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LA VENTA DE CARGOS Y EL CONSEJO DE INDIAS

DURANTE LA GUERRA DE SUCESIÓN *


GUILLERMO BURGOS LEJONAGOITIA

Aceptado por el Comité Científico: 30-05-2010.

La Guerra de Sucesión marcó uno de los momentos de mayor intensidad en


la práctica de la venalidad en España. Si bien las primeras intenciones de Felipe
V con respecto a la venta de cargos y honores fueron las de su erradicación
—Real Cédula de 6 de marzo de 1701— el acontecer bélico y las subsiguientes
necesidades económicas forzaron a un cambio en la política de provisión de
puestos de justicia, hacienda, gobierno y militares mediante el beneficio, además
de títulos nobiliarios y hábitos de las Órdenes Militares.
El pequeño ciclo no venal que enmarcan los años 1701 y 1703 1 es sólo
un paréntesis dentro de un proceso heredado del siglo XVII 2. No hay duda de
que la venalidad durante la contienda sucesoria es una etapa más de un largo
período que, para el caso de la venta de cargos en las audiencias americanas,
Burkholder y Chandler denominaron «edad de la impotencia» y que se prolongó
entre 1687 y 1750. Sin embargo, las circunstancias en que se desenvuelven estos
años los hacen merecedores de un estudio pormenorizado que atienda a todos
los aspectos que se derivaron de la práctica de la venta de cargos.
Este estudio de la venalidad, además del ámbito cronológico que comprende
la Guerra de Sucesión, tiene otro de carácter geográfico, las Indias. En este
sentido, toda la actividad que se desarrolla debemos observarla en relación al
organismo que ostentaba la competencia de la provisión de cargos en Ultramar,
el Consejo de Indias, pues desde 1701 la Cámara de Indias había quedado su-

* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación de I+D Venalidad


de cargos y honores en la España del siglo XVIII (HAR2008-03180), financiado por el Ministerio
de Ciencia e Innovación.
1. A pesar de que se detuviese la importante venta de cargos, esto no significó que durante
este paréntesis no se siguieran vendiendo algunos. El cambio de política en este sentido sólo afectó
a los que según las leyes nunca debieron haberse vendido a cambio de servicios pecuniarios y que
se negociaban en las covachuelas. Cif. en Luis Navarro García, «Los oficios vendibles en Nueva
España durante la Guerra de Sucesión» En Anuario de estudios americanos, 1975, XXXII, pág. 135.
2. Sin olvidar que fue el siglo XVII el de mayor incidencia de la venalidad, para el caso de
América fue el propio Consejo de Indias el que ya en 1558 propuso crear y vender oficios de escri-
banos a «personas hábiles y suficientes». Cif. en Antonio Domínguez Ortiz, La sociedad americana
y la Corona Española en el siglo XVII, Madrid, 1996, pág. 175.
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primida. Por esta razón, es necesario saber en qué lugar se sitúa el Consejo y
hasta qué punto estuvo relegado para la dotación de cargos de su jurisdicción.
Los trabajos sobre venalidad en Indias son abundantes 3 pero, en general,
todos ellos responden a preguntas muy concretas, es decir, la venta de cargos en
un determinado virreinato durante un periodo de años concreto. Mención especial
merece el trabajo que para la misma época que estoy tratando realizó Francisco
Andújar Castillo 4. En él, su autor amplió el marco de estudio, permitiendo
una visión global de la venalidad española y americana durante estos primeros
años del reinado de Felipe V. En uno de sus capítulos, «El gran mercado de
Indias», señaló la necesidad de un estudio global de la venalidad en América
a la vez que trazó las directrices generales del mismo y sus aspectos más ca-
racterísticos. El conjunto de estos estudios deja sin embargo algunos aspectos
por estudiar. Estamos hablando de una realidad con dimensiones que exceden
un solo ámbito. La historiografía sobre la venalidad en Indias debe dar un paso
adelante y proporcionar visiones de conjunto que abarquen de manera sistemática
un marco cronológico más amplio; todos los tipos de operaciones venales ya
sean de justicia, gobierno, militares u otros, y todo ello en el conjunto de los
territorios cuya administración comprendía el Consejo de Indias.
En este trabajo pretendo hacer una breve introducción al estudio de la ena-
jenación de cargos por parte de la Corona durante los primeros años del siglo
XVIII. Para ello, y como punto de partida de un estudio posterior, es importante
trazar las líneas generales de dos aspectos. Por una parte, la venalidad en los
territorios americanos y, por otra, el papel que durante esta intensa etapa de
ventas de cargos jugó el Consejo de Indias.

INDIAS, LA GRAN ALMONEDA:


UN NEGOCIO DE CUARENTA MILLONES DE REALES

La venalidad es la obtención de cargos y honores por dinero. En este epí-


grafe pretendo esbozar lo que supuso para la Corona la enajenación de oficios
de gobierno, justicia, hacienda, militares y político-militares así como las dis-
pensas para ejercer determinados cargos a pesar de las prohibiciones legales

3. Cabría destacar los de Michel Bertrand, Grandeur et misère de l’office. Les officiers de
finances de Novuelle-Spagne. XVIIe-XVIIIe siècles, París, 1999; Mark Burkholder y Dewitt Chandler,
De la impotencia a la autoridad: La Corona española y las Audiencia en América, 1687-1808.
México, 1984; Ángel Sanz Tapia, ¿Corrupción o necesidad?: la venta de cargos de Gobierno ame-
ricanos bajo Carlos II (1674-1700). Madrid, 2009; Luis Navarro García, «Los oficios vendibles en
Nueva España durante la Guerra de Sucesión», Anuario de estudios americanos, 1975, XXXII, págs.
133-154 y Alfredo Moreno Cebrián, «Venta y beneficios de los corregimientos peruanos», Revista de
Indias, 143-4, 1976, págs. 213-246.
4. Francisco Andújar Castillo, Necesidad y venalidad. España e Indias, 1704-1711.
Madrid, 2008.
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que lo impedían. Se trata de una operación que, según los datos registrados en
la Tesorería Mayor —que desde luego no suponen la totalidad de los ingresos—
se puede cifrar en 39.039.955 reales 5. Sin embargo, se hace imprescindible
realizar una serie de aclaraciones previas.
Para empezar, la cifra que se aporta es, desde luego, una estimación a la
baja. Sólo se han tenido en cuenta para su obtención las ventas por dinero y
aquellas en especie cuyo valor conocemos documentalmente. Es por ello que
quedan fuera del cálculo un importante número de ventas cuyo valor exacto
no podemos conocer directamente. Por otra parte, en ningún momento se han
contabilizado las ventas de títulos nobiliarios ni ningún otro tipo de mercedes
u honores.
También debemos tener en cuenta otro tipo de características de las ope-
raciones venales. Si uso el término de «operación» es porque en muchas oca-
siones, una determinada cantidad de dinero comprendía varios elementos y la
documentación sólo nos proporciona el monto total del conjunto. Es bastante
normal encontrarnos con ventas de cargos de justicia en las que, junto con el
propio oficio, se incluía la dispensa de contraer matrimonio con una mujer
natural de esa jurisdicción o la dispensa de ejercer el oficio en la jurisdicción
de la que el sujeto era natural. En esos casos el precio de estas ventas no se
solía desvincular del pagado por el oficio, salvo que la compra de la dispensa
se hiciese con posterioridad a la del oficio. También, en muchas ocasiones y
sobre todo en los cargos de gobierno, la operación incluía la facultad de poder
nombrar un teniente que ejerciese la plaza. En estos casos no podemos saber
qué cantidad corresponde al oficio y cuál a las cláusulas adicionales. En este
sentido, mención especial merecen los oficios de gobierno político-militares, es
decir, aquellos para cuyo desempeño era necesario tener un determinado rango
del escalafón militar. Existen muchas ventas en las que junto con este tipo de
cargos se están vendiendo grados militares, aunque no siempre se hacía constar
en la transacción. También un precio sospechosamente alto pagado por un cargo
político-militar podía ser señal de que su venta incluía la del rango necesario
para su desempeño. Incluso en las ocasiones en que conocemos que se produjo
una venta doble, es decir, del cargo y de las condiciones previas del individuo

5. Para la obtención de esta cifra además de para la elaboración de los cuadros I y II se ha


realizado un cruce de distintas fuentes contenidas en Archivo General de Simancas [AGS], Tribunal
Mayor de Cuentas, legajos 1.871, 1.875, 1.880 y 1.889; Archivo Histórico Nacional [AHN], Estado,
legajos 532, 595-1, 595-2, 774, 849, 874, 2.324, 2.307, 2.329; AHN, Consejos, libros 279; Archivo
General de Indias [AGI], Indiferente General, legajos 525, libro 1; 584, libro 4; 708, 709, 710, 711,
712, 713, 714, 715 y AGI, Contratación, legajo 5.786, libro 2.
Archivo General de Simancas [AGS], Tribunal Mayor de Cuentas y Dirección General del Te-
soro; Archivo Histórico Nacional [AHN], Estado y Archivo General de Simancas [AGI], Indiferente
General y es resultado de la suma de todas las operaciones venales del periodo 1704-1711 cuyo
valor conocemos.
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para su desempeño, no podemos saber la cuantía abonada por cada concepto 6.


Algo parecido ocurre cuando en una misma operación el comprador se hacía
con varios oficios de un mismo tipo, algo bastante común para el caso de los
corregimientos y alcaldías mayores, por un precio cerrado. Tampoco en estas
ocasiones podemos conocer el valor por separado de cada uno de los oficios
que se compraron. Por lo tanto, no podemos más que hablar de número de
operaciones venales y su valor, a sabiendas de que muchas de estas operaciones
incluyeron más de una venta 7.
Este tipo de consideraciones previas hace que, además de saber que la cifra
que se proporciona para el total de la operación venal está expresada a la baja,
conozcamos también que cualquier tipo de clasificación tendrá un determinado
margen de error, pues irremediablemente se le adjudicarán a determinados oficios
un valor que no habrían alcanzado a no ser que junto con ellos el comprador
hubiese adquirido otras cosas tales como dispensas o grados militares. A pesar
de ello y vista la necesidad de expresar de algún modo de qué manera se com-
puso el capital que percibió la Corona a través de la venta de oficios en Indias
debemos intentar una clasificación.
Atendiendo a la cantidad de dinero que se obtuvo de cada uno de los tipos
de oficios vendidos, podemos decir que, sin lugar a dudas, fueron los de go-
bierno, corregidores, alcaldes mayores, gobernadores y alguaciles mayores, los
que produjeron unos ingresos mayores pues suponen en torno a los 15.319.800
reales (39’25% del total). Sin embargo, si nos fijamos en el valor medio de
todas las ventas para esta época, 53.333 reales, y lo comparamos con el mismo
valor medio de los oficios de gobierno, 36.915 reales, vemos cómo la mayor
parte de las ventas de oficios de gobierno fueron de precios relativamente bajos,
sobre todo si tenemos en cuenta que atendiendo sólo al número de operaciones
venales, las de gobierno supusieron casi el 57% del total. La enorme oferta,
la venta de oficios de este tipo en régimen de futuras, y segundas e incluso
terceras futuras 8, que abarataron el precio de los mismos, y el amplio abani-
co de oficios que representan hacen que, a pesar de la importancia global del
grupo, en particular el beneficio de determinados cargos de gobierno pueda ser
considerado como operaciones menores si tenemos en cuenta sus precios. Se
trata de un conjunto muy heterogéneo en el que encontramos desde la venta del
corregimiento de Chiquimula por 6.000 reales o la alcaldía mayor de las minas

6. Tal es el caso de Antonio Landeche quien en 1707 compró conjuntamente por 45.000 reales
la capitanía general de la Isla de La Española junto con el grado de Coronel. Archivo General de
Simancas [AGS] Dirección General del Tesoro, inventario 2, legajo 2.
7. En 1707, Juan Olóriz compró por 9.000 pesos las alcaldías mayores de San Luis de Potosí
y Tlapa sin que podamos cuantificar el valor de éstas singularmente. AGS, Dirección General del
Tesoro, Inventario 2, legajo 3
8. Francisco Andújar Castillo, Necesidad y venalidad…, op. cit., pág. 255.
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de Tegucigalpa por 4.500 hasta los 102.000 reales que pagó Alonso Ortega en
1705 por el corregimiento de Andes del Cuzco 9.

Cuadro I. Ingresos en reales por operaciones de ventas de oficios en Indias (1704-1711)

Político-
Gobierno Justicia Hacienda Militares Dispensas Otros Total anual
militares
1704 143.500 64.000 478.500 0 689.000 45.000 0 1.420.000
1705 1.688.122 180.000 255.000 54.000 169.500 105.000 7.500 2.459.122
1706 1.406.578 180.000 677.450 63.029 559.000 45.058 30.106 2.961.221
1707 1.807.500 1.398.400 274.400 249.000 258.200 12.000 120.000 4.119.500
1708 3.325.200 1.882.000 1.789.200 246.250 651.000 24.000 499.200 8.416.850
1709 1.461.600 1.045.705 1.327.500 165.000 1.505.500 34.500 115.500 5.655.305
1710 1.361.300 1.884.500 958.500 73.500 776.500 31.157 166.500 5.251.957
1711 4.126.000 1.885.500 1.638.000 172.500 484.000 60.000 390.000 8.756.000
Total 15.319.800 8.520.105 7.398.550 1.023.279 5.092.700 356.715 1.328.806 39.039.955

Sin duda, los oficios que por término medio presentan un valor más alto
son los de justicia. En cifras absolutas aportaron al total de la operación venal
de Indias entre 1704 y 1711 un total de 8.520.105 reales (21’8%) a pesar de
representar poco más del 11’7% del total de las operaciones. La opinión sobre
que la administración de justicia fuese objeto de especulación fue en general
negativa. Juan Solórzano escribió, en clara contraposición al proceso que estaba
acaeciendo, que era mejor buscar a los sujetos que no deseaban ansiosamente
estos oficios y que hubiesen dado muestras de prudencia y entereza, obligán-
dolos, si fuera necesario, a aceptarlos por la fuerza 10.
Sin embargo, los oficios de justicia siguieron siendo objeto de especulación
a pesar de que se insistió en que dada la importancia de los mismos, su adju-
dicación, además de en personas con estudios jurídicos, sólo debía recaer en
sujetos «tan capaces que en condiciones normales merecieran la designación por
sus cualidades y antecedentes de servicio» 11. También se quiso que los precios
de los oficios de justicia no superaran un nivel excesivo que crease barreras
para el acceso a aquellos sujetos capaces por sus «cualidades y antecedentes»
pero no tanto por su hacienda 12. Sin embargo, los datos que se aportan para el
conjunto de los oficios muestran que la teoría no fue aplicada pues los precios
medios de los oficios de justicia siguieron siendo altos (Cuadro II). Por otra
parte, la venta de magistraturas en América supuso además, el doble proceso
que Burkholder y Chandler describieron cuando afirmaron que, por medio de

9. AGS, Tesorería Mayor de Cuentas, legajo 1.870; AGS, Dirección General del Tesoro,
inventario 24, legajo, 2 y AGI, Indiferente General, legajo 525, libro 1.
10. Alfredo Moreno Cebrián, «Venta y beneficio…», op. cit., pág. 214.
11. Mark Burkholder y Dewitt Chandler, De la impotencia…, op. cit., pág. 36.
12. Ibidem.
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las ventas, el rey estaba deshaciéndose de su poder a cambio de dinero y, junto


a ello, poniendo este poder en manos de criollos que pasada alguna generación
lo emplearían contra la Monarquía.

Cuadro II. Importe medio anual en reales por operación venal según los tipos de oficio (1704-1711)

Gobierno Justicia Hacienda Militares Político- Dispensas Otros Importe


militares medio anual
1704 35.875 64.000 159.500 0 172.250 45.000 0 109.230
1705 35.169 180.000 85.000 18.000 33.900 52.500 7.500 39.033
1706 58.607 75.000 72.272 21.009 139.700 22.529 15.058 61.692
1707 35.441 127.127 30.488 35.571 43.033 12.000 120.000 47.901
1708 34.637 134.428 77.791 30.781 93.000 4.800 249.600 54.302
1709 31.773 80.438 110.625 11.500 83.638 11.500 57.750 55.542
1710 28.360 89.738 56.382 69.300 110.928 7.789 55.500 49.083
1711 42.102 85.704 68.250 34.500 161.333 15.000 195.000 55.417
Total 36.915 99.070 73.985 24.958 92.594 16.214 102.215 53.333

En cuanto al resto de oficios que se enajenaron, fueron los de hacienda los


que aportaron una suma más sustancial que alcanzó los 7.878.550 reales. Los
oficios de hacienda eran también costosos, de media, cada operación venal de
hacienda suponía un desembolso para su comprador de 78.000 reales. Como en
los casos anteriores, el espectro de precios fue desde los 277.000 reales que pagó
en 1704 Juan José Fernández Miranda por la contaduría de la Caja de Cuzco 13
a cifras más modestas, como los 5.000 reales que se pagaban por una plaza de
oficial de cuentas de algunas de las Cajas Reales.
Los cargos político-militares, es decir, las capitanías generales, gobiernos
militares, presidencias de audiencias, a excepción de la de Guadalajara, y
gobiernos de plazas y castillos, cabe decir que, por su propia naturaleza, por
incluir a veces la adquisición de un determinado grado militar y por el poder
que ejercían sus titulares, amén de la honra que significaba servir al rey en
semejantes puestos, es normal que sus enajenaciones ofrezcan una media por
operación alta de 92.594 reales. No obstante, ya hemos señalado lo difícil que
es medir el valor del cargo propiamente dicho, por ir muchas veces acompañado
del grado adecuado a su desempeño. En su conjunto supusieron un 13% de los
ingresos por cargos enajenados en Indias entre 1704 y 1711.
Por lo que respecta a los oficios militares, que en muchas ocasiones fueron
pagados en especie y en muchas otras por cuenta de asentistas privados, sólo se
han podido contabilizar cuarenta y una operaciones por un valor de 1.023.279
reales, cifra que a buen seguro es incompleta debido al interés de los compra-
dores por encubrir el acceso a estos oficios por beneficio. Para el cómputo de

13. AGI, Indiferente General, legajo 708.


LA VENTA DE CARGOS Y EL CONSEJO DE INDIAS DURANTE LA GUERRA... 645

este grupo se han tenido en cuenta todos los grados militares, capitanías, grados
de coronel, brigadier e incluso de teniente general, que se vendieron para su
ejercicio en Indias.
Como se ha dicho, muchas de las operaciones venales que se realizaron in-
cluyeron multitud de disposiciones adicionales para amoldar, a cambio de dinero,
la compra del oficio que se estaba realizando a las necesidades del comprador.
También, los compradores de oficios de gobierno y hacienda, pudieron por esta
vía nombrar tenientes, es decir, subarrendar los oficios cuando no los ejercían
los propios familiares, e incluso lograron facultades para revender los empleos
adquiridos. De este modo, no es extraño que en un mismo momento un solo
comprador se hiciese con distintos corregimientos que, obviamente, no podía
gestionar personalmente y que, merced a pagos de mayor cuantía, podía vender de
forma privada a otras personas. Distinto es el caso de quienes compraron varios
oficios en los que emplear a su descendencia por vía directa o, en el caso de las
hijas, para mejorar su dote. En cualquier caso, y a pesar de la proliferación de
este tipo de cláusulas, resulta imposible diferenciar su monto en cada una de las
operaciones por no quedar reflejados en los contratos los distintos conceptos de
pago y su valor por separado. No obstante, se documentan un grupo de compras
de este tipo efectuadas con posterioridad a la compra del cargo, surgidas sin
duda de la necesidad de adaptarlas a algún tipo de circunstancias o apetencias
concretas. Estas últimas suman sólo 356.715 reales.
Por último, tenemos otro pequeño grupo de operaciones de distinta naturaleza
que no podemos incluir en ninguna de las categorías anteriores y que importan
1.328.806 reales. El alto valor medio de las operaciones de este grupo, 102.215
reales, es consecuencia de que, habiéndose contabilizado sólo trece, entre ellas
hay algunas de gran importancia. Se trata por ejemplo del alguacilazgo mayor
de la Inquisición de Lima que en 1711 adquirió por la nada despreciable cifra
de 360.000 reales el rico comerciante cántabro afincado en Lima Alonso Cal-
derón de la Barca 14 o del oficio de tallador mayor de la Casa de la Moneda de
México que en 1708 compró a perpetuidad el también cántabro Pedro Sánchez
Tagle por la aún mayor de 480.000 reales 15.
En su conjunto y con los datos que tenemos, el total de las ventas para esta
época nos aporta unos ingresos medios de 4.879.994 reales al año. Desde que
se reabre el mercado venal en Indias en 1704, en que se realizaron operaciones
de beneficio de oficios por valor de 1.209.500 reales, la recaudación producto
de las ventas por año subió de manera constante. Como es natural, el año 1704
es el principio de la operación y el monto total es bajo si lo comparamos con
la media anual. Lo importante a mi juicio es ver el desarrollo de los ingresos
de la Corona por este concepto para el total del periodo tratado. El volumen de

14. AHN, Estado, legajo 532.


15. Rafael Domínguez Martín y Mario Cerutti, De la Colonia a la globalización. Empresarios
cántabros en México, Santander, 2006, pág. 28.
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ventas en dinero no dejó de crecer entre 1704 y 1708. Del primer al segundo
año las ventas aumentaron en un 103’3%; un 17’9% entre 1705 y 1706 y un
41’8% de 1706 a 1707. El gran salto vino en el ejercicio siguiente. Si en 1707
se habían obtenido 4.114.500 reales, la recaudación del año siguiente ascendió a
los 8.416.850 reales, en una proporción del 104%. Los años 1709 y 1710 fueron
de un fuerte descenso en los ingresos por venalidad, llegando la bajada hasta el
punto de que en 1710 se ingresaron sólo 5.241.957 reales. Por último, en 1711
obtenemos la cifra de ventas más alta del ciclo venal con 8.756.000 reales.
Estamos tratando una entrada de dinero importante a la que seguro se deben
añadir otras cantidades que en el momento de la redacción de estas líneas no
podemos precisar. Entre ellas, importante sería saber qué parte corresponde a
oficios de Indias de los 3.081.000 reales que se ingresaron entre 1704 y 1711
en concepto de «beneficio secreto» en la Tesorería Mayor de Guerra, en su in-
mensa mayoría por mano de Bartolomé Flon 16. A pesar de todo, no podemos,
por incompleta que sea la cifra, dejar de valorar la importante aportación que
supuso para la siempre complicada economía de guerra. Creo que ha quedado
demostrado que las dimensiones de la operación venal que discurre paralela a
la contienda sucesoria no se amoldan a un solo ámbito y que este fenómeno
necesita un estudio que trate de manera global los actores del mismo, los esce-
narios y lo ponga en relación con el máximo organismo consultivo en materia
de provisión de empleos: el Consejo de Indias.

EL CONSEJO DE INDIAS Y LA VENALIDAD

Desde su institución en el siglo XVI y según el sistema de gobierno po-


lisinodial que rigió a la Monarquía Hispánica durante el Antiguo Régimen, el
Consejo de Indias fue el máximo organismo y la más alta jurisdicción para
las tierras que se fueron conquistando allende los mares hasta la aparición de
la Secretaría del Despacho de Indias. En materia de provisión de cargos, en
teoría, competía al Consejo de Indias, y desde su creación en 1600 a la Cámara
de Indias, la consulta de todos los cargos de gobierno y justicia de los territo-
rios de América. Instituida, siguiendo el modelo de la Cámara de Castilla, la
de Indias se erigió posiblemente por un intento del duque de Lerma de tener
controlada una institución más reducida que el propio Consejo y poder ampliar
su red de intereses en favor de su enriquecimiento personal 17. En este sentido,
Domínguez Ortiz afirmó, recogiendo la opinión de Ernesto Schäfer, que la
creación de la Cámara sirvió para favorecer la corrupción y el favoritismo.
Sea como fuere, los consejos de Cámara eran competentes en lo relativo a

16. AGS, Tribunal Mayor de Cuentas, legajos 1.870, 1.875, 1.880 y 1.881.
17. Antonio Domínguez Ortiz, La sociedad…, op. cit., pág. 176.
LA VENTA DE CARGOS Y EL CONSEJO DE INDIAS DURANTE LA GUERRA... 647

nombramientos, gracias y mercedes, es decir, en las materias que dependían


del arbitrio y voluntad del rey 18.
Para el periodo que nos ocupa, es importante conocer que en 1701 Felipe V
decretó la suspensión de la Cámara de Indias. La llegada de la nueva dinastía al
trono de España trajo consigo un intento aligerar los gastos de la administración
a la maltrecha Real Hacienda 19 y ello influyó en la planta de los Consejos. En
cualquier caso, parece pertinente llamar la atención sobre el hecho de que el
rey decidiese prescindir del parecer de la Cámara, precisamente en el momento
en el que decretaba el final del beneficio de los cargos en Indias y se debían
multiplicar, por consiguiente, los nombramientos a través del las consultas de la
misma. Quedaban así todas sus funciones adjudicadas al Consejo de Indias que,
de esta manera, durante la Guerra de Sucesión debía ser, al menos teóricamente,
el organismo encargado de elevar las consultas al rey relativas a la provisión de
cargos en Indias consultados.
El sistema consultivo para la provisión de cargos era sencillo. El Consejo
de Indias, por medio de una consulta exponía al rey el haber quedado vacante
una plaza, ya fuese de carácter civil, militar o eclesiástico, y proponía seguida-
mente tres sujetos al monarca para ocuparla, acompañando el nombre de cada
uno de ellos de sus méritos. En la misma consulta el rey adoptaba su decisión
y «bajaba» de vuelta al Consejo con la escueta orden de «nombro a», segui-
do del nombre de una de las personas de la terna. Generalmente, el soberano
elegía a la primera, aunque, como recuerda Domínguez Ortiz, no es imposible
encontrarse respuestas del rey en las que se nombraba a la segunda o tercera
persona propuesta e, incluso, a un cuarto sujeto no contenido en la terna 20.
En las consultas del Consejo a partir de 1704 hay un total silencio en cuanto
a nombramientos se refiere. Está claro que el Consejo quedó anulado pero debe-
mos exponer los nexos de unión que permanecieron entre éste y la provisión de
los cargos beneficiados. Si bien éstos últimos se resolvían finalmente por la vía
ejecutiva, ésta se sirvió del Consejo, y más concretamente de sus secretarías, para
tratar algunos aspectos de las ventas de cargos. Por una parte se hicieron nece-
sarias las consultas al Consejo de tipo administrativo. Estas consultas solicitaban
información sobre el precio que podía tener el empleo que se iba a beneficiar,
su duración en los casos en que esta era limitada, los precios y condiciones que
se hubiesen establecido en ventas anteriores del mismo cargo, los emolumentos
que recibiría su ocupante y otras informaciones que pudiesen tener interés para
la valoración de un determinado cargo ante una nueva venta. El segundo tipo
de consultas que se realizaron fueron las referidas a las circunstancias de los

18. José A. Escudero López, «La creación del Consejo y Cámara de Indias», en Feliciano
Barrios Pintado (coord.), Derecho y administración pública en las Indias hispánicas: Actas del XII
congreso internacional de historia del derecho indiano, Toledo, 1998, pág. 621.
19. Juan L. Castellano Castellano, Gobierno y poder en la España del siglo XVIII, Granada,
2006, pág. 43.
20. Antonio Domínguez Ortiz, La sociedad…, op. cit., pág. 162.
648 GUILLERMO BURGOS LEJONAGOITIA

propios compradores. En este sentido, convendría remitirse al ya citado trabajo


sobre venalidad en España e Indias de Francisco Andújar. En él explica cómo
fue una función del Consejo recibir los memoriales entregados por los agentes
encargados de negociar con los pretendientes a comprar cargos. Una vez que
los memoriales obraban en las secretarías del Consejo, debía este contrastar la
veracidad de sus contenidos y, encaso de serle solicitado, remitir estos memo-
riales al rey. Sin embargo, el autor comprueba que para esta época, la mayoría
de estos memoriales no fueron examinados por el Consejo, sino que fueron
encargados por Grimaldo a personajes claves del organigrama del mismo. En
este sentido es importante el papel que jugó Gaspar de Pinedo, secretario de la
Secretaría del Perú desde 1706 y, desde 1709, también de la de Nueva España 21.
Por último, una vez cerrada la operación venal sin que el Consejo interviniese
nada más que en el aporte de información que acabamos de explicar, se remitía
al Consejo un real decreto para que este expidiese el título de nombramiento.
El Consejo sí se pronunció ante la aplicación del decreto de «reforma» de
1701. Este decreto suponía la privación del ejercicio de todos los nombramientos
que se hubiesen realizado al margen de la vía consultiva durante la última década
y de los que no se hubiese aún tomado posesión teniendo como referente otro
decreto de las mismas características de 1691. Ante esta situación, los propieta-
rios de oficios reformados tenían derecho a la devolución del dinero que habían
entregado por ellos. La imposibilidad de la Corona de reintegrar a los antiguos
poseedores de oficios el total de la suma recibida por estos y el hecho de que
en muchos casos no constase el precio de cada operación, hizo que se adoptara
una segunda posibilidad de resarcimiento que se resume en la orden dada por
el rey de que el «Consejo tendrá presente a los que hubieren beneficiado un
empleo si en ellos concurrieren las circunstancias necesarias para proponerlos
como no sea para los mismos puestos o plazas que beneficiaron» 22. Es decir,
el Consejo de Indias se limitó a solucionar el problema generado por la masivas
ventas de cargos —casi siempre en régimen de futura— de los últimos años
del reinado de Carlos II. Se había creado un problema, y es que quienes habían
adquirido sus cargos y se vieron afectados por el decreto de suspensión de 1701,
necesitaban ser recolocados en otros empleos porque la hacienda real carecía de
los recursos necesarios para proceder a la devolución del dinero abonado por las
compras de empleos anteriores. Las manifestaciones en este sentido para que el
rey tuviese en cuenta a estos pretendientes reformados para la provisión de los
nuevos oficios vacantes fueron constantes aunque de escasa fortuna.
En materia de provisión de cargos, las actuaciones del Consejo de Indias
van a estar siempre relacionadas con operaciones venales. Por una parte, los
consejeros se ocuparon en informar al rey en qué ocasiones consideraban que
se hacía una venta en condiciones desfavorables, bien porque se considerase

21. Francisco Andújar Castillo, «Necesidad…», op. cit., págs. 116-117.


22. AGI, Indiferente General, legajo 553b.
LA VENTA DE CARGOS Y EL CONSEJO DE INDIAS DURANTE LA GUERRA... 649

que la retribución era escasa o porque el comprador no era apto. También, a


través del Consejo, algunas personas quisieron por medio de dinero obtener
algún tipo de dispensas o prórrogas. Un caso en el que se quiso beneficiar una
prórroga se produjo el 19 de marzo de 1708, cuando el Consejo de Indias elevó
una consulta al rey en la que se exponía que el corregidor de México, Nuño
Núñez de Villavicencio, pedía que se le concediese una prórroga de tres años
en su cargo de corregidor ofreciendo por ella 2.000 pesos. Se informaba además
al rey de que Núñez había acordado el precio con el duque de Alburquerque,
virrey de Nueva España 23, y que éste había dado su beneplácito, siempre y
cuando este acuerdo viniese ratificado desde Madrid. El Consejo transmitió así
la petición del corregidor de México pero añadiendo que el servicio que ofrecía
Nuño Núñez era escaso en relación con lo abonado por su antecesor, Miguel
Díaz de Ulloa, quien había pagado por su prórroga 4.000 pesos. El rey aceptó
el parecer del Consejo y pidió que se solicitara a Nuño Núñez una mejora de
su servicio pecuniario 24.
También podemos observar la actuación del Consejo de Indias a la hora
de interceder en ciertos nombramientos meritorios que podríamos denominar
como «compensatorios». En 1708 el Consejo elevó una consulta al rey en la que
exponía la petición de Miguel de Henríquez, armador del corso de Puerto Rico,
para que, tras haber perdido su barco haciendo frente a los piratas, le hiciese
el monarca merced de capitán de mar y guerra en la Armada de Barlovento, o
en La Habana, o de infantería en Cartagena de Indias. Además del visto bueno
del Consejo, se incluía un voto particular del duque de Atrisco, presidente del
Consejo de Indias, en el que se solicitaba que, teniendo en cuenta la pérdida
sufrida por el peticionario y el ejemplo que tanto él como su recompensa podrían
proporcionar, la merced fuese la de capitán de mar y guerra por ser esta de más
calidad que la de infantería. El rey no sólo aceptó la propuesta del Consejo sino
que se «conformó» con el voto particular de Atrisco 25.
Pocos fueron los que directamente a través del Consejo plantearon la com-
pra de un oficio. Entre 1706 y 1709 sólo obra en los registros de consultas
una petición de este tipo. Se trata de la que en julio de 1708 hizo Jerónimo de
Mendívil, quien había comprado con anterioridad la alcaldía mayor de Cama-
luapa con sus agregados de Usila y Chinante en Perú por 2.500 pesos. Ahora
pretendía comprar, para quien contrajese matrimonio con su hija Isabel Mendívil,
las alcaldías mayores de Marabatio y Jacona 26

23. Desde el 10 de febrero de 1705 los virreyes tenían facultad para beneficiar mercedes
y oficios que no fuesen de justicia y gobierno. Cif. Luis Navarro García, «Los oficios…», op. cit.,
pág. 140. A pesar de gozar del beneplácito del duque de Alburquerque, el corregidor de México
necesitaba ser refrendado por un título expedido desde Madrid.
24. AGI, Indiferente General, legajo 554, libro 2.
25. Ibidem.
26. AGI, Indiferente General, legajo 554, libro 1.
650 GUILLERMO BURGOS LEJONAGOITIA

Las razones por las que el Consejo de Indias quedó marginado de la pro-
visión de oficios en América fue resultado de la intensa actividad venal que
controló la práctica totalidad de los oficios vacantes que se proveyeron por vía
ejecutiva dejando al Consejo la sola responsabilidad de expedir los títulos de
nombramiento. Según Michel Bertrand, la importancia del Consejo de Indias
se mantuvo en tanto en cuanto no perdió nunca su calidad de órgano supremo
judicial y administrativo desde la cual ejerció una presencian tutelar 27.
En cuanto a la opinión que el Consejo tuvo sobre el «gran mercado de
Indias», ésta parece que fue sufriendo una mutación desde finales del reinado
de Carlos II. En 1693 se manifestaba enérgicamente por medio de una consulta
contra el beneficio de oficios en Indias, y muy especialmente en lo que tocaba
a los de Justicia, llegando a decir que por medio de la consulta descargaban
los consejeros su conciencia en la del rey 28. Años más tarde, el 20 de abril de
1701 manifestaban los consejeros sus «reparos» a ejecutar la orden de reforma,
es decir, de suspensión de aquellos empleos beneficiados desde 1691 que había
dado el rey 29. Finalmente en 1709, desde el mismo Consejo de Indias se llegó
a afirmar que en momentos de necesidad, hasta los cálices podían venderse 30.
Seguramente, en esta tendencia que marca el paso de una posición abiertamente
contraria al beneficio de cargos por parte del Consejo a la de defensa de la
actividad venal tuviese mucho que ver que entre 1695 y 1711 se beneficiaron
dentro del propio Consejo numerosos empleos, entre ellos algunos de consejero
e incluso la propia presidencia 31.
Para terminar, podría decirse que la enorme operación venal de que fueron
testigos los años que van desde 1704 a 1711 fue causa de un proceso que afectó
al poder real en dos sentidos. Por una parte, la venta de cargos supuso la con-
cesión de éstos por razones muy alejadas al mérito y al servicio. A su vez, el
hecho de que el rey proveyera los cargos por la vía ejecutiva, dejando totalmente
a un lado al Consejo de Indias, es un reflejo de la autoridad del monarca y de
su poder absoluto. El Consejo mantuvo solo en sus manos operaciones mani-
fiestamente menores, pues los grandes capitales que por medio de la venalidad
se embolsó la Corona corrieron a través de intermediarios, agentes de negocios,
y financieros privados. El mérito fue sustituido casi totalmente por el dinero.
Además, la gran oferta de cargos produjo la devaluación del mercado venal que,
a pesar de todo, en muchos casos ofrecía unos precios muy lejanos a los niveles
de amortización de la inversión, abriendo así las puertas a la corrupción en el
ejercicio de los cargos adquiridos.

27. Michel Bertrand, Grandeur…, op. cit., pág. 25.


28. Richard Konetzke, Colección de documentos para la formación social de Hispanoamé-
rica (1493-1810), vol. III, T. 1, Madrid, 1962, págs. 34-39.
29. AGI, Indiferente General, legajo 553b.
30. Francisco Andújar Castillo, Necesidad y venalidad…, op. cit., pág. 306.
31. AGS, Tribunal Mayor de Cuentas, legajo 1.871.

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