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El éxito de una organización depende en gran medida de sus trabajadores;

principalmente porque la productividad es directamente proporcional a la eficiencia


de sus empleados. Al respecto, la Organización Internacional del Trabajo (2016)
define la productividad como el uso eficaz de la innovación y los recursos para
aumentar el valor agregado de productos y servicios; y en este punto los
empleados juegan un papel fundamental, ya que el recurso humano es
imprescindible para la rentabilidad de una empresa.

En este sentido, Sáenz (2011) señala que la productividad de las empresas puede
verse afectada por una serie de hábitos de los trabajadores que van en detrimento
del ambiente laboral. Las conductas improductivas dentro de una organización
están relacionadas con algunos comportamientos nocivos que afectan
significativamente la productividad individual y colectiva de la empresa. Estas
conductas pueden ser: llamadas constantes por el teléfono corporativo, reuniones
sin agenda definida, trabajo fingido, adicción al teléfono celular y al correo, uso
desproporcionado de los implementos de oficina, hurtos, uso de activos de la
organización para asuntos no laborales, mala gestión del tiempo laboral, entre
otros hábitos.

En la actualidad, aunque no lo consideren como tal, muchas empresas sufren


pérdidas por este concepto; un ejemplo de ello es que en promedio, el 3% de la
producción anual de las organizaciones se pierde por este tipo de conductas (Miró
y col., 2013) y lo que es peor, en muchos casos son consideradas como gastos
administrativos. Al respecto, Gómez (2001), afirma que si una persona carece de
sentido de pertenencia le resulta difícil comprender que cada recurso financiero,
tecnológico, material o humano mal utilizado resulta fatal para la optimización de
los mimos dentro de una organización.

A su vez, Jiménez (2010) detalla dentro de estas conductas improductivas, el robo


hormiga, definido como hurtos de poco valor, los cuales al momento de hacer
recuentos, las pérdidas en total suman una gran cantidad. Una de las posibles
causas de estos comportamientos es el descontento laboral, la desmotivación de
los empleados, la situación económica del país, la posibilidad de obtener ingresos
extras de manera fácil y continuada, entre otras.

En este sentido, en lo que se refiere a conductas improductivas, el principal


diagnostico que se puede realizar en la organización es que carecen de un
monitoreo constante de los empleados, no existe una gestión eficiente del tiempo
laboral y la ausencia de políticas de control en el uso de los recursos de la
organización.

Si bien es cierto, durante las presentaciones One Page y reuniones realizadas a


fin de mes en la empresa son reportados por departamento los avances de cada
uno de los trabajos asignados, esta estrategia no representa un monitoreo
individual para los empleados, situación que evidencia una falta del control por
parte de los supervisores. Además, no existe una gestión ni revisión del tiempo
que los empleados invierten realmente en el ejercicio de sus funciones. En este
orden de ideas, en la empresa no existen políticas de control de los recursos,
principalmente materiales de oficina y equipos.

Al respecto, Solís y Rodríguez (2017) detallan que hoy día una multitud de
empleadores presencian como sus trabajadores consumen una buena cantidad
del tiempo laboral, enviando y recibiendo correos electrónicos, llamadas o
mensajes al celular no relacionados con las actividades empresariales o
institucionales y que pueden desencadenar en una serie de problemas
relacionados con seguridad, daños patrimoniales, pérdida de productividad, daño
a la imagen de la empresa, entre otros.

Asimismo, Fernández (2018) señala que una mala gestión del tiempo genera en el
trabajador problemas de salud, por el estrés al cual se mantiene sometido,
problemas laborales por la reducción del rendimiento, la pérdida de objetivos y la
incapacidad para asumir nuevas tareas; y en último lugar. pero no menos
importante problemas personales, porque su círculo cercano puede verse
relegado por la falta de organización del tiempo.
Por otra parte, Milner (2015) afirma que las políticas de control de recursos
representan la base de todos los componentes de la organización, marca la pauta
en su funcionamiento e influye en la concienciación de sus empleados respecto al
control aportando disciplina y jerarquía. Además, permite fomentar la integridad y
los valores éticos dentro de la empresa.

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