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CRÍTICA DE LIBROS

KWAME ANTHONY APPIAH: The Ethics of Identity, Princeton University Press,


Princeton and Oxford, 2005. 358 páginas.

El tema de la identidad, en su dimensión El argumento del libro se va desarro-


colectiva e individual, y sus repercusiones llando a través de un estudio a menudo
morales representan quizás el leitmotiv del analítico, dialéctico y puntilloso, que se
recorrido intelectual del filósofo Kwame sumerge en las ramificaciones a través del
Anthony Appiah. Su biografía nos da algu- diálogo entre diferentes voces de autores
nos indicios del porqué: hijo de un famoso pasados y contemporáneos, la construc-
político ghanés, Appiah nació y fue criado ción de experimentos mentales o la propo-
en Ghana. Más tarde, se trasladó a sición de ejemplos y sugestiones derivadas
Inglaterra donde recibió su licenciatura en del mundo literario. Sólo en algunas cir-
filosofía y finalmente acabó trabajando en cunstancias, el tono se hace más evocador.
los Estados Unidos, en dos universidades Los primeros dos capítulos están dedi-
tan prestigiosas como Harvard, primero, y cados a definir y defender el valor funda-
Princeton, posteriormente. Tenemos, pues, mental alrededor del cual gravita el libro:
por un lado, las influencias de las raíces la individualidad. Siguiendo a Mill,
africanas, y en particular la del padre Appiah nos explica que a través del ejerci-
patriota y, por otro, una gran ascendencia cio de la libertad el individuo puede des-
de la tradición liberal, sea por sus conexio- arrollarse, cultivar sus facultades, y sobre
nes académicas, sea, otra vez, por el ejem- todo plasmar y solidificar sus deseos, aspi-
plo del padre, que además de patriota, raciones, en un “plan de vida”, alcanzando
dedicó gran parte de su vida a la defensa así la madurez. Tal plan de vida tiene más
de los derechos humanos. que ver con el hecho de crear la propia
Gran parte del trabajo de Appiah se ha vida, como escritor, patriota, gay, afroa-
centrado en el intento de conjugar estos dos mericano, etc., que con el proyecto racio-
elementos —identidades y liberalismo— nal descrito por John Rawls. De aquí su
manteniendo siempre como punto de refe- relación con la identidad individual: parte
rencia la supremacía moral del individuo. fundamental de vivir una vida es el proce-
The Ethics of Identity representa, de alguna so de identificación personal con las iden-
manera, la culminación de tal esfuerzo. ¿Que tidades generales que existen en la socie-
relaciones se establecen entre la identidad de dad y su elaboración en un plan de vida de
una persona —el “qué eres”— y su indivi- acuerdo con los propios deseos, aspiracio-
dualidad, entendida a la manera de John nes y facultades. Tal proceso de identifica-
Stuart Mill —el “quién eres”—?, se pregun- ción, de construcción de una identidad,
ta Appiah. La cuestión se aborda desde el tiene un valor ético y moral: las identida-
punto de vista de un filósofo moral liberal des colectivas ofrecen sugerencias sobre
que tiene en Mill a su héroe: ¿Cómo influyen cómo moverse en el mundo, guiones y
las peticiones éticas y morales de nuestra narrativas fundamentales para escoger
identidad en el derecho/deber de sacar ade- entre diferentes opciones en el mundo, y
lante nuestro plan de vida, en definitiva, de que además contribuyen a construir for-
desarrollar nuestra individualidad? mas de solidaridad entre miembros de los

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mismos colectivos. Pero tales identidades identidades colectivas en el marco político


representan también peligros para los indi- del estado. Los autores que, como Taylor,
viduos: además de recursos para el desa- subrayan la necesidad de que el estado
rrollo de nuestras individualidades son, reconozca y respete las identidades colec-
simultáneamente, constreñimientos. Esto tivas, tienen su razón en la medida que
ocurre cuando las identidades se adscriben tales identidades resultan elementos esen-
a un individuo en contra, de alguna mane- ciales en la vida de una persona. Sin
ra, de su derecho a desarrollar su indivi- embargo, y este es el punto polémico que
dualidad. En vez de representar narrativas subraya Appiah, existe lo que se denomina
que sugieren, se convierten en patrones el peligro del “síndrome de Medusa”. El
que limitan. Todo esto nos recuerda, por reconocimiento de las identidades colecti-
supuesto, que las identidades tienen una vas tiene, a largo plazo, una tendencia a
fundamental dimensión social: como ha petrificarse, como quien se atreve a mirar
notado Charles Taylor, se construyen y a la Medusa, en una imagen, o mejor
sostienen a través el diálogo, puesto que el dicho, en un estereotipo, en aquellos que
reconocimiento de los otros es parte fun- viven dichas identidades, lo que implica
damental de su existencia. dañar la autonomía y la individualidad de
De lo que se ha dicho hasta aquí resul- la persona.
ta evidente que el valor de la autonomía, Hablar de identidad significa, obvia-
aunque Appiah lo subordine al de la indi- mente, hablar de cultura. A este concepto
vidualidad, tiene un papel decisivo. De Appiah dedica el tercer capítulo. La preo-
hecho, el segundo capítulo del libro está cupación que emerge del tratamiento que
dedicado a la defensa e incorporación de el autor nos ofrece del tema es su posible
unas críticas, en particular al comunitaris- uso instrumental para fines opresivos con-
mo, que el liberalismo nos da de este tra las instancias de disensión interna a los
valor. La solución que se propone, por un grupos y, en última instancia, de nuevo
lado, acomoda tales críticas ofreciendo contra la individualidad. En el denunciar
una concepción de autonomía que no sea la contradicción intrínseca en el concepto
la de un ideal inalcanzable y, por el otro, de preservación de una cultura —siendo
inspirándose en Kant, plantea una divi- ésta por definición algo dinámico— el
sión en dos planos teóricos que guardan autor nos empuja a entrar en las cajas
las distancias: el plano del agente, del negras de las culturas para romperlas,
mundo inteligible y moral, y el plano de la sacando a la luz la pluralidad de voces, y
estructura, del mundo sensible. La elec- evidenciando la fluidez de sus confines.
ción de cuál privilegiar es un acto esen- El último capítulo del libro lo dedica a
cialmente político, que depende de nues- una interesante defensa de un cosmopoli-
tros intereses y objetivos. Tal acto Appiah tismo universal, pero consciente de la
lo cumple sin dubitación ni ambigüedad. importancia de los contextos locales. Lo
Después de situarnos en el punto de que significa en muchos casos que la expe-
vista normativo, Appiah aborda lo que a su riencia cosmopolita no es el acuerdo sobre
juicio representan los puntos críticos de principios morales racionalmente estructu-
contacto y choque entre individualidades e rados, sino el compartir preocupaciones

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comunes en casos concretos. Y eso se zarle la universalidad, es incapaz de ver.


debe a nuestra común capacidad de enten- Sin embargo, Appiah se detiene quizás
der historias, narrativas, y evocar un demasiado pronto. Es correcto sostener que
mundo, en definitiva, a nuestra común existe una profunda diferencia entre el qué
“imaginación narrativa”. Se trata así de y el quién en un individuo: su identidad no
evitar perderse en las diatribas metafísicas se puede reconducir a la suma de sus facul-
entre diferentes sistemas morales, y de tades o de los “guiones” que ha decidido
destacar los puntos de contactos más representar. Y esto bien lo había visto
abajo: allí donde la vida fluye y las expe- Hannah Arendt. Pero tampoco su plan de
riencias se mezclan. No es equivocado vida nos puede decir exhaustivamente
apelar a nuestra común naturaleza huma- quién es tal o cual individuo. La imprevisi-
na, explica Appiah, pero sí reducirla a la bilidad de nuestras acciones es un elemen-
racionalidad: “Si existe una crítica que se to central en el definir nuestra individuali-
puede hacer a la Ilustración no es la de que dad, y algo que Arendt, nuevamente, había
los philosophes creyeran en la naturaleza comprendido bien. De hecho, remarcaba
humana o en la universalidad de la razón, esta autora, quizás la única manera de decir
sino más bien, que carecían tristemente de quién es alguien es a través de los cuentos
imaginación acerca del alcance de lo que que de ella hacen los escritores o poetas,
tenemos en común” (p. 258). una vez que su trayectoria se ha terminado.
Las interesantes y densas ideas que Pero el modo con el que Appiah nos habla
Appiah nos propone en este libro se de individualidad, identidades, planes de
encuentran quizás entre las evoluciones vida, todavía queda atrapado por los lími-
más refinadas y atentas a la crítica que el tes del liberalismo al poner en el centro al
pensamiento liberal ha alcanzado en la individuo racional, que, en este caso, esco-
actualidad. Las diferencias, su reconoci- ge entre identidades para vivir, y objetivos
miento, no quedan oscurecidas o alejadas que sacar adelante, moldeándolos en un
de manera prejuicial, sino que se abordan coherente plan de vida. Poco espacio queda
de manera directa y central. El intento es para la imprevisibilidad, y la necesidad de
subrayar sus potencialidades, tanto positi- responder a ella, y para la capacidad de los
vas como negativas, en el desarrollo perso- individuos de inventar escenarios, imáge-
nal. Rechazando las interpretaciones más nes, posibilidades. En una palabra: para la
áridas del significado moral del individuo, inventio de la retórica clásica.
Appiah evidencia la fundamental impor- Bien hace Appiah en subrayar nuestra
tancia de las identidades, pero también sus común naturaleza narrativa y la amplitud
amenazas. La dimensión narrativa de la de la naturaleza humana. Pero entonces, a
existencia humana, la capacidad universal la hora de abordar algo tan relacionado con
de agarrar el significado de historias parti- la naturaleza humana como la identidad de
culares, el carácter dialogante y social de un individuo, hubiera sido interesante
nuestro ser moral, son todos elementos haberlo hecho teniendo en cuenta tal
esenciales para Appiah, y que un cierto tipo amplitud. Es como si Appiah hubiese que-
de liberalismo, obsesionado con la idea de rido filtrar, domesticar, unos temas poten-
anclar la moralidad a la razón para garanti- cialmente tan desestabilizadores como la

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identidad y la individualidad, reduciéndo- ca. De modo que Appiah se contradice a sí


los a un asunto de elección racional entre mismo: por un lado parece reconocer la
estilos de vida y de construcción de un pro- riqueza de la condición humana y la impor-
yecto coherente. Este límite de perspectiva tancia de la “imaginación narrativa”, por el
típicamente liberal se refleja, no sólo en el otro, se olvida de ellas al proponer su
olvido del papel de la inventio, sino tam- visión moral y política.
bién en la misma manera de argumentar,
basada casi exclusivamente en la dialécti- GIUSEPPE BALLACCI

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