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¿POR QUE ES IMPORTANTE LA PARTICIPACION CIUDADAANA EN EL EJERCICIO DE LA

DEMOCRACIA?

HISTORIA.

La democracia se genera en Grecia, con el pensamiento de Aristóteles donde se


planteaba claramente que la única forma de gobierno de aquél entonces correspondía al
“gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” pero sería bueno el especificar que
este “pueblo” solo correspondía a aquellos que pertenecían a la raza Aria de los griegos y
que presentaban un gobierno real y no representativo, es decir que todos los que eran
ciudadanos decidían juntos en “plebiscitos”. Esta democracia, es muy elitista, muy
selectiva y por tanto contradecía sus propios ideales de igualdad y fraternidad.

Colombia se conforma como estado en 1810 a partir del Virreinato de la Nueva Granada,
colonia delImperio español que había sido fundada en 1550. En 1886 toma
definitivamente su nombre actual de República de Colombia. Su historia se divide por lo
general en época precolombina, descubrimiento y conquista española, colonia,
independencia, consolidación republicana y siglo XX.

El primer siglo republicano fue turbulento, con la tensión entre una concepción federalista
del estado a la manera estadounidense y una concepción centralista a la
manera francesa, lo que condujo al país a permanentes guerras y dio principio a los
partidos conservador y liberal. La Constitución de 1886liderada por el presidente Rafael
Núñez puso fin a la hegemonía liberal y creó un estado centralista, conservador y
estrictamente católico.

Entre mediados del siglo XIX y XX fue inaugurado en Colombia por la Guerra de los Mil
Días, que debilitaría de gran manera al Estado, frenaría el desarrollo económico y haría
que el país perdiera a Panamá en 1903. Una primera revolución industrial colombiana se
daría con el regreso de gobiernos liberales, pero la Masacre de las
Bananeras evidenciaría una enorme situación de desventaja del obrero colombiano que
caracterizaría el resto del siglo.

Hasta 1930, Colombia tuvo un período de estabilidad política y pudo consagrarse a su


desarrollo económico. Los liberales, de regreso al poder en 1930, se comprometieron en
nuevas reformas..A partir de 1945, el partido liberal, dirigido por Jorge Eliecer Gaitán, que
se oponía a la política de unión nacional del presidente Alberto Lleras Camargo, se volvió
cada vez más popular. El 9 de abril de 1948, el asesinato de Gaitán desencadenó en una
sangrienta revuelta contra el gobierno conservador en Bogotá y en las principales
ciudades del país. La violencia - es así como se bautizó esta insurrección popular. La
revuelta fue contenida finalmente y el gobierno fue reequilibrado en favor de los liberales.

El 13 de junio de 1953, el general Gustavo Rojas Pinilla tomó el poder, gracias a un golpe
de estado. En 1957, después de una epoca de violencia, Rojas Pinilla fue derrocado por
una junta militar. Esta resolvió convocar a elecciones generales y fue acordada una tregua
entre los liberales y los conservadores. Decidieron entonces la alternancia en los más
altos puestos del estado (presidencia y gabinetes ministeriales) por un período de 16
años. Sin embargo, la nueva coalición, el Frente Nacional, no logró detener la violencia
política.

Desde los años '50, cierta parte de la poblacion, influenciada por la emergencia del
comunismo, constituyeron, sobre sus tierras, "zonas de autodefensa". Este movimiento
fue rápidamente sustituido por una guerrilla organizada: las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), creadas en 1966, que lanzaron una campaña de
atentados. Fue en este cuadro de violencia que se desarrolló la elección presidencial de
1990; tres candidatos fueron asesinados. El liberal César Gaviria Trujillo, elegido
presidente en mayo, intentó entonces una política de reconciliación. Con la nueva
constitución de julio de 1991, quiso reforzar las instituciones democráticas: el estado de
sitio fue levantado y fue acordada la amnistía con los traficantes de droga que se rendían.

*HOBBES, ROUSSEAU Y SMITH

Las teorías presentadas por estos pensadores liberales se basa en la idea del “Homo Homini
Lupus”, el hombre es libre y se organiza su conducta por medio de la libertad que el mismo le
entrega a la autoridad.

Nace entonces el estado representativo, es decir el poder centralizado en una persona quién es el
estado y a posterior la nación originándose así al Absolutismo como régimen de gobierno. En
aquél tiempo también surge el voto, como por ejemplo en el sacro imperio germano romano, pero
que en verdad solo correspondía a la ratificación de los poderosos con respecto a sus propias
decisiones y no a la intervención del pueblo en la política real.

Tras el triunfo posterior de las 3 revoluciones liberales en el siglo XVIII

renace el concepto de democracia del pueblo perdida luego de la absoluta concepción del poder
divino en el rey, pero esto no correspondió al fin de la lucha por la igualdad que representa la
democracia y que aún no puede jactarse de estar completa y que en realidad sería muy difícil

de lograr aún, mientras no se llegue a considerar a todos los seres humanos como iguales sin
importar la politica, la economía, la religión o la misma sociedad que excluye a los hombres solo
por ser, pensar o querer ser diferentes en cierto modo.

Tipos de Gobiernos
09,24.pm auryleiva
Gobierno es el conjunto de poderes del Estado que rige la vida política de una nación.

El gobierno constituye la instancia de dirección suprema y de máximo control de la administración


del Estado. Se designa con el nombre de gobierno al conjunto de funcionarios públicos,
encargados de regir y administrar un Estado. En otras palabras, el gobierno es como un gran
administrador colectivo.

De acuerdo con la división de los poderes en el que se fundamenta, un estado de derecho ejerce
funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, que sirven para establecer los límites de las
autoridades de gobierno que ejercen el poder.
Lo anterior es muy significativo, puesto que impide el ejercicio arbitrario del poder, al tiempo que
asegura la eficiencia en el desempeño de las funciones que son propias de los cargos públicos. Los
primeros estudios destacados sobre el gobierno los realizaron los griegos. De hecho, una de las
más antiguas clasificaciones la formuló Aristóteles. Según él, los gobiernos se dividían en: formas
puras y en formas impuras.
En la actualidad, los gobiernos se dividen en: monarquía, autocracia, democracia y república.

La monarquía

Es la forma de gobierno en la cual el jefe del Estado es un rey, príncipe o emperador que goza de
un poder vitalicio (gobierna de por vida) y hereditario (recibe el poder por herencia, formándose
una dinastía o familia de reyes). A su vez, esta forma de gobierno puede ser de dos tipos: absoluta,
si el soberano ejerce en forma exclusiva los poderes del Estado, y constitucional, si otros órganos
de gobierno participan y colaboran con el monarca atendiendo a lo dispuesto en una ley máxima.
Este último tipo de monarquía es bastante particular, por cuanto está más cercana a un régimen
democrático. El ejemplo más claro es Inglaterra, que estableció que los monarcas deberían de
actuar tomando en cuenta la voluntad y los deseos del pueblo, siendo obligados a respetar ciertos
documentos jurídicos para garantizar un gobierno conforme al bien común.
Hoy existen, además de Inglaterra, otros estados con gobiernos monárquicos constitucionales o
parlamentarias son: Dinamarca, Holanda, Noruega, España, Japón y Bélgica.

La autocracia

Esta forma de gobierno se encuentra en manos de una autoridad arbitraria y el poder lo concentra
un pequeño grupo de personas o un partido. Puede clasificarse en regímenes totalitarios y en
regímenes autoritarios. Los primeros se caracterizan por la concentración absoluta del poder en el
aparato del Estado, lo que permite controlar completamente todas las actividades de la población.
Una de sus principales características es la existencia de un único partido político, que es la voz
oficial del Estado y que no acepta minorías que discrepen de sus órdenes. Ejemplos de este tipo de
regímenes han sido el fascismo italiano, el Estado Nacional Socialista alemán, liderado por Hitler, y
el comunismo en la ex Unión Soviética.
Los regímenes autoritarios son sistemas de gobierno con un pluralismo político limitado, que
permite la existencia de algunos partidos políticos más o menos afines a sus principios. No existe
solo un partido oficial, como en el sistema totalitario, pero sí un jefe carismático o un grupo
dirigente que tiene mayor poder. Un ejemplo de ello fueron las dictaduras latinoamericanas (siglo
XX).

La democracia
El origen de la palabra democracia proviene del griego demos, que significa pueblo, y kratos, que
quiere decir gobierno, autoridad. Es decir, la autoridad o poder del pueblo.
La democracia es, en concreto, un sistema de organización política en la que cada uno de los
miembros de la comunidad tiene reconocido el derecho a participar en la dirección y gestión de
los asuntos públicos. Además, se caracteriza por la existencia de procedimientos que
complementan los principios antes señalados, posibilitando su implantación.
- Gobierno de las mayorías con respeto de las minorías.
- Pluripartidismo político y pluralismo ideológico.
- Elecciones periódicas, libres e informadas.
- Uso de métodos pacíficos en la solución de los conflictos.
- Alto grado de participación ciudadana.
- Existencia de un estado de derecho.

República democrática presidencial

Las repúblicas democráticas son una forma de gobierno representativo, en el que el poder reside
en el pueblo, el que lo delega libre o informadamente a través de los procesos electorales; pueden
clasificarse en presidenciales y parlamentarias.
La presidencial es una forma de gobierno representativo, donde el presidente es elegido por la
ciudadanía y ejerce tanto la función de jefe de Estado como jefe de Gobierno. Posee facultades
para nombrar a los ministros e igualmente para removerlos de sus cargos. En este tipo de sistema
de gobierno existe una rígida separación de los poderes. Ejemplo: Chile y Estados Unidos.

República democrática parlamentaria

En la república parlamentaria, el poder ejecutivo es ejercido por un monarca o presidente que


cumple la función de jefe de Estado, y por un primer ministro que encabeza el gobierno y
responde ante el Parlamento.
El primer ministro y los integrantes del gabinete ejercen sus funciones solo mientras cuentan con
la confianza del Parlamento, ante el cual son responsables políticamente. Por lo mismo, este
organismo puede removerlos cuando lo considere necesario.
Según quién es el jefe de Estado, los regímenes parlamentarios se clasifican en monárquicos y
republicanos. El sistema monárquico existe cuando el jefe de Estado es un rey o príncipe. El
sistema parlamentario republicano existe cuando el jefe de Estado es un ciudadano elegido para el
cargo de presidente. Ejemplo: Italia y Alemania.

Democracia
Es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la
titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones
responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto la democracia es
una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son
adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le
confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de
convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se
establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.
La democracia se define también a partir de la clásica clasificación de las formas de gobierno
realizada por Platón primero y Aristóteles después, en tres tipos básicos: monarquía (gobierno de
uno), aristocracia (gobierno "de los mejores" para Platón), democracia (gobierno de la multitud
para Platón y "de los más", para Aristóteles).1

Hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los miembros del
pueblo. Hay democracia indirecta o representativa cuando la decisión es adoptada por personas
reconocidas por el pueblo como sus representantes. Por último, hay democracia participativa
cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y
organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o
cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios. Estas tres formas no son
excluyentes y suelen integrarse como mecanismos complementarios.

Clásicamente la democracia ha sido dividida en dos grandes formas:

 Democracia directa: Se trata de la democracia en estado puro, tal como la vivieron sus
fundadores atenienses. Las decisiones las toma el pueblo soberano en asamblea. No
existen representantes del pueblo, si no, en todo caso, delegados que se hacen portavoces
del pueblo, que únicamente emiten el mandato asambleario. Se trata del tipo de
democracia preferido no sólo por los demócratas de la Antigua Grecia, si no también para
muchos pensadores modernos (Rousseau, por ejemplo) y para una buena parte del
Socialismo y del Anarquismo, en cual esta última es una de las principales bases. (Véase
también Acción directa). Un ejemplo de democracia directa más conocido es el de la
Atenas clásica.
 Indirecta o representativa: el pueblo se limita a elegir representantes para que estos
deliberen y tomen las decisiones, de forma jerárquica.

Algunos autores también distinguen una tercera categoría intermedia, la democracia


semidirecta, que suele acompañar, atenuándola, a la democracia indirecta. En la democracia
semidirecta el pueblo se expresa directamente en ciertas circunstancias particulares, básicamente
a través de tres mecanismos:

 Plebiscito. El pueblo elige «por sí o por no» sobre una propuesta.


 Referéndum. El pueblo concede o no concede la aprobación final de una norma
(constitución, ley, tratado).
 Iniciativa popular. Por este mecanismo un grupo de ciudadanos puede proponer la sanción
o derogación de una ley.
 Destitución popular, revocación de mandato o recall. Mediante este procedimiento los
ciudadanos pueden destituir a un representante electo antes de finalizado su período.

En la actualidad los mecanismos de democracia más extendidos son los de la democracia


representativa; de hecho, se trata del sistema de gobierno más utilizado en el mundo. Algunos
países como Suiza o Estados Unidos cuentan con algunos mecanismos propios de la democracia
directa. La democracia deliberativa es otro tipo de democracia que pone el énfasis en el proceso
de deliberación o debate, y no tanto en las votaciones. El concepto de democracia participativa
propone la creación de formas democráticas directas para atenuar el carácter puramente
representativo (audiencias públicas, recursos administrativos, ombudsman). El concepto de
democracia social propone el reconocimiento de las organizaciones de la sociedad civil como
sujetos políticos (consejos económicos]] y sociales, diálogo social).

Estas diferenciaciones no se presentan en forma pura, sino que los sistemas democráticos suelen
tener componentes de unas y otras formas de democracia. Las democracias modernas tienden a
establecer un complejo sistema de mecanismos de control de los cargos públicos. Una de las
manifestaciones de estos contrales horizontales es la figura del "juicio político", al que pueden ser
sometidos tanto los presidentes como los jueces, por parte de los parlamentos, de acuerdo a
ciertas constituciones, como la de Argentina, Brasil o Estados Unidos. Otras agencias más
modernas orientadas al mismo fin son el defensor del pueblo u ombudsman, las sindicaturas de
empresas públicas, los organismos de auditoría, las oficinas de ética pública, etc.6

El término participación ciudadana

hace referencia la conjunto de acciones o iniciativas que pretenden impulsar el desarrollo local y la
democracia participativa a través de la integración de la comunidad al quehacer político. Está
basada en varios mecanismos para que la población tenga acceso a las decisiones del gobierno de
manera independiente sin necesidad de formar parte de la administración pública o de un partido
político.

Otra forma en que se manifiesta la participación ciudadana es a través de las ONGs las cuales
pugnan por ciertos temas sociales sin sustituir en las funciones del gobierno sino evaluándolas,
cuestionándolas o apoyándolas (véase: lobby). También puede proponerse a través de la discusión
de temas de importancia de los ciudadanos en foros organizados o por otras vías para llegar a un
consenso.

Últimamente, organismos estatales forman consejos ciudadanos para la administración o


evaluación de las políticas públicas, formados de ciudadanos interesados y expertos
independientes.

Durante los últimos años se viene potenciando la necesidad de un proceso de participación


pública, de un proceso de identificación e incorporación de las preocupaciones, necesidades y
valores de los distintos agentes en la toma de decisiones. Una correcta participación pública
consiste en un proceso de comunicación bidireccional que proporciona un mecanismo para
intercambiar información y fomentar la interacción de los agentes con el equipo gestor del
proyecto.

Algunas Administraciones prestan muy poca atención a la participación de los agentes, bien
considerando que los profesionales son los más adecuados para tomar las decisiones de
transporte con una orientación técnica, bien porque los políticos locales piensen que ellos
representan mejor los intereses de los distintos agentes. Los beneficios de la participación son
diversos:

- Aporta el punto de vista de los usuarios/clientes que puede mejorar los proyectos y planes.
- Demuestra un compromiso con una gestión eficaz y transparente.

- Potencia el papel de los agentes aumentando la aceptación general del proyecto.

- Ayuda y mejora la toma de decisiones en todas sus fases.

- Puede evitar serios problemas de contestación que demoren o invaliden el proyecto.

- Facilita el desarrollo de los proyectos en fase de construcción.

Las herramientas de participación :son diversas. Pueden clasificarse en dos tipos:

- De entrega y recogida de información.

Información pública impresa como cartas, postes, folletos, boletines, etc. Telefónicas y de
programas de radio y TV. Técnicas de Internet. Encuestas y sondeos.

- Otras de carácter interactivo como:

Eventos informativos. Visitas técnicas. Grupos de trabajo, talleres, etc. Conferencias.

En cualquier caso, es importante tener en cuenta a grupos especiales como minorías étnicas (que
pueden tener problemas con el lenguaje), discapacitados físicos y mentales, jóvenes y ancianos,
personas con bajo nivel de alfabetización, etc.

IV. Participación Ciudadana y gobierno

Conservar un cierto equilibrio entre la participación de los ciudadanos y la capacidad de


decisión del gobierno es, quizás, el dilema más importante para la consolidación de la
democracia. De ese equilibrio depende la llamada gobemabilidad de un sistema político que,
generalmente, suele plantearse en términos de una sobrecarga de demandas y expectativas
sobre una limitada capacidad de respuesta de los gobiernos. Término difícil y polémico, que
varios autores interpretan como una trampa para eximir a los gobiernos de las
responsabilidades que supone su calidad representativa, pero que de cualquier modo
reproduce bien las dificultades cotidianas que encara cualquier administración pública. Los
recursos públicos, en efecto, siempre son escasos para resolver las demandas sociales,
aun entre las sociedades de mejor desarrollo y mayores ingresos. Y uno de los desafíos de
mayor envergadura para cualquier gobierno consiste, en consecuencia, en la asignación
atinada de esos recursos escasos en función de ciertas prioridades sociales, económicas y
políticas. ¿Pero cómo se establecen esas prioridades y cuáles son sus límites efectivos?

Si nos atuviéramos a una visión simplista del régimen democrático, podríamos concluir que el
mejor gobierno es el que resuelve todas y cada una de las demandas planteadas por los
ciudadanos en el menor tiempo posible. Pero ocurre que un gobierno así no podría existir: aun en
las mejores condiciones de disponibilidad de recursos, las demandas de la sociedad tenderían a
aumentar mucho más de prisa que la verdadera capacidad de respuesta de los gobiernos. Cada
demanda satisfecha generaría otras nuevas, mientras que los medios al alcance del gobierno
estarían irremediablemente limitados, en el mejor de los casos, a la dinámica de su economía. De
modo que, al margen de los conflictos que podría plantear la permanente tensión entre las
aspiraciones de igualdad y de libertad entre los ciudadanos, un régimen capaz de satisfacer
hasta el más mínimo capricho de sus nacionales acabaría por destruirse a sí mismo. El
mundo feliz que imaginó Aldous Huxley sólo podría subsistir como lo describió ese autor: a
través de un gobierno tiránico y con estratos sociales inamovibles. No sería un gobierno
democrático sino una dictadura.

De modo que las democracias modernas se mueven entre ambas aspiraciones, en busca de
aquel equilibrio entre demandas y capacidad de respuesta; entre participación ciudadana y
capacidad de decisión del gobierno.

II

los gobiernos no sólo administran el gasto público, sino que emiten leyes y las hacen
cumplir, y también producen símbolos culturales: ideas e imágenes que hacen posible un
cierto sentido de pertenencia a una nación en particular e identidades colectivas entre
grupos más o menos amplios de población. Estos últimos forman además los criterios de
legitimidad sobre los que se justifica la actuación de cualquier gobierno: las razones - más o
menos abstractas -que hacen posible que los ciudadanos crean en el papel político que

lectura de garzón. Identificación


desempeñan sus líderes.

y sentido de pertenencia
Los recursos financieros, jurídicos y simbólicos que posee un gobierno están íntimamente
ligados, pues, a la legitimidad de sus actos: a esa suerte de voto de confianza que les
otorgan los ciudadanos para poder funcionar, y sin el cual sería prácticamente imposible
mantener aquellos equilibrios que llevan a la gobernabilidad de un sistema. Gobernabilidad
y legitimidad: palabras concatenadas que se entrelazan en la actividad cotidiana de los
regímenes democráticos a través de los conductos establecidos por las otras dos palabras
hermanas: representación y participación. ¿cómo? Mediante las decisiones legislativas y
reglamentarias, los actos y los mensajes políticos, y el diseño y el establecimiento de
políticas públicas. Conductos todos en los que resulta indispensable, para un régimen
democrático, contar con su contraparte social: la participación de los ciudadanos.

Ya hemos visto que existen múltiples cauces institucionales para asegurar que la opinión
de los ciudadanos sea realmente tomada en cuenta en las actividades legislativas y políticas
del gobierno, para garantizar que la representación no se separe demasiado de la
participación. Pero es en la administración pública cotidiana donde se encuentra el mayor
número de nexos entre sociedad y gobierno y en donde se resuelven los cientos de
pequeños conflictos que tienden a conservar o a romper los difíciles equilibrios de la
gobernabilidad. Sería imposible enumerarlos, entre otras razones, porque probablemente
nadie los conoce con precisión. En ellos cuentan tanto las leyes y los reglamentos que dan
forma a las diferentes organizaciones gubernamentales, como las demandas individuales y
colectivas de los ciudadanos que deciden participar. Se trata de un amplio entramado de
pequeñas redes de decisión y de acción que todos los días cobra forma en los distintos
niveles de gobierno.

III
Más allá del funcionamiento de los parlamentos legislativos y de los procesos electorales,
para la administración pública, el ciudadano ha ido perdiendo la vieja condición de súbdito
que tenía en otros tiempos, para comenzar a ser una suerte de cliente que demanda más y
mejores servicios de su gobierno y un desempeño cada vez más eficiente de sus
funcionarios, porque paga impuestos, vota y está consciente de lOS derechos que le dan
protección. El ciudadano de nuestros días está lejos de la obediencia obligada que
caracterizó a las poblaciones del mundo durante prácticamente toda la historia. La
conquista de los derechos que condujeron finalmente al régimen democrático -derechos
civiles, políticos y sociales - cubrió un largo trayecto que culminó- si es que acaso ha
culminado -hasta hace unas décadas.

Primero fueron los límites que los ciudadanos impusieron a la autoridad de los gobernantes,
en busca de nuevos espacios de libertad. Fue aquel primer proceso del que ya hemos
hablado y que condujo, precisamente, a la confección de un nuevo concepto de ciudadano y
a la creación de un ámbito privado para acotar la influencia del régimen anterior. Más tarde
vinieron los derechos políticos que ensancharon las posibilidades de participación de los
ciudadanos en la elección de sus gobernantes. Y por último, los derechos sociales: los que
le pedían al Estado que no sólo se abstuviera de rebasar las fronteras levantadas por la
libertad de los individuos -los derechos humanos-, sino que además cumpliera una función
redistributiva de los ingresos nacionales en busca de la igualdad. De modo que, en nuestros
días, las funciones que desarrolla el Estado no solamente están ceñidas al derecho escrito,
sino que además han de desenvolverse con criterios democráticos y sociales. Vivimos, en
efecto, la época del Estado social y democrático de derecho.

Por eso ya no es suficiente que los gobiernos respondan de sus actividades exclusivamente
ante los cuerpos de representación popular, sino también ante los ciudadanos mismos. Y de
ahí también que las otrora distantes autoridades administrativas hayan ido mudando sus
procedimientos para seleccionar prioridades por nuevos mecanismos de intercambio
constante con los ciudadanos que han de atender. La palabrapartici4>ación ha ido cobrando
así nuevas connotaciones en la administración pública de nuestros días. Y ese cambio ha
llevado, a su vez, a la revisión paulatina de las divisiones de competencias entre órganos y
niveles de gobierno que habían funcionado con rigidez. Convertidos en ciudadanos, los
antiguos súbditos exigen ahora no Sólo una mejor atención a sus necesidades, expectativas
y aspiraciones comunes, sino una influencia cada vez más amplia en la dirección de los
asuntos públicos. En las democracias modernas, cada vez se gobierna menos en función de
manuales y procedimientos burocráticos, y más en busca de las mejores respuestas
posibles a las demandas públicas.

IV

Se trata de una transformación que está afectando muchas de las viejas rutinas burocráticas
y que está obligando, también, a entender con mayor flexibilidad las fronteras que
separaban las áreas de competencia entre los gobiernos nacional, estatal y local. Las
prioridades y los programas de gobierno, entendidos como obligaciones unilaterales de los
organismos públicos, están siendo sustituidos gradualmente por una nueva visión apoyada
en el diseño de políticas públicas que atraviesan por varios órganos y varios niveles al
mismo tiempo. Ya no son los viejos programas gubernamentales que se consideraban
responsabilidad exclusiva de los funcionarios nombrados por los líderes de los poderes
ejecutivos, sino políticas en las que la opinión de los ciudadanos cuenta desde la
confección misma de los cursos de acción a seguir, y también durante los procesos que
finalmente ponen en curso las decisiones tomadas. Políticas públicas en el más amplio
sentido del término; es decir, acciones emprendidas por el gobierno y la sociedad de
manera conjunta. Pero que lo son, además, porque exceden los ámbitos cerrados de la
acción estrictamente gubernamental:
Gobernar no es intervenir siempre y en todo lugar ni dar un formato gubernamental
homogéneo a todo tratamiento de los problemas. Lo gubernamental es público, pero lo
público trasciende lo gubernamental. Una política puede ser aquí una regulación, ahí una
distribución de diversos tipos de recursos (incentivos o subsidios, en efectivo o en especie,
presentes o futuros, libres o condicionados), allá una intervención redistributiva directa,
más allá dejar hacer a los ciudadanos.16

Una visión participativa del quehacer público, sin embargo, no ha de confundirse con una
ausencia de responsabilidad por parte de quienes representan la vida política en una
nación. Sumar la participación ciudadana a las tareas de gobierno no significa lanzar todas
las respuestas públicas hacia una especie de mercado político incierto ni, mucho menos,
que el Estado traslade sus funciones hacia los grupos sociales organizados. lo que significa
es un cambio de fondo en las prácticas gubernativas que llevaron a separar, artificialmente,
las ideas de representación y de participación como si no formaran el binomio inseparable
de los regímenes democráticos. Ni es tampoco una nueva forma de movilización "desde
arriba", porque el elemento clave de cualquier política pública reside en la libre voluntad de
los ciudadanos. Ciertamente, no es sencillo distinguir los matices ni las posibles
desviaciones que suelen ocurrir en la práctica cotidiana de los gobiernos. Pero tampoco
debe perderse de vista lo que hemos repetido a lo largo de las páginas anteriores: la
verdadera participación ciudadana es el encuentro entre algunos individuos que libremente
deciden formar parte de una acción colectiva y de un entorno que la hace propicia.

Ya hemos dicho que en ese proceso de transformación de las prácticas gubernativas se han
ido diluyendo, también, los cotos que solían separar a los distintos niveles de competencia.
La organización departamental que acuñó el siglo pasado para responder a las funciones de
gobierno y los criterios de soberanía o de autonomía entre los ámbitos locales, regionales y
nacionales de cada gobierno. Problema difícil, que sin embargo forma parte de las agendas
nacionales de las democracias contemporáneas.

Un gobierno democrático tiene que ser un gobierno responsable, en el doble sentido del
término, Pero no puede llegar a serlo, paradójicamente, silos ciudadanos a su vez no logran
establecer y utilizar los cauces de participación indispensables para asegurar esa
responsabilidad. Camino de doble vuelta, la representación política y la participación
ciudadana suponen también una doble obligación: de los gobiernos hacia la sociedad que
les ha otorgado el poder, y de los ciudadanos hacia los valores sobre los que descansa la
democracia: hacia los cimientos de su propia convivencia civilizada.

PENSAMIENTOS DE LA DEMOCRACIA EN COLOMBIA

ROUSSEAU ESCRIBIÓ EN EL CONTRATO social una frase lapidaria sobre los graves
efectos que tiene la desigualdad extrema para una democracia.
Según este filósofo, para que la democracia subsista es indispensable que “ningún

ciudadano sea tan opulento como para poder comprar a otro, ni ninguno tan pobre como

para que se vea obligado a venderse”. Por ello, concluye Rousseau, la construcción de un

Estado democrático genuino requiere evitar las riquezas y pobrezas extremas, ya que

ambas son funestas para el bien común, pues de las primeras salen los tiranos y de las

segundas, quienes los apoyan. Entre ellas “se trafica la libertad política: unos la compran
y otros la venden”.

Uno de los retos esenciales de la constitución de 1991 es el desarrollo y consolidación de

la democracia participativa en Colombia, la carta política incorpora una serie de canales

de intervención ciudadana ,en ciertas decisiones publicas propiciando y fortaleciendo la

organización y la iniciativa de la población.La carta contiene una gran cantidad de

principios, derechos y mecanismos de participación que no sólo fortalece las instituciones

representativas y tradicionales, si no que contempla formas muy diversas de participación

política y social. Como vemos la ley no lo es todo, pero es un requisito para darle

intimidad a la reforma política. El logro de la democracia es, pues, una tarea difícil pero no

irrealizable. La experiencia de la democracia no siempre a contado con buena opinión

entre los grandes pensadores. Entre los griegos era casi un pensar común afirmar que la

democracia era la antesala de la tiranía, ya que fueron experimentos con pequeñas

comunidades en las que la mayoría de la población estaba excluida de la condición de

ciudadanos. Es necesario redefinir el concepto de ciudadano; que no sólo es quien puede

elegir y ser elegido, sino el sujeto activo en búsqueda de mejores destinos colectivos esto

supone interés por la participación y la suerte común de una población. También lo

podemos considerar como una acción individual y responsable en la toma de decisiones

de cualquier asunto. Sabemos que son los hombres los que han hecho la sociedad en el

transcurso de los siglos, si el hombre por sus propios medios puede comprender no hay

autoridad mas grande por encima de la razón misma.No fue la democracia la ejecución de
algo establecido. La experiencia de los pueblos y los Estados; las disputas entre los

partidos y las teorías políticas, las marchas y las contramarchas, los ensayos errores y

aciertos; todos estos componentes han venido configurando la realidad de la democracia.

De esta manera surgió el concepto de Estado social de derecho que busca establecer la

igualdad de oportunidades para toda La comunidad.

¿Qué pasó con la democracia


participativa en Colombia?
Por Gabriel Bustamante Peña*

FUNDAMENTOSLa democracia participativa debe salirse de las leyes


y poblar las calles, las aulas escolares, las universidades, los
barrios y comunas, incluso llegar hasta espacios
supranacionales…
Martes 26 Abril 2011

Desde la promulgación de la Constitución de 1991 Colombia se convirtió


formalmente en uno de los países más democráticos del mundo. La Carta
del 91 entronó la democracia participativa para complementar y ampliar la
abstracta democracia representativa, e inclusive, les dio rango
constitucional a organismos de participación ciudadana como el Consejo
Nacional de Planeación.

Luego, se pretendió desarrollar la democracia participativa con una


completa ley de mecanismos de participación ciudadana (ley 134 de 1994)
que dotó a los colombianos de importantes herramientas jurídicas para
intervenir en los asuntos públicos y defender sus derechos fundamentales.

Apareció paulatinamente toda una serie de legislación especializada para


promover la participación en diferentes campos como: el juvenil (ley 375 de
1997), el ámbito escolar (ley 115 de 1994), la agenda de paz (ley 434 de
1998), en la cultura (ley 397 de 1997), en la justicia (ley 294 de 1996), entre
otros. De este proceso surgieron organismos novedosos como los consejos
de cultura, juventud, los personeros estudiantiles, los manuales de
convivencia, consejos de paz, las veedurías ciudadanas, los jueces de paz y
los conciliadores en equidad, los comités de vigilancia. Toda una serie de
espacios, instituciones y marcos legales dispuestos para facilitar y promover
la inclusión ciudadana y la cohesión social en la elaboración, ejecución y
control de las políticas públicas.

Pero si bien es cierto en el campo legal hubo toda una revolución


democratizadora, en la realidad nuestro sistema político y social fueron muy
pocos los avances para superar el autoritarismo, la exclusión y los vicios
políticos de fondo. En la práctica poco ha cambiado, nuestra forma de
asumir lo público siguió marcada por la violencia, por una mayor apatía y un
creciente individualismo. Nuestra democracia no se ha fortalecido, como era
la intención de la Constituyente, por el contrario luce más impotente ante los
nuevos y mayores retos que le imprimió la Carta del 91. Por todo esto la
democracia colombiana se terminó desenvolviendo durante todos estos
años entre dos realidades tan disímiles, tan desconocidas entre si y tan
incoherentes: la maravillosa realidad constitucional, la enredada realidad
legal y la trágica realidad social.

Tú participas, yo participo: ellos deciden

Algunas preguntas nos sirven de punto de partida para analizar nuestra


democracia 'participativa'. Por ejemplo, en una democracia participativa
¿debería el gobierno concertar la implementación de multimillonarios
incentivos a transnacionales extranjeras? ¿Deberían concertar las
fumigaciones con las poblaciones afectadas? ¿Deberían solicitar la opinión
a los ciudadanos para firmar el TLC con los Estados Unidos? ¿Deberían
preguntarnos sobre la decisión de comercializar nuestros bosques y selvas
o la privatización del agua? Obviamente la respuesta es Sí, pero la realidad
nos dice No.

A pesar de todo el desarrollo Constitucional y legal que tiene Colombia en


materia de participación, hemos visto como la dinámica política y la toma de
decisiones van en contravía y se inscriben más en procesos cerrados,
unilaterales y excluyentes. La excesiva concentración de poder en cabeza
del ejecutivo impide, inclusive, el perfecto desarrollo de la representación
democrática que se expresa a través de los órganos colegiados. Los
concejos municipales y las juntas administradoras locales, las asambleas
departamentales y hasta el Congreso de la República, terminan sumidos en
muchas ocasiones a los intereses y prerrogativas del gobierno de turno, y
dejando a un lado su función de representar por medio de sus decisiones a
los intereses ciudadanos que los convocan y mucho menos cumplen su
función de control político, pilar fundamental de la democracia.

En el orden de ideas que la democracia participativa complementa, suple y


fortalece la democracia representativa, la participación ciudadana,
entendida en la elaboración, ejecución y control de las políticas públicas, es
un escalón superior en la democratización de nuestro sistema social. Sin
embargo primero debemos comenzar por construir un sistema de
representación independiente frente al ejecutivo, transparente frente a las
decisiones públicas y responsable hacia los ciudadanos, sin esto, la
complementariedad de la participación es imposible o inútil.

Además, nuestra democracia participativa no pasará de ser un simple


sofisma de distracción mientras no existan gobiernos comprometidos con
generar las condiciones para la participación real de los ciudadanos y
grupos de la sociedad civil preparados, activos y conscientes de sus
derechos a conquistar y de los deberes que deben cumplir para hacer
realidad los postulados democráticos.

Por esto, la democracia participativa debe salirse de las leyes y poblar las
calles, las aulas escolares, las universidades, los barrios y comunas, los
municipios, departamentos y el país, e incluso llegar hasta espacios
supranacionales que permitan la participación de todos en decisiones sobre
asuntos regionales o globales como la firma de tratados de libre comercio, o
la suscripción de tratados internacionales de protección del medio ambiente,
la lucha mundial antidrogas o el combate al terrorismo.

La democracia es un modo de vida que exige compromiso, tolerancia y


concertación, lo demás es seguir repitiendo un discurso desgastado por el
autoritarismo que impera en la cotidianidad de nuestras relaciones tanto
públicas como privadas.

Participación ¿para qué?

Primero que todo hay que hacer una salvedad inobjetable: la participación
es un medio no un fin., Participamos para alcanzar una meta, un logro, un
proyecto compartido de país. Nuestra democracia es participativa porque
nuestro Estado tiene unos fines que ha estipulado cumplir por medio de la
participación ciudadana.

En Colombia, al establecerse el Estado Social de Derecho en la


Constitución de 1991, la participación se convirtió en la herramienta idónea
para materializar la justicia, la libertad y la igualdad. Debemos participar
para superar los privilegios, las injusticias y los atropellos y, además, por
que la inclusión ciudadana nos acerca a una mayor convivencia pacífica, a
un mutuo respeto por los derechos humanos y a la construcción, en la
diferencia, de un país comprometido con la dignidad humana.

Sin embargo, participar por participar parece ser la consigna y la forma


cómoda como los gobiernos han decidido ejercer la democracia. Participar
sin poder de decisión es una invitación falaz que recorre las agendas de los
consejos de paz, de planeación, juventud o cultura; participación vacía que
lleva al desgaste de las formas de organización de la sociedad civil,
aumenta su apatía hacia lo público y termina causando el efecto contrario
que buscaba la democracia participativa. Los ciudadanos y con ellos la
participación han quedado inmersos en aparatos inoperantes que han
terminado por profundizar la exclusión, la desconfianza y el distanciamiento
con lo público, mientras las decisiones importantes se toman en círculos
cerrados o en pequeñas tecnocracias alejadas por completo de nuestra
realidad social.

La indiferencia ciudadana y la falta de voluntad política de los gobiernos


para establecer la democracia participativa, es un fenómeno que se
presenta desde lo local hasta lo nacional y que muestra una grave situación
estructural que merece un acercamiento más cultural, sociológico y
antropológico que el meramente jurídico.

Hacia una política pública de todos y para todos

La Constitución de 1991 y su desarrollo legal son un marco significativo


para el fortalecimiento de la democracia, marco de acción que solo será real
por medio de la apropiación, por parte de la sociedad civil, de los
mecanismos, derechos y garantías estipuladas para superar el autoritarismo
y la exclusión en la elaboración de las políticas públicas.

Por esto, la participación debe responder a la gran diversidad étnica,


cultural, política y social que posee el país. Deben propiciarse espacios
incluyentes, amplios y representativos de las distintas expresiones
ciudadanas, en un proceso de tolerancia, igualdad y respeto por las
opiniones encontradas.

Realizar una apuesta por la democracia implica hacer de los espacios de


participación organismos vivos, activos y decisorios en la vida local y
nacional, no simplemente espacios consultivos que terminan por obviarse,
ignorarse al no ser tenidos en cuenta.

Por esto los consejos de juventud no pueden convertirse en aparatos sin


rumbo o en espacios de reproducción de nuestro dañino sistema político y
electoral, su composición y ejercicio, deben representar por el contrario la
renovación de la forma de hacer política en Colombia encarnada en el
liderazgo de las nuevas generaciones. Los consejos de planeación deben
ocupar el sitio protagónico de la planeación territorial que les dio la
Constitución del 91, y ser poblados por personas que representen
verdaderos intereses ciudadanos y faciliten la conexión del Estado con la
sociedad. Los consejos de cultura están llamados a rescatar los valores
esenciales para la construcción de identidad, a ser canales a través de los
cuales dialogue nuestra enorme diversidad y se llegue a plasmar la
tolerancia en la diferencia a través de planes culturales amplios,
representativos y constructores del sentido de nación y no simplemente
reuniones de artistas cercanos a las administraciones y sin poder real de
toma de decisiones. La Justicia Comunitaria debe avanzar más allá de ser
una estrategia de descongestión de despachos judiciales y construir un
proyecto político para acercar la ley y la justicia a nuestros complejos
contextos sociales, económicos y culturales. Los consejos de paz deben ser
la fuente de la unidad en la construcción de la política de reconciliación
nacional; su integración debe ser un motivo de la más alta responsabilidad
por cuanto su labor significa el paso para avanzar hacia una sociedad para
la convivencia pacífica, el respeto por los derechos humanos y la
superación de los factores esenciales del conflicto.

La sociedad colombiana necesita no solo ser objeto de políticas públicas,


sino ante todo ser sujeto activo de espacios de transformación social,
cultural y política. Mejor dicho, requiere para su cabal reconocimiento que
se le brinde 'participación' en el más amplio sentido de la palabra.
Participación en la construcción activa de la materia y la simbología social,
participación como posibilidad de ejercer su influencia en el país en los
procesos sociales, económicos y políticos que le competen, y participación
para buscar conjuntamente en la diferencia, las salidas a nuestra terrible
enfermedad bélica.

Semana.com
*Gabriel Bustamante Peña es asesor jurídico-político de la Corporación Viva la
Ciudadanía.

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