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Alain Badiou a E San Pablo Pec RC eee ee eee tc ee rer crc RTC ECC CM etl ui) eae hale ey nll ot 4 § Fa a & PY a2 PENSAMIENTO CRITICOPENSAMIENTO UTOPICO Coleccitn disigida por Jost M. Ortega 108 Pensar de Nuevo Proyecto editorial realizado en colaboracién entre la Embajada do Francia en Espafia, sg@ Intenational de Philosophie y Ez Titulos aparecidos Paul RICOEUR: De otro modo, Lectura de De otro modo que ser o més alla de la esencia de Emanuel Levinas, 1999 Alain BADIOU: San Pablo. La fundacién del universalismo, 1999 Alain Badiou SAN PABLO La fundacién del universalismo Presentacién de Jestis Rios Vicente Traduccién Danielle Reggiori Esta obra se benfici del apoyo del Servicio Cultura de a baja de Francia en Espana del Mirdseria francés de Asuntos Exterires, ene marco “dl programa de Portcpacion en la Publcacién (PAP) Gaacta Loca Publicada con la ayuda del Ministerio frances ‘de Cultura - Centro Nacional del Libro ANTHROPOS "Tao original Sint Paul. La fondetion de Fniverslisme Primera edicién en Anthropos Editorial: 1999 ‘San Pablo: La fundoci del universalism / Alin Badu ;preseotacién de TE PRESENTACION Preliminar Si consideramos la natural tendencia humana al encasilla- miento, a Ia sistematizacién c6moda y al reduccionismo in- consciente, y sentamos como principio que stodo autor o es de una sola obra», es evidente que en Alain Badiou hay unos temas Filosofia o, si se quiere, la posibilidad del pensamiento cxitico, ‘una vez que el sujeto ha quedado libre, desarraigado, desafecta- do, sin identificacion ni amo. La posibilidad de la filosofia pasa por la desacralizaciOn del vinculo y de lo sagrado. Y ya en este pensamiento deconstruccionista estarfa la polémica con la Her- ‘menéutica, en su afin de defender la continuidad, frente a la discontinuidad: sila filosoffa, ola verdad que busca, nos viene © no dada y entregada en su historia y en sus textos. He dicho «una vez que el sujeto ha quedado libre, desarraiga- o, desaféctado»: no en vano se va a plantear Badiou el tema de La crisis del sujto y la modernidad flos6fica», sila flosofia ha va muerte del sujeto. Pero los temas s6lo pueden ser distinguidos art jente, unos se exigen ‘curve también con el concepto de acor sdesuturacién tante para explicar el intento de Pablo dle Tarso. las6ficns» presentes en la iro preliminar debers ser compl ‘blo como pretexto». Porque ms al figura de Pab de su condicién de sujeto, capaz de fundar la univer: y salidad de In verdad a part reicio pr A estas cuestiones responde Bi vas como € 0 procedimientos genéricos de la misma (arte, cien« 10r), Obie fies en 1989, en la que propone un #giro y la adesuturacis das. En Editions de cuir (droit, Etat, poltigue), que certifica ya la caida del mo de Estado, apestando por una politica de emancipacion, aque Hegue Jo que realmente importa: la des esta Tango de estas obras se va config teriortzado que ba con los ertmenes os siglos de los que éste procedes.! Ya no se puede seguir filosofas lem todos esta, ». Bs caer en la trampa de la astuta ra al tradicional las configuraciones hist6ri iwidad, tanto en el tiempo cor espacio. Badiou cree que el pensamiento dle nuestro tiempo exige tener la «categoria de sujeto», at wa de sulrir una 0 de los iosos y miticas es hoy imposi ‘mnuchos casas) de- ico desde el nos habla Badiou operan en Y cs este mismo convencit su posicidn marxista, no designan justamente nada de lo que esponténea- ;prender bajo la palabra «pueblo», es de- tivo aprehensible por sus ereen- 1a, su territorio, ete. Tampoco se fon y egriego» son disposiciones subjetivas. Mas ex se trata de To que Pablo considera como las dos figur ss de un mundo que es el suyo. S lamar regimenes del discurso. Cuan _riego, Pablo nos propone, de hecho, un tpi- co de los discursos. Y este t6pico est destinado a situar un tercer discurso, el suyo, a hacer legible su completa original dad, De la misma manera que Lacan, que no piensa el discurso analitco sino inscribiéndolo en un tpico mévil donde se eo- necta con los discursos del maestro, de lo histérico y de la uni- versidad, Pablo no insttuye el adiscurso cristiano» sino distin- guiéndolo en sus operaciones del discurso judo y del discurso sgiego. ¥ la analogia es tanto mds llamativa cuanto que, como veremos, Pablo sélo realiza su propésito definiendo, como el bord del suyo, un euarto discurso, que se podria lamar misti- c0. Como si todo tépico de los discursos tuviera que organizar un cuadréngulo. Pero no es Hegel quien aclara este punto ‘euando, al final de su Légica, muestra que el Saber absoluto de raleza como dlespliegue ordenad El discurso judo es un discurso de la excepcién, ya que el eleccién designan a la tanscen- la excepcién a este orden para hacer signo hacia la transcen- denci jo es en excepcion del griego. De ie ninguno de los das discursos pue- de ser universal, puesto que cada uno supone la persistencia del ‘uo. Y, en segundo lugar, que los dos dliscursos tienen en co- Sea por Ia maestria directa cle la totalidad (sabidunta griega), sea por a maestefa dela tradicin literal y del deseframiento de los teorfa de la salvacién grave inconveniente y la maestefa del pro! yy no siendo signo 10 confiere ninguna ssabjo, nila del profeta. 45 temente apasionado a Freud, de Ja misma manera que soporta la identificacién de Pasolini con el apéstol. Para el primero, con respecto al monotefsmo judo, del ccual Moisés es la figura bolica del padre. Para el segundo, la fuerza de pensamient terna al deseo homosex! imanidad igual jones (la Iglesia o por lo demas, fio —ligada, teniendo en la abyeccion y a la muerte— como partido entre la santidad del cuenta lo que es laley del mundo, y¢1 ideal de poder del padre, que le conduce a erear, para domi- nara Historia, un aparato coeritiv, Para Pablo, la emergencia de I instancia del hijo esté esen- cialmente nuevo. La férmula segén la cual Dios nos ha jo significa, en primer lugar, una intervencién en ya no est gobernada por un céleulo transeendente seg ls lees de un duraci, sno, come lo ‘Que la referencia sea el hijo, y no el padre, confiemos mis en ningtin diseurso que ces necesario ser ni judeo-cristiano ( go-cristiano (maestria filosofica), ni los dos. Oponer tuna diagonal de lo una preocupacién constante del logos un principio, inseribi Esta tentativa no puede cumplirse sino en una especie de ura del Maestro. ¥ puesto que hay dos figu- ‘que obtiene su autoridad del cosmos, e Pablo no srt nun proeta nh jangulacién que propone entonces es: profeta, nifica exactamente «apéstol» (lexéorohos)? Nada, caso, de empitico o de hist6rico. No se requiere, :péstol, haber sido un compatiero de Cristo, u .quellos que, en nom! se creen los garantes pero él mismo no parece compartir esa consideracién. Por lo demés afiade: eno hace al caso lo que antes fueran, pues Dios no hace acepeién de personas» (Gal, 2, 6). Un apéstol no es ni j- un testigo de los hechos ni una memoria. En el momento en rica como sustituto de la politica, Ia fuerza de Ia posicién de Pablo no puede escaparsenos. Ya que es muy cierto que ningu- na memoria protege a nadie de preset jempo, incluido el pasado, segin su determinacin presente. No dudo que sea ne- cesario recordar In exterminacién de los judios, 0 Ja acci resistentes [Lrances niftico neonazi ti que él venera, y liana del sentido, y a la conciencia histé- f -cionadora del perfodo precision de las atrocida- ‘que welvan a comen- historiadores, que ha- tenia. muchos joria» no zanja fen el que lo que — laridad a la universalicad, e inversamente: «Porque si los fampoco Cristo ha resucitado, Y si Cristo dad. Es en ese eatido que es gracia,y no histor El apéstol es entonces el que nombra esta posibilidad (el Evangelio, la Buena Nueva, s6lo es eso: nosotros podenios ven- ‘Su discurso es de pura fidelidad ala posi dad abierta por el acontecimiento, No podria, pu manera (y ésta es la punta de la a to. El filsofo con profeta conoce el sentido untvoco de curso cristiano: «Desaparecera el don del conocimiento profun- do (qvdiors)» (Cor. 1, 13,8). El texto donde se recapitulan, bajo el signo de una desapari- cién de las virtudes del saber en forma de acontecimiento, los rasgos del discurso cristiano, tal y como induce Ia figura subjetiva del apéstol, se encuentra en la primera epistola a los Corintios: lo? gNo ha convertido del mundo? Si, y puesto que la ro ha sido eapaz de reconocer a Dios a lamades, sean judioso griegos, se trata de un Cristo que es fuer- za de Dios y sabidutia de Dios. Pus lo que en Dios parece loc smbres; y lo que en Dios parece dcbil To que el mundo considera necio para confun. sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para lo vil, Io despreciable, lo que mncio del Evangelio se hace sin la sabidurfa del lengua- je epara que no se desvirtie la cruz. de Cristo». Qué significa del cual Ja cruz.es el acontecimiento es que es como un punto de realidad gue pone a ia en unt punto muerto. Este punto muerto es locura 1a el discurso griego, que es un discurso de la raz6n; ¢s esciindalo (oxiiviudov) para el discurso judio, que exige un signo de Ia fuerza divina, y no ve en Cristo sino debilidad, ab- ‘de un nuevo discurso, y de una subjetividad que no sea ni solica ni profética (el apéstol), es justamente que es s6lo al pre- cio de esta invencién como el acontecimiento encuentra acogi= da y existencia en la lengua. Para los lenguajes establecidos, es , porgue es propiamente innombi Desde tun punto de vista mas ontolégi que menta su rechazo, es mis profuundo atin. Si atributos de Dios en la medica en que son Dios se dice como intelecto soberano, © como gobierno del des- ‘tino del mundo y de los hombres, en In medida exacta en que el no del ser que especifica una sa- lo que Heidegger nombra la ontoteologia, donde Dios se piensa ‘como ente supremo, y por consiguiente como medida de lo que el ser como tal es capaz, al miltante. Es en la invencién cle una lengua donde locura, escandalo y debilidad sustituyen a la raz6n cognoscente, al orden y a la 50 fuerza, donde el no ser es la tiniea afirmaci6n validable del ser, donde’se articula el discurso cristiano. A los ojos de Pablo, esta ible con cualquier perspectiva (y no desde su muerte) de una efilosofia cristiana». ‘La posicién de Pablo, en lo que concierne a la novedad de! yn a todas las formas del saber y la idad entre cristianismo y filosofia, es tan radical rta incluso a Pascal. Si, Pascal, otra gran figura de condiciones modernas del sujeto d tile incierton), el de Isaac y de Jacob al Dios de los filésofos y de los sabios, Pascal no llega a comprender a Pablo. “onsideremos, por ejemplo, el fragmento 547 de los Pensa tos: ‘Sélo conocemos a Dios por .C Sin este mediadlor se suprime toda comunicacién con Dies. Por J.C. conocemos a Dios. Todos aquellos que han pretendido conocer a Dios y demostrarlo sin tenian pruebas impotentes. Pero para probar a J.C. te Dios y ensestamos la moral y a doctrina. J.C. es, por lo tanto, et verdadero Dios delos hombres. — Este texto permit ificar facilmente lo que hay de co- rnin en Pascal y en Pablo: la conviecién de que la declaracién fandamental concern a Cristo, Pero a partir de a, las cosas divergen desde vin doble punto ce vst. 1. En Pablo se constata una completa ausencia del tema de medincién. Cristo no es una mediacién, no es aguello a través To cual conocemos a Dios. Jesucristo es el acontecimiento puro, y en cuanto tal no es una funcin, aunque se tratara de tuna funcién de conocimiento o de revelacién. Hay abf un profundo problema general: ;se puede concebir nfo como una funcién, o como una mediacién? hha atravesado, sea dicho de paso, toda la época jonaria, Para muchos de sus feles, ln Revo- es lo que sucede, sino lo que debe suceder para que el momento de fen el desampa- como para aquellos el régimen anterior de los discursos. Cristo es, en sl y para sf que nas sucede. ¢¥ ¢ dos de Ja ley, Ahora bit compone con la sabidurfa, con la fi para Pablo decisiva, pues no es sino siendo relevado de la ley ‘que tno se hace realmente un hijo. ¥ un acontecimiento esté ado si no origina un hacerse+ iversal, Por el aconte- cimiento nos encontramos en la igualdad filial. Para Pablo 0 se ‘mediacién como atin encadenada ala legali- -g0 como una sorda negacién de la radicalidad del acontecimiento econocimiento de nues rmiseria es siempre pa sofia pascaliana es clisica pot 52 ciones del conocimiento, Para Pablo, no se trata de una cues- , se trata del acontecimiento del sujeto ¢Puede haber otro sujeto, otra via subjetiva distinta de la que conocemos, y que Pablo llama la via subjetiva de la carne? Tal ‘cuestién que ningiin protocolo de conocimiento pue- Pascal, con stt propésito de convencer al libertino modemo, yrmentado por la cuestién del conocimiento, Su estrate- 1¢ que se pueda razonablemente probar la superioridad reciprocamente, el Antiguo ‘oherencia de lo que, en él, hace signo Pablo habria visto en Ia teoria pascaliana del signo, y del le sentido, una concesién inadmisible al discurso judo; de sma manera que habria visto, en el argumentario probabi- ta de la apuesta como en los razonamientos dialéeticos sobre tos dos uuna concesién inadmisible al diseurso filos6ft- co. Ya que, para Pablo, el acontecimiento no ha venid a probar algo, es puto comienzo. La resurreecién de Cristo no es ni un ‘un cumplimiento. Tampoco hay prueba del cl acontecimiento es una prucba. Para Pas- lega ahi donde para Pablo sélo cabe la fe. ‘en. ¥ ast san Pablo, que ha venido en sabi ‘que no ba venido ni en sabiduria ni en signos: pues venia para ‘convertir. Pero los que no vienen sino pars convencer pueden ‘dccir que vienen en sabiduria y en signos. lado de la locura, de la predica- io estar en el Para Pascal, ignos y sabi durfa, pero como quiere convertir, pretende que no. Esta reconstruceién pascaliana dle Pablo indica, de hecho, la reticencia de Pascal ante el radicalismo paulino. Ya que Pablo rechaza expresamente los signos, que pertenecen al orden det diseurso judo, asf como la sabidurin, qe pertenece al aricgo. Bl se presenta como desplegando una figu aida de los des. Lo cual quiere decir que ni los xégesis racional de Jas profecias, ni el orden del mur ‘el sujeto cristiano. Aho bien, para Pascal, milagros y profecias son el centro de la cues- tion: «No es posible creer razonablemente contra los milagros» (rag. 815); eLa mayor de Iss pruebas de Jesieristo son ls pro- fecias» (frag, 706), Sin profecias ni’ milagros, no tendriamos ninguna prucba, y la superioridad del cristianismo no podria defenderse ante el sn, lo cual quiere decir que no tendréamos ninguna posibilidad de convencer al libertino moderno. Para Pablo, en revancha, es precisamente Ia ausencin de prueba que fuerce a la fe fo que constituye al sujeto cristiano. sea sui realizacién esta précticamente ausente del conjunto de la predicacién de Pablo. Cristo es muy exactamente incalculable, Tratindose de los milagros, lad del sujeto, y la ausencia de rrucba suprema, El pasaje decisi- ‘Hay que seguir presumiendo? Aunque es del todo inti, me rwleriré a las visiones y revelaciones del Senos. Conozco a un ‘cristiano que hace 14 anos —si five con cuerpo o sin cuerpo, no Dios lo sabe— fue anebatado hasta el tercer cielo [Jy ey8 werlo, para que nadie me de lo que ve 0 escucha de mi, a causa de veces al Senor para que apartase eso de iendo de mis debildades, para que habite porque cuando me siento débil, Esti claro: para Pal Disefian una figura no Olxo en sf solo presumiré de mis flaquezas» brantablemente, no debe ser el del milagro, sino el de la convie- cin que transita por una Retengamos de paso qt entrar en la declaracién, que, cevidencia sin gloria de la debi aque el TY prestigios del El cuarto discurso sera para Pablo un suplemento mudo, ce- srado sobre la parte de Otro del sujeto. Ast rechaza que el discur- gros, es mais oscul cont ‘in y de la debilidad, Pero hay innegablementente ‘en este caso entre los apéstoles reconocidos, una tista, Ya que Pablo probe que se argument con Jo inefable. No tolera que el sujeto ad 56 dencia de lo verdadero? Concediendo al cuarto discurso (Ia mis- tica) nada més que un espacio reservado e inactivo, Pablo pre- serva a Ja novedad radical de I declaracién cristiana de caer en la logica de os signos y de las pruebas Pablo mantiene con firmeza el discurso miltante de la debi- lidad. La declaracion no tend mas fuerza que lo no pretenders convencer por los de la excepcién mil Jo que fundamenta la fen cambio, opta millagrosa. La fi otro orden, y es capaz de rompe nguaje del acor pensamient fora que se encuentra en Cor. II, 4, 7: «Pero este 105 en vasijas de barro, para que todos vean que 1s que el acontecimn urrido totalmente precario, Hay qu fe, en wna precariedad que le sea homogénea. El tercer discurso debe realizarse en la debilidad, pues ah esta su fuerza. ‘ato por lo indecible. Tend uno puede ver y oft. Esto es fa vasija de barro, también se rompe. 58 mnces se puede decir que no soportando da tras dia el jpacién en humo del tesoro que el portador anénimo, el heral CaPtruLo V LA DIVISION DEL SUJETO miento-Cristo ha habido eleccién de cosas que aquellas que son, indica ejemplarmente que, pars revelacién de que lo que const real inédito, no es su unidad, en que es de algu jos vias que const- ‘tyen al sujeto, se declina con dos nombres: la muerte (Bve109), 0 medida en que lo real es lo que se piensa en un se podrfa sostener, ily central, que «xd ap ¢p6vmy.a ig oxps Oivaros, at05 mverjarosCoi» (Rom. 8 6), que no se debe did cir, por muy diffeil siendo un pensamiet ppensamiento del esp jon platonizante (y por consi- hha Degado a ser casi imposible sguiente griega) de este me comprender un punto, sin embargo, capital: La oposicién del cespiritu y de la carne no tiene nada que ver con la del alma y del 59 cuerpo. Es por esto que tanto una como otro son pensamientos ‘que identifican su real bajo nombres opuestos. Si Pablo puede afirmar, evocando su existencia de perseguidor antes de la con: versién de Damasco, que «un precepto hecho para dar vida, ‘result6 para mi instrumento de muerte» (Rom. 7, 10), es porqy ‘una méxima subjetiva se toma siempre en dos sentidos pe bles, segiin la carne o segtin el )pensaimiento y sensibilidad, et), pueda aqut serve para desenredar el entra- mado subjetivo. Es propio de la esencia del sujeto cristiano es- tar, por su fdelidad al acontecimiento-Cristo, dividido en des vias que afectan en pensamiento a todo suicto. a teoria de la division subjetiva descalifica cna cco) de ocupar adecuadamente el hugar que se os distribuye, y del cual el pensamiento puede captar el principio. Lo que el ppensainiento identifica como propiamente real es un lugar, sna ‘morada, al que el sabio sabe que hay que consentie yes frente a esta de eto del discurso cristiano. ‘Se observard la consonancia con ciertos temas lacanianos relativos a la ética )bserva Lacan, se avecina a Ja sant 130 judio, el obj alianza excepcional de precepto. La excepeién que lo cor Ja dimensién inmemorial de la Ley, 60. Para Pablo, el acontecimiento-Cristo es heterogéneo con la ley, puro exceso a toda preseripcién, gracia sin concepto ni rito apropiado. De la misma manera que loreal no es lo que viene 0 retorna a su lugar (discurso griego), tampoco podria ser lo que desde una excepcién electva sel la piedra como intemporal (discurso dispensarnos de la sai amen de los lugares y judia por descalifcacién de dobservancias y de los ritos. El acontecimiento puro no se acomoda ni al Todo natural, ni al imperativo de la letra. Para quien considera que lo real es el acontecimiento puro, los discursos griego y judo cesan de presentar, como atin lo hracen en Ia obra de Levinas, el paradigma de una diferencia ‘mayor para el pensamiento. Es el resorte de la conviccién uni- versalista de Pablo: la diferencia «étnica», o cultural, euya opo- sicién entre el griego y el judo es en su época, y en el Imperio, el prototipo, cesa de ser si ra con relacion a lo re nuevo objeto que dispone un nuevo discurso, Ninguna realidad distingue ya los dos primeros discursos, y su diferencia cae en la retérica. Como lo declara Pablo desafiando la evidencia: «no hay distincién entre judo y no judio» (Rom. 10, 12), De manera més general, a partir del momento en que lo real identificado como acontecimiento, y abre a la divisién del su- figuras de separacién en el discurso son invalidadas, la oposicién de lo real que instruyen aparece, en la retro- accién del acontecimiento, como ilusoria. ¥ de la misma mane- 1, con relacion al sujeto dividido segrin las vias de eaptacion de Jo real que son la carne y el espirit dos tanto por la ley judia como por la sabi tensin de mantenimiento de un sujeto ple- liviso, del cual se pocirian enumerar los predicados parti- fa griega son des- universalismo, y por consiguiente la existencia de cualquier verdad, exige la deposicion de las di- 6 truccién de un sujeto divi {mismo por el desaffo que le impone no tener que entre sino al acontecimiento desaparecido, Toda la apuesta consiste en que un discurso configurando lo smo acontecimiento puro pueda tener consistencia. ¢Es le? Pablo intenta tomar esta vf ibrayemos una vez més que no puede hacerlo, desde el ‘momento en gue el aconteci «gran politica» para Nietzsche, el acto anal para Lacan, la estética mistica para Wittget a posicién subjetiva de Pablo, en Io que concierne a la filosofia, es mucho més abrupta que la disposic cca» de los modemos, que quieren, todos, curar al pensamiento de la enfermedad filos6fica. La tesis de Pablo no es que sofia sea un error, tn que no hay lugar ad sabiduria es definitivamente obsoleto. Es lo que y no de una oposicién, 3s parece locura, es parece debilidad, fianos declaran al Cristo crucifi- tales son las figuras Si se reclama signos, el que los prodiga se conviert ‘maestro para quien los reclama. Si se cuestiona filoséficamen- que puede responder se convierte en maestro para el su garantla profética ni mil ora figura del maesro spor esto que le es posible Figar dal ij, Declaar un acontecimiento es convertise en hijo to sea el Hijo ea emblemdtico que Dios Padre se haya él mismo Ia figura del hijo. Es en ese conse cexpresada por In enigmiitica expresién del nos hace a nosotros mismos advenir universalmente como hi- del saber y de su trar isma, una figura de 63 ~ La expresién mis fuerte de esta igualdad, correlato necesa- se encuentra en Cor. I, 3 I, 9. Todos impersonal sobre las hazaas particulares, vale para Jestis. Pa blo, también en esto, no negar que el Hijo haya tenido una , que nada de ‘eso puede fundar una nueva era de la Verdad. Lo que ha dicho persona particular llamada Jess s6lo es el material ‘contingente del que se apodera el acontecimiento para un desti- no muy diferente. Jestis, en este sentido, no es ni un maestro, ni de lo que nos sucede universalmente Enel fondo él no podia usar en modo alguno la vida del redentor -necesitaba Ia muerte en la cruz, y todavia algo ms (El Ant 22h. No es inexacto. Como todo verdadero teérico de la verdad, ya lo hemos visto, Pablo no cree que pueda haber una «ver. ‘dad histérica». O mas bien, no cree que Ja verdad competa a la historia, Pero Nietzsche no es suficientemente preciso. Cuanclo escr- ‘be que Pablo sélo tiene necesidad de la muerte de Cristo «y de algo més», deberia subrayar que ese ealgor no es un eademés+ de Ja muerte, que es para Pablo el tnico punto de realidad al ‘que se ata su pensamiiento. ¥ qu i ha wdesplazado el hombres después de su actual decaden- cia nihilista? ¢¥ no tiene necesidad, para esta operacién, de tres snto contra Pablo porque, rival, De tal manera que slalsificados a Jess Decir que Pablo ha colocado wel centro de gravedad de la 65 Ja came, que es a Pablo aque- maestro, ahi no podria haber di Cierto, Jestis es «sefior» (x9pi03), y Pablo es su «siervo» (SotA0<). Pero es en realidad que Nietzsche alimen: iversalismo. No siempre: este santo adiceién viviente, una ruptura de si mismo. Mas cuando se trata de Pablo, sf: «El venen os derechos para todos’ —es el cristianismo el al inado de modo més radical». Traténdose de maestro y el Dios, Nietzsche proclama el particularismo mis terco, el comu- nitarismo racialista més desenfr fortaleza de rige este destino, y que es indife- la persona viviente: Testis ha re- tal manera que Jestis es como alguien» sin rasgos predi no hay ni ses: 0 son la voluntad de poder —y n de un pueblo— o son, por el cor der.» surreceién, vez, Ia suspension de In 66 or ino» problematico y la afirmacién de «sino» de exeepci6n. Ley y grat En efecto, nosotros defenderemos que u jento siempre constituye su sujeto 1 ¥ que es precisamente esta form: ian) son los co-operarios. El universal ‘carne, como legalidad convenida y estado particular del mundo, ima de la gracia y Jey es puesto en mala carta la ley para entrar en la gracia. 68 CapiruLo VI LA ANTIDIALECTICA DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCION fe ah{ en un momento del de Io Absoluto, y ahi el material de la muerte y de la gracia es exigible para que Ia espiritualidad, exteriorizan- sud, vuelve @ entrar en s{ misma en la intensidad cia de st. izaci6r to-Cristo autoriza a que se extraiga del nticleo mitol6gico una concepcién formal enteramente laicizada de la gracia, Todo reside en saber si una Ia ordinatia quiera encuentra, rompiendo cor fempo, In opor convertirse asi, en Ja mortal Si Pablo nos ayuda a captar el vinculo entre la gracia del acontecimiento y la universalidad de lo Verdadero, es para que gracia y del encuentro de sit ismo haya sido siempre la ideologia de una determinacién de lo subjetivo por lo objetivo, oséficamente, O planteemos que tenemos idea, simple y tarme lo mas po- ow ySyova ndivecs (Cor. I, 9, 22). ‘Si, nos beneficiamos de algunas gracias, pata las que no hay nar un Todo-Poderoso. mente mantiene y exalta la aria transcendente, el acontecimiento no es la muerte, es la resurreceién, ‘Demos, sobre este El suftimiento no desempefia ningtin papel en la apologéti- a de Pablo, nit siquiera en el caso de la muerte de Cristo. El abyecto de esta muerte le interesa, cierto, en la ‘que el tesoro del dicho por ‘aué, debe residir en una vasija de barro. Pero que la fuerza de tuna verdad sea inmanente a lo que, para los discursos e: cidos, es debilidad o locura, no quiere decir nunca pa del sufrimiento es inevitabl jzada por el acontec ribuye el consuelo ahora: nemos que sufrir es para que si somos consolados es para que tambié ais consuelo y soportéis ‘oxros padecemos» (Cor. 1, 1, 6). niento de las «cosas invisibl sntos inevitables inflingidos por el n dversario de que tamente el hombre de accion expuesto y desinteresado que pre le ser. Es especialmente el caso en Ja segunda epistola a los Corintios, muy mareada por la inquietud politica, y donde Pa- ergfa de que soy capaz», ia victica del alegato y dl Pero la conclusion de este troz0 biogralico, completamente destinado a confundir a aquellos que «al medirse con su propia ‘medida y compararse consigo mismos, demuestran que son ne- i ‘a ningtin significado sal- la vasija de barro, del alcance postacont ddad, de la destitucién de los eriterios mundanos de la glo si es preciso presumir, presumiré de mis flaguezas» 11, 30). Propongamos pero no hay el car {érmula: en Pablo hay ciertamente la cruz, de la cruz. Hay el calvario, pero no la rgica y acticiante, la predicaciOn de Pa- propaganda masoquista para las virtu- ‘ningtin pathos de la corona de espinas, de Ja flagelacion, de la sangre que chorrea, o de la esponja empapa de biel Vayamos ahora ala cruz ie no podria ser la operacién de la salva- de la came y de de lo real po No tiene ni puede tener ninguna funci nacién espiritual Para comprender su funcin, es necesario una vez. mas olvi- dar todo al dispositivo platénico del alma y del cuerpo, de la supervivencia del alma, 0 de su inmortalidad. El pensamiento de Pablo ignora estos parémetyos. La muerte dela que nos ha- bla Pablo, In de Cristo como Ia nuestra, no tiene nada de biol6- sco, no iss, por otra parte, que la vida. Muerte y vida son ‘pensamientos, dimensiones entrelazadas del sujeto global, don- son indiscernibles (es por esto, adem, para Pablo, es forzosamente resurreccién sagrada, ninguna asig- etero). Captada como pensamiento, como via subjetiva, como manera de ser en el mundo, la muerte es esta parte del sujeto siempre que decir «now n tuna perfecta clatidad: «Porque lo mismo que por un hombre vvino la muerte, también por un hombre ha venido cién de los muertos. ¥ como por su tinién con Adin todos los hombres mueren, asf también por su. unién relornarin a la vida», La muerte es tan antigua como la elec- el primer hombre de w acontecimiento en Cristo es exch Eecdoons exp, ae se deberfa rc wanidad la trenza subjetiva que cot wyente, cualquier sujeto singular. Cristo muere inventar la muerte, lo es tat muere para que, cogido también él en Ja invencién humana de la muerte, manifieste que es desde ese punto mismo (de aquello jervencién dlvina debe en su principio mis- mo igualarse esl Ja humanidad del hombre, y ast pues con el pensamiento que le domina, y que tiene nombre, como sujeto, «carnes, y como objeto, muerte». Cuando Cristo ure, nosotros, los hombres, cesamos de estar separados de que con Cristo la B 1anentiza las condiciones de la segunda, sin hacerla por esto {que moviliza la localizacién, y cuya operacién es la salvacin, En defi in relacion entre xaaknayd y y¥ida, es tuna superacién de articulacién no contiene io hace de Pablo el sacertdote tipo, la fuerza ordenada al la vida. Conocemos la diatriba: ™ 5 ‘Bastante hemos dicho precupaci6n de Pablo, que més bien quiere macién sobre la negaci6n, de la vida sobs bbre nuevo (¢del supethombre?) sobre infierno, y que es una de su estilo no recurrir jams al miedo, y siempre tar la vidaw no es la voluntad de tu victoria?» Matar a Ia muerte resumirfa mejor de Pail uel que reclamaba Ja afirmacién Pablo, pensaba romper en dos ppor todas partes ef «no» del ypoco Jesuctsto, el Hijo de Dios a quien os hemos 1, Timoteo ¥ yo, ha sido tn sf y un no; en él Mais que oponerse a Pat mo deseo de abrir otra época misma conviceién de que el hombre puede y debe ser superado, Ta misma certeza de que hay que terminar con la culpabilidad y 6 eNo es el hermano de Nietzsche es instrumento de ho mis lo estar lo que proclama: glo le vehemencia y mnisma seguri- gue se sabe responde el es wun desti- fa mis ‘gran politica todo el Imperio, y se opone a los que quiere por igual a civilizados y a no civilizados, a sabios y a ignoran- tes» (Rom. 1, 14). Es poraute tanto uno como otro han levado la antifilosofia hasta el punto donde ya no se trata de una scritica», incluso ppequenieces y de los antojos del sabio o del meta- uerte. Ser quien, Pablo 0 Zaratustra, antieipa sin flaquear el momento en que ela muerte ha sido vencida» (Cor proximo de Nietzsche, Pa- ‘que a veces se supone. No uuerte conservandola, se trata de engulitia, de abolirla, Y Pablo tampoco es, como el primer Heidegger, un doctrinario del ser-para-la-muerte y de la finitud. En el sujeto dividido, la parte del ser-para-la-mierte es la que dice todavia fuera de los muertos. mortal establece un sido sacado «bx veep .ccién fuera del emplazamies 1 punto donde pero no nega muerte pierde poder. Extraccién, sustraccién, impo poder de la muerte, y no encias? Por qué, iado, se sigue que sién genérica del Cristo no es id lo que con nite, ¥ sélo si jombres de la vida. Ahora ~ CAPITULO VIL PABLO CONTRA LA LEY Dos enunciadas parecen comts mia peligrosa, la ensefianza de Pable 1olas obras. , sino bajo la gracia, 1. Lo quenos salva es la fe, 2. Yano estamos bajo la Habria, pues, cuatro conceptos para disponer las elecciones fundamentales (a gracia) y vou obras. Mientras que la via del espiritu (nveSua), cuya realidad es la vida, organiza Ja de la gracia y de la fe. Entre las dos, el nuevo objeto real, dato-acontecimiento, atravesando «la reden- cei6n que esté en Jesucristo», pasando «bit tic &xodurpdaeas icky Xpr0rG ‘leoot» (Rom. 3, 24). Gero de donde procede que sea necesario rechazar Ia ley del lado de la muerte? Es porque toméndola en su particular dad, es decir, en las obras que prescribe, es un obstéculo para que la diteccién universal de la gracia sea subjetivada como pura conviccién, como fe. La ley «objetivay la salvacién y pro- Ibe que se la relacione con la gratuidad del acontecimiento- Cristo, En Rom. 3, 27 ss., Pablo indica claramente de lo que se ot ‘trata, y es justamente de la uni6n esencial entre acontecimiento iversalidad, siempre y cuando se trate de lo Uno, 0 mis ‘simplemente, de una verdad: Be qué, pues, podemos presumir si toda jactancia ha sido {eV en razon de qué ha sido excluida? gAenso por las 1das? No, sino en razén della fe. Pues estoy convenci- lo es el Dios que salva a onoloestén. ble cuestién de lo Uno. Su conviceién, propiamente revolicio- naria, es que el sigro de lo Uno es el «para todos», o el «sin excepcidn. Que haya un solo Dios debe comprenderse, no como una especulacién filosdfca sobre Ia sustancia, sobre el ente supremo, sino a partir de una estructura de direccién. Lo Uno es lo que no inscribe ninguna diferencia en los sujetos alos, aque se dirige. Tal es In méxima de Ia universalidad, cuando su ralz.esté en el acontecimiento: no hay Uno sino porque lo es para todos. EI monotefsmo no se entiende sino tomando en consideracién a toda la humanidad. No dirigido a todos, lo Uno ‘6n (pero la onto- es que no hay un de una particulari- mniversal. El dis- Ino (en la fabula imiento que pueda ser lo ‘correlato posible de lo Uno es I 82 Qué puede estar a la altura de la universalidad de u recti6n? En todo caso, no la legalidad. La ley es siempre predi- , particular y parcial. Pablo es perfectamente consciente canicter siempre estatal de la ley. Entendemos por vestatal> oque enumera, nombra, y controla las partes de una situacién, (Que una verdad surja en acontecimiento exige que est fuera de era de predicado, que sea incontrolable. Esto es pre- ible. La gracia es lo contrario de la ley, ‘que acontece sin ser debido, rn sujeto mo puede ser lo que le j6n se anuda a lo que es decla- 1. No hay, en sentido estricto, si id del hombre es su capacidad sub- jetiva, ninguna especie de La polémica contra slo que es debido», contra la Iégica del derecho y del deber, es el centro del rechazo paulino de las obras y de la ley: «ES sabido que al que trabaja no se le cuenta 1 jomal como favor, sino como deuda» (Rom. 4, 4). Pero para Pablo nada es debido. La salvacién del sujeto no podria tener la forma de una recompensa o de un salario. La subjetividad de Ja fe es no salarial (lo que autoriza, después de todo, declare comunista). La fe es del ambito del don concedido, xé~ prone. Todo su inicia con un carisma, todo sujeto es ca- rismético, Siendo el punto de la subjetividad, no la obra que reclama salario o recompensa, sino la declaracién del aconteci- miento, el sujeto declarante existe segxin cl carisma que le es propio. Toda subjetividad afronta la divisién en el elemento de de su declaracién, La operacion reden- to de un carisma, indamental entre universalismo tora es el aconteci En Pablo hay una vines yy carisma, entre el poder de todos pecaron y todos estén privados de ta gloria de Dios; pero 83 I Jo que es car uerza de exceso sobre la ley que hace fraca is ontol6gica profunda es que el universalismo supone ‘que se pueda pensar lo no como parte, sino com coma nomadisme de Jo, son tambien dos tips de mali 84 plicidad particularizante, la que va con su propio reada por el predicado de st limite. La ley es idad que, excediéndose a s{ misma, sostiene lad, La sobre in Todo, Es por esto que perr due tiene sicién gra: Queda por comprender por qué el motivo subjet snemos in ented! De hecho, de lo que se trata es del deseo (émdvyio), que no dl sujeto, es necesario tener la comprensién més pro- funda de las conexiones entre deseo, ley, muerte y vida, tesis fundamental de La ley es lo que da vid: iéndolo, f sujeto a no poder seguir més que la via de la muerte Qué es exactamente el pecado? No es el deseo como es no se comprenderfa entonces que esté ligado a la ley y a ki pecado es sujetola carnal de la muerte Asf se puede ver que lo que est en juego no es ni més ni 10s que el problema del inconsciente (Pablo lo llama lo in- 85 icipado. Pero todo esté det bre de Pa texto que la via carnal, gracias ala multiplicidad ob. ley recorta por la prohibici6n y la denominacién. El pecado aparece como automaticidad del desco, r ‘vfa del pecado es distribuye la vida Ta vida La muerte de la vida es el Yo (en posicién de muerto). La vida de la muerte es el pecado. Se puede observar la poderosa parad del Yo (muerto) y del pecado (viviente). Significa que jams soy yo quien peca, es el pecado a la fuerza del pecado x yy por medio de él me lev a Ja muerte. Y: «no s0y yo) fuerza del pecado que a teresa a Pablo, que lo es todo ienta es su posici6n subjetiva, su genealogia. El pecado es la vida de Ia muerte. Es aquello de lo la ley, y so ella, precio pagada es que la vida ‘ocupa el lugar del muerto, ja de esta disyuncién soy no pienso) Gene aguél en quien el efecto ds donde n poco. Para Pablo, el hombre de la ley es do del pensamiento. Tal es el la seduccién por el precepto. Esta figura del sujeto, division es entre el Yo muerto y la automaticidad invo- faquel instrumento a letra (@v ypdqptaow) io quee separa de muerte que sobre piedras: su pensami Estaremos de acuerdo en llamar «salvacién» (Pablo dice: jcada o justificacion) a esto: que el pens: no separado di a dividida del Bs lo que llamo, por mi miento de verdad. Enlonces tenemos: Teorema 4. No hay letra de la sal framiento sino de Ia muerte, To ciegas. ss ciega, y opera a Cuando el sujeto como canelacién disociada de u ‘una impotencia del pensar oi letra, ral, se presenta 10 del hacer y de nto, Si se llama «salva la ruina de esta di claro que va a depender de u i sin ley, el cual desencade- ‘na el punto de impotencia del automatismo, ler, y retomay iacién, esta 5 pecado. Hemos visto, ura subjetiva, efecto, que el pecado es ss nada mas que la perm los lugares de la vida y de la muerte. Es por necesidad de una doctrina sofisticada del p n de resto de la muerte, puede percibirst gracia, esto es, de un acto puro, to activo: La so sobre lo que cor fen parte, sustraida al pensamiento ¢ ace viviente. O, como dirfa Mallarmé, ese Pablo del poema modemo, es cierto que todo per to emite un golpe de dados, pero también. lo ensar hasta el final el azar del cual resultado. Para por la ley, no puede ser relevad més que por y ala vida, y esta operacion es k rreccién redistribuye muerte y vida en a vida no ocupa necesariamente & CapfruLo VO EL AMOR COMO FUERZA UNIVERSAL Se ha establecido, pues, que ninguna moral, si se entiende por «morals la obediencia préctica a una ley, puede justificar Ia existencia de un sujeto: «Sabemos, sin embargo, que Dios salva al hombre, no por el cumplimiento de la ley, sino a través dela fe en Jesucrsto» (Gal. 2, 16). Mas atin, el acontecimiento-Crsto _uerto, y que el pecado (0 el deseo inconsci vida auténoma; también, desplazado fuera de In muerte por la resurreccién, el sujto participa de una vida nueva cuyo nombre ‘es Cristo, La resurreccion de Cristo es también nuestra resurrec- cin, rompiendo la muerte donde, bajo la ley, el sujeto se habia exiliado en la forma cerrada del Yo: «ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mfo (Gal. 2, 20). Reciprocamente, si se per siste en suponer que verdad y justia pueden obtenerse con la observancia de los preceptos legales, es necesario volverse ha- cia la muerte plantear que ninguna gracia nos es concedida en Jn existencia, y negar Ia resurreccién: «No quiero hacer estril la gracia de Dios; peo sila salvaci6n (6uxatootivn) se aleanza por la ley, entonces Cristo habria muerto en vano» (Gal. 2,21). 3 eHlay que decir que el sujeto que se anuda al discurso cris- 1no est absoltutaimente sin ley? Varios indicios, en el pasaje de epistola a los Romanos que hemos ampli comentado, ros advierten de lo contrario, y nos comprometen a plantear cuestién extraordinariamente diffcil de fa existencia de wna ley teral, de tena ley del esptrit. lo, en el momento mismo en que. ues, ade muerte, y Ia vida, Nusstra tarea es pensar la antinomia aparente de estos dos enunciades: unto en Crist réhos vonou . mor es la plenitud de Ia ley» (rsipouce vouoD A epic), Rom. 13, 10). condicién de la fe, de la conviccién declarada, el iento. El trayecto indo la verdad a todos, sujeto. ta 5. Un sujeto hace ley no literal de la direccién u versal de Ja verdad de la ct conviecién)— vida, 1 que estaba muerto. Recupera los atributos de la fuerza que habfan caido 94 del lado. -y cuya figura subjetiva era el pecado. Vuelve a encontrar la unidad viviente del pensamiento y del hacer. Esta recuperacion hace ley universal de la vida misma, La ley retor- como articulacién de la vida para todos, via de la fe, ley més lausura del sujeto m tiene como evidencia mat nom Ja fe es declararse piblicamente. La verdad es m es. Citando el Deuteronomio, Pablo recuerda que «la palabra esti cerca de que vida y muerte no son ineluc- ias como lo son en el «viejo hombres. La fe ppor la ley no es el nico posible. Pero se con fesando la resurreecién de bre, no hace més que declarar una posi salir de la impotencia y volver a encontrar aqu hha separado la ley. La fe prescribe una posibilidad nueva, ain inefectiva para todos, aunque real en Cristo, 95 con la ley, ley la verdad de la ley. Asf concebi- rechaza la opor- wr confor. contenido que gtabar en la piedra, ya que esta com= ada a la subjetivacién por la fe jor muluo, pues efecto, los precep- iddad de prescripciones legales, ya ‘dad del precepto que corresponde, ntomfa mortifera del deseo. Es necesa- no objetal. Una maxima que ito le deseo por la transgresién de lo prohibido; = hacer que la maxima sea tal que exija la fe para ser eom- prensible face esas dos eficioso, la com- 1mor verdadero cuando se esta primero en smo. Pero esta rel es siempre amor de esa verdad declara. El amor esté, pues, mientoy de su st tecimiento autoriza al ue no se podria amar. ‘La nueva ley es ast el despliegue de la fuerza en direccién de los otros y y fidelidad es la ley de una verdad. En el pensamiento de Pablo, el amor es precisa- mente fi isto, segdn un poder que te, es coveniente partir de dos enunciados tradlctorios. Pablo parece asignar la salvacién exclusivamente a Ia fe. Es, incluso, a lo que a menudo se reduce su pensamiento. Por ejemplo (pero el tema es recurrente en las epfstolas): Sabemos, sin embargo, que Dios salva al hombre, no por el ccumplimiento de la ley, sino a través de la fe en Jesucristo. Ast ‘que nosotros hemos cre‘do en Cristo Jesus para aleanzar Ia sal- ‘vacion por medio de esa fe en Cristo, y no por el curnplimiento de la ley. En efecto, por el cumplimicnto de la ley ningtin hom- bre alcanzara la salvacion (Gal. 2, 16) Pero Pablo asigna, con una energia comparable, la salvacién \inicamente al amor, yendo incluso hasta sostener que la fe sin amor s6lo es subjetivismo vacio. Ast: que hablara las lenguas de los hombres y de os angeles, ister y toda Ia clencia; y aungue mi fe tan grande como para trasladar montafas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartira todos mis bienes a los po- Y cuando se trata de clasificar las tres operaciones subjeti vas mayores del hombre nuevo, la fe, la esperanza y Ia caridad, ‘0 més bien la conviccién, la certeza y el amor, es al amor, sin dudarlo, al que concede el primer lugar: «Ahora subsisten estas del sujeto; del o Digamos que a una subjetivacién, que no de la fuerza de su direccién universal, le ‘Tratdndose de la preeminencia del amor, que es el tinico que ay que realizar en el mundo la unidad del pensamiento y de Ia ‘accién, es necesario, ademis, tener cuidado con el léxico de Pa- blo, que es siempre de una gran precisién. Cuando se trata de la subjetivacién por la fe, Pablo no habla de salvacién (awmpte), 98 sino de justificacion (Guxaiauo). Es cierto que el hombre ests

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