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Contigo sí, contigo no: la imagen del candidato como estrategia

política.
Posiblemente no exista una impresión más intensa en el ser humano
que aquella que es recibida a través del sentido de la vista. Lo anterior
es tan clásico que desde que Santo Tomás -ver para creer- enunció
esta afirmación, ha formado parte del imaginario común de las
personas, más allá de toda diferencia teológica. Sin embargo, en un
mundo donde la tecnología ha avanzado tanto (mucho más que la
teología), la realidad virtual nos hace vivir en un espacio gigantesco de
dudas razonables. Por todo lo anterior y entendiendo entonces que las
principales credenciales de presentación de un candidato político son
su imagen y su discurso, no es de extrañar que dependiendo de la
inteligencia con la cual estos dos elementos sean administrados junto
con la dimensión tecnológica actual, dependerá el alcance, la naturaleza
y, en mucho, su nivel de éxito.
Ya una imagen no es solamente lo que entra por la vista: es una
identidad llena de partículas de información y datos que en cada mente
humana forman su propia “receta”. Los equipos de planificación de
estrategias políticas para la promoción de un partido o de un candidato
-que NO es lo mismo- necesitan diseñar modelos integrados e
inteligentes de proyección de imagen para presentar al electorado todo
un espacio donde vean que sus problemas son recibidos y
comprendidos y que tanto en el candidato como en la organización
sobre la cual se apoya se poseen en forma evidente el talento necesario
para solucionar esos problemas y las propuestas más adecuadas para
mitigar el impacto de sus penurias y necesidades. Los elementos
constitutivos de la imagen por lo tanto deben ser seleccionados con
tanta creatividad como los ingredientes para lanzar un sabor nuevo de
refresco o caramelo, pero deben ser a la vez tan serios como para
enganchar esa ilusión placentera al espacio de la racionalidad y de esa
manera imprimirle factibilidad al proyecto de gestión que se ofrece. Las
personas ya están realmente cansadas de los “hombres o mujeres
polifacultos” que presentan soluciones simples por encima de las
circunstancias cotidianas, demostrando una ignorancia casi supina en
los padecimientos del ciudadano común: al parecer la preferencia se
está orientando hacia líderes que representan equipos de alto
desempeño que también demuestran protagonismo pero sobre la base
del respeto a todo un sistema de integración de esfuerzos, ya que
comprenden que las soluciones a los problemas complejos también en
muchos casos son de un diseño de igual naturaleza.
La planificación estratégica aplicada al campo político-electoral no
puede deslindarse del elemento fundamental de la imagen del
candidato y la organización que representa. Es necesario estudiar en
detalle todas las líneas de vida tanto del candidato como de la
organización para entretejerlas en un cordón coherente y resistente a
los embates de indiferentes y adversarios. La dimensión
comunicacional juega allí un papel protagónico junto con los eventos en
vivo que son los que causan impresión contextual de mayor impacto
impulsando elementos virtuosos en la percepción que de la propuesta
se va formando el electorado.
Nuevamente el tiempo y la sensatez para emplearlo son factores
potenciadores del éxito. Un equipo de marketing político que esté
integrado en forma efectiva, si dedica talento para diseñar un modelo
de mensaje inteligente, honesto, esperanzador pero con racionalidad y
respetuoso con la inteligencia del electorado de seguro, no solamente
cubrirá las expectativas de Santo Tomas, sino que será la
materialización perfecta del conocido adagio chino que reza: “una
imagen vale más que mil palabras”.

Jorge Alejandro Sánchez Rojas


jorgealesanro@gmx.com
Twitter: @Joalsaro

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