruras americanas, nos
hace dudar —a reserva de Iegar a un estudio mas profundo— acerca de que
el elemento que consideramos sea solamente un préstamo cultural africano, a
Jo menos a través de los negros esclavos, es decir, en forma directa y con tan
poca profundidad temporal. Lowie ha sefialado la conexién alma-sombra entre
Jos cuervos; nosotros hemos hallado en Usila el levantamiento de la sombra
(de la cruz, de la persona muerta); Thalbitzer examina la palabra esquimal
groenlandesa que significa tanto sombra como reflexién; Jenness indica el
par sombra-alma entre los atapascanos; los coyukon designan con un mismo
término el alma, la sombra y la pintura; entre los tlingit, imagen, sombra
y alma tienen un vocablo comin; para los hidatsa, sombra, alma y espirira
se dicen de idéntico modo; algén grupo sioux lama de igual manera al alma,
a la sombra y al espejo, etc. Pero las informaciones etnogrificas hacen hinca-
pié en Ia traduccién de aquellas palabras por “sombra”, en cualquiera de sus
dos formas inglesas “shadow” o “shade”. Y esa simple etiqueta lingiiistica
corresponde al “alma libre”, es decir, al alma que realiza acciones fuera del
cuerpo, Hay, por otra parte, diversas relaciones, tanto lingiiisticas como fun-
cionales en otros aspectos, con varios tipos de alma. Tal vez uno de los escudios
477mis significativos en este terreno sea el realizado por Hulkrantz, pero en esta
nota, que quisimos hacer breve, no podemos entrar en mayores anilisis. S6lo
hemos pretendido introducir un elemento de duda: Ia explicacién mas viable,
en cuanto al problema de /a sombra, creemos, es la de la convergencia.
El libro Cuijla, terminada su lectura, nos ha dejado una impresién duradera.
Recomendamos, a fuer de antropélogos y a fuer de lectores de buenos impre-
sos, ¢l acercamiento a sus paginas. Y es que, —recordando un proverbio
drabe que nos viene muy de perlas en este momento— “el hombre no puede
saltar fuera de su sombra”. El hombre mexicano debe conocerse en todas sus
expresiones,
Carlo Antonio Castro G.
LUISA JOSEFINA HERNANDEZ. Los Huéspedes Reales. Obra en diez cuadros.
“Ficcién”, Nim. 2. Universidad Veracruzana, Xalapa, Ver. 1958.
Con una juventud plena (29 afios), Luisa Josefina Hernindez ha logrado
sin embargo reunir una obra rica y madura, que ya cuenta con buen nimero
de ticulos: Aguardiente de Cana, Los Sordomudos, Botica Modelo (premio
“El Nacional” de 1953), Los Duendes, La Liave del Cielo, y la que, sin duda,
fue la mejor obra dramatica estrenada en 1957: Los Frutos Caidos. Su nombre
es inseparable ya de la mejor parte de nuestro teatro, y su obra esti entre lo
més importante de esa mejor parte.
Los buéspedes reales acusa una evolucién en el concepto de estructura
de Ja autora. La construccién en cuadros le da una oportunidad de ser mas
selecta en su realismo, presta al mismo tiempo una mayor flexibilidad al
esqueleto y més riqueza en los rasgos evolutivos de los caracteres.
La anécdota, en si misma, es sencilla y los personajes nos son conocidos.
Estamos ante una familia mexicana: una joven que estudia, sus padres, su
amiga, el novio con quien va a casarse. Y sin embargo, un eco antiguo y espan-
toso empieza a resonar en las voces que nos eran tan familiares; nos vamos
adentrando hacia Jas rafces de sus culpas, y la figura de Electra se trasluce
bajo la piel de Ja protagonista. Desde el principio, el tono es de un grandor
inusitado. El didlogo carece de toda trivialidad, es riguroso, elegante, se dis-
para como Iluvia de flechas. El revestimiento de la casa tiene Jadrillos y cemen-
to, pero Ia construccién es de mrmol, y se va revelando progresivamente,
hasta quedar visible con toda Ia pureza clisica de sus lineas, y a una altura
como muy raras veces recordamos que haya alcanzado nuestro drama.
El estilo es de un realismo muy depurado, en que la autora fue aislando
Jo més esencial, avanzando hacia una desnudez pura y terrible, hasta dejar
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