You are on page 1of 2

Los años treinta

El malestar de la crisis política y económica de


1930 incide hondamente en la literatura
argentina. Durante la década se publican los
denominados "ensayos de interpretación
nacional" que recogen una intuición acerca de la
finalización de un ciclo histórico y que
denuncian, con dramatismo, la caducidad de
fórmulas ideológicas y modos de vida: El
hombre que está solo y espera (1931), de Raúl
Scalabrini Ortiz; Radiografía de la
pampa (1933), de Ezequiel Martínez Estrada;
e Historia de una pasión argentina (1937),
de Eduardo Mallea. La visión más pesimista
sobre el futuro del país es la de Ezequiel
Martínez Estrada (1895-1965), que piensa que
la Argentina, por su constitución, no tiene
posibilidad de reparar aquellos pecados sobre
los que fue fundada. Poeta modernista en sus
comienzos (Oro y piedra, 1918; Argentina,
1927), con Radiografía de la pampa cancela lo
que él denomina "la adolescencia mental y la
época de vida consagrada al deporte, a la
especulación y al culto de las letras" para definir
una nueva forma de relacionarse con lo público
y con el campo cultural. Una de las hipótesis
centrales de Radiografía de la pampa es el
carácter reflejo de la cultura americana
respecto de la cultura europea, que incorporó lo
europeo en un espacio culturalmente vacío. Con
estos comienzos, la cultura en América no
puede ser sino una cultura de máscara dado
que el primer producto poblacional ya fue un
producto degradado porque fue un producto
mestizo, resultado de una violación. El proceso
de mestizaje ha vencido sobre cualquier
posibilidad de generar tipologías y valores que
permitan incorporar a la Argentina en el mundo
moderno, el mundo del trabajo y del intelecto.
Por lo tanto, Martínez Estrada lee el pasado y el
presente de la Argentina desde un pecado de
origen que predestina el futuro del país, un
origen determinado por el mestizaje y el
simulacro, al que David Viñas denomina
fatalismo telúrico, una perspectiva irracionalista
que tiene como rasgos centrales una
circularidad repetitiva contrapuesta a toda
posibilidad de cambio, la versión naturalista que
bloquea todo reconocimiento histórico, y el uso
de la categoría de destino que predispone de
antemano el desarrollo de la historia.

En cambio, Eduardo Mallea (1903-1982)


en Historia de una pasión argentina retoma
tópicos, figuras y motivos del nacionalismo
espiritualista del centenario para plantear la
división entre dos Argentinas antagónicas: una
Argentina visible, materialista y adventicia, y
una Argentina invisible, donde yacen
sumergidos los valores esenciales que en ese
presente se han perdido. El mediador entre la
Argentina visible y la invisible es el intelectual,
cuya misión es revelar la Argentina invisible,
sacarla a la superficie, denunciar todas las
falencias de la Argentina visible. Dado que es la
modernidad la que destruye las totalidades
orgánicas e introduce la obsesión materialista,
la función del intelectual es restituir un orden y
descubrir cuáles son los elementos invisibles
por los cuales ese orden puede construirse. La
posición optimista de Mallea es que el orden
social puede ser alterado por el intelectual dado
que puede poner en comunicación lo visible y lo
invisible.

La ensayística de los años treinta encuentra un


espacio de diálogo importante en la revista Sur,
fundada porVictoria Ocampo en 1931, revista
que tiene como centro de su política cultural la
traducción de textos europeos. La traducción es
el gesto hegemónico que organiza al resto de
los materiales, a través de la cual Sur se erige
como el espacio de cruce de culturas, de
lenguas y de intertextualidad, en un intento de
apertura al mundo como modo de romper el
provincialismo cultural. Asimismo, la revista
muestra el impacto del pensamiento de José
Ortega y Gasset, dado que en la formulación de
"yo soy yo y mi circunstancia" prevalece la idea
de que los hombres deben alcanzar su
verdadera identidad mediante el proceso de
reconocer sus auténticas circunstancias y actuar
sobre ellas, y que los intelectuales
latinoamericanos deben buscar su razón vital
analizando su propia sociedad en lugar de imitar
modelos extranjeros. Esta línea de
pensamiento, representada por los ensayistas
preocupados en la moral, en la relación del
intelectual con su sociedad y en el realismo
(Eduardo Mallea, H. A. Murena o Ezequiel
Martínez Estrada), está presente en los
primeros años de Sur como intento de definir la
naturaleza auténtica del argentino. Por otro
lado, hay un segundo grupo en la revista, que
está formado por los que reflexionan sobre el
arte de la ficción. En este grupo se ubicanJorge
Luis Borges, Adolfo Bioy Casares (1914), Silvina
Ocampo (1903-1993), José Bianco (1911-
1986), Manuel Peyrou (1902-1974), Santiago
Davobe (1889-1952) y Enrique Anderson
Imbert (1910) que, si bien en un primer
momento forman parte de un grupo marginal
dentro de Sur, introducen la literatura fantástica
y policial, como géneros privilegiados de
literatura no referencial. A partir de la década
del cuarenta este grupo comienza a publicar en
las páginas de la revista con mayor frecuencia,
centralmente a partir de la publicación de
la Antología de la literatura fantástica (1940)
de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo.

You might also like