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La sátira de Horacio

Cecenarro, José Gabriel

Cátedra de Latín II

-2011-
La importancia de la obra satírica de Horacio en la historia de la sátira latina
resulta innegable. Escribió dos grandes libros, en los que integra diversos poemas sobre
distintos temas. No sólo muestra su punto de vista sobre la sabiduría y las relaciones
humanas, sino que también intenta suscitar la hilaridad del lector acerca de los
múltiples vicios, defectos y estupideces de la sociedad en la que vive. Por ejemplo,
cuando hace referencia en la sátira III a la necedad de hablar a espaldas de alguien,
criticándolo, sin reconocer los propios defectos y demostrando un exagerado
narcisismo:

“Maenius absentem Novium cum carperet, ‘heus tu’ quidam ait ‘ignoras te an ut
ignotum dare nobis verba putas? ‘egomet mi ignosco’ Maenius inquit. Stultus et
inprobus hic amor est dignusque notari”.

También critica a quienes llevan una vida basada en los excesos, y van de un
extremo a otro, sin respetar la aurea mediocritas, concepto que se relaciona con el
hedonismo epicureísta basado en conformarse con lo que se tiene y no dejarse llevar
por las emociones desproporcionadas. El autor elige a Tigelio de Cerdeña como víctima
de su ataque en esta crítica utilizando la ironía, una de las herramientas de las que se
vale la sátira para generar un efecto humorístico:

“nil aequale homino fuit illi: saepe velut qui currebat fugiens hostem, persaepe
velut qui Iunonis sacra ferret”.

Sobre las relaciones humanas y cómo estas deberían ser para que la sociedad
sea un conjunto armónico, Horacio expone, por un lado, la necesidad de medir todos
los actos con la misma vara, reconociendo siempre el derecho del otro de exigir lo
mismo que uno solicita en un caso similar, logrando así una “buena amistad”,
“amicus dulcis, ut aequum est, cum mea conpenset vitiis bona, pluribus hisce, si
modo plura mihi bona sunt, inclinet, amari si volet: hac lege in trutina ponetur eadem.
qui, ne tuberibus propriis offendat amicum, postulat, ignoscet verrucis illius: aqeuum
est peccatis veniam poscentem reddere rursus”,

y, como consecuencia de la aplicación de esa equidad, la necesidad también de


establecer leyes (ius) que regulen los límites y los castigos para cada caso particular,
cuidando de mantener una relación proporcionada entre consecuencia-pena. Utiliza
una amena forma de explicar la teoría epicúrea sobre el origen del derecho y las leyes,
resumiendo que

“cum prorepserunt primis animalia terris, mutum et turpe pecus, glandem


atque cubilia propter unguibus et pungis, dein fustibus atque ita porro pugnabant
armis, quae post fabricaverat usus, donec verba, quibus voces sensusque notarent,
nominaque invenere, dehinc absistere bello, oppida coeperunt munire et ponere leges,
ne quis fur esset neu latro neu quis adulter”.

En estos dos últimos ejemplos también se puede percibir cierta ironía con la
que Horacio disfraza su discurso.
Por último, exalta la figura del sabio demostrando su formación estoica, la cual
considera a éstos como los verdaderos apropiados para gobernar, mofándose del rey y
su aplicación arbitraria de justicia, aduciendo que por esta razón no puede conformar
al pueblo, que le demuestra su disconformidad:

“vellunt tubi barbam lascivi pueri, quos tu nisi fuste coerces, urgeris turba
circum te stante miserque rumperis et latras, magnorum maxime regum”.

El sabio es el indicado para ser rey, como lo deja sentado en el siguiente


ejemplo:

“sapiens operis sic optimus omnis es opifex, solus sic rex”.

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