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Carlos Gomez Bellard, ed. ECOHISTORIA DEL PAISAJE AGRARIO LA AGRICULTURA FENICIO-PUNICA EN EL MEDITERRANEO Carlos Gémez Bellard, ed. UNIVERSITAT DE VALENCIA 2003 PRESENTACION Este libro retine las principales aportaciones al coloquio que con idéntico titulo tuvo lugar en Valencia en noviembre de 2000. El origen de esa reunion estaba en el deseo de sentar juntos a un grupo de investigadores que se ocupan de un campo por desgracia poco trabajado en el émbito de los estudios fenicios y ptinicos: el mundo rural y, en un sentido més amplio, la plasmacién de ese mundo en los paisajes mediterréneos y atlanticos. Hace mds de veinte aitos que el profesor Isserlin, en una intervencién ya cldsica en el 1 Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Ptinicos, cele- brado en Roma en 1979, llamé la atencién sobre la necesidad de aplicar nuevas técnicas, las nuevas posibilidades que ofrecta la Arqueologia para el estudio de estos aspectos. Pasado todo este tiempo, si bien no podemos decir que su lama- miento ha caido en saco roto, tampoco se ha constatado un avance semejante al de otras zonas geogrdficas y periodos cronolégicos cercanos: Etruria, Grecia, jno digamos Roma! Por todo ello, estimamos oportuna la celebracién de este coloquio, con a intencion de recapitular y de plantearnos nuevas 0 mds amplias Iineas de investigaci6n. En este sentido, la reunion no pretendié ni mucho menos hacer un balance exhaustivo de lo que sabemos, sino ser un punto de partida para aclarar hacia d6nde deben ir nuestros esfuerzos. Creemos que algo se ha logrado, en la medida en que hemos podido constatar nuestras carencias y hemos reflexio- nado sobre cémo suplirlas. Los capitulos que siguen constituyen por lo tanto un estado actual de Ja investigacion en lugares muy distintos. De Portugal a Malta, de Cerdefa a Malaga, todas estas regiones tienen en comin su pasado fenicio-ptinico, y también el ser en estos momentos focos de atencién para los investigadores. Sin pretender ser un compendio que recoja todo lo que se esta haciendo, si creemos sin embargo que se ofrece una vision clara de la multiplicidad de situaciones, de técnicas de trabajo, de hipstesis. ¥ tal vez sea éste uno de los puntos de el presentar algo que esté en marcha y que en los mayor interés del libro: préximos afios podra dar atin mayor informacién. Nielcoloquio de Valencia ni este libro podrian haber sido posibles sin la colaboracin de muchas personas e instituciones. Vaya pues nuestro agradeci- miento al Ministerio de Cultura, a la Consellerta de Cultura de la Generalitat Valenciana y al Centro de Estudios Fenicios y Piinicos (CEFYP) de la Uni- versidad Complutense de Madrid por su fundamental apoyo econémico. A la Universitat de Valencia que, a través de la Facultad de Geografia e Historia, dio todas las facilidades para la celebracién de la reunién y, sobre todo, al Servicio de Publicaciones, cuyo director, el profesor Antoni Furié, apoyé decidi- damente los trabajos y ha hecho posible este libro. ‘Ademds de a los compafieros y colegas que nos ayudaron, y por alos autores, quisiera agradecer a Carmen Aranegui Gascd, a Fernando Lé- pez Pardo y a Carlos Gonzélez Wagner todo su apoyo, y muy especialmente a Roberto Soria, a cuya entusiasta colaboracién en los aspectos editoriales este supuesto libro debe mucho. Carlos Gomez Bellard Valencia, abril de 2002 10 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA Carlos Gémez Bellard Universitat de Valéncia . este paisaje, el mds intacto que he encontrado nunca. Watrer Benamin, Ibiza, 1932 La isla de Ibiza es probablemente uno de los lugares donde se puede abordar mejor la evolucién en la ocupaci6n de un territorio en época fenicia y piinica.' Las razones para semejantes facilidades son varias, pero podemos destacar tres, de orden bien diferente: 1) la intensidad de la investigacién, notable en las diltimas décadas, abarcando un territorio relativamente reducido (poco mas de 640 km? contando Formentera) en el que se han realizado numerosas excavaciones, cartas arqueolégicas, y prospecciones pun- tuales. 2) la romanizacién superficial, que se limita en los primeros tiempos (8. 1a. C.- s.1d.C.)a prolongar un modelo de ocupacién del espacio rural, si bien con altibajos en Ja intensidad de la explotacién, y que decae, al menos en el campo, én el s. 1d. C. 3) la prdctica inexistencia de poblacidn indigena a la llegada de los colonos feni- cios, que permite estudiar nitidamente el avance de éstos, desde las primeras factorias costeras hasta la ocupacién y explotacién total de ambas islas. Es sin duda este tiltimo hecho el que hace de las Pitiusas un caso de estudio pecu- liar en el panorama de la presencia colonial fenicia, tanto en el Mediterraneo central como en el Extremo Occidente (dejo de lado el caso de Malta, expuesto por P. Vidal en este mismo volumen). Retomando la cuestién de ese hipotético vacio poblacional, 1, Quisigramos expresar nuestro agradecimiento a todos los colegas y amigos que desde hace muchos afios participan con entusiasmo en esta investigacién de la Ibiza rural 219 CARLOS GOMEZ BELLARD debemos recordar aqui que Ios testimonios de un presencia indigena en Ibiza en el Bron- ce final se reducen a algunas hachas y lingotes de bronce, aparecidas de forma aislada 0 como depésitos (Ses Salines, Can Mariano Gallet, La Sabina...) en diversos lugares de a geografia isleiia (Delibes-Ferndndez Miranda, 1988). Tanto los hallazgos antiguos como alguno mas reciente (Costa-Ferndndez, 1992: 322) carecen de otro contexto cultural, y se fechan ampliamente a partir de paralelos extra-insulares entre los s. yu y via. C Fuera de estos objetos, no disponemos de la mas minima prueba de Ia existencia de una sociedad del Bronce final: no hay una tumba, una cabaiia, un poblado, una cueva, ni objetos de cualquier tipo que puedan adscribirse cultural y cronolégicamente a esa épo- ca. Los recientes intentos de valorar la existencia de indigenas a partir del gran nimero de puntas de flecha de bronce con pedsinculo halladas en Ja isla (Blayi-Planas 1995), que habrian sido usadas por los fenicios para defenderse, no deja de ser un respetable ejercicio de imaginacién. No vamos a volver en detalle sobre la cuestién de esta ausen- cia de poblacién indigena, pues no se han producido novedades en la investigacién desde que expusimos nuestras hip6tesis (Gémez Bellard-San Nicolis, 1988; Gémez Bellard, 1995a; contra Costa-Benito, 2000: 222-227). Tal como entonces sefialamos, las hachas y lingotes no pueden conformar por sf mismas una cultura, y a falta de més elementos que apoyen la teoria «indigenista», pueden ser perfectamente relacionadas con las actividades comerciales y las navegaciones fenicias (0 de otros pueblos) entre la peninsula ibérica y Cerdefia, pasando por las Baleares. En conclusién, y repitiendo las palabras que el maestro Garcia y Bellido escribiera hace ya medio siglo: «Ibiza, la cual, a juzgar por ciertos datos evidentes, parece ser que entonces estaba deshabitada 0 man- tenia una poblacién rala en extremo» (1952, 339). En cualquier caso, cuando los feni- cios decidicron instalarse en la isla en el s. vita. C., después sin duda de una larga fre- cuentacién, se encontraron con un amplio territorio que levaba muchisimo tiempo sin ser explotado. ;Cémo debia de ser el paisaje que vieron? 1. TIEMPO Y TERRITORIO Ibiza es una isla formada por numerosas colinas que no superan los 500 m, pero gue se agrupan en prietas sucesiones, sobre todo al norte y al oeste, Hegando a dar la sensacién de ser montuosa, En el centro y al sur, algunos pequefios llanos suavizan esa impresi6n. La cobertura arbérea est4 dominada por el pino carrasco (Pinus halepensis) y en algunos lugares por la sabina (Juniperus phoenicia), con presencia esporddica del pino pifionero (Pinus pinea). La existencia residual de algunas encinas (Benirris, Sant Miquel) no permite valorar su importancia en la época que nos ocupa. Los sotobosques, densos, son de coscoja, aligustre y lentisco, con mayor presencia de romero y brezo a medida que se asciende, Por lo que se refiere a la fauna, ni la arqueologfa ni las fuentes escritas documentan mamiferos silvestres de tamaiio mediano o grande, pudiendo men- cionarse slo la marta, la gineta, el conejo y el erizo, posiblemente introducidos por el hombre en época histérica. No hay constancia de la existencia de serpientes 0 escorpio- nes, como ya sefialara Plinio el Viejo (N.H., III, 76), ni de otros animales daftinos, 220 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA El clima es tipicamente mediterréneo, con una temperatura media anual de 17.3° C. Las heladas son inexistentes y las méximas apenas superan los 40° C. Pluvio- métricamente, la isla corresponde al tipo semidrido, con una media de 435 mm por aio, que puede no Hlegar a los 400 mm en el sur pero superar los 500 mm en el NO. Las precipitaciones tienen un cardcter muy irregular, lo que produce periodos de aridez de entre cuatro y seis meses. Sin embargo la formacién del subsuelo, en el que alternan niveles calcdreos y margosos, favorece la formacién de mantos de agua subterraneos que aparecen en forma de fuentes en los pies de las colinas, barrancos y en los acantila- dos costeros, como el muy conocido de Es Raig, cerca de Sa Cala, Incluso hasta fechas recientes el tinico rio de las Baleares recorria a lo largo de varios kilémetros el pla de Santa Bularia En cualquier caso, desde el punto de vista agricola, las mejores tierras se concen- tran en esos pequefios lanos costeros ¢ interiores que hemos mencionado: [..] ces petites plaines intérieures ou littorales constituent les meilleurs terroirs agricoles dans la mesure oit la terra rossa est venue recouvtir les croutes qui fossilisent des glacis de versant[...] (Bisson, 1977, 21) No es casualidad, por lo tanto, que sea alli donde hallemos la mayoria de los esta- blecimientos ptnicos de la isla, a partir del s. v a. C. Incluso, como veremos enseguida, las primeras factorias fenicias se situaron junto a dos de esos Ilanos litorales del sur. 1.1 Las primeras instalaciones La investigacién arqueolégica de las dos tiltimas décadas ha permitido conocer con cierta profundidad la primera presencia de los colonos fenicios en Ibiza.” Descu- biertas y valoradas desde finales de los setenta, las factorfas de Ibiza y Sa Caleta ofrecen sin embargo una documentacién muy diferente, ya que en el caso de la actual ciudad, carecemos de excavaciones de casas u otras estructuras, pero conocemos bien su necré- polis arcaica, mientras que en el otro yacimiento sucede lo contrario. Sa Caleta ocupa aproximadamente 4 ha, y esta compuesto por varios edificios de entre una y siete salas, de planta rectangular y construidos con piedras de tamafio me- diano, apenas desbastadas y trabadas con arcilla. Los interiores se disponen de manera sencilla, son regulares, rectangulares, y comunicados por puertas con umbrales de pie~ dra, Mas que una estrueturacién previa, parece reflejar el simple aftadido de construc- ciones a medida que aumentan las necesidades. Por lo que a elementos de produccién se refiere, tan s6lo se ha dado a conocer un gran horno, situado en una plazoleta, asf como varios molinos de mano, Las numerosas pesas de telar indican una actividad textil, pero sin duda la principal ocupacién (ademas de dar apoyo a los barcos) es la explotacién del plomo argentifero de las minas de San Carlos, al NE de Ia isla, que se ha encontrado en ciertas cantidades. El hierro de origen mete6rico, abundante en toda la isla, era trabaja- 2. La bibliograffa es ya demasiado extensa como para resefiarla toda aqui, y se cita puntualmente en este trabajo. Para una recapitulaciGn de Ia investigaciGn, véuse Gémez. Bellard, 1996, 221 CARLOS GOMEZ BELLARD do en la herrerfa para las necesidades basicas. Los anzuelos, asi como restos de moluscos, indican un I6gico aprovechamiento de los recursos marinos, y los restos de bévidos y ovicdpridos seftalan la existencia de una ganaderia que se ubicarfa en el pla d’Es Jondal, situado justo al N del asentamiento. Fundada hacia el 630, la factoria se abandona pact- fica mente hacia 590/580. La instalacién en la bahia de Ibiza, que ya existia (en contra de algunas opiniones), queda como tinico centro (Ramon, 1992; Gémez Bellard, 1996). Por lo que se refiere a la ciudad de Ibiza, tras una primera etapa en la que se ocupa casi exclusivamente el Puig de Vila por los vivos y el Puig des Molins como necrépolis (Gomez Bellard ef alii, 1990), desde mediados del s. vi al menos se van ocupando los altozanos que rodean la gran bahia: el Puig d’en Valls, Ses Torres, que constituyen pe- quefios asentamientos con casas y necr6polis propias y que se dedican a explotar los recursos marinos, sin duda, pero sobre todo los agricolas que ofrecen as tierras cireun- dantes, fértiles y con agua abundante. La imagen que nos aparece es la de un tinico nticleo importante, que controla un pequeiio territorio de pocos kilémetros cuadrados. En esta primera fase resulta evidente que no hay intencién alguna de adentrarse en la isla, al menos de modo permanente. Que se frecuentaba ocasionalmente también se deduce, por una parte, de Ia explotacién del mineral de S’ Argentera, por otra por el hallazgo esporddico de fragmentos de anforas fenicias R-1 en distintos lugares de 1a isla, pero siempre en la costa sur y relativamente cerca de la ciudad. Noes de extrafiar por ello que no se constate una producci6n agraria excedentaria, pues parece que ésta se limitarfa a subvenir a las necesidades de la poblacién y a abaste- cer minimamente a los navegantes que recalaban en la isla. De hecho la produccién propia de anforas, dejando la esporddicas PE-10 que no salen de la isla, no se inicia hasta las PE-12, en torno al 500 a. C. (Ramon, 1991: 104-105). Aun asf no se exporta en grandes cantidades, ya que s6lo se conoce algiin ejemplar aislado en Mallorca y Menor- ca, en Torre la Sal (Castellén) y varios més en Ampurias, anunciando ya las relaciones preferentes entre Ibiza y la ciudad griega. En cuanto a los contenidos, los desconoce- mos, pero siempre se ha pensado en aceite y vino. Volyeremos sobre a cuestién mas adelante, pero merece subrayarse ahora la casi total ausencia de andlisis faunisticos, antracoldgicos 0 carpoldgicos. En Sa Caleta s6lo sabemos que habia molinos de vaivén, lo que sugiere el consumo de cereales, y restos de fauna doméstica, En las piras de la necrépolis arcaica del Puig des Molins, se us6 sobre todo madera de pino (Pinus Hale- pensis), como cabia esperar, pero ocasionalmente se encontré madera de ciruelo (Prunus domestica). En ellas se ofrend6 un pequefio ovicaprido, y se hallaron objetos de hueso (posiblemente tapaderas) hechos de bévido adulto, pero tampoco podemos asegurar que fueran elaborados en la isla. El balance es desalentador y desgraciadamente es el mismo para la época piinica. Todo lo expuesto hasta aqui nos lleva a considerar que un reducido grupo de colo- nos se instalé en el mejor puerto de la isla, dedicandose sobre todo a dar bastimento a los barcos que desde el E se dirigian al Estrecho de Gibraltar, o a los que recorrian la costa mediterranea peninsular en ambos sentidos. Desde el punto de vista de la explotaci6n del territorio, ésta es reducidisima; agricultura y ganaderia apenas Ilegaron a superar los niveles de anto-consumo. 222 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA, 1.2 El inicio de la ocupacién territorial Con el inicio del s. v a, C., 0 a finales del anterior, se pone en marcha un notable proceso de cambio, paulatino al principio pero mucho més rapido en la segunda mitad Conocemos los primeros materiales de procedencia rural, descontextualizados en algiin caso, como un lekyzhos dtico hallado en la zona de Santa Eularia, 0 de excavaciones antiguas, como algunas piezas de la necr6polis de Sa Barda, en Sant Antoni. En la ciu- dad, al N de la necrépolis, surgen las primeras alfarerfas destinadas a producir todo tipo de vajillas pero particularmente, después de! 450, las dnforas PE-13 y luego las PE-14, que conoceréin una amplia exportacién. Y, sobre todo, tiene lugar la ocupaci6n regular y ordenada de las mejores tiertas de la isla para su explotacion. Pequefios grupos se van instalando en esos espacios, normalmente los Ilanos costeros 0 interiores donde se ha acumulado la «terra rosa», la mas fértil, a pie de monte. Alli construyen sus casas, casi siempre en una posici6n dominante, casas que a menudo duraran siglos, lo que dificulta enormemente su conocimiento arqueolégico en esas primeras fases. Sin embargo sus restos, asi como los de las necrépolis en las que se enterraban, nos permiten constatar que este movimiento toca toda la isla, y que detras de él parece haber, si no una planiti- cacién, al menos una voluntad organizada de sacar provecho al fin de las posibilidades agricolas y ganaderas que ofrece la isla. ,Por qué ahora y no antes? Seguramente no existe una tinica explicacién, pero se pueden avanzar varias razones. Primero, hay que tener presente el marco general de la situacién politica y econd- mica del Mediterraneo. Si hemos aceptado el papel de base de apoyo a la navegaci6n que ten‘a Ia isla, es indudable que la crisis que se desencadena en Occidente a partir de mediados del s. v1 (sin olvidar la caida de Tiro en Oriente), con el hundimiento casi total de la economia metaltirgica de Tartessos, y la consiguiente reorientacién de las colonias fenicias, como Cadiz. y Malaga, supondré para Ibiza la necesidad de plantearse alterna- tivas a su papel. La disminucién (siquiera temporal) de la actividad marinera parece aconsejar un explotacién de lo que se tiene més cerca, el propio territorio, que estaba practicamente deshabitado, no lo olvidemos. Hay otra posible explicacién, y es su mas que segura dependencia, no sélo cultural, sino tal vez politica de Cartago, dependencia que se inicia a fines del s. viy va en aumento en las décadas siguientes. Pudo ser Cartago Ta que impusiera, al igual que en Cerdefa, un nuevo modelo de ocupacién que favore- ciera el poblamiento interior y el aprovechamiento de sus recursos." Sea cual sea el impulso inicial, la colonizacién agricola fue un hecho. Sobre los medios humanos con los que se Hevé a cabo poco sabemos, J. Ramon planted que el cre- cimiento natural de la poblacién autéctona, en una época de bonanza, fue suficiente para cubrir las necesidades demogréficas (Ramon, 1995: 32). Otros autores piensan que necesariamente hubo de recurrirse también a colonos foréneos (Costa, 1998: 851). Am- bas ideas son plausibles y complementarias, el problema es que carecemos de cifras que permitan subrayar la importancia de uno u otro elemento. Sobre esta cuestién volvere- mos también més adelante. 3. La bibliografia sobre la situaciGn en Cerdefia es muy abundante, y aporta un modelo valido muchas veces, a distinta escala, para Ibiza. Como aportacién mas reciente, que recoge toda la bibliogealia anterior, vyéase van Dommelen, 1998, especialmente pp. 115-12! 223 CARLOS GOMEZ BELLARD 1.3. El afianzamiento de la explotacién El periodo siguiente, que ocupa grosso modo los siglos my na. C., es el de la consolidacién de las estructuras de explotacién que acabamos de ver. No s6lo se mantie- nen las granjas y los establecimientos rurales en general, sino que se crean algunos nuevos, amenudo muy cerca de los anteriores, como se aprecia bien el drea de Es Cubells- Cala d’Hort (Gémez Bellard, 2000). Las recientes prospecciones (marzo 2001) en la otra punta de la isla, el valle de Sa Cala, indican que la mayoria de los establecimientos de esa zona inician su existencia en el s. ma, C., si bien se conocen algunos del s.1v a. C, Todo ello sugiere una tendencia continua en el crecimiento de la poblacién, asf como un notable aumento de la produccién que se reflejan de diversas maneras. En primer lugar en la exportaciGn masiva de dnforas, las tiltimas PE-14 y las PE-15, y sobre todo las PE- 16 y 17, tan caracteristicas por su forma romboidal, Son omnipresentes en Ia isla asf como en los poblados talayéticos de Mallorca y Menorca, pero también aparecen en toda la fachada mediterrénea peninsular (Ramon, 1991: 152 y 168). Junto a estos mate- riales anféricos se encuentra a menudo, aunque en menor cantidad, cerémica comin, como por ejemplo morteros, de labio horizontal o levemente inclinado, que parecieron tener gran aceptacidn en ambientes ibéricos. Es esta también la época de la creacién de factorias exteriores, destinadas a apoyar los intercambios regulares, de las que sin duda la mejor conocida es Na Guardis, al sur de Mallorca, pero probablemente hubo otras, al igual que en Menorca (Guerrero, 1997). En otro frente, el aprovechamiento sistemético del territorio lleva a los ebusitanos a frecuentar ya explotar, siquiera de forma intermitente, Ja vecina isla de Formentera, que a partir de entonces se vincula totalmente a la isla ma- yor (Gonzélez-Dies, 1993: 349-356). Mencionemos un tiltimo hecho significativo: en el s. ita, C, se inicia la acufiacién de moneda, que al principio es casi exclusivamente de bronce y sdlo circula por la isla (Campo, 1993), reflejando una gran vitalidad econémica interior y también la existencia de una autoridad politica que organiza esas emisiones, Esta situacién favorable, de auge y desarrollo, no se verd perjudicada por las gue- ras piinicas. Es mas la Segunda, en 1a que Ibiza se vio inmersa desde el principio, sufriendo incluso un ataque del mismo Escipién (T. Livio, XXII 20, 7-10) supuso un periodo de aceleracién econémica que hace del s. 11a. C. uno de los mejores en la histo- ria de la isla: ocupacién y explotacién de todo el territorio, exportacién masiva de pro- ductos y comercio por el Mediterréneo occidental, como reflejan una vez més tanto las 4nforas como las monedas.* Que esta situacién se debiera a una rendicién temprana frente a Roma o a la existencia de un foedus de fecha incierta no es cuestién que nos ocupe aqui, lo interesante es que el desarrollo econémico y comercial duraré préctica- mente hasta finales del mencionado siglo, coincidiendo con los cambios que supuso la 4, Hemos tratado estas cnestiones en un trabajo que tiene algunos aos (Gémez Bellard, 1989). En él insistiamos ya, mal que le pese a alguno (Costa, 2000: 106-107), tanto en la implicacién de Ta isla en los acontecimientos como en Ta riqueza aparentemente parad6jica de fa misma tras la victoria de Roma, 5. Lacuesti6n es relevante para intentar comprender por qué Roma dejé actuar a los ebositanos durante casi un siglo. Ademas de la bibliografia de la nota anterior, véase ahora Garcia Riaza (2000), con el estado de Ta discusidn y nuevas hipdtesis de interés 224 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA conquista romana de Mallorca y Menorca en el 123 a. C. Aun asf, esos cambios fueron paulatinos y no se puede hablar de crisis general, sino mas bien de ajustes en la econo- iia islefia, que tras un marcado retroceso se recuperard claramente en el s.1d. C. 2. REFLEXIONES PARA LA INVESTIGACION Hasta aqui hemos presentado, de una manera sucinta, el desarrollo cronolégico de la explotacidn rural de la isla en época fenicio-panica. En esta segunda parte, aborda- mos las que consideramos cuestiones principales de las que la investigacién de los proxi- mos aiios debera sin duda ocuparse. 2.1 Los productos agricolas y ganaderos ‘Si dejamos de lado la escasa actividad minera que tendria lugar en la isla, reducida a la explotacién de las galenas argentiferas de $’ Argentera, las tinicas actividades de cierta importancia, ademas de la agricola, serian las relacionadas con los recursos mari- nos. Pero, como sucede a menudo, es més lo que podemos imaginar que los datos con- cretos que poseemos, En este caso, la pesca sélo se documenta por los anzuelos y las agujas de bronce para coser redes, procedentes de diferentes yacimientos (Fernandez, 1992: II: 243), una vertebra de attin (Thunnus thynnus L.) recuperada en el pozo del Hort d’en Xim, cercano a la ciudad (Juan-Muns, 1 994) y, tal vez, aunque simbélicamen- te, en los moldes o pequeiias piezas de cersimica con representacién de peces que apare- cen a veces formando parte del ajuar funerario (Almagro Gorbea, 1980: 293-294). El aprovechamiento de los caracoles marinos del tipo murex, de bégaros, de lapas para la alimentaci6n esté documentado siquiera esporddicamente en numerosos yaci- mientos, pero no se han estudiado atin las grandes concentraciones, al borde del mar, que sugieren un uso industrial para la obtencién de tintes, actividad tradicionalmente atribuida a los fenicio-painicos. Los depésitos concheros de Es Pou d’es Lled, S°Arga- massa 9 Illa Plana, por ejemplo, si bien parecen ser de época romana, reflejarfan esa actividad, que podria ser de cierto peso en la economia.* Un ultimo producto a tener en cuenta es Ia sal. En efecto, las salinas de Ibiza ylas de Formentera, situadas una frente a otra y separadas por el paso de Es Freus, son uno de os clementos aglutinadores de la historia de las islas (Vilé Valenti, 1953; Mari-Morén, 1999). Han sido Ia fuente principal de riqueza (y a menudo la Gnica) hasta la Hlegada masiva del turismo, y existe una abundantisima documentacién sobre ellas desde el siglo xm. No en vano llama F. Braudel a Ibiza «l"ile du sel» (Braudel, 1949: 178). Para la €poca que nos ocupa, el hallazgo en las tierras circundantes a las salinas de grandes cantidades de materiales de todas las épocas, principalmente cerdmica, monedas y otros 6. Un equipo ditigido por la Prof. Carmen Alfaro Giner, de Ia Universitat de Valencia, a quien agrade- ‘comos la informacién, ha puesto en marcha un proyecto de investigacién sobre la cuestiGn, centrado en el interesantisimo yacimiento de Es Pou d'es Lleé (Sant Cates. 225 CARLOS GOMEZ BELLARD elementos metilicos sugiere su aprovechamiento desde los momentos iniciales de la colonizacién. Podria no ser casual que las dos factorfas fenicias, Ibiza y Sa Caleta, se situasen a ambos lados de las salinas. Pero es dificil ir mds alld, y valorar en qué canti- dades se extrajo, cémo se utiliz6 e incluso si se exports, como sucedis en las épocas medieval y moderna, Debemos suponer que sf tuvo un papel relevante, aunque resulta extraiio que no se propiciara una industria de salazones de pescado, como en muchos otros lugares del Mediterraneo peninsular o del Atlantico (Carrera et alii, 2000). No conocemos hoy por hoy ninguna factoria de salazones en laisla, y s6lo un envase anférico ya de época romana, la PE-41 que imita las Dressel 7/11, podria haber contenido ese tipo de productos. Su circulacién fue bastante escasa (Ramon, 1991; 125-126). Pero cabe recordar de todas formas que salazones y salsas de pescado fueron simples produc- tos derivados, lo fundamental era la sal. Resulta J6gico por lo tanto pensar que por encima de estas actividades, la agricul- tura y la ganaderia serian las bases principales de la economia ebusitana. Es cierto que el comercio exterior, en el que Ibiza hacia de intermediario entre el Mediterrdneo central y el Extremo Occidente, serfa una fuente de riqueza, pero la mayorfa de los investigadores opina que las exportaciones estarfan compuestas basicamente por productos agricolas. Y es aqui donde hay que intentar valorar el papel del aceite y el vino. Es sabido que la vid, el olivo y los cereales conforman lo que se denomina la triada mediterrdnea (Lopez Castro, 1998). La tierra ibicenca no es especialmente apta para los liltimos, pero si que lo es para los dos primeros, Retine ademas buenas condiciones de pluviosidad, temperatura (mfnimas altas) e insolacidn, necesarias para un desarrollo aceptable de esos cultivos. De hecho, las escasas fuentes clasicas que nos pueden ayu- dar hacen referencia a ello. Por una parte, Diodoro de Sicilia, en su descripcién de Ibiza, asegura: «En extensién es igual a Corcira y es de mediana fertilidad: tiene poca tierra de vifledos y olivos injertados en los acebuches» (V, 16). Pomponio Mela, por su parte, dice que «{Ebusus] frumentis tantum non fecunda» (Chonogr. Il, 125-126). Es poco, pero una vez mis, carecemos para la época que nos interesa de andlisis polinicos, antracolégicos y carpolégicos que nos permitan avanzar en su valoracién y en el papel real que jugé la triada en la econom(a islefia. De hecho, la produccién y exportacién masiva de vino y aceite se ha supuesto por la existencia de dos grandes grupos anféricos producidos en Ibiza, seguin la clasificacién de J. Ramon: la clase 2, que imita a lo largo de los siglos envases vinarios muy conocidos en el Mediterraneo (corintios, masaliotas, etc), y la clase 1 que por exclusién debia de contener aceite, Aunque es cierto que estas Anforas de la clase 1 podrian haber sido envases multiuso, al igual que sucede con las R- 1 fenicias, tenemos otro indicio de que efectivamente se producfa aceite. Los asenta- mientos rurales mejor estudiados, como Can Sora y Can Corda, ambos en el SO de Ja isla, presentan restos de prensas con grandes contrapesos rectangulares y sobre todo pequefias cubetas para recibir el Iiquido. A titulo de ejemplo, la de Can Corda, que se conserva entera, tiene una capacidad de tan s6lo 0,7 m*. Las hay mayores, pero en gene- ral sus medidas las alejan de lo que es un lacus, la gran balsa para recojer el mosto. El hallazgo de contrapesos y en ocasiones de partes de los molinos (orbis y mortarium) en 226 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA pricticamente toda la isla, a través de las prospecciones realizadas desde los afios seten- ta, ha llevado normalmente a pensar que esta produccién de aceite seria intensiva y generalizada, Existe un problema aiiadido, el cronolégico, ya que no podemos fechar en ningtin caso las almazaras antes del s. 1m a, C., aunque se encuentren en yacimientos que se inician en el s. va. C. Estamos pues en el campo de las hipstesis, como hipotética es la produccién de vino. De todas formas ésta fue sin duda mucho menor, si aceptamos el testimonio de Diodoro ya citado y constatamos la exportacién de ese vino en las énforas de la clase 2, que s6lo se difunden ampliamente por las Baleares. No parece sin embargo que el excelente vino balear glosado por los romanos (Plinio, N.H., XIV, 71) fuera ebu- sitano, y ademas su mencidn es ya tardia, del s. rd. C. (Btienne-Mayet, 2000: 106-108). Llegados a este punto, parece aceptable la imagen de una isla explotada en toda su superficie, dedicada sobre todo al olivo y la vid. Ambos cultivos necesitan de muchos cuidados, especialmente al principio, pero luego la necesidad de mano de obra tiende concentrarse en épocas determinadas, sobre todo la de la cosecha: septiembre-octubre para la vid, noviembre-diciembre para el olivo.’ Como la recogida de Ia sal, que necesita también de muchisima mano de obra, tiene lugar en julio-agosto, vemos que el calenda- rio de las tres actividades principales es perfectamente compatible. Tal vez se pueda, sin embargo, matizar esta imagen de un paisaje homogeneizado por cultivos semejantes, que apenas tiene en cuenta las diferencias que encontramos en los varios cientos de km de la isla. Las zonas mejor estudiadas han permitido que se propusiera, hace algunos afios, unas superficies para las fincas que se podian delimitar aproximadamente. Asi J. Ramon sugirié unas 25 ha para el area de Cala Jondal, al $ (Ramon, 1984: 32). Por nuestra parte, la evidencia de la zona Es Cubells-Cala d’ Hort, algo mas al O, indicaba propiedades més extensas, que podfan rondar las 125/140 ha, y propusimos que esas diferencias no debfan tal vez deberse a aspectos sociales, sino al tipo de explotacién. Asi, en nuestra zona de estudio, la existencia de al menos cinco granjas con sus almazaras evidenciaba el cultivo del olivo (en una zona donde hoy no se encuentra précticamente), lo que podia justificar esa amplias extensiones. Cala Jondal, por su parte, podrfa tener otros cultivos, bien de regadio, bien pensamos ahora, de vid (Gémez Bellard, 2000: 357). Otro modelo distinto es el que parece dibujarse en las ya mencionadas prospecciones que levamos a cabo en el valle de Sa Cala de St. Vicent, al NE de la ista.* Alli las pequefias habitaciones rurales ocupan, al menos desde el s. i a. C., algunas alturas no muy marcadas a un lado y otro del cauce del torrente que forma el valle, y que debié de llevar agua abundante una parte del afio. Estan espaciadas regular- mente, a unos 500 m una de otra como mucho, lo que nos da unas propiedades poco 7. También sobre estas cuestiones, en el mundo antiguo, la bibliograffa es amplisima, Amouretti 1986 y Mattingly 1996 me parecen dos estudios muy completos y recomendables. 8. Las prospecciones de Sa Cala forman parte del proyecto «Estudio etno-arqueol6gico de tres paisajes ibicencos», que dirijo junto a Vicent Mari i Costa, y es fruto de un convenio fiemado para los afios 2000-2003 por la Universitat de Valencia y ef Consell lnsular d’Eivissa i Formentera. Agradecemos a esta iltima institu- con, en particular ala Consellera de Cultura, Educacis i Patrimoni, Fanny Tur, su generosidad y todo el apoyo prestado. 227 CARLOS GOMEZ BELLARD extensas, dado que las laderas montafiosas a ambos lados se vuelven répidamente abrup- tas. Podrian tener entre 10 y 12 ha, y bien podrfamos pensar aqui en el regadio, no sélo por el tamaiio sino por el hecho de que no hemos encontrado ni un sélo elemento de prensa, salvo una referencia oral a la destrucci6a de un contrapeso hace algunos affos. ‘Teniendo siempre en cuenta lo reciente que es el trabajo y la provisionalidad de estos datos, estarfamos ante un tercer tipo de ocupacién y de explotacién del territorio, cocté- neo de los ya mencionados. Se va conformando asi una imagen que resulta bastante acorde con la que resume perfectamente Morel en un articulo imprescindible sobre la agricultura ptinica: [Les textes] suggerent une agriculture essentiellement fondée sur l'arboriculture, A forte valeur ajoutée, ot la vigne et I'olivier tiennent une place essentielle, tandis que les cétéales, bien que présentes, certes, semblent jouer un role relativement secondaire; una agriculture intensive, de «huertas», ott Grecs et Romains tem: quent des parcelles restreintes, des haics ou des murets, un recours fréquent irrigation (Morel, 2000: 412) Por lo que se refiere a la ganaderia, es poco lo que podemos decir con certeza. En cuanto al ganado mayor, la isla nunca ha podido subvenir bien a las necesidades de bueyes y vacas, dada la escasez de pastos. Asnos y mulos han sido, por el contrario, utilizados hasta fechas no muy lejanas como la principal fuerza de trabajo, tanto para labrar como para el transporte y, en consecuencia, objeto de los cuidados de sus duefios (Pérez Cabrero, 1909: 70-71). Asi queda bien reflejado en la descripcién de Ibiza que hizo el Archiduque Luis Salvador de Austria en la segunda mitad del s. xrx, ya que j refiere que entonces habfa en la isla tan s6lo seis bueyes, pero 1558 asnos y 2332 mulos, éstos traidos de Mallorca y la peninsula (Austria, 1982: 69-73). Destaca el viajero el gran niimero de ovejas (18.349) y cabras (8.850), que pueden alimentarse cémodamente de los campos sin cultivar y de las zonas arbustivas. Aunque las cifras sean aproxima- das, y més bien a la baja por la resistencia de los payeses a dar informaciones que suponen para uso fiscal, sirven al menos para darnos una idea de las proporciones, y del predominio de los ovicdpridos, algo que resulta evidente dadas las caracteristicas del paisaje ibicenco. {Pero qué sabemos para época pinico-romana? Los escasos anilisis faunisticos con os que contamos tan sélo permiten atisbar algo de esa fauna doméstica pero, dado lo reducido de las muestras, no podemos gene- ralizar, En dos pozos rurales que se encontraban en los alrededores de la ciudad y que fueron excavados hace unos afios, aparecieron asociados restos animales junto con abun- dantes cerdmicas. En el de Sa Joveria, del ltimo cuarto del s. va. C., habja cerdo, b6vido, ovicdprido y un équido. En el Hort d’en Xim, de la segunda mitad del s. m1 a.C., habfa también cerdo, bévidos, caballo, oveja y sorprendentemente, perros, con huellas inconfundibles de haber sido consumidos (Sata, 1994). En la granja de Can Corda ya mencionada, el relleno de la cisterna, que se conserva intacta, proporcioné mayoritaria- mente ovicdpridos y algo de cerdo, pero son datos dificiles de usar pues se trata de animales arrojados enteros después del abandono del yacimiento, en la década de los 70 d. C. Finalmente, una muestra de la fauna depositada como ofrenda en el santuario 228 | COLONOS SIN INDIGENAS: FL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA rupestre de Es Cuieram ofrece también un claro predominio de los ovicapridos, en este caso jévenes y, esporadicamente, algdn vacuno.” De todo ello poco podemos deducir, si no es que se trata del abanico faunfstico que cabia esperar. Tal vez debamos quedamos con la idea de un predominio de los ovicdpridos, sobre todo las ovejas si hacemos caso de las alabanzas de Diodoro a las lanas ebusitanas: «Las lanas que en ella se producen son reputadas como agradables por su gran suavi- dad» (V, 16). Pero no podemos saber si se trataba de rebaiios importantes, que tuvieran cierta movilidad dentro de Ia isla, o si més bien, como los paralelos etnolégicos y la propia tradicién local nos indican, las pequefias propiedades rurales contarian con algu- nos animales que permanecerian cerca de las casas, Esta es desde luego la idea de J. P. Morel: «un élevage également intensif, oit les troupeaux sont gardés dans les fermes et surveillés autant que possible par le propriétaire» (Morel, 2000: 412), Por otra parte, el confinamiento en libertad de las cabras en los islotes costeros, con la consiguiente reser- va de carne a bajo costo, tiene una antigua documentacién, y se sigue haciendo en la actualidad en Ibiza, més por tradicién que por necesidad (Alfaro, 1998). 2.2 La religidn en el paisaje Puede resultar una obviedad recordar Ia importancia que tuvieron en la Antigiie- dad las estructuras de carécter religioso, tanto politica como econémicamente, y su pre- sencia fisica en los paisajes. Pero este tiltimo aspecto, que ha sido abordado amplia- ‘mente para el mundo griego, en especial después de la obra renovadora de F. de Polignac (1984), apenas si ha sido investigado en el émbito fenicio-piinico. Y por ello hay que in- sistir en que templos, capillas, lugares sacros pueblan también el campo, y mas alla del carécter religioso sirven para delimitar territorios, marcar fronteras, sefialar espacios, La documentacién disponible para la isla es escasa, en cierta manera. Dejando de Jado los santuarios urbanos, de los que nada sabemos, y de un mas que hipotético san- twario a Deméter en el limite occidental de la necr6polis del Puig des Molins, slo cono- cemos para época arcaica el santuario de Illa Plana, situado en una isla en medio de la bahfa (Hachuel-Mari, 1988) y posiblemente otro en Puig d’en Valls, mal documentado por unas excavaciones de principios del s. xx. Por el resto de la geografia islefia encon- tramos, a partir dels. v a. C., diversas estructuras algo mejor estudiadas que pueden ser consideradas como santuarios, y que presentan caracteristicas relativamente diferentes, ‘Tenemos por una parte lugares de culto en altura, situados sobre notables acantilados que dominan una amplia extensién de mar y de costa, y que normalmente disponen también de cierto control visual sobre algunas tierras del interior. Es el caso de $°Era des Matarets, al O, y del Cap d’Es Llibrell al SE (Ramon, 1988), Por otra parte, el santuario de la cueva de Es Cuieram, cerea de Sa Cala, al NE, es uno de los lugares més 9. Los materiales proveden de la recogica superficial realizada en los amontonamientos de tierra de las antiguas excavaciones en la cueva, Hevada a cabo en el marco del proyecto mencionado en la nota anterior. Los analisis estan siendo ultimados por J. V, Morales. en el Laboratorio del Dpto. de Prehistoria y Arqueologia de la Universitat de Valencia, 229 CARLOS GOMEZ BELLARD relevantes de la arqueologia ebusitana y también uno de los escasos santuarios rupestres piinicos que conocemos (Aubet, 1982; Gémez Bellard-Vidal, 2000). Situado cerca de uno de los mejores fondeaderos de la costa oriental, estaba dedicado fundamentalmente a Tanit y al menos desde el s. v a. C. acoge cultos relacionados con los marineros y tal vez con las intensas actividades agricolas que tienen lugar en el valle de S. Vicent, donde se encuentra." Existe finalmente una serie de yacimientos rurales, explorados la mayoria hace casi un siglo, que han sido considerados en general y tal vez apresuradamente como santuarios porque en ellos apareci6 un cierto miimero de terracotas. Se trata de Can Pis, Can Jai y Ca N’Ursul, A falta de un reestudio que parece necesario, las excavaciones mds recientes en las granjas ptinico-romanas establecidas por toda la isla han demostra. do sin embargo que algunos de estos objetos pueden aparecer en smbito doméstico, y serfan indicativos de un culto familiar del que casi nada conocemos (Ramon, 1995: 53: Gomez Bellard, 1995: 160-161). En cualquier caso no deja de sorprender la relativa escasez de estructuras de culto, al menos hasta donde sabemos, en un territorio de mas de 500 km’. En contextos culturales no demasiado alejados, como puedan ser Etruria o Magna Grecia en la misma época, nos encontramos con situaciones diversas. Los san- tuarios rurales etruscos son escasos, hasta el punto que se ha considerado que las nece- sidades del culto en el campo se llevaban a cabo en espacios sagrados naturales, o bien eran directamente absorbidas por los santuarios urbanos (Edlund, 1987: 83). Por el con- trario, una de las regiones mejor investigadas del sur de Italia, como es Metaponto, muestra en su chora una extraordinaria presencia de estructuras sacras, dispuestas nor- malmente de manera regular (cada 3 km) a lo largo de las principales vias naturales de comunicacién (Carter, 1994: 180-183). Volviendo a Ibiza, y tal vez en general al mundo piinico, podemos pensar en un problema de investigacién, en lo dificil que es a veces documentar una estructuras que a menudo eran sumamente sencillas (véase el caso de Pantanello, en Metaponto). Tam- bign se puede avanzar Ja hipétesis de que este tipo de estructuras no tenian por qué ser frecuentes en los campos piinicos, y que los cultos domésticos que hemos mencionado anteriormente cubrfan con suficiencia esas necesidades religiosas. Sefialemos para ter- minar que sin duda se utilizaban con frecuencia espacios sagrados naturales (fuentes, bosquecillos, ..), sin construccién alguna y por lo tanto dificiles de detectar arqueol6gi camente. Queda en cualquier caso mucho por investigar sobre la estructuracién religio- sa de los territorios rurales. 2.3 Figuras en el paisaje: la sociedad rural Se trata sin duda del aspecto peor investigado del mundo rural fenicio-ptinico, el mas pobre en documentacién, y la falta de fuentes escritas se hace aqui dolorosamente presente. La pregunta obvia es: ;Quién explotaba el campo? Hay una cierta unanimidad 10. La cronologia algo més alta que In tradicionalmente aceptada procede de la datacién de algunas (erracotas antiguas, entre otras las figuras sedentes (Gubel, 1987: 98), 230 COLONOS SIN INDIGENAS: EL CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA, entre los investigadores a la hora de proponer la existencia de una clase de propietarios libres que en un momento determinado del s. v a. C., recibe unos lotes de tierras, presu- miblemente distribuidos por una autoridad que no resulta fécil identificar. Es plausible también que esa autoridad (que debemos de situar en la ciudad) pudiese conservar la propiedad, llevase el registro de las tierras, y recibiese una parte de la produecién (Cos- ta, 1998: 850). En cualquier caso, son meras hipétesis ya que propiedad piblica y priva- da, sobre todo la primera, son «evanescentes desde un punto de vista material» (Pléci do-Alvar, 1998: 990). Pero algiin tipo de acercamiento puede hacerse a partir del registro arqueolégico, y asi se ha intentado a veces En efecto, las explotaciones rurales suelen poseer en sus cercanfas unas pequefias necrépolis, muchas de las cules han sido excavadas desde los inicios de 1a arqueologia ebusitana, en 1903 (Gémez Bellard, 1986; Tarradell-Font, 2000). Por lo menos hasta el s. tl a. C,, la mayorfa de sus tumbas podrian calificarse de relativamente ricas por la conformacién de los ajuares, y bastante parecidas, en cuanto a construcci6n y ritos que se pueden documentar, a las de la gran necrépolis urbana del Puig des Molins hipogeos, fosas, ajuar son semejantes, Si a ello unimos que la extensién de las propieda- des, hasta donde se puede aventurar, es bastante homogénea en una zona determinada, como veremos més adelante, todo nos leva a pensar en familias libres que explotan en su provecho las tierras recibidas. Sin embargo, parece que los excedentes, muy abun- dantes, se canalizaron para la comercializacién a través de la ciudad. La inexistencia de alfarerias para la produccién de dnforas, necesarias para envasar vino y aceite sobre todo, en el émbito rural, y su abundancia en el barrio artesanal de Ibiza, supone un fuerte control de esos excedentes, y ello sugiere dos posibilidades: o es el Estado ebusitano el propietario y beneficiario de ellos, o la oligarquia comercial que reside en la ciudad (y se entierra en su necr6polis) es la propietaria real de la mayorfa de las tierras. Fuese la que fuese la situacién, lo cierto es que en el campo vivia una clase social relativamente acomodada, que al menos tenia el usufructo de la tierra. Pero no estaban solos, y la siguiente pregunta, Iégicamente, es: ;Quién trabajaba la tierra? Los indige- nas, como se ha sugerido para otros lugares, estd claro que no. No los habia, y no hace falta volver sobre la cuestién, Sin embargo la eclosi6n de asentamientos en el s. va. C., la rapidez con que se produce la colonizacién agraria de la isla, sugieren o bien una fuerte natalidad o més razonablemente una notable inmigracién. Diversos autores creen. que hay que relacionar este hecho, siempre en el marco mas amplio del Mediterrineo occidental, con la llegada de los llamados libio-fenicios y en general con el traslado de grupos mas o menos numerosos de norteafricanos a Cerdefia, Sicilia, la Peninsula Ibéri- cay tal vez Ibiza (Lopez Castro, 1992; Costa, 1998: 850). Sélo Ramon se muestra es- céptico en cuanto a esa posibilidad, ya que para él una inmigraciGn masiva de gentes del Mediterraneo central al campo ebusitano quedarfa reflejada en la cultura material, y no le parece que sea asi. Defiende pues un crecimiento natural y sostenido de la poblacién autéctona (como sucede en el vecino mundo ibérico), que ira absorbiendo las gentes y Jas ideas que legan de fuera (Ramon, 1995: 32). Por supuesto, debemos entender aqui por autéctonos a las gentes fenicias establecidas desde al menos el s. vit a, C. Pero en cualquier caso todo ello no resuelve la cuestién del status de esos trabajadores. Desde 8. Gsell por lo menos se ha consicerado que habria bastantes esclavos en Cartago, pero 231 CARLOS GOMEZ BELLARD ni la documentacién escrita es contundente (por tardfa y escasa), ni arqueol6gicamente puede documentarse facilmente esa categoria social, en especial porque los esclavos suelen carecer de tumbas, y no parecen existir, en las construcciones rurales, espacios especificos para ellos." Cabe la posibilidad seftalada hace ya mucho (Gsell, 1920; 46- 47) de que hubiera obreros agricolas asalariados, que se contratasen exclusivamente para las tareas puntuales mis penosas (cosecha de cereales, vendimia, ...), pero no se explica el trabajo regular del resto del afio. ‘Una de las maneras de abordar el aspecto social de la propiedad es la valoracién del tamafio de las explotaciones. Para el caso ibicenco, ya hemos mencionado antes que disponemos ahora de datos fiables para tres éreas distintas de Ia isla, referidos sobre todo a la época painica tardia (s. mata. C.), procedentes de excavaciones y especialmen- te de prospecciones mas 0 menos recientes. En el SO el érea de Es Cubells/Cala d’Hort permite fijar una superficie de 120-140 ha para las propiedades. Las granjas, espaciadas cada 1,5 0 2 km, tienen su propia almazara, y todo parece sugerir un cultivo extensivo del olivo, tal vez. completado con algo de cereal. No lejos de allf, en Es Jondal, la con- centracién de estructuras es mayor, y se ha calculado que las fincas podrfan tener 20.0 25 ha. La calidad de la tierra es mayor aqui, asf como la disponibilidad de agua, Final- mente, en Sa Cala de St. Vicent, en el extremo NE de la isla, se ha podido comprobar que los asentamientos se suceden a un lado y otro del torrente, muy cercanos unos de otros y conformando propiedades de 10-12 ha. Si nos atenemos al criterio del tamaiio, resulta evidente que habria grandes diferencias sociales, desde propietarios de amplios livares a pequefios agricultores con sus familias. Pero no es menos cierto que las fincas dedicadas al olivo, a la vid o a una horticultura de regadio pueden tener extensiones diferentes, sin que ello signifique mayor riqueza por mayor tamafio. Por obvio que esto pueda parecer, hay que tenerlo presente en este caso de estudio, y se puede asi inferir no laexistencia de una fuerte estratificacisn en la sociedad rural, sino una avanzada organi- zaci6n de la explotacién agricola. Por supuesto no estamos ofreciendo aqui un modelo, sino constatando las diferencias que la investigaci6n actual nos muestra. Tal vez por ello no resulte posible todavia elegir entre los dos modelos propuestos por Jameson para la agricultura de la Grecia clisica: a) un sistema extensivo, con amplios campos de cerea- les en los que hay rotaciones bianuales y donde se usan bueyes para arar y se crfa abun- dante ganado o b) un sistema intensivo que combina algo de cereales, vid, frutales (in- cluido el olivo) y huerto de regadio, limitando el tiempo del barbecho con la mejora de los suelos a través del abono, de la retirada de malas hierbas, la construceién de terra- zas,.., 1 cual supone una mayor cantidad de trabajo, basicamente manual (Jameson, 1994: 56). Si él se decanta claramente por el segundo, pensamos por nuestra parte que la Ibiza piinica tambign debia de presentar ese panorama, Sin duda las investigaciones en curso permitiran ayanzar en la contrastacin de estos modelos. Asi que de momento permitasenos concluir con unas muy expresivas lineas de J. P. Morel (2000: 412): 11. Lo mismo sucede en muchas regiones de Grecia en época clésia, en las que existe un mimero mayor de excavaciones. De ene Ia abundante bibliograffa, véase Jameson, 1992: 141-142 y 1994: 6062: «este avtor es bastante escéptico sobre la importancia de Ia mano de obra escTava en el campo. 232 COLONOS SIN INDIGENAS: EL. CAMPO IBICENCO EN EPOCA FENICIO-PUNICA Ibiza, avec ses fermes puniques dispersées dans la campagne, avec son territoire donné comme relativement peu fertile, apte a Ja riguer & la vigne, mais surtout a Polivier, grice & une technique de greffe pertinente (Diod. Sic., V, 16, 2) et qui produisait des figues magnifiques (Pline, H.N., XV, 82), correspond assez Ace pourrait étre archétype de agriculture phénico-punique. Et tout ce que nous savons du traité d’agriculture de Magon va en ce sens, BIBLIOGRAFIA ArARo, C. (1998): «Lo spazio destinato al pascolo sulle coste del Mediterraneo: il casi delle “isole delle capre”», L’Africa Romana, XI, pp. 863-877. AuMaoro Gora, M. J. 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