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Esta es una epístola de tiempos postreros en la que el autor sagrado bajo el seudónimo de Pedro previene a los

cristianos de los falsos profetas y de los doctores que niegan a Cristo, a la vez que exhorta a esperar con una vida
santa la venida del Señor.
Esta Carta es el testamento último de San Pedro, escrita probablemente antes de su muerte; es también llamada la
"Carta de la fe y la esperanza", que nos describe este cuerpo como una tienda de campaña pasajera.
Teniendo presente el significado y el contenido de este escrito canónico atribuido a San Pedro, cabeza del colegio
apostólico y dirigido sin duda a la universalidad de la Iglesia, nos proponemos hacer una lectura de fe desde la
realidad latinoamericana de los principales contenidos teológicos y pastorales de la carta.
Cabe recordad que la naciente Iglesia se vio frecuentemente amenazada por el mundo circundante, plagado de su
sin número de ideologías, razón por la cual los apóstoles tuvieron que dar firmeza y consistencia arraigando la fe en
los creyentes llegando incluso a sellarla con su sangre.
QUE DICE LA CARTA:
Pedro hace en un principio una presentación de la generosidad de Dios que ha llamado a la fe en Jesucristo a la
humanidad, a este don gratuito de Dios debe corresponder la conversión del hombre que abandona las obras de la
corrupción y la concupiscencia.
El autor insiste en no quedarse con el hecho de haber recibido la fe, sino que es necesario consolidarla, pues las
pruebas fácilmente pueden llevar a apostatarla. “poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra
elección” (1,10)
Como hay amenazas de falsos maestros que intentan usurpar el lugar de los apóstoles, Pedro ratifica su testimonio
apostólico. No se trata de uno que oyó una historia, sino que es testigo ocular de los hechos, su apostolicidad se
remonta al mismo Jesús con quien compartió su experiencia. El apóstol no se hace así mismo sino que es llamado y
a la vez ratificado por la comunidad pasando primero por ser discípulo. “No se es apóstol sin ser discípulo”.
Ante las falsas doctrinas que se divulgan, basadas en erróneas interpretaciones de los hechos y de las Escrituras el
apóstol sale en defensa afirmando con claridad meridiana “tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede
interpretarse por cuanta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres,
movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios”. (1,20-21)
Finalmente el apóstol revive la llamada a la santidad que no quiere decir sino la edificación de cielos nuevos y una
tierra nueva donde habite la justicia.
QUE NOS DICE AQUÍ Y AHORA EN AMBITO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
“La evangelización da a conocer a Jesús como el Señor, que nos revela al Padre y nos comunica su Espíritu. Nos llama
a la conversión que es reconciliación y vida nueva” (puebla 352). Este es el contenido principal de la evangelización,
hacer notar que se trata de un don generoso de Dios en Jesús y del encuentro del hombre con este acontecimiento
mediante una respuesta de renovación interior expresada en nuevas conductas y comportamientos.
El apóstol da por hecho que ya se ha evangelizado, pero no puede dejar de consolidar la fe. Hoy por hoy también se
habla de la Nueva Evangelización no porque la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duración, sino porque
hoy hay desafíos nuevos, nuevas interpelaciones, nuevas problemáticas a las que hay que responder sin perder la
esencia del Evangelio. Hoy también se requiere de cristianos que ratifiquen su vocación y elección.
Es de notable importancia considerar el papel de los ministros ordenados en la obra evangelizadora, en medio de una
creciente infravaloración y desprecio de este importante servicio. Es verdad que todos somos agentes de la
evangelización por el sacerdocio común del que participamos pero no podemos descartar la institucionalidad del
ministerio jerárquico continuador en la historia de la colegialidad apostólica. “El ministerio jerárquico (obispos,
presbíteros y diáconos) da unidad y autenticidad a todo el servicio eclesial en la gran tarea evangelizadora.”(Puebla
855)
Ante la proliferación de subjetivistas interpretaciones de la revelación que se reducen a opiniones y criterios personales
se debe reafirmar el papel irremplazable del magisterio eclesial a este corresponde la tarea de discernir las mociones
del Espíritu, interpretarlas y comunicarlas debidamente. Hacerlo individualmente es descartar la acción del Espíritu en
la Iglesia tendiente a conservar en ella la Unidad. “En el seno dela comunidad encontramos la instancia de decisión y
de interpretación auténtica y fiel de la doctrina de la fe y de la ley moral; es el servicio del sucesor de Pedro que
confirma a sus hermanos en la fe y de los obispos, sucesores de los apóstoles en el carisma de la verdad”. (Puebla
374)
Finalmente se nos plantea la tarea de revalorar el proyecto de santidad al que todos estamos llamados, dicha santidad
tiene que ver necesariamente con la instauración aquí y ahora de cielos nuevos y tierra nueva, es decir de una historia
en la que acontezca el proyecto liberador de Dios. La santidad vendría a ser sinónimo de la humanización que se
levanta hacia la grandeza insuperable del Dios amor que se hace todo en todos.
Comenzamos hoy, estimado oyente, nuestro estudio de la segunda epístola del Apóstol Pedro, y esperamos
que usted nos acompañe en este nuevo recorrido por la Biblia. Consideramos al apóstol Pedro como el autor
de esta epístola, tal como podemos ver en la presentación del escritor, en el capítulo 1, versículo 1. Sin
embargo, la autoría de Pedro de este libro ha sido cuestionada más que la autoría de cualquier otro libro
del Nuevo Testamento. El Dr. Moorehead, expositor bíblico, escribió hace ya varios años: "La segunda
epístola de Pedro viene a nosotros con menos apoyo histórico en cuanto a su autenticidad que cualquier
otro libro del Nuevo Testamento". No obstante, esta disputa ha impulsado a los eruditos conservadores a
dedicar a esta epístola una atención adecuada, de manera que ha quedado debidamente establecido el
hecho de que Pedro escribió esta carta.
En nuestra enseñanza hemos dedicado poco tiempo a asuntos relacionados con la introducción a un libro,
como por ejemplo, cuestiones de autoría o temas críticos que se hayan planteado sobre diferentes libros de
la Biblia. Generalmente hemos pasado por alto estas objeciones porque para nosotros, la segunda epístola
de Pedro forma parte de la Palabra de Dios y creemos que existe abundante evidencia de ello, tanto interna
como externa. Sin embargo, como no queremos ser acusados de no estar familiarizados con las cuestiones
que se han planteado sobre su autoría, nos ocuparemos de los hechos de esta controversia.
Pasó mucho tiempo antes de que la segunda epístola de Pedro fuera aceptada por la iglesia como parte del
canon de las Sagradas Escrituras. Fue aceptada por el concilio reunido en Laodicea en el año 372, y después
nuevamente en Cartago en el año 397, y ésta fue la primera vez que la iglesia había adoptado una posición
así. Jerónimo la aceptó para la versión Vulgata de la Biblia, pero esta epístola no fue incluida en la versión
Pesitta-Siríaca. Sin embargo, esta última versión no es una versión aceptable desde ningún punto de vista,
por incluir u omitir detalles que seguramente no podríamos aceptar, así que no tiene ningún sentido que 2
Pedro no fuera incluida en esta versión. Eusebio, uno de los primeros padres de la iglesia, incluyó a 2 Pedro
entre los libros discutidos. Origen la aceptó. Clemente de Alejandría la aceptó y escribió un comentario sobre
ella. Esta segunda epístola de Pedro fue citada en el Apocalipsis de Pedro, libro que, por supuesto, no fue
aceptado como canónico. La epístola de Judas, aparentemente extrajo material de la segunda epístola del
Apóstol Pedro y este hecho demostró que Judas estaba familiarizado con ella. Hay citas y alusiones de 2
Pedro por parte de los primeros escritores de la iglesia, entre ellos Arístides, Justino Mártir, Ireneo, Ignacio
y Clemente de Roma. Debemos señalar que Martín Lutero la aceptó como genuina. Calvino, por su parte,
tenía sus dudas, pero no la rechazó. Erasmo, en cambio, sí la rechazó.
Ahora, esto nos informa sobre los antecedentes históricos de esta epístola. Pero la razón por la cual este
libro ha sido rechazado por parte de algunos no ha podido ser confirmada. Hay una gran cantidad de
evidencia interna, especialmente ciertas secciones autobiográficas (como por ejemplo 2 Pedro 1:13-14;
1:16-18; y 3:1), que para nosotros son absolutamente concluyentes del hecho de que Simón Pedro escribió
esta epístola.
La segunda epístola de Pedro fue escrita aproximadamente en el año 66, poco después de su primera
epístola (como podemos ver en 3:1) y poco antes de su martirio (y aquí podemos leer 1:13-14).
Segunda Pedro fue una especie de canción del cisne o despedida del apóstol Pedro, así como 2 Timoteo fue
la canción del cisne del Apóstol Pablo. Hay similitudes notables entre estos dos libros. Ambos exponen una
señal de advertencia en el sendero de peregrinación que la iglesia está recorriendo, para que ésta identifique
la tremenda apostasía que apareció en aquellos tiempos y que también ha surgido en nuestra época. Lo que
entonces parecía ser una nube pequeña, hoy envuelve el cielo y produce una tempestad de proporciones
huracanadas. Pedro advirtió contra la herejía entre los maestros y el apóstol Pablo advirtió sobre la herejía
entre los laicos, es decir, aquellos que actuaban independientemente de la organización eclesiástica.
Tanto Pedro como Pablo hablaron con un tono de alegría de sus próximas muertes (como podemos ver en
2 Pedro 1:13-14; y 2 Timoteo 4:6-8). Pablo dijo saber que el tiempo de su partida había llegado. El había
finalizado su carrera. Había estado corriendo en la pista de la vida y en aquel momento la estaba dejando.
Había luchado en una buena batalla y había conservado la fe. Le esperaba una corono de justicia. Y usted
encontrará la misma nota triunfal aquí en 2 Pedro, a medida que el apóstol se enfrentaba con la posibilidad
de la muerte.
Ambos apóstoles afianzaron a la iglesia sobre las Sagradas Escrituras, en la Palabra de Dios, como única
defensa ante la llegada inminente de la apostasía. No resulta sorprendente que el enemigo haya atacado a
2da.de Pedro, porque esta carta constituye uno de los mejores escudos que nos han sido dejados para
proveernos de los dardos que el maligno nos está lanzando en la actualidad.
Las similitudes entre 2 Pedro y 2 Timoteo - última epístola de Pablo, también explican el marcado contraste
entre la primera y la segunda epístola de Pedro. El tema de la segunda epístola cambió con respecta al de
la primera; y, en consecuencia, la diferencia fue tan grande como la que existió entre las cartas de Pablo a
los Romanos y la dirigida a Timoteo.
En 2da. Pedro vemos a la apostasía acercándose. ¿Cómo hemos de prepararnos para enfrentarla? Solo hay
una manera, según el apóstol Pedro, y es a través del conocimiento. Se trata no solo de tener fe en Cristo,
no solo de creer en El, sino también de conocerle. Esto está de acuerdo con lo que dijo el Evangelista Juan,
en su capítulo 17, versículo 3: 3Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado. Tenemos que conocerle a Él, y no solo saber o conocer algo acerca de Él.
Hay una gran diferencia entre ambas formas de conocer.
El gran tema de esta epístola fue no solo la apostasía, sino también, lo que será nuestra defensa, es decir,
el conocimiento. Ahora, ¿dónde está ese conocimiento, y cómo viene a nosotros ese conocimiento? El apóstol
dijo que la única forma de recibirlo era por medio de la Palabra de Dios, de la cual hablaremos, y que era la
palabra profética más segura (como podemos leer en 1:19).
Es que, estimado oyente, la vida cristiana es más que simplemente un nacimiento. Es un crecimiento, y es
un desarrollo. La clave de toda esta epístola se encuentra en el último versículo, en el capítulo 3, versículo
18, que dice: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él
sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. Como ya hemos dicho hace un tiempo, no nos
consideramos obstetras o tocólogos, sino pediatras. El obstetra se ocupa de la gestación, el parto, es decir,
que se ocupa de la supervisión médica de la madre y de la llegada del niño al mundo. Damos gracias al
Señor por las muchas personas que se han convertido por escuchar la Palabra de Dios, pero, en realidad,
nosotros comenzamos el ministerio de enseñanza de la Palabra de Dios por la radio con la intención de
ayudar a los creyentes a crecer en la fe. Por ello dijimos que no somos esos obstetras que se ocupan
directamente del nacimiento de una criatura, sino que somos como el pediatra, cuyo trabajo es supervisar
la alimentación del niño con la leche de la Palabra de Dios y después, a medida que las pueda digerir,
facilitarle comidas más sólidas para que se fortalezca y desarrolle. Estimado oyente, usted no va a poder
vivir para Dios en estos días de apostasía, a menos que tenga el conocimiento de la Palabra de Dios, y este
fue el tema del apóstol Pedro en esta carta.
El tema de esta segunda epístola fue explicado en base a las palabras que Pedro usó aquí, comparadas con
las de su primera epístola. El utilizó ciertas palabras en ambas epístolas. Una de ellas es "precioso", usada
2 veces en el primer capítulo. Pedro, un pescador fornido habló de cosas que eran preciosas, palabra más
bien utilizada por artistas o personas sensibles. La palabra fe fue usada nuevamente en esta epístola y se
encuentra 2 veces en el primer capítulo. Pero la palabra característica de esta carta es conocimiento; aparece
16 veces, incluyendo las palabras afines. El ejemplo máximo de esta epístola fue expresado en el
mandamiento incluido en el versículo final de la carta, Y así, el apóstol Pedro se despidió diciendo creced en
la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de
la eternidad. Amén. Este fue el verdadero gnosticismo. La herejía del gnosticismo consistió en que aquellos
que lo practicaban alegaban tener un conocimiento esotérico que los demás no tenían; tenían una forma o
ritual, un rito, una orden o clave secreta que debía aprenderse dentro de ese grupo, para descubrir un
conocimiento que no podía aprenderse de ninguna otra manera. Pero el apóstol Pedro dijo que el verdadero
conocimiento era conocer al Señor Jesucristo.
Vamos a presentar ahora un resumen o un bosquejo de esta epístola, y lo vamos a hacer de una forma
breve, dividiéndola en 6 secciones principales.
I. La suma de las virtudes cristianas proporciona seguridad. Capítulo 1:1-14.
El conocimiento pleno de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor, es el fundamento sobre el cual se construye
el carácter cristiano.
II. La autoridad de las Sagradas Escrituras fue atestiguada por la profecía cumplida. Capítulo 1:15-21.
Las Escrituras dan luz para practicar la obediencia en los días oscuros.
III. La apostasía introducida por los maestros falsos. Capítulo 2.
La iglesia debería desconfiar de los falsos maestros y falsos profetas.
IV. La actitud hacia el regreso del Señor -una prueba para los apóstatas. Capítulo 3:1-4.
V. La agenda de Dios para el mundo. Capítulo 3:5-13.
A. El mundo pasado, 3:5-6
B. El mundo presente, 3:7-12
C. El mundo futuro, 3:13
VI. Una amonestación para los creyentes. Capítulo 3:14-18.
El conocimiento del programa de Dios constituye un estímulo para crecer en el conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.
Y así llegamos al

2 Pedro 1
Tema. La suma de las virtudes cristianas proporciona seguridad; la autoridad de las Sagradas Escrituras fue
atestiguada por la profecía cumplida.
Como hemos mencionado en la introducción, esta breve pero gran epístola fue la canción del cisne, o de
despedida, del apóstol Pedro, es decir, que fue su palabra final para los creyentes antes de su muerte por
crucifixión. Les advirtió de la apostasía que se aproximaba, especialmente de la herejía que traían los
maestros falsos. El escritor también procuró afianzar la fe de los creyentes en las Sagradas Escrituras como
única defensa contra la tormenta que se acercaba.
En los primeros 14 versículos de este capítulo, veremos que el "conocimiento pleno de Dios y de Jesús
nuestro Señor" es el fundamento sobre el cual se construye el carácter cristiano. Leamos entonces el
versículo 1 del primer capítulo de esta segunda carta del apóstol Pedro, que inicia el párrafo titulado

La suma de las virtudes cristianas proporciona seguridad


"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra"
Cuando uno observa esta pequeña palabra "precioso" en este primer versículo, la reconocemos como una
palabra típica de Pedro - ya que él la usó varias veces en su primera epístola, y él fue el único escritor de
la Biblia que la usó en este sentido. Es como reconocer la escritura de una persona en una carta. Cundo
aquí vemos la palabra "preciosa", es como ver en esta palabra de firma de Pedro.
El mencionarse a sí mismo como Simón Pedro fue su forma de comenzar esta segunda carta. En su primera
carta simplemente usó su nombre Pedro. Simón fue el nombre que le fue dado en su nacimiento, pero
Pedro, que significaba "piedra", fue el nombre que nuestro Señor Jesucristo le dio. En esta epístola el apóstol
usó ambos nombres. Simón, el hombre de la debilidad y Pedro, el hombre de la fortaleza, el hombre de
carácter inestable y el hombre firme como una roca - porque él tuvo ambas características. Pero podemos
estar seguros de una cosa; al escribir esta epístola, él fue el hombre férreo como la roca, el hombre que
sería crucificado por la causa de Cristo.
Continuando con la presentación el escritor añadió siervo y apóstol. La palabra siervo realmente significaba
"esclavo". El no asumió una posición elevada en la iglesia, sino que se refirió a sí mismo como un esclavo -
y también como un apóstol (refiriéndose a su autoridad), pero observemos el detalle de que él no se presentó
como el apóstol, sino simplemente como apóstol, es decir, como uno más entre los apóstoles.
Luego dijo: A los que habéis alcanzado.... una fe igualmente preciosa que la nuestra. Lo que estaba diciendo
expresaba una hermosa realidad. Cuando el usó la palabra fe, creemos que se refirió al conjunto de verdades
que llamamos el evangelio. El estaba diciendo "lo habéis recibido y es vuestra responsabilidad lo que hagáis
con él."
Algunos dicen que uno tiene que ser elegido antes de que pueda ser salvo, y que también Dios tiene que
darle la fe para creer. En parte, estamos de acuerdo con esa afirmación, pero también insistimos en que la
razón por la cual ciertas personas no vienen a Cristo ha sido claramente expresada en la Palabra de Dios.
Observemos lo que dijo el apóstol Pablo hablando sobre los israelitas, en su segunda carta a los Corintios
capítulo 3, versículos 15 y 16: 15Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto
sobre el corazón de ellos. 16Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado. Estimado oyente, si
usted no es un creyente, no diga que ello se debe a que tiene reservas mentales. Más bien puede deberse
a que hay pecado en su corazón. Cuando el corazón se vuelva al Señor, entonces El quitará el velo. En
cualquier momento en que usted esté preparado, El estará preparado y lo salvará. La voluntad de Dios es
que ninguno se pierda, como afirmó el apóstol Pedro en su capítulo 3, versículo 9, que dice que el Señor es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
El mensaje para nuestro tiempo se resume en las palabras en la invitación del Señor si alguno quiere venir,
y en las palabras registradas en Juan 3, 16»De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Estimado oyente,
todo lo que Él le pide hoy es que crea. Ni siquiera le pide que se limpie o purifique espiritualmente antes de
venir a Él. Venga tal como se encuentra, y El lo limpiará, si usted tiene una actitud seria en cuanto a
establecer una relación con El.
Como ya hemos leído, el versículo 1 dice habéis alcanzado....una fe igualmente preciosa que la nuestra. ¿Y
cómo, de qué manera? Por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Esta es la justicia que nos es
cedida, traspasada, cuando confiamos en Cristo como Salvador. Es que El no solo quita nuestro pecado,
sino que también añade Su propia justicia. No somos como criminales que han sido perdonados y puestos
en libertad; se nos ha dado una posición ante Dios, y esa posición está en Cristo - aceptados en el amado
Señor y Salvador.
Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos nuestro estudio en nuestro
próximo programa. Mientras tanto, como esperamos contar con su grata compañía en esta nueva etapa que
hoy comenzamos, y aunque le dedicaremos varios programas, le sugerimos que lea el primer capítulo de la
segunda epístola del Apóstol Pedro para estar informado de lo que consideraremos, dentro de este estudio,
de trascendental importancia.
II Pedro; es una advertencia acerca de los falsos maestros y burladores. Para contrarrestar la
influencia de falsas doctrinas, se pone gran énfasis en la Palabra de Dios y la certeza del cumplimiento
de las promesas divinas.

Ubicación
Es un libro bíblico del Nuevo Testamento, que en las biblias cristianas se ubica entre los libros de 1
Pedro y 1 Juan.

Surgimiento
No se registra ningún nombre de ciudad de destino, ni se menciona persona alguna a la que fuera
dirigida la carta. Por eso debe entenderse que lo fue a un conjunto de iglesias de la diáspora, formadas
probablemente por convertidos judíos y gentiles. Tradicionalmente se ha pensado que su redacción
tuvo lugar entre los años 65 y 68, posiblemente en Roma.

Contenido y estructura
Esta epístola contiene frecuentes alusiones al Antiguo Testamento, aunque no citas directas (2 Pedro
2.5–7, cf. Génesis 6.1–7.24 y 19.1–16, 24; 2 Pedro 2.15–16, cf. Nehemías 22.4–35; 2 P 2.22,
cf. Proverbio 26.11; 2 P 3.5, cf. Génesis 1.6–8; 2 P 3.6, cf. Génesis 7.11; 2 P 3.8, cf. Salmo 90.4; 2 P
3.13, cf. Isaías 65.17 y 66.22).
Comienza el texto con un saludo (1.1–2) y una invitación a considerar las «preciosas y grandísimas
promesas» que han sido hechas a los creyentes, para que lleguen «a ser participantes de la naturaleza
divina» (1.4). Estas promesas de Dios, como «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad»
(1.3), han de ser correspondidas con la fe y la práctica de toda virtud. Así, leemos, se hará «firme
vuestra vocación y elección», y «os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (1.10–11).
El autor exhorta a los creyentes sobre la base de «la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro» (1.19–21). Y desde el mismo
fundamento denuncia severamente las enseñanzas y la conducta de los falsos profetas y falsos
maestros que inducen a error al pueblo de Dios, y que dondequiera que vayan «introducirán
encubiertamente herejías destructoras, y hasta negarán al Señor que los rescató» (2.1).
El capítulo 2, dedicado por entero a este tema de las desviaciones doctrinales, parece redactado según
el modelo de la Epístola de San Judas, escrita en fecha anterior. Véanse a este respecto los siguientes
textos, cuyo paralelismo es evidente: 2 P 2.1, cf. Judas 4; 2 P 2.4, cf. Judas 6; 2 P 2.6, cf Judas 7; 2 P
2.10, cf. Judas 8; 2 P 2.11, cf. Judas 9; 2 P 2.12, cf. Judas 10; 2 P 2.13, cf. Judas 12; 2 P 2.17, cf.
Judas 12–13; 2 P 2.18, cf. Judas 16; 2 P 3.2, cf. Judas 17; 2 P 3.3, cf. Judas 18.
En el capítulo 3 se considera un asunto que fue causa de preocupación entre los cristianos de la época:
lo que les parecía ser un retraso inexplicable de la segunda venida del Señor. Entre muchos que
participaban de la esperanza en el inmediato regreso de Jesucristo, había comenzado a cundir el
desánimo, pues veían pasar los años sin producirse el anhelado acontecimiento. Y crecía la
impaciencia de los creyentes, que vivían su fe en Cristo en medio de una sociedad que los miraba con
desprecio e indiferencia, cuando no con abierta hostilidad (3.3–4).
A fin de ayudar a las iglesias a vencer el desaliento y a recuperar la confianza, el autor recuerda a sus
lectores que las medidas humanas del tiempo y de las cosas no son las mismas de Dios (3.8, 10, 13–
14); y que Jesucristo, a quien y en quien la iglesia espera, es la clave definitiva del misterio de nuestra
existencia y del plan de eterna salvación del ser humano (3.9, 15a).
Esquema del contenido:
Salutación (1.1–2)
Partícipes de la naturaleza divina (1.3–15)
Testigos presenciales de la gloria de Cristo (1.16–21)
Falsos profetas y falsos maestros (2.1–22)

Versículos importantes en 1 Pedro


2 Pedro 1:3-4, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por
su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio
de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia.”
2 Pedro 3:9, “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento.”
2 Pedro 3:18, “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”

Conclusiones
Sabiendo que le quedaba poco tiempo (2 Pedro 1:14-15), y que estas iglesias enfrentaban un peligro
inminente (2 Pedro 2:1-3), él hace un llamado a los lectores para despertar su memoria (2 Pedro 1:13)
y estimular su pensamiento (2 Pedro 3:1-2), para poder recordar sus enseñanzas (2 Pedro 1:15). Él
reta a los creyentes a ser más maduros en su fe, añadiendo a ella específicas virtudes cristianas, a fin
de convertirse en creyentes productivos y eficaces en su conocimiento del Señor Jesucristo (2 Pedro
1:5-9) Los escritores del Antiguo y Nuevo Testamentos, fueron expuestos como ejemplos de autoridad
por su fe (2 Pedro 1:12-21, 3:2, 3:15-16). Pedro deseaba que se hicieran más fuertes en la fe, para
resistir a los falsos maestros que se habían infiltrado y que estaban afectando negativamente a las
iglesias. En su denuncia de ellos, él describe su conducta, su condenación, y sus características (2
Pedro capítulo 2), y quienes también hacían burla de la Segunda Venida del Señor (2 Pedro 3:3-7).
Pedro enseñó que para los cristianos, la Segunda Venida de Cristo es el incentivo para una vida santa
(2 Pedro 3:14). Después de una advertencia final, Pedro los anima nuevamente a crecer en la gracia
y el conocimiento de su Señor y Salvador Jesucristo. Posteriormente concluye con una palabra de
alabanza a su Señor y Salvador (2 Pedro 3:18).

La Segunda epístola de Pedro es una carta bíblica en el Nuevo Testamento. El verso inicial identifica al autor como
Simeón Pedro, que ha sido identificado con San Pedro, aunque en ningún otro lugar del Nuevo Testamento se le
refiere al mismo tiempo como Simeón (forma aramea de Simón) y Pedro. Esto es considerado por algunos como la
evidencia de que el texto fue escrito por Pedro mismo, y no con la ayuda de un amanuense (como sucedería en
la Primera Epístola de Pedro). Con todo, hoy prácticamente todos los especialistas admiten que se trata de un
pseudónimo, y que la carta se compuso probablemente a mediados del siglo II
PEDRO
DicTB (Segunda carta de)
SUMARIO: I. Origen histórico de la carta: 1. Una carta discutida; 2. El origen de la carta: a) El autor de la
carta, b) La situación histórica. II. Origen literario: 1. El género literario y las fuentes; 2. Estructura literaria
y temática de la carta. Ill. El mensaje teológico y espiritual: 1. La cristología; 2. Tradición y Escritura; 3. La
escatología.
El pequeño escrito puesto bajo el nombre de Pedro forma parte del grupo de las cartas católicas. Llama la
atención de los lectores cristianos por su mensaje sobre la inspiración de la Escritura, la autoridad de las
cartas de Pablo y la esperanza escatológica.
I. ORIGEN HISTÓRICO DE LA CARTA. La segunda carta de Pedro plantea algunos problemas por su estilo
y por su contenido, que contradicen la atribución tradicional al apóstol.
1. UNA CARTA DISCUTIDA. LOS primeros signos de la existencia de la segunda carta de Pedro se encuentran
en Egipto por el siglo ni. En efecto, el papiro Bodmer VIII recoge el texto de la carta en la forma atestiguada
sucesivamente por los códices mayúsculos Vaticano (B), Sinaítico (S) y Alejandrino (A). Del mismo período
existe también una versión copta de la carta. También en Egipto, Orígenes menciona las dos cartas de
Pedro (Hom. in Jos. VII, 1). Pero el mismo Orígenes, a propósito de la segunda carta de Pedro, afirma que
es discutida: amphibálletai (In Joh. V, 3). Ecos de esta incertidumbre sobre la autoridad canónica de nuestro
escrito se recogen en Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica: "De Pedro sólo se reconoce como
auténtica una carta, la llamada primera... Por el contrario, la llamada segunda carta hemos sabido que no
es testamentaria. Sin embargo, como a muchos les parece útil, ha sido estudiada junto con las otras
Escrituras" (Hist. Ecc. III, 3,1; cf III, 25,3; se coloca la 2Pe entre los escritos antilegómenoi). Jerónimo da
un juicio análogo: "Pedro escribió dos cartas que se llaman católicas; la segunda de ellas es desechada por
la mayor parte debido a su diferencia de estilo con la primera" (De Vir. ill. I). En resumen, puede decirse
que esta carta es conocida al menos a partir del siglo n en Egipto y que más tarde, en los siglos Iv y v, fue
reconocida y acogida también en Occidente. En las Iglesias de Siria, Asia y Capadocia en particular, sólo fue
acogido este escrito como canónico en los siglos v y vi. Esta dificultad de recepción del texto petrino en la
lista de los libros sagrados cristianos depende de la incertidumbre que se tuvo sobre su origen "apostólico".
2. EL ORIGEN DE LA CARTA. El título de la 2Pe la atribuye expresamente a "Simón Pedro, siervo y apóstol
de Jesucristo" (2Pe 1,1). Pero las dificultades de la tradición dependen de la constatación de una diversidad
de estilo respecto a la primera carta, que se le atribuye igualmente a Pedro. Jerónimo, por su parte, resolvía
esta dificultad con la introducción de secretarios diversos utilizados por el apóstol en el dictado de las dos
cartas.
a) El autor de la carta. La identidad petrina del autor, como aparece en el título de la misma, se acentúa
fuertemente. También en el interior del escrito se observan algunas referencias a la figura histórica de
Pedro: la alusión a su presencia entre los testigos de la transfiguración de Jesús en el monte (2Pe 1,16); el
recuerdo de la primera carta enviada y puesta bajo el nombre de Pedro: "Queridos hermanos, ésta es la
segunda carta que os escribo" (2Pe 3,1). Pero a pesar de esta identificación petrina tan marcada del autor
se observan notables dificultades para la atribución del escrito al apóstol Pedro. Respecto a la primera carta,
puesta bajo el nombre de Pedro, nuestro texto tiene un estilo distinto, que destaca ya en el nivel del
vocabulario. En efecto, los dos escritos sólo tienen en común un centenar de vocablos, contra unos 600
diferentes. Esta diversidad de la terminología atañe en particular a aquellos vocablos-clave que caracterizan
a la estructura teológica de los dos escritos, en relación con la cristología y la escatología. Finalmente,
nuestro autor se coloca en la segunda generación (2Pe 3,2-4).
De la observación de estos datos —estilo, vocabulario, teología—nace la hipótesis de la pseudoepigrafía.
Esta operación literaria era usual en los ambientes judeo-cristianos del siglo I. La marcada referencia a un
personaje importante de la tradición, así como el recurso a expedientes para acreditar esta autoridad del
texto, entran perfectamente en este procedimiento literario. La finalidad es la de dar una autoridad
apostólica a un escrito como criterio de verdad contra las tendencias de los disidentes (2Pe 1,12-15).
b) La situación histórica. A partir del análisis del texto es posible reconstruir a grandes rasgos cuál es la
ocasión o el objetivo de la carta enviada a los cristianos en nombre y con la autoridad de Pedro. Los
destinatarios, que "han alcanzado una fe no menos preciosa que la nuestra mediante la justicia de nuestro
Dios y salvador Jesucristo" (2Pe 1,1b), son cristianos de la segunda o tercera generación. La finalidad del
escrito es ponerlos en guardia frente al riesgo o la amenaza que representaban los disidentes.
Este frente adversario, representado por los "falsos maestros" o "falsos profetas", se puede reconstruir sólo
en hipótesis, ya que el texto procede por medio de alusiones vagas y fragmentarias, siguiendo el género
literario de la diatriba o debate, usual en el ambiente greco-helenista. Reuniendo algunos elementos se
puede trazar esta imagen del grupo disidente, que ya se ha separado o está en trances de separarse de la
comunidad. El fuerte acento que se pone en el "conocimiento" —tres veces el uso de gnósis y cuatro el
de epígnósissirve de apoyo a la hipótesis de que se trata de un grupo con tendencias pregnósticas. Estos
cristianos disidentes niegan la escatología tradicional, insistiendo más bien en la concepción cosmológica
del ambiente grecohelenista (2Pe 3,3-4). En este contexto afirman que no hay nada que esperar para el
futuro, como lo demuestra la inmutabilidad del mundo a partir de la creación. De esta visión cosmológica e
histórica se derivan en el plano ético las tendencias al libertinaje (2Pe 2,18-19). Para apoyar estas
concepciones, que insisten también en las especulaciones "míticas" de tipo esotérico (2Pe 1,15), los
disidentes recurren a una interpretación subjetiva y arbitraria de las Escrituras hebreas e incluso de los
escritos cristianos puestos bajo el nombre de Pablo (2Pe 3,16).
Así pues, cabe pensar que el texto de la segunda carta de Pedro nació de una preocupación polémica y de
la intención de confirmar a los cristianos fieles.
Teniendo en cuenta todos estos elementos, se puede concebir también el ambiente del origen histórico del
escrito. Los que destacan la situación histórica vital que acabamos de mencionar proponen la hipótesis de
su origen en el Asia Menor. En cambio, los que dan mayor crédito a los primeros testimonios de la existencia
y recepción del texto tienden a un origen egipcio alejandrino. El tiempo de composición, siempre sobre la
base de estos datos internos y testimonios externos, puede oscilar muy bien entre finales del siglo I y
comienzos del II.
II. ORIGEN LITERARIO. No sólo el origen histórico, sino también la organización literaria y la estructura
de la 2Pe plantean problemas a un lector atento y familiarizado con los textos de la tradición bíblica.
1. EL GÉNERO LITERARIO Y LAS FUENTES. El esquema externo de la 2Pe es de carácter epistolar: dedicatoria
inicial, con el remitente, los destinatarios y un saludo previo; conclusión de carácter doxológico. Pero tras
un análisis más atento se advierte la falta del diálogo epistolar y de la situación correspondiente. Por el
contrario, el texto revela una singular afinidad con el género literario conocido como "discurso de despedida ",
del que se tienen ejemplos en la tradición bíblica. La situación del remitente se menciona expresamente en
nuestro texto: "Considero un deber estimularos con mis exhortaciones mientras habito en esta tienda de
campaña, que pronto abandonaré, según me ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. Pero me esforzaré
para que en todo tiempo, después de mi partida, podáis tener presentes estas cosas" (2Pe 1,13-15). Dentro
de este contexto se recuerdan los criterios de verdad y la invitación urgente a superar la crisis provocada
por el retraso del cumplimiento de la promesa escatológica, con el riesgo de ceder a las seducciones de los
"falsos profetas" y a la relajación de una larga espera. Por lo que se refiere a las fuentes de 2Pe, hay que
notar el paralelismo de algunos temas de nuestro escrito con los de la carta de I Judas, sobre todo en las
referencias al AT (2Pe 2,1-3 / Jds 4; 2,4/ 6; 2,10/ 7; 2,11-2/8.10). Dado el planteamiento más ordenado y
equilibrado en las referencias bíblicas por parte de la 2Pe, con el acento particular que se pone en la cuestión
del retraso de la parusía, es probable que, aun inspirándose en el modelo de la carta de Judas, la haya
integrado con otras aportaciones. En efecto, se observan otros contactos con los escritos apócrifos judíos,
por una parte, y con los modos de decir y las concepciones greco-helenistas, por otra. En resumen, puede
decirse que el escrito de 2Pe se sitúa en una zona fronteriza entre el ambiente cultural griego y el judío,
pero con un sello decididamente cristiano.
2. ESTRUCTURA LITERARIA Y TEMÁTICA DE LA CARTA. El marco externo del escrito de carácter epistolar
está constituido por la dedicatoria (2Pe 1,1-2) y por la conclusión doxológica, añadida a las dos últimas
exhortaciones (2Pe 3,17-18). En el interior se va desarrollando el discurso en una doble vertiente: poner en
guardia a los lectores y exhortarlos. Teniendo en cuenta tanto el género literario como las acentuaciones
temáticas, se puede reconstruir la estructura del texto:
1.° El estatuto de los cristianos (2Pe 1,3-11). Tras el anuncio del tema (1,3; cf 1,8), se recuerda la condición
en que se encuentran los cristianos por iniciativa de Dios. Esta primera unidad literaria y temática se define
en dos versículos, en los cuales se presenta la meta final de la vocación o elección divina de los cristianos:
"la gloria" y "el reino de nuestro salvador y Señor Jesucristo" (2Pe 1,3.10).
2.° El criterio de la verdad (2Pe 1,12-21). La perseverancia en el "conocimiento" o verdad poseída se basa
en el discernimiento, que apela a su vez al doble criterio normativo del testimonio apostólico por un lado
(1,12-15), y de la Escritura o palabra profética por otro (1,16-21).
3.° Los falsos maestros (2Pe 2,1-22). Esta parte central de la carta es francamente polémica. Va precedida
del anuncio de la venida (parousía) del Señor (2,1-3a); viene luego la proclamación del juicio cierto de Dios
sobre los falsos maestros, con una serie de tres ejemplos bíblicos negativos y uno positivo (2,3-9);
finalmente, se desenmascara a los falsos maestros o profetas a nivel teórico-práctico (2,10-22).
4.° Refutación de los adversarios y advertencias a los fieles (2Pe 3,1-16). También esta parte final se
desarrolla con un cierto orden progresivo; después de la introducción, que recuerda a los cristianos las
verdades mencionadas (3,1-2), viene la refutación de los falsos maestros en su negación de la parousía
y del juicio de Dios (3,3-7) y la proposición de los argumentos contrarios, con las consecuencias éticas
positivas (3,8-16).
III. EL MENSAJE TEOLÓGICO Y ESPIRITUAL. La preocupación del escrito no le impide recordar, como
criterios y motivaciones de las exhortaciones positivas, algunos elementos tradicionales de la fe cristiana.
1. LA CRISTOLOGÍA. En la carta, puesta bajo la autoridad de Pedro, se presenta a Jesús con los títulos
tradicionales de Señor y como el "Hijo", que ha recibido del Padre el testimonio sobre el monte santo (2Pe
1,17; cf Mt 17,5). Pero el título cristológico preferido por nuestro autor es el de "salvador"
(griego, sótér), que aparece al menos cuatro veces. Esta profesión de fe tradicional en Jesucristo, reconocido
como salvador y esperado al final como juez y Señor de la historia y del mundo, se presenta como el
conocimiento auténtico, que ha de mantenerse y profundizarse en un camino perseverante y seguro. El
saludo inicial traza ya este recorrido cristológico de la fe cristiana: "¡La gracia y la paz abunde en vosotros
mediante el conocimiento de Dios y Jesús, nuestro Señor!" (2Pe 1,2).
2. TRADICIÓN Y ESCRITURA. El criterio para definir esta fe, que tiene su punto central en Jesús Señor y
Salvador, está sacado de la tradición autorizada, que tiene dos puntos de referencia: la voz de los profetas
y el testimonio de los apóstoles. En contra de la doctrina y de la praxis divergente de los falsos maestros,
nuestro autor introduce este criterio de verdad o de conocimiento cristiano: "Recordad las palabras que os
anunciaron los santos profetas y el mandamiento del Señor y salvador transmitido por vuestros apóstoles"
(2Pe 3,2). Pero respecto a la tradición profética y la apostólica se plantea el problema de su interpretación
auténtica. En este sentido, el autor de 2Pe afirma no sólo el valor profético del AT, de las Escrituras sagradas,
sino también su eficacia en virtud de la inspiración. Los profetas reciben su confirmación del testimonio
apostólico, pero su interpretación debe hacerse en el mismo espíritu que está en su origen: "Ante todo
sabed que ninguna profecía de la Escritura es objeto de interpretación personal, pues los profetas nunca
hablaron por su propia cuenta, sino que hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo" (2Pe 1,20-
21). Este criterio hermenéutico está sacado de la naturaleza misma de la inspiración, que a su vez hunde
sus raíces en la tradición judía, en particular la alejandrina. Pero el AT tiene que leerse en la perspectiva
cristiana, o mejor dicho cristológica. Aunque el método exegético de tipo midrásico esté sacado del ambiente
judío, el nuevo punto de perspectiva para leer las Escrituras del canon hebreo es su cumplimiento
cristológico. También para las cartas de Pablo vale el mismo principio hermenéutico. Nuestro autor da un
testimonio importante sobre la formación del canon cristiano en relación con la colección de cartas de Pablo
que las equipara con las demás Escrituras. Pero también en este caso, en contra del uso instrumental o
reductivo de los escritos paulinos por parte de los disidentes, el autor invita a los lectores cristianos a un
uso correcto de las Escrituras: "Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación,
como ya os lo escribió nuestro queridísimo hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; de hecho,
así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en éstas se encuentran algunos
puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen
con el resto de la Sagrada Escritura" (2Pe 3,15-16). Por consiguiente, el criterio interpretativo es el de la
coherencia con la tradición y la fe común, atestiguada y vivida en la comunidad creyente; y éstos son
precisamente los principios hermenéuticos que propone la constitución conciliar Dei Verbum (n.12) para
interpretar la Escritura en el mismo espíritu con que fue compuesta.
3. LA ESCATOLOGÍA. Contra la tendencia de los disidentes, que niegan la venida del Señor sobre la base de
sus teorías cosmológicas, el autor de la 2Pe invita a los cristianos a permanecer firmes y sólidos en la fe
tradicional. El retraso, o mejor dicho, la dilación de la parousía puede provocar una crisis de perseverancia
y de confianza, explotada por los propagandistas gnostizantes, que insisten en la desilusión y en el cansancio
espiritual. El fundamento de la esperanza escatológica cristiana sigue siendo la palabra profética y la gloria
de Jesús Señor, que ha recibido de Dios el testimonio explícito transmitido por los apóstoles. Toda la
tradición bíblica confirma la certeza del juicio de Dios y encuentra su cumplimiento en la experiencia
cristiana. El retraso de la llegada del Señor no contradice a la palabra de Dios, sino que tiene una función
pedagógica salvífica: "Queridos hermanos, no debéis olvidar una cosa: que un día es ante Dios como mil
años, y mil años como un día. El Señor no retarda el cumplimiento de la promesa, como creen algunos que
le acusan de tardanza, sino que usa de paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie perezca, sino que
todos alcancen el arrepentimiento" (2Pe 3,8-9). De aquí la invitación a la perseverancia activa y coherente
en la espera de la parousía, que, según la tradición, vendrá de improviso, como un ladrón; pero para los
que están dispuestos de antemano es motivo de aliento y de confianza activa: "Acelerad la venida del día
de Dios... Según su promesa, nosotros esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que reinará
la justicia" (2Pe 3,12.13). Así pues, los cristianos, que por iniciativa gratuita de Dios "participan" de su
misma naturaleza (2Pe 1,4), tienen que progresar en el conocimiento auténtico de una fe que desemboca
en la caridad (2Pe 1,5.7); viviendo con piedad e integridad, se preparan para entrar en el reino de Dios con
un estilo de vida basado en la fe y caracterizado por la caridad fraterna.
Así pues, el escrito del NT que lleva el nombre y la autoridad de Pedro, aun dentro de su preocupación
polémica, propone a los cristianos de todos los tiempos las razones de una fe madura, sin huidas
escatológicas ni reducciones mundanas.

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