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No es lo mismo el lenguaje oral que el lenguaje escrito

En el uso que le demos a la coma nos jugamos gran parte de nuestro


prestigio como escritores (o al menos como redactores): si la colocamos
bien, tendremos ganado mucho en la redacción de un texto; en caso
contrario, el caos está garantizado. El asunto está en saber cuándo
debemos escribir la coma y cuándo hay que omitirla. Sencillo, ¿verdad?
Pues no tanto, porque –entre otras chinas en el zapato– saber que la
coma sirve para indicar una pausa breve es una buena pista pero no una
solución definitiva: en la lengua oral no respetamos ciertas pausas que en
la lengua escrita han de estar forzosamente señaladas con la coma.
¿Os acordáis de esas películas americanas en las que el sargento
instructor de turno obliga a los sufridos soldados a cuadrarse ante él y
espetar con mayúscula sumisión: “¡Señor, sí, señor!”? Pues esos pobres
soldados no pierden el tiempo haciendo una pausa (ellos dicen, o más
bien, gritan: ¡Señor sí señor!); y, sin embargo, al reproducir sus palabras
en el lenguaje escrito hemos de echar mano de la coma (dos, en este
caso).
“Escribo demasiadas comas”

Algunas personas creen que escriben demasiadas comas y otras, todo lo


contrario. Pero no se trata de puntuar mucho o poco, sino de hacerlo
correctamente. Vaya por delante que el castellano es una lengua que se
presta a la escritura al por mayor de la coma: la mayoría de las frases,
exceptuando quizá las de estructura simple, llevan alguna coma. En
nuestro idioma la coma es como la sal en la comida: casi imprescindible.
En esta lección vamos a ver algunos modelos de oraciones en los que la
coma es necesaria (en un post futuro veremos algunos ejemplos de
cuándo no conviene escribirla).
Empecemos con una frase sencilla:
Juan peló una manzana.
Esta frase está articulada en una única unidad sintáctica. Tenemos un
sujeto (Juan) y un predicado, compuesto por un verbo con función de
núcleo (peló) y un complemento directo (una manzana).
Nos ahorramos, pues, la coma. Pero habrá que complicarse un poco más
la vida, ¿no? (Antes muertos que sencillos):
Juan peló una manzana madura.
Juan peló una manzana porque empezaba a tener hambre.
Juan peló una manzana que había robado en el huerto de su tío.
En estos tres casos seguimos leyendo una única unidad sintáctica.
Pronunciamos estas frases sin tomar aire, sin hacer esa pausa breve de la
que hablábamos antes. Las pronunciamos como esos timoratos soldados
americanos ante el sargento cafre de turno: ¡Señor sí señor!
Pero cuando empezamos a introducir otros elementos en el enunciado,
claramente diferenciables, la coma hace acto de presencia.
He aquí algunas funciones de la coma. Podréis notar que la pausa
marcada por ella es (más o menos) evidente.

La coma sirve:
1 Para separar los vocativos del resto de los elementos de la
oración
Un vocativo (del verbo latino vocare: llamar) es la palabra que usamos
para interpelar a alguien. Esa persona a la que nos dirigimos es nuestro
interlocutor: lo llamamos, nos dirigimos a él. Si el vocativo va al
comienzo de la frase, lleva la coma a continuación; y si también le
precede texto, lleva otra coma delante.
Rosa, abre el frigorífico.
¿Sabes, Mario, que Juan peló una manzana?
Le prometo, profesor, que voy a estudiar mucho a partir de ahora.
En el primer ejemplo, Rosa es el vocativo (a quien interpelamos), no el
sujeto. Por tanto, no es que Rosa esté abriendo el frigorífico: le estamos
pidiendo que lo haga.

2 Para separar los elementos de un listado con palabras


similares
Juan peló una manzana, un melocotón, un albaricoque, una pera…
En el colegio aprendimos el listado de los reyes godos: Ataúlfo,
Sigerico, Walia, Teodorico, Turismundo, Alarico II…

3 Para indicar la ausencia de un verbo que está implícito en la


oración, unas veces porque ha sido citado previamente y
otras, porque el verbo elidido es obvio
Juan peló una manzana; yo, una pera. [Juan peló una manzana, yo pelé
una pera].
Extremadura, tierra de conquistadores. [Extremadura es tierra de
conquistadores].
4 Para separar adverbios o locuciones adverbiales (secuencia
de dos o más palabras que funcionan como un adverbio) del
resto de la oración, si comienzan la frase
De vez en cuando, Juan pela una manzana.
Probablemente, mi padre viajará a Moscú.
5 Para indicarnos en las oraciones condicionales que hay una
anteposición, esto es, la oración subordinada rompe el orden
natural de la frase y se antepone a la principal
Si Juan pela una manzana, yo perderé la apuesta.
Si la oración se articula mediante el orden natural (primero la oración
principal y después la subordinada), no se escribe la coma:
Yo perderé la apuesta si Juan Pela una manzana.

6 Para insertar incisos en la oración que suspenden


temporalmente el discurso y nos aportan una información
extra. Son relativamente fáciles de identificar: si los
elimináramos (y con ellos las dos comas que los delimitan), la
oración seguiría teniendo sentido
Juan, de puro aburrimiento, pela una manzana. [Juan pela una
manzana].
Andrés, el primo de Marta, es abogado. [Andrés es abogado].

7 Para separar conectores (esto es, a saber, en primer lugar, por


último, por el contrario, no obstante…). Si estos conectores van al
principio de la oración, llevan una coma después. Si van en medio,
llevan coma antes y después (como ocurría con los vocativos)
Por último, Juan pela una manzana.
Mario hizo lo peor que cabría imaginar, esto es, cortar su relación con
Silvia.
8 Para aislar expresiones u oraciones sintácticamente
independientes del discurso principal del enunciado
De repente, ¡hay que ser caradura!, se fue al baño para evitar pagar la
cuenta.
Estas expresiones podrían ir también entre paréntesis o rayas (guiones
largos) con función de paréntesis.
De repente (¡hay que ser caradura!), se fue al baño para no pagar la
cuenta.
De repente –¡hay que ser caradura!–, se fue al baño para no pagar la
cuenta.
Si optas por los paréntesis o por las rayas, recuerda dos cosas: 1) Los
signos de puntuación (punto, punto y coma o dos puntos) se escriben
después del paréntesis de cierre, no antes del de apertura. En caso de
usar rayas, debes escribir la coma después de la segunda raya. 2) El
contenido enmarcado por los paréntesis tiene su propia puntuación.

9 Para señalar las interjecciones o locuciones interjectivas


¡Bah, eso no hay quien se lo crea!

10 Para articular oraciones coordinadas adversativas


introducidas por pero, mas, aunque, sino (que)
Juan peló una manzana, pero no recuerdo si me ofreció compartirla.
Aunque estaba cansado, decidió tomarse otra copa con los amigos.

11 Para enfatizar complementos circunstanciales de cierta


extensión al comienzo de la frase. Cuanto más largo es el
complemento, más justificado se hace el uso de la coma
En el instante en que Mario salía de casa, Juan estaba pelando una
manzana.
Ayer Juan peló una manzana.
En esta última frase es preferible no poner la coma porque el
complemento circunstancial está compuesto por pocas palabras, una en
concreto: ayer. Pero en un complemento circunstancial más largo, sobre
todo a principio de frase, como decía, habría que poner la coma:
El día en que mataron a John Kennedy en Dallas, mi prima Ana estaba
de vacaciones en París.
[Mi prima estaba de vacaciones en París el día en que mataron a John
Kennedy en Dallas].

¡Y eso es todo, amigos! (“Amigos”, recordad, es el vocativo)


El uso de la coma está prescrito en muchas otras ocasiones, pero me
parece que once recetas son un buen punto de partida para comenzar a
despejar ciertas brumas en la selva de la puntuación.
Os aconsejo familiarizaros con las partes sintácticas de la oración.
Cuando la frase no es estructuralmente muy básica, cabe suponer que la
coma aparecerá antes o después.

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