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Informe a la academia:

Piglia y Arlt
Noel Luna

Nunca plagió a nadie; robó sin darse cuenta.


—Juan Carlos Onetti, “Semblanza de un
genio rioplatense”

En más de un sentido, el crítico es también un criminal.


—Ricardo Piglia, “Homenaje a Roberto Arlt”

1 – “Esto que escribo es un informe o mejor un resumen: está en juego la


propiedad de un texto de Roberto Arlt, de modo que voy a tratar de ser
ordenado y objetivo”.1 Así comienza el “Homenaje a Roberto Arlt”, de
Ricardo Piglia. Así comienza el informe que ustedes me han pedido. No cito
a Piglia, como requerirían las reglas de la etiqueta académica. Más bien me
lo apropio, lo plagio, me sirvo de su texto, me aprovecho de que en el
género del informe académico la oralidad nos permite prescindir de las
comillas, modo de ganar tiempo y de que lo del otro parezca nuestro. No
hago otra cosa sino falsificar, poner en circulación una moneda falsa, y con
ello me dirijo al centro de una de las cuestiones centrales que encaran Arlt,
Borges y Piglia, pero que en todo caso ya estaba in nuce en Sarmiento. El
“Homenaje a Roberto Arlt” es un texto que oscila, de modo reflexivo, entre
el ensayo crítico-teórico y el género policial. Además, participa de ese otro
género que popularizó Borges: la reseña de textos apócrifos. Ya en la
primera línea del texto el narrador, un crítico literario, presenta el problema:
se trata de la “propiedad” de un texto. En lo posible, yo también “voy a
tratar de ser ordenado y objetivo”, es decir, voy a imponer un orden ajeno
al texto que comento.
2 – Lo primero que habría que señalar es la relación “difícil” que hay entre
el crítico – el narrador, llamado Ricardo Piglia en el relato – y su objeto, es
decir, el texto inédito de Arlt. “Yo soy quien descubrió el único relato de
Arlt que ha permanecido inédito después de su muerte” (135), señala el
narrador, como si el establecimiento del carácter legítimo de su
descubrimiento necesitara de un énfasis afín a la retórica forense. Esa
oración parece el inicio de un alegato judicial, típico de la lógica sustentada
en evidencias del discurso crítico académico. Se declara, en primera
instancia, una “propiedad”. El “yo soy” del crítico/detective se plantea desde
el espacio de ‘la ley’. No podría ser de otra forma. El propio Piglia, en
Crítica y ficción, señalaba que “[l]as reglas del policial clásico se afirman,
sobre todo, en el fetiche de la inteligencia pura. Se valora antes que nada la

1. Todas las citas del texto “Homenaje a Roberto Arlt” provienen de: Ricardo Piglia,
Prisión perpetua, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1988. pp. 135-185.
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omnipotencia del pensamiento y la lógica imbatible de los personajes


encargados de proteger la vida burguesa. . . . [E]sa forma, [es] construida
sobre la figura del investigador como el razonador puro, como el gran
racionalista que defiende ‘la ley’ y descifra los enigmas (porque descifra los
enigmas es el defensor de ‘la ley’)”. Esta relación entre el crítico, el
detective y ‘la ley’ la clarifica el propio narrador en la nota al calce número
17: “Un crítico literario es siempre, de algún modo, un detective: persigue
sobre la superficie de los textos, las huellas, los rastros que permiten
descifrar su enigma. A la vez, esta asimilación (en su caso un poco
paranoica) de la crítica con la persecución policial, está presente con toda
nitidez en Arlt. En este esquema, el crítico aparece como el policía que
puede descubrir ‘la verdad’. Escritura clandestina y culpable, escritura fuera
de ‘la ley’, se entiende que Arlt haya buscado que sus libros circularan en
un espacio propio, fuera de todo control legal . . .” (175-176). Sin embargo,
el narrador/crítico/detective del “Homenaje a Roberto Arlt” posee una
localización mucho más ambigua que la del detective del policial clásico. Su
vinculación con ‘la ley’, como veremos, es dudosa, o en todo caso no es
transparente.
3 – ¿Qué es la nota al calce? ¿Cómo funciona en el texto pigliano? La nota
al calce opera como un nudo importante en el interior de la trama del cuento
y en la reflexión sobre el género: nudo que desemboca en otros nudos, y que
en su conjunto forman una constelación de trazas, pistas, ocultamientos,
disimulos y escamoteos que minan la credibilidad del narrador en el interior
de la trama, así como del crítico en tanto figura paradigmática en el orden
transparente de ‘la ley’ y ‘la verdad’. La nota al calce – como para la rica
tradición que va de Borges a Puig – no opera siempre como precisión o
como lugar de la autorización erudita, sino como superficie de una trama
propia que cuestiona, parodia, ironiza o critica algunos supuestos de la
trama principal. En la nota al calce Piglia maneja distintos materiales, desde
la referencia a ediciones apócrifas, como la supuesta edición de las cartas de
Roberto Arlt, con selección, prólogo y notas de Emilio Renzi2, hasta
referencias a textos “reales” de cuyos contenidos y testimonios se nutre la
trama. Un ejemplo de lo último es el texto de Juan Carlos Onetti que habla
sobre Kostia y Arlt y que Piglia cita en la nota al calce número 133. Si, como
ha señalado Ricardo Piglia en Crítica y ficción, “[e]l crítico es aquel que

2. Ver la nota al calce número dos, página 138.


3. Juan Carlos Onetti, “Semblanza de un genio rioplatense”, Nueva novela
latinoamericana 2, Editado por Jorge Lafforgue, Buenos Aires: Paidós, 1972. pp.
363-377. A pesar que el texto de Onetti realmente existe y la cita que se toma de él
es fidedigna, en la nota al calce Piglia cita “mal” el título del libro en que está
incluido (Nueva narrativa latinoamericana 2), así como el número de página del
que se toma la cita (386). Esas son algunas de las “migajas filológicas” que
desestabilizan la noción de autoridad en el uso de la nota al calce en el texto
pigliano.
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reconstruye su vida en el interior de los textos que lee” y “[l]a crítica es una
forma postfreudiana de la autobiografía” (19), en “Homenaje a Roberto
Arlt” la nota al calce es – como veremos – uno de los lugares más
propicios para la lectura de ciertas zonas que esa inflexión autobiográfica
intenta reprimir.
4 – Supongamos que este cuento narra la historia lineal del desciframiento
de un enigma. El narrador, un crítico llamado Ricardo Piglia, cuenta la
investigación meticulosa que llevó a cabo para descifrar el enigma de la
desaparición de un inédito de Arlt. En esa investigación, después de haber
seguido diversas pistas, se topa con Kostia, amigo de Arlt, poeta fracasado
de carácter anarquista, quien poseía el texto. El narrador compra el texto –
hago énfasis en el verbo “comprar” – después de una serie de regateos y
dilaciones. Se trataba de “un montón de hojas sucias y arrugadas, escritas a
máquina, a un solo espacio”. Kostia, sin embargo, aparentemente se
arrepiente de venderlo, y tras la negativa del narrador a devolvérselo, lo
publica bajo su nombre. Había conservado el original. Kostia plagia,
falsifica. Piglia, el narrador/crítico/detective, se enfurece, y en este momento
es que lo vemos más cercano a ‘la ley’. Dice: “Lo voy a hacer meter preso”.
Un poco antes, había dicho: “¿Me había dejado estafar? En principio la
culpa había sido mía: para evitar toda publicidad me había negado a
anunciar el descubrimiento de un relato inédito de Arlt antes de que la
edición estuviera lista. ¿Mi trabajo de seis meses destruido por la
irresponsabilidad de un borracho?” (183) El narrador, de ese modo,
establece una dicotomía nítida, de índole moral, entre su “trabajo” y la
“irresponsabilidad de un borracho”: dicotomía entre ‘la verdad’ y “la
mentira”, “la propiedad” y “el robo”, “el bien” y “el mal”. De ese modo, el
crítico, un “experto” en la obra de Arlt, en la que hay toda una teoría de la
falsificación, se muestra totalmente distanciado de su objeto de estudio.
Distanciado, es decir, no contaminado. En un momento de la narración dice:
“Tenía la sensación de que Kostia había intentado ocultar el relato de Arlt
durante todos estos años. Me sentía como el detective de una novela policial
que llega al final de su investigación; siguiendo rastros, pistas, yo había
terminado por descubrirlo” (175). Una vez más, la posición de
crítico/detective queda establecida como lugar de ‘la verdad’, y por lo tanto
de ‘la ley’. Hay que señalar, por otro lado, que el pathos del crítico
“fracasado” está cargado de un tono paródico irreprimible: lo que se
pretendía como desinteresada búsqueda de ‘la verdad’ cede ante el marcado
sesgo personal del interés del crítico. Hay ahí, como veremos, un
ocultamiento. Una vez (des)cifrado el enigma, vuelve a afirmarse el lugar
del crítico como lugar de ‘la verdad’: “A partir del manuscrito y del texto
mecanografiado que me había entregado Kostia establecí la versión final del
relato. En el Apéndice se podrá ver que he respetado las variantes
propuestas en el texto”. El supuesto inédito de Arlt – “Luba” – se publica
como apéndice del “Homenaje a Roberto Arlt”, incluido en la sección
“Nombre falso” del libro Prisión perpetua de Ricardo Piglia. La laberíntica
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secuencia de títulos que he enumerado es elocuente: ella contiene su propia


interpretación. La última palabra es dada por el crítico, quien al establecer
la “versión definitiva” del texto legaliza la propiedad de Arlt y la suya
propia. Todo es – se habrán dado cuenta ustedes – más complejo.
5 – El propio narrador, de modo más o menos velado, dará las claves para
desmentir su supuesta legalidad. Llamo la atención nuevamente sobre la
nota 17. “. . . cuando se dice – como Arlt – que todo crítico es un escritor
fracasado ¿no se confirma de hecho un mito clásico de la novela policial?:
el detective es siempre un criminal frustrado (o un criminal en potencia). No
es casual que Freud haya escrito: ‘La distorsión de un texto se asemeja a un
asesinato: lo difícil no es cometer el crimen, sino ocultar las huellas’. En
más de un sentido, el crítico es también un criminal” (175-176). Ahí el
narrador hace una confesión velada. No se trata de una mera reflexión
abstracta, sino del nudo de una segunda trama, más o menos secreta. En este
punto habría que preguntarse: ¿cuál es la relación “verdadera” entre el
crítico y el texto inédito de Arlt? ¿La narración es meramente la historia del
desciframiento de un enigma, o es al mismo tiempo la historia de un
ocultamiento?

A – Propongo, para ser breve, que el “Homenaje a Roberto Arlt” es


precisamente la narración del ocultamiento de la falsificación que ejerce el
crítico llamado Ricardo Piglia en el relato. Volvamos al inicio del
“Homenaje . . .” En la primera página, el narrador señala: “Luba es la pieza
más importante en una colección de inéditos de Roberto Arlt que comencé
a recopilar a principios de 1972”. Así queda establecida la importancia del
texto, y por lo tanto la importancia de la labor del crítico, su “autoridad”
como lugar de enunciación de ‘la verdad’. Sin embargo, durante toda la
narración existe un punto ciego en ese relato de ‘la verdad’: ¿Por qué, si
Luba es uno de los textos más importantes de Arlt, éste no lo publicó? ¿Y
por qué Kostia lo conservó en secreto? Se me acaba el tiempo, por lo que
procedo sencillamente a proponer hipótesis. “Luba” no es un texto escrito
por Arlt, sino por Andreiev. ¿Qué me lleva a pensar esto? Primero, en los
días que Arlt supuestamente escribió el cuento había leído o pensaba
comprar Las tinieblas de Andreiev (159), como consta en una lista escrita
en su cuaderno. Segundo, Kostia ridiculizaba a Arlt: según Nacaratti, “[l]o
jodía con Andreiev”. Ello enfurecía a Arlt sobremanera (167). Tercero, en
la caja de metal que aparece al final de la historia, en la que se encuentra el
manuscrito incompleto de “Luba”, se encuentra también “un ejemplar de
Las tinieblas de Andreiev”. Parece que fue el único texto de la lista que Arlt
pudo comprar y que había leído en esos días en que supuestamente había
escrito “Luba”. Mi hipótesis es que Arlt, siendo coherente con sus ideas
anarquistas sobre la falsificación, plagió el cuento de Andreiev. Más bien,
lo reescribió. El proceso de reescritura es evidente en la nota al calce
número 10, donde el crítico incluye las variaciones sintácticas según se
fueron haciendo en la marcha. En la página 158, aparece una de las
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anotaciones que hace Arlt: se refiere a la relación entre literatura, secreto,


plagio y dinero: “A Kostia: defensa del plagio. (Escribir todo: como
venga.)” Ese “[e]scribir todo: como venga” explica las variaciones
sintácticas, el proceso simultáneo de copiar y variar, plagiar y reescribir. En
estas páginas del diario de Arlt hay, además, un oscuro sentimiento de culpa:
“Escribo esto a los jóvenes que todavía no están corrompidos, como yo . . .”
(158)4. ¿Corrompidos por qué? ¿Por el plagio? En todo caso, el narrador ha
omitido cualquier reflexión sobre estos detalles con el propósito de asegurar
la “propiedad” legítima de su descubrimiento y por lo tanto su autoridad,
además de la posibilidad de publicarlo. Kostia no había publicado el texto
porque sabía perfectamente – “Trabaja en Arlt y no se da cuenta” (179) –
que todo se trataba de un plagio. Recordemos la cita de Freud: “lo difícil no
es cometer el crimen, sino ocultar las huellas”. Y seguido el propio narrador
añadía: “En más de un sentido, el crítico es también un criminal”.

B – Propongo que el crítico – el narrador llamado Ricardo Piglia, en el


relato – sabía toda ‘la verdad’, es decir, descubrió que “Luba” no era de
Arlt, sino de Andreiev. Una de las claves está en la larga nota 16, sobre
Kafka y Max Brod. Esa nota explora el problema del plagio en una
dimensión moral. “¿No hubiera complacido mejor (¿no podemos pensar que
eso deseaba?) al genio distante y perverso de Franz Kafka, un Max Brod que
usurpara la fama del difunto y que en el momento de morir revela a alguien
(a otro albacea servicial, a otro Max Brod) la propiedad secreta de esos
textos?” Párrafo seguido, añade: “(Se dirá que me aparto del objetivo de
este informe: no es del todo así. El hecho de que al presentar un texto
inédito de Roberto Arlt me haya visto forzado a usar la forma del relato, el
hecho de que el cuento de Arlt se lea en el interior de un libro de relatos que
aparece con mi nombre, es decir: el hecho de que no me haya sido posible
publicar este texto – como había sido mi intención – independientemente,
precedido por un simple ensayo introductorio, demuestra – ya se verá – que
de algún modo he sido sometido a la misma prueba que Max Brod)” (174).
Pero el personaje Ricardo Piglia, a diferencia de Brod, cedió a la tentación,
no de publicar el cuento bajo su nombre, sino de elaborar una complicada
ficción para publicar un cuento bajo el nombre de Arlt que no había sido
escrito por él. El crítico – todo crítico es un “escritor fracasado” según Arlt
– justifica su lugar, su función y su relación con ‘la ley’ y ‘la verdad’ en un
proceso dual: sigue las huellas de su objeto al mismo tiempo que borra las
suyas. Ello, sin embargo, no equivale a decir que queda descartada toda
relación entre la crítica y ‘verdad’. “Homenaje a Roberto Arlt” nos obliga
a repensar esa relación siempre difícil y opaca que hay entre el crítico y su

4. Resulta interesante que ésta también es una cita, pero de Brecht. Véase el
fragmento “Sobre el escribir” en El compromiso en la literatura y arte (Barcelona:
Ediciones Península, 1973, pp. 12-13.)
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objeto de estudio, así como los límites, las especificidades y los


cruzamientos característicos de los géneros literarios, la crítica literaria entre
ellos. Esa compleja y rica reflexión sobre la crítica y el crítico como agencia
es irreductible a la afirmación fácil y poco interesante de que “la verdad no
existe”. “¿Verdad para quién?”, diría Piglia que dijo Lenin. Pero ese es ya
otro tema, cuya discusión excedería los límites de tiempo que ustedes
gentilmente me han concedido para presentar este informe.

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