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ETICA EL BIEN COMUN

INTRODUCCION
Si bien es cierto bien común puede entenderse como un
concepto compuesto por dos términos suficientemente acotados
en los diccionarios, su significación trasciende a la sumatoria de éstos.
En forma análoga, viene a representar un perfecto ejemplo de la teoría
sistémica donde el total es mayor que la sola suma de sus partes.

Se inicia un análisis del bien común, a partir de la interpretación del


concepto del bien, para precisar, a continuación, lo que constituye su
calificación de común, y su internalización por la sociedad como
concepto de “trascendencia mayor”.
Hablar del bien común es pensar y discutir lo que nos concierne a todos.
Es considerar la vida buena como el fin de la organización social, a
través de las acciones nobles. El diálogo es por sí mismo el ejercicio
básico para tal propósito, por parte de personas informadas y
con la suficiente apertura mental como para comprender las
posiciones de los otros, poniendo a prueba sus particulares puntos de
vista y sus más profundas convicciones.

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EL BIEN COMÙN
CONCEPTO DE BIEN

De acuerdo a su concepción filosófica, el bien representa el


valor supremo de la moral; pero desde el punto de vista
económico, corresponde a cualquiera de las cosas
susceptibles de satisfacer necesidades humanas. Aristóteles
llamaba bienes a los medios que sirven para la vida y el
bienestar de los hombres. Es más, reconoce que en el mundo,
los hombres libres no están sometidos a hacer esto o
aquello según la ocasión, sino que todas sus funciones, o la
mayor parte, están reguladas, a diferencia de los esclavos
y las bestias de carga, donde su actuar depende de las
circunstancias.
Este es, en efecto, el principio que constituye la naturaleza de
cada uno, donde el actuar de los hombres libres se orienta a
la armonía del conjunto.
Empédocles considera que el bien es la amistad;
Anaxágoras reconoce el bien como el principio motor y
otros filósofos de la antigüedad utilizan el bien oponiéndolo al
mal, en una correlación entre lo igual y lo desigual, como
interpretando que todas las cosas provienen de los
contrarios. No obstante, en dicha época se apreciaba que
todas las cosas son objeto de un orden compuesto de cierta
manera, donde todas ellas están en mutua relación y
ordenadas hacia un fin, que es el bien por excelencia.

Vinculando las concepciones filosóficas y económicas del


bien y teniendo como punto de apoyo la ley de causa y

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efecto, se puede precisar que aquellas cosas que tienen


la virtud de poder entrar en relación causal con la
satisfacción de las necesidades humanas, las llamamos
utilidades o cosas útiles.
En la medida en que reconocemos esta conexión causal
y al mismo tiempo tenemos el poder de emplear las
cosas de que estamos hablando en la satisfacción de
nuestras necesidades, estas cosas las llamamos bienes.

CONCEPTUALIZACIÓN DEL BIEN COMÚN

El deber supremo para con la sociedad que representa el


conjunto de seres humanos y sus relaciones mutuas, es el
bien común. Éste viene a constituir el conjunto de libertades,
bienes y servicios que hacen posible a las personas su mejor
desarrollo en la sociedad de la que forman parte.
Tan trascendente llegó a ser la conceptualización de
este término, que se llegó a decir que era “aliquid
divinum” (algo divino) y que, después de Dios, el bien

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común era lo más importante para el género humano.


Ya Platón había expresado que no hemos nacido para
nosotros única- mente, sino que una parte de lo que
somos se la debemos a nuestros padres, y otra a los
amigos. Y según afirman los estoicos, con Cicerón como
principal exponente, todo cuanto produce la tierra fue
creado para el uso de los hombres, y los hombres para los
hombres, de forma que puedan servirse de provecho
entre sí y a los demás. Por eso debemos promover la
utilidad común con el mutuo intercambio de
obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro
trabajo y de nuestras facultades.
El bien común equivale, con otras palabras, al
conjunto de condiciones necesarias para que los
hombres, las familias y las asociaciones puedan lograr su
mayor desarrollo.

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EXPLICACIÓN DEL CONCEPTO DEL BIEN


COMÚN

La definición contenida en los Principios de Doctrina es muy similar a la


definición que da Delos y que se ha vuelto clásica: “El bien común es el
conjunto organizado de las condiciones sociales gracias a las cuales la
persona humana puede cumplir su destino natural y espiritual”.
La voluntad humana se mueve siempre hacia un bien; no
puede tender a un objeto sino cuando éste le es mostrado bajo la razón
formal del bien; sin la noción del bien la voluntad no puede querer.
Sin embargo, este objeto propio de la voluntad, el bien al igual
que el ser, no es unívoco sino análogo. Hay una gradación o
jerarquía en los bienes y fines, puesto que no todas las realidades
valiosas son iguales.
Para la doctrina del ser racional, el bien no es algo independiente
del ser, sino una noción fincada en el ser: el ser en acto, el ser en
relación con su causa final, el ser en cuanto actualiza sus
potencialidades y de este modo se perfecciona. El hombre, al nacer,
es una mezcla de potencia y acto. No es una mera posibilidad de
hombre, puesto que ya existe, pero es casi una suma de facultades, de
potencias, de capacidades o virtualidades. En el hombre existe ese
principio interno de acción que es la voluntad y esa inmensa
prerrogativa de determinarse eligiendo. Por eso el hombre es el
dueño de sus actos, y en la misma medida, dueño de su destino. El bien
humano o moral es el bien ontológico del ser inteligente y libre, bien que
se ha dividido en bien honesto, bien deleitable y bien útil.

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FALSOS CONCEPTOS

Los esfuerzos intelectuales para encontrar una tercera vía entre el


socialismo y el liberalismo encuentran sus corrientes más
representativas en el neoliberalismo y el social cristianismo. Estas
tendencias persiguen, de manera diversa, un equilibrio pacífico entre
crecimiento económico, justicia social y libertad personal. Ambas
corrientes tienen coincidencias y discrepancias, simultáneamente, no
sólo sobre la idea del hombre y el concepto de libertad, sino también
respecto del bien común.
Para los neoliberales el bien común se obtiene por meras adiciones:
como resultado que es de los intereses privados e individuales, se
encuentra constituido por la sola suma de esos bienes

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Para los solidaristas el bien común es algo más que la suma del bien
privado de todos –como sostienen los neoliberales o partidarios de la
economía social de mercado- porque incluye los valores e instituciones
indivisibles que facilitan al hombre su vida provechosa en sociedad:
“El bien privado presupone el funcionamiento de la sociedad, es decir,
presupone el bien común” ; “ el bien común no es una suma, sino un
valor nuevo y peculiar, distinto del bien privado y de la suma de los
bienes privados” ; es aquello que facilita el despliegue de la
personalidad y el establecimiento de los espacios culturales del
hombre. “Es un bien específico que comprende valores que no pueden
ser realizados por un solo individuo, tales como el orden o estructura de
la propia actividad social, el derecho, la autoridad, el régimen político,
la unidad nacional de un pueblo, la paz social” (R. Preciado Hernández).
Estas ideas base se proyectan a distintos campos y de forma
diversa. En el terreno de la propiedad privada es evidente que
neoliberales y social cristianos coinciden en contra de los fines

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colectivistas de la sociedad. Pero los solidaristas subrayan “el primigenio


destino social de los bienes y la función del bien común de la
propiedad”; le dan menos importancia a la función económica de la
propiedad y más importancia a la referencia de ésta al bien común;
no sólo tiene función individual, sino también una función social.
Sobre las posiciones colectivistas es sabido que someten al hombre
totalmente, íntegramente, a la comunidad. No hay, no puede haber bien
común donde se olvidan las esencias humanas. Y para los individualistas
o liberales, que no ven las naturales insuficiencias o deficiencias del
hombre y se obstinan en oponerse a la subordinación del individuo a la
comunidad, su error los conduce a la desintegración de los lazos de
solidaridad.

EL BIEN COMÚN ES UNA ESPECIE DEL BIEN EN


GENERAL

Se habla de un bien que es común en los hombres que integran la


sociedad; que pertenece a todos, sirve a todos, es para todos; con ello
implícitamente se está considerando a todos los hombres en
condiciones de uniformidad absoluta, de igualdad en la esencia
(igualdad de naturaleza, en el origen, destinado y en un mínimo de
derechos fundamentales), aunque existencialmente cada hombre es
único, diferente e irrepetible.

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El haz de relaciones que nos ligan en la sociedad, desde la familia hasta


los grupos políticos, no flota en el aire. Se funda en algo, en las personas
mismas. Este algo que las hace posibles es lo común en los hombres
y entendido dinámica o éticamente, “el bien común es aquel
aspecto del bien particular que no sólo es apetecido en común por los
hombres, sino sólo en común puede ser alcanzado. Buscamos y nos
encontramos con otros seres dotados igualmente de inteligencia y de
voluntad para ayudarnos, para complementarnos, desde la familia hasta
el Estado, y aún en la comunidad internacional.

CARACTERÍSTICAS DEL BIEN COMÚN

Para la filosofía social de inspiración humanista los elementos o


características del Bien común son:

1.- Universalidad.- Es universal el bien común porque se refiere a todo el

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hombre y a todos los hombres; porque patrocina el desarrollo material


y espiritual y no busca la ventaja de una clase de individuos, sino la de
todos; porque nada de lo que es humano le es ajeno: comprende el
conjunto de los valores humanos y a todas las personas, cualquiera que
sea el carácter o la función que los individualice en la sociedad. Así, el
bien común es el bien común del todo social en el conjunto de sus
miembros. Esto nos muestra, como luego veremos, que el bien común
no existe por sí mismo y no es fin de sí mismo, sino que tiene en los
miembros de la sociedad su ser y su fin, y, por consiguiente, no puede
ser concebido desligado de la totalidad de los miembros de la
sociedad. En su extensión, el bien común no es sólo el bien del todo
social como conjunto de sus miembros, sino también el bien de las
comunidades intermedias.

2.- Ordenación.- Las condiciones sociales que permiten a la persona


humana su desarrollo integral, deben estar ordenadas
convenientemente y sólo ordenadas posibilitan al hombre el
desenvolvimiento natural de su vida, desde lo puramente biológico y

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material hasta las aspiraciones más altas de su espíritu. Esas condiciones


sociales ordenadas son de toda índole: familiares, educativas,
económicas, políticas, recreativas o de descanso y religiosas, pero
deben ser ordenadas con el criterio de que el bien de lo superior es
preeminente respecto del bien de lo inferior.

3.- Plasticidad y objetivación.- “El bien común es siempre una realidad


concreta, un medio organizado conforme a los mejores recursos del
momento, y es un craso error no ver en él sino una abstracción”.
Piénsese en las necesidades del hombre y en los medios de que dispone
dentro de la convivencia para satisfacer esas necesidades y que no
tendría si no fuera por la convivencia misma. El bien común se objetiva
y materializa en carreteras, servicios públicos de luz, agua, drenaje,
parques, escuelas, bibliotecas, museos, hospitales, leyes, usos,
costumbres, fábricas, teatros, templos.

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Es inagotable esta enumeración que nos es suficiente para ver otros


tantos elementos del bien común. De lo antes dicho cabe considerar
infundada la concepción de quienes piensan que la idea del bien
común, como el principio del bien común, carezca de un contenido
concreto, concepción profesada por liberalistas y socialistas.

4.- Temporalidad.- El fin de las relaciones sociales y de la sociedad misma


es un fin temporal porque los actos sociales que a él tienden se
agotan en el tiempo: la sociedad humana pertenece al tiempo. “El bien
común temporal, dice Maritain, es fin intermedio o infravalente. Por su
especificación propia, es distinto del fin último y de los intereses eternos
de la persona humana; por su misma especificación incluye la
subordinación a ese fin y a esos intereses de los cuales recibe el modelo
de sus medidas. No incumbe a la sociedad política el perfeccionamiento

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espiritual de la persona humana; más, por razón del fin terrestre mismo
que lo especifica, está destinada especialmente a establecer un
conjunto de circunstancias necesarias al progreso de la vida material,
intelectual y moral de la multitud”. El bien público es pues temporal, pero
debe estar abierto al bien intemporal de quienes lo apetezcan.

5.-Coparticipación.- El bien común se integra por la participación


conjunta de los hombres que viven en sociedad. Cada sociedad tiene la
realidad y la calidad que sus miembros le quieran dar. Todos necesitan
cooperar para que pueda crearse el ambiente social propicio para el
desarrollo y perfeccionamiento personal de cada uno. En la asignación
de las cargas y las responsabilidades que a cada uno corresponde
interviene la justicia, y específicamente la justicia social, en las que

las partes son deudoras y la sociedad es acreedora; donde cada uno


debe dar a la sociedad lo que es suyo: en primer lugar, el orden y el bien
común, y luego la paz, la tranquilidad y la seguridad. El criterio de la
justicia social es repartir las cargas y las responsabilidades de acuerdo a
la igualdad proporcional o geométrica, según las capacidades, y fuerzas
y talentos de los miembros del todo social. Así se pone de relieve que el

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bien común no es resultado de otra cosa que del despliegue de las


fuerzas personales y que no puede tener otra causa eficiente que la
acción de los hombres, o como lo dice Taparelli, que “el Estado no tiene
otras manos que las de los individuos”, En este sentido define Cathrein
el bien común como “el conjunto de las condiciones necesarias
para que dentro de lo posible todos los miembros del Estado puedan
alcanzar libremente y por sí mismos su auténtica felicidad terrena”. E
igualmente se resalta que lo que importa al orden del bien común es la
proporcionalidad de la participación en el despliegue del bienestar
material y cultural socialmente condicionado.

6.- Redistribución.- El bien común, simultáneamente, se integra y se


redistribuye; creado por la colaboración de los hombres, vuelve a
aquéllos, se redistribuye entre las personas para favorecer su
perfeccionamiento integral. Ahora se puede pensar que las personas son
acreedoras y la sociedad es deudora, y es fundamentalmente con el
criterio de la justicia distributiva como la sociedad, guiada por la
autoridad política, debe asignar a sus miembros los beneficios y medios
necesarios que posibiliten una vida de seres humanos, de auténticas
personas. Entonces el conjunto de condiciones sociales deben regresar
a los individuos también según el prisma de la igualdad proporcional

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o geométrica: asignar más a quienes menos tienen, sin perder de vista el


principio de subsidiaridad. Sólo en tanto cuanto todos los grupos de la
sociedad reciban lo “suyo” del producto de la cooperación social, sólo
en esta medida será real el bien común.

7.- Su preeminencia o posición jerárquica.- “El bien común temporal


–dice Guzmán Valdivia- es superior a los bienes estrictamente individuales
o privados del hombre, es decir, a los que corresponden a éste en su
calidad de parte integrante de la comunidad; pero es inferior al bien
intemporal del hombre” . Es cierto que el hombre es “como una parte”
de la sociedad, pero no se agota sólo en ser eso; parte nada más,
ciudadano. Ahora bien, en cuanto es “como una parte” se encuentra
totalmente subordinado al bien común. “la preeminencia moralmente
vinculante del bien común sobre el bien particular descansa en que el
bien del todo social constituye el supuesto necesario para la
consecución del bien pleno de sus miembros, debido a su subordinación
al auxilio que presta la sociedad en la realización de los cometidos
vitales de los miembros; por ello, el bien común constituye un bien
superior al bien particular y tiene la primacía sobre éste”

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Se deja bien claro que esa preeminencia del bien común es en el


terreno político, porque en Acción Nacional se ha hecho constatar
explícitamente que “antes de la política debe existir lo pre político, es
decir, el conjunto de actividades y de instituciones que no son ni
gobierno ni partidos. Desde luego, en lo pro político sobresale en primer
término la persona, la familia”. “Además de lo político tiene que existir
lo meta político, lo que está más allá de la política. Cuando la política
se presenta ante el ser humano con pretensiones absolutas, estamos en
régimen totalitario.

8.- Progresivo.- El bien común es susceptible de progreso porque siempre


es parcialmente realizado, jamás es totalmente agotado por las formas
históricas que reviste en un momento dado y en una civilización
determinada, “el estado social de hoy encarna momentáneamente un
ideal que jamás es alcanzado”. Como dice Messner, el bien común es
un estado de la sociedad, pero también un estado en evolución
constante, o sea, un orden que por su misma naturaleza no puede
quedar fijado de una vez para siempre, sino que ha de tomar nuevas
formas constantemente. Por eso se ha insistido en que el bien común
tiene elementos permanentes y elementos variables. Las condiciones no

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sólo se transforman por la ciencia, la técnica, sino que también la


capacidad y la voluntad de los hombres y de los grupos cambian con el
tiempo. Por ello también la forma y la medida de la coparticipación han
de cambiar para que el bien común sea una realidad.

9.- Su concepto es de carácter dinámico.- De lo dicho en el punto


anterior se deduce que la noción del bien común es dinámica. “Un
estado social -dice Delos- es un hecho adquirido, es una realización
concreta; pero es también un estado de tensión hacia el porvenir. Todo
orden establecido lleva en sí su principio de desequilibrio, porque su
meta, su término, su fin, están colocados en el infinito: en ese bien
completo de la naturaleza humana, siempre parcialmente realizado,
jamás perfectamente alcanzado”

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10.- Su índole moral.- Los actos sociales genéricamente pertenecen a


la racionalidad pero específicamente a la moralidad. El bien
común, en su papel de fin de los actos sociales, tiene que obrar sobre
una inteligencia y una voluntad. Por eso el principio del bien común
forma parte de la ley moral natural en su relación con el orden social.
“Debido a su vinculación al orden moral natural –dice Messner- no
puede el bien común tener su plena realidad si se pretende lograr ésta
mediante una política que se halle en contradicción con el orden
moral. Por la misma razón, el bien común no es un fin en sí, sino sólo lo
es dentro de la totalidad del orden moral de los fines; por consiguiente,
sólo da origen a derechos en favor de la comunidad dentro de los
límites impuestos por el orden moral del mundo y crea obligaciones
sólo en función de dicho orden”.

11.- Ley suprema del obrar social.- “Por estar fundado en la


naturaleza social del hombre como fin de la sociedad, es el bien común
ley obligatoria del obrar en la totalidad del ámbito de la ordenes vitales
condicionados por la naturaleza social del hombre”. Es en este sentido
en el que León XIII dice que “el bien común es en la sociedad la ley

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primera y última después de Dios”.

12.- Principio de articulación social.- Como la sociedad se articula en


una gradación de comunidades menores y mayores, que van desde la
familia, el vecindario, barrio o colonia, la empresa, la escuela, municipio,
la entidad o provincia, el estado nacional y, finalmente, la comunidad
internacional, existe en consecuencia el bien común familiar, el del
sindicato, de la ciudad, el bien común nacional y el internacional. El
principio del bien común es un principio de estructuración de la
sociedad, en virtud del cual la sociedad total se articula o estructura en
comunidades miembros (Messner). Por lo que el capítulo de “Persona” de
los Principios sostiene: “Y en la organización política nacional, es preciso
que las comunidades naturales sean reconocidas, respetadas y en
cuanto caigan dentro de la jurisdicción del Estado, ordenadas y
jerarquizadas, dándoles el lugar y la participación debidas en la
estructura y en el funcionamiento del mismo, a fin de que éste coincida
verdaderamente con la realidad nacional y el Gobierno sea siempre una
expresión genuina de la Nación”.

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Elementos del bien común

Cuatro elementos esenciales constituyen el bien común:


− Un conjunto de bienes de todas las clases: materiales
(riqueza industrial, agrícola, comercial; la técnica, los ser-
vicios, las fuentes de energía, los transportes y
comunicaciones); culturales (lengua, artes, tradiciones,
derecho); morales (verdad, amistad, justicia, paz, libertad,
solidaridad).
Para que se realice el bien común es preciso que estos tres
tipos de bienes se den en la cantidad y proporción exigidas por

el tiempo y lugar, y que estén debidamente jerarquizados:


los materiales subordinados a los culturales y unos y otros a los

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morales.

− Una justa distribución de los bienes: todas las sociedades


menores y todos los individuos que componen la sociedad
deben participar del bien común y de las libertades, bienes
y servicios que lo constituyen. Más la forma de participar debe
ser en la medida de su respectiva prestación. Ello significa que
no sería éticamente correcto que alguien disfrutara de los
bienes de la sociedad y hasta acabara con ellos, lo que
priva- ría al resto de la sociedad del disfrute de los que
necesita. Además, así como cada uno tiene derecho a
tales bienes, tiene la estricta obligación de contribuir a
mantenerlos y acrecentarlos.

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− Unas condiciones sociales externas: para poder ejercer los


derechos y los deberes de orden personal y comunitario
como expresión de la dignidad de la persona, deben darse
las condiciones que permitan a los individuos y a las
sociedades menores desenvolverse adecuadamente. Estas
condiciones exigen la implantación y mantenimiento del
orden público, el ejercicio de las libertades cívicas en la mayor
amplitud posible y, como resultado de todo, la paz social.

− Una adecuada organización social: que puede


descomponerse en cuatro elementos o causas eficientes: el
primero de ellos es un Ordenamiento Jurídico que le sirva de
apoyo externo, de defensa y protección; el segundo es un
Ordenamiento Económico como base material del bien
común, combinando la iniciativa privada con la función
subsidiaria del Estado; el tercero es el Sistema Educativo que
representa la garantía interna del bien común, porque cada
persona bien educada, como fruto de esa buena educación,
está prepa- rada para actuar en favor del bien común; y el

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último elemento es el Orden Político que se interpreta como la


responsabilidad que tiene el Estado para lograr un
adecuado equilibrio entre los principios de libertad,
autoridad y bien común.

PRINCIPIO DEL SER Y DEL DEBER SER

La sociedad es interdependencia dinámica de seres humanos que


realizan los valores objetivos de la cultura. Todos dependemos de todos.
Esa interdependencia puede ser para el bien o para el mal común.
Los miembros de la sociedad tenemos obligación moral y jurídica de
hacer que esa interdependencia real esté orientada hacia el bien
común.
“La sociedad es convivencia humana: es decir, consciente, libre,
responsables, solidaria, organizada, histórica y finalista. La sociedad
se hace, se forma, según el proyecto de ser que es el hombre
mismo. El hombre es, pero se realiza, existe, en la sociedad. La sociedad
se organiza y existe para que el hombre llegue a ser él mismo, para
que la potencialidad de su esencia se convierta en existencia plena.
Este para qué de la vida social es lo que la filosofía tradicional denomina
el bien común”.

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El bien común es humanismo en el más amplio sentido de la


palabra, como explica Guzmán Valdivia. Es una posibilidad abierta
para que la vida del hombre transcurra según su propia naturaleza.
El bien común es clima o ambiente favorable para que en el alma
del hombre florezcan las virtudes de la madurez y así la amistad, la
lealtad, la sinceridad, la ayuda mutua, la cooperación, la justicia y el
amor.
Desde el punto de vista de la solidaridad, el principio del bien
común es pues uno de los tres principios iniciales, de los que, dado el
caso, pueden derivarse otros más con un campo de aplicación cada
vez más restringido.
El principio enuncia, en primer lugar, una ley del ser social, de la
que se deriva, en segundo lugar, una ley de la moral del Derecho; se
enuncia primero en indicativo y después es imperativo. El obrar sigue al
ser y el deber es una forma de ser de los seres libres.
Finalmente, desde el punto de vista de la moral social, Guzmán
Valdivia habla de las virtudes del Bien Común: la solidaridad
(vinculación entre varios respecto a un mismo fin, fincada en el deber)

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la responsabilidad solidaria, la cooperación o colaboración, la


participación (saberse un elemento activo y responsable en la
realización de una obra común) y la integración (reunir a las partes para
hacer el todo pero a la manera humana) . “Toda persona tiene derecho
y obligación de ejercitar responsablemente su libertad para crear,
gestionar y aprovechar las condiciones políticas, sociales y económicas,
para una mejor convivencia humana.

DEBERES INDIVIDUALES RESPECTO AL


BIEN COMÚN

El bien común no se opone al bien particular,


precisamente porque beneficia a todos los miembros de la
sociedad. En este sentido se puede entender éste como lo
que permite que cada ciudadano pueda poseer

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personalmente un cierto bien privado. Ello lleva consigo,


como condición necesaria, que cada cual respete los
derechos que tienen los demás, quedando realzada la
dignidad de cada persona en el deber de colaborar al bien
común. A diferencia del animal, el hombre posee la
capacidad de abrirse a lo común. Por eso, cuando antepone
constantemente el bien privado, se asemeja al animal y
traiciona su condición de persona. Pensar lo contrario es
tanto como pensar que el desarrollo humano debe
apoyarse en el egoísmo.

Las responsabilidades frente al bien común no son

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iguales en todos los ciudadanos. Así, los hombres más


conocidos de un país, políticos, artistas, intelectuales,
deportistas de elite, etc., han de ser íntegros, pues
constituyen una minoría de prestigio cuya conducta tiende
a ser imitada.
El ejemplo de esas minorías tiene un poderoso efecto
multiplicador, que ya era conocido mucho antes de la
existencia de los grandes medios de difusión. Así lo advertía
Cicerón quien decía que “lo peor de las personas
importantes no es que pequen, aunque de por sí ya es un
mal serio, sino que tengan tantos imitado- res”. Pues basta
recorrer la historia para ver que tal como fueron los principales
ciudadanos de una república, así fue esa república, y los
cambios que los grandes introdujeron en sus costumbres no
tarda- ron en ser adoptados por el pueblo. Por eso los grandes,
cuando tienen vicios, resultan particularmente perniciosos
para el Estado, pues además de estar corrompidos,
corrompen a los demás.

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La responsabilidad de los ciudadanos respecto al bien


común tiene dos vertientes. Por una parte, es un deber
primordial intervenir, según las propias posibilidades, en las
distintas esferas de la vida pública. Cuando se olvida este
deber surgen el desinterés hacia lo que es de todos, el
abstencionismo electoral, el fraude fiscal, la crítica estéril de la
autoridad, y la defensa egoísta de los privilegios a costa del
interés general. Es de nuevo Cicerón quien denuncia que
“hay algunos que por dedicarse sólo a sus negocios o por ser
insociables, se aíslan alegando que no hacen mal a nadie. No
se dan cuenta de la injusticia que cometen al desentenderse
de la sociedad y no emplear en su servicio ni su atención, ni su
trabajo, ni sus cualidades”.

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BIEN COMÚN Y LIBERALISMO


El fin de la sociedad no es el individual, ni el conjunto de los
bienes individuales de cada una de las personas que la
constituyen. Es mucho más que eso, es el bien de la
comunidad, el bien del cuerpo social.

No obstante, hoy estamos viviendo problemas que tienen


mucha relación con el individualismo y la persona y la
sociedad.
El comunismo y el totalitarismo crearon un materialismo
que, a juicio del autor, debió ser superado, no con el neo-
liberalismo capitalista que ha pretendido sustituirlo todo con
el capital y el mercado, sino con un sistema basado en la
justicia social del “bien común”.
El liberalismo siempre defendió el individualismo,
pregonando que cada cual debía empeñarse por su
propio éxito, velando así por el progreso de toda la sociedad
económica, convirtiendo al Estado en el responsable
máximo, guardián supremo del “bien común”, aunque ésta
función no está limitada sólo a él, sino a toda la sociedad.
El Estado debe impedir así los abusos de quienes pretenden

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enriquecerse a costa de los más pobres, humildes y


marginados.

Ese bien común es entonces la convivencia de la vida


humana, de la multitud, de una multitud de personas; su
comunicación es el bien servir. Es pues, común al todo y a las
partes sobre las cuales se difunde, y con él deben
beneficiarse.
En la actualidad corremos el riesgo de continuar buscando
en otro tipo de individualismo, como es el neoliberalismo, un
camino equivocado y per- judicial al bien común de la
sociedad. En contrasentido, debemos revivir el sistema
humanista el cual debe estar basado en el personalismo
comunitario, teniendo presente que la ver- dadera
concepción de la vida política no es exclusiva- mente
personalista ni exclusivamente comunitaria, sino personalista y
comunitaria a la vez, ya que ambos términos se
complementan y se exigen mutuamente. Así se comprende

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que nada es más erróneo que plantear el problema de la


persona y el bien común en términos de oposición.

El bien común es un bien que beneficia a todas las


personas y a cada persona que constituye el Estado,
respetando la dignidad de la naturaleza humana. Es
material, intelectual y moral y nunca representará ventajas,
beneficios o privilegios en favor de alguien en particular.

EL CULTIVO DE LAS VIRTUDES – UNA


NUEVA VISIÓN DEL BIEN COMÚN

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Todo indica que el ser humano tiene un criterio superior,


cual es el intento de lograr la perfección humana en la
medida de la posibilidad de cada uno. El principio podría
expresarse con la vieja máxima de Píndaro: llega a ser el
que eres, o, si se quiere, intenta ser el hombre que podrías
ser si realizaras tu naturaleza esencial, tu destino. Su mayor
cualidad es que establece un criterio objetivo, pero su
aplicación respeta las particularidades de cada ser humano.
Si todos lleváramos una vida buena, no por ello seríamos todos
iguales.
Pero ¿Cuál es el camino para realizarme y llegar a mi
perfección? La respuesta es llevar una vida virtuosa, ya que
la virtud designa el conjunto de cualidades cuya posesión y
práctica ayuda al individuo a alcanzar la felicidad. El hombre
para ser virtuoso debe ser educado en el cultivo de las
virtudes y no sólo eso, necesita vivir en un marco virtuoso para
poder llevar adelante su propio proyecto de perfección. Se
presenta así una nueva visión que no es ni totalitaria ni
individualista. El bien común se representa así como el
conjunto de condiciones sociales que permiten a los
ciudadanos el desarrollo consciente y pleno de su propia
perfección.

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EL BIEN COMÚN DEBIDO

El siguiente paso es dilucidar cuál debe ser el bien común. En efecto, nos
encontraremos con el siguiente problema: en la sociedad humana, las
personas que la integran pueden tener fines y bienes personales muy
diversos. Los seres humanos no desean todos lo mismo; su intrínseca
racionalidad y libertad produce una diversidad de fines en el seno de
una misma sociedad. Entonces: ¿cómo hablar de un bien común a
varios?
Para contestar este interrogante, recordemos la relación que existe
entre sociabilidad natural del hombre, la división del trabajo y la escasez
natural de recursos, cosa que, como ya hemos explicado en otra
oportunidad, fue explícitamente analizada por Santo Tomás, quien
afirmó: “El hombre es por naturaleza un animal político o social; cosa
que ciertamente se pone de manifiesto en que un solo hombre no se
bastaría a sí mismo, si viviese solo, en razón de que la naturaleza en muy
pocas cosas ha provisto al hombre suficientemente, dándole una
razón por la cual pueda procurarse las cosas necesarias para la vida,
como ser el alimento, el vestido y otras semejantes, para obrar todas las

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cuales no basta un solo hombre viva en sociedad”.


Hemos citado este texto pues es clave para comprender el tema de
la sociabilidad natural del hombre, lo cual a su vez es necesario para
dilucidar que es el bien común debido. El hombre es, como concluye
Santo Tomás, naturalmente social, porque necesita de la sociedad
para su desarrollo. Y entonces es cuando nos hacemos la pregunta
ética clave para este punto: ¿cuál debe ser el desarrollo del hombre? La
respuesta, dependiente de toda la ética iusnaturalista de origen tomista
que está en la base de las encíclicas pontificias, es la siguiente: el
desarrollo del hombre, desde el punto de vista ético, implica la
actualización plena de sus potencialidades específicas (fin último
subjetivo del hombre), lo cual implica llegar a su fin último, que es Dios
(fin último objetivo del hombre). Y por ende se concluye que, si el hombre
necesita de la sociedad para su desarrollo, deben darse a ésta una serie
de condiciones que permitan el aludido perfeccionamiento de las
potencialidades específicamente humanas, y tal será el bien común
debido. Tal es el bien común político, que a su vez es para el Fin y
Bien Común Trascendente de la persona humana, que es Dios. Esta es la
noción clave del pensamiento pontificio: la sociedad es para el hombre.

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“…Origen y Fin de la vida social ha de ser la conservación, el desarrollo


y perfeccionamiento de la persona humana”, dice Pío XII en “Con
Sempre”. Y dice más abajo Pío XII en el mismo mensaje: “… la razón,
iluminada por la fe, asigna a cada persona y a cada sociedad particular
en la organización social un puesto determinado y digno, y sabe, para
hablar sólo del más importante, que toda actividad del Estado, política
y económica, está sometida a la realización permanente del bien
común; es decir, de aquellas condiciones externas que son necesarias
al conjunto de los ciudadanos para el desarrollo de sus cualidades y de
sus oficios, de su vida material, intelectual religiosa…”. Y Juan XXIII
recoge estas enseñanzas en una definición de bien común que las
resume: “…el bien común consiste y tiende a concretarse en el conjunto
de aquellas condiciones sociales que consienten y favorezcan en los
seres humanos el desarrollo integral de su propia persona”.

Sólo éste, pues, puede ser un bien común a los integrantes del grupo
social, en cuanto que éstos necesitan de la sociedad en que
encuentran para desarrollar sus capacidades personales. Esto nos

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permite entender, a su vez, por qué el bien común no contradice en


absoluto el hecho de que los fines de cada persona sean diversos en
el marco social. Porque, para lograr esos fines personales, todos
necesitan del bien común, que es ese conjunto de condiciones
sociales que permiten el alcance de dichos fines. Debe distinguirse en
este punto, por tanto, para una mayor claridad y distinción, entre el finis
operis y el finis operantis de la sociedad humana. Finis operis alude al fin
de una determinada acción u operación; finis operantis alude al fin del
agente que está realizando la acción. Esto es: “fin de la obra” y “fin del
operante”. Estos dos fines pueden coincidir en los hechos o no. Por
ejemplo: supongamos que un arquitecto (el operante) está diseñando
una casa. El fin de la obra, en cuanto tal (esto es, el fin de lo que se está
haciendo) es el diseño de la casa; ahora bien, el fin del arquitecto, o
sea, aquello por lo cual el arquitecto diseña la casa (el finis operantis
del arquitecto) puede ser pura y simplemente diseñar una casa, por el
mero gusto de hacerlo (en este caso el fin de la obra y el fin operante
coinciden), o bien (con disyunción inclusiva) obtener una determinada
suma de dinero por el diseño de la casa (la cual suma de dinero puede
desearse a su vez para otra cosa). Y ese será el fin del operante (el
arquitecto) que se distingue del fin de la obra, pues la suma de dinero
obtenida no es igual a la casa diseñada.
Pues bien: en el marco social, todos sus integrantes coincidirán en el
finis operis de la sociedad (el fin de la sociedad en cuanto tal, el bien
común), pero tendrán diversos finis operantis, esto es, diversos modos de
desarrollar sus capacidades dentro del marco social. Es más, se desea
el bien común (finis operis) para alcanzar el finis operantis personal.
Supongamos que un grupo social está formado por tres personas: Juan,
Pedro y Pablo. Juan quiere ser médico, Pedro comerciante y Pablo
quiere dedicarse a la ingeniería. Pero los tres necesitan de
determinadas condiciones de vida social (bien común) que permitan

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que desarrollen sus vocaciones específicas (finis operantis de cada


uno). El bien común será pues un bien personal común a los integrantes
del grupo; el finis operantis de cada miembro del grupo será en cambio
un bien personal específico de cada persona. Y a su vez cada persona,
a través del desarrollo de su vocación, tiene la posibilidad de
perfeccionarse como ser humano y alcanzar así su Fin Ultimo personal,
que es Dios Bien Común Trascendente de todo el Universo. Pero
supongamos que un cuarto integrante del grupo, X, no coincide con los
otros tres en que a través del desarrollo de su vocación llegarán a Dios
y actualizarán de ese modo sus potencialidades específicas. En ese
caso, lo que pertenece al bien común es que X no impida a los otros
tres cumplir sus fines, pero a su vez éstos no pueden obligar
coactivamente a X a aceptar su planteo ético trascendente. El bien
común permite, facilita el cumplimiento del Fin Último del hombre, pero
no lo obliga necesariamente.

Todo esto nos hace entender con claridad este principio básico de
ética social: la primacía del bien común sobre el bien particular. Este
principio, que ha sido utilizado impíamente por los totalitarismos para
avasallar la dignidad de las persona humana, implica precisamente
todo lo contrario: significa que deben ser respetadas en el marco

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social las condiciones de vida que permitan el desarrollo de la


persona. La persona no está para el bien común político, sino que el
bien común político está para la persona humana. Por eso decía Pío
XII que el fin de la vida social es el desarrollo de la persona humana,
lo cual se explícita en las definiciones vistas de bien común; y por eso
Pío XI había dicho claramente, en contra del totalitarismo marxista, que
la sociedad es para el hombre y no el hombre para la sociedad. Y de
allí, por ende, que todo bien particular que atente contra el bien
común es un atentado contra la persona humana, pues ésta necesita
del bien común para su desarrollo.

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CONCLUSIONES

Habiendo repasado tanto la conceptualización como la


aplicación del principio del bien común, podemos precisar lo
siguiente:
− El bien común es la suma de aquellas condiciones que
permitan satisfacer la necesidad de logro de los m iem bros de
la comunidad. El bien común implica que las estructuras
sociales deben ser diseñadas de tal forma que permitan que
la gente tenga la oportunidad de participar y de satisfacer sus
necesidades humanas básicas.
− La autoridad sólo se ejerce legítima- mente si busca el bien
común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea
medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes
injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas
disposiciones no pueden obligar en con- ciencia. En semejante
situación, la propia autoridad se desmorona por completo y
se origina una iniquidad espantosa.
− La diversidad de los regímenes políticos es moralmente
admisible con tal que promuevan el bien legítimo de la
comunidad que los adopta. Los regímenes cuya naturaleza
es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos
fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien
común de las naciones en las que se han impuesto.
− El descubrimiento de la vocación de la humanidad a formar
una sola familia puede animar y dar un sentido adecuado al

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proceso de globalización que con recelos experimenta hoy


nuestro mundo. La condición necesaria para alcanzar este ideal
está en la superioridad del bien de la humanidad sobre el bien
de cualquier comunidad política, racial o cultural. Ello exige
entender con claridad que la consecución del bien común de
una comunidad política no puede ir contra el bien común de
la humanidad.

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