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Elementos que caracterizan la educación sexual.

La sexualidad concebida desde la perspectiva común, es una construcción social


caracterizada por 4 aspectos: el primero, la genitalización, que viene a significar un enfoque
excesivo y exclusivo centrado en el órgano reproductor, sea este femenino o masculino,
tomando en consideración sólo la parte biológica de la persona. El segundo aspecto es la
degradación, que se refiere a la asignación de connotaciones negativas a todo lo que esté
relacionado con la sexualidad, sea la asignación de calificativos o sentimientos negativos
vinculados a la misma que buscan infundir el temor de aproximarse al tema. El tercer
aspecto es la privatización, es decir, la limitación de la información sobre sexualidad, donde
este contenido es únicamente discutido con la familia por ser considerado como un tabú
dentro de la sociedad. Por último, la oposición, se relaciona con la manera en como las
personas recuerdan todo lo asociado a la sexualidad, siendo las memorias de los hombres
distintas de la de las mujeres.
Para ahondar en cómo se ha venido internalizando la sexualidad, caracterizada por los 4
aspectos antes mencionados dentro de la sociedad en la que vivimos, se describirán algunas
experiencias personales y colectivas que forman una concepción vaga de ésta pero que son
manejadas como tal de forma indiscriminada.
La primera experiencia que se tiene en consideración es una anécdota personal relatada
de la siguiente manera: Recuerdo claramente que mi abuela en una conversación hacía
referencia a que: “las mujeres hoy en día están muy regaladas, no tienen ni 2 meses con
los novios y ya se lo dan, por eso es que yo digo que las pobres prostitutas ya deben estar
arruinadas porque ya los hombres no tienen necesidad de hacer uso de sus servicios
porque las mujeres se acuestan muy fáciles con ellos”. Esto hace referencia en un primer
momento a la vinculación excesiva que se hace de la sexualidad con lo genital
(genitalización), dado que el discurso se centra únicamente en “dárselo o no dárselo”. Por
otra parte, se observa que se asigna una valoración negativa al acto sexual (degradación), en
donde el ejercer libremente la sexualidad es asumido como “ser o no regaladas” y donde se
generaliza este comportamiento a “todas” las mujeres.
Otra de las vivencias donde se puede observar la concepción que se tiene de la
sexualidad es la de un conocido, que confesó haber tenido su primer encuentro sexual
prácticamente por la presión ejercida por su padre quien le decía que ya tenía 15 años y no
había tenido un contacto íntimo con una mujer y que eso lo alarmaba (al padre). Acota que
éste siempre le decía: “ya a esta edad debes ser un hombre con los pantalones bien puestos
así que no se te ocurra contarle a nadie y menos a tus amigos que no te has acostado con
ninguna mujer porque se burlaran de ti”. El chico finalmente fue llevado a que una
trabajadora sexual por la insistencia de su padre. Es importante resaltar que cuando
verbalizó la experiencia, afloró un sentimiento de rencor hacia su papá porque comento que
“su primera vez” había sido una situación que le generó incomodidad y malestar, y que
todo había sido culpa de su padre.
Nuevamente se ve reflejada la manera en la que la sexualidad se encuentra biologizada
dentro del entorno social, considerándose a un individuo como un “hombre completo”,
cuando ya ha tenido relaciones sexuales, de lo contrario, puede ser blanco de burlas por
parte de sus pares, familiares e incluso de sus padres. También se hace evidente otra
característica asociada a la sexualidad y es la privatización, al momento en el que el padre
hace hincapié en el “no decírselo a nadie” dado que consideraba que esto sería visto como
“malo” o “raro”.
La última experiencia a compartir es la de una niña de 4 años de edad que es sumamente
curiosa, es decir le encanta preguntar acerca de todo. Sus padres intentan siempre darle
respuestas a sus interrogantes; y un día entre tertulias la niña le pregunta a la mamá: “mami
¿Qué es esto?, ¿Cómo se llama? (haciendo referencia a su órgano genital) y su madre le
responde “hija eso se llama vagina y es una parte del cuerpo de las niñas, y el de los niños
se llama pene”. Luego, al haber transcurrido un par de días, la niña le llega comentando a la
mamá que la maestra la había regañado porque ella le dijo a una compañerita del preescolar
que “eso” se llamaba vagina, y la maestra dijo que no, que “eso es el coquito de las niñas y
no se toca porque eso es caca”. Aquí se observa nuevamente el desconocimiento y la
ignorancia con respecto al tema, ya que la docente en vez de contribuir en la construcción
del conocimiento coarta el derecho de saber, privatizando la sexualidad, evadiendo la
responsabilidad que tiene desde su profesión de enseñar y asumiendo que los niños y las
niñas a esa edad no deberían hablar de ese tipo de cosas de manera fluida y mucho menos
tocarse porque eso es “cochino”, donde nuevamente se asignan características negativas a
la parte genital y se evidencia la degradación.
Finalmente, la oposición se evidencia en la medida en que lo que se asocia a ser varón
está relacionado con la incitación por parte de la sociedad a vivir plenamente, a realizar el
acto sexual, a tener más libertad, siendo esto en parte lo que constituye su masculinidad y lo
hace “mejor” ante los otros y otras, como en el caso del relato del chico, en contraposición
con lo que se vincula a la mujer, quien “debe guardarse hasta el matrimonio” como es el
caso de la primera historia, “no puede hablar de esos temas” como ocurre en la segunda, y
muchos menos puede ejercer su sexualidad cuando lo decida y sin ningún tipo de
problemas porque está condenada entonces a ser juzgada y estigmatizada, por lo que los
recuerdos asociados a la sexualidad en hombres y mujeres se diferencian en base a los roles
vinculados socialmente al género.

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