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La razón
contra
la fuerza
Las directrices
del pensamiento político
de Aristóteles
n esta obra se trata de mostrar cómo la
ISBN 84-309-4218-1
1252005
788430 942183 www.tecnos.es
SALVAD O R RUS R U FIN O
temos
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índice
P R Ó LO G O ........................................................................................................... Pág. 11
Prólogo
* * *
* * *
blema de primer orden saber qué hacer con ella y cómo u tili
zar de un modo inteligente y ordenado sus aportaciones, pues,
cuando se lee a Aristóteles, la selección de los críticos siempre
es un problema d ifícil de resolver, y además se impone una
selección y una clasificación si se quiere progresar en el pro
pósito que se tiene. El esquema séxtuplo que se presenta ha
sido, a pesar de todo, cotejado con la crítica de modo sufi
ciente, aunque se requeriría una labor de equipo para com ple
tar esta afirm ación.
En segundo lugar, es difícil arm onizar todas las dimensiones
de la doctrina política, y en general, de cualquier doctrina aris
totélica, sin perder algún aspecto de su complejidad ricamente
matizada. En efecto el estilo del pensamiento de este autor mues
tra una gran riqueza de relaciones entre los diversos conceptos y
una m ultiplicidad de sentidos y de usos en éstos. Con frecuencia
los críticos se precipitan calificándolo de incoherente5, y de obte
ner conclusiones que no tienen en cuenta distinciones aristotéli
cas que aclaran los equívocos que ellos creen advertir6.
Tales acusaciones de incongruencia son frecuentes cuando se
toman pasajes aislados. Éste es el límite del enfoque analítico de
Aristóteles. Es notoria la insuficiencia de un método que al estu
diar una cuestión excluye textos que son pertinentes para ella.
Aristóteles tiene un pensamiento tan rico que nunca expone de
una sola vez lo que contiene cada noción: hay que reunir y coor
dinar los textos, y hacer una inducción de todos ellos para captar
esta conjunción de sentidos. Parece insuficiente que algunos auto
res quieran captar en un solo texto y de una vez lo que Aristóteles
quiso decir sobre esta o aquella cosa, y olviden que casi siempre
hay otro texto que matiza lo afirmado en éste o aquél.
Al leer a Aristóteles es preciso, principalm ente, no olvidar
que su mirada lo recoge todo, es discernidora, distinguidora. La
suya es una filosofía no excluyente, por eso mismo admite con-*
* * *
* * *
dos estudios de biología y ciencias naturales, pues para él estas últimas cien
cias tienden a comprender los primeros principios de la salud y de la enfer
medad, que llevan a una relación muy estrecha entre el científico y el médi
co.
1 I. D üring , Arístotle ¡n the Ancient Biographical Tradition, Almquist-
Wiksell, Cóteborg, 1957.
4 Véase la obra de Hesiquio de Mileto (siglo iv d.J.C.) y las referencias dis
persas de Ptolomeo, el extranjero, y del peripatético Hermipo de Esmirna.
SINOPSIS BIOGRÁFICA DE ARISTÓTELES 23
Capítulo I
La ciencia de la felicidad
como relación entre política
y ética1
1. EL SENTIDO DE LA POLÍTICA
5 Véase R. Y epes Stork, La doctrina del acto en Aristóteles, cit., pp. 119-
124.
6 Una de las críticas más frecuentes que se le hacen a la monumental
obra de W. Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega, FCE, México,
1971, es que el punto central y final de la obra es desarrollar la idea de edu
cación y cultura en Platón, y todo está subordinado a este principio meto
dológico.
7 W. Jaeger, Aristóteles, cit., p. 300.
* Véase, por ejemplo, en W. Jaeger, Aristóteles, cit., pp. 420-466, el capí
tulo «El lugar de Aristóteles en la historia».
I.A CIENCIA DE IA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 31
IS T ucídides 1,138.
34 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
a los hechos. La diferencia entre vivir con ley y sin ella equi
vale a la distinción aristotélica entre vivir bien y el mero v iv ir'6.
Por eso Aristóteles pudo escribir: «Los legisladores hacen bue
nos a los ciudadanos haciéndoles adquirir costumbres, y ésa es
la voluntad de todo legislador; los que no lo hacen bien yerran,
y en esto se distingue el régimen bueno del malo» (E.N . 1103b
3-6). Y añade: «Las leyes se refieren a todas las cosas, propo
niéndose lo que conviene en común a todos, o a los m ejores,
o a los que están en el poder, o alguna otra cosa semejante; de
modo que, en este sentido, llamamos justo a lo que por su
índole produce y preserva la felicidad y sus elementos para la
comunidad política» (E.N. 1129b 14-19).
Ser capaz de ley significa poder ser investido de la norma.
Por eso la ley establece de suyo la distinción entre el poder y la
debilidad en términos de naturaleza. La debilidad deja de serlo
en virtud del carácter verbal y activo de la norma: el normar. Ser
capaz de ley significa aumentar la capacidad de medida de la
ley. La distinción entre los fuertes y los débiles en la sofística es
biológica: se refiere a la fuerza en términos contantes y sonan
tes'7. La norma jurídica incrementa el modo de ser del hombre,
añade algo a su forma de vida política, esto es, mediante la
norma se suple el poder de hecho y se otorga el poder de dere
cho, su función es hacer a una persona capaz, supone, por
tanto, un aumento del poder del individuo, sin que ese poder1 6
7
” A ristóteles, Ética a Nicómaco 1106a 14: «Hay que decir, pues, que
toda virtud perfecciona la condición de aquello de lo cual es virtud»; Política
1280b 6-8: «La ciudad que verdaderamente lo es, y no sólo de nombre, debe
preocuparse de la virtud»; Política 1281a 2-3: «Pues el fin de la comunidad
política son las buenas acciones, y no la convivencia»; Política 1313b 17:
«Convengamos, por tanto, en que cada uno participa de la felicidad en la
medida de la virtud.»
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 37
5. LA DIVISIÓN DE LA POLÍTICA
meradas en los libros II, III y IV de Ética a Nicómaco, son: valor, templanza,
generosidad, magnificencia, magnanimidad, aspirar a dignidades, manse
dumbre, veracidad, gracia, pudor o vergüenza, y además la justicia. Se puede
ver un buen estudio de esta clasificación en S. G . Salkever, Finding the Mean,
Princeton University Press, Princeton, 1990, p. 240.
35 A ristóteles, Ética a Nicómaco, 1181b 20, y en muchísimos lugares de
la Política, en especial las introducciones a diversos libros que se citarán. La
palabra se puede traducir por «constitución política», «forma de gobierno»,
«forma de estado», «república», etc.
I.A CIKNCIA DF LA FELICIDAD COMO RELACIÓN ENTRE POLÍTICA Y ÉTICA 49
6. LA PO LÍTIC A ES NATURAL
46
R. C . M ulcan , A r is to tle 's P o litic a l T h e o ry , cit., p. 26.
62 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
n Sobre la cuestión del érgon pueden verse las precisiones que en dife
rentes sentidos ofrece R. K raut, Aristotle. PolíticaI Philosophy, Oxford
University Press, Oxford, 2002, pp. 63-71 y 82-90, y A. G ómez-Lobo , «The
Ergon Inference», Phronesis, 34 (1989), pp. 170-184.
Capítulo II
Grupo de orantes con ofrendas, relieve del siglo iv a.J.C. La fam ilia de la
escena posee dos sirvientes y es representativa de las clases dirigentes en
la Grecia clásica. Para Aristóteles, la consideración social de la riqueza ha
de regirse por el principio de necesidad y no de acumulación. Archivo Anaya.
" A ristóteles, Ética a Nicómaco 1111b 23-24 y 1113a 10-11: «la elección
será también un deseo deliberado de cosas a nuestro alcance».
78 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
efecto, lo que cada cosa es, una vez cumplida su génesis, deci
mos que es su naturaleza, así de un hombre, de un caballo o
de una casa. Además, aquello por lo que existe algo y su fin es
lo mejor, y la autarquía es, a la vez, un fin y lo mejor. De todo
esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales y
el hombre es por naturaleza un animal político, y el que es
insocial por naturaleza y no por azar es o un ser inferior o un
ser superior al hombre» ( Pol. 1252b 30-1253a 4).
Aristóteles viene a decir, retomando lo ya dicho, que la
dimensión social, extrafamiliar, del hombre es natural, y nos
otros la llamamos pólis, y es el ámbito de cumplimiento de la
naturaleza y esencia humanas, porque es su fin, que es el vivir
bien autárquicamente, pues naturaleza es lo que cada cosa es,
cumplida su génesis. Por eso toda ciudad es por naturaleza, y
la naturaleza es fin: la ciudad tiene así un cierto carácter teleo
logía) para el hombre porque en ella se cumple la naturaleza
humana.
Esto supone una afirmación político-metafísica de primera
magnitud: la ciudad es el fin de la convivencia y la participa
ción humanas porque es el ámbito donde se cumple la autar
quía, el autogobierno de los hombres24. Las comunidades pri
meras (y las intermedias) se ordenan, tienden y tienen su
razón de ser en orden a la más perfecta. Todo lo que tenga
razón de ciudad deberá ser autárquico y hacer posible la vida
humana más perfecta. En el libro III vuelve a la misma cues
tión: «Es evidente que la ciudad no es una comunidad un
lugar para impedir injusticias recíprocas y con vistas al in
tercambio»25.
Hay aquí una alusión al comercio y a la crematística: el
intercambio comercial no basta para constituir la ciudad, es la
11 Hay otra definición de pólis en la Política 1328a 30: «la ciudad es una
forma de comunidad de iguales, con el fin de vivir lo mejor posible; y pues
to que la felicidad es lo mejor, y ésta es una actividad y uso perfecto de la
virtud, y que de ello resulta la consecuencia de que unos hombres pueden
participar de ella y otros poco o nada, es evidente que ésta es la causa de
que haya distintas especies y variedades de ciudad y la pluralidad de cons
tituciones o formas políticas».
” Epicuro consolidó el camino de la filosofía helenística hacia una feli
cidad consistente en la desconexión intelectual práctica del mundo exterior,
90 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
Por tanto, para ser virtuoso hay que ser libre, y la plenitud
de la virtud es con autoridad. El hombre más virtuoso que
busca la excelencia personal es el superior, el mejor en el sen
tido de que: 1) domina, 2) es el más excelente en virtud y
nobleza33. Esta unión de excelencia y mando es un comple
mento imprescindible de la vida buena, que no es simplemen
te buena, sino mejor, más excelente, más dominadora, supe
rior. Por tanto, esta vida buena es vida superior, frente al que
obedece y tiene una virtud distinta.
La identificación de sociedad y política, y de virtud con
superioridad, conduce a poner como requisito de la virtud per
8. LA CASA Y LA CREMATÍSTICA35
40 Para el concepto de límite y su relación con fin, esto es, péras y télos,
y otras nociones de la metafísica aristotélica, véase R. Y epes Stork, La doc
trina del acto en Aristóteles, cit., pp. 318-320.
EL IDEAL DE LA VIDA BUENA O VIVIR EN SOCIEDAD 103
Capítulo III
El imperio de la justicia
y del derecho
" La traducción exacta del término no es fácil ni exacta; puede ser «cons
titución política», «conjunto de leyes de una ciudad», «sistema jurídico»,
«ordenamiento jurídico», etc. Se podría afirmar que se trata de algo relacio
nado siempre con el orden normativo.
,J Sobre esta cuestión pueden verse los siguientes trabajos: W. H.
A mbler, «Aristotle's Understanding of the Naturalness of the City (pólis)»,
Review o f Politics, 47 (1985), 163-185; A. D íaz T ejera, Encrucijada de lo
político y lo humano. Un momento histórico de Grecia, Publicaciones de
la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1972; E. Eckart , Die Analyse der Polis
durch Aristóteles, Gruener, Amsterdam, 1980; V. Ehrenberg, Die Rechtsidee
im frühen Griechentum. Untersuchungen zur Geschichte des Werdenden
Polis, S. Hirzel, Leipzig, 1921; The Greek State, Basil Blackwell, Oxford,
1969, y From Solon to Sócrates. Greek History and Civilization during the
6th and 5th Centuries h.C ., 2nd ed., Routledge & Kegan Paul, London,
1981; M. I. F inley, Authority and Legitimacy in the Classical City-State,
Mededelelser, Koebenhavn, 1982; K. F reeman , G reek City-States,
Macdonald, London, 1950; A. Kamp, Die politische Philosophie des
Aristóteles und ihre metaphysischen Grundlagen, Karl Alber, Freiburg,
1985; E. Schütrumpf , Die Analyse der Polis durch Aristóteles, B. R. Grüner,
Amsterdam, 1980; W. S iegfried , Untersuchuungen zur Staatlehre des
Aristóteles, Schultness, Zürich, 1942; P. S impson, «Making the Citizens
Good. Aristotle's City and Its Contemporary Relevance», The Philosophical
Forum, 22/2 (1990-1991), pp. 149-167; F. T om b ERC, Polis und
Nationalstaat, Wiss. Bugesch., Darmstadt, 1973.
11 4 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
3. LA JUSTICIA Y LA LEY"
ree Review o f Politics, 49/1 (1987), pp. 59-63; F. D. M iller, Nature, Justice and
Rights in Arístotle's Politics, Clarendon Press, Oxford, 1995; M. Salomón, Der
Begiff der Cerechtigkeit bei Aristóteles, Nijthoff, Leiden, 1937; P. T rude, Der
Begriff der Cerechtigkeit in der aristotelischen Rechts- und Staatsphilosophie,
W. de Gruyter, Berlín, 1955; B. W illiams, «Justicie as Virtue», en A. O. Rortry,
Essays on Arístotle's Ethics, University of California Press, Berkeley, 1980,
pp. 189-199; M. W esoly, «Aristotle's Conception of Justice as Equality», Eos,
77/2 (1989), pp. 211-220; Ch. M. Y oung , «Aristotle on Justice», The Southern
Journal o f Philosophy, 27 (1989), pp. 233-243.
EL IMPERIO DE LA JUSTICIA Y DEL DERECHO 1 23
Relieve votivo dedicado a las ofrendas al río Cefiso. La pieza simboliza una tra
dición piadosa que, mantenida de generación en generación, relaciona los aconte
cimientos de la vida cotidiana con el legado espiritual de los pueblos que respetan
y perpetúan sus creencias e instituciones. A rchivo Anaya.
actos; véase Ética a Nicómaco 1103a 3. No se puede olvidar que ética viene
de éthos, costumbre, y ésta indica un hábito, una práctica. Pero los hábitos no
empiezan de cero, se adquieren al arraigar las costumbres y las leyes cambian
necesariamente. Es el problema que aquí trata Aristóteles.
EL IMPERIO DE LA JUSTICIA Y DEL DERECHO 1 33
Capítulo IV
1. EL PRINCIPIO DE LA JERARQUÍA
Portadores de hidrias de uno de los relieves del friso norte del Partenón. La
maestría de Fidias ha dotado de gracia y fuerza a estos esclavos atenienses,
en contraste con la deshumanización cosificada con la que Aristóteles y su
civilización los identificaba. A rchivo Anaya.
3. EL OCIO Y EL TRABAJO
’ Son muy interesantes las precisiones que sobre el juego hace R. Y epes,
La región de lo lúdico. Reflexiones sobre el fin y la forma del juego, Eunsa,
Pamplona, 1996, cuyo trabajo ha servido para componer esta parte del
capítulo. Véanse también J. G aray, Diferencia y libertad, Rialp, Madrid,
1994; J. H uizinga , Homo ludens, Alianza, Madrid, 1987; J. Echeverría ,
Sobre el juego, Taurus, Madrid, 1980; J. P ieper , Una teoría de la fiesta, Rialp,
Madrid, 1974.
160 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
las acciones exteriores los que las dirigen con sus pensamientos.
Además, ni las ciudades fundamentadas en sí mismas, y que han
preferido una vida de este tipo, necesariamente tienen que ser
inactivas, pues la acción puede ser parcial, ya que las partes de
la ciudad tienen muchas partes interrelacionadas. Igualmente
ocurre esto en cada uno de los individuos humanos, pues en
otro caso Dios y el universo entero difícilmente podrían ser per
fectos, pues no tienen acciones exteriores, aparte de las que les
son propias. Es manifiesto, pues, que la vida mejor será la
misma para cada uno de los hombres y, en común, para las ciu
dades y para los hombres» ( Pol. 1325b 14-32).
La coherencia metafísica de este pasaje con todo el resto del
Corpus Aristotelicum es completa. Aquí se aplica a la ciudad en
exacto paralelismo lo expuesto en esas obras acerca de la téc
nica o saber hacer, el movimiento o ir hacia un fin y el conoci
miento como acto perfecto y concluso. La nota propia de este
texto es poner esta doctrina en relación con la autarquía o inde
pendencia de los bienes exteriores y el uso del término prácti
co: si las práxis más perfectas son las filosóficas, ellas serán las
más prácticas, lo cual en nuestro lenguaje (y quizá también en
el de Aristóteles) suena paradójico.
La esencia de la cuestión es: hay actividades autoperfeccio-
nadoras, que no tienen su fin más allá de sí mismas, sino en ellas
mismas. Su fin es su propio estar en acto: no necesitan nada exte
rior, son autárquicas. Esto puede ser dicho también de las ciuda
des en el sentido de que prefieren la autarquía: están fundamen
tadas en sí mismas, y que han preferido una vida de este tipo, pri
man el ocio. Las acciones perfectas o contemplativas se distin
guen radicalmente de todas las demás y pertenecen principal
mente a la razón, tanto teórica como directiva de la acción polí
tica y práctica (decimos que actúan de modo supremo aun en el
caso de las acciones exteriores los que las dirigen con sus
pensamientos), pues la acción externa, en ese caso, nace a través
de la razón práctica, de la razón teórica que descubre, allí donde
se produzca, la manifestación del bien y de la verdad.
Lo que ahora nos interesa destacar, sin embargo, es que en
la Política esta diferencia propia de las práxis perfectas y auto-
EL GOBIERNO DE LOS OCIOSOS 163
Relieve con bailarina danzando. Posiblemente se trate de una bacante del dios
Dioniso, en cuyos ritos orgiásticos, símbolos del renacer de la naturaleza y la
vida, los griegos identificaban no sólo el placer desenfrenado, sino la fuerza
creativa de la música y las artes escénicas. Archivo Anaya.
EL GOBIERNO DE LOS OCIOSOS 165
Capítulo V
El mejor régimen
de vida política1
A
ristóteles concibió la filosofía política como la descripción de
una ciudad ideal, o politefa perfecta, pero no como una uto
pía a la que se llegaría mediante un proceso histórico revolucio
nario, como pensaron los modernos, sino como un arquetipo, un
ideal teórico perfectamente congruente con la naturaleza huma
na y la razón de ser de la ciudad, al cual las politéiai reales y con
cretas, los regímenes políticos, debían parecerse*23 .
Este régimen perfecto contrasta con las realizaciones con
cretas o politéiai tenidas por buenas y malas, que son las que,
de hecho, se han dado históricamente. Aristóteles señala con
claridad por qué los clásicos griegos se plantearon así la filo
sofía política, y no fue solamente por seguir una tradición:
«Puesto que nos proponemos considerar, respecto de la comu
nidad política, cuál es la mejor de todas para los que son capa
ces de vivir lo más conforme a sus deseos, hay que examinar
también las otras formas de gobierno, tanto las que usan algu
nas ciudades que tienen fama de tener buen gobierno, como
otras propuestas por algunos teóricos y que parecen estar bien,
para ver lo que tengan de recto y útil, y además para que al
A) Nobles.
B) Pueblo: agricultores, comerciantes, artesanos y jorna
leros.
EL MEJOR RÉGIMEN DE VIDA POLÍTICA 1 83
C) Militares.
D) Tribunales de justicia.
E) Asamblea.
F) Magistrados.
B) La ARISTOCRACIA Y LA OLIGARQUÍA
44 Cfr. K n a u ss , La Pólis, cit., pp. 205 ss., donde resume el concepto de vir
tud griega de una forma muy ajustada.
45 B . K n a u s s , La Pólis, c it ., p . 2 5 5 .
44 A r is t ó t e l e s , Política 1293b 9-10: «|...j las magistraturas se eligen de
acuerdo no sólo con la riqueza, sino también con la virtud». Véase también
Retórica 1365b 34.
" Cfr. B. K n a u s s , La Pólis, cit., pp. 253-254.
EL MEJOR RÉGIMEN DE VIDA POLÍTICA 203
“ A r ist ó t ele s , Política 1289b 33-3. Véanse también 1295a 31-34: «La
aristocracia es una forma de oligarquía»; 1290a 16-17: «Son, en cierto modo,
oligárquicas porque son pocos los que participan de los honores»; 1306b 24-
25: «Todos los regímenes aristocráticos son oligarquías», y un poco más mati
zada esta afirmación: «hay aristocracias oligárquicas», 1307a 34.
204 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
57
Cfr. G . G lotz , La ciudad griega, cit., pp. 109-111.
EL MEJOR RÉGIMEN DE VIDA POLÍTICA 213
D) El régimen mixto : la p o u t e ía o m e s o p o l it e ía
60
F. Rodríguez A drados, La d e m o c ra c ia a te n ie n se , cit., p. 23.
220 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
trata su relación con la primera del modo en que hemos visto. Pero
después insiste en que mezcla bien las otras dos: «no se puede
reducir ni a una oligarquía ni a una democracia; es el término
medio entre ambas: una politeía» (Pol. 1265b 17-28).
Pero, si la politeía llega a ser el término medio estricto entre
los regímenes que la componen, «es imposible saber si la poli
teía es una democracia o una oligarquía, pues no domina una
232 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
(.5
H . K h u n , E l Estado, c it., p. 117.
EL MEJOR RÉGIMEN DE VIDA POLÍTICA 233
* * *
Capítulo VI
La cosm ópolis o su unidad
armónica y justa
7 Véase A ristóteles, Política 1327b 1 ss.: «Si aspira a una vida de hege
monía y política, necesariamente este poder [el naval) debe ser proporcio
nado a sus empresas.» El realismo militar de Aristóteles es total. No se ha
incluido en este comentario el papel de la guerra en la vida individual y ciu
dadana. Para Aristóteles, como para los griegos, es ésta el arte de hacerse vir
tuoso en una necesidad. La guerra no es sólo violencia, sino valor, lucha,
conquista, aseguramiento de recursos, etc. Forma parte de la lucha heroica
por la vida que hoy también anida en el interior de la ciudad, y no fuera,
como entonces. Cfr. W. Jaecer , Paideia, cit., p. 1024: la esencia de la pólis
de Esparta es el triunfo bélico: «para quien considera la victoria como único
sentido de la existencia, la valentía constituye, necesariamente, la sola vir
tud». La reflexión sobre la guerra incluye el problema de la violencia, la
lucha por la vida, y las virtudes correspondientes.
" Deben tener corazón, que es «la facultad del alma por la que amamos»,
para ser amables con los conocidos y fieros con los desconocidos, pues «el
sentido de autoridad y el de libertad deriva para todos de esta facultad, pues
el corazón es dominador e invencible» (A ristóteles, Política 1328a 1-2).
9 Kósmos significa: 1) orden, buen orden, organización; 2) orden del uni
verso, mundo, cielo; 3) la tierra habitada; las cosas terrestres. Normalmente
se adopta el primer significado: aquí se entiende por cosmópolls una ciudad
con orden, con buen orden. El sentido predominante en Grecia era el segun
do (por ejemplo, Sócrates lo contraponía al mundo humano). Diógenes, y en
general la filosofía estoica y helenística, usó sobre todo el tercero (que es una
suma de los dos primeros) al declararse cosmopolítes, ciudadano del mundo:
«la única pollteía recta es la que está en el cosmos» (D iógenes Laercio , 72).
En cualquier caso, el significado genuino de kósmos es mundo ordenado,
sea habitado por hombres o no.
248 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
comunidad cuya especie sea una. Pues debe haber algo único,
común o idéntico para los asociados, bien que participen de
ello por igual o desigualmente» (Pol. 1328a 25-30).
La ciudad no es un agregado de necesidades, sino la par
ticipación activa en algo común, precisamente en lo común.
Las aceras no constituyen la ciudad, aunque las tenga: no son
parte activa de ella. Cada una de las partes auténticas (acti
vas) de la ciudad tiene un proyecto, y «es necesario que la
ciudad se constituya teniendo en cuenta estas funciones»
(Pol. 1328b 22-23). De la suma de estas funciones saldrá el
proyecto común, del cual todas las partes participan, aunque
sea desigualmente: así las especies de la ciudad se hacen una.
Las partes de la ciudad ya han sido enumeradas: el alimento,
los oficios e instrumentos, las armas, los recursos para nece
sidades propias y de guerra (la riqueza), el cuidado de lo d ivi
no o culto, y los órganos de la politeía (los tres poderes).
La magnitud de la ciudad no es, por tanto, cuestión de núme
ro, sino de obras, de calidad, de orden: «La ley es un cierto orden,
y la buena legislación es necesariamente una buena ordenación,
y un número excesivamente elevado no puede participar del
orden, ya que esto sería obra de un poder divino, como el que
mantiene unido el universo. Y, puesto que la belleza suele acos
tumbrar a realizarse en el número y la magnitud, resulta de ello que
también una ciudad que una la magnitud con ese límite indicado
será necesariamente la más hermosa» (Pol. 1326a 20-28).
Aquí, los conceptos de orden y belleza remiten a una cosmo
logía típicamente griega del límite armónico, de la proporción,
del horror al infinito; y procede, no lo olvidemos, de las buenas
leyes, de la legislación correcta. El todo no es una simple agrega
ción de partes ilimitadamente incrementables, sino que guarda un
límite, dado por el número finito, por la magnitud, y sobre todo
por el cumplimiento del proyecto de la ciudad: por eso es bella y
tiene armonía'0. Hay una acción de cada parte, que remite al con-1 0
una ¡dea que aparece desde el comienzo de la filosofía: «El sol no rebasará sus
medidas —decía Heráclito— ; que, si las rebasare, las Erinias, servidoras de la
justicia, sabrían encontrarlo.» La justicia es una armonía entre las partes (la
filosofía pitagórica es una reflexión sobre la armonía; para Platón es un con
cepto metafísico central). «La armonía expresa la relación de las partes al todo.
En ella se halla implícito el concepto matemático de proporción, que el pen
samiento griego presenta en forma geométrica o intuitiva. La armonía del
mundo es un concepto complejo en el cual se hallan comprendidas lo mismo
la representación de la bella concordancia de los sonidos en el sentido musi
cal que la del rigor de los números, la regularidad geométrica y la articulación
tectónica. Es incalculable la influencia de la idea de armonía en todos los
aspectos de la vida griega de los tiempos posteriores. Abraza la arquitectura, la
poesía y la retórica, la religión y la ética. En todas partes aparece la concien
cia de que existe en la acción práctica del hombre una norma de lo propor
cionado, que, como la del derecho, no puede ser transgredida con im
punidad» (W. Jaeger, Paideia, cit., p. 163).
250 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
n Es sabido que J.-j. Rousseau aboga también (cfr. El contrato social, libro
II, capítulo 8) por un estado «donde cada miembro sea bien conocido». Su
ciudad ideal es Ginebra. La idea se repite porque lo natural es vivir en una
comunidad donde se nos conozca: el vecindario no es irrelevante. Nuestra
ciudad no es así: por eso a la gente le gusta «ir al pueblo». Los pueblos man
tienen esta forma de convivencia y participación en ellos fuente de inaca
bables conflictos.
252 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
14
R. G . M ulgan , Aristotle's PoHtical Theory, cit., p. 22.
256 LA RAZÓN CONTRA LA FUERZA
JS
R. G . M ulcan , Aristotle's Political Theory, cit., p. 28.
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