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LO MULTIDIMENSIONAL EN LA CONSTRUCCIÓN DE

LA CALIDAD EDUCATIVA

Prof. Dra. Claudia Del Prado


cldelprado@yahoo.com.ar

Resumen de Ponencia

Comprendemos al sistema educativo como un ámbito complejo en el que


interactúan una diversidad de actores, factores y acciones en permanentes movimientos y
transformaciones en pro de los requerimientos socio-culturales y de la formación integral
de los estudiantes.
Asimismo, reconocemos que en cualquier programa o Institución cuyo objeto sea la
escolarización como proceso creciente, articulado y con metas precisas, la calidad
educativa constituye una preocupación fundamental que merece, por su relevancia y
complejidad, ser abordada desde múltiples dimensiones tanto contextuales como también
técnico-pedagógicas e institucionales.
De esta manera, el propósito del presente trabajo, el cual es producto de una
experiencia de observación e investigación como directivo de una Institución de Nivel
Secundario Técnico Profesional, es orientar la mirada hacia las dimensiones mencionadas
con el fin de destacar sus implicancias, objetivos y beneficios en la construcción de una
educación innovadora y de calidad pertinente, acorde a las políticas educativas en el
contexto actual.
Ponencia
Como lo planteamos desde el título, la calidad educativa no es un mero término que
puede ser definido a priori, tampoco implica un producto final que se mide cuantitativa y
cualitativamente a partir de una elaboración; todo lo contrario, la calidad en educación,
desde una perspectiva amplia, global y caleidoscópica constituye una construcción
paulatina vinculada con los procesos de enseñanza y de aprendizajes dentro de un sistema
en el cual interactúan múltiples factores y dimensiones en permanente retroalimentación y
comunicación significativa.
Especialistas en educación coinciden en que resulta esencial, en una primera
instancia, tener en cuenta la dimensión socio-cultural porque es el espacio dinámico,
evolutivo y cambiante donde se nutren los sujetos que ingresan a las escuelas.
Por lo tanto, no podemos dejar de mirar los procesos de cambio que están sufriendo
las sociedades actuales puesto que ésto genera preocupaciones, dificultades y desafíos para
los ámbitos educativos.
Tales trasformaciones contextuales con sus nuevas formas de organización social,
política, económica y cultural han puesto en crisis los modelos, las estructuras y los valores
generando disgregaciones, desigualdades, modos distintos de constitución de las
identidades individuales y colectivas, y fundamentalmente han provocado nuevas
configuraciones sociales, producto de la constante movilidad, en cuyas coyunturas se
debaten las inclusiones y exclusiones entre lo permanente, lo residual y lo emergente.
Abordar esta visión interactiva y sistemática de la cultura y de la realidad producida
por los vertiginosos cambios, significa reconocer el compromiso de la educación para
atender a las necesidades sociales en pro de la diversidad, estableciendo, oportuna y
adecuadamente, mediaciones entre los sujetos cognoscentes y la sociedad con sus
transformaciones y progresos tecnológicos. Implica valorar a las Instituciones educativas
que funcionan en la dinámica de la competitividad, de la productividad y de la calidad,
fomentando el creciente protagonismo de los diversos medios de información.
En esta instancia, posicionándose en niveles semióticos y pragmáticos de
comunicación, la educación inicia redefiniciones, comienza a analizar las posibilidades que
las nuevas tecnologías e innovaciones científicas ofrecen en el ámbito educativo y su
utilización significa un avance, un importante reto cultural.
Ya desde el comienzo del nuevo milenio, tenemos plena conciencia de que la
permanencia se encuentra en el cambio y en la transformación; una renovación que
constituye la regla esencial en la “Era de la Información” (Bell, 1993) 1. Aquello que no
evoluciona, produce inestabilidad, crisis y está predestinado a desaparecer.
Este nuevo entorno crea necesidades específicas en la sociedad que el ámbito
educativo debe cubrir para adaptarse a un contexto en el que la única constante es el
cambio. Por lo tanto, no debemos olvidar que la educación busca, dentro de sus objetivos
últimos, la formación integral del ser humano, entendido éste como un ser de necesidades,
habilidades y potencialidades. Busca intervenir en las dimensiones: cognitivas
(conocimientos), axiológica (valores) y motora (habilidades y destrezas), para mejorar la
calidad de vida.
La nueva “Era de la Información” y de la revolución cultural, obliga a la educación,
a cambiar desde sus bases los paradigmas en los procesos de enseñanza y de aprendizajes,
con el objeto de conseguir, en los estudiantes, una formación integral y como parte de ella,
la habilidad de aprender a aprender, a hacer, a vivir y a convivir (UNESCO, 1998).
De acuerdo con esta cosmovisión, la persona “educada” no sólo está orientada
hacia el “saber”; la persona educada debe tener la destreza, la competencia y el deseo de
aprender y adaptarse cada día al nuevo entorno, puesto que la inteligencia no sólo radica en
la capacidad para solucionar un problema, sino en la flexibilidad para adecuarse en un
mundo compartido. Además, el estudiante del siglo XXI, necesita desarrollar habilidades
que le permitan buscar, analizar, integrar y usar información de una manera continua e
interdependiente, en interconexión con un aprendizaje dinámico, significativo y real,
enfocado hacia la creación de un nuevo conocimiento.

1
En la década del 70, el sociólogo estadounidense Daniel Bell introdujo la noción de la “sociedad de la
información” en su libro El advenimiento de la sociedad post-industrial, donde formula que el eje principal de
ésta será el conocimiento teórico y advierte que los servicios basados en el conocimiento habrán de
convertirse en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada en la información,
donde las ideologías resultarán sobrando.
Esta expresión reaparece con fuerza en los años 90, en el contexto del desarrollo de Internet y de las TICs. A
partir de 1995, fue incluida en la agenda de las reuniones del G7 (luego G8, donde se juntan los jefes de
Estado o gobierno de las naciones más poderosas del planeta). Se ha abordado en foros de la Comunidad
Europea y de la OCDE (los treinta países más desarrollados del mundo) y ha sido adoptada por el gobierno de
los Estados Unidos, así como por varias agencias de las Naciones Unidas y por el Grupo Banco Mundial.
Todo ello con gran eco mediático. A partir de 1998, fue elegida, primero en la Unión Internacional de
Telecomunicaciones y luego en la ONU, como el nombre de la Cumbre Mundial a realizarse en 2003 y 2005.
Para poder lograr este tipo de personas flexibles que se adapten y funcionen en un
contexto de continuo cambio, que respondan a los desafíos evolutivos de la tecnología, de
la cultura y de la sociedad, se espera que el proceso educativo sea redefinido
coherentemente dentro de la actual “knowledge society”2.
Situándonos en esta noción de la “sociedad del conocimiento” comprendemos que
la educación en correlación con las demandas sociales asume el compromiso de poner el
acento en el conocimiento, pues, al centrar la mirada hacia el saber, en su amplia gama de
significaciones, está proyectando perspectivas futuras hacia la sociedad.
Al respecto, destacamos que la producción de conocimientos y la producción de
saberes forman parte de la Dimensión Técnico-Pedagógica ya que dentro de la organización
del sistema educativo, esta importante dimensión contempla:
-Las líneas epistemológicas vigentes con modelos específicos de conocimientos
enmarcados en una cultura actual, tendiente a primar lo tecnológico, lo científico y lo
comunicacional.
-Las concepciones pedagógicas que el imaginario social maneja teniendo en cuanta:
a) al sujeto de enseñanza con sus características, compromisos y protagonismos;
b) al sujeto que aprende con sus modos de pensar y de sentir;
c) cómo aprende este sujeto y en consecuencia cómo necesita que se le enseñe de acuerdo a
sus procesos cognitivos y niveles de conceptualización.
Así también, la organización de las propuestas didácticas en las Instituciones
educativas, de manera consensuada y articulada, resultan necesarias contemplarlas en esta
Dimensión pedagógica puesto que en las trayectorias escolares se espera que los estudiantes
vayan desarrollando y afianzando su formación integral acorde al perfil de egresado que se
espera en educación general básica y superior y con las particularidades de cada
modalidad.

2
La noción de “sociedad del conocimiento” (knowledge society) surgió hacia finales de los años 90 y es
empleada particularmente en medios académicos, como alternativa de algunos a “sociedad de la
información”. La UNESCO ha adoptado estos términos, dentro de sus políticas institucionales, con variantes
como: “sociedad del saber” desde una perspectiva pluralista y desarrolladora de la sociedad y de la cultura en
general, para diferenciarla de la “sociedad de la información” que se orienta más a las innovaciones
tecnológicas.
Para Gorz (2004), la “inteligencia” cubre toda la gama de capacidades que permite combinar saberes con
conocimientos. Sugiere, entonces, que “knowledge society” se traduzca por “sociedad de la inteligencia”.
Entonces surge una vez más el interrogante: ¿Qué entendemos cuando hacemos
referencia a la formación integral en los estudiantes?
Una formación integral implica:
-Favorecer en los estudiantes instancias permanentes de alfabetización inicial,
avanzada y funcional para que puedan comprender y producir mensajes adecuados, orales y
escritos, en diversas situaciones comunicativas y de la vida cotidiana.
-Adecuar sus trayectorias escolares y los procesos de enseñanza y de aprendizajes
según el perfil de egresado que se espera en cada modalidad (siempre teniendo presente el
desarrollo de las habilidades múltiples: kinéticas, cognitivas y afectivas o emocionales).
-Propiciarles saberes emancipadores orientados hacia el camino del conocimiento
que les enseñe a pensar, a tomar decisiones, a preguntarse cuál es la mejor elección.
-Prepararlos para la vida, potenciando la praxis creadora enfocada hacia la acción y
la reflexión
Una formación integral que los prepare en el saber cultural y disciplinar, en el saber
hacer con creatividad e innovación, en el saber decidir con responsabilidad y criterio, en el
saber ser con valores necesarios para realizar acciones éticas y morales, en el saber actuar y
convivir priorizando el respeto, el diálogo y el consenso y sin lugar a dudas, hablamos de
una formación en el saber decir que les brinde las herramientas necesarias para
comunicarse, para comprender y producir distintos tipos de mensajes, para seguir estudios
superiores, para desenvolverse en diferentes circunstancias con una preparación sólida y
comprometida en el contexto en el que se inserten.
No obstante como directivos y docentes comprometidos, nos preguntamos: ¿Cómo
lograr una formación integral en los sujetos?
¿Cómo lograr que los procesos educacionales favorezcan dicha formación?
A nuestro criterio y con la experiencia de lo observado, investigado y analizado,
dentro y fuera de los ámbitos educativos, consideramos que la buena formación en los
estudiantes se logra elevando a diario la calidad educativa y la calidad en la educación,
atendiendo a todas sus dimensiones desde la contextual hasta la organizativa a nivel
institucional, por la sencilla razón que brindar una educación de calidad es estar atento a las
demandas y necesidades para propiciar, paulatinamente, espacios de reflexión y
autoevaluación en donde se identifique los problemas, las debilidades, se encuentre
soluciones y se proponga mejoras continuas.
Enfocarnos en nuevas líneas de acción en la educación, obliga a dejar atrás
paradigmas tradicionales y plantear, con compromiso y creatividad, perspectivas de trabajo
distintas recuperando el carácter central de la escuela como ámbito flexible, abierto,
innovador e inclusivo.
Sin embargo, la experiencia nos dice que esta nueva organización requiere
principalmente:
-Un cambio de las mentalidades en Educación y en Gestión (y por supuesto en todos
los miembros de una comunidad educativa)
-Un mejoramiento de las Instituciones, equipándolas, flexibilizando los espacios, los
tiempos de trabajo y las dinámicas de trabajo.
-Una ampliación y diversificación de los recursos humanos, didácticos y demás.
-Una redefinición de las concepciones y prácticas cotidianas en los procesos de
enseñanza y de aprendizajes (se trata de pensar cómo aprenden los sujetos, qué habilidades
cognitivas ponen en juego en la construcción de los saberes y conocimientos, y a partir de
allí, diseñar las estrategias de enseñanza acorde a cada nivel y grado de conceptualización)
-Propuestas de nuevas estrategias didácticas variadas, acordes a los distintos temas y
a los diversos contenidos a abordar.
-Una certera incentivación en el trabajo investigativo, reflexivo, constructivo, con
saberes que sean significativos y puedan ser aplicables a la realidad.
-Promoción de prácticas profesionalizantes efectivas, interactivas que posibiliten un
verdadero trabajo con aprendizajes prácticos y significativos.
-Y fundamentalmente, una profunda concientización a los docentes sobre la
importancia de una formación permanente (una formación basada en competencias) y de
una capacitación que eleve sus niveles de conocimientos disciplinares, culturales y éticos.
A partir de lo expuesto, llegamos a la conclusión de que la educación involucra
múltiples dimensiones, todas necesarias, como eslabones que se articulan entre sí en
beneficio de un buen funcionamiento de todo el sistema educativo. Y para lograr su calidad,
resulta necesario que haya:
a) EFICIENCIA y EFICACIA en la Gestión
b) PERTINENCIA para actuar y resolver conflictos en los momentos precisos en
un clima de consenso y democracia, pues se trata de volver a poner el acento en
el saber, en todos sus órdenes, y en la responsabilidad pedagógica para
transmitir saberes emancipatorios, compartir e impartir valores y desarrollar el
pensamiento crítico de manera responsable
c) EFECTIVIDAD para lograr los objetivos propuestos por el sistema educativo y
subsanar las necesidades de los sujetos que aprenden y las demandas sociales.

Una educación de calidad es clave en la sociedad actual porque atenúa brechas,


disminuye las diferencias y desigualdades, rompe con el ciclo de pobreza y analfabetismo;
promueve la seguridad humana, el desarrollo de las comunidades y el progreso de las
naciones.
Trabajar para lograr construir una educación de calidad implica un enorme reto pero
también una valiosa oportunidad que nos incumbe a todos, pues, de nosotros depende
permanecer inmóviles o avanzar hacia el futuro.

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