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REA.LISMO MAGICO
POST EXPR.ESIONISMO
R.EA.LISMO MAGICO
POST EXPRESIONISMO
B I B L I a T E CA DE LA
REVISTA DE OCCIDENTE
o B R. A S PUBLICADAS
Lord Dunsanys Cuentos de un soñador 'f 5 ptas.
Jorge Simmel: Eilosoiia de la coqueteria 'f 5 ptas.
A. Wegener: La génesis de los continentes y océanos 'f 7,50 ptas.
A. Schulten: Tartessos 'f 12 ptas.
G. W orrfnger; La esencia del estilo gático 'f 10 ptas.
Bemarel Shaw: Santa Juana. Crónica dramática en seis escenas y
un epilogo 'f 6 ptas.
Eeluarelo Schwartz: Figuras del mundo antiguo (l. a serie) ". 6 ptas.
Figuras del mundo antiguo (2.~ serie) ". 5 ptas.
Femanelo Crommelvnck . El estupendo cornudo. Farsa en tres
actos 'f 4 ptas. .
Gerarelo Hauptmann: La prodigiosa Isla de las Damas. (Historia
ele un archipiélago ímagínarío.) ". 8 ptas.
J osé Ortega y Gasset: El Espectador, núm. IV 'f 5 ptas.
El Espectador, núm. V ". 5 ptas.
La deshumanización del arte. ". ;; ptas.
Las Atlántidas. (Suplemento número 2 a la
Revista de Occidente.) ". 10 ptas.
Vsevoloel Ivañov: El tren blindado No. 14.69 " 3,50 ptas.
Liclia Seifulina: Caminantes ". 4 ptas.
Leonielas Leonov: Los Tejones ". 10 ptas.'
Alfonso Paquet: Roma o Moscú ". 4 ptas.
Eugenio Zamiatin: El farol y otros cuentos ' f ' 4 ptas.
Amolel van Salís: El Arte de los Griegos 'f 20 ptas.
L o s GRA.NDES PENSA.DORES
1. La Eilosolla presocrática. Sócrates JI los sofistas ~ 5 ptas.
n. Platón, Aristóteles " 5 ptas.
In. San Agustín, Santo Tomás, Giordeno Bruno ~ 5. ptas.
IV. Descartes, SpÍnoza, Leibnitz " 5 ptas.
V. Locke JI Hume, Kant, Eichte ~ 5 ptas.
VI. Hegel, Schopenhauer, Nietzsche " 5 ptas.
HISTORIA. D E L A. F 1 L O S O F t A.
A. Messer: La filosofía actual ~ 7,50 ptas.
La filosofía en el siglo XIX (Empirismo y Naturalismo)
6 ptas.
De Kant a Hegel ~ 6 ptas.
La filosofia moderna (Del Renacimiento a Kant). 5 ptas.
N U E V O S H E e H O S ¿N U E V A S 1 D E A. S
XII. Federico Bendixen: La esencia del dinero >1- 4 ptas.
XIII. Francisco Brentano: Psicología >1- 5 ptas.
XIV. Lorhrop Stoddard: La rebeldía contra la civilización '"
7 pesetas.
XV. Jorge Simmel: Sociología, I ,>1- 5 ptas. - II '" 3,50 ptas.
XVI. Francisco Brentano: El origen del conocimiento moral ~
3,50 pesetas.
XVII. Max Scheler: El resentimiento en la moral ~ 6 ptas.
XVIII. Hans Driesch: La teoria de la relatividad y la filosofía '"
3 pesetas.
H O R A B R E V E
1. Ludo Moritz Hartmann: La decadencia del mundo anti-
guo >1- 5 ptas.
II. Arturo :Rosenberg: Historia de la R.epública romana >1- 6 ptas.
III. Enrique Finke: La 'Mujer en la Edad Media ... 5 ptas.
IV. Eduardo Schwartz: El Emperador Constantino y la Iglesia.
cristiana '" 6 ptas.
CENTENARIO D E G Ó N G O R A
- 14 - .
.",
Quisiéramos hacer ver a los preexpresionistas
la importancia que para el arte reviste el atravesar
por uno de esos períodos de «tormenta y empuje»,
que todo impulso verdaderamente artístico ha en-
cendido, por mucho que desconcierte la algarabía de
sus manifestaciones. Hasta creo que la nota decisi-
va en los estilos más recientes ha sido dada por los
que proceden del expresionismo. De la misma ma-
nera, hace den años, la decisión provino de los que
se lanzaron a la corriente de la «tormenta y el em-
puje», antes de dedicarse a una obstinada depura-o
ción. Estos fueron Goethe y Schiller, no Wieland,
que del sensualismo del siglo XVIII pasó directamen-
te, e~ u;;bri~co, al clasicismo.
Vemos, en primer lugar, que junto a una serie
de estilos pictóricos, ya existentes en todos. los paí-
ses de Europa, ha aparecido una nueva manera.
Pero, en el fondo, creo que nos hallamos ante un
cambio radical que, cuando pueda contemplarse
desde lejos, parecerá tan esencial como aquel que
aconteció entre el impresionismo y el expresionis-
mo. Por eso creemos poder señalar el año de 1920
como un recodo, de la misma n:anera que el de 1890
significa el comienzo del expresionismo, con van
Gogh,y Gauguin. Estamos persuadidos de que el
porvenir inmediato' pertenece a las nuevas tenden-
cias, por muy limitado que su ámbito parezca a los
que están fuera de ellas. Pero con esto no queremos
decir que los artistas aludidos se hallan adscritos a
una dirección. Todos, hasta el peor de ellos, saben
- 15-
muy bien que están pisando un terreno nuevo. Por
último, tampoco puede afirmarse que los que culti-
van la nueva pintura hayan de perdurar en ella.
Para saber hacia dónde empujan los tiempos es
preciso aguardar. Aunque más tarde se entremez-
clen las líneas evolutivas - hoy paralelas - de la
pintura reciente, objeto de nuestro estudio, este he-
cho no constituirá la menor objeción contra este
libro, cuyo esencial propósito se reduce a presentar
el nuevo tipo pictórico reinante entre los años 192~
y 1925.
La historia de todas las formas de vida y manifes-
tación humanas nunca consiste - dicho de la mane-
ra más s encil]a - en una pura sucesión ( - - - )
iiftampoco en una simultanidad ( ). Siempre es
una combinación de ambas posibilidades (--_). De
esta misma manera se enlazan e imbrican casi to-
das las últimas formas plásticas de nuestra época.
N o sólo los artistas menores y los imitadores llegan
con: su obra a penetrar en el momento actual. Tam-
bíénTos grandes artistas se cuidan de entretejer y
engranar constantemente los estilos: el impresio-
nismo sigue trabajando resueltamente, como 10 de-
muestra en Alemania la obra de Líebermann, de
Slevogt, y aun de Corinth, que en un amplio senti-
do entra dentro de esa escuela. Cuando la segunda
oleada, la del expresionismo, hubo crecido pujante,
inundando en seguida todas las comarcas, vimos
brotar ante nuestros ojos la tercera oleada a que
dedicamos este estudio. Sería muy importante en
- 16-
este punto preguntarse cómo todos estos movimien-
tos se influyen y colorean mutuamente. Una obra
tardía del impresionismo, de hacia 1920, puede ha-
berse apropiado elementos de otras escuelas que
con ella convivían, contemporáneas, aunque en po-
sición de defensa, sin abandonar por eso sus pro-
pios fundamentos; por el contrario, dando por re-
'sultado las más encantadoras infiltraciones: por
ejemplo, la obra de Corinth, en 1920, en contrapo-
sición a Liebermann, más perseverante en su acti-
tud. Del mismo modo, una obra del expresionismo
abstracto puede mostrar, sin perder su posición,
ciertas propiedades del más reciente estilo pictórico
(por ejemplo, el preciso tratamiento de los planos,
por F eírrínger). Pero de este problema no hemos de
ocuparnos aquí,
- 26-
improvisadas, como hizo Kandinsky, o combinar
también los valores del espacio, yendo a una pro-
porcionalidad arquitectónica de bloques, como hizo
el cubismo, cuya «vida» consistió en la oposición y
tensión entre estos bloques.
3. U na tercera escuela brotó entonces: el cotis-
tt'uctivismo, del que trataremos detenidamente, por-
que aún corren falsas opiniones acerca de él. Adop-
tó la estereometrización, pero se desarrolló en un
campo de puros ensayos, sin pretender apenas hacer
arte, sino más bien probar nuevas combinaciones,
nuevos efectos de líneas, de superficies y de cuerpos
y, principalmente, de diversos materiales. Superan-
do la limitación de un arte en particular, quiso unir
la pintura, la escultura y la arquitectura en 1.1n solo
mecanismo de expresión y engranar de nuevo modo'
las viejas artes, separadas desde hacía tanto tiempo.
O bien pretendió orientarlo todo hacia las posibili-
dades constructivas de una nueva arquitectura (la
«máquina habitable» del «Bauhaus», por ejemplo).
Pero todavía más característico ha sido su afán de
meterse en estática, dinámica, óptica, etc. Aquí es
donde la actitud «científica», teorética, del artista
moderno, llega a su culminación. La rotación de una
máquina marina fué considerada como no menos
expresiva que el gesto de la. mano humana. Es más;
la máquina, con su poderosa mecánica, se convirtió
en símbolo y modelo. Entonces alcanzó su más pura
expresión la repulsa y desvío - latentes ya en las
fases anteriores - respecto a todo 10 animado, a
- 27-
todo lo animal, que fué considerado como lo opaco,
lo no transparente. Este grupo artístico correspon-
de, en sentido cultural, al activistno del «Anuario
de los fines»), por cuanto pretende, a modo de salu-
brífícación y robustecimiento, establecer un nuevo
racionalismo, como importante reacción contra la
desidiosa tendencia a lo «natural», a la «evolución
orgánica» y otros análogos con.cepsos panegíricos,
oriundos del siglo XIX. A la construcción racional
fuéronle concedidas nuevas fuerzas, y en la inteli-
gencia se vió algo tan primordial como el instinto,.
algo que desde fines del siglo XVIII había sido, con
evidente parcialidad, relegado a una luz negativa.
En el constructívismo de los artistas sólo raras ve-
ces se trata (contra la propia opinión de éstos), de la
verdedera racionalidad. Los matemáticos, los físi-
cos, los ingenieros auténticos, yoco o nada pueden
sacar de este juego. Trátase, ante todo, de la expre-
sión de lo estereométrico, de lo mecánico, del meca-
nismo. Y justamente el haber despertado, gracias a
estos escarceos mecánicos, el sentimiento de la in-'
mensa fuerza exp~esiva, es decir, de la sigrrificación.
anímica que encierra lo mecánico, es una de las ad-
quisiciones perdurables en la nueva historia del
arte. Desde que la «vida» de la máquina, con su in-
defectible funcionamiento, ha sido investida de un
valor estético (y aun, por decirlo así, de un alto valor
ético); desde que el hombre racional, el ensambla-
dor de lógica, ha sido considerado como capaz de
máxima expresión, se ha iniciado una nueva con-
- 28-
cepcron del mundo, seudomecanicista, que, si no
quiere entender el universo como un mecanismo,
del que somos una rueda, concibe por lo menos la
vida como urra confluencia del espíritu con un me-
canismo exterior - en sentido dualista - , y es, sin
duda, más seca y dura que la otra concepción del in-
mediato pasado, para la cual todo degenera en un
organicismo emoliente y blanduzco.
Este «romanticismo maquinista», perseguido
consecuentemente hasta su extremo, trasciende del
arte, lleva a hacer del artista un ingeniero afanoso
de expresión. Por eso los constructivistas que no
pretenden decantar en sus obras un símbolo del
mundo, debieran abandonar la expresión absoluta,
matricularse en las escuelas politécnicas, en busca
de conocimientos verdaderos, sin por ello remitir en
su afán expresionista; con 10 cual crearían un tipo
nuevo, más sintético, de «técnico». Del mismo modo
la tendencia correspondiente del activismo literario
debe (si extrema consecuentemente su principio)
salir del campo puramente literario y filosófico,
para entregarse de lleno al cultivo de una política
constructiva. Claro es que el activísmo tiene tam-
bién una esfera intermedia, de sentido permanente:
el plano en que se compenetran y fusionan el pen-
samiento puro (construcción) y la voluntad de rea-
lización, el arte y el programa. Pero también aquí
penetra en el arte una secreta y varonil voluntad,
que trasciende del arte mismo.
4. Finalmente, el llamado [uturismo puede ser
- 29-
considerado como un subgrupo posterior de este
breve movimiento. Donde se ha manifestado más in-
tensamente ha sido en la pintura. La escnlrura no
se presta tan bien a tales experimentos, por razón
del material empleado. La pintura de Boccioni, de
Severini en su primera época y de Carrá en sus
principios, intentaba, superando lOE¡ anteriores es-
tadios, exaltar de un modo singular la emoción de
la simultaneidad. En el plano del cuadro, que pro-
piamente representa tan sólo Una fase del suceso y,
por así decir, 1.111. corte en la fluencia de una acción,
quisieron abarcar algo más y presentar la transito-
riedad en su conjunto. Y como la pintura había. lle-
gado entre tanto al grado más alto de fantasía, esta-
ba en condiciones de extenderse audazmente en esta
otra dirección. Se pintó yrrxtapuesto lo que en el
tiempo está separado; se pintaron simultáneas, for-
mando una única acción (al contrario que en la
Edad Media), las fases sucesivas, que nunca se pue-
den ver juntas; se entretejió y compenetró lo que se
ve con lo que, por así decir, solamente se siente, los
fragmentos de la realidad más palpable con las cur-
vas más abstractas, de modo que estas ensambladu-
ras y perforaciones producían el efecto de f1.1erzas
enigmáticas palpitando tras las cosas. Y todo ello
(casi como uria resurrección del impresionismo)
compr-imido en un momento único, y además (por
influencia del cubismo) preso, constreñido en un
sistema de celdillas, quebradas u nas sobre otras.
Acaso sea el sueño el fundamento exterior de estas
- 30-
unidades pictóricas. Efectivamente, en el sueño las
vivencias parciales se empujan y comprimen unas a
otras, en misterioso combate y compenetración. La
culminación del gusto por lo dinámico fué causa de
que todo ello se representase como un enfurecido
tropel, un frenético asalto. El propósito era: partien-
do de la visión interior, que procura una embriaguez
exaltada hasta el sonambulismo, representar la vida
como el vórtice volcánico de todas las relaciones,
afirmando con voluntad demoníaca el desgarra-
miento y confusión de todo ser. Justamente en este
p urrto audacísímo en que la pirrtura pierde pie y
casi se despeña en la esfera propia de las artes del
tiempo, había de surgir la máxima reacción.
¿DESVIACIÓN O COEXISTENCIA?
- 33-
LOS NUEVOS OBJETOS
Las fases de todo arte pueden diferenciarse sírq-
p Íemerrte por los distintos objetos que los artistas
aprehenden, entre todos los objetos del mundo,
merced a un acto de selección que ya por sí mismo
es rm acto de creación. Pl.ldiera intentarse uria h.is-
toria del arte, que consistiría en enumerar los temas'
preferidos en cada época, pero sin omitir aquellos
cuya ausencia y falta pueden ser igualmente signifi-
cativas. Claro es que esto solamente nos daría la
base primera para un sistema de las características;
no obstante, podría constituir el terreno elemental,
el único fructífero, para irrvestigaqiories más am-
plias. Hay, empero, una segunda vía abierta a la
investigación de los objetos. Este otro modo, que
trasciende de la ya citada estadística temática, aspi-
raría a determinar, por ejemplo, en una época noto-
riamente aficionada a pintar cabezas de viejo, qué
clase de vejez es la preferida, si la vejez acartonada
o la linfática. Ninguna de estas investigaciones se
refiere a la forma. Sólo más tarde empieza aquella
zona de 10 formal, que reobra sobre las capas ante-
riores, de la misma manera' que, viceversa, puede
existir un influjo oscuro, todavía inexplicado, de
ciertos objetos sobre ciertas maneras o formas de
pintar. Pero con esto entraríamos de lleno en una
tierra incógnita de la investigación históricoartís-
rica.
Indicaremos aquí, de una manera sumaría, en..
qué punto la p irrtura nueva se separa, por sus obie-
-34-
tos, de la expresionista. Desde luego, encontramos
que el expresionismo, tomado en conjunto, muestra,
por reacción contra el impresionismo, una acentua-
da preferencia por objetos fantásticos, supraterres-
tres, remotos. Naturalmente, también acude a lo
cotidiano y corriente; pero es para distanciarlo, in-
vestirlo de un exotismo chocante. Un número muy
grande de temas religiosos fueron súbitamente re-
cogidos en nuestra tierra, que tan profana había
quedado; con súbita audacia fueron empleados los
últimos símbolos religiosos (que la Iglesia rara vez
agita). Si en un cuadro se extendía, por ejemplo, una
ciudad, semejaba al destrozo producido por masas
volcánicas, y esto, no sólo como juego de formas y
botín de un cubismo agitado. Si el tema era algo
erótico, degeneraba a menudo en salvaje rijosidad..
Si se presentaban hombres demoníacos, tenían ros-
tro de caníbales. Si animales, eran caballos de azul
célico o vacas rojas que, incluso por su ser .objetivo,
debían transportarnos más allá de cuanto podemos
experimentar sobre la tierra. Si en un paisaje se
quería cantar la exuberancia de las comarcas me-
ridionales, resultaban trópicos de un mundo su-
praterrestre, en donde los hombres de nuestra espe-
cie ardían, como rebujos de papel, bajo el coruscan-
te .incendio de los colores. Pero, sobre todo (como
en la obra de Chagall), los animales caminaban
por el cielo; a través del cerebro transparente del
contemplador, figurado en el cuadro, veíanse pue-
blos y aldeas; cabezas de hombres, demasiado vehe-
- 55-
mentes y acalorados, saltaban como tapones de bo-
tellas muy llenas; grandiosas tormentas cromáticas
fosforecían a través de todos los seres; y las últimas
lejanías mostrábanse misteriosamente junto al pla-
no más primero.
Las series y revistas correspondientes Ilamában-
se: El juicio final, Fuego, T armenia, Aurora. Bas-
tan estos títulos para revelar el mundo de los obje-
tos preferidos por esta época.
Pero pasemos la vista por los cuadros reprodu-
cidos al final de este libro. N os parecerá haberse
disipado por completo ese ensueño fantástico, y que
l~uestro verdadero mundo resurge ante nuestros
ojos, bañado en nueva claridad rnatutíria, Conoce-
mos ese mundo, aunque ahora - no sólo por salir
de un sueño - 10 miramos con ojos nuevos. Los
temas religiosos o trascendentales han desaparecido
en su mayor parte, rasgo característico de la pintu-
ra última. En cambio, se nos ofrece una manera
nueva, hondamente terrenal, como una devoción de
lo mundano. En lugar de la madre de Dios, la pu-
reza de una pastora en el campo (Schrimpf). -En
lugar de los remotos horrores del infierno, los inex-
tinguibles horrores de nuestra propia época (Gross
y Díx), Se experimenta la sensación de que aquel
trascendentalismo atropellado y frenético, aquel
desvío demoníaco, aquella fuga del mundo, han
muerto, y que ahora vuelve a despertar un amor
insaciable por las cosas terrestres y el deleite en su
carácter fragmelüario y angosto. Díjérase que, una
36 -
vez más, desciende sobre el arte una profunda me-
sura y comedimiento, antes de que - tal vez más
adelante - con más lastre de conocimiento y sus-
tancia terrenal, se emprenda un vuelo nuevo. La
humanidad parece indefectiblemente destinada a
oscilar de co ntiriuo entre la devoción al mundo del
ensueño y la adhesión al mundo de la realidad. Y
. en verdad que, si alguna vez se detiene este ritmo
respiratorio de la historia, no parece quedar otra
cosa que la muerte del espíritu.
Los reaccionarios creen equivocadamente que
con el arte nuevo ha llegado su hora. Pero bien mi-
rado, este nuevo mundo de objetos sigue siendo aje-
no al concepto corriente del realismo. ¡Como que
provoca en los rezagados la máxima estupefacción,
y casi les parece tan inadecuado como el mismo ex-
presionismo! ¡Como que dispone de múltiples me-
dios, herencia del anterior período, que confieren a
todas las cosas una significación más honda y ro-
zan misterios que están amenazando siempre la
tranquila seguridad de los simples e ingenuos: cuer-
pos excesivamente grandes, yaciendo con pesadez. de
bloques sobre un raquítico césped; objetos que no
pretenden moverse 10 más mínimo y que, sin em-
bargo, resultan inauditamente reales, extraños es-
quemas misteriosos, y, sin embargo, visibles hasta
en sus ínfimos detalles!
Todas las cabezas, manos, cuerpos, objetos, que
expresan «la vida convulsiva», «Ía fogosa exalta-
ción»; todo 10 nervioso, en suma, se han tornado
- 37-
sospechosos para este nuevo arte, que los considera
como representación de fuerzas desperdiciadas, La
vida verdaderamente pujante se figura ahora come-
dida, metálica, retenida. N o necesitamos describir
en detalle los nuevos tipos de hombres, mujeres,
niños, animales, árboles y rocas que atrás reprodu-
cimos.
En fin, el nuevo arte no pertenece a la serie de
las fases iniciales a que aún pertenecía el expresio-
nismo. Es uno de esos 'movimientos. de decantación
y clarificación, que han tenido la suerte de encon-
trar, a su advenimiento, ya casi liquidada una revo-
lución artística descubridora de nuevas rutas. Tam>
bíén esta circunstancia suele expresarse en un mun-
do más mesurado de temas. ¿Será posible de esta
suerte Ipero ante todo gracias al restableci~iento de
la objetividad) reconciliar al arte con el pueblo? El
porvenir lo dirá. La historia - desde luego - mues-
tra siempre que la capa inferior de los que viven en
la monotonía del duro trabajo es más fá~ilmente
accesible a las obras discretas y prudentes que a
las encumbradas y geniales. La pintura «Bíeder-
meier» (1), cuya serena grandeza, apenas agotada
todavía, estuvo siempre amenazada de vulgar abur-
guesamiento, nos ha hecho ver el peligro que natu-
ralmente corre el arte prudente y contemporizador.
- 58-
LA OBJETIVIDAD
- 53-
LA EXPRESIÓN PR.OPIA DE LA NA-
TURALEZA (ARTE Y FOTOGRAFÍA)
hombre.
Todo esto se opone a la idea corriente, en boga
desde hace casi un siglo entre el público y los his-
toriadores del arte; a saber: que el arte es el único
que puede proporcionarnos una integral ttrridad de
expresión, mientras que la naturaleza nos ofrece
dondequiera confusión de impresiones impuras, de
- 62-
la que sólo el arte puede «salvarnos». Pero en realí-
dad debiera decirse: el arte nos suministra una vasta
unidad de expresión, de la misma manera que la na-
turaleza nos suministra otra vasta unidad de ex-
presión. Cuando el arte nos satisface, es que está
bastante saturado de expresión (es « perfecto »},
Cuando la naturaleza tiene expresión, es también
perfecta de una manera fundamentalmente idéntica.
(No hemos de tratar aquí de los elementos externos
de reducción que, indudablemente, el arte emplea,
pero que no consisten en esa unidad que la natura-
leza puede contener íntegramente). Este mismo equi-
vocado menosprecio del efecto estético de la natura-
leza, esa misma sobreestimación antinatural del arte
dan lugar a otra opinión errónea muy extendida: la
de que en una buena pintura no tiene sentido el.
cambiar nada, mientras que en un buen trozo de na-
turaleza siempre cabe retocar, potenciar algo. En
realídad, lo mismo en el arte que en la naturaleza
se da muy pocas veces una cabal perfección, e inclu-
so tal vez sea más frecuente en la naturaleza. N o
debe creerse que el arte acierte más, logre más a me-
nudo que la naturaleza la absoluta perfección.
Los hombres que han terminado por abandonar
esta actitud subjetívista del europeo, y aun aquellos
que nunca cayeron en ella, son despedidos con des-
precio, como temperamentos inartístícos, dotados a
lo más del sentimiento de la naturaleza. Pero res-
pondiendo a la actitud antes descrita, iníciase ya un.
cambio radical, muy justificado: el hombre para
- 63 -
quien la naturaleza no sea más que material con-
fuso, será considerado 'como específicamente inartís-
tico, puesto que no tiene fuerza para organizar lo
que ve (cosa que tamb ién es necesaria respecto a
los cuadros; pues si no, rrunca habría cuadros mal
entendidos). El hecho de que la mayoría de los
hombres se detengan ante lo pintado, mientras pa-
san por alto la naturaleza, rebosante de expresión,
se considerará tan inartístico como el espectáculo,
con razÓn rrdicul.iaado, de muchos hombres que se
precipitan sobre la letra im.presa antes de tener las
imágenes correspondientes. En nuestra opinión, el'
paisaje pintado es, respecto al real, como lo impreso
respecto a la pintura intuitiva: algo reducido a sn-
perficies y líneas, destacado de la vida real.
El arte volverá a ser considerado cada vez más
como una indicación o signo que nos remite a la I
EL NUEVO ESPACIO
- 65- 5
fué entonces ahondado, excavado, se Ilen.ó de de-
presiones y elevaciones. Pero siempre se trataba del
espacio próximo, que invadía y asaltaba el primer
plano. Además, todos los escorzos (cosa que tam-
bién hubiera podido ocurrir en el p lano medio y en.
el del fondo) se ofrecían más bien como movimien-
tos hacia adelante que como movimientos de retro-
ceso. Pero a todo escorzo se le puede dar una trayec-
toria distinta. De aquí provino, en el conjunto del
cuadro, aquella agresividad áspera, y a menudo
feroz, de los cuadros puramente expresionistas. Al
adoptar de nuevo la pintura más reciente una pos-
tura clásica, concilia y sintetiza los elementos deci-
sivos de estas tres posibilidades que se han manifes-
tado en la historia del arte. Los mejores paisajes.
nuevos muestran una constante planicie, a la que
se añade cierta impulsión hacia adelante (en este
caso como si el pintor «enseñase» la forma), pero
también disponen de la, lejanía. .Así como (según
veremos luego) se vuelve a sentir el goce de la con-
traposición entre 10 pequeño y 10 grande, así tam-
bién se establece de nuevo otra polaridad y.,Contra-'
pOS1ClOn que viene a sustituir la anterior visión.
unilateral: me refiero a la contraposición de 10
lejano con 10 cercano, que en la pintura nueva se
cotejan y carean mutuamente. Pero ahora este
careo se verifica de manera más pura y no, como en
el impresionismo, a través de velos intermedios y
de atmósferas volatilizantes, dHuminantes, conci-
liadoras. De los nuevos paisajes puede decirse,
- 66-
como de los paisajes de los siglos xv y XVI, que se
m-neven vigorosamente hacia adelante, a la par que
retroceden en dirección a la más distante 101ltanan-
za. La perspectiva a vista de pájaro, que el expre-
sionismo volvió a aplicar, pero que el impresionis-
mo proscribía, porque sacrificaba la pla.nítud del
cuadro, recibe en el post expresionismo aquel doble
sentido. Hay que haber experimentado alguna vez
- así dicen orgullosamenre los post expresionistas
ante sus paisajes - cómo se penetra profundamen-
te en la lejanía, cómo se puede entrar muy lejos
«realmente» en el cuadro. En estas palabras se de-
clara ese exaltado sentimiento de la realidad que
hace sentir el cuadro como una sugestiva unidad de
espacio, cuyo suelo invita a la pisada. Estos paisa-
jes, colgados en la pared de la habitación, ya no
pretenden (como los de Marées) surgir de la efecti-
vidad del plano, de la sensación continua de la pa-
red, como hemos dicho en otro lugar.
El arte intenta una y otra vez representar todo
el volumen del espado, haciéndolo sentir por su
descomposición en las tres dimensiones. Mientras
f'
el Gótico (incluso en la pintura) expresa la exten-
sión principalmente como rrn empuje hacia 10 alto,
el Renacimiento extiende deliberadamente el volu-
men en el sentido de la anchura, para allí desple-
garlo a su sabor. En cambio, como es sabido, el
Barroco pretende lanzarlo todo al vórtice de la pro-
fundidad. Pero el «Quattrocento», en sus mejores
C1.1adros(con un~gracia que aun hoy no es recono-
- 67-
cida) establece una tranquila contraposición entre
el ensanchamiento en superficie y la dirección en
profundidad. En esta contraposición descansa su
magnífica intensidad, que contrasta, de un lado,
con la fase de Rafael y Tiziano, y de otro, con el
siglo XIX (en su segunda mitad, al menos), donde se
manifiestan exclusivamente exigencias de superficie
sin compensación o correlato. Hoy ha vuelto ha
despertar la sensibilidad para tales entrecruzamien-
tos y tensiones de los rumbos, que constituyen tam-
bién un carácter peculiar del post expresionismo.
Recuérdese, filla1mente, que el expresionismo,
tanto en el diseño de la planta como en el de la
elevación, busca una secreta geometría, en la cual
resuena (para provecho tan sólo de la pintura nue-
va) el expresionismo aún no desaparecido.
- 70-
y, en cambio, tiende más bien a entrelazarlos mu-
tuamerrte. Así encorrtramos, en composiciones de
.arrrpl.io 'carácter, el mundo de 10 pequeño escalonado,
por así decir. Otras veces se conserva la hostilidad
de las dos tendencias contrapuestas. Schrimpf re-
vuelca cuerpos desmesurados en la pequeñez de las
hierbas, que en ciertos lugares contraponen sus di-
minutas briznas al vigor del bloque humano. Otras
veces, el goce consiste en apostar la potente forma
cercana ante los diminutos detalles de la lejanía,
como gustaban de hacer los cuatrocentistas italia-
nos y septentrionales, cuando la minuciosidad del
,gótico tardío confluyó graciosamente con el apelo-
, tonamiento de la época renacentista.
Hasta qué punto 10 ínfimo es capaz de expresar
por sí solo la máxima potencia, puede explicárnoslo,
el espectáculo más grande que la naturaleza nos
ofrece, compuesto, sin embargo, de brevísimas uni-
dades, casi simples puntos, colocados además en
aquella misma vitanda angostura, sobre la superfi-
cie del cuadro: el espectáculo del cielo estrellado
que, precisamente, nos produce la sensación de ínfi.-
nitud.
El afán de precisión y afinamiento pudo, empe-
ro, entronizarse lo mismo en los coristrucrivistas
.qtte en los vezistas, sus enemigos encarnizados. De
suerte que, aun allí donde el tema es abstracto
(como en Leger, F eirringer, Schlemmer), descúbrese
l.lna estructura más puntiaguda, más minuciosa,
más pulida, que en los primeros lustros del expre-
- 71-
sionismo. Es éste un fenómeno que debemos distin-
guir de aquella tendencia, anteriormente expuesta,
del post expresionismo a reasumir el mundo real_
en la pintura. Diríase que el sistema mismo de las
categorías se ha afinado, ganando en claridad, ri-
queza y exactitud.
Este rigor miniaturesco, de doble. índole, recibe
en las distintas direcciones del post expresionismo
un sentido completamente opuesto, que hemos de
señalar aquí, aunque reservemos para más adelante
el estudio de esas direcciones. En Gross y Dix este
miniaturismo pretende presentarnos con la mayor
crudeza el aspecto horrible del mundo hasta en sus
poros, pero todavía sin ninguna intención política.
Más tarde, sobreviene este sentido político, y se pre-
tende darnos una imagen microscópica de las lacras
sociales, ponerlas ante las mismas narices del bur-
gués, que suele sustraerse cómodamente a estas vi-
siones desagradables. En cambio, Schrimpf y Spiess
cantan con fidelidad miniaturista la intimidad de la
vida pequeña; conciben el mundo como un manoji-
to de hierba, como un hormiguero, y quieren evo-
car de nuevo en el arte la exquisitez - largo tiempo
olvidada - de lo diminuto.
También sobre esto corría un juicio equivocado,
a saber: que al representar menudencias forzosa-
mente había de Incu.rrírse en pequeñez espirituaL
Pero la ya citada batalla de Alejandro, por Altdor-
fer, partida en mil pequeños trozos, es algo último
y definitivo, exactamente lo mismo que «El Juicio
- 72-
Finah, concebido en grande por Rubens o Miguel
Ángel. En la ciencia ocurre otro tanto: el microcos-
mos planetario del átomo es trn misterio último, no
menor que el macrocosmos del sistema astronómi-
co. Ahora bien; ambas especies de pintura miniatu-
rista (la que nos concilia con el mundo, como la que
pretende horrorizarnos) implican por igual aquella
orientación hacia la infinitud de lo pequeño, del
microcosmos. Hay, pues, que tener mucho cuidado
de no aplicar irreflexivamente los criterios proce-
dentes del impresionismo y del expresionismo y,
basados en el carácter primero fluctuante y luego
monumental, no mirar de arriba abajo con despre-
cio esta devoción y apego a lo pequeño, este «es-
p ulgamien.to », como decía Durero. Este «espulga-
miento» es, efectivamente, como el paso lento de
Una procesión magnífica, y revela un peculiar senti-
do nuevo y propio de la profundidad.
~a pintura más reciente coincide con el expresio-
nismo en pintar cuadros de amplios efectos. Pero
mientras el expresionismo se agotaba en esto, los
cuadros post expresionistas abren camino a minu-
ciosas incursiones. Abora es cuando nos acercamos
verdaderamente a la p intura - a menudo alegada
sin motivo - de la última Edad Media, de la cual
tomó el expresionismo, a lo surno, el esquema geo-
métrico de la cornpos ición en grande. Al penetrar
en la iglesia, a cien pasos todavía, el conjunto de
una pintura de altar desplegaba ante los ojos su
sentido capital, para ir después revelando, conforme
-73-
disminuía la distancia, poco a poco, el mundo nuevo
de 10 ínfimo, sucesivos planos de detalles que (sím-
bolo de todo verdadero conocimiento espiritual del
mundo) quedaban sometidos siempre a la estructura
total, de suerte que, al fin, el contemplador podía
saciarse en 10 minúsculo, en la espesura y densi-
dad de todas las relaciones cósmicas. Tal vez mu-
chos cuadros post expresionistas ofrezcan a la pri-
mera mirada el aspecto de algo lento y dificultoso;
pero después permiten una compenetración que,
cuando se realiza plenamente, nos descubre goces
secretos y gracias íntimas de la existencia, que ni
siquiera sospechaba el idealismo puro, unificador,
del arte abstracto. El impresionismo y el expresio-
nismo aspiraban a un arte excitante, sorprendente,
sugerente, que, con sus amplias cuadrículas, quería
estimular en los hombres la labor de la fantasía, las
resonancias y creaciones personales. Pero la pintura
última quiere ofrecernos la imagen de lo absoluta-
mente acabado y completo, de lo conformado mi-
nuciosamente, oponiéndola a la vida eternamente
fragmentaria, hecha de harapos, como arquetipo de
integral estructuración, incluso en 10 más pequeño.
Algún día podrá el hombre también recrearse en la
perfección de este concepto.
ANTIDINAMI5MD
- 80-
dES CONFORME CON NUESTRA
ÉPOCA UN ESTILO ESTÁTICO?
- 108-
RENACIMIENTOS
9
ESQUEMA
Expresionismo. Post expresionismo.
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1
1
1
1
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1
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1
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1
1
APÉNDICES
- 133-
tarios, con brillo de esmalte frío: una mandolina, infantil-
mente acostada junto al cuerpo; un cántaro abandonado, que
se alza solitario hacia el disco de la luna, que ilumina fría-
mente el conjunto. Todo el cuadro - y esto es lo portento-
so - está, hasta en sus últimos rincones, cuajado en una úni-
ca sustancia: una tiniebla nocturna, azul-verdosa, con bri-
llo de arena. Pero no volatilizada en lirismo atmosférico, sino
- y en esto reside el carácter fabuloso del cuadro - crista-
lizada en el mundo de objetos tangibles, bruñidos y recor-
tados. El conjunto está tratado como madreperla o vidrio.
En el cuerpo fulvio del león, los planos son oscuros, noctur-
nales; pero en ellos, como en el lomo de las montañas lejanas,
brilla la nevada claridad de la luna.
La guedeja del león - lúgubre interpretación - parece
erizada maraña de bl'illantes alambres eléctricos; los ojos del
animal, de una dureza horrorífica, son, en parte, como ruede-
cillas de máquina, y en parte, como mirada congelada de pe-
queño reptil.
En el cuerpo humano, que yace como un fruto graso, a
manera de plátano, está también aprisionada la oscuridad de
la noche. Todo el cuerpo, envuelto en la piel del vestido tro-
pical, brillante dé luna, que se podría pelar en tiras carnosas,
está surcado de astiles color blanco y verde-claro. Las uñas
de la mano y de los hinchados pies bl'illan como diminutas
astillas de luna y recuerdan los fosforescentes y breves mo-
luscos en la orilla del mal', a la noche. Yen la boca del hom-
bre resplandecen dientecillos de animal como gotas caídas de
la luna. En la mandolina ocurre lo propio: junto al bostezo
oscuro de su boca, y a su negro cuello, brilla lunar la super-
ficie del mástil. Pero las blancas cuerdas son como alambres
arrancados de un lejano telégrafo, atiesados por el frío de la
noche, hasta el riguroso nudo con que se agarran a las blan-
cas llavecillas de porcelana,
Toda la composición es de una ingenuidad tan caracterís-
tica, por su significación, y de una estructuración tan sólida,
que siempre nos sumirá en el mayor encanto.
- 134-
II
- 135 -
ve de ello para separarlo todo claramente e üuminar la for-
ma plástica.
Ciudad mundial. - Obsérvese en estos dos cuadros, ante
todo, la exacerbación de la minuciosidad, que q'uiere hacer
sensible las más pequeñas grietas de los muros, los ínfimos
poros de este cuerpo urbano, estrechamente amontonado. Se
ve ahora, como por un microscopio, a los hombres pulular
en la más honda profundidad de las celdülas de este gigan,;..
tesco panal. (Minuciosidad en la imagen pegada, pero que no
depende de la fotografía, sino al revés: la fotografía se insertó
en la pintura, por haberse despertado el goce en la exactitud
obíetiva.)
«Naturalezas muertas» sobre mesa redonda. - En la obra.
de Schrimpf se observa la nueva solidez en la sustancia de
realidad y fuerza espacial con que están extendidos la mesa,
las plantas, los utensilios. En Metztinger (que después ha va-
riado), casi los mismos utensilios; pero lo que más se afirma
esla redondez de la mesa. Por lo demás, saltos audaces de la
perspectiva horizontal a la vertical; atrevidas ensambladuras,
despedazamientos y penetraciones de los objetos. En lugar de
estos ritmos galopantes y atropellados, hay, en la obra de
Schrimpf, la constancia de la melodía.
Doble retrato. - Se busca en una pareja humana, de
nuestra época, lo titánico, en que están encapsuladas energías
brutales, rudas. Después se aspira a una rehumanización, a
una nueva humanidad, conciliación de la cultura primigenia
con el pulimento de la cultura (correspondiente al bruñido de
las superficies).
Casas junto al estanque. - Primero edificios, cuerpos,
pero también reflejos apelotonados en bloques pequeños"
aplanados, en donde todo vacila y se confunde, el arriba y el
abajo, la realidad y la mera apariencia. Después, todo ejecu-
tado como una filigrana, separado, aislado claramente uno de'
otro y, sin embargo, quimérico.
Paisaje. - La simple vegetación es concebida de manera
distinta en uno y otro cuadro. Primero, los prados, las ramas, .
y las copas de los árboles son tratados como una única masa
rumorosa. Después, como miembros netamente separados de:
- 136-
un cuerpo terrenal fuertemente asentado, desnudo. De este:
cuerpo, los árboles - brazos escurridizos como serpientes-
se levantan, con sus exactas siluetas, hacia el cielo. Se abren.
perspectivas, y son separados enérgicamente el firmamento del
suelo, que antes se confundían en el apelotonamiento general.
Casi vuelve a ser aceptada la articulación de los planos en pro-
fundidad (como en la post Edad Media) - plano primero, me-
dio y último - , con la cual se alcanzó tan unívoco ritmo de la
profundidad, antes de que la pintura holandesa del si-
.glo XVII - Y después la de 1800 - ablandara, suavizase el
espacio por el tono único, Mientras en el paisaje de Macke,
el suelo, el ramaje, la casa afirman pesadamente el primer
plano, en el de Mense las partes se retiran tímidamente para
hacer posible una amplia mirada de conjunto. iÁ qué profun-
didad nos lleva la casa! (donde termina el primer plano), y to-
davía más lejos se abre y extiende el lago, y más allá todavía,
en el horizonte, una cordillera, sobre la que se cierne el res- .
plandor nocturno en una clara lontananza.
IU
POST EXPRESIONISMO
- 137-
~pesada, y que pretende seguir siendo concreta, a pesar de la
estilización cubista.
Scbrimpf. - Sus nuevos cuadros son aún más objetivos
que los «Caballos salvajes» y la «Durmiente»: éstos tienen,
sin embargo, ya una tranquila ejecución de masas y líneas.
Mense. - El paisaje de Mense tiene afinidad con "Dur-
miente», de R.ousseau, con "Adiós» y "Casa junto al estan-
que», de Spies, y, sobre todo, con el "Tío vivo», de este últi-
mo; pero también con las litografías de Dravrínghausen, el
cuadro de Heise y los cuadros semejantes de Scholz y los es-
candinavos. Todos estos muestran una reaparición de los
cuadros nocturnos y lunares. Tenía que ocurrir esta reapari-
.ción precisamente en el momento en que se hubo vuelto a
practicar el claro contorno junto a la frialdad metálica y la
estrechez de los colores. No fué tampoco casual el floreci-
miento que los cuadros nocturnos experimentaron hace cien
años.
Riiderscbeidt y Dravringheusen. - Ambos cuadros son
.ejempjos importantes de que la fuerza expresiva puede resi-
dir en la absoluta inmovilidad, en la rigidez, donde el hom-
bre queda petrificado como un vaso, y nos hace evocar esta
grandiosa pregunta: ¿Qué es la vida? ¿No está lo orgánico
tan preso, tan cautivo como lo inorgánico?
Benedik y Bortnijk. - Estos ejemplos de pintores h úriga-
IOS expresan cosa semejante.
Babij y Kanoldt. - Tres clásicos ejemplos de la infiltra-
ción o compenetración de designios cubistas, en contrapunto
con la más exacta reproducción de la naturaleza.
Dix, - Es extraño ver el papel que desempeña, en el
propio Díx, la pintura de 1800: en el retrato de su hija, son
evidentes las resonancias de :R.unge. Precisamente en los tra-
bajos maduros de este pintor - tan en otro sentido, moder-
no - pudieron volver a influir la exactitud objetiva, el fir-
me modelado, la precisión metálica de las superficies, en
.suma, los elementos varoniles de la pintura vieja.
George Gross. - En el primer ejemplo existen todavia
elementos cubistas; en el segundo, dadaistas. Pero ambos pa-
tentizan el carácter lúgubre, siniestro, de lo claro (en nues-
- 138-
-tra segunda reproducción no resalta). Esta visión horrorífica
de un Gaya de 1900 pretende presentar a los hombres como
máquinas, como autómatas, empotrados en el bostezo vacío
de la oficina de la urbe mundial. Visión de lubricidad como
único resto de vida en medio de esta existencia maquinal, va-
cía, estruendosa.
Walter Spies. - Resonancias fantásticas de la interpre-
tación expresionista del espacio, en el fondo de "Adiós».
Confusión de tamaños en "Tío vivo», donde muchas figuras
situadas en el último plano son mayores que las del prime-
ro. Más tarde, este rasgo desaparece ele la pintura de $pies.
En toda ella persiste, sin embargo, como rasgo común, la
realidad amorosa y penetrante. Ningún otro muestra hasta
el mismo punto la nueva manera de narrar. Véase (,Adiós»,
pero sobre todo el "Tío vivo», cuya graciosa cadena de figu-
ras, en el primer plano, debe mirarse con atención; en ellas el
.saltimbanqtrí produce una impresión humorística y al mis-
mo tiempo observada con recogimiento psicológico.
Herbin)7 Miro. - Otros dos ejemplos de la escuela de
:Rousseau. El primero, en concepto de trasunto finamente
apretado de la naturaleza; el segundo, como representación
encantadora, mulriparríta, de partecillas construidos con ab-
soluta inmediatez natural. Pero :Miro sólo raramente pertenece
a nuestra esfera; su composición suele seguir siendo abstracta.
Eouiita. - Un japonés influenciado en París por Henri
Rousseau, según puede justificarse por otras obras suyas.
Coubine )7 Alix. - La afinidad de estos dos cuadros reside
en la cantante inflexión de las formas, que vuelve a emplear-
se aquí, aunque la una en "Piano», la otra en pesado darte».
Kars)7 Togores. - La coherencia y rotundídez de las ma-
sas en el primer ejemplo, alcanza en el segundo, más reciente,
la suma realidad de la carne.
Picasso. - Podemos distinguir en este pintor, hasta aho-
ra, cuatro períodos. Primero lírico, con objetividad de super-
ficies continuas. Luego cubista, con objetos quebrados y en
amplía proporción, absortos. Nlás tarde, clasicista, que es del
que proceden los tres ejemplos reproducidos; en este período
sigue resonando a veces el período anterior. Finalmente, una
- 139-
oscilación entre la forma abstracta y la forma objetiva, que
es el período actual. Esta oscilación entre dos formas plásti-
cas se encuentra también en otros artistas, como Juan Miró y
Max Ernst. En muchos denota solamente vacilación e indeci-
sión. En otros, en cambio, como en el músico, un oscilar entre
música absoluta y música aplicada a determinados objetos.
Max Ernst. - En la manera de presentar el cuerpo, con
la forma fantástica del desnudo - en parte pájaro y en par-
te hélice - , en la figura concomitante del fondo, figura re-
ticular, dispuesta como una sombra de la mujer, resuena otra
vez el dadaísmo, a cuya .fantasía queda ventajosamente en-
troncado Max Ernst, que a veces parece un nuevo Bosco.
Junto a este rasgo, muestra este joven pintor de París (un
hombre del Rhin que momentáneamente habitó en las In-
dias) rasgos clásicos, como en este cuadro el esbelto alarga-
miento del desnudo sobre un sereno paisaje natural. El
grabado reproducido después muestra un escrupuloso dibu-
jo de detalles reales en medio de una gran imaginación, en
donde se trata, como en el cuadro de fotografías pegadas, de
Citroen, de utilizar parcialmente trozos de imágenes hechas.
Mauny y Tbévenet, lo mismo que Huber, en parte tam-
bién Coubine, menos Derain y Kars, son ejemplos, de la nue-
va manera que tiende hacia lo pintoresco.
Kretzscbm.ar muestra todavía muchas resonancias, del es-
tilo del Brücl{e, por ejemplo. Pero la alineación rigurosa-
mente paralela, tranquila, de las cuatro muchachas; el dibujo
de las piernas y de las casas en líneas exactas, delgadas, reve-
lan la nueva manera.
Galanis sirve de documento para demostrar que también
el grabado en madera se asimila a las nuevas exigencias. El
grabado expresionista en madera, pretendió (en Heckel, Pech-
stein y otros) hacer sentir el carácter elemental de la técnica,
con sus sobrios cortes y tajos en la madera, haciendo, por
ejemplo, de un desnudo humano una obra de carpintería.
Pero poco a poco fué desapareciendo este orgullo por la técni-
ca primitiva. .sin querer, por ello, apagar enteramente su
fuerza peculiar, intensíficase hoy donde quiera la facultad de
la técnica para acomodarse al objeto. Suprimiendo por com-
- 140-
pleto la raya única, .se engendra la rotundidez intacta del
cuerpo humano. Pero los espacios blancos toman el carácter
de una parte iluminada, empleada para producir un modela-
do discreto. Al pasar toda la manera de sentir la vida de lo
Iígneo a lo metálico, el nuevo grabado en madera tiende a
producir la impresión del grabado en cobre.
Heise. - También la litografía cambia paralelamente. Ya
no se pretende obtener con esta técnica efectos pintorescos,
sombreados, sino, sobre todo, la vigorosidad formal y objetiva
mayor que sea posible.
IV
- 141
Añadimos aquí una lista de nombres de artistas, algunos.
de los cuales trabajan desde hace años en la dirección post
expresionista; otros siguen sus designios desde hace poco.
Esta relación está ordenada alfabéticamente y comprende
pintores de la más distinta actividad renovadora y de las ca-o
Iidades más diferentes:
PRÓLOGO . . . . . . . . . 11.
Introducción. . . . . . . . 13
Sobre la historia del presente. 17
Menosprecio de nuestra época. 19
Sistema del expresionismo . 25
¿Desviación o coexisten.cia? 31
Los nuevos objetos. . . . 34-
La objetividad. . . . . . 39
La proximidad del objeto como creación espiritual 48
¿A.bstracción o proyección sentimental? . . . . . 52
La expresión propia de la naturaleza. (Arte y fotografía.) 54
:el nuevo espacio. . . . . . o • • • • 64-
}·lás pequeño que el natural (miniatura). 68
.Antidinamismo. . . . . o • • • • • • 74
¿Es conforme con nuestra época un estilo estático? 81
Direcciones del post expresionismo 84
R.enacimientos. . o • • 109
Ojeada a otros territorios . 118
Esquema. . . o • • • • 131
ApÉNDICES: 1. Análisis de un cuadro post expresio-
nista o • • • • • • • • • • 133
no El expresionismo y el post expresionis-
mo comparados:'. o • • • • 135
lII. :Post expresionismo. . . . . . . úJ7
IV. Lista de los artistas reproducidos. 141
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EL EXPRESIONISMO
Y EL POST EXPRESIONISMO
COMPARADOS
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DELAUNAY. Plaza pública.
CHIRIeo. Plaza pública.
DELAUNAY. Ciudad mundial.
CITROEN. Ciudad mundial (hecha de fotografíasjpegadas).
METZINGER. Naturaleza muerta sobre mesa redonda.
SCHRIMPF. Naturaleza muerta sobre mesa redonda.
SHMIDT-ROTTLUF. Doble retrato.
MENSE. Doble retrato.
UHDEN. Casas junto al estanque.
SPIES. Casa junto al estanque.
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POST EXPRESIONISMO
CARRÁ. Hijo.
FUN!. Mujer.
CHIRreo. .Autorretrato.
CHIRreo. Paisaje romano.
OPPI. Amigas.
SCHRIMPF. Naturaleza muerta.
,
MENSE. Vera.
RADE,RSCHEIDT. Encuentro.
DAVRINGHAUSEN. Arrivista.
BENEDEK. Autorretrato.
BORTNYIK. Fragmento de un cuadro.
BORTNYIK. Cuadro.
KANOLDT. Escarcha.
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DIX. Autorretrato con modelo.
DIX. Mi hija.
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KARS. Desnudo.
TOGORES. Durmiente.
SCHUJl\.YEV. Autorretrato.
M. ERNST. La belle jardírriere.
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BECKMANN. Aguafuerte.
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WALTEROWNA ZUR MUEHLEN. Fruta exquisita.
HUBER. Dibujo a 1a p luma.
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KARS. Dibujo.
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