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V

VOLATILIDAD

I. Concepto

Se entiende por volatilidad electoral el desplazamiento del voto entre los diferentes partidos,
en dos elecciones sucesivas. Expresado como porcentaje, el índice de volatilidad mide la
diferencia neta entre las proporciones de votos obtenidos por los principales partidos en
esas dos consultas electorales.1

El fenómeno de aumento de la volatilidad, con bruscos cambios en el alineamiento de los


electores que afectan la estabilidad de los sistemas de partidos, es objeto de interés
generalizado. Naturalmente el proceso no ocurre de la misma forma y en el mismo grado
en todos los países, depende de las características de cada sistema político y aún de cada
sociedad. En algunos casos (países del antiguo bloque soviético, ciertos países
latinoamericanos) la volatilidad electoral se da con particular intensidad, aunque también se
registra, significativamente, en democracias occidentales.

La inestabilidad derivada de altos grados de volatilidad, con cambios radicales en el apoyo


electoral a uno u otro partido, agrega un factor que hace imprevisible la continuidad de
las políticas gubernamentales y aleja en muchos casos de la vida votos y de la
administración del Estado a personalidades valiosas y con experiencia de gobierno.

II. Tipos de volatilidad

El índice de volatilidad electoral, tal como se lo ha definido, mide los valores netos del
cambio en las proporciones de votos obtenidos por los partidos. En tal sentido, refleja la
volatilidad total dentro del sistema.

Un análisis de los resultados electorales en América Latina muestra en determinados países


la existencia de muy altos índices de volatilidad. Para no extenderse y a simple modo de
ejemplo, cabe señalar que en Venezuela, el Partido Causa R saltó del 1.65% al 20.68 %
del electorado entre las elecciones parlamentarias de 1988 y 1993, mientras el partido
mayoritario, en el gobierno, perdía el 46.02% de su electorado. En Perú, el APRA perdió
el 60.6% de sus electores entre las presidenciales de 1985 y las de 1990. El PDC
panameño, que en las elecciones de 1989 obtuvo 28 legisladores, sobre 67 integrantes de la
Asamblea Legislativa, obtuvo una sola banca en las elecciones de 1994.
Un análisis más detallado del concepto de volatilidad permite distinguir la volatilidad total
(cambios netos en las proporciones de votos entre dos elecciones) de la volatilidad entre
bloques, es decir los cambios de voto que traspasan divisiones de clase o de ideología y
que se producen entre los dos grupos de partidos que resultan de un clivaje (cleavage),
entendiendo por tal la “línea(s) de conflicto existente(s) en el sistema societal que
influye(n) en el comportamiento electoral y en el sistema de partidos”2.

Si bien ambos tipos de volatilidad son significativos por sus efectos, es claro que la volatilidad
entre bloques introduce mayor inestabilidad en los sistemas políticos.

Bartolini y Mair3 denominan “cleavage closure” al indicador de la volatilidad entre bloques,


indicador que se complementa con el concepto de “cleavage salience”, que mide la
proporción de la volatilidad entre bloques con respecto a la volatilidad total.

Las elecciones españolas de 1982 (llegada al gobierno del PSOE) y las italianas de 1994
(posteriores al desarrollo de la operación judicial conocida como “mani pulite”) son las
que registran más alto índice de volatilidad entre todas las elecciones europeas occidentales
registradas desde 1885. En el caso español, se asistió a la práctica desaparición de la
UCD, el partido que había conducido exitosamente la transición a la democracia. En Italia,
ninguno de los partidos que habían gobernado en las décadas anteriores sobrevivió a las
elecciones de 1994.

No obstante esos extraordinarios índices de volatilidad total, fueron mucho más reducidos
los índices de volatilidad entre bloques. Altos porcentajes de electores españoles e italianos
dieron su voto a partidos distintos que aquellos a los que habían votado en la elección
anterior, pero un número mucho menor se atrevió a cruzar la barrera entre los bloques
partidarios identificados como de izquierda y de derecha. A pesar de la disposición de
gran número de electores a cambiar su decisión partidista entre una elección y otra, los
electores se mostraron renuentes a votar fuera de su bloque preferido4.

III. La estabilidad de las adhesiones partidistas

El fenómeno de volatilidad electoral no ocurre de manera uniforme. Puede explicarse a


partir de diversas causas y se relaciona estrechamente con las características de cada
sociedad y la gestación y el funcionamiento de cada sistema político. No obstante, hay
coincidencia general en cuanto a que la existencia de raíces o anclajes partidistas sólidos
en el conjunto de la sociedad es una condición esencial para la estabilidad de las
adhesiones partidarias.

Desde ese punto de vista, pueden distinguirse tres tipos de anclajes o raíces de la
fidelidad partidista: los vínculos psicológicos entre el partido y sus votantes
(identificación partidista), la organización partidaria y el enraizamiento de los apoyos
partidistas en clivajes sociales.5 Desde otro ángulo, también puede asignarse un papel
relevante al liderazgo partidario, aún cuando éste incida más en la volatilidad dentro de un
bloque que en la volatilidad entre bloques. Por último, el propio sistema electoral aplicado
incide sobre la estabilidad del sistema político, en la medida en que dificulta o facilita los
fenómenos de volatilidad.

En lo que se refiere a la identificación partidaria, es un hecho generalmente aceptado que la


fuerza del vínculo psicológico, el sentimiento de afectividad o cercanía y la lealtad que de
él deriva hacia una familia ideológica o un partido determinado, constituye un fuerte
anclaje de la opinión política (el llamado anclaje actitudinal), en la medida en que arraiga,
alinea y estabiliza a su electorado, disminuyendo el riesgo de volatilidad.

Un electorado que carece de identificaciones partidarias consolidadas es potencialmente


volátil y susceptible, en determinadas situaciones y bajo la influencia de campañas
políticas eficaces, de provocar cambios electorales drásticos, con sus consecuencias sobre
el sistema de partidos.

Un segundo tipo de anclaje de la fidelidad partidista surge de la estructura organizativa de


los diferentes partidos. Un partido que cuenta con una estructura sólida y adecuada, que
continúa operando en los períodos entre convocatorias electorales, con arraigo en todo el
territorio y penetración relevante en la sociedad, estará mucho menos expuesto a una
potencial volatilidad de su electorado. Desde este ángulo, el ratio entre afiliados y electores
del partido (que parece declinar, por otra parte, en la generalidad de los países), así como
la vinculación más o menos estrecha del partido con organizaciones sindicales, religiosas
u otras organizaciones de la sociedad civil que pueden canalizar el apoyo hacia aquel, son
elementos significativos.

En tercer lugar, el enraizamiento de la identificación partidista en un clivaje (cleavage)


social, sea de clase, regional, religioso o ideológico, consolida los vínculos entre electores
y partidos y contribuye a estabilizar el sistema de partidos. Bartolini y Mair destacan la
importancia de la estructuración social del partidismo como instrumento para estabilizar
la relación con los electores. Asignan especial significación a la capacidad de los partidos
para articular las demandas de los ciudadanos afectados por un conflicto, traduciendo un
clivaje social en una adhesión política (“cleavage encapsulation”)6. La fidelidad partidista
arraiga sólidamente a partir de la identificación del partido con los intereses políticos de
un grupo o de una clase. Naturalmente, si en una sociedad determinada no existen
clivajes sociales profundos, la tarea de retener electores de un segmento específico,
definido por una línea de conflicto, se verá muy dificultada.

Además de los señalados, la actitud hacia el líder o candidato del partido es otro de los
factores que afectan potencialmente la volatilidad de su electorado. Las valoraciones
positivas respecto a la gestión de un líder político, en el gobierno o en la oposición,
contribuyen a mantener las adhesiones, mientras que las negativas las ponen,
naturalmente, en riesgo, en la medida en que la figura del líder juega un papel cada vez
más significativo en las campañas electorales. Desde este punto de vista parece importante
señalar que la importancia del líder se acrecienta en aquellos partidos “catch all”, con
relación a partidos de ideología definida o con fuerte arraigo en determinados sectores
sociales.
Por último, es una realidad que el sistema electoral tiene efectos sobre la estabilidad del
sistema de partidos. La estructuración de los distritos electorales, las reglas de la
representación, la necesidad de un mínimo porcentual para acceder a cargos electivos,
entre otros mecanismos, pueden operar en forma discriminatoria respecto a los partidos
minoritarios. Como consecuencia de ello, los electores tienden a concentrarse en los
partidos mayoritarios (“voto útil”), lo que dificulta la subsistencia de los pequeños
partidos (y mucho más la aparición de partidos nuevos), que pudieran eventualmente
canalizar la expresión de fenómenos de volatilidad electoral.

IV. Los procesos de desalineamiento

Aunque en muy distintos grados, el proceso de desalineamiento electoral, con aumento


de la volatilidad, se constata en muchos países. Sus causas, múltiples y complejas, se
relacionan estrechamente con la situación política y social de cada país en particular. No
obstante, parece posible ensayar la identificación de algunas de esas causas que inciden
generalmente para determinar la amplitud del proceso.

En primer lugar, recorriendo todas las sociedades democráticas, desde América Latina
hasta los países de Europa occidental, parece verificarse una tendencia generalizada a la
disminución del interés de los ciudadanos por la actividad política. Sea como
consecuencia de la caída de paradigmas provocada por el derrumbe del socialismo real,
de la transformación de los estilos de vida, la entronización del consumo como valor
fundamental, u otras múltiples causas, lo cierto es que la preocupación por lo público ha
cedido claramente el lugar a una actitud en que predomina la búsqueda de la realización
individual. Todas las encuestas recogen una menor cercanía a los partidos, coincidente
con la baja en la tasa de afiliación. Esa tendencia parece tanto más clara cuanto se la
verifica también con relación a los sindicatos, unidos desde su origen a la participación
política de las clases trabajadoras. Incluso en muchos países cae el interés ciudadano por
participar en otro tipo de organizaciones formales que pudieran canalizar inquietudes
sociales. Las raíces de la fidelidad partidaria aparecen así claramente debilitadas. Un
ciudadano desinteresado de la política, que no se siente cercano (y mucho menos está
afiliado) a un partido, sin encuadramiento sindical o social susceptible de conectarlo con
la vida política, preocupado básicamente por su vida cotidiana y su destino individual, es
potencialmente un elector volátil, que decidirá su voto ante cada consulta electoral e
influido básicamente por campañas publicitarias en las que, por otra parte, tampoco se ha
interesado demasiado.

Otro factor de los procesos de desalineamiento electoral puede encontrarse en la


creciente influencia de los medios (fundamentalmente la televisión) en la comunicación
política y su influencia sobre la opinión pública. La aparición de la llamada video-política
reduce drásticamente el papel de los aparatos políticos tradicionales, ya afectados en su
capacidad de operar sobre la sociedad por el hecho arriba señalado. Las formas
tradicionales de movilización política y de contacto con los electores son sustituidas por el
empleo masivo de la televisión, un medio que privilegia la imagen y simplifica y
banaliza los mensajes. En esas condiciones, un candidato con la imagen adecuada y que
disponga de los medios necesarios para producir y pautar una campaña televisiva de
impacto tiene posibilidades ciertas de influir sobre el electorado aún cuando no esté
respaldado por una organización política tradicional y no cuente con trayectoria conocida
o un programa de gobierno consistente y articulado. Los aspectos ideológicos o
programáticos de las propuestas electorales, en que pudiera enraizar la fidelidad del
elector, pasan a ocupar un lugar secundario frente al poder de la imagen y los mensajes
simplificados que se emiten por televisión, conduciendo a personalizar la opción
electoral y marginando la relevancia de la adhesión partidaria ante la simpatía por el
candidato.

A esos factores de influencia general sobre la volatilidad, cabe agregar algunos otros
específicos de ciertas situaciones. En América Latina, en la década del 80 y en Europa
del Este en la del 90, los partidos triunfantes en elecciones celebradas luego del retorno ( o
en este último caso de la fundación) de la democracia han asumido el poder en medio de
expectativas ciertas de que el funcionamiento de sus instituciones sería suficiente para
operar un mejoramiento real e inmediato en la deplorable situación económica y social
de las grandes mayorías. Sin embargo esos gobiernos se vieron abocados a gestionar
crisis económicas de gran profundidad, partiendo de estructuras sociales signadas por la
desigualdad, con economías débiles, aplastadas por el peso de la deuda. Las soluciones
ensayadas y las reformas emprendidas, aún cuando puedan juzgarse inevitables desde el
punto de vista macroeconómico o de la llamada globalización, es lo cierto que no han
respondido a las expectativas populares. El paso del tiempo sin una reducción
significativa de los índices de desempleo, pobreza o marginalidad, el llamado “cansancio
de las reformas”, produce un efecto de insatisfacción generalizado que se manifiesta en
muchos casos en la volatilidad electoral a través del llamado “voto castigo” al gobierno de
turno, ineficaz en la satisfacción de aquellas expectativas del electorado.

A los factores expuestos cabe agregar, finalmente, el preocupante nivel de desprestigio de


la política como actividad y de quienes la ejercen, los políticos. Ese descrédito, que en
mayor o menor medida se registra con carácter general, se explica en gran parte por la
desconfianza en que por medio de la política puedan alcanzarse soluciones inmediatas para
los problemas de los ciudadanos, desconfianza agudizada por el transcurso del tiempo, la
persistencia o el agravamiento de esos problemas y la sucesión de compromisos
electorales incumplidos por parte de sucesivos gobiernos. Pero en parte fundamental debe
también atribuirse a la convicción ampliamente difundida en cuanto a que quienes actúan
en política lo hacen movidos por el deseo de beneficiar intereses personales o de grupo y
apoyados por partidos que son vistos como simples máquinas prebendarias, visión por
otra parte muchas veces estrictamente apegada a la realidad. Las prácticas clientelares y
fundamentalmente los escándalos de corrupción que surgen a la luz pública en diversos
países con preocupante asiduidad, afectando a figuras relevantes del sistema político, no
pueden dejar de impactar en la opinión pública. Analizado desde el ángulo de la volatilidad
electoral, no cabe dudar de que la pérdida de confianza en los políticos tradicionales, en
un escenario caracterizado por el bajo interés por la política y la escasa identificación partidaria
abre anchos espacios y abona el terreno para la aparición de los llamados “outsiders”, que
adquieren credibilidad y posibilidades electorales ciertas en función, precisamente, de su
condición de “apolíticos”.
Vocablos de referencia:

Cleavages
Comportamiento electoral
Elecciones
Estructura social y elecciones
Identificación partidaria
Ideología política
Liderazgo político
Opinión pública

Bibliografía:

Bartolini, Stefano: “La volatilita elettorale”, Rivista Italiana di Scienza Politica, Vol.XVI,n.3, 1986.
Bartolini, Stefano y Mair Peter: Identity, Competition and Electoral Availability. The Stabilisation of European
Electorates, 1885-1985, Cambridge University Press, 1990.
Fernández Baeza, M.: “Clivaje” en Diccionario Electoral, IIDH/CAPEL, San José, 1989.
Gunther, Richard y Monterio, José Ramón: “Los anclajes de partidismo: Un análisis comparado del comportamiento
electoral en cuatro democracias del sur de Europa” en Comportamiento político y Electoral, CIS, Madrid, 1994.
Lipset Seymour M. y Rokkan, Stein, (comps.): Party Systems and Voter Alignments: Cross-National Perspectives,
Nueva York, Free Press, 1967.

Edgardo CARVALHO

NOTAS
1 Bartolini S. y Mair.P.: Identity, Competition, and Electoral Availability. The Stabilization of European Electorates, 1885-1985,
Cambridge University Press, 1990. Pág.20 ss.
2 Fernández Baeza, M.: “Clivaje” en Diccionario Electoral, IIDH: CAPEL; Costa Rica, 1989. Pág.119.
3 Bartolini S. y Mair P.: op.cit., pp.41 ss.
4 Gunther R . y Montero, J.R.: “Los anclajes del partidismo. Un análisis comparado del comportamiento electoral en cuatro
democracias del sur de Europa” en Comportamiento político y electoral, CIS, Madrid, 1994 Pp. 474 ss.
5 Gunther R. y Montero J.R.: op.cit.pp.479 ss.
6 Bartolini S. y Mair P.: op.cit., pp. 96 ss.

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