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HERNANDO CORTÉS

← L I M A 1, 9 8 5

“Lacorrupción hierve en Lima porque es caliente; es


pueblo grande. La suciedad aumenta cada día; nadie
limpia... Vendrá de la ociosidad, de la plata guardada,
conseguida a costa de la quemazón de todo el mundo”.

J.M.Arguedas
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Eusebio
Viki (invisible)

PRIMER EPISODIO El Zorro


Lucía
Benito
Doña Lupe
Dos hombres

SEGUNDO EPISODIO Castro


Pancorvo
Salcedo
La madre
La hija
El Flaco

TERCER EPISODIO Jeta de Oro


El Cojo Luque
Fermín Acosta
Amanda
Lucho
Doña Emérita Angulo
PRIMER EPISODIO

EL LUGAR REPRESENTA UNA FONDA O CHINGANA LIMEÑA. ES BAR PARA BORRACHOS.,


CAFE PARA TERTULIAS Y RESTORAN PARA COMIDAS. SUS PUERTAS SE ABREN A LAS SIETE Y
MEDIA DE LA MAÑANA Y SE CIERRAN A LAS ONCE DE LA NOCHE.

EUSEBIO.- (CON LA ESCOBA) (AL PUBLICO) ¿Han oído hablar de Dios? (SE RIE)
No. No me refiero al de arriba. Hablo de la que está sentada detrás
del mostrador. ¿La ven? Viki, la patrona, que todo lo gobierna a su
propio gusto. Aquí lo que se ve y parte de lo que no se ve forman el
mundo de Dios. Bueno, es un decir, ¿ya? También podría llamarla el
presidente, pero ella es más que eso, la chinacuchi (la chancha). No
ha sido elegida por voto popular. No hay quien le dé su golpe de
Estado, su contrasolazo, ni quien le haga la revolución. Ella está ahí
desde siempre. El cielo y el infierno, ella los fabricó. El día que me
bote a la calle, se me acabará el mundo ain nomás. Por aquí todos
tienen que pasar alguna vez. Vienen a alimentarse su barriga, a
rematar su día con un trago, a ver si les liga un cachuelito, a pedir
que les presten unos soles, o a sacarle la vuelta a su mujer. Todos
pasan por aquí. Los buenos y los malos, los chicos y los grandes, los
negros, los cholos y los blancos, los roscas y las mecas. Todos pasan
por la Estación Desamparados, al ladito del tren.

Los premios y los castigos fueron repartidos ya. Y allinsi rirúan, pues.
(Y me tocó la buena, dicen, pues.) Dios me dio casa, comida, ropa. Y
lo demás. Pero me saca el quilo. ¡Por mi madre! ¡Caracho, me
atiborra de sortijas, de ternos, de chalecos, de corbatas, de zapatos de
gamuza! Y me saca por las calles, me pasea los domingos por el
hipódromo de caballos. Después, por las noches, tengo que darle las
gracias a Dios, aguantarle su peso de encima. Yo era bien cojudo
cuando chico. Pensaba que el mundo se había hecho para mí. Ampi
ina ñuja carani. (Como un tonto pensaba yo) ¡Caracho! Ahora aquí
está el mundo, pues. Y esto es lo que me tocó. A veces, me dan ganas
de pegarme mi escapadita, más que sea, para ver cómo será andar
solo. Sin que la china Viky me peñizque el brazo cuando pasa una
paloma. Que ni me importan nada. Igualitas de putas son todititas. Te
mandan que les hagas cosas.

¡Caracho! Me dan ganas de irme con mi piedra a romper los vidrios


de las tiendas, o a meterle su patada al policía y que me metan preso.
A ver, pues, cómo es la libertad. La de no tener nada que hacer, de no
depender de nadies, de rascarme mi barriga, sin mujeres que me
estorben, sin vivir miedoso de susto, que es como viven los
acomedidos. ¿Porque saben ustedes lo terrible que resulta cruzar la
pista sin permiso? Irse libre por ain como un hijo del demonio, como
un supaypawawan, y quién lo puede ser cuando Dios te está mirando
en todas partes donde estés. Te mira y sabe lo que estás pensando y
lo que vas hacer. Tendrías que ser otro distinto del que fuistes, del
que has sido. Y, en ese caso, ya estarías hace años caminando otros
caminos y no aguantándote esta vida de sonrisas, de sí señor, de a sus
órdenes señor, de te quiero mi amor, de me siento feliz, cuando uno
está con ganas de sacarles la mugre a todos, empezando por el
mismísimo Dios. Mejor me callo, ¿ya? , y me escondo mis opiniones
no vaya a ser que la gorda me esté escuchando...
VIKY.- ¡Eusebio!
EUSEBIO.- ¿Ven? ¿No les dije’ Ain estaba la bandida. ¡Voy! Con permiso.

MUTIS RAPIDO.

EL ZORRO.- Buenos días. Llegó el tren. Aquí está “El Zorro”. Buenos días, doña
Viky. ¡Qué tal, pata carreta! (POR EUSEBIO) Llegó el tren de sierra.
Muchachos, a sentarse. (LA PAREJA ENTRA APENAS. EL ZORRO SE
ACERCA A UNA MESA Y ACOMODA LAS SILLAS PARA QUE SE SIENTEN.
SE ASOMA EUSEBIO.) ¡Un desayuno con chicharrones y camote! Y
para mí, una cervantes bien helada.
LUCIA.- (MIRANDO A SU MARIDO) Café con leche, mejor.
EL ZORRO.- En Lima hay que alimentarse, papearse fuerte pa’ que el diablo no les
jale de las patas. Este clima te chapa de la caja y te voltea, te da un
zamacón y te envuelve con la tisis como si te pusiera una chalina.
Lucía Avelina eres tú. ¿Y tú?
BENITO.- Benito Mayurí.
EL ZORRO.- ¿De Jauja?
BENITO.- De Tarma.
EL ZORRO.- De Tarma.
LUCIA.- Del mismo monte somos, pues.
EL ZORRO.- ¿Y cuántos años tienes?
LUCIA.- Voy a cumplir los dieciséis.
EL ZORRO.- ¿Y la chica que está cuidando a tu chamaco? ¿Se va a quedar con
ustedes? ¿Cuántos años tienes?
LUCIA.- Once, pues, de seguro. Su hermana de él es.
EL ZORRO.- Y tu chamaco, ¿cuántos años tiene?
LUCIA.- Tresito nomás.
EL ZORRO.- (PALMEANDO A BENITO EN LA ESPALDA) Te la tiraste a los trece, ¿no?
¡Pendejo!
LUCIA.- Estoy preñada ahora yo.
BENITO.- Dos guaguas perdió.
LUCIA.- En mi barriga se me fueron.
EL ZORRO.- Tú no descansas, paisa. (SE RIE) Bueno, ustedes han venido a trabajar
y ahora tienen que meter duro el hombro porque no hay eso de la
mala suerte en la vida. Si luchan, el mundo se lo meten al bolsillo. Yo
le tengo fe a la gente de jauja.
BENITO.- De Tarma.
EL ZORRO.- A la gente de Tarma y de toda la sierra. Porque soy paisano.
LUCIA.- ¿Ah, si? ¿De dónde pues eres, señor, ah?
EL ZORRO.- Yo soy de Tarma.
LUCIA.- (A BENITO) Llaja masinchicsi chaynatan nim. (Paisano dice que es)
EL ZORRO.- Llevo ya diez años en Lima. Ayudando a mis paisanos. ¿Tienen
ustedes parientes acá?
BENITO.- No tenemos.
EL ZORRO.- ¿Y amigos?
BENITO.- Tampoco. Nadies pues conocemos.
EL ZORRO.- ¡Mejor! Si no conocen a nadies acá, a la vuelta de la esquina nomás
puede aparecérseles el asaltante que mete la mano en su bolsillo y
hace como que tiene una pistola, y grita:

ESTO VA MIMADO ENTRE LOS TRES.

¡Levántensen! !Rápido, carajo! ¡Los dos! ¡Tú también! ¡Rápido!


¡Saquen su plata! ¡El atadito, pronto! (SE SIENTA) Y los deja calatos.
Les roba hasta el calzón. ¡Así es acá! Por eso la llaman Lima, la
horrible. La ciudad que te chupa la sangre, que no te deja hueso sano.
Lima, la horrible.
LUCIA.- ¿Y qué hay que hacer, pues, ah?
EL ZORRO.- ¿Adónde van a ir a dormir esta noche?
LUCIA.- ¡Cómo será, pues!
EL ZORRO.- Yo les voy a conseguir alojamiento.

ELLOS SE RIEN. LLEGA EUSEBIO CON EL PEDIDO, LO ENTREGA Y SE VA.

EL ZORRO.- ¡Sírvanse! Los veo tirando piocha, abriendo el surco en la puna fría,
con una temperatura de la puta madre, plantando la semilla. Y al
final, ¿para qué? ¡Sírvanse! (YA ESTAN COMIENDO. SE AGACHA A
RECOGER ALGO.) ¿Qué mierda es esto? ¡Cacanusa, pura cacanusa!
Tiraron cintura como dos meses y ahí tienen el resultado. La tierrita
era de ustedes, ¿no es cierto? ¿Pero qué paso la última vez que
fueron donde el facineroso de la tienda?
BENITO.- De propiedad nuestra era, pues.
EL ZORRO.- Y la vendieron.
LUCIA.- Mucha deuda.
EL ZORRO.- El facineroso de la tienda se aprovechó. Sacó su libretita. Se puso sus
anteojos, un vidrio roto, pegada la montura con su “espaladrapo”.
Miró y remiró su libro, arroz y querosén, jabón, sal y afrecho y corte
de tela. ¿No? Hace sus cuentas en su gran libro negro. me debes
tanto y tanto. Pagan ¡o les corto el fiado! Pero si a principios de mes
ya te pagamos, pues. Abre su enorme librazo negro. no veo. Aquí no
veo nada de eso. ¡Y zuácate! Te volteas a mirar al Benito. ¿Qué se
hace pues, papay? Ya no comemos los domingos más que una vez al
día. Encima hay que trabajar para el tendero este de mierda. Así no
puede crecer la guagua. Yo te dije, Avelinacha, que hay que irse pa’
Lima. Cuántos se han ido ya y les ha ido bien. ¿Por qué a nosotros
no, ah? Mira que el Casimiro nos quiere comprar hace tiempo la
chacrita. Pero ¿y mis muertos? Avelinacha, no es tan malo irse pa’
Lima. Acá ya no podemos vivir. Dicen que allá hay calles con
muchas tiendas y muchos carros. Ella llora y llora. Luz eléctrica hay
allá, pues. Y casas con pisos de madera. ¡Pisos de madera! Y unos
cuartos que se llaman los baños. ¡Los baños! Y en unas tazas grandes
hace tus meadas y tus cagadas. Y después te limpias tu poto con un
papel. Ella llora y llora. En el colchón echada escuchas en el radio
“La Voz de Jauja”
BENITO.- De Tarma.
EL ZORRO.- “La Voz de Tarma”. Y tus colchones donde duermes son gordos.
LUCIA.- (A BENITO) Weray weras cancu . (Gordos dice que son.)
EL ZORRO.- Quiero pasearme en carro, le dices al Benito. Por todas partes te
pasearás en carro, contesta él. Y nos pararemos a mirar las vitrinas de
las tiendas y atisbaremos en los restaurantes de las comidas que hay.
Avelinacha, deja ya de llorar. Y ella se suena su nariz con su pañuelo.
Vamos a cargar nuestros bultos, vamos a llorar dos lagrimitas más y
al tren. Y ella canta. Y tú cantas. Y todos cantamos.
BENITO.- Llapanchiq takisunchiq. (Todos cantamos.)
LUCIA.- Ari, llapanchiq takisunchiq. (Sí, todos cantamos.) (UNA RISA
BURLONA)
EL ZORRO.- Pero vamos contentos porque el futuro ya es nuestro, mamay. Los
dos contentos hasta que el tren para en la Estación Desamparados.
(ALZA SU VASO DE CERVEZA Y CANTA)
En su frente limpia, calma,
veo la ceñida palma
que se da a los vencedores,
el premio a los ganadores.
¡Adelante, sin flaqueza!
Lima aguarda su victoria.
Bien en alto la cabeza.
A quien lucha, ¡triunfo y gloria!
(Y SE EMBOCA UN TRAGO)
LUCIA.- Suma sumac rimaysapan. (Hablador bonito es.)
BENITO.- ¿Qué más conoces tú, ah?
EL ZORRO.- ¡Todo! ¡El Zorro lo sabe todo! Trabajo busco. No. Aquí no hay.
Andate para arriba del cerro. Caminas hasta arriba. No, nada, cholito.
Aquí no cabe un pericote más. Vuelta a andar. Caminas y caminas un
día, dos, tres... Mientras, ¿dónde duermes, ah? Ella y tu guagua están
alojadas en hotel. Y te están sacando la sangre en ese hotel.
(ZAMAQUEANDOLO FUERTE) ¡Te van a dejar sin nada! Ahorraste tu
platita ¿para que te la robasen en Lima?

ACOMODA SILLAS Y ARRIMA MESAS.

EUSEBIO.- Con permiso, don Zorro, yo le ayudo. Para eso estamos. (AL
PUBLICO) Cuando Dios no me mira, hago de las mías.
ENTRE LOS DOS FORMAN CALLES CON LOS MUEBLES.

EL ZORRO.- ¡Tacora Motors! Entre el mercado de los mayoristas y el hospital de


los pobres. (EMPUJA AL MUCHACHO POR MITAD DE LA CALLE) (EL
MUCHACHO RIE) (LUCIA OBSERVA DESCONCERTADA) (A CADA FRASE,
UN EMPUJON.) ¡Los ropavejeros! ¡Los muebleros! ¡Los fierreros!
¡Los gasfiteros! ¡Los pieceros! ¡Los repuesteros! ¡Los zapateros!
¡Los peluqueros! ¡Los pordioseros! ¡Los rateros! ¡Y te secas tu sudor
que te corre por la frente! ¡Y te derrumbas por el suelo! (LO OBLIGA A
ELLO. EL SE DEJA HACER.) (DE PIE) ¿Cuáles datos te dieron? Fallos,
¿no? ¡Todos los datos fallos! Nadie te da chamba. ¡Arriba, entonces!
¡Ya! ¡Arriba! ¡Ya! ¡Ya! (LO HA ALZADO. LE HA TIRADO DE LA
MANGA, ADELANTE Y ATRAS, A IZQUIERDA Y DERECHA. EL
MUCHACHO YA NO SABE SI REIRSE. LUCIA ESTA DE PIE, TENSA.)
(JALON A CADA PALABRA) ¡Maletas, libros, camisas, medias,
chompas, faldas, relojes, radios, bicicletas, cocinas, televisores!
(LLEGA SIN ALIENTO Y ASPIRA CON UN RESUELLO EL AIRE QUE LE
FALTA. UN VIOLENTO EMPUJON A BENITO. SE SECA LA
TRANSPIRACIÓN Y SE ZAMPA OTRO TRAGO DE CERVEZA. BENITO HA
CAIDO EN BRAZOS DE SU MUJER.)

DOÑA LUPE SANTOS, PUESTA EN JARRAS, HA OBSERVADO LA ESCENA. AHORA SE APROXIMA


AL GRUPO.

EL ZORRO.- ¡Doña Lupe! ¡Buenos días!


DOÑA LUPE.- (A BENITO) ¡Ven acá, muchacho! (AL ZORRO) ¿Qué te pasa, Poma?
¡Me estás maltratando la mercadería!
EL ZORRO.- (INFANTIL)! No, señora. Usted sabe. Estábamos jugando.
DOÑA LUPE.- No me gustan esos juegos. ¡Ven, siéntate aquí, hijito! ¡Ven! (LE
LEVANTA LA BARBILLA Y CANTA)
En tu frente limpia, calma,
veo la ceñida palma
que se da a los vencedores,
el premio a los ganadores.
¡Adelante, sin flaqueza!
Lima aguarda tu victoria
¡Bien en alto la cabeza!
A quien lucha, ¡triunfo y gloria!
¿Es ésta tu conviviente?
LUCIA.- Su esposa soy, señora. El tayta cura nos casó.
DOÑA LUPE.- ¿Cuántos ñaños tienes?
LUCIA.- Uno en la puerta y otro en mi barriga.
BENITO.- Está también su cuñada ain fuera.
DOÑA LUPE.- ¡Eusebio!
EUSEBIO.- ¿Señora...?
DOÑA LUPE.- Prepárate dos panes con asado para esos chicos que están en la puerta
y llévaselos volando.
EUSEBIO.- Sí, señora.
DOÑA LUPE.- Bien animal eres, Poma. No se trata a la gente así momás. Explícales
– pero tranquilo, ¿ya? – de qué se vive en el negocio.
EL ZORRO.- ¿Qué sabes hacer tú? Doña Lupe Santos te va a conseguir el merco,
¿entiendes?, pero, ¿qué sabes hacer, ah?
BENITO.- (A LUCIA) Imala nyta munan. (Qué quiere decirme.)
EL ZORRO.- ¿Entiendes de automóviles? ¿De cañerías de agua? ¿De radios
transistores?¿De bicicletas con tracción delantera?
BENITO.- Puedo aprender, pues.
EL ZORRO.- ¿Sabes confeccionar zapatos?
BENITO.- Puedo aprender, pues.
EL ZORRO.- ¿Componer cocinas a gas?
LUCIA.- Yo puedo pues lavar la ropa.
DOÑA LUPE.- ¿Cuánta plata han traído?
LUCIA.- ¿Cuánto será, pues?

DOÑA LUPE HACE UNA SEÑA AL ZORRO. ESTE EMPIEZA A MONTAR SILLAS SOBRE MESAS
HASTA LEVANTAR UNA TORRE.

EL ZORRO.- Doña Lupe Santos es comadre generosa. Se ha entregado en cuerpo y


alma a ayudar a sus paisanos. Compró un terreno grande y, en lugar
de ocuparlo sola, dividió su parcela en muchas partes para darles a
cada uno la casa propia que necesita para vivir. El primer piso. El
segundo piso. El tercero. Y aquí está el cuarto. Cinco metros
cuadrados por familia. Que se convierten en veinte porque suben
hasta el cielo. La comadre se siente feliz deambulando entre ellos
como la gallina entre sus polluelos, protegiéndolos de la miseria y
defendiéndolos del robo, los municipios y la policía. Esta es tu casa.
Ven, sube, Avelinacha. (LA TOMA DE LA MANO. ELLA TREPA.)

APARECE EUSEBIO, AGITADO, VINIENDO DE LA CALLE. MIRA DETRAS DEL MOSTRADOR. Y


VIENE AL PROSCENIO.
EUSEBIO.- ¡Un momento! ¡Paren eso! Como Dios está distraído, voy a
aprovecharme un poco. Un obrero está por entrar en este mundo.
Viene para acá de frente. Estoy seguro. Pero ¿para qué? Ni hablar de
que venga a tomarse un café. Ni a leer el periódico. A lo mejor viene
a verse con otro. Habrá que averiguarlo, ¿no? ¡Aquí está! ¡Chitón!
(DE LA CALLE VIENE UN HOMBRE QUE SE ACERCA A UNA DE LAS
MESAS Y SE SIENTA. EUSEBIO BAJA LA VOZ.) ¿Han visto el paquete
que lleva bajo el brazo? (EL HOMBRE GOLPEA LAS MANOS) Con
permiso.
BENITO.- ¿Y cuánto costaría eso, ah?
DOÑA LUPE.- Nada. Nada. Es de ustedes.
LUCIA.- Pero no hay corral para las gallinas. No hay.
EL ZORRO.- Tienen un cuarto en el primero, un cuarto en el segundo, un cuarto en
el tercero y un cuarto en el cuarto.
DOÑA LUPE.- Tienen el corralón. Ahí pueden tener sus animales.
LUCIA.- No hay luz.
EL ZORRO.- Es un cuarto enorme. ¡Cinco metros cuadrados!
LUCIA.- (BAJANDO DE LAS MESAS) No hay luz.
EL ZORRO.- (A DOÑA LUPE) ¡Apenas han llegado y ya quieren tener luz!
DOÑA LUPE.- (HABLANDO CON SUAVIDAD) No han enseñado la plata. Quieren un
cuarto con luz, baño propio y gallinero, y no han enseñado la plata.
Eso no está bien. Poma, cuéntales cómo te fue cuando recién
bajastes.
EL ZORRO.- ¡Carajo! ¿Acaso ustedes tienen luz en jauja?
BENITO.- En Tarma.
EL ZORRO.- ... en Tarma?
LUCIA.- Tenemos querosén.
EL ZORRO.- ¡Ah, sí, claro! Su lámpara de querosén. Aquí tendrán igual.
DOÑA LUPE.- ¡Ya, Poma, sin vainas, háblales de tu viaje!
EL ZORRO.- (TOMA UN TRAGO PRIMERO) Llegué a Lima sin un cobre. Una mano
atrás y otra delante. ¿Cuánto trajeron ustedes?
BENITO.- ¿Cuánto será, pues?
EL ZORRO.- Así llegué yo. Expuesto a todos los peligros. ¿Cuánto tendría en mi
bolsillo, ah? Nada sabían los hampones. Pero me esperaban, me
miraban, me seguían. Nadies puede bajar de la tierra sin tener sus
ahorros en su pañuelo bien ataditos. ¿No es verdad? (FUERTE A LA
CHICA) ¿Ah? (ZAMAQUEANDOLA) ¿Ah?
LUCIA.- Sí, pues. Eso pensaban los bandidos, caracho.
EL ZORRO.- ¡Y tenían razón! Yo caminaba por las calles sin rumbo fijo. ¿Adónde
podía dirigirme? Buscaba una mano amiga que me librase de esos
bandidos. De repente, ¡auuu!, un tipo se me vino encima y ni tiempo
me dio de reaccionar.
(AGARRA AL HOMBRE CON DOS CACHETADAS, IZQUIERDA Y
DERECHA. LO TIRA AL SUELO. LO PALPA. LE REBUSCA EN LOS
BOLSILLOS. LUCIA TRATA DE INTERVENIR. DOÑA LUPE LA RETIENE,
SUJETANDOLA DE LAS MUÑECAS. EL ZORRO SE YERGUE. DOÑA LUPE
SUELTA A LA CHICA, Y LA PRENDE EL ZORRO.)
¡No podían encontrarme nada! ¿Adónde tendría escondidos esos
billetes? ¿El pañuelo atadito?
(LA SUELTA) (ELLA SE AGACHA A AYUDAR A SU HOMBRE A
LEVANTARSE. EL ZORRO ENTONCES LA COGE DEL BRAZO POR LA
ESPALDA Y SE LO TUERCE. LA OTRA MANO CACHEA ENTRE LAS
FALDAS.)
¡Me chaparon así y me doblaron el brazo!
(DOÑA LUPE HA PUESTO UN PIE SOBRE EL CUERPO DEL CHICO)

DOÑA LUPE (CANTANDO) ¡Adelante, sin flaqueza!


Y EL ZORRO.- Lima aguarda la victoria.
¡Bien en alto la cabeza!
A quien lucha, ¡triunfo y gloria!
EUSEBIO.- ¡Un momento, un momento! ¡Paren eso! Llegó el camarada.

(ENTRA UN HOMBRE Y SE ACERCA A LA MESA OCUPADA POR EL


ANTERIOR)
Esta sí es la violencia de verdad. Más que no parezca. A estos
muchachos les están haciendo comprender dónde van a vivir de
ahora en adelante. Un empujón más o menos, unas cachetadas para
que se acostumbren, no es cosa seria. Pero estos otros organizan la
violencia, ponen bombas, asaltan bancos, asesinan a hombres
importantes, incitan a la gente a sublevarse y siembran el desorden y
la inseguridad. Ahora mismo puede ser que nada más escriban sus
panfletos. ¿Vieron el paquete? ¡Quién sabe sean volantes peligrosos!
Nada más hacen ellos por ahora, ¿ya? ¿Pero después? ¿Ah? ¿Dentro
de unos años? ¿Adónde puede terminar todo esto? A cambiarlo todo,
más que seguro. A ponerlo todo patas arriba. ¡A organizar la
revolución! (SE RIE DESPACITO) Pero qué escandalosos que somos,
¿no? ¿Por qué tenemos que meter candela, ah? Todo es que estemos
dejados de la mano de Dios, digo que Dios esté ocupado en sus
cosas, y ya estamos organizando el mundo, ¿no? A lo mejor, éste que
llegó ahorita sólo desea pedirle a su compañero sus apuntes de
Física, ¿ya? O pudiera ser, pues, también que el paquete contenga
ropita usada de venderla. ¿Quién sabe cómo serán las cosas, no?
Tendríamos que escuchar lo que hablan. O dejarlo ain nomás. Porque
así es la vida, después de todo. Ni oyéndolos vamos a saber. Muchas
veces no nos enteramos siquiera de lo que ocurre a nuestros
alrededor de nosotros, más que sea terrible. En cambio, otras veces
todo lo sabemos pero no podemos hacer nada por cambiarlo. Y
entonces payaseamos. Cómo es, ¿no?

DOÑA LUPE LE QUITA EL PIE AL HOMBRE. EL ZORRO SUELTA A LA CHICA.

DOÑA LUPE.- Bueno, en resumen, ¿adónde esconden la plata que trajeron, ah?
EL ZORRO.- (GUIÑANDOLE UN OJO AL MATRIMONIO) No trajeron nada, doña
Lupe. Mejor va a ser ayudarlos por adelantado. Déjemelos a mí
nomás.
DOÑA LUPE.- Bien, yo me voy. Arréglalo a tu modo.
EL ZORRO.- (AL MATRIMONIO) Regreso. En algún hueco tienen que tenerlo, doña
Lupe. No puede haberse evaporado como humo de cigarro.

YA HAN SALIDO LOS DOS.

EUSEBIO.- Y ahora viene lo más mejor, seguro. Verán.


BENITO.- Kaycunata oqarisum. (Recojamos nuestras cosas.)
LUCIA.- Ari, qacuchiq pasacusun manark cutimuchkaptin. (Sí, vámonos antes
de que regrese.)

LOS MUCHACHOS RECOGEN SUS COSAS.

LUCIA.- (A EUSEBIO) Paga el señor Zorro...


BENITO.- (IDEM) ... ¿ya?

SALEN. EUSEBIO RIE ENTRE DIENTES Y CANTURREA MIENTRAS RECOGE EL SERVICIO.

EL ZORRO.- (VOLVIENDO DE LA CALLE) ¿Qué pasa? ¿Dónde están?


EUSEBIO.- Esta vez pagará usted, don Zorrito. Se hicieron humo sus clientes.

OSCURIDAD
SEGUNDO EPISODIO

SE ESCUCHA LAS VOCES DE DOS BORRACHOS, CANTANDO: “!VENID, DANCEMOS LA DANZA/


DE BACO, Y CON EL ALCOHOL / PONGAMOS EBRIO AL BEMOL / LA CORCHEA Y SEMIFUSA,/ QUE
BORRACHA ESTA MI MUSA / Y BEODO GIRA EL SOL !” AHORA SE PUEDE VER A LOS DOS
BORRACHOS, MUY BEBIDOS, VASO EN LA CABEZA Y BOTELLA EN LA MANO, RECORRIENDO
LA CHINGANA. SON GENTE BIEN VESTIDA, DE CORBATA. LOS SACOS SE ENCUENTRAN EN
LAS SILLAS.

EUSEBIO.- (AL PUBLICO) ¡Paren todo! Aquí el que manda soy yo. Y organizo y
pronostico. Siempre a sus espaldas de Dios, por supuesto. Está
entrando un señor con su maletín bien agarrado entre sus manos.
Tiende su vista a todas partes como buscando a alguien. Está agitado,
inquieto, el hombre, y miedoso también. Ahí mismo descubre a los
borrachos, y tiene un gesto de fastidio. A lo mejor, pensó pasar
desapercibido, pero no puede. ¡Caray, el destino lo fregó! ¡Que
vaina!
CASTRO.- ¡Salcedo!
EUSEBIO.- Salcedo se hace el desentendido. ¿Ven?
CASTRO.- ¿Ese no es Salcedo?
PANCORVO.- ¡Por supuesto que es Salcedo! ¡Salcedo, hermano!
EUSEBIO.- Salcedo no tiene más remedio que sonreir, el pobre.
PANCORVO.- ¡Qué gusto de verte, hermano!
EUSEBIO.- Salcedo no suelta su maletín. ¿Se fijan? El está en otra cosa. Tal vez
un negocio que le va a reportar muchos miles. Ellos, en cambio,
están en su “sabadito, camisa limpia y polvito”. Divertidos,
chupaditos, libres de toda obligación. Y por eso cantan. Ahora
pretenden joderle el plan al señor. Es choque de intereses que dicen.
Cada uno lo suyo. ¿Y quién podrá con quién? Ahí esta la cosa.
Veamos un poco. Con permiso.
SALCEDO.- Cómo estás, colorao.
PANCORVO.- ¡Se acordó! ¡Ja, ja, ja! ¡El colorao Pancorvo! ¡Se acordó!
CASTRO.- Enseguida te reconocí, compadre, a pesar de los años. Soy Efraín
Castro, ¿no te acuerdas?
SALCEDO.- El careburro.
CASTRO.- ¿Cómo estás? (Y LO ABRAZA)
SALCEDO.- Bien, muy bien.
CASTRO.- ¿Esperas a alguien? ¡Ven con nosotros!
SALCEDO.- No puedo. He quedado aquí con un amigo.
PANCORVO.- ¡Espéralo, claro! ¡Vamos a tomarnos unos tragos!
SALCEDO.- Me van a disculpar, pero...
PANCORVO.- ¡Estás igualito, hermano!
CASTRO.- ¡Nada has cambiado!
SALCEDO.- Flaco tal vez.
PANCORVO.- ¡La buena vida! (RIEN LOS BORRACHOS)
CASTRO.- (ALCANZaNDOLE UN VASO) ¡Salud!
LOS TRES.- ¡Salud! (BEBEN)
SALCEDO.- (DESPUES DE UNA PAUSA EN QUE NADA DICEN) ¿Y el flaco
Huascarán? ¿Sigue en la oficina?
CASTRO.- Sigue. Más alto que nunca el cojudazo.
SALCEDO.- ¿Engordó?
CASTRO.- ¡Al contrario! ¡Ahora los ternos le quedan como nubes!
PANCORVO.- ¡Y la nieve eterna le salpica hasta los codos! (RISAS)
BEBEN.

PANCORVO.- Salcedo, hermano, queremos saber cómo te fue en el mundo


financiero. ¡Cuéntanos!
CASTRO.- ¡Cómo le va a ir, hombre! ¡No hay más que verlo! ¡Qué ternada!
SALCEDO.- (ANIMANDOSE) Bueno, no me ha ido mal... después de todo. Soy el
dueño de un cinema.
CASTRO.- Dentro de la sociedad de desarrollo, el hombre que logra abrirse
camino por su propio esfuerzo.
PANCORVO.- Mientras nosotros estamos arrinconados en las oficinas del Estado.
Teniendo que luchar por unos ridículos mendrugos, chupándoles las
medias a los jefes, obteniendo indulgencias de los dirigentes del
sindicato. ¡Ah, qué vida de miseria!
CASTRO.- La audacia se premia con dinero en esta vida, Pancorvo. Y el
triunfador es el hombre fuerte. . ¡Yo te admiro, hermano!
SALCEDO.- (IMPORTANTE) ¡Bueno...! ¡No es tan difícil la vida! ¡Después de
todo! Yo recuerdo a veces con cariño los años de Correos. ¡Con
nostalgia!
PANCORVO.- ¡No, no! ¡Cómo puedes decir eso, hermano!
SALCEDO.- ¡Envidio la tranquilidad! ¡La rutina! Uno descansa en la rutina.
PANCORVO.- ¡Hay que aguantar al mandón! ¿Te parece poco?
SALCEDO.- ¡Washington Llerena! ¡El retaco de las gafas negras! Tenía un Dodge
enorme, ¿no? ¡Un desgraciado!
PANCORVO.- ¡Lo despidieron! ¡Hace un año!
CASTRO.- ¡Lo agarraron con las manos en la masa!
PANCORVO.- En la maletera de su Dodge le encontraron un arsenal de revistas
pornográficas. ¡Alegó que las llevaba al incinerador!
SALCEDO.- ¡Qué pendejo! (RIEN)
BEBEN.

CASTRO.- En los tiempos actuales, al hombre se le valora por la plata. ¡Nunca


por la categoría! Nosotros somos empleados públicos. Vale decir,
usados, utilizados, ¡empleados!
PANCORVO.- Castro, estás atentando contra tu propia condición, careburro.
CASTRO.- ¡Estoy defendiéndola, huevón de mierda! ¡Un ministro también es un
empleado público!
SALCEDO.- Castro quiere decir que ustedes no son obreros, y que la sociedad
debe tratarlos con respeto.
CASTRO.- ¡Hay categorías! ¡Se nos exige que nos presentemos elegantes!
¡Provenimos de familias de la gente bien! ¡Hemos estudiado en
colegios caros! ¡Hay categorías! Un obrero sólo tiene que cumplir
con su trabajo, no importa cómo esté vestido, cómo hable, si es
educado o es patán. Ni siquiera perdió su tiempo en estudiar la
Media. ¡Por último, ni siquiera tiene que ser blanco!
PANCORVO.- ¡Eres un fascista, Castro!
CASTRO.- ¿Fascista?
PANCORVO.- Crees en el hombre fuerte. ¡Y menosprecias al hombre social!
CASTRO.- ¡No me jodas, colorao! ¡Tú sí que eres un fascista! ¡Inscrito en las
falanges del Aprismo! Hasta eres amigo personal de Prialé
PANCORVO.- Desde el año 30, el Aprismo fue el partido que encarnó la
democracia.
CASTRO.- ¿Otra vez el discurso político, Pancorvo? ¡Cambia de disco, colorao!
PANCORVO.- Yo dignifico la condición del empleado; no la subestimo, como tú. El
empleado tiene un lugar importante en la sociedad y tiene una
misión: dirigir, organizar, resolver, mandar.
CASTRO.- (IRONICO) ¡Eso es justamente lo que no podemos hacer los
empleados del Correo! ¡Ni organizar, ni resolver, ni dirigir! La
prueba palpable es la situación del sindicato. ¡Una buena mierda!
PANCORVO.- ¡Tenemos troskistas infiltrados!
CASTRO.- Mientras no cambie la mentalidad de los peruanos, los sindicatos no
prosperarán. En cambio, ¡el sindicalismo americano! ¡El
sindicalismo inglés! ¡Ah, caramba! Tenemos la herencia de los
españoles. . En nuestro país, ninguna forma de acción social podrá
tener éxito.
SALCEDO.- ¡En ningún país! El hombre tiende cada vez más a la forma de acción
individual. El hombre solo es el que triunfa. La forma colectiva
exigiría la disciplina del soldado. ¡Y nunca!
EUSEBIO.- Con permiso. Van a entrar aquí viniendo de la calle, dos mujeres
pordioseritas que se van a acercar a la mesa de los bebedores.
LA HIJA.- (A SU MADRE) Sumac runacuna kayri, Kachkan (Unos señores
simpáticos hay allá.)
MADRE.- Paycunata mañay. (Pídeles a ellos.)
HIJA.- (A SALCEDO) Una limosna, señorcito. Para que coma mi máma.
SALCEDO.- No molestes. Yo he defendido siempre la tranquilidad de mi vida. Y
lo que eso significa: Casa propia, automóvil, hijos, ¡riquezas!
HIJA.- Manachus ina huyariwanchu. (No me ha oído, seguro.)
MADRE.- Kaklla niy. (Repítele, entonces.)
HIJA.- No comemos desde ayer, tayta.
SALCEDO.- En un libro hallé un día una divisa y me la apropié. “O encuentro
camino, o me lo abro” . (ABRE SU MALETIN Y SACA UN ESTUCHE
DENTRO DEL CUAL HAY UNA PULSERA DE ORO LABRADA, DE ESTILO
INCAICO Y DE MUCHO PESO) Ella guía mi fortuna. Mañana es el
cumpleaños de mi esposa. (PONE EN SU MANO LA PULSERA Y LA
MUESTRA A SUS AMIGOS) ¡Un pequeño regalo!
HIJA.- Alguito, señor, para que ella coma, pues.
SALCEDO.- (ASUSTADO GUARDA LA PULSERA Y CIERRA EL MALETIN) ¡Carajo,
cholas de mierda! ¿Por qué piden limosna, ah? No se pide limosna,
¡nunca! ¡Es denigrante! Si quieren comer, trabajen. Tú y tu mamá
son gente joven, fuerte. Pueden hacer muchas cosas.
HIJA.- No hay trabajo, taytita.
SALCEDO.- Cualquiera les puede dar trabajo. ¿Qué sabes hacer?
HIJA.- Dime, pues, señor. Lo que quieras.
SALCEDO.- ¡Yo te puedo dar trabajo! (A SUS AMIGOS) Estas cholas bajan de la
Sierra y creen que en Lima se vive de balde. Tu mamá, ¿qué puede
hacer?
HIJA.- Mi máma es ciega, señorcito.
SALCEDO.- ¿Ciega? ¿Qué quieres decir?
HIJA.- No puede ver, pues, tayta.
SALCEDO.- Así que tu mama no puede ver, ¿no? ¡No me digas! ¿Y cómo
entonces se tropieza con las sillas? ¿Ah? ¡Los ciegos nunca se
tropiezan! ¡Eso lo sabe todo el mundo! (A SUS AMIGOS) ¡A mí me
quieren cojudear! (A LA CHICA) ¡Anda! ¡Lárgate y no friegues más!
HIJA.- Danos algo, señor.
SALCEDO.- ¡Lárgate o pierdo la paciencia! ¡Mozo!
CASTRO.- ¡No, no! ¡Que no se vayan!
PANCORVO.- ¡Cómo, careburro! ¿Te dio ahora por las cholas?
CASTRO.- ¡No jodas, carajo! Putañero, todo lo que quieras. ¿Cholero? ¡Ni de a
vainas! ¡Me dan asco!
SALCEDO.- Entonces, ¿qué quieres?
CASTRO.- Se me ha ocurrido un juego cojonudo. ¿No están pidiendo plata?
¡Pues vamos a darles plata! ¡Pero tienen que ganársela!
¿Comprenden? ¡Carrera de obstáculos! Cada caída de la vieja, ¡un
premio! ¿Ah? ¿Qué tal? ¡Tutuma, hermanos!
PANCORVO.- ¡Qué bestia! ¡Extraordinario! ¡Claro! ¡Que pruebe que no ve, a ver!
¡Una limosna por caída!
SALCEDO.- (A LA HIJA) ¡Oye, tú! ¡Ayuda a colocar sillas!
EUSEBIO.- (A SALCEDO) Con su permiso, señor. También yo ayudo. (A LA
CHICA) Ñuja yanapasqaiki. (Yo te voy a ayudar)

LOS DOS ACOMODAN SILLAS. LOS BORRACHOS RIEN CON LA BROMA Y BEBEN.

SALCEDO.- Ahora retírense. Dejen sola a la vieja.


PANCORVO.- Si cae a la derecha, ¡paga Castro! Si cae a la izquierda, ¡paga
Salcedo! Y si cae adelante, ¡pago yo!
SALCEDO.- ¡Vamos, viejita! ¡Gánate tus cobres!

LA SEÑORA AVANZA Y CAE.

LA MADRE.- ¡Akakau! (¡Qué dolor!)


HIJA.- ¿Allinchu kachkanki? (¿Estás bien?)
CASTRO.- ¡Cayó hacia adelante!
PANCORVO.- ¿Estás cojudo? ¡Cayó hacia la izquierda!
CASTRO.- ¡No me digas! ¡Estás más ciego que la vieja!
SALCEDO.- ¿Qué cosa? ¡Están ciegos los dos! ¡Cayó a la derecha!
CASTRO.- ¡Adelante!
PANCORVO.- ¡A la izquierda!
SALCEDO.- ¡A la derecha!
CASTRO.- ¡Hacia adelante!
PANCORVO.- ¡A la izquierda!
SALCEDO.- ¡Se acabó, señores! ¡Este juego es una reverenda chambonada!
¡Salud!

BEBEN, DESPUES MARCHAN CON VASOS Y BOTELLAS. SALCEDO SE SUBE EL SACO HASTA
CUBRIRSE LA CABEZA Y SOBRE ELLA COLOCA UN VASO LLENO. LLEVA UNA BOTELLA EN
CADA MANO.

EUSEBIO AYUDA A LAS MUJERES Y LUEGO LAS ACOMPAÑA.

EUSEBIO.- Qamuychiq kayman. Ka. (Les da dinero.) Puncukama qankunawan


rizak. (Vengan por aquí. Tomen. Las acompaño hasta la puerta.)
LOS BORRACHOS.- (CANTANDO) “Venid, dancemos la danza
de Baco, y con el alcohol
pongamos ebrio al bemol,
la corchea y semifusa,
que borracha está mi musa
y beodo gira el sol”.
SALCEDO.- (AL TERMINO DEL CANTO) ¡Viva la clase media y sus conspícuos
representantes! ¡Banderas en alto! ¡Arriba Perú! (SUS AMIGOS
REPITEN EL FINAL. LOS TRES RIEN A MANDIBULA BATIENTE. SE
SIENTAN.)
SALCEDO.- Como si fuera ayer. Ni un día ha pasado.
PANCORVO.- Pero pasó, hermano. ¡Muchas cosas pasaron! ¡Castro, por ejemplo,
celebró matrimonio!
CASTRO.- Y ahora tengo tres huevoncitos.
SALCEDO.- ¡Pero sigues burdeleando, seguro!

CARCAJADA GENERAL.

CASTRO.- Me gustan las putas, hermano, qué le voy a hacer.


SALCEDO.- ¡Y agarraste otra purgación, seguro!

NUEVAS RISAS.

CASTRO.- No, hermano, eso se acabó. Ahora tengo que cuidarme.

NUEVAS RISAS.

SALCEDO.- Es que hay que ver a qué clase de burdeles iba careburro.
CASTRO.- ¡La flor y nata! Las rameras son mujeres de verdad. Positivas.
¡Reales! En el burdel no hay mañosería. El hombre entra tal como
nació.
SALCEDO.- ¡Calato!

RISAS.

CASTRO.- ¡Claro! ¡Calato de cuerpo y alma! Y cuando le gustas a una


chuchumeca...
SALCEDO.- ... ¡te hace su caficho!

RISAS.

← PANCORVO.- Yo detesto el olor de las putas. Esa mezcla de sexo y perfume


barato.
CASTRO.- ¡Es olor a mujer!
SALCEDO.- ¡Tú siempre exagerando, careburro!

RISAS.
PANCORVO.- ¡Salcedo, hermano, te has jodido! ¡Castro es aquí el hombre de
negocios! ¿Por qué no vendes tu cine y montas un burdel?

RISAS.

EUSEBIO.- Con permiso. Por la puerta de la calle acaba de aparecer un flaco.


¿Lo ven? Se detiene y recorre el bar con la mirada. Salcedo se
precipita a su encuentro, llevando su maletín bien agarrado.
¿Estaremos ante el negocio de los miles?

LOS BORRACHOS CANTAN BAJITO. EUSEBIO SE PONE A BARRER.

SALCEDO.- ¿Qué pasó, Flaco? Te demoraste.


EL FLACO.- (ASPERAMENTE) Tuve que hacer.
SALCEDO.- ¿Todo listo, Flaco? ¿Nos vamos?
EL FLACO.- Ha surgido un inconveniente.
SALCEDO.- ¿Un inconveniente?
EL FLACO.- El gringo se fue de viaje al Cuzco.
SALCEDO.- (GRITO AHOGADO) ¿Qué?
EL FLACO.- Regresa el lunes.
SALCEDO.- ¡No puede ser!
EL FLACO.- No queda otra que esperar.
SALCEDO.- (COGIENDOSE LA CABEZA) ¡Dios mío!
EL FLACO.- Pero el negocio sigue en pie.
SALCEDO.- ¡No es posible...!
EL FLACO.- ¿Qué quieres decir?
SALCEDO.- ¡No es posible!
EL FLACO.- ¡No me asustes, ya!
SALCEDO.- (HISTERICO, COGE AL FLACO DE LAS SOLAPAS.) ¡Mierda! ¡Mierda!
EL FLACO.- (RECHAZANDOLO) ¡Suéltame! (SALCEDO ROMPE A LLORAR) ¿Qué te
pasa? ¿No tienes el paquete?
SALCEDO.- Sí...
EL FLACO.- ¿Y la pulsera?
SALCEDO.- ¡Sí, sí la tengo! ¡Dios santo!
EL FLACO.- ¿Entonces...?
SALCEDO.- El dinero no es mío. Lo agarré del borderó.
EL FLACO.- ¿De qué borderó?
SALCEDO.- De las funciones de ayer viernes.
EL FLACO.- Haz la liquidación el lunes.
SALCEDO.- ¡No puedo! ¡Hoy, a las tres, hacen el chequeo!
EL FLACO.- ¿Cuánto tomaste?
SALCEDO.- ¡Todo! Para el paquete y para la pulsera.
EL FLACO.- ¡Carajo, la cagaste!
SALCEDO.- ¿Y de dónde lo iba a sacar? ¡Tengo un desahucio para el martes! ¡Me
van a poner los muebles en la calle! ¿Y mi mujer...? ¿Y mis hijos...?
EL FLACO.- ¡Tú verás! Yo te estoy consiguiendo el cliente y sólo saco comisión.
SALCEDO.- ¿Pero es que no te das cuenta? ¡Yo no soy sino el administrador del
cine! Si esta tarde no hago la liquidación, ¡el dueño me mete preso!
EL FLACO.- (LEVANTANDOSE) ¡Ese es tu problema! ¡A mí no me gusta que me
compliquen con ninguna vaina! ¡Ya lo sabes!
SALCEDO.- (TRATANDO DE RETENERLO) Lo sé, Flaco. Lo de la plata no es asunto
tuyo, pero...
EL FLACO.- ¿Pero qué? ¡Mira, Salcedo! ¡Quiero que entiendas una cosa! ¡Me
gustan los negocios claros, sobre todo si hay un paquete de por
medio! ¡O sea que tú me das la mercancía, yo te la coloco y se
acabó! ¿Me entiendes? Nuestro trabajo ha sido limpio.
SALCEDO.- (SIGUIENDOLO Y SUJETANDOLO) Se trata sólo de reponer lo del
borderó. Tú eres conocido entre los clientes y si uno falla puedes
encontrar otro. (DESESPERADO) ¡Me ponen a mis hijos en la calle!
EL FLACO.- (APARTANDOLO CON FASTIDIO) ¡Ya! ¡Ya está bien! ¡Ya está bien!

Y SALE . SALCEDO VA A SALIR Y EUSEBIO LO PARA.

EUSEBIO.- Se quería escapar, señor Salcedo. Pero el destino es bien jodido, ¿no?

Y MIENTRAS EUSEBIO LE MUESTRA LA CUENTA, ACABA LA CANCION.

LOS BORRACHOS.- ¡Banderas en alto! ¡Arriba Perú!

OSCURIDAD
← TERCER EPISODIO

DOS MESAS DE LA CHINGANA ESTAN OCUPADAS. UN NEGRO Y UN COJO EN UNA.


DOS HOMBRES Y UNA MUJER EN LA OTRA. EUSEBIO NO ESTA EN ESCENA.

JETA DE ORO.- (SENTADO A CABALLO EN UNA SILLA. EL RESPALDO LE SIRVE DE


TIMON.) ¡Brrr! ¡El Camaro se desliza por las avenidas! ¡La Brasil!
¡La Bolívar! ¡Sucre! ¡Brrr! ¡Entra ahora en la Avenida de la Marina!
¡Y enfila hacia El Callao! ¡Por Maranga! ¡Brrr!
EL COJO LUQUE.- ¡Oiga, pare usted, compadre! ¡Más que sea para tomarse unos
traguitos!
JETA DE ORO.- ¡Nada de traguitos! ¡No hay tiempo! ¡La señora Emérita quiere
conocer la ciudad! ¡Su ciudad!
EL COJO LUQUE.- ¡Qué vaina es usted, compadre! No me la deja usted a la comadre ni
siquiera entrar al Jardín de Recreos a comerse su cebiche. Oiga, en
Pueblo Libre hay uno bien famoso adonde podemos jugarnos una
partidita de sapo (LE GUIÑA EL OJO) mientras la doña se despacha un
pescadito frito traído directo del Callao. ¡Con derecho a vinatea!
FERMIN ACOSTA.- ¡Eusebio!
EUSEBIO.- (VINIENDO DEL INTERIOR) ¿Don Fermín?
FERMIN ACOSTA.- ¿Qué hora marcan los relojes, mecánicos o electrónicos?
EUSEBIO.- Las 19.34, don Fermín.
FERMIN ACOSTA.- ¿Chaynaña? (¿Tan tarde ya?)
EUSEBIO.- Chaynamiki. (Así pasa, pues.)
AMANDA.- Está desde las doce, por lo menos.
LUCHO.- Mi amor, eso demora mucho. Debe haber cola.
EUSEBIO.- ¿Me permite? (AL PUBLICO) en estos días, la gorda está bien ocupada
con su tejido. Teje que te teje el hilo, parece que se le arman unos
enredos que hasta tiene que destejer, hay veces. ¡El mundo se ha
puesto difícil de gobernar! Pero yo, feliz, me agarro mis recreos.
Libre de su ojo avizor. Bueno, les cuento. El moreno que maneja el
auto es Jeta de Oro. No se sabe cuál es su nombre, pero todos le
llaman así. Dicen que habla bonito o que habla mucho. Trabaja en un
taller de carros. En su misma mesa de él, está el Cojo Luque. .
Labora en una ferretería de ésas donde croman los fierros. . En esta
otra mesa se encuentra don Fermín Acosta, que trabaja en una
imprenta de aquí al lado. Es bien culto don Fermín. Con él se ve a
Lucho, profesor de la Gran Unidad Escolar Mercedes Cabello,
tercero de primaria, sección diurna, siempre boquiabierto, pero no
por zonzo. Su enamorada, la señorita Amanda, secretaria en la misma
Unidad. Bien vestida y arregladita.. Simpaticona de corazón. No
parece, pero luchadora es cuando se empeña. La señora Emérita
Angulo Chauca no está por el momento, pero vendrá más tarde
cuando le toque el turno. (SE RETIRA)
FERMIN ACOSTA.- Si recibo dos aparatos domésticos iguales, o similares, sólo puedo
hacer dos cosas: o lo vendo y con lo que me dan merco otros
mejores, o le regalo uno, en calidad de alivio, a uno de mis
camaradas. ¿Se dan cuenta? Y lo que pudiera ocurrirme con esos
aparatos puede ocurrirme con todas las cosas de la vida.
LUCHO.- (A SU NOVIA) Ahí está pues. O compras o vendes o regalas. No hay
más.
JETA DE ORO.- La señora de la semana pasada recibió muchas cosas iguales, ¿no?
FERMIN ACOSTA.- ¡Puntual! Todos tuvimos ocasión de verlo a través de la pantalla
chica.
LUCHO.- Recibió tres planchas de planchar.
EL COJO LUQUE.- Y dos cocinas de gas. ¡Dos!
JETA DE ORO.- ¡Y tres radios!
AMANDA.- ¡Y montones de productos de belleza!
JETA DE ORO.- ¿Para qué le servían si era más tecla que la tumba de Pizarro?
AMANDA.- ¿Y qué se hará con la secadora de pelo?
JETA DE ORO.- Ella que era calva de cabeza, cumpa. ¡Ja, ja, ja!
EL COJO LUQUE.- A lo mejor ha puesto ¡una peluquería!

TODOS RIEN.

FERMIN ACOSTA.- Tenemos la seguridad de que le ha tocado un condominio.


AMANDA.- No sea grosero, don Fermín.
FERMIN ACOSTA.- Perdón, Amanda, pero no es una lisura. Condominio es un
departamento en un edificio aristocrático.
AMANDA.- ¡Ah, ya!
LUCHO.- ¿Te diste cuenta, amor?
EL COJO LUQUE.- ¡Se ha sacado su comodidad!
JETA DE ORO.- Con sus vidrios de colores. Su piso de parqué. Sus escaleras brillosas
de mármol como espejos biselados. Y en la puerta del jardín, su
garaje para el Camaro que maneja el trome. ¡Botas! ¡Lustraditas al
espejo! (SE MIRA LOS PIES) ¡Y gorra en la cabeza! (SE LA ACOMODA)
Buenos días, comadre. ¿Su paseo mañanero? (LA HACE ENTRAR AL
AUTO, LUEGO SE SIENTA Y ARRANCA EL MOTOR.) ¡A los barrios
bacanes! ¡Casuarinas, Monterrico, La Planice!
EL COJO LUQUE.- ¡Aguante, compadre, aguante! ¡No corra tanto! Tenemos que llevar a
la señora – con su venia de usted – a un lugarcito que conozco.
JETA DE ORO.- ¡Huy! Se atrasa usted, cumpa, se atrasa. Ni pulperías, ni lugarcitos,
como usted dice con huachafería. ¡Se acabó la pobreza! Al
supermarque y a las butiques, la vamos a llevar. ¡Al toque! ¡Por la
vía del zanjón!
EL COJO LUQUE.- ¡Oiga, y cómo crece la ciudad! ¿No? ¡Botan por aquí y levantan por
allá! ¡Mire! ¡Puro rascacielo!
JETA DE ORO.- No paremos el motor, compadre. Sigamos tragando kilómetros por
las avenidas de nuestra bella Lima.
EL COJO LUQUE.- ¿Nuestra, cumpa? Mire usted: un barrio de ricos. Y cuántos hay, ¿no?
FERMIN ACOSTA.- ¡Muy bien, muy bien!
JETA DE ORO.- Pero más grande es nuestra Lima de los probes.
EL COJO LUQUE.- Puede ser. Pero nos la están quitando ya.
FERMIN ACOSTA.- Correcto, camarada.
JETA DE ORO.- No nos agüe la fiesta, compadre. ¡Vamos p’adelante! ¡Fierro a fondo!
¡Brrr! ¡Brrr!

EUSEBIO.- (A FERMIN) Sumak punchau kunaqa. (Lindo día hoy)


FERMIN ACOSTA.- Chaynan, wawallay. (Así es, hijo mío.) Volviendo a nuestro tópico,
muchachos, puntualicemos que en los colegios, en las universidades
y hasta en los libros, se le inculca al joven la idea del hombre, el
conocimiento de la especie humana. La anatomía humana, la
geografía humana, la historia humana. ¿Y qué es eso de la especie
humana? ¡Es craso error! ¡Algo vetusto, camaradas! ¡No hay especie
humana!
AMANDA.- Hay hombres y mujeres.
JETA DE ORO.- ¡Zambitas, morochitas, blanquiñositas! ¡De todo!
EL COJO LUQUE.- ¡Calle usted, compadre, y escuche!
FERMIN ACOSTA.- ¡Faramallas! O sea, palabras para embaucar a los tontos.
LUCHO.- Usted domina el diccionario, don Fermín. De arriba abajo.
AMANDA.- ¡Y qué memoria!
JETA DE ORO.- ¡La empara hasta con el taco!
FERMIN ACOSTA.- ¡Bagatelas! ¡Vanaglorias!
LUCHO.- ¿Y por qué no se puede hablar del hombre, don Fermín?
FERMIN ACOSTA.- El hombre no es uno. La especie humana la dividiremos en dos. Y
punto.
AMANDA.- ¡Qué interesante!
FERMIN ACOSTA.- Decimos , los pobres y los ricos.
LUCHO.- ¿Cómo es eso, maestro?
FERMIN ACOSTA.- Históricamente, geográficamente, anatómicamente y, por supuesto,
químicamente, el pobre pertenece a una especie y el rico a otra que
es totalmente diferente. Y aritméticamente, ni hablar.
AMANDA.- Verdad, ¿no? En los colegios particulares los niños aprenden más
fácilmente la aritmética.
FERMIN ACOSTA.- Me he referido a lo numérico, Amanda.
AMANDA.- ¡Ah, claro!
LUCHO.- Hay muchos más pobres que ricos, tesoro.
AMANDA.- Ya me he dado cuenta.
FERMIN ACOSTA.- Existen dos razas, Amanda. Vale decir: ¡Dos razas!
LUCHO.- Pero, en realidad, maestro, si un pobre estudia puede aprender más
que un joven rico. Se dan casos.
JETA DE ORO.- ¡Conozco, conozco!
FERMIN ACOSTA.- ¡Imposible negarlo! Pero primero debe luchar contra su anatomía,
contra su geografía y contra su propia historia.
EL COJO LUQUE.- ¡Pucha diego!
JETA DE ORO.- (ENTUSIASMADO) ¡Doña Emérita lo conseguirá! (PERO AL MIRAR A
DON FERMIN ACOSTA SE DESINFLA) Algo es algo...
FERMIN ACOSTA.- ¡Debemos detestar la pobreza!
AMANDA.- ¡Pero usted es pobre, don Fermín!
FERMIN ACOSTA.- No me es ignoto. Quiero decir que estoy de acuerdo.
LUCHO.- Todos detestamos la pobreza, don Fermín.
EL COJO LUQUE.- ¡A todos nos joroba!
JETA DE ORO.- ¡Una miseria, la pobreza!
FERMIN ACOSTA.- ¿Y qué hacemos por extirparla? ¿Por emprender el combate, la lid, la
contienda, contra la ignorancia, la mentira, la fealdad, y, en especial,
la cobardía? No tenemos cabeza para nada. ¡Somos acéfalos!
AMANDA.- ¿Acéfalos? ¡Qué pena!
FERMIN ACOSTA.- No. No se trata de lástima compasiva ni de perdón indulgente. Es
necesario amar la belleza hermosa, la inteligencia inteligente y la
intrepidez intrépida.
AMANDA.- ¡Qué bonito, don Fermín!
LUCHO.- Por eso es el maestro, corazón.
EL COJO LUQUE.- Las casas se caen, Jeta de Oro. ¡Métele tercera y vámonos de aquí!
JETA DE ORO.- ¡Sí, señor! Hacia donde todo se levanta. ¡Curva a la derecha y fierro
a fondo! ¡Vamos a ser ricos!
EL COJO LUQUE.- ¡Sí, señor! ¡Se acabó la basura! ¡Deje usted el pisco, cumpa, y
tómese su güisqui on derró!
JETA DE ORO.- Y para la comadre, su milchey de coco.
EL COJO LUQUE.- Oiga, mi hijito, ¿y no podemos mismamente irla a recoger hasta el
Canal? Ya que estamos justo pasando por ahí.
JETA DE ORO.- ¡Freneo y paro! ¿Qué le pasa a usted, compadre? Baje de las nubes,
¿ya? Esto que estamos haciendo es de mentiras nomás. ¿O todavía no
se ha dado cuenta usted que doña Emérita tiene que regresar todavía
de la televisión?

LOS DEMAS SE RIEN.

EL COJO LUQUE.- Discúlpeme, mi hijito. Se me fue la mitra.


JETA DE ORO.- Mañana si le prometo llevarlo a usted a recoger a la patrona en el
Camaro.
EL COJO LUQUE.- Y ahora, ¿qué hacemos?
JETA DE ORO.- Nos metemos otra vez al carro y seguimos nuestro recorrido. ¡A
acabar con la pobreza! ¡Préstamos para todos! ¡Doña Emérita paga y
da!
EL COJO LUQUE.- ¡Que me operen la rodilla!
JETA DE ORO.- ¿Le duele, compadre?
EL COJO LUQUE.- ¡Siempre, cumpa!
JETA DE ORO.- ¿Qué enfermedad le torció la pierna?
EL COJO LUQUE.- ¡Quién sabe cómo se llamaría! Desde chiquito.
JETA DE ORO.- ¡Que le pongan otra rodilla entonces!
EL COJO LUQUE.- ¡Que me injerten una pierna nueva!
JETA DE ORO.- ¡Abajo la pobreza! ¡A cien por hora! ¡Que mi Zoila tenga a su
guagua formadita.
EL COJO LUQUE.- Pero ella tuvo su chancleta, ¿no?
JETA DE ORO.- Se nos murió con el querosene maldito. ¡Más inflamada estaba su
pielcita, más querosene le echaba la mentecata de la Zoila!
EL COJO LUQUE.- ¡Qué bruta la negra!
JETA DE ORO.- El querosene es bueno para las heridas, ¿no? Pero de ahí p’ adelante
ya no pudo la negra tener otros. De mañosa nomás.
EL COJO LUQUE.- Pero con la plata todo se arregla, compadre. Hasta las mismas mañas.
JETA DE ORO.- ¡Claro que sí, patita! ¡Abajo la pobreza! ¡A cien por hora! Para que
se casen la señorita Amanda y el profe Lucho.
AMANDA.- Para casarnos sólo estamos esperando tener la casa, nada más. A
Lucho ya le están descontando en la Cooperativa.
LUCHO.- Desde hace dos años me descuentan. ¿Pero acaso la Cooperativa no
está en manos del Gobierno, cariño?
AMANDA.- A algunos ya les dieron, ¿no?
LUCHO.- Para que nos den la casa, amor, hay que estar casados.
EL COJO LUQUE.- ¡Cásese, pues, Luchito, entonces!
LUCHO.- Pero para estar casados hay que tener antes la casa.
FERMIN ACOSTA.- ¡Contradicciones de esta sociedad! El capital en lucha contra el
trabajo del pueblo popular.

JETA DE ORO.- ¿Y para el maestro Fermín?


FERMIN ACOSTA.- (SIMPATICO) Yo, nada.
JETA DE ORO.- Sí, sí, su imprenta para el maestro. ¡Su imprenta! ¡Se acabó la
basura!
EL COJO LUQUE.- ¡Cien por hora! ¡Muera la pobreza!
EUSEBIO.- (QUE SE ACERCO) . (Cuánto tiempo esperando a la señora y no llega)
FERMIN ACOSTA.- . (Ya debe estar por llegar. No hay que desesperarse.)
EUSEBIO.- ¿Y adónde va a vender la señora sus premios?
LUCHO.- Los coloca en una tienda o los pone en un puesto de la calle.
EL COJO LUQUE.- Yo conozco un paisano que abrió su puesto en la Avenida Abancay. A
él se los puede dar, ¿verdad?
FERMIN ACOSTA.- Sería un avatar riesgoso, compañero. Viene la policía y se lo incauta
todo. La requisa. Puede ser procedencia de robo, anota el reglamento.
No hay factura.
JETA DE ORO.- Que diga que se lo sacó en la Tele.
EL COJO LUQUE.- ¡Ah, ya, bueno...! Pero todavía falta que la señora se saque su
número premiado...
JETA DE ORO.- ¡Está usted loco, compadre! ¡Cómo no le va a tocar! ¡Doña Emérita
Angulo Chauca tiene méritos sobrados para eso!
EL COJO LUQUE.- Sí, claro...
JETA DE ORO.- ¡Va como diez cuerpos adelante! ¡Mete todos los goles! ¿O qué cosa
“consina” las bases de programa de la televisión? ¿Ah? ¡Será
coronada “Reina por un día” la mujer más “probe”! ¿No es así?
¡Conteste, pues!
EL COJO LUQUE.- Así es, compadre...
JETA DE ORO.- ¿Y quién es la mujer más “probe”?
EL COJO LUQUE.- ¡Sí! ¿Quién?
EUSEBIO.- (VINIENDO DEL FONDO) ¡Justo! ¡Justito a tiempo está apareciendo
doña Emérita por el Palacio de Gobierno! ¡Un poquito más y llegaba
tarde! Pero el que maneja toda esta combina, como dicen los
marrones, se las arregló bien para que así fuese. Y ahora la tenemos
aquí. Dejémosla pasar, ¿ya?

APARECE DOÑA EMERITA ANGULO, TRISTE Y CABIZBAJA, SE DIRIGE A UNA SILLA Y SE


SIENTA, SECANDOSE LA TRANSPIRACION.

JETA DE ORO.- ¡Señora!


EL COJO LUQUE.- ¡Doña...! (SE VUELVE A TODOS) ¡Llegó! (MAS FUERTE) ¡Llegó!
FERMIN ACOSTA.- ¿Qué le pasa, señora Emérita? ¡Está usted a punto de darle un
desmayo, un síncope, un soponcio, una alferecía!

DOÑA EMERITA ANGULO SE ECHA A LLORAR.

AMANDA.- ¿En algo le ha ido mal, doña Emérita?


LUCHO.- ¿Alguien la fastidió?
JETA DE ORO.- Se le acabó el sencillo del carro y se tuvo que venir a pie desde el
Canal, ¿ya?
EL COJO LUQUE.- ¡Pero si está llorando la señora...!
FERMIN ACOSTA.- ¿Qué hecho funesto la contrarió, señora? ¡A ver! ¡Díganos! ¿Llegó
usted hasta las oficinas del Canal?
DOÑA EMERITA.- Sí...
FERMIN ACOSTA.- ¿Había mucha cola?
DOÑA EMERITA.- Sí...
FERMIN ACOSTA.- ¿Pero la atendieron...?
DOÑA EMERITA.- Sí...
FERMÍN ACOSTA.- ¿Inscribieron su nombre en el Programa?
DOÑA EMERITA.- No...
FERMIN ACOSTA.- ¿Cómo?
TODOS.- ¿Qué?
DOÑA EMERITA.- No pusieron mi nombre.
CUALQUIERA.- ¿Por qué?
DOÑA EMERITA.- Muchas señoras inscritas había ya para la entrevista. Tenía que tener
una entrevista con el jefe del Programa, me dijo la señorita. Hay que
esperar, me dijo.
AMANDA.- ¿Pero tantas Reinas tiene Lima?
DOÑA EMERITA.- La cola daba la vuelta a la manzana. A mí me dió vergüenza.
FERMIN ACOSTA.- Vergüenza, ¿por qué?
DOÑA EMERITA.- Porque yo – dijo la señorita – estaba elegante, ¿ya? ¡Elegante...! (Y
ROMPE OTRA VEZ EN LLANTO)
FERMIN ACOSTA.- (PERDIDO) ¿Elegante...? ¿Elegante...? ¿Qué significa elegante? ¿Una
triste chompita es elegante? (LA MUESTRA) ¿Una falda remendada es
elegante? (IDEM) ¿Unos zapatos desmembrados, elegantes? (IDEM)
¿La zahurda donde usted vive es elegante? ¡Entonces, el cagadero es
elegante!
DOÑA EMERITA.- Me preguntó la señorita si tenía enfermos a mi cargo. Yo le dije la
verdad: que mis chicos eran sanos.
FERMIN ACOSTA.- Y ella, ¿qué le contestó?
DOÑA EMERITA.- “!Ah!”, me contestó.
FERMIN ACOSTA.- ¿Qué se suponía que usted debía ser? ¿El rey Momo? ¿Un
churriburri repulsivo? ¿O el gallinazo del muladar? ¡Carajo!
(LEVANTA EL APARATO QUE ESTA EN UNA REPISA Y LO ESTRELLA
CONTRA EL SUELO)
EUSEBIO.- (PEGANDO UN SALTO) ¡Don Fermín! ¡El televisor! (Y SE LANZA A
SALVAR EL APARATO)
FERMIN ACOSTA.- ¡Esto no puede ser de tolerancia, camaradas! ¡De aguantamiento,
compañeros!
VIKI.- ¡Eusebio!
EUSEBIO.- ¡Voy! (HACE MUTIS CON UN TROZO DE PANTALLA EN LAS MANOS)
JETA DE ORO.- ¡En el Camaro!
EL COJO LUQUE.- ¡Cállese, compadre!
FERMIN ACOSTA.- ¡Seriedad y conducta! ¡A la televisión!
JETA DE ORO.- ¡Por supuesto!

SE ESCUCHAN GOLPES DE PELEA DETRAS DEL MOSTRADOR Y GRITOS DE EUSEBIO.

EUSEBIO.- ¡Au! ¡Acacau! ¡Ya no!


AMANDA.- ¡Vamos todos al Canal! ¡Con mi cartera por delante!
EUSEBIO.- ¡Au, mamitay! ¡Ya, mamitay! ¡No, mamitay!
AMANDA.- ¡Qué se han creído estos pordioseros, que por diez centavos van a
abusar de nuestra fe y nos van a ofender! ¡Ja! ¡Desgraciados!
¡Todavía no saben lo que es la gente de Lima!

CONTINUAN LOS GRITOS, PROTESTAS Y LAMENTOS DE EUSEBIO.

AMANDA.- ¡Vamos a demostrarles a esos pantalludos que con los limeños no se


juega! ¡Pónganse en fila detrás de mí! ¡Don Fermín! ¡Doña Emérita!
¡Jeta de Oro! ¡Cojito Luque! ¡Cierra tú, Luchito!
JETA DE ORO.- ¡A demostrarles a esos manganzones que doña Emérita Angulo
Chauca es la Reina!
EL COJO LUQUE.- ¡Y que ella se lo merece todo!
FERMIN ACOSTA.- ¡Vamos, doña Emérita! ¡Van a ver esos palurdos lo que es equidad
equitativa!
JETA DE ORO.- ¡Qué tal concha!

SALEN TODOS FURIOSOS Y HABLANDO ENTRE SI.

APARECE EUSEBIO, SU ASPECTO ES LASTIMOSO. TIENE UN OJO NEGRO, LAS ROPAS


DESARREGLADAS, EL PELO REVUELTO Y SUDOROSO. SE TOCA EL LABIO CON UNA MANO Y
ESCUPE SANGRE.

EUSEBIO.- entro con mucha ira, furia. No me perdonó Dios acentuando en no. Me agarró
de las mechas y me dió duro en la cabeza. ¿Qué culpa tengo yo? ¿Ah? Y
ahora encima seguro que voy a tener que pagarle el televisor. Porque ellos,
¿de adónde van a sacar? Cólera Y la gorda forajida me lo va a cobrar como
nuevo cuando yo sé que lo compró de segunda demostrando que es una
conchuda. Miro al payaso, me.vuelvo la gorda. ¡Payaso! ¡Ñujamanta
asicuncu! (¡Todos se ríen de ti!) ¡Payaso! (SE RIE) ¡Au, mi boca! ¡Payaso
cojudo! Te lo mereces por huevón, ¿ya? Porque eres un calzonazos que no
puedes ni pelear con tu patrona burlón, ni decirle que ella no es tu Dios ni el
dios de nadies. Afirmando ¡Una forajida es lo que es! ¡Una wera cuchi!
(¡Una gorda chancha!) cachoso¡Anda, díselo, pues! ¿Ah? ¡A ver, payasito!
¡Haz la prueba! (SE PEGA EN LA CABEZA) incitando ¡Vamos, pues! ¡Aprende
de los otros! ¡Acaba de una vez con esta vida! ¡Parte a la gorda en cien
pedazos1 ¡Ya! (GOLPE) cruel ¡Ya, pues! ¡Payaso! ¡Que no haces otra cosa que
payasear! Bufón Crees que organizas, que resuelves, que diriges todo.
Irónico¡No eres sino un payaso! ¡No esperes a que Dios te llame!
¡Adelántate, huevón! ¡Runtusapa! (¡Huevón!) (GOLPE) ¡Au, me dolió!
¡Idiota! (GOLPE) ¡Eres un idiota! ¡Para! ¡Para ya! (SE SIGUE PEGANDO) ¡Para,
caracho! ¡Para! ¿Me oyes? ¡Deja de pegarte de porrazos, que te están
doliendo! (EMPIEZA A LLORAR BAJITO. EL LLANTO SUBIRA HASTA LA
EXAGERACIÓN.) llorar
Esto es lo que me dice vicky¡Despierta! ¡Despierta, caracho! Con
voz de mujer ¡Cojudo, que no tienes arreglo! ¡Deja de llorar! ¿Me
oyes? Ya, está bien. No hemos dicho nada. Ya, anda. Tranquilo.
Obedece, calzonazos. Obedece a tu patrona. Obedece a tu Dios. Para
eso has nacido. Anda. ¡Obedece, carajo! (Y SE DA UN EMPELLÓN QUE
LO TUMBA)
VIKI.- ¡Eusebio!
EUSEBIO.- (DESDE EL SUELO) ¡Voy! ¡Voy! (SE LEVANTA COMO PUEDE) (AL
PUBLICO) Con permiso. (Y HACE MUTIS)

OSCURIDAD

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