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Una terapia de vinculo nrique Pichon-Rivire pasé toda su vida penetrando los misterios de la tristeza humana y ayudando a abrir las jaulas de la incomunicacién. - Enel fiitbol encontré un aliado eficaz. All4 por los afios cua- renta, Pichon-Rivitre organizé un equipo de futbol con sus pa- entes del manicomio. Los locos, imbatibles en las canchas del - litoral argentino, practicaban, jugando, la mejor terapia de socia- lizacién. —La estrategia del equipo de fiitbol es mi tarea prioritaria —decfa el psiquiatra, que también era entrenador y goleador del cuadro. Medio siglo después, los seres urbanos estamos todos més o menos locos, aunque casi todos vivimos, por razones de espacio, fuera del manicomio. Desalojados por los automdviles, arrinco- nados por la violencia, condenados al desvinculo, estamos cada vez més apilados y cada vez més solos y tenemos cada vez menos espacios de encuentro y menos tiempo para encontrarnos. En el futbol, como en todo lo demds, son mucho mds nume- tosos los consumidores que los creadores. El cemento ha cubierto ‘ SSeSOSOoeoesses OO 33 7 3 4 BECK REHR ROLE / : los campos baldios donde cualquiera podia armar un picadito de fatbol en cualquier momento, y el trabajo ha devorado el tiempo) de juego. La mayorfa de la génte no juega sino que ve jugar q otros, desde el televisor o la/tribuna cada vez més alejada de cancha. El fiitbol se ha cofvertido, como el carnaval, en espec.) taculo para masas. Pero“asi como en el carnaval hay quienes se lanzan a bailar a la calle ademas de contemplar a los artistas que bailan y cantan,también en el fiitbol no faltan los espectadores. que de vez,en cuando se hacen protagonistas, por la pura alegria, ademés‘de mirar y admirar a los jugadores profesionales. ¥ nos __-s6l6 los nifios: mal que bien, por lejos que estén las canchas- ~ posibles, los amigos del barrio y los compafieros de la fabrica, la oficina o Ia facultad se las arreglan todavia para divertirse con la pelota hasta que caen agotados, y entonces vencedores y vencidos - beben juntos, y fuman, y comparten una buena comilona, esos placeres que el deportista profesional tiene prohibidos. A veces, también las mujeres participan, y meten sus propios. goles, aunque en general la tradicién machista las mantiene exi- liadas de estas fiestas de la comunicacién. a Los sacrificios de la fiesta pagana treinta y nueve hinchas italianos en las gradas del viejo es- A_/tadio Heysel, en Bruselas. El club inglés Liverpool estaba disputando la final de la Copa de Europa ante el Juventus de Ita- lia, cuando los hooligans embistieron. Los italianos, acorralados contra un muro, cayeron aplastindose entre s{ o fueron arrojados al vacfo. La televisién trasmitié en directo la carniceria y también trasmitié el partido, que no se suspendié. _ A partir de entonces, Italia fue territorio prohibido para los hinchas ingleses, aunque portaran certificados de buena educa- cién. En el Mundial del 90, Italia no tuvo mas remedio que per- mitir el ingreso de los hinchas a la isla de Cerdefia, donde iba a jugar la seleccién inglesa, pero entre ellos eran més numerosos los agentes de Scotland Yard que los adictos al futbol, y el propio mi- nistro de Deportes del gobierno britanico se encargé de elected en persona. n 1985, los hooligans, fandticos de triste fama, mataron a : Un siglo antes, en 1890, advertia el diario londinense The Ti- _ mes, «Nuestros hooligans van de mal en peor, y lo peor es que se multiplican. Ellos son una monstruosa excrecencia de nuestra ci- yilizacién». En nuestros dfas, la tal excrecencia sigue dedicdndose al crimen con el pretexto del fitbol. Donde los /ooligans aparecen, siembran el pdnico. Llevan el cuerpo tatuado por fuera y por dentro relleno de alcohol, diver- sos chirimbolos patridticos les cuelgan del pescuezo y de las ore- jas, usan manoplas y cachiporras y transpiran violencia a chorros mientras atillan Rule Britannia y otros rencores del Imperio per- dido. En Inglaterra y en otros paises, los matones también osten- tan, con frecuencia, simbolos nazis, y proclaman su odio a los ne- gros, los arabes, los turcos, los pakistanies o los judios: —jQue se vayan al Africal —rugfa un ultra del Real Madrid, que disfrutaba aporreando negros «porque han venido a quitarme el trabajo». Con el pretexto del fitbol, los naziskins italianos silban a los jugadores negros y llaman judios a los hinchas enemigos: —Ebrei! —les gritan. Pero las barras bravas, que ofenden al fitbol como el borra- cho ofende al vino, no son un triste privilegio europeo. Casi todos 8000886088 8 © @ S199 pn BOOS BSCVCOVSlOBeE los paises las padecen, quien mds, quien menos, y los perros ra- biosos del fitbol se multiplican en los tiempos que corren. Hasta hace algunos afios, Chile tenfa las hinchadas més cordiales que he visto: hombres, y también mujeres y nifids, capaces de ofrecer espectaculos musicales que en las tribunas competian con jurado y todo. Hoy dia, el club chileno Colo-Colo cuenta con sus pan- dilleros metelfos, Ja Garra Blanca, y los del club Universidad de Chile se llaman los de Abajo. En 1993, Jorge Valdano calculaba que en los ultimos quince afios habfan muerto mds de cien personas, victimas de la violen- cia, en los estadios argentinos. La violencia, decia Valdano, crece en proporcién directa a las injusticias sociales y a las frustracio- nes que Ja gente acumula en su vida cotidiana. Las barras bravas se nutren, en todas partes, de jévenes atormentados por la falta de trabajo y de esperanza. Unos meses después de esas declara- ciones, el club Boca Juniors, de Buenos Aires, fue derrotado 2 a 0 por River Plate, su rival tradicional. A la salida del estadio, dos hinchas de River cayeron muertos a tiros, «Empatamos dos a dos», comenté un muchacho, hincha de Boca, que la televisién entrevisté. En una crénica que escribié en otros tiempos, y a propésito de otros deportes, Dione Criséstomo retraté a los hinchas roma- nos del siglo segundo después de Cristo: «Cuando van al estadio, “es como si descubriesen un depésito de drogas. Se olvidan com- pletamente de s{ mismos y sin ninguna vergiienza dicen y hacen lo primero que les viene a la cabeza». La peor catdstrofe de la historia del deporte ocurrié alli, en Roma, cuatro siglos después. En el afio 512, miles de personas murieton —dicen que treinta mil, cuesta creerlo— en una guerra callejera que durante varios dfas enfrent6 a dos hinchadas enemigas. Pero no eran hinchadas de fiitbol, sino de carreras de cuadrigas. En los estadios de fiitbol, la tragedia que mas victimas ha co- brado fue la de 1964, en Ja capital del Peri. Cuando el drbitro anulé un gol, en los minutos finales de un partido contra Argen- tina, llovieron naranjas, latas de cerveza y otros proyectiles desde las tribunas ardientes de furia. Los gases y los balazos de los poli- cfas provocaron, entonces, una estampida. La carga policial aplas- t6 a la multitud contra las puertas de salida, que estaban cerradas. Hubo més de trescientos muertos. Esa noche, un gentio protesté en las calles de Lima: la manifestacién protesté contra el arbitro, no contra la policia. GBSeeoeeed826 © @ Visi 36 POSVCBSCVCVBDSOVSTO gEl opio de los pueblos? tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen ‘muchos intelectuales. En 1902, en Londres, Rudyard Kipling se burlé del futbol y de «las almas pequefias que pueden ser saciadas por los embarra- dos idiotas que lo juegan». Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue més sutil: dicté una conferencia sobre el tema de la inmorralidad el mismo dia, y a la misma hora, en que la seleccién argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del 78. E] desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la certeza de que la idolatrfa de la pelota es la supetsticién que el pueblo merece. Poseida por el ftitbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razén humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y asi la chusma tiene lo que quiere. En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fitbol porque castra a las masas y desvfa su energ{a revolucionaria. F: qué se parece el fiitbol a Dios? En la devocién que le Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinacidn, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebafio por sus enemigos de clase. Cuando el futbol dejé de ser cosa de ingleses y de ricos, en el Rio de la Plata nacieron los primeros clubes populates, organiza- dos en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puer- tos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinacién de la burguesfa destinada a evitar las huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusién del fitbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperia- lista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos. Sin embargo, el club Argentinos Juniors nacié llaméndose club Martires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el dia clegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires: En aquellos primeros afios del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al futbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. En- tre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que clogié «este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre». 8802080088008 008 7

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