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166 Gramsci y la realidad colombiana realidad tenga dinamismo para expandir la eco- nomfa y Ilevarla a cabo para el beneficio de la comunidad. Dinamismo que impulse de una manera consistente los tres grandes sectores basicos de la industria, la agricultura y la infrae: tructura, y a la vez realice una plena justicia social, traducida en nuevos términos de distribu- cién del ingreso, que es contraria a las desigual- dades que padecemos, el ansia inescrupulosa de lucro, al individualismo ciego a todo compromiso de solidaridad que generé la filosofia del “lesseffe- rismo”, y que en nuestro medio tiene tan elocuen- tes manifestaciones. . Este ideal no ha sido posible lograrlo, aunque sea parcialmente, porque no hemos tenido conti- nuidad en el esfuerzo ni coherencia en los prop6- sitos fundamentales. En cada cuatrienio se ensaya un programa, se expone una tesis, se improvisa un ruta sobre el destino del pats. ¥, por lo tanto, por falta de metas y de persistencia, la politica aplicada se ha caracterizado por su inmediatismo, por su indole pasajera, variable y tentativa, con olvido de los grandes objetivos de largo plazo, de tal manera improvidente, que bien cabe en nuestro caso recordar la sentencia de que los gobernantes que viven al dia son felices, pero los pueblos bajo su direccién son desgraciados@ Hegemonia e Ideologia en Gramsci Chantal Mouffe Durante largo tiempo la teorta de la ideologia ha constituido una de las dreas mds descuidadas enelandlisis marxista dela sociedad. Es sin em- bargo, wn terreno decisivo en el que se plantean problemas tedricos y politicos de la mayor importancia. Resulta fundamental tratar de entender la naturaleza de las dificultades que se han opuesto a la formulacién de una teoria que explique ade- cuadamente la significacién y el papel de la ideo- logia, ya que no es exagerado afirmar que aquéllas constituyen el principal obstdculo al desarrollo mismo del marxismo, a la vez como teorfa y como doctrina politica. A primera vista la respuesta pareceria simple. En efecto, todas las dificultades parecen origi- narse en un tinico fenémeno, al que una vasta literatura contempordnea ha dado en denominar economicismo. Pero la aparente simplicidad del * Traduceién del original inglés por Cristina de la Torre. 168 Gramsci y la realidad colombiana ino oculta toda una serie de problemas que frrampen at primer intento de definir con rigor su especificidad y sus limitaciones. Aunque es claro que todas las formas del economicismo implican una ausencia de comprensi6n de la autonomia de la politica y la ideologia, esta definicién genérica resulta insuficiente porque da lugar ados posibles esferas de ambigitedad. La primera deriva del hecho de que la nocién de economia es cierta- mente ambigua y est lejos de presentar una intrinseca claridad (no esta clara, por ejemplo, la importancia relativa que se te atribuye en ella a las fuerzas productivas y a las relaciones de pro- duccion). La segunda resulta de la vaguedad e imprecision que caracterizan al mecanismo por el cual se subordinan la politica y la ideologta a la economia, ya que siempre se lo define en términos Puramente alusivos (“subordinacién’, “redu cién’, “reflejo”). De este modo, se abre la posibili- dad de existencia de formas complejas de econo- micismo, que no resuita facil detectar, puesto que a primera vista no se presentan como tales. Economicismo e Ideologia Esto es lo que explica la complejidad del pro- blema del economicismo er relacion con la teoria de la ideologia, ya que aquel se presenta en milti- ples formas, aigunas de fas cuales han sido esca- samente identificadas. La problematica economi cista de la ideologia ha presentado dos aspectos claramente distintos aunque intimamente rela- cionados. El primero consiste en establecer un vinculo causal entre estructura y superestruc- tura y en concebir a esta dltima como un reflejo Gramsci y la realidad colombiana 169 mecanico de Ja base econémica. Por este camino se desemboca en una vision de las superestructu. Tas ideolégicas como epifenémenos que no juegan ningtin papel en el proceso historico. El segundo aspecto no se refiere al papel de las superestruc- turas, sino a su naturaleza propia; en tal sentido a estas Ultimas se las concibe como determinadas Por la posicién de los sujetos en las relaciones de Producci6n, es decir, por las clases sociales. Este segundo aspecto no puede identificarse con el primero, ya que es compatible con la atribucién de una cierta “temporalidad diferencial” e, incluso, de una‘cierta eficacia, a las superestruc. turas ideoldgicas. Esimportante entender las distintas. formasen que estos dos aspectos se han combinado en la tradicion marxista. De hecho, puede dividirse el Proceso en tres fases principales: la primera, aguella que combina los dos aspectos sefialados, constituye la forma pura y clasica del economi. cismo; la segunda se aleja de a vision clasica, para disociar ambos aspectos; en la tercera, final- mente, se rompe con los dos aspectos del econo- micismo y se sientan las bases tesricas para una reinterpretacién del materialismo histérico des. de una perspectiva antiveconomicista radical. Existen varias razones que explican la necesidad de distinguir entre estos tres momentos en la biis- queda de una comprensién adecuada del econo. micismo. La primera es que, si bien hay consenso sobre el cardcter economicista de la Segunda y Tercera Internacionales, no se ha especificado adecuadamente su forma peculiar de economi. cismo; con el resultado de que se ha tendido a identificar al reduccionismo con e) epifenomena- lismo, 0 al menos se los ha visto como interrela- 170 Gramsci y la realidad colombiana cionados mutuamente. Con respecto a las inter- pretaciones marxistas “superestructurales” (Lu- xacs, Korsch, etc.), es importante observar que s6lo rompen parcialmente con el economicismo porque, si bien rechazan la concepcién epifeno- menalista de la ideologia, retienen el reduccio- nismo de clase. Finalmente, es preciso advertir que el tercer momento apenas se ha iniciadoy que superar los dos aspectos del economicismo es un proyecto teorico que en gran medida esté ain por realizarse. Para leer a Gramsci. El primero en emprender ‘una critica completa y radical del economicismo, fue, sin duda, Antonio Gramsci; yesen ello donde estriba su principal contribucion ala teoria mar- xista de la ideologia. El objeto de este articulo es pues, analizar la contribucién de Gramsci dentro de la perspectiva trazada. Sin embargo, es impor- tante advertir las particulares dificultades que esta tarea implica. Algunas de elias son inheren- tes a cualquier intento de Jo que se ha dado en lamar una ‘lectura sintomal”, en tanto que otras provienen dela naturaleza particular de los escri- tos de Gramsci y de su cardcter fragmentario. El principal peligro, que debe evitarse a cualquier precio, es el de hacer una lectura instrumental de Gramsci, que utilice el.caracter disperso (no- sistematico) de su trabajo para extrapolar pasa- Jes en forma arbitraria y sostener una tesis que guarda poca relacién con su pensamiento. Si toda lectura sintomal implica practicar una problemética, es fundamental explicitar esta ultima para no transferirle al texto en cuestion las contradicciones del sistema conceptual que inspira el andlisis que se realiza. Ademds debe tenerse en cuenta que la problematic implicita an i RR Gramsci y la realidad colombiana 171 en el andlisis del texto es exterior al mismo y que la unidad del texto con frecuencia se establece sobre bases bien diferentes a las de dicha proble- matica. Para conjurar cualquier ambigiedad, comenzaré por definir los principios fundamen- tales de la problematica anti-reduccionista, que constituye la base de la presente lectura de Gramsci. Entonces podra juzgarse simi hipdtesis, que consiste en atribuirle a Gramsci el mérito de haber construidolos fundamentos de tal enfoque, puede aceptarse 0 no. i Principios de una.concepcién no-reduccionista de ia Fdeologia Laconcepeién no reduccionista de laideologia, que constituye el fundamento teérico de la pre- sente lectura sintomal de Gramsci, se basa en los siguientes principios. 1: La nocién de lo concreto como sobredeter- minacién de contradicciones. Frente a una con- cepcién de tipo hegeliano que reduce a cada coyuntura al proceso de autodescnvolvimiento de una contradiceién tinica, que, en consecuencia, reduce el presente a momento abstracto y nece- sario de un desarrollo lineal y predeterminado, aceptamos la concepcién de Althusser, que privi- legia la nocion de coyuntura en el andlisis de Jo concreto y considera a cada coyuntura como una sobredeterminacién de contradicciones, cada una de las cuales puede pensarse abstracta- mente, es decir, con independencia conceptual frente a las otras, Esta es la base de una concep- cién no-reduccionista de lo politico y 10 ideold- gico, en la medida en que el reduccionismo se

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