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Cuadernos de la Cárcel – Gramsci.

 Tomo 3: Junto al concepto de Estado, no es menos importante para Gramsci la comprensión del de sociedad civil, cuyo
mayor grado de desarrollo caracteriza a las sociedades occidentales: “En Oriente el estado era todo, y la sociedad civil era
primitiva y gelatinosa, en Occidente bajo el temblor del estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil.
El estado era solo una trinchera avanzada detrás de la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y casamatas. En los
estados más avanzados, donde la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las
“irrupciones catastróficas” del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.) las superestructuras de la sociedad
civil son como el sistema de las trincheras de la guerra moderna. Se trata de estudiar con “profundidad” cuáles son los
elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posiciones”.
Gramsci define al Estado como la suma de las funciones de dominio y hegemonía e incluso como la suma de sociedad
política y sociedad civil: “Estado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no
solo justifica y mantiene su dominio sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados”.
La “sociedad política” es el ámbito de lo público, lo político-jurídico, la coerción; la “sociedad civil” el de lo privado, de las
relaciones “voluntarias”, la construcción de consenso. Gramsci las considera en algunos pasaje como dos grandes planos
superestructurales; a la primera corresponde el Estado y el “dominio directo” y a la segunda la función de “hegemonía”.
Pero ambos niveles se entrecruzan. Por ejemplo el papel educativo-integrador del derecho, destacado por Gramsci. En
ocasiones identifica Estado con sociedad política, y en otros considera al Estado como sociedad política más sociedad civil
(hegemonía revestida de coerción).
Teniendo en cuenta las diferencias estructurales entre Oriente y Occidente, Gramsci advierte que, para derrumbar al
Estado capitalista en Occidente, es preciso elaborar una estrategia distinta a la que se utilizara en la Rusia zarista: la guerra
de posiciones. Para hacer este análisis compara los conceptos de guerra de maniobra y guerra de posiciones en el arte
militar, y los conceptos correspondientes al arte político. En primer lugar, Gramsci advierte que “la verdad es que no se
puede escoger la forma de guerra que se desea, a menos de tener súbitamente una superioridad abrumadora sobre el
enemigo”.
La elección de la estrategia depende, entonces, de las condiciones económicas, sociales y culturales de cada país. En
Oriente, en tanto que las masas populares estaban “distanciadas” social e ideológicamente de las clases dominantes, con la
“toma” del aparato de coerción se logró desarticular más o menos rápidamente el sistema de dominación, que se basaba
principalmente en la represión y no en el consenso. De ahí que la aplicación de la estrategia de la guerra de movimiento
haya resultado exitosa frente a una sociedad civil en donde la clase dominante no “arraigaba” su poder, y por ende la
resistencia al cambio revolucionario era mucho menor. La distancia entre las masas de campesinos y obreros y las clases
dominantes de la Rusia Zarista, se patentizaba en la ausencia o extrema debilidad de las instituciones que mediaran entre
la sociedad civil y el Estado.
En Occidente, en cambio, las relaciones de poder no se expresan únicamente en el momento de la coerción, sino que
comprenden un enorme tejido de pautas culturales, ideológicas y políticas, que al plasmar en diversos niveles organizativos
aseguran la permanencia del orden social burgués, como un verdadero sistema de defensa. Ante esta situación, la
estrategia de la guerra de posiciones supone un gran despliegue organizativo y de hombres, de largo aliento, con el fin de
desarticular las “trincheras” enemigas (sociedad civil), que son las que protegen a sus escuadrones de vanguardia (sociedad
política). Por ello, Gramsci resalta que “se trata, por consiguiente, de estudiar en «profundidad» cuáles son los elementos
de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posición”.
Es decir, se trata de desentrañar los elementos que en el seno de la sociedad civil operan como “cemento” de las relaciones
sociales vigentes, a partir de las prácticas cotidianas de las clases fundamentales.

 Tomo 4: Los hombres y las clases toman conciencia de su situación en el terreno de la ideología. Es condición para ello
generar una visión propia del mundo, lo que se logra al producir intelectuales orgánicos. La toma de conciencia es así un
proceso autónomo, que se genera al interior del desarrollo histórico de un grupo social.
Para Gramsci, todos los hombres son intelectuales, considerando que “no hay actividad humana de la cual se pueda excluir
de toda intervención intelectual, no se puede separar al homo faber del homo sapiens” en cuanto, independientemente de
su profesión específica, cada quien es a su modo “un filósofo, un artista, un hombre de gusto, participa de una concepción
del mundo, tiene una consciente línea moral” pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales.
El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, “los periodistas, que retienen ser
literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos intelectuales”, mientras modernamente es la formación
técnica la que sirve para formar la base del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador, persuasor”, que debe
llegar “de la técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece especialista y no
se vuelve dirigente”. El grupo social emergente, que lucha por conquistar la hegemonía política, tiende a conquistar la
propia ideología intelectual tradicional mientras, al mismo tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos.
Como el Estado, en la sociedad política, tiende a unificar a los intelectuales tradicionales, con aquellos orgánicos, así en la
sociedad civil y el partido político, todavía más completa y orgánicamente que el Estado, elabora “los propios
componentes, elementos de un grupo social nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales
políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones inherentes al desarrollo orgánico de
una sociedad integral, civil y política”.
Gramsci estudió extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad. Afirmó por un lado que todos los hombres son
intelectuales, en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y racionales, pero al mismo tiempo consideraba que no
todos los hombres juegan socialmente el papel de intelectuales. Según Gramsci, los intelectuales modernos no son
simplemente escritores, sino directores y organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad.
Los intelectuales son pues, primeramente, los organizadores de la función económica de la clase a la que están ligados
orgánicamente.
Son también los portadores de la función hegemónica que ejerce la clase dominante en la sociedad civil. Trabajan en las
diferentes organizaciones culturales (sistema escolar, organismo de difusión –periódicos, revistas, radio-, etc.), y en los
partidos de la clase dominante, con el fin de asegurar el consentimiento pasivo, si no el activo, de las clases dominadas en
la dirección que la clase dominante imprime a la sociedad.
Los intelectuales son también los organizadores de la coerción que ejerce la clase dominante sobre las otras clases por
medio del Estado.
Todo miembro activo de un partido, por cumplir funciones organizativas, es un intelectual. Pero ya no un “intelectual
tradicional” de tendencias individualistas y elitistas, sino un “intelectual orgánico” surgido de las masas y ligado a ellas, que
se ve a sí mismo como integrante de un movimiento colectivo: “no existe una clase independiente de intelectuales, sino
que cada grupo social tiene su propia capa o tiende a formársela; pero los intelectuales de la clase históricamente (y
realistamente) progresista, en las condiciones dadas, ejercen un poder tal de atracción que termina, en último análisis, por
subordinar a los intelectuales de los otros grupos sociales, y en consecuencia por crear un sistema de solidaridad entre
todos los intelectuales con vínculos de orden sicológico (vanidad, etc.) y frecuentemente de casta (técnicojurídicos,
corporativos, etc)”.
En la sociedad capitalista, los empresarios son también intelectuales, al menos en lo que incumbe a sus funciones de
organización y dirección.
Previamente había caracterizado al “nuevo intelectual” como “intelectual-constructor, organizador”, “persuasor
permanente” que: “de la técnica-trabajo llega a la técnica-ciencia y a la concepción “humanista-histórica”, sin la cual se
permanece como “especialista” y no se llega a “dirigente” (especialista de la política)”.
Cabe aclarar que no hay que pensar en una relación simétrica intelectuales = hegemonía, ya que también se desempeñan
en funciones de “dominio”, ligadas a la coerción: ”Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el
ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político a saber: 1) del “consenso” espontáneo
que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante,
consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su
posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la
disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad
en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo”.
La coerción ocupa un segundo plano en las sociedades hegemónicas, pero puede pasar al primero en momentos de crisis.
Los intelectuales de una nueva clase deben autoconcebirse como un fenómeno radicalmente nuevo: “Una nueva situación
histórica crea una nueva superestructura ideológica, cuyos representantes [los intelectuales] deben ser concebidos
también ellos como “nuevos intelectuales”, nacidos de la nueva situación y no como continuación de la intelectualidad
precedente. Si los “nuevos intelectuales” se conciben a sí mismos como continuación directa de la intelectualidad
precedente, no son en absoluto “nuevos”, no están ligados al nuevo grupo social del que era expresión la vieja
intelectualidad. Si es tarea de los intelectuales la de determinar y organizar la revolución cultural, o sea de adecuar la
cultura a la función práctica, es evidente que los intelectuales cristalizados son reaccionarios, etc”.
El papel de los intelectuales es importante tanto para la construcción de la hegemonía como para la contra-hegemonía. Él
define dos tipos de intelectuales: el intelectual tradicional y el intelectual orgánico.
El intelectual tradicional: El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, “los
periodistas, que retienen ser literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos intelectuales”, mientras
modernamente es la formación técnica la que sirve para formar la base del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor,
organizador, persuasor”, que debe llegar “de la técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin
la cual permanece especialista y no se vuelve dirigente”. El grupo social emergente, que lucha por conquistar la hegemonía
política, tiende a conquistar la propia ideología intelectual tradicional mientras, al mismo tiempo, forma sus propios
intelectuales orgánicos.
Esta parece ser la categoría más compleja de analizar en términos históricos, por al menos dos razones. Primero, por la
relación entre el papel que juega realmente su actividad en el desarrollo de las luchas entre las clases y lo que ellos mismos
creen acerca de su propia actividad; pero además por la relación que guardan en todo momento con los intelectuales
“orgánicos”.

El intelectual orgánico: Los intelectuales orgánicos no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas,
sino más bien 'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las masas no pueden articular
por sí mismas. ¿A qué apunta el intelectual orgánico? Gramsci responde “[…] a buscar la relación entre la organización y las
masas como una relación entre educadores y educados, que se invierte dinámicamente al papel de los intelectuales -en el
seno del intelectual orgánico, la conquista y transformación de los aparatos del Estado- para crear las condiciones de esa
nueva hegemonía y la transformación de la sociedad civil”.
La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que mantiene con el grupo social al cual se refiere:
ellos operan, tanto en la sociedad civil – el conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las
ideologías necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de las grandes masas
de la población a las decisiones del grupo social dominante – que en la sociedad política o estado, donde se ejercita el
“dominio directo o de mando que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como
“los apostadores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno
político”.
La tarea de estos intelectuales (orgánicos y tradicionales), es darle a la clase “homogeneidad y consciencia de la propia
función”. Esto es, hacer consciente para el sujeto que actúa en la vida social –que es el conjunto de la clase misma– el
interés objetivo que tiene la clase con relación al resto de las clases. Para eso es necesaria una visión de conjunto de la
sociedad, visión a la que acceden en su desarrollo, los intelectuales. Ésta responde a las necesidades de la clase, que
surgen con el desarrollo de sus tareas prácticas en la vida material. Nunca se trata de una mirada “desde afuera”, nunca las
tareas de los intelectuales son tareas aparte de las tareas de su clase de origen.
Como el Estado, en la sociedad política, tiene a unificar a los intelectuales tradicionales, con aquellos orgánicos, así en la
sociedad civil y el partido político, todavía más completa y orgánicamente que el Estado, elabora “los propios
componentes, elementos de un grupo social nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales
políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones inherentes al desarrollo orgánico de
una sociedad integral, civil y política”.
La necesidad de crear una cultura obrera se relaciona con el llamado de Gramsci por una educación capaz de desarrollar
intelectuales obreros, que compartan la pasión de las masas.

Según Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y organizadores involucrados en
la tarea práctica de construir la sociedad.

 Tomo 5: La observación de que la Entente (que no quería una victoria de la Rusia imperial, para que no se resolviese
definitivamente a favor del zarismo la cuestión oriental) impuso al Estado Mayor ruso la guerra de trincheras mientras que
la única posible era la guerra de maniobras, es una simple estupidez. En realidad el ejército ruso intentó la guerra de
maniobras y de rompimiento, especialmente en el sector austriaco (pero también en Prusia oriental) y tuvo triunfos
brillantísimos, aunque efímeros. La verdad es que no se puede elegir la forma de guerra que se quiere, a menos que se
tenga inmediatamente una superioridad aplastante sobre el enemigo.
La guerra de posiciones no está constituida sólo por las trincheras propiamente dichas, sino por todo el sistema
organizativo e industrial del territorio que está a espaldas del ejército alineado, y es impuesta especialmente por el tiro
rápido de los cañones, de las ametralladoras, de los fusiles, por la concentración de armas en un determinado punto,
además de por la abundancia del abastecimiento que permite sustituir rápidamente el material perdido tras una
penetración y una retirada. Otro elemento es la gran masa de hombres que participan en la acción, de valor muy desigual y
que pueden operar solamente como masa.
Los mismos técnicos militares que ahora se han empeñado en la guerra de posiciones como antes se empeñaron en la de
maniobras, ciertamente no sostienen que el tipo precedente deba ser considerado como cancelado por la ciencia; pero en
las guerras entre Estados más avanzados industrial y civilmente, aquél debe considerarse reducido a función táctica más
que estratégica, debe considerarse en la misma posición en que estaba antes la guerra de asedio con respecto a la de
maniobras. La misma reducción debe suceder en el arte y en la ciencia política, al menos por lo que respecta a los Estados
más avanzados, donde la 'Sociedad civil" se ha vuelto una estructura muy compleja y resistente a las "irrupciones"
catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etcétera); las superestructuras de la sociedad civil son
como el sistema de trincheras en la guerra moderna. Así como en ésta sucedía que un encarnizado ataque de artillería
parecía haber destruido todo el sistema defensivo adversario pero por el contrario sólo había destruido la superficie
externa, y en el momento del ataque y del avance los asaltantes se encontraban frente a una línea defensiva todavía eficaz,
lo mismo sucede en la política durante las grandes crisis económicas.
Las cosas, ciertamente, no quedan tal y como estaban, pero es verdad que se echa en falta el elemento de la rapidez, del
tiempo acelerado, de la marcha progresiva definitiva como se esperaban los estrategas del cadornismo político. El último
hecho de este tipo en la historia de la política fueron los acontecimientos de 1917. Estos marcaron un momento decisivo
en la historia del arte y la ciencia de la política. Se trata de estudiar con profundidad cuáles son los elementos de la
sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posiciones.

La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos me dos, como "dominio" y como "dirección intelectual y moral". Un
grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a "liquidar" o a someter incluso con la fuerza armada y es
dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede e incluso debe ser dirigente aun antes de conquistar el
poder gubernamental (ésta es una de las condiciones principales para la misma conquista del poder); después, cuando
ejerce el poder y aunque lo tenga fuertemente en el puño, se vuelve dominante pero debe seguir siendo también
"dirigente". Los moderados siguieron dirigiendo el Partido de Acción incluso después de 1870 y 1876 y el llamado
"transformismo" no fue sino la expresión parlamentaria de esta acción hegemónica intelectual, moral y política.
La dirección política se convirtió en un aspecto de la función de dominio, en cuanto que la absorción de las élites de los
grupos enemigos conduce a la decapitación de éstos y a su aniquilamiento durante un periodo a menudo muy largo. De la
política de los moderados resulta claro que puede y debe existir una actividad hegemónica incluso antes del ascenso al
poder y que no hay que contar sólo con la fuerza material que el poder da para ejercer una dirección eficaz.
¿En qué formas y con qué medios los moderados consiguieron establecer el aparato (el mecanismo) de su hegemonía
intelectual, moral y política? En formas y con medios que se pueden llamar "liberales", o sea a través de la iniciativa
individual, "molecular", 'privada" (o sea no por un programa de partido elaborado y constituido según un plan
precedentemente a la acción práctica y organizativa). Por otra parte, esto era "normal" dadas las estructuras y la función de
los grupos sociales representados por los moderados, de los que los moderados eran el grupo dirigente, los intelectuales
en sentido orgánico.

El transformismo es una política de cooptación de cuadros dirigentes, o, más específicamente, la acción mediante la cual la
clase dirigente coopta, absorbe y/o integra a los intelectuales de las clases subalternas, descabezándolas en el plano de la
dirección política e ideológica. El transformismo consolida la exclusión de las masas respecto de la participación ampliada e
incluye una labor ideológica de los intelectuales y de los sectores dirigentes para diseñar contenidos nacional – populares
tendientes a dominar y a controlar desde las alturas esa participación popular.

Gramsci caracteriza el “transformismo” como “la absorción gradual, pero continua y obtenida con métodos diversos según
su eficacia, de los elementos activos surgidos de los grupos aliados, e incluso de aquellos adversarios que parecían
enemigos irreconciliables. En este sentido la dirección política ha devenido un aspecto de la función de dominio, en cuanto
la asimilación de las elites de los grupos enemigos los decapita y aniquila por un período frecuentemente muy largo”.
Así la clase dirigente absorbe a los intelectuales de otras clases, enriquece su propio enfoque político-cultural y aumenta su
capacidad hegemónica. El transformismo es un fenómeno en cuya producción ingresa tanto la capacidad de expansión y de
adquisición de universalidad del grupo dominante y su producción ideológica, como la corrupción y el efecto
desmoralizador de las derrotas políticas de los grupos subordinados.
Si en los momentos decisivos los jefes pasan a su “verdadero partido” las masas quedan truncas en su impulso, inerte y sin
eficacia.
Gramsci considera al transformismo como una de las formas históricas de la “revolución pasiva” y como “documento
histórico real” de la verdadera naturaleza de los partidos que se presentaban como extremistas en el período de la acción
militante, pero suelen virar hacia la burguesía en los momentos de reflujo.

El otro concepto central de Gramsci es el de Bloque Histórico, para construir este concepto Gramsci acudió al concepto de
estructura y superestructura. Recuerdan que Marx se refería a estructura para hablar de las relaciones económicas y
denominaba a la superestructura a las relaciones políticas, ideológicas y sociales. Gramsci critica este concepto y recurre a
la imagen del reflejo, dice que lo que Marx llamaba la superestructura es de alguna manera el reflejo de la estructura. Esta
va a ser la manera en que se articula la dominación de la clase dominante.
¿Por qué Bloque? Gramsci va a decir que la burguesía tiene luchas internas, fracciones (clave en Poulantzas). El Bloque es la
articulación de la clase dominante pero, que se ubica entre la estructura y la superestructura, que toma la economía y
toma las relaciones políticas. Pero él decía que no había que asumir que la burguesía es como una clase única que se vale
del Estado para reproducir sus intereses.
La clase dominante tiene fracciones, divisiones que se articulan en el Bloque Histórico. Entonces, por ejemplo, en Italia el
Bloque Histórico se forma con el Norte y el Sur. Los industriales modernos ricos del norte milanes se articulan con los
terratenientes del sur. Ese es el Bloque Histórico, la manera en que articulan las fracciones de las clases dominantes, pero
que tienen intereses opuestos. Por lo tanto, tienen conflictos que se resuelven en el seno del Bloque Histórico.

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