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Otras lógicas

Interculturalidad,
colonialidad y educación*
Catherine Walsh**

Resumen
Interculturalidad, colonialidad y educación
Interculturality, coloniality and education

Este artículo se enfoca en responder tres preguntas: ¿qué se entiende por interculturalidad?, ¿qué se entiende por
colonialidad? y ¿qué ofrecen estos entendimientos para pensar una educación distinta? Las respuestas apuntan a
asuntos relacionados con las geopolíticas del conocimiento, con los patrones del poder de un sistema jerárquico de
racialización, del ser, de saber y de saber hacer, y con la necesidad de construir procesos educativos descolonizadores.

Abstract

This article focuses on answering three questions: what is understood by interculturality? What is understood by
coloniality? And what do these understandings offer despite a difference in education? The answers lead towards
topics related to geopolitics of knowledge, the patterns of power in a hierarchic ethnic, of being and knowing and
of know-how system, and with the need of building decolonizing educational processes.

Résumé

Cet article vise à répondre à trois questions: qu'est-ce qu'on comprend par inter culturalité? Qu'est-ce qu'on
comprend par colonialisme? Et qu'est-ce qu'elles offrent ces compréhensions pour penser à une éducation différente?
Les réponses pointent à des sujets concernant les géopolitiques de la connaissance, les modèles du pouvoir d'un
système hiérarchique de classement racial de l'être, du savoir et de savoir faire, et avec le besoin de construire des
processus pédagogiques de décolonisation.

Palabras clave

Interculturalidad, geopolítica, colonialidad del poder, colonialidad del saber, pedagogía descolonial.
interculturality, geopolitics, coloniality of power, coloniality of knowledge, decolonizing pedagogy.

__________________________________________________
* Originalmente presentado como ponencia en el Primer Seminario Internacional “(Etno)educación, multiculturalismo
e interculturalidad”, Bogotá, 1.o a 4 de noviembre de 2005.
** Profesora y coordinadora del Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos, Universidad Andina Simón
Bolívar, Quito, Ecuador.
E-mail: cwalsh@uasb.edu.ec

Revista Educación y Pedagogía, vol. XIX, núm. 48, Mayo - Agosto de 2007 25
Interculturalidad, colonialidad y educación

Prefacio Ecuador— que sigo construyendo mi praxis


y locus de enunciación como educadora-inte-

N unca quería ser maestra. Mi mamá era lectual-activista. Un locus que necesariamen-
maestra y yo, niña y joven cuestiona- te parte de mi condición de inmigrante del
dora y rebelde, no quería ser como norte al sur, de ser profesora universitaria, pero
ella, no quería ser parte del sistema. Yo tenía también acompañante e integrante de proce-
otros sueños. sos nacionales y locales de los movimientos y
pueblos afros e indígenas, tanto en torno a la
Milité con grupos de la izquierda, viví en si- interculturalidad como a la educación. Es des-
tuaciones colectivas en el campo y por un de allí que hablo.
tiempo no sólo pensaba sino que actuaba
como que sí era posible la revolución, inclusi-
ve en Estados Unidos. No obstante y por las Introducción
necesidades económicas básicas, acepté un
trabajo “temporal” con niños en una guarde- El enfoque central de esta ponencia se encuen-
ría. Allí fue cuando mi cabeza realmente em- tra en tres preguntas simples: ¿qué se entien-
pezó a dar vueltas. Los niños y las niñas te- de por interculturalidad?, ¿qué se entiende
nían una apertura, frescura, creatividad y por colonialidad? y ¿qué ofrecen estos enten-
potencialidad que rara vez veía en los adul- dimientos para pensar una educación distin-
tos. Sin embargo, reproducían con frecuen- ta? No obstante, las respuestas apuntan a
cia las mismas relaciones del poder dominan- asuntos más complejos que tal vez no quedan
te —de raza, clase y de género— y, claro, el inmediatamente evidentes, que tienen que ver
currículo contribuía a eso, a veces en forma con las geopolíticas del conocimiento, con los
directa, pero otras, mucho más oculta (eso es patrones del poder que han mantenido como
el llamado currículo oculto). permanente un sistema jerárquico de racializa-
ción, cuyo impacto se extiende a los campos
Ahora, cautivada (o mejor dicho, obsesiona- identitarios, y del ser, del saber y del saber
da) con la idea de que una visión y una peda- hacer, y con la necesidad de construir proce-
gogía crítica sí podrían contribuir a sembrar sos educativos que hacen pensar y actuar
algo distinto, organicé una escuela alternati- críticamente y de otro modo, enfrentando y
va, la cual tomó la forma de una cooperativa, desafiando las relaciones y estructuras domi-
con padres de familia en un barrio urbano es- nantes y, a la vez, dirigiéndose hacia el desa-
tadounidense, principalmente negro, latino y rrollo e implementación de una pedagogía y
blanco. Es esta experiencia la que considero praxis no sólo crítica sino decolonial.
realmente me inició en el campo educativo.
Años después, como profesora en la universi- Con relación a estos asuntos y las reflexiones
dad, tuve la fortuna de trabajar de cerca con que presento a continuación, es importante
el pedagogo brasileño Paulo Freire, dentro de ubicarnos. Es decir, preguntarnos: ¿cuáles son
una red de pedagogía crítica (que incluía las perspectivas, creencias, esperanzas y vi-
profesores universitarios, maestros y jóvenes siones de cada uno en torno a la sociedad, la
—actuales y expandilleros)—, y en procesos educación y frente al cambio social-educati-
comunitarios, incluyendo los de la educación vo? y ¿cuál es el significado práctico de estas
popular, fui consolidando y dando sustancia perspectivas, creencias, esperanzas y visiones?
a la creencia de que la educación sí puede con- ¿Existe una complicidad (aunque implícita)
tribuir a la construcción de seres críticos y so- dentro de su práctica pedagógica en mante-
ciedades más justas. Es a partir de esta creen- ner las estructuras dominantes del conoci-
cia —ya asumida durante casi treinta años miento y del poder, o más bien una divergen-
como proyecto de vida, los últimos doce en cia que intenta enfrentar y desconstruirlas?

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¿De qué manera se asumen con seriedad, con- representación que construye sobre la geo-
vicción, compromiso, y hasta con militancia, grafía, la política, las culturas y el poder y sa-
una postura y una actitud, una responsabili- ber relacionados con ellas, sobre el norte y el
dad política, epistémica y ética que se dirige sur, sobre las regiones económicamente po-
hacia la acción e intervención, entendida ésta derosas con relación a las regiones “otras”, es-
no como acto individual sino colectivo? Estas pecialmente al llamado “Tercer Mundo”? Al
preguntas no sólo deben servir como fondo respecto, las palabras críticas de Eduardo
para pensar esta presentación, para escuchar- Galeano revelan mucho:
la, sino también para intentar entablarse, en-
gancharse y ubicarse en ella. Hasta el mapa miente. Aprendemos la
geografía del mundo en un mapa que
no muestra el mundo tal cual es, sino tal
Las geopolíticas y los legados coloniales como sus dueños mandan que sea. En el
del conocimiento planisferio tradicional, el que se usa en
las escuelas y en todas partes, el ecua-
Hace algunos años, el intelectual afrocolom- dor no está en el centro, el norte ocupa
biano y ekobio mayor Manuel Zapata Olivella dos tercios y el sur, uno. América Latina
nos recordó que las cadenas ya no están en abarca en el mapamundi menos espacio
los pies, sino en las mentes. Al parecer, la preo- que Europa y mucho menos que la suma
cupación de Zapata Olivella era cómo la do- de Estados Unidos y Canadá, cuando en
minación colonial y racial ha implicado y realidad América Latina es dos veces
requerido una forma particular de pensamien- más grande que Europa y bastante ma-
to.1 Son estas cadenas puestas por las estruc- yor que Estados Unidos y Canadá. El
turas y sistemas del poder y saber coloniales, mapa, que nos achica, simboliza todo lo
y aún mantenidas y reproducidas por la ins- demás. Geografía robada, economía sa-
titución educativa, las que dirigen y organi- queada, historia falsificada, usurpación
zan las maneras tanto de pensar como de ver cotidiana de la realidad del llamado Ter-
el mundo. cer Mundo, habitado por gentes de
tercera, abarca menos, come menos, re-
Un ejemplo claro se encuentra en el mapa del cuerda menos, vive menos, dice menos
mundo, donde existe una estrecha relación (citado en Lander, 2000).
entre geografía, política, cultura y conoci-
miento, una relación consolidada en la mis- Desde hace siglos, los pueblos indígenas de
ma configuración del mundo —aquella que Abya Yala2 han pensado el mapa de otra for-
ha orientado nuestras perspectivas desde la ma y desde otra lógica, con el sur arriba y el
escuela. ¿Se han fijado ustedes que el mapa- norte abajo. En este mapa “cabeza abajo” con
mundi siempre localiza a Europa en la mitad América Latina y África en cima de Europa,
y a América del Norte como mucho más gran- Canadá y Estados Unidos y más grande que
de que América del Sur? En sí, ¿cuál es la ellos, el mundo se conceptualiza de manera

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1 Tal perspectiva se relaciona con las de otros intelectuales afrodescendientes, cuyo pensamiento parte de la lucha
decolonial; véase, por ejemplo, Fanon (1999) y Cesaire (2000).
2 Término acuñado por los cuna de Panamá para referir a los pueblos indígenas de las Américas, que traduce como
“tierra en pleno madurez”. Como argumenta Muyulema (2001), esta forma de nombrar tiene un doble significado:
un posicionamiento político y un lugar de enunciación. Es decir, una forma de enfrentar el peso colonial presente
en “América Latina”, cuyo nombre sólo marca un proyecto cultural de occidentalización articulado ideológicamen-
te en el mestizaje. En este sentido, el acto político de renombrar representa un paso hacia la descolonialización. No
obstante, este nombramiento deja por fuera a los pueblos afrodescendientes.

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radicalmente distinta. ¿Qué ofrece esta repre- política y el legado colonial e imperial del co-
sentación a la geopolítica dominante actual, nocimiento.
a la concepción única, globalizada y univer-
sal del mundo, gobernada por la primacía No obstante, el problema del conocimiento
total del mercado y de la cosmovisión (neo)li- no puede ser visto simplemente como parte
beral y como parte de ella, por un orden polí- de la geopolítica norte-sur. También es elemen-
tico, económico y social, un orden también to clave de un modelo hegemónico (y global)
del conocimiento? del poder

Hablar de un “orden de conocimiento” es im- […] instaurado desde la Conquista, que


portante porque nos permite empezar a pen- articula raza y labor, espacio y gentes,
sar sobre el problema educativo desde otra de acuerdo con las necesidades del capi-
perspectiva. Es decir, nos posibilita ir más allá tal y para el beneficio de los blancos (Es-
de las políticas educativas o la propuesta cu- cobar, 2003: 62).
rricular, y considerar cómo la institución de
la educación ha contribuido, y sigue contri- Eso es lo que Aníbal Quijano (2000) ha llama-
buyendo, a la colonización de las mentes, a la do la colonialidad del poder, el uso de raza como
noción de que la ciencia y la epistemología son criterio fundamental para la distribución de
singulares, objetivas y neutrales, y que cierta la población en rangos, lugares y roles socia-
gente es más apta para pensar que otras. les, y con una ligazón estructural a la división
del trabajo (Walsh, 2005), lo que Zapata Olive-
De hecho, el conocimiento tiene una relación lla, antes de Quijano, explicó como
con y forma parte integral de la construcción
y organización del sistema-mundo moderno […] los lazos que ligan los conceptos de
capitalista que, a la vez y todavía, es colonial. raza, clase y cultura en el contexto de la
Es decir, la “historia” del conocimiento está explotación del indio y del negro en
marcada geohistóricamente, geopolíticamente nuestro Continente (1989: 42).
y geoculturalmente; tiene valor, color y lugar
“de origen” (véase Walsh, 2004). En América
Al instaurar una jerarquía racial de identida-
Latina, esta geopolítica se evidencia sobre
des sociales —blancos, mestizos, indios y ne-
todo en el mantenimiento del eurocentrismo
gros— borrando así las diferencias culturales
como la única o por lo menos la más hegemó-
de estas últimas, subsumiéndolas en identi-
nica perspectiva dominante del conocimien-
dades comunes y negativas de “indios” y “ne-
to, 3 una perspectiva presente tanto en las
gros”, la colonialidad del poder contribuyó
universidades como en las escuelas y colegios,
que exalta la producción intelectual euro-ame- de manera clave a la configuración del capita-
ricana como “ciencia” y conocimiento univer- lismo mundial como modelo de poder global,
sal, relegando el pensamiento del sur al estatus concentrando todas las formas del control de
de “saber localizado”. Claramente negado la subjetividad, la cultura y la producción del
aquí es el hecho de que el conocimiento pro- conocimiento bajo su hegemonía occidental.
ducido en Europa y Estados Unidos también
es local; por tanto, su universalización al res- Como hemos dicho antes y como explica cla-
to del mundo como algo obligatorio para to- ramente Robin Kelley en su introducción a la
dos es, en efecto, el problema central a que reedición del Discurso sobre colonialismo de
nos referimos cuando hablamos de la geo- Aimé Cesaire, la dominación colonial ha re-

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3 Para una amplia discusión de esta problemática como parte de la colonialidad del saber, véase Lander (2000).

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querido “una forma total de pensamiento”, recuperar la dimensión subjetiva, accional y


en la cual todo lo que está considerado como situada del ser humano (véase Gordon,
avanzado, civilizado y bueno es definido y 1995)—, es una lucha todavía real para los
medido con relación a Europa y a la blancu- afrodescendientes. 5 Hace recordar lo que
ra. Reconocer la operación de esta colonialidad Fanon (1999, 31) llamó la creación de hombres
del saber es, entonces, dar cuenta de la nega- nuevos: “la ‘cosa’ colonizada se convierte en
ción de otras formas de producción del co- hombre en el proceso mismo por el cual se
nocimiento que no sean blancas, europeas y libera” (1999: 31). Para los afros, esta lucha por
“científicas” en el sentido cartesiano y newto- la existencia y la libertad se ha mantenido,
niano. El asunto, entonces, no es sólo la ele- evidenciada en el cimarronaje y los palenques
vación de la perspectiva eurocéntrica del del siglo XIX, como también en la traducción
conocimiento como perspectiva única, sino de esta actitud, hábitus y pensamiento a las
también la autoridad que esta hegemonía tie- condiciones actuales. Ejemplos se encuentran
ne en determinar qué es conocimiento, y quié- en el grupo de jóvenes “Actitud Quilombola”
nes lo producen. Desde esta determinación, (cimarrona) en Salvador de Bahía, Brasil, en
tanto el legado intelectual-ancestral de los lo que Albán (2004) llama el “hábitus cima-
pueblos indígenas y afrodescendientes, como rrón”, presente en el Valle del Patía, como tam-
sus formas no eurocéntricas de producción bién en la articulación de una actitud y pen-
samiento cimarrón de la que hablan Walsh y
de conocimiento están rehusados. El trata-
León (2007), pero también se evidencia, y cada
miento dado a los estudiantes afros e indíge-
vez más, en el posicionamiento crítico que es-
nas dentro de la sociedad, reforzado en la
tán asumiendo grupos, organizaciones y co-
escuela, es como gente que no piensa en el
munidades afros tanto en Colombia como en
sentido “intelectual”, una negación que his-
la región al frente de un sistema aún colonial
tóricamente se ha extendido, particularmen-
y racista. Como argumenta Juan de Dios
te en el caso de los afrodescendientes, a la
Mosquera:
propia existencia: la colonialidad del ser. La colo-
nialidad del ser se refiere así a la no-existencia El cimarronismo hoy, en la historia que
y la deshumanización, una negación del estamos protagonizando, es el pensa-
estatus de ser humano que se inició dentro miento revolucionario y autónomo de
de los sistemas de complicidad del colonialis- los pueblos afroamericanos en su lucha
mo y esclavitud, con el tratamiento de los “ne- por sus derechos humanos, sus derechos
gros”, no como gente, sino como “cosas” del ancestrales, el derecho a la vida con dig-
mercado (lo que Cesaire llama la “cosifica- nidad y el desarrollo (2000).
ción”, algo que no sucedió en la misma forma
con los pueblos indígenas) y que, en cierta Son estos posicionamientos que, en algunos
manera, aún continúa. De hecho, la necesi- casos, apuntan a la creación de una educa-
dad de blanquearse para ser aceptado es par- ción propia fuera del marco del Estado, la que
te de esta colonialidad: “a transformarse y la gente está llamando “afroeducación”, mar-
modificarse dejando-de-ser para ser un no- cando una distinción con la etnoeducación
ser que será aceptado” (Cortés, 2007).4 de estatus oficialista.

La lucha en contra de esta deshumanización De hecho, la colonialidad no terminó con la


y por la existencia y la libertad —es decir, para colonia, sino que aún continúa. Eso no es ne-

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4 La supuesta superioridad de los indígenas sobre los afros se evidencia desde el tiempo de la colonia; véase, por
ejemplo, el capítulo “Sobre los negros”, de Felipe Guamán Poma de Ayala (1980).
5 Caso extremo el de Bolivia, donde los afrodescendientes son contados en el censo nacional como indígenas.

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gar los espacios ganados incluyendo el reco- y el mercado. Al asumir la diversidad


nocimiento estatal, la presencia de leyes como como parte de la matriz, la lógica y la
la de la etnoeducación y la Ley 70, o el estable- cultura dominantes, se suman o añaden
cimiento de programas y materias “especia- las culturas indígenas y negras a la cul-
les” como la Cátedra de Estudios Afrocolom- tura considerada “nacional” por sus
bianos. Pero sí es aceptar que, a pesar de estas referentes blanco-mestizos (Walsh,
“ganancias”, el problema de fondo sigue sien- 2004a).
do un problema colonial, racial y estructural,
aunque el nuevo orden multiculturalista del Al centrarse básicamente en la política de la
capitalismo neoliberal y tardío intenta hacer- identidad —dividiendo así los grupos, dismi-
nos pensar lo contrario. nuyendo fuerzas y, como ha dicho el Conce-
jo Regional Indígena del Cauca (CRIC) (2004:
Dentro de este nuevo orden multicultural que 215), imposibilitando un intercambio de ideas
empezó en Colombia con las reformas consti- entre los diferentes— y en la añadidura de la
tucionales de 1991, existe una apertura hacia diversidad al sistema existente, este nuevo
la diversidad, una apertura que es, por un la- orden multiculturalista sólo pretende asegu-
do, resultado de las demandas y luchas de rar la participación de todos los sectores, in-
la gente. Pero, por otro, esta apertura es algo cluyendo los más marginados, dentro del
más: parte de una tendencia y estrategia re- mercado. La mejor forma de realizar eso es
gional y global de inclusión reflejada en las hacer sentir como “incluida” a la gente tradi-
políticas estatales y promovidas por organis- cionalmente marginada, con derechos y aten-
mos transnacionales, con fines de apaciguar ciones especiales. Y es exactamente eso lo que
la oposición e incorporar a todos dentro del han hecho países como Colombia y Ecuador.
mercado. Como he anotado en otra parte, En la actualidad, lo que se observa es una
“estatalización” de las políticas y procesos de
La multiculturalidad, asumida como lucha indígena y afro; es decir, una depen-
parte de políticas ya globalizadas, se dencia al sistema jurídico-político (y, por ende,
basa en el reconocimiento, la inclusión una aceptación de este sistema, en vez de su
e incorporación de la diversidad cultu- rechazo o radical transformación), que en
ral, no para transformar sino para man- la práctica ha implicado cooptación, manipu-
tener el status quo, la ideología neoliberal lación, división, individualización y pacifi-
y la primacía del mercado […] Cierta- cación.6
mente podemos observar la operación
de tal lógica dentro de la región: el nue- Frente a este nuevo orden multiculturalista
vo reconocimiento de la diversidad de corte neoliberal —que parte, de hecho, de
etnico-cultural en los nuevos discursos
la ligazón entre globalización y colonialidad
políticos del Estado, el otorgamiento de
(lo que Walter Mignolo (2002) llama la colonia-
derechos especiales, la inclusión de los
lidad global)—, podemos preguntar: ¿cuánto
tradicionalmente subordinados (como
diputados y/o instituciones étnicas) ha realmente cambiado en los campos políti-
dentro del aparato estatal, la “consulta” cos, económicos, culturales, educativos y
en torno a planes relacionados con la ex- epistémicos (es decir, con relación al conoci-
plotación de recursos naturales, etc.; miento) para los pueblos indígenas y afros,
todo como parte de un esfuerzo por con- pero también para y con relación al resto de
trolar la oposición e integrarla al Estado la sociedad? De otra manera: en la práctica,

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6 Dentro de la región andina, el ejemplo de Evo Morales y el movimiento indígena boliviano marca una clara
distinción.

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¿en qué han contribuido y servido las leyes y tente, mientras que la interculturalidad
la “oficialización” de programas especiales (in- requiere que las relaciones horizontales
cluyendo la etnoeducación) para enfrentar las interétnicas se construyan a través de la
prácticas personales e institucionales de ra- creación de nuevos ordenamientos so-
cismo y opresión, para cambiar los sistemas ciales (CRIC, 2004: 132).
hegemónicos del poder que dan importancia
a ciertas experiencias y a ciertas formas de Tal perspectiva tiene resonancia en Ecuador,
pensar y conocer, y para postular la creación donde, desde los inicios de la década noventa
de nuevos ordenamientos sociales y condicio- del siglo XX, la interculturalidad ocupa un rol
nes del poder, saber y ser distintas? central en el proyecto político de la Confede-
ración de Nacionalidades Indígenas del Ecua-
De hecho, este nuevo orden multiculturalista dor (CONAIE), entendido como principio
ha significado algunos pasos atrás para las ideológico que apunta a la transformación de
luchas socio-históricas y políticas de los mo- las actuales estructuras, instituciones y rela-
vimientos, una maniobra desde “arriba” que ciones de la sociedad, con miras hacia la con-
desplaza el problema colonial y racial, ponien- formación de poderes locales alternativos, el
do en su lugar la preocupación por las políti- Estado plurinacional y una sociedad distinta.
cas de inclusión.7 En este contexto y con rela- Es éste el principio que ha guiado el pensa-
ción a la reevaluación por parte de algunas miento y las acciones del movimiento en los
organizaciones sobre la situación, ¿cómo de- ámbitos sociales y políticos, pero también en
nominar un camino distinto? ¿Representa la torno al ámbito de conocimientos. El ejemplo
interculturalidad en su conceptualización des- concreto de esto último se da en la concep-
de las organizaciones indígenas una manera tualización de la Universidad Intercultural de
“otra” a imaginar el mundo y a trazar los pa- las Nacionalidades y Pueblos —Amawtay Wasi.
sos necesarios a construirlo? ¿Qué implica
considerar la interculturalidad como proceso Además de ser principio ideológico y organiza-
y proyecto social, político, epistemológico e dor, la interculturalidad construye un imagi-
intelectual que asume la descolonialidad como nario distinto de sociedad, permitiendo pensar
estrategia, acción y meta? Y, ¿qué sugiere eso y crear las condiciones para un poder social
tanto para los procesos educativos como para distinto, como también una condición dife-
los asuntos del conocimiento? rente, tanto del conocimiento como de exis-
tencia, apuntando a la descolonialidad.

Interculturalidad como proyecto político- Claro es que al hablar de la interculturalidad


epistémico como proyecto político de las organizaciones
y movimientos indígenas y afros, no es lo mis-
En su reciente libro sobre la construcción de mo considerar su uso hegemónico dentro de
una educación propia, el CRIC posiciona la las instancias estatales, incluyendo el Minis-
interculturalidad como proyecto político: terio de Educación Nacional, o por los orga-
nismos multilaterales como el BID y el Banco
En este sentido va mucho más allá del Mundial o la Unesco. De hecho, mi interés es
multiculturalismo, en tanto este último poner en discusión las comprensiones y usos
concepto supone el reconocimiento de contrahegemónicos que buscan enfrentar
las minorías dentro de un sistema exis- los legados coloniales, incluyendo las geo-
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7 Interesante anotar aquí es el cambio mismo en la conceptualización y direccionalidad de las políticas culturales, un
movimiento desde lo que Escobar ha explicado como las políticas culturales “de abajo” o desde la gente y sus
luchas, a unas políticas culturales “desde arriba”, es decir, desde el aparato estructural del Estado y sus instituciones.

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Interculturalidad, colonialidad y educación

políticas del conocimiento. Aquí lo que me samientos y conocimientos propios, no como


parece particularmente importante señalar es un saber folklórico local, sino como epistemo-
la nueva, o mejor dicho, renovada atención logía —sistemas de conocimiento(s)—, lo que
puesta por grupos indígenas y afros al pensa- permite empezar a enfrentar la colonialidad
miento como campo de lucha, intervención y del saber y la geopolítica dominante del co-
creación, haciendo así evidente un proyecto nocimiento. Como hacen evidentes las pro-
de la interculturalidad que no es sólo políti- puestas educativas de Amawtay Wasi y del
co, sino también epistémico.8 CRIC (incluyendo sus esfuerzos actuales en
la educación superior), como también de la
Esta atención se evidencia en dos esferas, a etnoeducación, dentro de las comunidades
las que el intelectual-activista y abuelo del afroecuatorianas (entendida esta etnoeduca-
movimiento afroecuatoriano, Juan García, se ción, a diferencia de Colombia, como proce-
ha referido como casa adentro y casa afuera. so casa adentro, comunitario y no estatal), es a
La casa adentro indica los procesos internos partir del conocimiento de lo propio que pode-
de las organizaciones, pero más que todo de mos pensar en la interculturalidad, ponién-
las comunidades, para construir y fortalecer dolo así en diálogo con otros conocimientos
un pensamiento y un conocimiento propios. de casa afuera”. Cortés llama eso un “refuerzo
Esos procesos apuntan a la recuperación de cultural como estrategia intercultural” (2007).
los conocimientos que, como dice Juan Gar-
cía, han sido considerados por la sociedad Claro es que, en estos tiempos, las fronteras
mayor como no-conocimientos, conocimien- entre conocimientos y formas o lógicas de pen-
tos presentes en la memoria de los sabios y sar no son claramente delimitadas. Por tanto,
ancianos, y en la filosofía y cosmología cuyas hablar de casa adentro y casa afuera, más que
raíces se encuentran en la ancestralidad, pero todo, marca una intencionalidad y una es-
también en la naturaleza y en la cotidianidad, trategia política cuyo blanco es no ser total-
como hizo claro el intelectual nasa Manuel mente consumido por la universalización
Quintín Lame (2004). Son procesos que, en hegemónica que la modernidad / colonialidad
los últimos años y como manera de contri- ha promovido. Esta intencionalidad estraté-
buir a la formación intelectual-política, tam- gica es distinta a la que se pretende normali-
bién han retomado los textos de pensadores zar o esencializar a partir de la idea de una
provenientes de estos mismos movimientos. experiencia étnica estable, común y unificada
La atención reciente puesta por el CRIC al (la noción de que todos los afros o todos los
pensamiento de Quintín Lame, del movimien- indígenas comparten una experiencia común
to aymara-quechua en Bolivia al pensamien- o que piensan de la misma manera). También,
to de Fausto Reinaga, o el renovado interés más que simplemente resistir, significa inci-
entre grupos afros en Zapata Olivella y Benkos dir y construir. El interés es, más bien, crear,
Biohó es demostrativo. construir y apuntar caminos decoloniales que
no niegan la modernidad, pero que permiten
Cierto es que estos procesos epistémicos pro- vivirla de otra manera, sin ser absorbida y
pios no son los mismos para los pueblos afros controlada por ella. Casa adentro, en este sen-
e indígenas. No obstante, es la atención pues- tido, significa asumir una agencialidad y
ta por ambos en (re)construir y fortalecer pen- posicionamiento hacia la producción de cono-

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8 Hablar de una política epistémica de la interculturalidad, pero también de epistemologías políticas, podría servir,
en el campo educativo, a elevar los debates alrededor de la interculturalidad a otro nivel, traspasando su fondo
enraizado en la diversidad étnica, al problema de “la ciencia” en sí; es decir, la manera en que la ciencia, como uno
de los fundamentos centrales del proyecto de la modernidad / colonialidad, ha contribuido en forma vital al
establecimiento y mantenimiento del histórico y actual orden jerárquico racializado.

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cimiento, a cambiar el lente eurocéntrico y ver samientos otros, un pensamiento plural (e


desde las historias vividas, promoviendo así intercultural) desde la diferencia, que tiene
una fortaleza colectiva. Y es esta fortaleza la un mayor potencial social, político y de-
que permite negociar de otra manera el tra- colonial.
bajo de casa afuera.
Crear estas posibilidades tanto en las escuelas
Aquí el asunto clave es con quién y para qué, y colegios como en las universidades es el
es decir, con qué propósitos interrelacionar desafío que sugiere el proyecto político de la
(o inter-versalizar) conocimientos. En muchos interculturalidad, un desafío que he asumido
de los modelos educativos (incluyendo la con seriedad en mi propio trabajo dentro de
etnoeducación indígena y afro “oficial”), este la Universidad Andina Simón Bolívar, en Qui-
diálogo o relación está pensado simplemente to, en las maestrías, el doctorado y en las co-
entre lo propio y la sociedad dominante, en- laboraciones con las organizaciones y comu-
tre el saber comunitario y el conocimiento mal
nidades. Un desafío que puesto en práctica,
llamado “universal”. Pero mientras esta rela-
crea tensiones y conflictos agudos, tanto a
ción podría permitir los afrodescendientes o
nivel estudiantil como docente, poniendo en
indígenas relacionar sus formas, lógicas y sis-
cuestión las subjetividades y prácticas de am-
temas de pensar con lo que el sistema educa-
bos, como también a la misma estructura y al
tivo enseña como “universal”, no tiene, sin
sistema educativo.
embargo, ningún impacto para la sociedad
“mayor”. Siguen siendo los grupos indígenas
y afros quienes tienen que ajustarse a las nor-
mas dominantes y asumir el reto de la intercul- Hacía una pedagogía y praxis decolonial:
turalidad; los blanco-mestizos y otros que se reflexiones finales
identifiquen con la sociedad “mayor” —sean
ciudadanos, alumnos o hasta maestros— son Pensar en un giro o, mejor dicho, un vuelco
considerados como exentos de responsabili- decolonial en torno al conocimiento y a la
dad. También se exenta de cambios a la socie- educación requiere tomar con seriedad tanto
dad en su conjunto. las contribuciones como las implicaciones de
historias locales y de epistemologías negadas,
Por tanto, el proyecto político de la intercultu- marginalizadas y subalternizadas. Requiere
ralidad, así enlazado con una pedagogía críti- también una atención a la formación de co-
ca, parte de la necesidad de implosionar nexiones dialógicas entre ambas. Pero tal vez
epistémicamente en el conocimiento hegemó- más importante aún, una atención política y
nico y dominante; no buscar ser incluido en ética a nuestras propias prácticas y lugares
él (como el multiculturalismo neoliberal), sino de enunciación con relación a estas historias
intervenir en él, generando participación y y epistemologías, a las intervenciones que po-
provocando una contestación y cuestionamien- demos emprender para construir y generar
to. Es sólo así que podemos apostar por un conciencias políticas, metodologías descoloni-
nuevo ordenamiento social y epistémico, una zadoras y pedagogías críticas. Para confron-
nueva condición social del conocimiento. No tar la hegemonía y colonialidad del pensa-
obstante, también hay otra relación que se miento occidental, es necesario, además,
necesita promover; ésta es entre los conoci- enfrentar y hacer visible nuestras propias sub-
mientos llamados propios —las formas críti- jetividades y prácticas, incluyendo nuestras
cas de pensar asentadas sobre las historias— prácticas pedagógicas.
y las experiencias marcadas por la colonia-
lidad. Tal relación podría generar lo que Hace algunos años, el pedagogo Paulo Freire
Khatibi (2001) ha llamado un complot de pen- afirmó que,

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Interculturalidad, colonialidad y educación

[…] no hay práctica social más política nalismo universalista del Iluminismo,
que la práctica educativa […] En efecto, sólo su momento irracional como mito
la educación puede ocultar la realidad sacrificial. No negamos la razón, en
de dominación y la alienación, o puede, otras palabras, sino la irracionalidad de
por el contrario, denunciarlas, anunciar la violencia generada por el mito de la
otros caminos, convirtiéndose así modernidad. Contra el racionalismo
en una herramienta emancipatoria posmoderno, afirmamos la “razón del
(2003: 74). Otro”(Dussel, 1993: 75).

Apostar a este último ha sido el propósito de Y es en afirmar la “razón del Otro” que pode-
esta ponencia. Pero en este sentido, pretendo mos empezar a identificar las semillas de pe-
ir más allá de la pedagogía crítica, como fue dagogías y praxis “otras”, pedagogías y
planteada en la década del ochenta, inclusive praxis radicales que parten de un deseo de
por el mismo Freire, apuntando a la necesi- “pensar con”, que asumen la interculturalidad
dad no sólo de construir prácticas pedagó- como proyecto-compromiso político, ético y
gicas críticas, sino también de reconocer la epistémico, que buscan armar fuerzas deco-
existencia (en los movimientos, las organiza- loniales aliadas y que se dirigen hacia la cons-
ciones, los barrios, en la calle y, tal vez, en trucción y movilización de poderes, seres,
algunas instancias educativas) de pedagogías saberes, sociedades y mundos muy distintos.
decoloniales. Son aquellas pedagogías que
visibilizan lo que el multiculturalismo oculta
y se escurre: la operación de los patrones del Referencias biblio y cibergráficas
poder a la vez moderno y colonial, racializado,
Alban, Adolfo, 2004, “La sociedad afropatiana:
patriarcalizado, heterosexualizado; la geopolí-
¿hábitus cimarrón y proyecto hegemónico
tica del saber y la topología del ser (Maldona- anticolonial?, ponencia presentada en el Segundo Co-
do, 2006); y las prácticas y políticas económi- loquio Nacional de Estudios Afrocolombianos,
cas, sociales, culturales, ambientalistas y de la Visualizando nuevas identidades, territorios y conocimien-
naturaleza (ésta entendida también en rela- tos, Popayán, 18-20 de marzo.
ción con la espiritualidad y cosmología) —in-
Cesaire, Aimé, 2000, Discourse on Colonialism, Nueva
cluyendo muchas de ellas de la nombrada Iz- York, Monthly Review Press.
quierda— que siguen alentando el proyecto
neoliberal y su lógica (multi) culturalista. Aque- CRIC, 2004, ¿Qué pasaría si la escuela…? 30 años de
llas pedagogías que integran el cuestio- construcción de una educación propia, Popayán, Conse-
namiento y el análisis crítico, la acción social- jo Regional Indígena de Cauca.
política transformadora, la consciencia- Cortés, Juan, 2007, “Políticas culturales en Bogotá. Un
en-oposición, pero también la intervención, análisis introspectivo frente a los límites y desafíos
incidiendo de otra manera en los campos del po- de la interculturalidad”, tesis de maestría, Universi-
der, saber y ser, en la vida; aquellas que ani- dad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
man y podrían animar una actitud insurgen-
Dussel, Enrique, 1993, “Eurocentrism and Modernity
te y cimarrona. Aquellas pedagogías que tam- (Introduction to the Frankfurt Lectures)”, Boundary,
bién, y siguiendo las ideas de Dussel, se com- vol. 20, núm. 3, pp. 65-77.
prometen y podrían comprometerse con la
razón del Otro: Escobar, Arturo, 2003, “Mundos y conocimientos de
otro modo. El programa de investigación moderni-
dad / colonialidad latinoamericano”, Tabula Rasa.
A diferencia de los posmodernos, no
Revista de Humanidades, Bogotá, núm. 1, ene.-dic., 2003,
proponemos una razón crítica como tal; pp. 51-86.
pero sí aceptamos su crítica de una ra-
zón violenta, coercitiva, genocida. No Fanon, Frantz, 1999, Los condenados de la tierra, Méxi-
negamos la semilla racional del racio- co, Fondo de Cultura Económica.

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Referencia
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ción, vol. XIX, núm. 48, (mayo-agosto), 2007, pp. 25-35.

Original recibido: febrero 2007


Aceptado: marzo 2007

Se autoriza la reproducción del artículo citando la fuente y los créditos de los


autores.

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